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El bucle de óbito por Ilusion-Gris

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Sentía los músculos de sus piernas tensarse y los talones adoloridos por el ejercicio impuesto al que no estaba acostumbrado.

Lo único que podía hacer por Katsuki era correr y llegar antes que aquel villano.

Decir que no tenía ni una pizca de miedo sería pecar de soberbia.

En medio de sus pensamientos permanecía uno intacto. ¿Podré ser de ayuda?

Lo más extraordinario que le había ocurrido en su vida, curiosamente, recaía en el presente. En estar atrapado en medio de aquel siniestro puente, corriendo por una persona que alguna vez fue su amigo, del que había obtenido desprecio y una imagen clara de su espalda a la distancia. Pero pensar no le estaba resultando productivo, y por una vez en su vida, se convenció que podría actuar como un héroe. Aunque no tuviera una capa a su espalda, ni un nombre por el cual ser llamado en caso de auxilio, y lo más importante, una particularidad.

En la profundidad de su ser nació la idea de que para ser un verdadero héroe no era necesario tener un quirk. Y se abrazó a ese pensamiento, cubriéndolo con todas sus fuerzas, para que su luz no se extinguiera, para que iluminara los rincones más sucios y oscuros de su ser, para que en él se arraigara hasta sus cimientos, y derrumbara sus temores sustituyéndolos por esperanza. 

—Puedo hacerlo —murmuró cuando lo vislumbró.

—¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó Kirishima antes de ir a buscar su automóvil en el estacionamiento de la agencia.

Chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

—Tienes una cita, ¿no? —pronunció con molestia—, lárgate de una vez que no necesito de ti cuando estoy a un par de cuadras de la estación.

El pelirrojo sonrió y se alejó, antes de que le soltara una maldición por su persistencia, pensando que no le había mencionado que saldría con Denki. Quizá el perfume que se roció encima lo delató.

Bakugou con su habitual cara de enfado metió las manos a los bolsillos de sus pantalones y caminó con los dientes apretados.

Los últimos días había estado sometido a un estrés considerable, patrullaba con normalidad, pero sentía que había alguien observándolo.

No sabía qué mierda ocurría a su alrededor, ya había hecho todo lo que estaba en sus facultades y que nadie más, a parte de él, lo notara, lo tenía visiblemente alterado.

«Gira a la derecha abruptamente, cambia de dirección, mira sobre tu hombro, apresura tus pasos en medio de la multitud e intenta leer las expresiones de aquellos que te rodean», eran solo unas de las pocas acciones que tomaba para encontrar a aquel bastardo que lo acechaba.

Detestaba la sola idea de tener un acosador; si gritar exigiendo que aquella persona diera la cara no fuera peor que admitir que no era capaz de desenmascararlo, ya lo habría hecho desde el inicio —o a cada instante en el que se encontraba en un punto de quiebre por la ira—.

Se estaba agotando, incluso había hurgado en los registros de aquellos posibles enemigos que se hubiese ganado a lo largo de su carrera como héroe, candidatos tenía miles, pero ninguno encajaba con el perfil, que logró deducir, de la persona que lo seguía.

Quizá se trataba de algún fan, pero había descartado la idea de tajo, no creía que un ciudadano común tuviera la habilidad para hostigarlo sin que él lo hubiese antes descubierto. Se trataba de alguien con una particularidad de cuidado.

Aunque últimamente ya no sabía qué creer. Kirishima no lo había advertido, era la persona que soportaba tener por más tiempo a su lado, y su amigo parecía ignorar la presencia intrusa que estaba sobre sus pasos.

Una pequeña parte de él sabía que debía pedir ayuda, pero la parte más arrogante le impedía hacerlo.

En ese momento tenía la intención de ir a su departamento, el que había rentado por quedar cerca de su agencia, pero entonces cambió de parecer y se dirigió a la casa de sus padres; no recordaba la última vez que tuvo el tiempo para visitarlos y de escuchar las quejas de su madre.

Sus puños estaban cerrados, ejerciendo fuerza en sus palmas y provocando que las venas de sus brazos sobresaltaran de su piel.

Dentro de la anormalidad, todo estaba como siempre, alterarse y girar la cabeza en todas las direcciones había resultado tan ineficiente como detenerse y esperar que esa persona lo enfrentara. Se estaba cansando de su situación, sin embargo, no enloquecería por su culpa. Era un héroe profesional, ya no era el adolescente que explotaba a la primera provocación.

Intentó tranquilizarse para no perder el control de sus sentidos.

A mitad de camino, pensó que era mejor tomar un desvío, no serviría de nada, pero al menos lo intentaría. Igual y por fin lograba atraparlo.

Avanzó hasta llegar al puente que debía cruzar para llegar en un par de minutos a su destino, sin embargo, pensó que tal vez debería tomar otro camino más largo.

«¡A la mierda!», concluyó harto de actuar con cuidado por culpa de un bastardo que no se atrevía a dar la cara.

Exhaló con fuerza y maldijo en voz baja por la actitud, que catalogó como cobardía, que tuvo hasta ese momento.

¡A la mierda! ¡Quién sea que se atreviera a enfrentarlo debía estar loco al creer que lograría asustarlo!

¡A la mierda todo! ¡Más le valía aparecer pronto, porque entre más tarde más dolorosa sería su muerte!

Había llegado a su límite y cruzó el puente sin contener toda la rabia que lo embargaba, hasta parecía que podía exhalar fuego por la nariz de tan cabreado que estaba.

—¡Kacchan! ¡Kacchan! —A la distancia observó a un chico gritar el estúpido apodo que le puso Deku.

No podía ser verdad. ¿Era realmente el chico?

—¡Kacchan, escucha! —decía con desesperación.

Se había detenido inconscientemente.

¿Qué hacía Midoriya allí?

—¡Tienes que dar media vuelta y marcharte! —corriendo, se acercaba, sin parar de gritar.

Estaba seguro que en cualquier momento tropezaría.

—¡Ahh! —exclamó como única respuesta enarcando una ceja.

—¡Estás en peligro! ¡Sálvate! —Su patética voz ahora era más clara, el mismo tono agudo que siempre le molestó.

Lo vio tomar impulso y en un instante su muñeca había sido presa por sus dedos fríos.

—Por favor, tienes que confiar en mí, tenemos que salir de aquí —dijo con una expresión demasiado seria.

Nunca lo había visto así, ni siquiera imaginó que fuese capaz de actuar con tanta determinación. 

De un tirón se desprendió de su agarre y le lanzó una mirada de desprecio.

—¿Eres tú el que me ha estado siguiendo? —sus facciones se endurecieron—. ¡Contesta ya, maldito nerd!

No se inmutó ante sus palabras y volvió a intentar sujetarlo, pero Katsuki retrocedió y la ira en su rostro se acentuó.

—No podemos perder más tiempo... —Trató de convencerlo y se abalanzó hacia él empeñado en sacarlo de ese puente.

Sus reflejos y fuerza no se comparaban a los del héroe, y en un instante, Midoriya estaba boca abajo con el brazo doblado en la espalda.

—¡Me explicarás ahora mismo qué es lo que está pasando contigo! —Con la mano en su nuca lo empujó para aplastar su rostro contra el asfalto—. Mas te vale que tengas una buena excusa —dijo con la amenaza viva en la voz.

—Lo siento, tienes que confiar en mí... —el chico que estaba debajo habló con dificultad.

No lo había notado antes, pero lucía agotado y pálido, como si hubiera estado corriendo por horas. Y para nada lucía como alguien capaz de perseguirlo sin ser pillado, solo era Deku con su incompetencia de siempre.

—¡No estoy escuchando una explicación coherente, maldito! —Volvió a ejercer presión en su nuca para convencerlo de que lo mejor era que comenzara a hablar.

—¡Ya lo intenté, no puedo hacerlo, es mejor que huyamos!

Se retorció bajo su peso para liberarse, pero Bakugou no lo dejaría escapar tan fácilmente.

—¡¿Qué mierda estás diciendo?! —expulsó con enfado, verlo tan nervioso lo ponía a él ansioso.

—No hay tiempo, déjame sacarte de aquí —pidió esta vez con voz trémula.

Había vuelto a perder.

Bakugou sintió un ligero toque en sus sienes, y una luz blanca lo deslumbró.

—¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó Kirishima, preocupado por la expresión confusa de su amigo.

Observándolo sin parpadear, frunció el ceño y se acercó al héroe para tomarlo por las solapas de su chaqueta.

—¡Esto es una jodida broma que me explicarás ya mismo! —demandó con el rostro pálido.

—¡Hey, hey, hermano! —Apartó con gentileza sus manos—. ¿De qué estás hablando?

No logró identificar ni una pizca de burla en su semblante, por el contrario, parecía tan aturdido como él.

—Vete a la mierda... —farfulló y dio media vuelta para alejarse de Kirishima.

El otro se quedó boquiabierto por su extraña actitud, sí, Bakugou no era precisamente la persona más amable que conocía, pero por lo menos nunca reaccionaba mal sin una razón aparente.

—¡Puedo llevarte a casa, no hay problema! —gritó con las manos alrededor de su boca y al percatarse de que lo estaba ignorando decidió rendirse.

«Ya mañana investigaré qué le pasa», pensó mientras se dirigía a su automóvil.

[...]

Katsuki estaba seguro que no había tenido una alucinación, y mucho menos si esta implicaba a su amigo de infancia del que no sabía nada desde hace años.

Sin pensarlo dos veces caminó de nuevo al puente donde todo se torció para mal.

¿Qué estaba pasando? Podía apostar que Deku estaba detrás de esa locura, por algo le había pedido frenéticamente que se alejara de allí.

¿Debía hacerle caso y cambiar de dirección? Por supuesto que no, él tenía que saber que estaba sucediendo, y no le daría la espalda a ningún problema por más fastidioso que fuese.

—¡Kacchan! ¡Kacchan! —distinguió con facilidad al chico de pecas en el rostro.

Esta vez logró avanzar más allá de un tercio del puente —espacio que recordaba haber recorrido— y la visión de Izuku parecía la misma.

Algo hizo clic en el cerebro del más bajo, porque se detuvo cuando estuvo a unos metros de alcanzarlo.

—¿Lo recuerdas? —cuestionó con auténtico asombro. —Debe ser porque te toqué, lo mismo sucedió con el estudiante de Yūei.

Bakugou no tenía ni idea, pero el que alguna vez fue su amigo había estado atrapado en la misma escena por lo que podría relacionar con una eternidad. Una y otra vez, había llegado tarde, la persona detrás de aquel misterio había ganado, arrebatando su existencia y provocando el retroceso en el que estaba envuelto.

Estaba tan desesperado, su espíritu al límite, que en un arrebato lo tomó de la muñeca para sacarlo de allí. Se sentía cansado, drenado hasta lo imposible, pero había notado, en un par de ocasiones, que el estudiante que lo tocó al intentar ayudarlo lo buscaba para pedir una explicación, él no podía hacerlo, ni siquiera él lo entendía, y hasta ese momento desconocía cómo es que ese chico se había metido en su bucle, pero todo cobró sentido. Debía ser por el contacto físico.

—¿Qué es lo que está pasando? —su tono tranquilo fue más aterrador que su voz alterada.

Sin poder evitarlo, sintió un poco de alivio, al menos los dos podrían encontrar la forma de librarse de aquel villano.

—Hay alguien intentando asesinarte —dijo sin más.

Una eternidad, al menos hasta que él ya no soportara más y su luz se apagara, era lo que creía que podrían durar de desearlo. Explicarle todo detalladamente en esta ocasión o en la siguiente, no hacía mucha diferencia, pero no sabría decir cuánto más podría resistir.

El héroe quería gritarle y ordenarle una respuesta más clara, al menos, una que tuviera sentido, una en la que retroceder en el tiempo fuese razonable, pero el aspecto de Deku le daba una idea de lo mucho que debía estar sufriendo.

—¿Quién es esa persona? ¿Por qué parece que regresamos en el tiempo? —Para ser todo tan confuso, parecía adaptarse con rapidez a la situación.

—No lo sé —contestó con honestidad, aunque quisiera, seguía sin encontrar una razón coherente—. Simplemente, antes de que desfallezcas, regresamos diez minutos en el tiempo.

Una de sus cejas se alzó:

—¿Diez minutos? —preguntó frunciendo el ceño—, por lo menos yo regresé media hora.

Sus palabras no lograron perturbarlo, ya todo parecía una locura, que un disparate más, no era gran cosa.

—Lo lamento, te salvaré, encuéntrame de nuevo aquí...

¿Que Deku lo salvaría? Debía ser una jodida broma.

Estuvo a punto de soltar un montón de palabrotas, pero antes de que abriera la boca, ya estaba con el cerebro fundido y con un mareo que lo tiró al suelo.


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