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'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

¡Aló bebés!

Primero, una ENORME disculpa por semejante tardanza. Muchas cosas estaban pasando, pero gracias a los cielos que ya vamos saliendo de ello. Con la situación mundial pensé que lo menos que podía hacer era apurarme para sacar algo antes de que se me pase la inspiración que regresó <3

Realmente hay tanto que podría contarles, pero lo resumiré con

Ánimo gente, todo mejora. Tarda, pero mejora <3

Además~ Muchisísimas gracias a esas personas que estuvieron allí alentándome a pesar de que no les respondí en su debido momento. Les debo muchísimo <3

Ahora sí.

Espero disfruten el capítulo, y cualquier error que encuentren, una disculpa. Estuve releyendo y editando y moviendo, y me gustó como quedó, pero podría tener algún error por allí xd

Manténgase bien por favorts :3

 

Y un agradecimiento a PonyFlechaEstelar. Me hiciste retomar con más ganas este proyecto. Y ya le avancé otro capítulo, pero estoy arreglándolo. Todo mi aprecio para ti <3

 

 

 

 

 

 

Pegaso despertó horas más tarde —imposible le era todavía decidir si era un nuevo amanecer, o su simple imaginación— con una expresión relajada en el rostro. El calor habitual que le envolvía al ser abrazado por el otro nunca había llegado a incomodarle puesto que, acostumbrado al calor del sol, la notable diferencia de temperaturas en el subsuelo no representó problema alguno. Pese a que el Dios de los Muertos no poseía el calor corporal de un ser mortal, Seiya todavía encontraba gratificante el atisbo de vida que le compartía cada noche al envolverlo entre sus brazos. Su temperatura jugaba siempre con la de su esposo, y sonreía nada más pensaba en ello cuando, al despertar como ahora, lo primero que encontraba era una blanquecina muralla. Sus brazos se encontraban habitualmente sobre el pecho contrario, por tanto, sus dedos no necesitaron más que un suave movimiento para delinear los músculos que se sentían firmes bajo su tacto. El tono marfil de la piel del más alto le resultó hermoso desde el primer momento en que le observó. Durante la batalla inicial ni siquiera pudo contener el asombro cuando sus ojos se encontraron con los ajenos... Si él tenía que ser totalmente honesto, quizá antes de morir, al conocerlo, sí que sintió algo. Incluso cuando la realidad era que el amor llegó mucho después, él todavía sentía que esa chispa entre ambos estaba allí desde siempre.

Pese a que la sonrisa que provocaban sus pensamientos no se manifestó en sus labios, Hades observó con atención la manera en que su cuerpo exponía la alegría que comenzaba a recorrerlo. No necesitaba descanso la mayor parte del tiempo, pero por el solo placer de presenciar estos momentos es que se quedaba allí hasta verlo despertar. Horas enteras de su infinita existencia dedicaba a admirar al hermoso ser que con orgullo llamaba esposo. Adoraba a su pequeño, y amaba aun más al hijo de ambos. ¿Cómo podía el Dios comenzar a agradecerle por semejante regalo? 

Fuese su propio descuido, o el simple hecho de que el menor le conocía demasiado, lo siguiente que ocurrió fue una sorpresa para el mayor.

—¿No te cansas de mirar siempre lo mismo?—inquirió Pegaso, mirando por sobre su hombro ligeramente, asombrando al más alto.

Nunca antes el castaño había atacado su particular hábito, por tanto, Hades no pudo más que sentirse descubierto por un instante. Ante la diversión impresa en la mirada ajena, sonrió levemente. A modo de respuesta depositó un beso en la cabeza de su amado, a la par que una de sus manos acariciaba las manos ajenas.

—Nunca encontraré ser más perfecto para admirar, Seiya... ¿Cómo podría cansarme de ello?

Pegaso contuvo una risa entonces. Habiéndose burlado antes del orgullo monumental que poseían hombres como Afrodita de Piscis, no podía hacer otra cosa. Se había vuelto vanidoso, de cierta manera... Siempre que fuese solo Hades quien admirase su aspecto, él deseaba escuchar cumplidos al respecto. Y Hades lo complacía. En uno o varios sentidos, fuese de la manera en que quisiere, Hades siempre lo hacía feliz.

Su mano encontró la del otro, y en un gesto que sintió íntimo —irónico, dado la posición en la que estaban—, entrelazó sus dedos con los contrarios. Admiró la unión entre ambos con una mirada soñadora que no restaba la madurez de su semblante. No importaba qué tan dulce le pareciere a Hades... Seiya nunca perdía la masculinidad propia del poderoso Caballero que fuere años antes. 

—Soy un hombre afortunado...—observó Pegaso, con un brillo especial en su mirada oscurecida.

Hades se limitó a admirarle. Seiya sonrió cuando sus miradas se encontraron nuevamente, una sonrisa discreta que no se comparaba a la emoción que transmitían sus ojos.

—Podremos estar juntos pronto, ¿no es así?

El Dios no necesitaba que fuese más claro al respecto. En sus pensamientos, claro que la imagen perfecta que vivía faltaba de un solo elemento... Quizá el más importante si es que era totalmente honesto. Nada le causaría más alegría que escuchar la risa de su pequeño moreno al correr hasta ellos luego de azotar la puerta. En su vívida película mental, Teo era tan inquieto como Seiya —seguramente producto de la poca disciplina que ejercería en él, y no conseguía decidir quién era quien le malcriaba realmente— e ingresaba por cada cuarto sin pedir permiso nunca. Sus pasos veloces lo guiaban en cada ocasión hasta la cama que sus padres compartían, y no era realmente feliz sino hasta que Seiya lo recibía entre sus brazos a la par que él pretendía que no era una dicha. La imagen irreal era clara para él. Ni una sola oportunidad tuvo de vivir esto pero, de cualquier manera, Hades sabía que Seiya pensaba lo mismo que él. Incluso cuando Teo no estuvo allí nunca, ellos todavía sentían que cada mañana era incompleta debido a que no estaban con él.

—Podemos ir a verlo pronto, Seiya...—informó, sintiendo como su esposo se acomodaba sobre su pecho.

No sintió tristeza como esperaba, sino calma. Poco a poco la sensación de paz le fue contagiada. Confundido, pero sin ser capaz de demostrarlo, abrazó el cuerpo entre sus brazos con una mirada fija en el techo. La respuesta a una duda que no se atrevió a pronunciar llegó segundos después.

—Es la primera vez que respondes así... —le comenta Seiya con un atisbo de diversión, su tono es un poco más serio al explicar— Es la primera vez que respondes, en realidad...

Finalmente Hades lo comprende. A la duda particular que fuese dicha antes , él siempre se negó a contestar con sinceridad. No pretendía mentir, pero tampoco tenía en sus manos la verdad. Hasta esa mañana el Dios nunca intentó calmar la ansiedad que esa pregunta traía consigo... Quizá fuere porque no era solo Seiya quien sufría con una respuesta. Él también se sentía mal. Él también podía sentir que, ocasionalmente, era incluso difícil respirar correctamente. 

El castaño se acomodó mejor en sus brazos, y el Dios se limitó a cuidar de la criatura a la que había jurado proteger. La misma que, antes de aquello, condenó a la prematura muerte. Su ser y Pegaso habían estado entrelazados desde el principio de los tiempos. No era una sorpresa que lo que consideraba tanto odio no fuese tal... Lo que era todavía increíble, sin embargo, es que por una vez... Ganara.

Perdió durante la Guerra Santa, pero estando aquí, con él, Hades no podía sentirlo de esta manera.

—Iremos a verlo...—prometió entonces el de cabellos oscuros, con total seguridad.

Su familia era lo único que importaba ahora.

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Los días vueltos semanas avanzaron rápidamente para los habitantes de la tierra, a la par que ocurrían lentamente para los Espectros. Radamanthys incluido. El Caballero de rubios cabellos permanecía andando por el Santuario de arriba a abajo mientras cumplía su deber y promesa. Convirtiéndose en poco más que una sombra para el joven Príncipe, el Caballero de Wyvern se mantenía ocupado la mayor parte del tiempo a la espera. Su actitud recelosa capta la atención del Caballero de Fénix, sin embargo, Ikki no se decide a cuestionar mucho más tras las escasas conversaciones entre ambos. Lo único que el menor tiene claro es que las cosas no son nada fáciles entre el Inframundo y el Dios que vivía en los Cielos. Además de que la sola existencia de Teo representaba un riesgo.

—Si lo considera prudente... Tarde o temprano serás capaz de saberlo—fue la sencilla explicación del mayor.

Es por estos intercambios que las sospechas continúan frescas en cada pensamiento del más bajo. Cada posible engaño por parte de cualquier otra persona, e incluso un engaño más grande por parte del propio castaño. ¿Podría Seiya ser un títere más del Dios de la Muerte? Sonaba ilógico, e incluso era incapaz de creerlo pero... Creer en el propio Radamanthys era también complicado... Por la seguridad de su hijo, confiar era un reto en sí mismo. Incluso si debía creer en su propia persona, todavía era difícil hacerlo. ¿Estuvo bien acudir al Santuario? ¿Era correcto continuar huyendo de su propio hermano? Dudas poblaban la mente del Santo de Bronce, sin embargo, ninguna escapa fácilmente de sus labios. No fue sino hasta esa tarde que se atrevió a indagar un poco más. Porque algo en él sospechaba que necesitaba preguntarlo, tenía que saberlo. Le debía a Teo el tratar de adivinar las verdaderas intenciones de su padre. Le debía protegerlo.

La conversación va escapándose de su control a cada palabra que el otro suelta, y la realidad lo golpea con fuerza cuando comprende la respuesta dada segundos antes. Observa al menor corretear junto a los Santos y contiene un gemido resignado cuando las piezas van armando buena parte del rompecabezas.

Cuando Wyvern sugiere cuestionar directamente al Dios, Fénix está listo para replicarle. La repentina aparición a la distancia le hace comprender que las palabras dichas no son elegidas al azar. Esta tentado a preguntar cómo pudo saberlo antes que él mismo, pero para cuando encuentra las palabras que desea decir, Radamanthys está lejos de él. Ikki se ve obligado entonces a acercarse a la familia que volvía a reunirse luego de varios meses. Toda su ansiedad disminuye notablemente al observar como su protegido busca la atención de su antiguo compañero de armas. Los miedos que siente parecen desaparecer un instante, antes de reafirmarse.

—Seiya...—llama entonces el de cabellos azulados, el nombre se siente extraño en sus labios.

La presencia de Wyvern afirmaba día a día que su presencia allí antes no fue un simple sueño. Sin embargo, a Ikki todavía le cuesta creerlo. Le toma un segundo reponerse de los sentimientos que se agrupan en su pecho cuando Seiya, con el menor en brazos, le dedica una mirada interesada. La sonrisa en su boca es amplia, y el brillo en sus ojos es hipnótico. Si la felicidad pudiese materializarse en un cuerpo mortal... Seguramente se trataría del antiguo Caballero de Pegaso en ese preciso instante.

—Ikki, amigo mío~ —canturrea satisfecho el castaño— Siento que pasaron años...

Y realmente puede sentir que es de esta manera. Contrario a la primera vez, donde la emoción se colocó por encima del resto de pensamientos, esta ocasión Ikki reconoce lo que antes estaba seguro había enterrado muy dentro en su pecho. Se siente feliz, claro... Pero también se siente herido. Confundido.

—Tenemos que hablar—declara seriamente, consiguiendo así que el relajado semblante del otro cambie instantáneamente.

Es un hombre distinto, a pesar de que físicamente se mantiene igual. El Seiya delante de él no es el mismo que partió antes. Casi podría jurar que no quedan rastros de él. Pero su sonrisa y la forma en que parece ser feliz en un instante... La forma en la que demuestra alegría y por la manera en que le pudo ver llorar antes...

Lo observó intercambiar una mirada con Hades, quien sin necesitar más que esta simple acción comprendió lo que Seiya intentó decir. Ikki se sintió algo celoso por aquella muda conversación. Antes de su muerte... Él y Seiya poseían una conexión similar. Antes de la Guerra, ellos tenían algo que pudo ser especial.

—Teo... Necesito hablar con él un momento... —explicó tras un silencio el castaño, observando al menor, quien le miraba atento— ¿Estás bien con eso?

El pequeño no parecía satisfecho. Sin embargo, al observar a su papi, pareció comprender que no tenía más opción que ceder.

—Joven Príncipe—le llamó Radamanthys entonces, captando su atención a la vez que Seiya le colocaba nuevamente en el suelo.

Teo observaba a Ikki con el ceño ligeramente fruncido, intentando descifrar lo que ocurriría una vez que partieran. Regresó su mirada a su protector y se sorprendió cuando, lejos de encontrarse tras de él al rubio, se topó con la alargada figura que era su padre. Como pocas veces, Teo sintió que no podía hablar.

—¿Es realmente necesario...?—medio escuchó que inquiría su papi por debajo.

La frialdad en la mirada aquamarina era algo que no deseaba ver dirigida a él. Observó de reojo como el trío se apartaba a la par que Hades observaba la figura de su esposo alejarse. Teo volvió a mirar los ojos de su padre, sorprendiéndose cuando la imagen cambió radicalmente. Aquel helado cristal había dado paso a un cálido escenario. Se encontró a sí mismo sonriendo ligeramente ni bien lo notó.

—¿Teo...?

Su nombre era extraño viniendo de esa voz, pero le agradó la sensación. Fue incluso mejor cuando descubrió que Hades le dedicaba una sonrisa tan sincera como la que tenía en la mirada cuando observaba a su madre. Entonces comprendió que este hombre quizá no era tan terrorífico como pensaba.

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El trío ingresó a la modesta vivienda pocos minutos después de emprender camino. Seiya observó con cierta nostalgia el sol que continuaba brillando a la lejanía. Salvo en los Campos Elíseos, pocas tardes soleadas existían en el Inframundo. Ikki no pasó por alto aquel semblante, pero no hizo comentario al respecto. Radamanthys se quedó fuera de área que compartía con el Fénix, y se limitó a esperar mientras que, dentro, Ikki buscaba las palabras para comenzar.

—Nunca habría creído que de entre todos, tú te quedarías aquí—comenta Seiya, sin pizca de maldad.

Hay incluso una nota de alegría en su voz. 

—Las circunstancias me trajeron aquí... —es la sencilla respuesta.

Los ojos del menor oscurecen por apenas un instante. Su mirada se dirige entonces al contrario, quien no pierde rastro de su rostro desde que se colocase delante de él.

—Quisiera decirte tantas cosas... Y no puedo ni siquiera comenzar a agradecerte...

Por la manera en la que Ikki eleva ligeramente los hombros, Seiya comprende que no necesita molestarse con ello. Le dedica una sonrisa agradecida de cualquier manera.

Pasan algunos segundos antes de que vuelvan a hablar.

—Durante este tiempo he intentado entenderlo—comienza Fénix— He hablado sobre esto con el resto incontables veces... Cuestioné a Wyvern y, sin embargo, todavía no puedo comprenderlo, Seiya.

El nombrado se dedica a guardar silencio mientras que Ikki continúa, esta vez demostrando su confusión a través de una pequeña mueca que se manifiesta a modo de línea en su frente.

—¿Qué demonios pasó esa noche? No... Mucho antes... ¿Qué ocurrió contigo desde el comienzo?

Ikki parece más perdido que antes, receloso incluso.

—Abandonaste el mundo de los vivos... Estabas muerto, todos lo vimos... Hyoga decidió irse. Shiryu estaba seguro de que lo mejor era seguir. Shun no dejó de llorar por ti... Yo sufrí por ti.

Cuando sus ojos vuelven a encontrarse, Seiya intenta mantener la calma. 

—¿Cómo sobreviviste a la muerte, Seiya? Y más importante que eso... ¿Por qué no regresaste?

La ira creciente del otro se evapora con la misma rapidez con la que apareció. Y Pegaso solo puede sentir su corazón encogerse cuando la tristeza inunda los ojos azulinos. Traga grueso antes de ponerse de pie. Necesita tomar una bocanada de aire antes de toparse con esa muralla de nuevo. 

—Dioses, Ikki... Hay tanto que debo contarte...

A Fénix no le sorprende, por lo que se dedicó a mirarle. Lo nota contrariado.

—Si comenzara a explicarte cómo ocurrieron las cosas, sé que no podrás creerlo... Yo no podía creerlo...

Ikki frunce ligeramente el ceño, pero no da señales de querer interrumpirle. Seiya le mira nuevamente, y sus ojos no pueden demostrar más culpa. Aquello aterra momentáneamente al mayor, pero decide escucharlo antes.

—Estaba muerto, eso es verdad—comienza el menor, colocándose nuevamente en el asiento delante del otro— Mi alma emprendió el mismo camino que cualquier otro mortal recorre al abandonar la tierra de los vivos... Sin embargo, antes de que pudiese partir realmente, Hades...

La mención provoca que la mirada del otro se oscurezca, por lo que Seiya agrega:

—Sé cómo suena esto, Ikki... Pero escúchame antes de juzgarme y sabrás que el único culpable soy yo...

Se miran en silencio un instante, el mayor evaluando la situación. Respira hondo discretamente antes de continuar.

—¿Hades...?—inquiere el otro, animándolo a seguir.

El castaño hace gala entonces de ese gesto que hacía al hablar de algo que, aunque fuese una travesura, no le causaba verdadero malestar. Su mano pasa por detrás de su cabeza, y el nerviosismo delata su sentir.

—En ese momento, Hades estaba decidido a hacerme sufrir más por haberlo derrotado durante la Guerra Santa. Y aunque inicialmente me pareció un acto vil... Me sentí agradecido por ello.

Esto último provoca verdadera extrañeza en el mayor. Mira con incredulidad al menor a la par que este expresa:

—Luego de regresar, fui encerrado temporalmente en las mazmorras de su castillo... En cuestión de horas, tenía una habitación entera para mí.

A pesar de que "Síndrome de Estocolmo" bailaba en sus labios, Ikki no pudo pronunciarlo inmediatamente. La mirada que Seiya le dedicaba entonces lo tenía hipnotizado. A través de su mirada, Fénix podía revivir los ayeres que nunca observó.

—Al comienzo fue duro, como puedes imaginar... Me sentí encerrado, a pesar que no se me negaba el recorrer cuanta distancia deseara dentro del castillo. Pero, más allá de todo eso... Me sentí libre.

Mentalmente, Fénix intentaba descifrar cuánto daño le había hecho el Dios al otro hasta que escuchó esa palabra. Quizá de entre todas las posibles, esta era la única que disipaba cualquier duda en su mente. Porque Seiya de Pegaso nunca antes había hablado de libertad a la ligera. E Ikki estaba convencido de que no iba a comenzar ahora.

Lo observó tan fijamente que fue como si pudiese mirarlo por primera vez luego de todo este tiempo.

—Mi tiempo, encerrado o no, prisionero o no, era mío totalmente... —continúa Seiya, emocionado— Si decidía entrenar era mi elección, y si prefería dormir un poco más era por mi propia causa... La responsabilidad que le daba sentido a mi vida como Santo ya no existía... Y eso no me hizo sentir perdido en lo absoluto... Yo, simplemente...

—Te encontraste a ti mismo—resumió Ikki, incrédulo.

Esas mismas palabras habría pronunciado su hermano menor años atrás. Luego de soltar la armadura, Shun había pasado por una pequeña fase donde la vida no tenía sentido alguno. Y así fue como comprendió qué quería hacer con los años que le restaban. ¿Era posible que Seiya pasara por algo similar, ya estando muerto?

El brillo en la mirada del castaño es innegable. No necesita reafirmar lo dicho, y Seiya parece contento de que pudiese comprenderlo. Esa alegría rebosante se apaga segundos después de manera paulatina. Es entonces cuando Ikki tiene dudas de nuevo. Ikki no se sintió capaz de decirle cuán arrepentido lucía entonces. Seiya pareció notarlo también. Y era claro. Por la manera en la que su sonrisa desapareció, hasta cómo su postura entera pareció desanimarse. Intentó no parecer demasiado contrariado cuando expresó:

—Cuando me preguntaste por qué nunca regresé... —comenzó, serio—No es que no hubiese tenido la oportunidad de hacerlo en algún momento...

Los ojos azulinos del mayor parecen apagarse tras oír esto. Seiya continúa, visiblemente apenado.

—Pandora me permitía mirarlos cada cierto tiempo... Quería... Formar parte de sus vidas de alguna manera... Incluso si no era posible estar ahí. 

Fénix no sabe qué responderle. Seiya por poco y puede observar nuevamente aquellas imágenes que Pandora le mostraba. Recuerda especialmente aquella tarde junto a su esposo, donde recién comenzaba a darse cuenta de lo que pasaba entre ellos.

—El camino que tomaron... Cada uno me enorgullecía a su manera... —continuó Pegaso—Pero... Cuando tuve oportunidad...

"Si regresas ahora, él te amará más que nadie..." recordó que Hades le dijo una vez, mientras observaban al hombre que ahora estaba delante de él. En aquel tiempo, Ikki era miserable debido a él. A lo que sentía por él. ¿Cómo podría él regresar a reparar algo así? 

—No estaba totalmente seguro de qué pasaría en el futuro allí abajo—admite Seiya, apenado— Pero estaba seguro de que quería quedarme con él...

Si bien es una daga directamente a su pecho, Ikki no se siente atacado cuando la herida es reabierta. Las dudas que continuaban en su mente comienzan a disiparse, una a una, ante la imagen delante suyo. Cuando ambas miradas vuelven a cruzarse, Ikki se permite observar por primera vez la honestidad que el otro no intentó ocultar desde que se plantó delante de él. Está enamorado de ese Dios. E Ikki no puede seguir culpándolo por ello. Cualquier esperanza que quedase en él se evapora del mismo modo en lo que lo hace el dolor que había provocado su pérdida.

Se cruza de brazos mientras que intenta no ser tan obvio con lo que siente en esos momentos. Está aliviado. Duele, pero se siente mucho más tranquilo.

—¿Ikki?—llama entonces Pegaso, confundido por su silencio

Restándole importancia, Ikki se acomoda nuevamente en el asiento. Mira a Seiya fijo, seguidamente lo examina de arriba abajo ante la notable confusión del menor. Pasan varios segundos antes de que el ambiente, cada vez menos tenso, se vuelva algo totalmente rejado. 

—¿Tengo algo...?—intenta cuestionar Seiya

—Teo—es toda la respuesta que Ikki da, y el castaño comprende de pronto hacia dónde irá la conversación— ¿Cómo tú...?

Silencio.

Al notarlo más avergonzado de lo que le ha visto nunca, Ikki decide que debe reformular.

—¡No! No cómo—se corrige de inmediato, coloreándose tanto como el menor— ¿Cuándo...? ¿Cómo demonios es posible?

Seiya parece incluso más apenado que antes, y cuando cubre su rostro Ikki sabe que la respuesta no va a gustarle. 

—No quiero que me expliques cómo—le detiene, incluso antes de que pueda abrir la boca.

El castaño parece ligeramente ofendido, pero guarda silencio.

—Solo... ¿Hay alguna explicación?

Pegaso tuerce el gesto apenas.

—No lo sé, ¿de acuerdo? —confiesa, contrariado— Los curanderos tienen ideas al respecto, pero al final del día... Solo pasó... Y no puedo quejarme por ello.

Aunque debe darle la razón, Fénix todavía desea discutir sobre qué tan posible es esto en realidad, sin embargo debe recordarse que el esposo de su mejor amigo, por sí solo, es algo fuera de lo ordinario. Debatir sobre lo que un Dios puede o no hacer no les llevará a ningún lado. Y con esto en mente, nuevas dudas afloran en sus pensamientos. 

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Hades continuaba recorriendo los alrededores del Santuario mientras su hijo hacía de guía turístico cuando lo sintió. La familiaridad de aquel cosmos era demasiada como para pasarlo por alto. Teo no pareció percibir el cambio en su semblante inmediatamente, por lo que continuó avanzando mientras que el Dios acortaba la distancia. Del mismo modo en la que el mayor pudo percibir el cosmos a la distancia, Andrómeda pudo encontrarles con la misma facilidad.

—¡Cadena nebular!

Lo próximo que Teo sintió fue el duro golpe al ser apartado de su padre, quien se negó a exponerlo delante del trío de jóvenes que se acercaban para cerrarle el paso. El sonido de las armaduras abandonando sus respectivas cajas fue suficiente como para que Teo quisiese salir a la defensa, pero algo más fuerte que su propia voluntad le detuvo allí, detrás de Hades.

"Quédate quieto" fue la muda orden que el menor juraba escuchar.

El cosmos emanó con fuerza del Dragón a la par que las voces incrédulas de los menores comenzaban a elevarse.

—Radamanthys me advirtió que buscarías hasta dar con él... No pensé que te atreverías a venir aquí personalmente—declara Shun, tomando con fuerza las cadenas en sus manos.

Sabe que puede detenerlo de esta manera solo porque él así lo desea. Y este hecho le preocupa tanto como le sorprende. ¿Qué hace aquí exactamente? ¿Por qué no está luchando por zafarse?

—No lo comprendo... ¿Cómo pudo burlar a los dorados?—escucha que musita Hyoga por lo bajo— Incluso cuando su cosmos es así de discreto... Cualquiera...

—No lo hizo—razona inmediatamente Shiryu, pero hay confusión en su tono.

En un silencio que les resulta casi atemorizante, Hades se limita a observarlos. No ha envejecido un solo día desde que le vieron, y aunque le derrotaron, no parece menos imponente que antes. La ausencia de su armadura le vuelve todavía más escalofriante. 

—¡Shiryu!

—¡Hyoga!

—¡Shun!

El llamado proveniente de voces familiares distrae a los jóvenes guerreros, quienes desvían su mirada a los recién llegados. Andrómeda regresa su atención inmediatamente a los ojos que alguna vez se manifestaron a través de los propios, buscando una maldad que no es capaz de encontrar. 

Seis de los doce Santos aparecen entonces, y ante la presencia de su maestro, el Dragón se permite bajar la guardia aunque fuese un poco. Hyoga parece más sorprendido al notar algo parecido a la preocupación en la inmutable expresión de su maestro. Y no es sino hasta que el mismo Patriarca aparece que Shun aparta la mirada del Dios.

—¿Qué está sucediendo aquí?—exige saber el de verdecinos cabellos, tensando al trío.

—¿Dónde está?—escuchan que vocifera por lo bajo Afrodita, siendo apartado por DM y el caballero de Aries.

Antes de que puedan responder, la voz del Señor del Inframundo se escucha, capturando la atención de los tensos jóvenes, sorprendiéndoles.

—¡Seiya, no!—intenta advertir el Dios, sin éxito.

Andrómeda apenas y puede reaccionar cuando escucha un fuerte:

—¡Meteoros Pegaso!

Una de las cadenas intenta defenderlo, sin embargo, el repentino impacto aunado a la sorpresa de la familiar voz terminan por quebrar su concentración. Las cadenas liberan a Hades antes de que pueda evitarlo, y dos figuras se colocan una delante de otra para cuando vuelve a levantar la mirada.

Reconocería esa voz en cualquier sitio.

Para su sorpresa, el caballero de Cisne es el primero en reaccionar. Y antes de que sea capaz de lanzar su ataque (convencido de que no es más que una ilusión), un muro de cristal se eleva delante del trío a la par que Géminis se coloca en medio de ellos. 

—Suficiente—declara el severo hombre, con una expresión que obliga a los menores a retroceder.

—¡Madre!

El infantil llamado dispara alertas en todos los presentes.

Observan al imponente Juez cubrir al Dios mientras este a su vez captura un cuerpo que se niegan a reconocer. Cuando en el cuerpo de Seiya cae en los brazos de Hades, Shun finalmente sale de su sorpresa y corre en su dirección.

—¡Seiya!—grita, en una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Cómo es posible?—inquiere a su vez Hyoga, todavía sin creerlo

—Él realmente...—susurra Shiryu, igualmente sorprendido.

—¡Estoy bien!—brama Pegaso entre los brazos de su amante, mientras intenta apartarse sin éxito, por la manera en la que falla es notable su falta de fuerzas

Cuando Andrómeda está delante de ambos, a solo unos pasos (y tras pasar junto a un desconfiado Juez), finalmente consigue mirarlos bien. A ambos hombres, junto con el pequeño que ahora está escondiéndose entre los brazos del castaño.

Tanto Camus como Dohko apartan a sus alumnos entonces, siendo acompañados por el Patriarca y su antiguo alumno. DM suelta finalmente el hombro de su pareja, solo para seguirle cuando acude en dirección al pequeño Teo. 

—¿Qué ocurrió?—inquiere Géminis ni bien está lo suficientemente cerca

—Está agotado—responde Wyvern sin alzar demasiado la voz— El nivel de energía que usa para ocultarnos es mayor que la última vez

Entre el revuelo, Shun no puede más que observar a su mejor amigo antes de levantar la mirada luego de sentirse observado. Tan pronto como sus ojos se cruzan con unos azules oscuro, el mundo deja de dar tantas vueltas. 

—Hermano—musita, bajo.

Y aunque necesita muchas explicaciones, Shun siente que todo tiene sentido entonces.

—Seiya—llama entonces el caballero de bronce, y el nombrado voltea a mirarle inmediatamente— Seiya—repite, todavía sorprendido.

Hay un momento de silencio. Sin embargo, para Seiya resulta imposible no esbozar una sonrisa un tanto aliviada cuando lo tiene delante suyo. Soñó muchas veces con estar nuevamente delante de ellos... Y aunque las circunstancias no eran las mejores, el poder verlo era sencillamente...

El caballero de Andrómeda está a un paso de abrazarlo cuando una figura más pequeña le cierra el paso.

Saltando desde los brazos de Dita, Teo acude inmediatamente al rescate. Observando a Shun con algo parecido al desprecio.

—Teo—advierten los mayores, pero la mirada de Andrómeda pasea entonces por cada uno de ellos.

El parecido es innegable.

—Es tu hijo—murmura, sin pizca de duda alguna, antes de observar a Seiya, seguidamente observa a Hades— El hijo de ambos...

Cuando los ojos del peliverde se llenan de lágrimas, Ikki siente que algo dentro de él se remueve. La culpa que siente entonces no tiene comparación. El resto de caballeros se aparta entonces, dándoles privacidad mientras que Andrómeda pasa una mano por sus ojos.

—¿Shun?—le llama entonces Seiya, preocupado, apartándose apenas de su esposo y dando un paso en su dirección.

—Estaba convencido de que había perdido la cabeza—dice el menor— Hace años... Pude sentir tu cosmos pedir por ayuda y estaba seguro de que me había vuelto loco...

El castaño lo recuerda. 

En medio de la desesperación, pensó que si lo pedía con suficiente fuerza, cualquiera podría escucharlo. Había creído que solo Ikki fue capaz de escucharlo... Pero, considerando la afinidad que tenía con Shun, no debería sorprenderle el estar equivocado.

Para cuando Andrómeda alzó nuevamente la mirada no le asustó tenerlo tan cerca. Abrazó al castaño con cariño mientras que este intentaba consolarlo. Tenía tantas palabras luchando por salir, pero sentía, también, un creciente malestar. Se apartó de Shun solo un poco, lo suficiente como para poder mirar a su alrededor, en busca de ayuda. Confundido, el peliverde solo pudo observar cómo el cuerpo de su amigo se alejaba de sus manos una vez que perdía la consciencia.

—¡Seiya!—llamó, aterrado.

Radamanthys le dedicó apenas una mirada, mientras que Hades se concentraba en el estado de su esposo. Ikki apartó entonces a su hermano, a la vez que los dorados tomaban al pequeño, ahora inquieto.

—Hay tanto que explicarte—musitó Ikki, al menor.

Cuando Shun le observó, notó la culpa en sus facciones. Pero antes de que pudiese decir algo más sobre ello, la conversación entre los habitantes del Inframundo captó su interés.

—No puedo reponer semejante cantidad de energía aquí—escuchó que decía Hades en un tono por demás frustrado— Incluso si intentase ocultarlo, yo...

El Dios se vio forzado a levantar la mirada cuando notó la sombra delante suyo, y al encontrarse cara a cara con el menor, no pudo más que guardar silencio. Shun no pareció intimidado en ese momento. Se arrodilló a un lado de Seiya, frente a Hades, e intercambió su mirada del castaño al moreno una vez antes de decir:

—Si usaras mi cosmos, como lo hiciste antes... ¿Podrás mantenerlo aquí más tiempo?

Shun nunca podría poner en palabras qué es lo que le había dado esta facilidad de comprender su entorno. Fuese el tiempo vivido bajo el mundo de los vivos, o el propio pensamiento compartido con el Dios; Shun no sabría decirlo. Lo único que tenía claro es que Hades consideraba prudente llevárselo, y él no quería dejarlo ir tan pronto. No si podía hacer algo para evitarlo. Cuando el Dios se apoderó de su cuerpo, su cosmos había ayudado a estabilizar el ajeno. ¿Sería capaz de hacer algo similar ahora?

—¿Eres consciente de lo que ofreces, Andrómeda?—inquirió el Dios, con seriedad.

Antes de que Shun pudiese responder, ya había sentido cómo el cosmos del mayor comenzaba a arremolinarse alrededor de ambos. El suyo le imitó poco después. La mirada del Dios pasó de su antiguo recipiente a su esposo, y el peliverde volvió a sentir aquella certeza de que el moreno no era tan malo después de todo.

Observó maravillado como Seiya comenzaba a abrir los ojos pasados unos segundos. Lo notó confuso, e incluso anticipó algo de enfado mezclado con pánico cuando intentó levantarse de inmediato.

—Teo...

—Estamos en el Santuario aún—respondió el Dios, con calma.

Así, con solo mirarlos, Shun comprendió.

Por la manera en la que se miraban, y por la forma en la que se tomaban de las manos...

—Shun... Shiryu... Hyoga—cuestionó entonces Seiya, apartando la mirada de Hades, quien le ayudaba a ponerse de pie.

—Seguimos aquí—respondió esta vez el nombrado, más tranquilo.

El caballero de Pegaso se notaba visiblemente avergonzado cuando exclamó:

—Dioses... Esta debe ser el peor reencuentro de la historia... 

Nadie se atrevió a decir nada, sin embargo, pasados unos segundos, un sencillo comentario provocó una carcajada en el castaño.

—Pequeño... Sé que puedo superarlo...

A duras penas, Ikki admitiría después que aquellas palabras provenientes del Dios también lograron hacerlo reír por lo bajo.

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Tanto Hyoga como Shiryu parecieron renuentes a las conversaciones al inicio. El primero por sentir una desconfianza creciente, el segundo por no sentirse listo para escuchar nada que no fuese de la boca del propio Pegaso. Con el pasar de los minutos, Shion había decidido que lo mejor era mantenerlos alejados del Señor del Inframundo, más no apartados del antiguo compañero de armas. 

Hades no parecía muy conforme con la idea, de acuerdo a lo que Seiya había leído en su neutral expresión, pero no se negó a abandonar el recinto cuando el castaño ingresó con la intención de reunirse con el resto de sus amigos. La conversación no había sido muy distinta de la que había tenido horas atrás. Tanto Cisne como Dragón habían comenzado a unir piezas y no hizo falta que Seiya diese mayor explicación sobre cómo regresó, sino más bien por qué. 

Es durante este punto que el moreno debe poner una pausa.

—¿Olimpo?—repite Shiryu, quieriendo asegurarse de que ha escuchado correctamente. Ante la mirada de Seiya reformula—¿Zeus...?

A Ikki no le sorprende como la sola mención del Dios aviva una llama que no había visto antes en los ojos de su antiguo compañero. Desde la Guerra, Seiya no había mostrado semejante recelo. Su ceño, antes liso, muestra una fina línea. Su boca hace una mueca que no llega a controlar. 

Es en ese momento que un bufido se escucha, y los cuatro pares de ojos van a parar sobre el rubio, quien luce incluso más enfadado que antes.

—Ustedes son realmente increíbles—musita por lo bajo

Cuando Hyoga abandona la habitación, Seiya intenta ponerse de pie para seguirlo. Es frenado por Ikki, quien continúa observando la dirección por donde el otro ha ido.

—No está enfadado contigo, Pony—declara, seguro.

—Por supuesto—es la confirmación que da Shiryu, tranquilo

Seiya se muestra confuso.

—¿Entonces...?

Shun suspira bajo, pasándose una mano por el rostro.

—Estos meses no han sido sencillos para nadie, Seiya—le recuerda— Hyoga estaba preocupado de que algo realmente grave estuviese ocurriendo, y no ha estado totalmente equivocado...

—Iré a hablar con él—informa Ikki, siguiéndolo

Ante la mirada de Pegaso, el Dragón explica:

—Hyoga pensó que Ikki nos tendría la confianza suficiente como para pedir ayuda si era necesario... Incluso si actuaba como si no le interesara... Luego de Shun, era el más preocupado...

El peliverde asiente.

—Nunca esperamos que esto fuese tan grande, Seiya... Solo con Hades era preocupante, pero con otros Dioses involucrados...

Seiya les mira un tanto apenado, pero se muestra seguro al decir:

—Comprenderé que permanezcan al margen en esto, chicos... Es nuestra batalla

El moreno le dedica apenas una sonrisa ladeada cuando responde.

—Eres nuestro hermano... Y es nuestra guerra también.

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