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El bucle de óbito por Ilusion-Gris

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A la distancia Hawks vislumbró al chico de rizos desordenados ponerse de pie con dificultad y emprender camino arrastrando los pies; trastabillando cada vez que intentaba aumentar la velocidad de sus torpes pasos y con los brazos colgando como peso muerto a sus costados.

Aproximándose a su espalda con sigilo, para tomarlo por sorpresa, el aspirante a héroe lo sujetó por debajo de los brazos y lo alzó en el aire antes de que pudiese reaccionar.

Izuku gimió asustado por el repentino asalto y después de unos segundos su cuerpo se relajó en los brazos del ser alado.

La intención de Hawks era interrogarlo a una altura considerable para privarle del derecho a resistirse a responder a sus preguntas, pero el de pecas en el rostro se había desmayado antes de que iniciara la charla que había destinado para ellos.

Con cuidado lo bajó y lo recostó en el asfalto para poder examinarlo. Notó un ligero temblor en sus manos, la piel pálida y la expresión de concentración que aún mantenía en la inconsciencia, como si su cuerpo se hubiese desconectado, pero su cerebro continuara trabajando en algo más que mantenerlo con vida.

Sostuvo la muñeca del joven para sentir su pulso, de esa forma quería asegurarse de que no lo dejaría enfrentar solo la enrarecida realidad en la que estaban atrapados. Había alcanzado la cúspide, había rebasado el límite, estaba asustado de no poder hacer nada para sacarlos de allí.

Sin percatarse, a su alrededor el mundo comenzó a distorsionarse, hasta que por el rabillo del ojo alcanzó a distinguir movimiento.

Por acto reflejo Hawks encajó los dedos en la piel del inconsciente Izuku.

Los colores se mezclaron y las formas se fundieron, y como si estuviesen en una especie de cápsula que los protegía del exterior, todo lo demás parecía desplazarse, primero hacia delante, luego hacia atrás, y así sin parar un instante. No percibió frío ni calor, ni siquiera una ráfaga de viento que le vinculara con lo que estaba sucediendo.

Nunca había experimentado nada similar, y sin soltar al joven se armó de valor para prestar mayor atención, para no perder ni un detalle, se forzó a percibir algo normal en medio de tanto caos.

Mantener la vista fija se volvió doloroso, se sentía mareado y con ganas de vomitar, comenzó a perder energía y a percibir todo más oscuro, sin embargo, cuando estuvo a punto de darse por vencido lo descubrió por fin.

Dabi pasaba una y otra vez a su lado, un par de carros lo imitaban, a veces parecía que las lámparas se encendían, el cielo claro comenzaba a ensombrecerse, pero sin llegar a hacerlo del todo.

Las formas imprecisas y borrosas empezaban a tener sentido, y al enfocar de nuevo la vista en el de cabellos verde cromo, la expresión dolorosa que mantenía también cobró significado.

Era él quien alteraba ese específico lapso de tiempo. 

El impacto del gran descubrimiento provocó que lo soltara, en cuanto sus dedos se deslizaron de la muñeca de Midoriya fue como si hubiese sido arrojado bruscamente al inicio; la cabeza le martilleaba con violencia y Hawks se tiró al suelo para contener el dolor entre sus manos.

Escuchó la voz de Dabi llamarle, en tonos distintos, con diferentes frases, a veces sentía que lo tocaba, otras que solo se mantenía junto a él, pero ya no sabía distinguir el inicio y el término, parecía que todo se había convertido en un sólido bucle.

Se encontró desorientado y aturdido cuando de pronto advirtió que la realidad se acentuó de nuevo a su sitio, al menos de una forma soportable para su cuerpo y mente.

—¿Te sientes bien? —Le preguntó su compañero—. De repente te quedaste parado sin reaccionar.

Hawks bajó la vista hasta sus pies y se descubrió inmóvil, con una mano suspendida en la correa de su bolso, y con el uniforme intacto.

Sin perder tiempo estiró sus alas y se elevó en el cielo para alcanzar al joven que era el único capaz de sacarlos de allí. Sus plumas rojas se agitaron por el viento, y la sensación le infundió cierta tranquilidad junto con la baja temperatura que lograba percibir.

Midoriya ya se estaba poniendo de pie, y antes de que lograra su cometido, Hawks le lanzó dos de sus plumas que traspasaron las mangas de su camisa y se encajaron con firmeza en el concreto, anclándolo al suelo para impedirle moverse del sitio.

—¡Qué rayos! —Respingó pasmado por su actual condición.

Descendiendo llegó hasta al chico y se inclinó para mirarlo a los ojos.

Izuku estaba más que exhausto y totalmente ajeno a su propia particularidad.

Hawks abrió la boca para comenzar a explicarle lo que había descubierto, pero antes de emitir cualquier sonido inteligible la cerró de golpe.

Tenía la fuerte sospecha de que no le creería por más que se desgastara en intentar hacerlo comprender.

—¿Cuál es tu nombre? —Intentó por otro medio.

Desconcertado, Midoriya estaba por negarse a responder, al creer firmemente que no podía perder más tiempo, pero al tirar de las plumas en sentido contrario con la fuerza de sus brazos para liberarse, se dio cuenta que eran más rígidas de lo esperado e imposible de apartarlas sin lastimarse en el proceso.

—Midoriya… Izuku Midoriya —respondió titubeante por la actitud del estudiante que antes hubiese ignorado. No se había percatado en qué momento cambió tanto.

Incluso a través de su mirada Hawks podía divisar la determinación de Izuku.

—¿Qué es lo que hay al final del bucle, Midoriya? —cuestionó reuniendo todo el autocontrol que poseía para no exponer enseguida su objetivo.

Desesperado el chico retrocedió y se impulsó con las piernas para desprenderse de las plumas, poco a poco la tela se fue rasgando y Hawks lanzó cuatro plumas más para anclarlo con mayor solidez sin posibilidad de escape.

—¿Qué es lo que hay al final del bucle, Midoriya? —Repitió con el rostro inmutable.

—¡Mi amigo, Katsuki Bakugou! —Expulsó con frustración e impotencia—: ¡Tienes que dejarme libre para que pueda salvarlo!

Sin ceder, lo observó detenidamente antes de continuar.

—¿Sabes cómo es que controlo las plumas de mis alas incluso aunque se desprendan? —Sabía que ante ojos ajenos debía interpretarse como el peor de los momentos para ponerse a debatir sobre su poder.

Midoriya gruñó exasperado.

—¡No lo sé! ¡Claro que no tengo idea! ¡Solo libérame, por favor! —Sus ojos se volvieron vidriosos, pero no derramó ni una lágrima.

Debía estar reencontrándose con Kacchan, no en medio de un interrogatorio sin sentido. No entendía qué era lo que deseaba conseguir el estudiante frente a él.

—Con mi mente. ¿Suena sencillo? No lo es ni un poco, es como tener extremidades flotantes en todas partes. Pero al igual que no nacemos aprendiendo a hablar, tampoco lo hice sabiendo controlar mi quirk —declaró consiguiendo una pizca de atención por parte de Izuku—, se necesita concentración, práctica y… El don.

Asintió con la cabeza y luego observó las plumas que le impedían levantarse. Debía armar un buen plan antes de volver a caer preso por el aspirante a héroe.

—Entiendo… —habló con voz trémula y suplicante—. Ahora ¿podrías dejarme ir?

Hawks lo tomó por los hombros —después de todo, seguía siendo un adolescente de quince años intentando razonar con un joven de veinte—, sin embargo, comprendía que no sería fácil de digerir, podía imaginarse a Midoriya creciendo y desarrollándose con la idea de no poseer ninguna clase de particularidad. Con la creencia de ser una persona común. Aunque podía advertir gran potencial en Izuku, un verdadero espíritu de héroe, capaz de sacrificarse a sí mismo por alguien más. Midoriya Izuku era mucho más de lo que cualquiera podía dar crédito, mucho más de lo que él mismo se reconocía.

Hawks estaba tratando de ponerse en su lugar para lograr llegar a él, para que sus palabras fuesen captadas en su totalidad y así pudiese sacarlos de allí. Pero Midoriya tenía la cabeza en otro lado, en Bakugou para ser precisos.

—Estoy seguro que hay quirks complejos, difíciles de exteriorizar, tan extraños que consiguen pasar desapercibidos, quizá solo una fuerza muy superior puede hacer que salgan a la luz… Incluso ahora con la tecnología, con los conocimientos y avances, siguen existiendo cosas que no logramos entender, que van más allá de nuestra imaginación —declaró sin apartar la mirada, intentando capturar la de Izuku, transmitiendo con sutileza su hallazgo.

Con un gesto que denotaba su confusión quiso darle la razón para que lo liberara.

—Sí…

Midoriya no estaba entendiendo y sabía que estaban a nada de retroceder en el tiempo.

Encajó con más fuerza sus dedos en los hombros ajenos.

—Tú tienes el control, tú eres quien nos mantiene metidos en este bucle de tiempo, puedes hacer más que esto, estoy seguro.

Antes de desaparecer de su vista sonrió para infundirle todo el ánimo y apoyo del que era capaz de proporcionar. Él no podía luchar contra un quirk tan poderoso.

[...]

En cuanto regresó, al tercio del puente en el que estaba condenado a iniciar, se apresuró a llegar hasta Katsuki, rogando que el chico alado no se volviese a interponer, y cuando lo vislumbró esperando por él soltó un suspiro de alivio. Estaba seguro que juntos encontrarían la forma de salir vivos de allí.

—¡Kacchan! —gritó con todas sus fuerzas, ignorando que ya no sentía las piernas y que apenas se podía mantener con los ojos abiertos—. ¡Tengo una idea, podemos…!

Interrumpiéndolo, Bakugou se adelantó a sus palabras.

—¡Ha sido suficiente! —Sentenció con una expresión indescifrable—. Quiero que rompas este jodido bucle de óbito y me liberes.

A pesar de que lo último no lo dijo en voz alta, dejó más que en claro, por el tono que empleó, que no permitiría una réplica.

Obviando el hecho de que él no podía controlar el bucle, tuvo la valentía de expresar.

—Si se rompe morirás… —Por dentro sabía que lograrían superar la actual situación—. Debemos aprovechar…

De nuevo Katsuki no le permitió terminar.

—¡Escucha! —Gruñó con violencia—. No quiero que te involucres más. No regresaré a este maldito puente, y por lo que he descubierto, no cuentas con el tiempo suficiente para llegar hasta mí si yo decido no encontrarte más.

—No… Nosotros podemos… Yo puedo… —No se rendiría, no cuando la vida de Bakugou estaba en juego.

—Adiós —dijo sin más. Determinante y sonando un poco irritado.

Lo vio girar y alejarse. Aún sin poder creerlo estiró la mano para alcanzarlo, pero antes de concretar la acción fue arrojado hacia atrás en el tiempo.

Debía estar muy agotado, tanto para alucinar con aquella conversación con el héroe.

Debía ser una broma más de su mente.

Aunque su mente ya estaba tan trastornada desde que esa locura inició.

Esta vez ni siquiera fue capaz de ponerse de pie, se quedó tirado en el puente, rezando porque el estudiante de alas rojas se apareciera frente a él y lo ayudara a llegar hasta Katsuki, o que el héroe lo buscara, para poder hacer algo, cualquier cosa.

Sin embargo, el tiempo transcurría, se dilataba y se contraía, se extendía y se reducía. Y él seguía con la cara contra el pavimento.

Podía sentir a ambos chicos alejarse de él, al estudiante retroceder, a Bakugou seguir sin él. Podía sentirlos atrapados en el mismo bucle.

Y se dio permiso de llorar. Porque no tenía más fuerzas, porque no tenía un quirk, porque seguía siendo inútil.

Pero sobre todo, porque el destino de Kacchan era la muerte y no podía hacer nada para evitarlo, por más que lo deseara, por más que lo había intentado.

Volvía a sentir el tiempo estirarse, encogerse para volver a ensancharse y así regresar a comprimirse.

Giró sobre sí mismo hasta quedar de cara al cielo.

Las nubes pintadas de rojo hasta volverse rosas, las más cercanas al sol pintadas de naranja hasta volverse amarillas, y de fondo un azul cerúleo.

Era el atardecer más hermoso que había tenido la oportunidad de contemplar en su vida, y estuvo todo el tiempo ahí, majestuoso y sublime sobre el puente de alguna parte de su ciudad.

Una lágrima resbaló sobre sus frías mejillas.

Ya no quedaba nada, sentía que estaba a punto de morir de cansancio y su cuerpo estaba deseoso por abandonarse a la inconsciencia.

—Si pudiera controlar el tiempo, desearía contar con más para evitar que Kacchan esté en peligro —murmuró y con ello gastó la última gota de energía.

Con aquel pensamiento cerró los párpados y dejó de escuchar, de oler y de sentir. Dejó de percibir y todo lo que conocía se redujo a nada.

[Tic, tac, tic, tac.]

El molesto sonido del reloj que colgaba de la pared frente a él lo obligó a despertar.

Se talló los ojos con pereza y se enderezó buscando sus pantuflas para ir al baño.

Tropezó con un bote de ramen y solo lo hizo a un lado con el pie antes de llegar al lavabo.

Tomó entre sus manos un chorro de agua que salía del grifo y se empapó la cara con brusquedad. Buscó a tientas la toalla hasta sentir la tela áspera en la punta de sus dedos, jaló de ella y la acercó a su rostro para secarse.

Tenía muchas ganas de orinar, pero todo estaba tan oscuro y él tan somnoliento que decidió prender la luz, estiró la mano hasta dar con el interruptor. El reflejo del espejo le arrojó claramente un Izuku más joven de lo que podía recordar.

—¡Ahh! —Gritó asustado y se tiró de rodillas por la impresión—. ¡¿Qué fue eso?! —Se preguntó en el piso y se arrastró hasta el umbral de la puerta para asomarse y asegurarse que estaba en su habitación.

Los posters de All Might y las figurillas de acción le hicieron pegar un respingo, las cortinas y el desorden casi le provocan un desmayo.

Definitivamente era su habitación, pero era la que tuvo un par de años atrás.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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