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'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

¡Hey! Es el esperado momento. Yo lo esperaba al menos. Sé que algo espectacular debería ir aquí pero, sinceramente, no quiero poner peleas ahora... El drama será para cuando Athena y Zeus se enteren -spoiler alert-. Ahí si esperen algo más estresante.


 


A partir de aquí quiero explorar la relación de Hades y Seiya junto a su hijo, además de la reacción de los caballeros del santuario con respecto a eso. Igualmente pienso en cómo integrar a los de bronce, siguen buscando a Ikki, después de todo. ¿Qué haré con eso ahora? No sé si poner algo dramático de que haya gritos y reclamos, o algo más de alivio y felicidad al verlo. JAJAJA. Esas son grandes preocupaciones LOL.


Espero disfruten mucho este capítulo, gracias por leer.

 
 
El destino es caprichoso, una vez un plan es formado por su mano, pocas cosas pueden cambiar su inevitable paso.
 
Shun de Andrómeda había abandonado la morada del chico de turno cuando sintió aquel cosmos tan familiar. La excusa vaga le permitió levantarse del lecho, con la ropa todavía revuelta y el cabello hecho un lío. Se arregló mientras se despedía con las más simples palabras y pronto se encontró a sí mismo recorriendo las calles de Tokyo sintiendo un dolor que creía olvidado.
 
Dos años habían sido poco tiempo, pero se había obligado a avanzar. A Pegaso no le hubiese gustado que desperdiciara su vida rememorando aquellos tiempos de grandes proezas y ansiando una amistad que nunca jamás volvería a disfrutar.
 
Podría resultar incluso cómico, doloroso pero gracioso.
 
Solo los Caballeros hermanos de Bronce permanecían aquella noche de agosto en el centro de Japón. Ningún otro Santo de Atena podría haber atendido el llamado desesperado de Pegaso, porque ningún otro estaba allí para escucharlo.
 
Esa noche de extrañas sensaciones y completo desasosiego quedaría olvidada para el Caballero de la Constelación de la Dama, enterrada bajo muchas otras de los primeros meses, donde la pena de la pérdida era demasiada. No volvería a pensar en ella, sino hasta mucho después.
 
Cuando menos lo esperaba, pero justo cuando fue necesario.
 
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Era la noche del 27 de agosto... Cinco años habían transcurrido desde el nacimiento de su hijo, y Seiya antiguo Caballero de Pegaso, Consorte del Señor del Inframundo, había decidido que era más que suficiente. Si los Caballeros del Infierno eran incapaces de recuperar su mayor tesoro...
 
Hades observó a su esposo con detenimiento. Se encontraban ambos en la enorme cama de sus aposentos, uno de ellos completamente desnudo, siendo apenas cubierto por las finas sábanas de seda... El otro, por su parte, se levantaba con tranquilidad, se vestía con total parsimonia.
 
Los años habían endurecido el tierno corazón de su amado, y él mismo sentía su frialdad debilitarse.
 
La pérdida de su hijo les había cambiado de maneras inesperadas para ambos.
 
Su mano izquierda alcanzó la del menor, quien no mostró resistencia alguna a su tacto. Aunque de las puertas de la habitación para afuera la relación de ambos se había debilitado... En la privacidad que brindaba su intimidad continuaban siendo los mismos... Incluso podría afirmarse que eran mucho más apegados.
 
—Debo ir por él... —dijo Seiya, sin voltear a verlo
 
La forma en que presionó su mano era suficiente para transmitir lo mucho que sentía en ese momento, Hades recibió el gesto con cariño, se acercó, poco importándole su desnudez, y rodeo el pequeño cuerpo con sus brazos mientras el menor se escondía en su pecho. Odiaba llorar por lo mismo, una y otra vez... Cinco años... Y las lágrimas parecían haberse acabado.
 
—Si abandonas el Inframundo... No podré garantizar tu protección, ni la suya... —le recordó su esposo, con dolor
 
Deseos no faltaban en ambos, para recuperar aquello que había dejado un vacío en sus almas. Pero el peligro era muy alto... Seiya temía perder definitivamente a su niño tanto como lo temía Hades, y ambos tenían también la sospecha de que no soportarían perder al otro en aquella batalla que, seguramente cobraría vidas de su familia. Su pequeña familia.
 
Un comandante con el corazón envenenado les guiaría a la derrota. Era esa simple razón la que frenaba al Ejército de Espectros. Hades era plenamente consciente de lo que estaría dispuesto a pagar por su hijo y su esposo... Su vida a cambio de ambos.
 
—Fénix ha demostrado ser digno, como tu mismo declaraste... Ni Zeus ni sus mejores Caballeros han sido capaces de encontrarlo... 
 
—Yo podría hacerlo... Por favor, déjame ir... Encontraré a Ikki... Encontraré a nuestro hijo... 
 
Ningún nombre era pronunciado para él. Porque ellos habían decidido esperar a verlo para hacerlo... Los sanadores podrían incluso haber predicho su sexo, pero ambos se habían negado a saberlo. Los padres sabían que, para ese momento, su hijo tenía una vida formada. Un nombre dado por Ikki de Fénix... Y cinco largos años creciendo bajo el cuidado de aquel Caballero que lo querría como sus padres.
 
Seiya lo abrazaba con más fuerza que antes. Si miraba sus ojos... Perdería la convicción que sentía en ese momento. La preocupación en los ojos de su esposo era aquello que lo mantuvo a raya por tanto tiempo. Hades temía perderlo. Si él fallecía en batalla... Esta vez no podría atravesar el Infierno de nuevo.
 
Notó el cambio en su respiración, sabía que desde la primera vez que lo sugirió, él había estando dándole vueltas al asunto. Sopesando todas las opciones disponibles una vez tras otra sin descanso alguno. No podían continuar viviendo en el limbo... Dejando vivir a su hijo apartado de ambos, y sin ser capaces de aceptar perderlo.
 
—Pequeño... —musitó, sus manos descansaban en los costados de su esposo— Primero quiero que pienses seriamente... ¿Qué harás primero... al subir a buscarlo? 
 
El castaño no tuvo una respuesta inmediata.
 
—Saori nunca lastimaría a mi hijo... —dijo, con cierto enfado en su voz
 
Si bien ya no guardaba el mismo grado de devoción hacia la Diosa, continuaba sintiendo la misma lealtad por ella... Pero existía ahora un mayor lazo para con su esposo. Defendería a Atena hasta en su nueva vida, pero al final, respetaba su matrimonio. Y Hades era su Dios ahora.
 
—Sé que confías en ella... Pero debes dejar lugar a una duda razonable... Atena informará al Olimpo porque es su deber hacerlo... Los demás Caballeros de Bronce... ¿Crees que sean de confiar? Sirvieron a Atena con el mismo fervor que tu lo hiciste... ¿Realmente piensas que abandonarán a su Diosa por ayudarnos a nosotros? 
 
El antiguo Caballero de Pegaso se quedó callado. Lo había considerado, por supuesto... Pero se negaba a ser serio al respecto. Él mismo no sabía qué actuar habría tomado... Pero cada vez que pensaba en que se trataba de la vida de un niño inocente...
 
La idea cruzó por su mente entonces.
 
—Aioros de Sagitario murió por proteger a una niña de la cual no sabía nada más que rumores... Aioria me dijo que nadie podía afirmar si sería Atena o no a esa edad... Y pese a ello, Sagitario decidió protegerla.... Un niño no es culpable de los actos de sus padres... Ikki lo sabe.
 
—Ikki continuaba enamorado de ti, y eso no debe haber cambiado... Verá en nuestro hijo tu rostro... Incluso si es idéntico a mí.
 
Seiya continuaba abrazando a su esposo mientras los celos parecían escapar por cada poro de su cuerpo. Hubiese sonreído en cualquier otro momento... Donde no discutiesen sobre el destino de su hijo. Ahogo un suspiro cansado. Hades era posesivo, no era sorpresa, y no odiaba ese hecho. Amaba incluso sus desplantes, pero odiaba que se dieran en los peores momentos.
 
—Quiero ir al Santuario, Hades... La casa de Sagitario habría sido mía por derecho... Aioros no me negará la ayuda, si hablo con él al respecto... —dijo, alejándose de sus brazos finalmente, y mirándolo con tal seguridad que la mirada de su esposo de ensombreció ligeramente
 
¿Cuánto peligro estaban dispuestos a tomar? Aquello no necesitaba ser cuestionado... Un Dios y su Consorte... Por la tranquilidad y la vida de su único hijo...
 
—Iremos al Santuario —dijo, seguro.
 
No cometería el mismo error dos veces. 
 
Los ojos de Seiya se abrieron como platos, estaba a punto de discutirle cuando Hades usó aquel tono divino que le recordaba a cada ser en su mundo quién era él allí. Señor del Inframundo. Dios de los Muertos... Aquel que tenía la última palabra, si decidía de esta manera.
 
—No permitiré que vayas a ese lugar solo... —dijo, y esa era la decisión final, suavizó su expresión ante él al continuar— Compañeros de armas o no... Enemigos míos o no... Si tu estás dispuesto a exponerte ante Zeus apareciendo frente al Templo de Atena... Yo aceptaré las consecuencias de acudir ante los Santos Dorados. 
 
Hades rara vez le ordenaba algo de manera tan terminante. Contadas habían sido las ocasiones en las que había usado ese tono de monarca con él... Y, como en esas veces, siempre le miraba con culpa segundos después. Lo repetiría hasta el fin de su tiempo... Seiya era libre a su lado. No un esclavo de sus deseos.
 
—No pelearé con ellos si es tu deseo. Ningún Dorado caerá por mi mano... —prometió
 
El menor frunció el ceño ligeramente.
 
—No iremos solos... —declaró, sin duda alguna en su voz
 
—No puedo protegerte de tantos si él decide intervenir. 100 Espectros serán suficientes...
 
Seiya negó tajantemente al decir.
 
—Tres son más que suficientes.
 
Hades le miró severamente.
 
—¿Por qué continúas protegiendo a esos buenos para nada, Seiya? ¿Confiarás una vez más en que arruinen todo? Si hubiesen cumplido con su trabajo antes...
 
—Salvaron mi vida, quieras creerlo o no —le cortó Seiya, molesto.
 
La vida de los jueces estaba siempre en tela de juicio para su esposo. Incapaz de matarlos, pero sin ser libre de perdonarlos. Pegaso no podía soportarlo... Porque era capaz de comprender sus sentimientos.
 
—Esta es su oportunidad de redimirse. E incluso sin tu permiso... Radamanthys juró protegerme. Irá quieras o no.
 
El Señor del Inframundo quiso maldecir, no por primera vez en los últimos años, pero como pocas ocasiones en los últimos milenios. El duelo de miradas contra su Consorte hizo temblar la habitación misma. Cualquiera fuera de allí podría sentir en el aire aquel desacuerdo, solo por la manera en que sus cosmos comenzaban a vibrar.
 
Finalmente, y como en cada ocasión donde Hades no sentía deseos de desatar una guerra en su adorada vida matrimonial, el Dios de los Muertos cedió... Con condiciones.
 
—Un solo juez irá... Radamanthys es quien debe limpiar su nombre. Estaba a cargo de ti, y no escucharé otra palabra sobre esto... 
 
Seiya no discutió.
 
—30 Espectros esperaran en las puertas del Cuarto Templo... Death Mask podrá sentirlos, pero respetará su paso mientras no invadan los terrenos de la tierra.
 
El menor se puso de pie. La decisión estaba tomada, y ninguno de los dos dormiría tranquilamente en medio de aquella tensión. Vestido solo con la túnica de su esposo, el castaño se encaminó a las puertas del cuarto; el Consorte alcanzaba la salida cuando la voz de Hades lo detuvo abruptamente.
 
—Odio negarme a tus caprichos —repitió, como años atrás— Pero lo haré cuando tu vida esté en peligro, Seiya.
 
El castaño no respondió. No volteó a verlo, pero fue evidente para ambos.
 
Su cosmos se volvió tranquilo de nuevo. Ambos lo habían hecho.
 
Y Hades no necesitó ver a su pequeño para saber de la sonrisa en su rostro.
 
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.
 
 
Death Mask sabía todo lo que pasaba en su Templo. Desde cuántos pájaros bailaban por las ramas de sus jardines, hasta cuántas almas cruzaban por su hogar de tanto en tanto con dirección al Infierno. No fue difícil para él notar las anormalidades en este último sitio cuando despertó aquella mañana.
 
Desde la llegada de Fénix, Cáncer había sospechado que Hades aparecería por su puerta. Tarde o temprano lo haría. Y ese día parecía ser el que estuvo esperando. Convenció a Dita de regresar a su Templo antes de lo que habían acordado el día anterior, esa semana ellos estaban a cargo del pequeño niño que, tras llegar al Santuario, había adoptado el nombre de  Teodosio —Death Mask no había explicado realmente el por qué sugirió aquel nombre, pero tras decir que Teo era "la presencia de Dios", incluso Ikki, a regañadientes, habían aceptado—. El pequeño Teo amaba especialmente las rosas de Afrodita, y disfrutaba pasar mañanas enteras a su lado cuidando del enorme jardín que, tras su llegada, no hacía más que crecer.
 
Encontrándose entonces solo, Cáncer solo necesitó esperar. 
 
El sol no alcanzaba su punto de medio día cuando el cosmos tan familiar alcanzó su hogar. Se debía a su Diosa... Pero como guardián de Cáncer, incluso él debía ser respetuoso.
 
Especialmente cuando sospechaba de lo que había pasado realmente.
 
Hades entró al Cuarto Templo del Santuario con su esposo pisándole los talones. Tras ellos, Radamanthys cruzó también. Delante de ellos, Death Mask repitió la acción que realizó al conocer al heredero del Inframundo.
 
—Mis señores —pronunció tan pronto como estuvieron delante suyo, de rodillas ante ambos.
 
Seiya se encontraba ligeramente sorprendido ante el gesto, pero no pronunció palabra alguna.
 
—Levántate, Gioele... Nuestro señor no está para tus juegos —dijo Radamanthys a su vez, al notar la mirada del Dios
 
Death Mask asintió con cuidado.
 
Unido o no a Pegaso, Hades era peligroso. Ningún cuidado era demasiado con él. Cuando observó la mirada del Dios, el Caballero de Cáncer sintió como su cuerpo temblaba ligeramente. Habituado como estaba a Caballeros de su categoría y unos pocos de nivel inferior, pararse delante de un Dios era siempre algo intimidante, incluso para él.
 
—Habla ahora Gioele, y si me complace lo que dices, perdonaré tu traición...
 
El Caballero del Cuarto Templo intercambió una mirada con el antiguo Pegaso. Solo algo quería saber antes, y, con apenas verlo, la respuesta saltó delante de sus ojos, luego dijo:
 
—Lo que buscan está aquí en el santuario... Y es resguardado por nosotros, los Santos Dorados.
 
El cosmos de Radamanthys vibró en advertencia, y el de Cáncer respondió por apenas un segundo. Deseó golpearse mentalmente... A esa distancia, Afrodita continuaría pendiente de sus actos. Debía ganar tiempo si deseaba salvar su cuello y el de su pareja.
 
—Pegaso... —llamó, hablando por primera vez al nombrado, que no perdía atención de sus actos, le miró seguro— Ikki llegó aquí hace un año... Y habló de la petición que tú realizaste. Nos confió a nosotros su cuidado porque las sombras no dejaban de rondarle... Los Dorados respondimos con honor... Pero fallamos en nuestro juramento para con Athena —explicó, y debió apresurarse a decir lo último ante la mirada preocupada del castaño.
 
Debía asegurarse de que comprendía realmente lo que había pasado.
 
—Doce Caballeros aceptamos cuidar a tu hijo, Seiya... Y los Doce hemos mentido a Saori para protegerlo. Ni el más benevolente de los Dioses ve con buenos ojos el nacimiento de un semi—Dios... —pronunció esto último con seriedad, recordando las palabras de Saga de Géminis, algunos meses atrás— Pero tú no eres mortal ahora... ¿No es así?
 
Seiya no respondió. El ser consciente de lo mucho que Death Mask había descifrado le había puesto nervioso. Si hubiese llegado solo, quizá hubiese temido que se tratase verdaderamente de un enemigo. Pero, aunque su mirada era fría como siempre, no parecía querer pelea alguna en ese momento. 
 
—Yo... —comenzó, pero el cuerpo de Hades se interpuso entre él y el Dorado, quien miró al Dios con tranquilidad
 
No había mentira en lo dicho, y no podría convencerlo de lo contrario.
 
—Tienes razón en tus palabras, Cáncer... Por tanto, deberías ser más cuidadoso al dirigirte a él de esa manera... No se trata de un simple Caballero de Bronce, quien fuese inferior a ti... Estás hablando con mi Consorte. Y le debes tu respeto.
 
Gioele, cual fuera el nombre real de Death Mask, esperaba que existiese un lazo sentimental entre ambos, sin embargo, nunca habría considerado siquiera que fuese tan importante como para llegar a ser su esposo ahora. Había errado totalmente al tratarlo como antes... Sabía que no era su igual ahora... Pero nunca imaginó que sería tan grande como un Dios entonces.
 
Su primer saludo había nacido del puro respeto por la situación, pero pronto sus palabras adquirieron un toque solemne.
 
—Me disculpo, mi señor... Desconocía su unión totalmente... 
 
—Olvídate de eso, Death Mask —le cortó Seiya, irritado, las formalidades nunca el habían interesado, mucho menos viniendo de hombres que admiró tanto en su momento— Dijiste que mi hijo está aquí ahora... Quiero verlo inmediatamente. ¿Dónde lo han escondido?
 
El Caballero asintió solo un segundo después de mirar al Dios, quien le ordenaba seguir los mandatos del menor sin palabra alguna.
 
—Acompáñenme. Los guiaré hasta el Templo de Picis... Allí se encuentra el heredero que tanto han buscado...
 
Para él, unir las piezas había sido sencillo. De saber que sobreviviría a aquel ataque de los cielos, Seiya jamás hubiese abandonado a su hijo. Se notaba en su rostro el dolor de la ausencia, y la tristeza que los años han cobrado en su faz.
 
Abandonaron el Templo de Cáncer al mismo tiempo que Death Mask ahogaba una maldición. Su amante, protector como él solo, difícilmente dejaría pasar la manera en que su cosmos se incendió minutos atrás.
 
Y Marin, digna guerrera, no se quedaría atrás.
 
No esperó, sin embargo, que ambos decidieran traer al niño con ellos.
 
—Dita... —musitó, suave, y miró a su pareja con calma.
 
Habían hablado sobre ello antes... Habían tratado de dar sentido a todo aquello en noches largas de desvelo. Sin Afrodita, Death Mask no hubiese admitido fácilmente que Pegaso había caído en brazos de Hades en más de un sentido.
 
"Si estuvo dispuesto a morir por ese niño, e Ikki se niega a admitirlo... Definitivamente hay más romance allí" había dicho el Caballero de las Rosas "Teo es producto del amor, no la guerra"
 
Death lo confirmó cuando miró la manera en que los ojos de Seiya buscaban los de Hades un rato atrás, pidiéndole que mantuviera la calma en un silencioso acto que tuvo precisamente ese efecto en él.
 
Seiya no se había atrevido a cuestionar por el paradero de Ikki porque simplemente su nombre no había cruzado su mente al oír las maravillosas noticias.
 
Su hijo estaba allí, sano y salvo, siendo protegido por los Santos Dorados. ¡Y todos habían acordado cuidarlo! No podía describir la dicha que sintió en ese instante, pero poco o nada se comparó cuando abandonaron el refugio que representaba el Templo para caminar a los próximos.
 
No habían dado suficientes pasos cuando el conocido cosmos de Afrodita llegó hasta ellos, amenazante. Y no venía solo... Incluso Marin estaba allí acompañandole.
 
Y al mirar bien un integrante más estaba delante.
 
—¿Él es...? —cuestionó, hacia Death Mask, con un hilo de voz
 
La parte más frívola de su mente pensaba que Death los guiaba a su muerte, una traición por su parte no le sorprendería... Pero el ver la honestidad de lo dicho justo allí... Mirar ese niño allí.
 
Las lágrimas que creyó habían secado su alma se agruparon en sus ojos en apenas un segundo sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Su vientre se sintió nada de pronto, como si esa parte de su cuerpo hubiese desaparecido sencillamente.
 
Cinco años habían pasado desde que lo vio... Era tan pequeño antes, y aunque creció tanto, seguía viéndose tan indefenso a sus ojos..
 
Dio un paso, pero la mano de su esposo le detuvo a tiempo. El brazo de Hades había rodeado su cadera de manera firme, mientras que Radamanthys daba un paso al frente también.
 
Seiya observó maravillado como Ikki caía delante de ellos, cubriendo a Marin con su cuerpo, y con ello, protegiendo a su hijo en el proceso.
 
Él también estuvo a salvo todo ese tiempo.
 
El Consorte no podía escuchar nada más que el propio latido de su corazón. Apenas y escuchó la voz helada de Marin, negándose a aceptar que era él quien estaba a solo unos pasos de ella.
 
—Es imposible —musitó, todavía sorprendida
 
Fénix, a su vez, levantó finalmente la mirada. Cinco años habían transcurrido desde la última vez que miró esos ojos color chocolate.
 
—¿Seiya? —murmuró, sin poder creerlo
 
El nombrado pareció salir de un hechizo. Era real. Era todo jodidamente cierto. Se zafó del agarre de su esposo sin esfuerzo, parte por su rapidez, parte porque Hades no se opuso, y corrió hasta donde el Santo de Fénix se encontraba.
 
—¡Ikki! —gritó, con la euforia en cada sílaba, y saltó hasta los brazos del nombrado, que le recibieron por inercia, lo levantó sin esfuerzo mientras él continuaba— ¡Ikki! ¡Por todos los Infiernos! ¡Ikki!
 
Seiya lloraba sin remedio alguno, mientras el peliazul sentía su corazón encogerse. Dos veces creyéndolo muerto, dos terribles errores, y tan preciosos reencuentros. El antiguo Pegaso ocultó su rostro en el hombro del más alto, mientras lo abrazaba con más fuerza.
 
—Maldita sea, Ikki... —murmuró, y no había maldad en su voz
 
Era un alivio que no era capaz de describir.
 
Por su parte, Hades continuaba mirando todo con aire calculador. Solo Radamanthys reconocía lo tenso de su postura, o el nervio que lo recorría mientras miraba con dirección a la Dama de Plata, que ocultaba a su único hijo.
 
—Pony, creí que habías muerto... Esta vez para siempre... ¿Qué demonios pasó? Maldición, Seiya... —hablaba Ikki, igual de sorprendido que el propio Pegaso, quien continuaba gimoteando
 
Hades dio un paso hacia el menor del grupo, e instintivamente todos se movieron, incluído el Fénix, quien poco a poco soltaba al castaño.
 
Death Mask detuvo a su pareja en el acto, y Seiya finalmente decidió intervenir cuando miró que Marin les cortaba el paso temblando. Ella nunca había sentido miedo ahora, y no sería esta la primera vez... Era solo que, quizá ella todavía...
 
—¿Marin? ¿Eres tú? —cuestionó, aunque sabía ya la respuesta, la pelirroja no se movió, él en cambio caminó hacia ella— Por Dios, Marin... Han pasado tantas cosas...
 
—No des un paso más, Seiya... No permitiré que le hagan daño —dijo ella, firme, y el niño a sus espaldas se sintió temeroso de pronto
 
Hasta que ella dijo esto, no sintió el peligro en el aire. No se sintió amenazado como lo había hecho antes, cuando continuaba huyendo con su padre, mes tras mes, año tras año, hasta llegar al Santuario.
 
—Nunca le haría daño, Marin... —dijo, herido, aunque sabía por qué ella actuaba así
 
Él acudió junto con el mismísimo Hades en búsqueda de un niño, y era más que obvio que seguiría las órdenes de éste en cualquier cosa que mandara.
 
—Yo no podría... —dijo, luego miró a Ikki, quien asintió lentamente
 
—Seiya... —dijo suavemente, y el nombrado le miró curioso, pues no miraba en su dirección— Seiya... Cariño.. Él es de quien te hablaba... —comentó, dirigiéndose al niño
 
Al antiguo Caballero de Pegaso se le derritió el corazón. Nunca había querido pensar en el nombre que Ikki le daría a su hijo... Porque no tenía idea alguna de qué escogería para el hijo de Hades... Para el hijo de él.
 
El pequeño Seiya dio un paso hacia Fénix, apartándose de Marin, quien no encontró motivo para oponerse. Ikki era el guardían del chico, más que los propios Dorados... Si él estaba de acuerdo... Si el chico delante era realmente su alumno...
 
Fénix cargó en sus brazos a su hijo, y luego lo acercó lentamente al castaño, que había decidido echar raíces en su sitio, con los ojos aun rojos por el llanto.
 
Verlo acercarse era demasiado.
 
Su cuerpo había cambiado en ese tiempo. Pero continuaba siendo una réplica exacta a su padre. Su piel blanca, apenas irritada por el sol, sus cabellos negros como la noche... Y esos ojos verdes... No, eso era lo único que había cambiado, era apenas perceptible, pero él lo había notado.
 
Un brillo chocolate se mezclaba con el aguamarina de su esposo. 
 
—Él es Seiya... Tu padre —dijo
 
El menor le miró con curiosidad, pero sus ojos viajaron irremediablemente de vuelta a Hades, a quien había estado observando también durante todo el rato. Se acomodó entre los brazos de Ikki, mientras señalaba a Hades.
 
—¿Quién es él? —cuestionó
 
Seiya mentiría si dijera que no le dolió la falta de atención que sufrió. ¿Contra quién guardar rencores por ello? Su hijo creció sin conocerlo... Una sola mirada no bastaría para formar lazos como los que Ikki había formado.
 
Ikki contuvo una sonrisa.
 
—Él también es tu padre... —dijo, divertido
 
Para el Consorte aquello no fue sorpresa. Ikki no era muy adepto a mentir. De ninguna manera, bajo ninguna circunstancia. No más, al menos.
 
El pequeño frunció el ceño.
 
—Pero tú eres mi papi... —dijo, confundido
 
Ikki soltó una risa, mientras Seiya sonreía con tristeza. El castaño bajó la mirada, apenas segundos después sintió uno de los brazos de su esposo rodearlo. Apoyó la cabeza en su pecho, y se escondió en éste mientras ahogaba un suspiro que evidenciaría más su pesar.
 
Tanto tiempo perdido...
 
—Bueno... Quizá madre sería más adecuado —escuchó que decía su amigo, y sintió como el pecho de su esposo de inflaba de orgullo— Cargó contigo tanto tiempo... Como las madres hacen...
 
El pequeño Seiya no parecía convencido, Dita se acercó entonces a ellos, con una sonrisa en el rostro. Marin solo observaba, a lo lejos, distinguió una silueta familiar.  Ambas continuaban sin terminar de creerlo. Death Mask negó ligeramente al ver la sonrisa del otro.
 
—Seiya es madre entonces, eso es una sorpresa... —comentó, tomando al pequeño en sus brazos, el menor no se mostró molesto, incluso parecía más cómodo— Hades es tu padre, Seiya tu madre, e Ikki es papi... Tienes una familia muy grande, Teo...
 
—¿Teo?—repitió Radamanthys confundido, a unos metros, Death Mask respondió
 
—Los aprendices del Santuario tomamos un nuevo nombre al venir aquí... Además, nadie podía saber su nombre antes de tiempo... 
 
Hades habló entonces, hacia el dorado, con curiosidad en su rostro.
 
—¿Cuál es su nombre entonces? ¿Quién lo ha elegido?
 
El menor volteó entonces, curioso al oír la voz de Hades.
 
—Me llamo Teodosio... Y aprendo cosas aquí, en el Santuario... —dijo, de un modo que sonó casi mecánico
 
Probablemente esa era la manera en la que se le indicó presentarse, fuese con quien fuese. Alzó una ceja antes de sonreír con cierto orgullo en sus labios. Miró a Gioele de reojo. Ese nombre. Vaya idea la suya... "El que ha entregado Dios" Así que desde entonces intuía ya de lo que pasaba con Seiya realmente...
 
—Pero pueden decirme Teo —dijo al final, con una hermosa sonrisa en los labios
 
Dita frunció el ceño ligeramente, y con un tono que habría resultado estúpido en cualquier otro, dijo infantilmente:
 
—Pero Teo... Apenas los conoces —dijo, celoso
 
El niño soltó una risita cuando las cosquillas lo alcanzaron.
 
—Pero... —rió— Dijiste... —continuó soltando risitas— Que eran... Madre y Padre... ¿No?
 
Los corazones allí se derritieron al instante. Radamanthys sintió su rostro sonrojarse al extremo. Si él creía que Seiya poseía el encanto de la familia, definitivamente no habían visto al príncipe en acción.
 
Hades miró a su hijo intensamente, apartados por unos pasos, y rodeando a su consorte aun en sus brazos, sus ojos le parecían lo más hermoso que había visto después de su esposo.
 
Dita se quedó quieto cuando el niño quedó igual, observó la manera en que padre e hijo se miraban, y sintió algo de envidia sin poder evitarlo.
 
Adoraba a ese niño.
 
—Teo... —dijo, suavemente, ignoró por completo el hecho de que todos les observaban, incluido su esposo, que se separó lo suficiente para verlo decir— Tienes unos ojos tan hermosos como tu madre..
 
El chico se sonrojó primero, y luego sonrió como nunca antes.
 
—¿En serio? —preguntó, emocionado
 
—Definitivamente tienes los ojos de tu madre —afirmó, mientras sentía como el calor aumentaba en su pecho, Seiya, junto a éste, continuaba coloréandose más y más de rojo, sonrió ligeramente antes de mirarlo— Cariño... Tiene tus ojos.
 
—No soy una madre... —musitó bajito, tanto que solo Hades le oyó.
 
—Papi... Papi... ¡¿Escuchaste eso?! —gritaba Teo entonces, hacia Ikki, quien asintió, el niño parecía particularmente contento
 
El peliazul sonrió al verlo, en otro momento podría explicarle al par por qué estaba tan contento.
 
 
 
 
 
 
 
 

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