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'SAINTSEIYA. Entregado por Dios {HadesxSeiya} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

Hola~ Lamento la demora. Realmente había estado con otras cosas en la cabeza y no había pensado mucho más que en otro fanfic que estoy escribiendo ahora jeje. Espero les guste este capítulo, una disculpa por cualquier error que pudieran encontrarle.

 
 
Los Santos de Oro nunca pensaron que llegaría el día en que serían capaces fallar un juramento de la misma manera que el Santo de Sagitario había hecho casi tres décadas atrás. Atreverse siquiera a considerarlo les parecía inconcebible, pero estaban allí; delante de ellos, el escenario más inimaginable, más terrorífico, y, de alguna manera, más devastador que hubiesen imaginado nunca.
 
El niño que Ikki cubría en sus brazos era el mismísimo hijo de Hades. ¿Cómo podrían siquiera procesar la noticia? Las reacciones fueron diversas en el momento en que el Fénix explicó la corta historia que conocía... Incluyendo quién era el otro padre del pequeño Seiya.
 
En su vida nunca creyó volver a arrodillarse ante nadie, pero ahí estaba él, con Seiya tras su cuerpo, arrodillado ante los doce dorados que le observaban atentos, su frente chocando directamente contra el suelo.
 
—Por favor, necesito su ayuda...
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Ikki de Fénix había sobrevivido 4 años en las sombras, no sin cierto esfuerzo, debido a que nadie más que los espectros habían estado particularmente interesados en hallarle.
 
En ese punto de su vida, y la del pequeño Seiya, el joven de cabello azulado no sabía en quién confiar. 
 
Estaban por un lado su hermano y sus amigos, camaradas de guerra, y familia sin remedio... Luego los dorados, hombres poderosos capaz de hacer temblar los suelos. Juntos, igualaban las fuerzas de los Dioses más inexpertos, de acuerdo a la opinión popular... Finalmente estaban aquellos fantasmas del pasado. Espectros del Señor del Infierno que recorrían el mundo día y noche en su búsqueda.
 
¿Quién era amigo? ¿Quién era enemigo? Ikky no podía darse el lujo de tontear al respecto... En sus brazos, el hijo del hombre que amaba dependía de él. Y, como si eso no fuese suficiente, Seiya confesó que su otro padre no era otro más que el mismísimo Hades.
 
No le nombró antes, ni después. Apenas habían conseguido cruzar palabra luego del laborioso proceso de parto. Hoy día Ikky continuaba preguntándose cómo fue que se atrevió a realizar semejante procedimiento dado que apenas y sabía suturar heridas pequeñas, poco profundas... ¿En qué pensaba en ese instante? Lo sabía, aunque se negara.
 
La vida de Seiya estaba en peligro, y el bebé que afirmaba se encontraba dentro estaba en las mismas circunstancias.
 
Con solo unos analgésicos, y rogando que su actuar trajera más bien que daños, Ikky realizó un acto que marcaría su vida para siempre. Sin anestesia alguna, y usando un cuchillo de cocina que tenía apenas días de nuevo, el fénix realizó un corte transversal en el gran vientre del pegaso. Los gritos de dolor se le grabarían con fuego en la mente. Haciendo uso de lo poco y nada que sabía, Ikky extrajo al bebé que, a primer momento, no lloraba. El pánico cundió su rostro, y los gritos del castaño le regresaron al momento.
 
Así, malherido, con su bebé ensangrentado, y la mente hecha un lío, Seiya fue quien se dedicó a guiarlo hasta el último de los pasos. Lloraba y se retorcía, nada le había preparado para aquel momento.
 
Cuando todo terminó, solo hasta que sus castaños orbes pudieron observar el cuerpo diminuto del fruto de su vientre, Seiya se permitió perder el conocimiento.
 
Sin importarle cuánto continuaba sangrando, o los gritos desesperados del Fénix por traerlo de regreso.
 
Pasaron largas horas mientras que Ikki cuidaba celosamente al recién nacido antes de que el padre gestante volviera en sí. Cuando lo hizo, un rastro de dolor cruzó su rostro, Ikki observó maravillado como el solo sonido del inicio de un llanto borró todo rastro de aquello, dando paso a una enorme sonrisa que creyó nunca más sería capaz de mirar.
 
—Ikki... —llamó, con los ojos cristalizados, alzando sus brazos para alcanzar a su hermoso bebé
 
El fénix dudó, pero a regañadientes lo colocó entre sus brazos. Continuaba herido, y estaba seguro de que ese había sido un pésimo trabajo. Bajo las sábanas ahora limpias de la cama de su habitación —gracias a los Dioses, lejos del ensangrentado sillón de su pequeño recibidor— el Caballero de Bronce no consiguió admirar ni de lejos el pequeño brillo que poco a poco iba reparando los daños de su corte, muy lentamente.
 
—Es idéntico a su padre... —comentó Seiya, y en su voz hubo tal amor que Ikki deseó poder exigir un nombre
 
Una explicación. Un comentario. Cualquier cosa bastaba...
 
Pero la paz en su semblante era tal que no pudo pronunciar palabra alguna. Él mismo reconocía las facciones en aquel ser... Solo un hombre había visto antes con aquellas características.
 
—¿Por qué estás aquí, Seiya?—cuestionó luego de un silencio que le pareció eterno
 
Cuando abrió su puerta, Seiya solo gritaba que necesitaba ayuda, que su hijo moría sin que pudiera hacer nada para evitarlo, y que debían hacerlo rápido.
 
El antiguo Caballero de Pegaso no despegó su mirada del pequeño bebé, que se sentía gustoso en los brazos del castaño.
 
—Estoy huyendo... —confesó
 
Reconocía que para Ikki, eso no era suficiente, por lo que continuó.
 
—Hay Dioses persiguiéndonos, Ikki... Quieren matarlo... Y yo no puedo permitirlo. Él es mi hijo.
 
Al fénix no le quedaba duda de aquello. Suspiró pesadamente, listo para atacar con una larga ola de preguntas, pero el cansancio en el menor era evidente. Con cuidado, pero seguro, fue sacando al pequeño de sus brazos.
 
—¡Ikky!—se quejó, cuando reconoció sus intenciones, al moverse su expresión de dolor volvió
 
—Descansa un rato... Yo cuidaré de él.
 
Aunque Seiya intuía el peligro en el que estaban, decidió callar entonces, y reponer fuerzas. Si las cosas salían mal, debía ganar tanto tiempo como pudiera... 
 
Solamente así Ikki podría escapar con él.
 
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Cuando la noticia del embarazo del consorte del Inframundo llegó hasta el Olimpo, faltaron manos para detener al Dios de los Dioses. Sus advertencias poco o ningún efecto habían causado en su hermano quien, en clara ofensa hacia él, decidió desposar al muchachito ese, quien ahora compartía la divinidad de los Olímpicos, para su total malestar.
 
Zeus había sido discreto, hasta lo que fue posible. Era bien sabido que bajó hasta el mismísimo castillo de Hades para evitar la unión de éste con el alma mortal, sin éxito. Sin embargo, nadie había conseguido sacar siquiera un nombre de sus labios.
 
Todo lo que sabían los Dioses es que Hades, contra todo pronóstico, se había unido a un puro joven que apenas cumpliría la mayoría de edad.
 
Los momentos de paz en el cielo fueron pocos, debido a que la alegría del submundo incordiaba al Señor de los Cielos. En su mente, Hades, Dios de los Muertos, no tenía ningún mérito en su haber como para presumir de aquella manera su reciente felicidad. La soñaba efímera, como cualquier capricho mortal... Pero la condición del joven Pegaso era única.
 
Rescatado de la muerte, solo un Dios del calibre de su dueño podría regresarlo a la no existencia.
 
Y Hades mismo nunca mataría a aquel chico.
 
Enfadado como nunca, y envidiando la posible felicidad eterna de su hermano, Zeus no dudó en espiar sus visitas a la tierra. Comenzó por los espectros, curioso de la aumentada actividad de éstos fuera del Infierno... Y pronto supo de su hermano, acompañado de su consorte, quien, para su total desagrado, estaba en estado.
 
Fue más de lo que el Olímpico consiguió callarse. Demandó apoyo del resto de los Dioses, los cuales, en su mayoría, negaron rotundamente iniciar nuevos conflictos con el gran Dios de los Muertos.
 
Eran solo tres grandes, finalmente... Hades, Poseidón y Zeus eran lo suficientemente poderosos por sí solos. Unir a todo el Olimpo contra solo uno de ellos, era un riesgo por donde fuese visto.
 
Al saberse solo con su deseo de sangre, el Padre de los Dioses no dudó en usar cuanto estuvo en su poder para obtener información.
 
Así se enteró de las fallas en las constantes visitas que Hades realizaba en la tierra... Y en lo descuidado y confiado que se volvía a cada vez que llegaba.
 
Zeus solo necesitó un poco de paciencia, y hacer solo acto de presencia para convertir sus sueños en realidad.
 
Un descuido. Uno solo... Y lastimó a su hermano más de lo que lo había herido tantos siglos atrás.
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Seiya no tenía muchas distracciones en el Inframundo, y, las pocas que existían, habían disminuido considerablemente desde que los sanadores advirtieron a su Señor lo delicado de su estado. Pese a que no era un alto riesgo propiamente dicho, los sanadores no querían correr riesgos cuando se trataba de la salud del consorte. Seiya tuvo que exigir respuestas a solas para comprenderlos, y su respuesta le hizo sonreír, aunque rabiar al mismo tiempo.
 
"Si algo le pasara a usted, o al bebé en su vientre, seríamos nosotros los muertos" dijeron, y no había duda en sus palabras.
 
Aquello le pareció primero tierno, ambos hombres se preocupaban por su salud en verdad... Tanto como por sus cuellos. Aun cuando conocía el temperamental carácter del otro ante los errores, Seiya no pudo evitar decepcionarse un poco. ¿Le temían lo suficiente a Hades como para sacrificar SU tiempo libre? ¿Qué debía hacer él para ser igual de respetado?
 
Quizá si conseguía probar que él asustaba al mismísimo Hades, conseguiría su temor. Aquello resultó ser la mejor idea para sobrellevar su embarazo... Y su más placentera distracción.
 
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Convencer a Hades de ir al cine no había sido tan complicado como él esperaba. El verdadero inconveniente resultaba en alcanzar las salas en los horarios establecidos cada vez que salían juntos a la tierra. A Seiya se le pasaban las horas pululando por su antiguo hogar, causando así que ni una ocasión alcanzaran la función de la película que quería ver en esa oportunidad.
 
Un día, mientras caminaban por las calles de Tokyo, Seiya miró un largo rato la cartelera y los próximos estrenos. A su lado, su esposo terminaba de comer el helado que, minutos antes, su amante exigiera. El sabor le desagradó de sobremanera, y él no estaba muy interesado en desperdiciar aquellos 20 minutos de fila de su infinita existencia. El castaño estuvo a nada de memorizar los títulos completos mientras pensaba en sus próximos pasos. Hades nunca le sacaba dos veces en una misma semana, y si lo hacía, era un día detrás de otro. Usualmente, nunca salían los mismos días de la semana. En aquella ocasión, ya sabía de antemano que saldrían el próximo fin de semana, por tanto, la ocasión posterior a esa saldrían entre semana, lo cual limitaba un poco sus opciones.
 
Hades sencillamente le observaba, por su expresión, casi podía adivinar el rumbo de sus pensamientos. Su esposo era verdaderamente un libro abierto. Su rostro siempre delataba más de lo que estaba dispuesto a admitir. En cuanto se giró hacia él, Hades ya había sacado la cartera, haciendo a su vez sonreír al más joven.
 
—Sabía que había una buena razón por la cual me casé contigo —dijo, risueño,  tomó su brazo con emoción, mientras se encaminaban hasta la fila del cine, en el trayecto, Hades tiró los restos del helado
 
Solo los Dioses podían tener la paciencia que exhibía en ese momento.
 
—¿Cuál será? —cuestionó, no sin cierta nota de fastidio
 
Su joven amante agradeció que estuviese allí incluso cuando no quería realmente. La fila parecía no avanzar... Y había demasiada gente aun delante de ellos. ¿Era realmente necesario aquello? Pensaba en apuesto Dios, hasta que una diminuta sonrisa cruzó sus labios
 
—Quiero ver Superman —informó Seiya, seguro, antes de sonreírle tan ampliamente que parecía iluminar la estancia entera.
 

Sí, era malditamente necesario. Las sonrisas de su esposo valían eso y más.

 
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Notas finales:

 

Los siguientes capítulos pueden resultar confusos -creo, aunque yo los leo y pienso que es claro, podría ser que no lol-, porque se tratan sobre esa noche particular... La verdad quería abordarlo desde varios puntos, y no logré resitirme a poner varias perspectivas, por decirlo de alguna manera. Espero que cuando lo suban puedan entretenerse como yo cuando yo escribí jajaja. Bonito día


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