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'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

Primero. Me disculpo profundamente por la demora para publicar esto. Acabo de revisar pensando qie tendría que escribirlo por completo cuando di con que tenía casi todo listo. Lamento que sea corto. Es algo bonito antes de que sigamos con esta racha de alegría momentánea antes de que Zeus entre de nuevo en la historia.

Sobre la votación para la pareja de Ikki, me permito recordarles -al más ppuro estilo de RuPaul- que considero seriamente su opinión, pero la decisión final es mía. Y luego de pensarlo bastante he elegido a Radamanthys para ser la pareja de Ikki a lo largo de la historia.

Pasarán cosas antes de llegar a una relación formal -no terceros, solo, cosillas... Tiene que olvidar a Seiya primero-. Así que no espero que sea ya en el próximo capítulo. Pero se los aviso para cumplir con informar y advertir (?)

Wspero disfruten este pequeño capítulo tanto como yo escribiéndolo

 

Y lamento de nuevo la tardanza.

 

 

Nos leemos.

 
Seiya no tenía idea alguna de como fue capaz de escabullirse de las garras de su esposo para observar el entrenamiento de su hijo, ni de como lograba escapar estando en el Santuario, en realidad. Los recuerdos que tenía de allí eran todos iguales... Una mujer siempre le encontraba.
 
No le dio demasiadas vueltas al asunto, más interesado en alcanzar a los Dorados que comenzaban a entrenar que a las preocupaciones del castigo que Hades le pondría después, por no permanecer en el templo de Sagitario como habían acordado —el señor del Infierno se quedó en el Cuarto Templo, reunido con dos de los doce caballeros—. Finalmente alcanzó la arena; se ocultó a algunos metros de distancia. Desde su sitio podía observar cómodamente sin ser visto, y escuchar uno que otro murmullo. Se emocionó cuando Teo fue llevado al centro junto con Milo. ¿Estaba nervioso? ¡Claro! Su hijo entrenando contra ese bicho rastrero... Adoraba al Escorpión como caballero, pero como padre él...
 
—Todavía no puedo creer que lo abandonara de esa manera —escuchó que decía una de las aprendices a lo lejos
 
Asumió que era una de las nuevas guerreras, porque no le había oído nunca.
 
—Un niño tan adorable como Teodosio... ¿Qué ser tan despiadado lo dejaría a su suerte? ¿Y con Ikki, para colmo de males?
 
Aquello le dolió tanto como le ofendió. Su amigo era un hombre respetable... Había educado a su hijo solo por años... ¿Cómo podían siquiera...?
 
—Su madre debió ser una cualquiera. No veo otra razón... Se deshizo de su error y se lo cargó al primer imbécil que tuvo enfrente. Una madre irresponsable. Eso fue...
 
Seiya no supo exactamente que era, pero sintió que su pecho pesaba. Incluso si eran solo unas habladoras que desconocían totalmente sus motivos... Cada palabra era cierta. Bajó el rostro,  perdiéndose entonces de la batalla que se sucitaba, mordió sus labios, temiendo que un sonido le delatara. No escuchó cuando alguien se le acercó con extremo sigilo; para ser justos, ella lo hacía de la misma manera en el pasado.
 
—Levanta la cara, Pegaso —le ordenó ella, con voz seria— Ellas no saben nada... No hay verdad en sus palabras.
 
El antiguo caballero de bronce no respondió. A su lado, Shaina continuó mirando la arena, maravillada por la escena que se mostraba ante sus ojos.
 
—¿Perderás más de su vida por lo que unas mujeres sin importancia han dicho sobre ti? No te creía tan débil...
 
Él se sintió enojado.
 
—¡Ellas no están equivocadas, Shaina! ¡Lo abandoné en ese entonces! ¡Le di la espalda cuando más me necesitaba!
 
Bajo la máscara, ella sonrió tranquila.
 
—Y míralo ahora... Salvaste su vida, y le otorgaste una familia que, en otras circunstancias, jamás hubiese tenido...
 
Aquello lo dejó callado. Nunca lo había visto de esa manera antes... Vivo, siempre... Pero la perspectiva que ella dibujaba delante. Eso era justo lo que estaba pasando. Su hijo había sido recibido en un santuario donde nunca pensó que podría poner un pie de nuevo. Vivía en la tierra a la cual nunca creyó volver a ver.
 
Regresó su vista hacia donde ella miraba.
 
Teo había caído al suelo por el ligero ataque del Santo de Escorpio, y solo le dedicó una mirada seria antes de levantarse de nuevo, sin aceptar rendirse. El castaño se vio reflejo de inmediato en esa mirada refunfuñada, y sus labios apretados.
 
Su juego de manos distaba de lo impecable, pero Seiya miró tanto de sí mismo en esos movimientos que se preguntó cómo era capaz de hacerlo de aquella manera. Ni siquiera Maryn, quien le enseño tanto, había logrado imitarlo... Ikki. ¿Él realmente cuidó hasta esos detalles?
 
—Fénix es un gran imitador... Y ha hecho de él la misma cosa... No lo ha explotado aun. No le ha dicho que su potencial es incluso mayor que el tuyo a su edad... Él simplemente le dijo que eran los movimientos de Pegaso. Y él te admiró desde el único lugar donde los guerreros como nosotros nos permiten amar sinceramente...
 
Seiya observó maravillado como el niño lanzaba un poderoso meteoro Pegaso. No era ni la mitad de fuerte de lo que él era, pero había sido suficiente para rasgar la camisa del mayor, justo por donde su pequeño puño paso.
 
No le hizo cosquillas a Milo tampoco, pero vaya que le sorprendió.
 
—Realmente te pareces a tu madre... —escuchó que le dijo, y se sintió avergonzado
 
Los 12 dorados se referían así a él desde que llegaran allí, y se enterasen de la realidad de la situación. Y salvo unos pocos descarados como Escorpión, que era el punto exacto entre burla y honor, todos los demás lo hacían por puro respeto. Sus madres eran probablemente el único ser supremo que reconocían después de Athena... Y Seiya actuó como una al tenerlo en su interior.
 
Al final el apelativo dejó de molestarle, especialmente cuando Teo se emocionaba tanto ante tal oración.
 
—¿En serio?—respondía siempre, sin creerlo.
 
Seiya sonrió enternecido al escucharlo tan feliz. Ikki necesitó explicárselo antes, mientras que Teo era cuidado por el guardia del doceavo templo. Al parecer su hijo, quien era físicamente idéntico a su padre —tal como Seiya había observado a su nacimiento, y diferenciándose solo por el color de sus ojos—, era siempre comparado con la imponente figura del Dios del Infierno. Claro que los Dorados nunca decían directamente de quién se trataba, pero incluso Ikki cayó en eso algunas veces, durante su más tierna infancia. "Te pareces mucho a tu padre" le comentó que le decía, y Seiya le reclamó el que no le reconociera a él como tal.
 
"—Bueno, si quieres ser así... Tu eres más como una madre." recuerda que le respondió el fénix, sonriendo burlón.
 
Al llegar al Santuario, todos reconocieron el parecido con Hades, y era un comentario ya demasiado común. Según entendió, hoy día ellos solían sacar el tema para hacerlo rabiar durante las peleas, debido a que no le gustaba ser comparado con nadie. Especialmente con él.
 
Hasta que el mismísimo Hades le dijo que sus ojos eran los de su madre.
 
Seiya y Shaina siguieron los pasos del menor desde la lejanía mientras se dirigía a uno de los lugares más apartados. La mujer le explicó entonces al menor que era parte de un coliseo que usaban ellos de manera exclusiva, y que era donde en verdad entrenaban los santos de las 12 casas.
 
—Tu hijo ha sido el único aprendiz en poner un pie allí... —declaró, orgullosa, luego detuvo sus pasos— Yo no puedo avanzar más de aquí... —indicó.
 
Seiya le agradeció la compañía, y aunque se sintió un poco mal por saber que ella no podría ver el resto. Shaina no pareció mal por ello, al menos eso le pareció a él. Se despidió con una voz que le sonó hasta alegre, luego él continuó avanzando. No se atrevió a dejar la capucha de lado incluso cuando supo que solo algunos dorados, su hijo, y la sombra de Radamanthys —que no trataba de esconderse de él, pero se encontraba oculto a la vista—, eran los únicos presentes.
 
—¡Yo quiero ir primero! —escuchó que respondía Teo a algo que uno de los mayores había comentado, Seiya se sintió ligeramente intimidado cuando distinguió la silueta de Saga delante del niño.
 
—Tu ya has tenido tu lucha el día de hoy—respondía tranquilamente el guardián de la tercera casa, sereno.
 
El menor resopló.
 
—¡Pero quiero seguir peleando!
 
El consorte del Infierno no pudo resistirse.
 
—¡Yo quiero pelear contra ti! —informó, sonriente, adentrándose al área.
 
Sintió tantos pares de ojos sobre él a la vez, pero solo pudo concentrarse en los emocionados ojos de su hijo, quien abría la boca en una pequeña "o" perfecta, asombrado como nunca antes. Teo le sonrió amplio a los pocos segundos.
 
—¿Lo harás?— preguntó, sin creerle.
 
Seiya sonrió al asentir, luego sintió una mano sobre su hombro. El castaño levantó la mirada, encontrándose con las azulinas orbes del antiguo patriarca, que tenía dibujada la advertencia en sus ojos.
 
—Ten cuidado, Seiya —dijo, y en un murmullo explicó— Si alguien llega a sentir tu cosmos aquí, sería un problema...
 
El menor asintió, comprendiendo totalmente. Luego adoptó una actitud orgullosa que el otro ya le conocía. No supo por qué, pero aquella mirada llena de determinación le sacó una sonrisa. El castaño miró a su hijo con seguridad al decir fuerte y claro:
 
—¡No te preocupes, Saga! ¡Yo no necesito mi cosmos para vencer a este chiquillo inquieto!
 
Teodiso se mostró ofendido.
 
—¡No soy un chiquillo, madre!
 
El mayor sintió que su pecho se inflaba con una dulce mezcla de orgullo y felicidad. Eso no impidió que fingiera superioridad.
 
—¿No? Pero si eres tan pequeño... Con ese tamaño, creo que es hasta un pecado siquiera tocarte...
 
Saga se apartó renegando con la diversión mostrándose en su rostro mientras el par continuaba peleando verbalmente. Alcanzó al resto, quienes estaban sonriendo al igual que él. Milo parecía ser el más notablemente complacido. A su lado, Shaka apenas contenía una sonrisa discreta, igual que Mu, quien tenía un esbozo más claro de ésta.
 
—Cuando terminen de provocarse, pueden empezar... —declaró el Caballero de Libra, observando el intercambio de palabras con una mueca de felicidad, intentó mostrarse serio—El primero en caer será el perdedor.
 
Seiya soltó un bufido.
 
"Sencillo" pensó, aunque no muy convencido. Su lado competitivo saldría a flote, como estaba ya, pero su instinto parental le gritaba que no se atreviera a derrotarle. Incluso comenzaba a pensar que le sería imposible tomar la pelea enserio. Cuando la duda comenzaba a asaltarlo, el menor ya estaba colocándose en posición de ataque.
 
El consorte solo necesitó intercambiar una sola mirada con la seguridad de los ojos color aguamarina que se mezclaban con tonos chocolate para estar igual de convencido. Cosmos o no, era serio. Un año entrenando con los dorados lo hacían estar a la altura de una batalla sencilla entre aprendices, lo sabía porque lo presenció justo antes. Incluso Ikki le advirtió de lo serio que era el chico con sus golpes.
 
Aprendió a luchar antes de terminar de entender cómo correr, y quizá fuese su sangre divina, pero era bastante más avispado que cualquier menor de edad.
 
—No me contendré solo porque eres mi hijo—advirtió Pegaso, mientras sus manos comenzaban a moverse, procuró concentrarse en menguar su cosmos hasta casi desaparecerlo.
 
Teodisio imitó sus movimientos casi a la perfección, sin decir ni una palabra más. 
 
Cuando el menor lanzó el primer golpe, el antiguo caballero de bronce ya había anticipado su ataque. Rechazó el puño que le lanzó y asestó un contraataque que lo hizo dar un paso atrás. Teo no se permitió caer de espaldas cuando Seiya lanzó otro golpe, sino que paró con su brazo el impacto y luego movió éste antes de soltar su puño. En el momento en que el mayor volvió a detenerle, el niño echó marcha atrás, comenzando a preparar su mejor ataque.
 
Pese a que el orgullo que sentía el hombre llamado "madre", Seiya no se permitió ser distraído por la emoción que ocupaba su pecho al ver reflejados sus años de entrenamiento en los sincronizados movimientos de su hijo. Casi perfectos, casi exactos. Ikki era el responsable de ello, estaba convencido de que si el fénix hubiese imitado sus actos con su misma gracia, Teo habría sido capaz de ser una réplica perfecta.
 
—¡Meteoros Pegaso!—le escuchó exclamar, a la vez que lanzaba el ataque.
 
El de bronce sonrió de manera petulante cuando sus manos captaron cada uno de los puñetazos, se sorprendió un instante cuando distinguió cambios mínimos en su antigua técnica, pero aunque fueron tan diferentes de los propios, Seiya todavía fue capaz de frenarlo. Un único golpe dio directo en su pecho, moviéndolo apenas un centímetro hacia atrás. Su respuesta defensiva fue automática. Para cuando el antiguo Pegaso supo, Teo había caído contra el suelo, en un ruido seco.
 
—¡Seiya! —escuchó que le reñía Mu
 
—¡Teo! —llamaban a su vez los dorados más preocupados
 
El consorte soltó una maldición cuando se dio cuenta de que había golpeado al niño con demasiada fuerza, se arrodilló inmediatamente, examinándolo, buscando cualquier signo de alarma. Rápidamente dos figuras más estaban a su lado. Saga le miró con mala cara, igual de preocupado. Dita, a su lado, le miró casi con odio.
 
—¿Estás bien, Teo? —inquirió el santo de géminis, volcando toda su atención al menor, quien había cerrado los ojos luego del inesperado impacto— ¿Te duele mucho?
 
Ni siquiera vio venir el golpe en el costado que por poco le deja fuera de juego. En brazos de su madre, Teo renegó mientras abría sus ojos, restándole importancia. No era el primer golpe mal calculado que le encestaban. Leo tenía una mano muchísimo más pesada.
 
—Estoy bien —dijo firme, seguro de ello, mirando primero a su nana, pues estaba seguro de que era el que más preocupado estaría, Dita le devolvió una mirada aliviada, haciéndole sonreír.
 
Cuando el niño regresó su expresión hacia su madre, notó los ojos color chocolates siendo inundados por lágrimas. La sonrisa se le borró al instante, y Teo sintió un temor inmenso de manera inexplicable, que se mezcló con una culpa que le dejó una sensación de intranquilidad enorme.
 
—Lo lamento—se apresuró a decir Seiya, arrepentido— Me dejé llevar... Lo siento, en serio... Yo no quería...
 
Dita chasqueó la lengua, a punto de intervenir, Saga le detuvo tomándole del brazo, mandándolo a callar con apenas una mirada. Cuando el de Picis volvió a mirar se sorprendió de ver a su protegido abrazando con fuerza al castaño, a la vez que este le rodeaba con sus brazos con fuerza. 
 
—¡Lo siento, madre! ¡Por favor, no llores!
 
El Caballero más hermoso del Santuario contuvo un suspiro resignado, poniéndose de pie. Saga no le detuvo cuando abandonó el coliseo con pasos apresurados. No le sorprendió tampoco que otros le siguieran segundos después. Cuando Saga se paró de su sitio miró sobre su hombro, al sentir una mirada fija en él. Sus ojos interceptaron unos de un tono azul profundo, y asintió a la petición que no necesito palabra alguna para él. 
 
Seiya y Teo continuaban fuertemente abrazados mientras que dos pares de ojos les observaban desde varios metros más a la distancia. Dorados orbes no perdían atención de la figura del consorte, a la vez que un sobreprotector padre encontraba fácilmente la siniestra figura del juez que más temor había causado durante la guerra.
 
—¿Es una especie de castigo que seas tú el elegido para escoltarlo? —inquirió Ikki con voz recelosa al acercarse al rubio hombre, que no se molestó en mirarle.
 
—He jurado proteger al tesoro del Infierno... Mi lugar es a su lado—respondió con aire solemne Radamanthys, apartándose de las sombras.
 
Ikki no mostró de ninguna manera la fracción de intimidación que el más alto provocó en él. Contrario a la última vez, el Caballero de Wyvern le parecía muchísimo más aterrador. Pero no era por su aspecto fuerte o por la expresión de frialdad pura. Había algo distinto... Su cosmos era diferente. Incluso cuando lo mantenía al mínimo, Ikki pudo distinguir una cantidad absurdamente mayor, no era frío como en antaño. Le recordaba vagamente al propio, de un modo extraño... Había calidez en su alma. En su empeño por proteger a su Dios... Su amor por la familia de éste.
 
Miró nuevamente en dirección del otro par. Las pequeñas manos de su hijo recorrían los castaños cabellos de su amado, quien le miraba con la adoración escrita en sus facciones. Ikki sintió que su pecho se contraía de manera dolorosa ante la imagen. Si él hubiese sospechado que Seiya continuaba con vida, lo habría llevado ante él sin parpadear siquiera... Él no podía imaginarse ya sin el pequeño Seiya a su lado... ¿Cuánto dolor le provocó al castaño al hacerlo desaparecer de esa manera, durante tantos años? Teo secó las lágrimas de su madre con cariño.
 
Cuando el Pony le confesó el temor que sentía de tener un lazo roto con su hijo, Fénix había estado a un poco de creer que era posible. No llegaron a conocerse nunca, ni siquiera se despidió correctamente. Salvo por sus historias, Seiya no existía en la vida de su hijo. Pero, viéndolos ahora, pudiendo observarlos con calma... Ese lazo estaba allí todavía.
 
No era una estupidez absurda llamarlo Madre, en lo absoluto.
 
Ikki no se imaginaba a sí mismo teniendo esa especie de conexión con su padre. Pero cuando pensaba en la mujer que le dio la vida... Si volviese a verla, aun con los años de ausencia, él también suplicaría perdón sin saber la causa, a la vez que limpia todas sus lágrimas. Era una conexión que nadie más que Seiya compartiría con él. Teo lo adoraba sin saberlo, no necesitaba conocerlo para amarlo de la manera en lo que hacía. Incluso si no podía comprenderlo aún.
 
—Si él regresa con ellos... ¿Puedo confiar en ti para protegerlos?
 
El peliazulado no sabría explicar de dónde ha salido aquella pregunta. Quizá fuese por el amor y devoción que sentía por ambos, o por la ansiedad que le provocaba la idea de perderlos. A su lado, Radamanthys no pareció sorprendido por la cuestión.
 
—He fallado una vez al protegerlo... No temas, fénix... No cometeré ese error dos veces.
 
Ikki resopló, fastidiado. ¿Un fallo? ¿Había él, Radamanthys, el maldito juez del infierno, fallado en algo tan simple como para proteger a un crío? ¿¡Cómo podía confiar en él para cuidarlos!? La mirada del menor es tan intensa, que el rubio se permite mirarlo por cortos instantes.
 
—El consorte no erró al confiarte la vida del heredero, fénix... Toma mis palabras como prefieras, pero espero sepas cuán agradecido estoy por tu ayuda al cuidarlo todo este tiempo... El infierno entero está en deuda contigo.
 
Incluso cuando ese orgulloso hombre dijo aquello, Ikki no pudo sentirse bien al respecto. Su voz sonó dolorosa cuando externó sus pensamientos.
 
—Digas lo que digas, yo fui quien hizo llorar a Seiya... Ni él ni Hades pueden estar agradecidos por eso.
 
Radamanthys regresa su total atención al castaño, sonríe complacido cuando lo ve ahora más contento, cargando el brazos al príncipe del infierno. Ambos están riendo. No se permite endulzar sus palabras cuando confiesa:
 
—El rey y su esposo derramaron más lágrimas de las que la historia podría contar.... Causaste el dolor de un padre que temió por la vida de su único hijo, y por tu desaparición, una madre se culpó mil veces por la pérdida. Nosotros, los tres jueces, cometimos el error al perderlo de vista, y nos deshonramos a nosotros mismos al perder contra el Olimpo... Nuestro señor erró al romper su promesa... Nuestro joven amo se equivocó al actuar sin esperarnos... Y tu pecaste al negarte a dejarte guiar por el instinto que te decía que nosotros, los espectros, no teníamos intención de hacer daño...
 
El fénix traga grueso, pero su rostro no muestra la culpa de sus ojos.
 
—Todos contribuimos en esa dolorosa separación. Todos pecamos... Todos cargaremos con la culpa... Sin embargo... Tú, Ikki, continúas siendo un héroe para todos nosotros.
 
Ikki abrió los ojos con sorpresa, sin poder evitarlo. Era la única cosa que no esperaba oír. No de él. No de nadie. Ni siquiera de Seiya.
 
—Recibiste la joya más valiosa del infierno, y, aunque lo sabías, decidiste poner tu vida en riesgo por protegerlo... Si fue por nuestro amor a nuestro señor, o no, no es relevante... Lo mantuviste a salvo... Eso es algo que ninguno de nosotros puede decir... Por eso es que te estoy agradecido, y el Infierno está en deuda contigo.
 
Ikki estaba por replicar que no existía nada que necesitase de los espectros, o el señor de éstos, cuando esa misma palabra hizo eco. Se sintió confuso. Había intercambiado pocas palabras con Seiya al respecto. El menor llegó disparando infinidad de preguntas, tantas que el Fénix no tuvo mucha oportunidad de exponer las suyas. Estuvo a punto de cuestionar las mismas al otro cuando la voz del castaño llegó a ambos.
 
—Radamanthys... —llamó, en voz firme, pero había alegría en su tono.
 
En menos de un parpadeo, el nombrado ya estaba delante del castaño. Ikki ya no necesitó preguntar nada cuando lo vio arrodillarse delante de él, justo como los dorados hacían delante de Saoiri, y mucho menos al oírle decir:
 
—Mi señor...
 
No mentirá diciendo que no sintió sorpresa por algunos minutos. Miró la escena, ignorando sus voces cuando distinguió unos pasos acercándose a él. Había sentido su presencia antes, pero estaba demasiado acostumbrado ya que decidió pasarlo por alto. El caballero dorado nunca mintió sobre sus intenciones, por tanto él no tenía razón alguna para desconfiar de su persona. Casi inesperado habría sido sino se sabía a quién rendía lealtad, Cáncer era de los pocos donde la pareja del Inframundo podría depositar su confianza.
La lucha se acercaba, pero faltaba algo de tiempo antes de que la guerra entre cielo e infierno se desatara.
 
 
 
 
 

Notas finales:

Por cierto~ Si les gustan mis historias, y quisieras ver más~ En mi blog puedes encontrar más material. Hay distintos fandoms así que recomiendo bastante que le des una pequeña visita para ver si encuentras algo de tu interés~


https://fanfickeramourtenttia.blogspot.com/


Si lo visitas desde una PC o computador, podrás encontrar más fácil cada cosa~ Las categorías y así.


Este es el link del fandom de Saint Seiya~ Espero publicar otros One Shots pronto, así que allí estarán los links también


https://fanfickeramourtenttia.blogspot.com/p/categoria-saint-seiya.html


Gracias por leer ^^


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