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Tu la guerra, yo la muerte. por MichaelJ2099

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No conforme con que su piel era de casi de mármol palideció aún más. Tenía un sudor frío que brotaba de su nuca acompañado de un escalofrío en su espalda. Golpeó sus mejillas con las palmas.

-¿¡QUÉ HE HECHO!?- Susurró lo más bajo que pudo pero con clara ansiedad y los ojos tan abiertos como los de un búho.

A la vez que desmesuraba su mirada, recordaba la sorpresa que invadía los mares azules del asgardiano, como sus párpados se abrían cual arena que desaparece por una larga y profunda ola. El mutismo y la linea recta de sus labios cuando colocó ese pedazo de paño en ellos. Pudo ver su mandíbula tensa, todo su cuerpo endurecido ¿y él? 

Bien, se alejó con camino elegante y pausado mientras decía unas palabras que ahora no recordaba y se perdía por el pasillo.

-Por las barbas de Odín.- Se repetía una y otra vez, esta vez obligando a sus ojos cerrarse con los dedos. 

Una indirecta, un paño que detuvo el impulso totalitario de su cuerpo. Una intención plasmada en un gesto meticuloso, sutil y a la vez, atrevido.

Un beso indirecto. Al mismísimo Albert Einst-- que diga a Thor, hijo de Odín, príncipe y heredero único al trono de Asgard. ¿Por qué? ¿qué fue aquello que se apoderó de él en ese momento?

"Yo nunca debí existir en esa mesa, en ese momento, en esta vida..."

Casi golpea su cabeza contra la puerta de su habitación, pero supo que si lo hacía alertaría a Fikir. Caminó nerviosamente, casi levitando tratando de no hacer demasiado ruido, se mordía la punta de su pulgar mientras subía un calor por sus pantorrillas hasta su cabeza. Esos estúpidos bocadillos debían haber hecho algún atrofio en su ser, algo se desconectó... 

Estaba totalmente convencido de que lo que había sucedido, había estado mal, que surgió de un impulso y se estrelló de lleno contra la pared de error. 

Finalmente desvalido por lo que sentía que era su fuerza de voluntad se dejó caer de rodillas en el suelo, cubriéndose avergonzado (aunque nadie lo viese) con ambas manos. Su cuerpo caía por episodios, esa extraña y ajena figura del forastero cada vez iba desgastándose más.

¿Por cuánto tiempo permanecerá allí?

¿Cuál es el tiempo límite que él deberá ser un sin nadie disfrazado? no era como que él fuese alguien importante de donde venía, pero al menos era un sin nadie que no llevaba una máscara. Puso sus brazos a sus costados intentando calmar los escalofríos que le acorralaban la garganta, se sentía desfallecer por algo tan insulso que aún así importaba demasiado.

"¿Por qué siento esto? Ahora mismo, me encuentro confundido... Soy alguien, pero no estoy seguro de la voz que hay en mi interior, siento que a la vez QUIERO ser alguien, otra persona distinta a como me conocía. Sin embargo, el cambio me aterra."

-Yo jamás podré dejar de ser lo que soy.- Se dijo.

Derramó su ser en el suelo, sintiendo como la frialdad de éste le recordaba lo que era... Un monstruo, el objeto de terror que toman los padres para asustar a los niños a la hora de dormir.

 

Olvidando el tiempo que corría veloz y silencioso, terminó por no cerrar los ojos y fijarlos en el techo, hasta que lo que fuese que se movía en su interior, cesara. ¿Cómo estar seguro de que lo que siente es malo?

Claro, no había más explicación que el simple hecho de que él era uno de los enemigos principales de la nación asgardiana, sino es que de todos los reinos. Que había inventado un personaje que en realidad jamás existía ni existió y tampoco existirá. Que no dejaba de ser un peón de un plan mayor. Pintaba una piel que no era la suya y tomaba emociones discretas de alguien anónimo.

¿En verdad creía eso?

Realmente, ¿todas las acciones hasta ese momento era ajenas a él? ¿era un libreto ensayado con antelación?

La persona que besó indirectamente al príncipe y el que ahora se hunde en la ansiedad, ¿no es la misma persona?

Se quedó en silencio, deseando que Aren no regresara pronto. Mientras acallaba su lengua, en su mente, solo tenía cabida para la constante repetición de los momentos atrás bajo la wisteria de hermosa figura y la sorpresa de alguien a quien se le ha arrebatado un beso.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

El enésimo asgardiano salía volando de la arena con un metálico estruendo al chocar. Como si de una coreografía se trataba Aren giraba sus talones y alzaba los brazos victoriosos, otra vez.

Como si fuese la primera vez, Liv volvía a aplaudir del mismo modo que lo haría un empedernido de la bebida viendo llegar su tarro. Era el mejor ejemplo, el embriagador encuentro no había hecho sino acentuar más de dos acciones particulares. 

Volstagg se recargaba totalmente exhausto. Llevaban horas de práctica y desde que Aren había tomado el turno de contra ataque, no habían parado. La orden de Hogun fue: "Quien logre derribar a este hombre, podrá irse temprano a descansar" ahora todos descansaban pero en paz, porque Aren los dejó molidos.

Ya no quedaba contrincante con el suficiente coraje, los que aún estaban de pie solo se alejaron un poco y regresaron cautelosamente sus armas al lugar designado. Fandral finalmente con la frente llena de perlas de sudor hizo un gesto con las manos pidiendo un descanso.

-¿Pero cómo? ¡Apenas vamos comenzando!-Exclamaba el jötun escondido en piel morena. Sonreía más que antes y parecía aún más entusiasmado. El sonrojo de su rostro ya se había combinado totalmente con el enrojecimiento por la actividad física a la cual, nadie podía seguirle el ritmo.

Durante sus días previos cuando luchaba con gracia y burla ante el gremio asgardiano siempre pensaba en las cabezas rodando de sus compañeros de entrenamiento, en el sufrimiento que invadiría a los guerreros; Volstagg, Fandral, Hogun, Sif cuando él fuese quien liderara la gran caída de Asgard. ¿Cómo era capaz de ser tan sangre fría? Seguramente regalo de su padre.

Sin embargo, ahora mismo, no podía siquiera conciliar una idea así de desalmada, no existía esa posibilidad en esos momentos. Ahora mismo, solo podía girar a una dirección y era la misma donde estaba cruzada la muchacha de cabellos verdes, de generosas proporciones y baja estatura. Ella tampoco parecía prestar atención a algo más, si acaso algunos comentarios de Sif y Fandral, momentos mismos donde Aren sentía la impotencia de reclamar nuevamente su atención.

La imagen que daban era realmente obvia y palpable, aún así, ninguno de ellos se dirigía al otro de manera directa. Solo sonreían tontamente y casi no hablaban. Tras varios últimos intentos decidieron dar por finalizada la práctica del día. Los sacos de huesos molidos se movieron con lentitud para retirarse de la arena, una que otra mirada de odio se posaban en el joven Aren pero jamás se dio cuenta de esto.

Sonreía aún en medio del sitio. 

-Has estado mucho tiempo por aquí ¿deseas que te acompañe a tus aposentos para que descanses? - Interrumpió Sif el contacto visual. Con honestidad extendió su mano y Liv dudó en tomarla.

-Oh...-El cielo de tonos naranjas y rosas le avisaban de la pronta noche. El tiempo se había ido por la puerta de atrás sin que nadie lo notara y el día acababa. Su emoción fue contenida por una sorpresa innecesaria.

-Pronto seré llamada con los reyes, así que será mejor que permanezca en disposición.- Añadió ella. Se puso de pie rápidamente y se acercó con disimulo a colocar un bridal que se había caído por ahí. 

-Si no te importa Sif, estaré unos momentos en el jardín de las gerberas. Me gustaría pasarlas a saludar.- Extrañamente había alzado su voz a un volumen que no era para nada disimulado.

Sif miró de reojo a Aren quien seguía con los ojos a la chica de cabellos verdes mientras tomaba las armas y las colocaba en su sitio.

-¿El jardín que se encuentra al norte, tras los intrincados capiteles de ébano?- Respondió con nítida voz y volumen exagerado.

-Si, ese mismo, el que tiene la gran fuente en medio.- Respondió Liv y siguió su camino a lado de Sif. Por el rabillo del ojo las dos miraron al confundido muchacho que se había quedado finalmente solo cuando todos se habían retirado.

Miraba las armas y después a las muchachas que se iba, luego las armas y las cabelleras ondeando el viento, primero las armas y luego el camino vacío. Como buen hombre, tardaba mucho en entender el ligero pero sincero aroma que había dejado la invitada del reino. Tras varios momentos, creyó obtener una pista. Debería ir a asearse e ir a dar un 'inesperado' paseo.

A tropel salió disparado, algunos mozos lo miraban con extrañeza. Aunque él estuviese embelesado, su cuerpo si que había resentido el entrenamiento excesivo, el día perdido cobraba su cuenta y sus piernas ardían más que nunca mientras los brazos parecían hechos de plomo. Tenía el cuerpo exigiéndole que se detuviera, pero aún así, no lo hizo, permaneció con la velocidad hasta la puerta blanca. Fue recibido por un gesto de amabilidad de Fikir.

-¡Hola Fikir! Muchas gracias por cuidar de mí.- Dijo y cerró la puerta con casi cuidado. El paje se quedó de piedra sin entender del todo aunque sonrió por lo bajo. 

Un bulto se removía por entre las sábanas.

-¿Sigues cansado?- Preguntó de manera sorpresiva. Detuvo su carrera al percatarse del nulo movimiento de su hermano en la cama. 

-Creí que volverías a dónde el príncipe te llevó.- Añadió. Tampoco hubo respuesta. Solo el desliz de la tela sobre el cuerpo.

Fingió dormir antes de escuchar el agua correr en el tocador compartido. Abrió sus ojos intentando concentrarse. Aquella muestra de prisa en su hermano no era común, siempre después de entrenar, volvía a comer y dormía.

Se levantó lentamente. Con sereno pero demacrado rostro se asomó por la puerta.

-¿Qué estás haciendo?

La silueta del joven tras el vapor caliente solo reveló que se duchaba.

-Parece que lloverá, Aren ha tomado un baño después del entrenamiento.- Dijo en voz alta como incitándolo a contestarle, esta vez él no respondió.

Tras varios minutos, donde Loki esperó respuesta solo observó a su hermano salir del agua. Los cabellos negros pegados a sus sienes y cuello. Sonreía de un lado a otro mientras secaba su piel. Esta vez su hermano no dijo nada, pero ya su presencia hacía marcada la esperada respuesta.

-Saldré por un momento.- Habló Aren sin agregar más que un tonto contoneo por la habitación.

-¿Se puede saber a dónde?

¿Cómo? ¿Aren no responde? Él hermano menor siempre debía obedecer al mayor, ¿qué clase de mundo paralelo es éste? Frunció ligeramente el ceño.

-De acuerdo, si no quieres hablar, tal vez deba avisar a todo mundo que mi hermano sigue enfermo y está delirando sobre salir en trineo a mitad de la noche.- El rey de las mentiras y los chantajes.

Aren olvidó en ese momento su ansioso encuentro. Se levantó.

-No te atreverías.

Pero solo obtuvo una sonrisa juguetona.

-Y-yo... Solo iré a ver algunas flores... Es todo.

En sus mejillas tensas y sus labios fruncidos se leía perfectamente la palabra "mentira". A medio vestir calló esperando la respuesta del hermano mayor.

-¿Irás a ver a esa chica?

La respuesta no llegó, solo notó el crispar de la saliva nerviosa y los ojos que buscaban centrarse en algo más en la habitación.

Esta vez ya no hubo sonrisas ladinas. 

-Te estás excediendo ¿lo sabes?

Lo decía el que había dado un ósculo al príncipe Thor. Sintió el peso de sus acciones en la mente mientras fingía orgullo al regañar a su hermano.

-No es lo que parece... Como te dije, no sabemos cuando esto podría acabar.

Arqueó una ceja. El torso desnudo del hermano menor dejaba entrever algunas cicatrices de pasados ataques. Aunque fuese un disfraz, había ciertos rasgos que no eran fáciles de esconder con hechizos e ilusiones. Llevaba además un marcado pantalón color negro con botas del mismo color. Notó el pecho que subía y bajaba en su respiración. Estaba nervioso, ansioso de saber cuál sería el siguiente movimiento. Loki caminó a la entrada y justo cuando tomó el picaporte habló:

-Tarde o temprano, esto podría tener su fin. No quiero que te enredes en cosas que puedan entorpecer tu proceder.

"Tu eres más importante que yo en este plan" Escuchó Aren en su mente la voz de Loki.

Aren asintió.

-Precisamente, lo estoy siguiendo. Confía en mí.- Sonrió con la misma expresión y terminó de ataviarse. Sin capa y sin hombreras, solo con un cuello en V y una gruesa moldura en sus muñecas salió.

Se acomodó los cabellos en el espejo más próximo y salió disparado en dirección al norte del castillo. 

Dentro de la habitación, permaneció de pie Loki, creyendo ver aún congelada la imagen de Aren en la puerta. Era un tonto. Había dejado demasiado al destino creyéndose el titiretero y ahora el estafados salía estafado. Cruzando los brazos, caminó sereno a la ventana. 

Aún tenía su cabeza sumergida en mil y un pensamientos donde se reprochaba su conducta, sus decisiones y tratando de descubrir lo que sintió para olvidar por un mísero momento, su destino. Marcado como res al matadero, él sabía que no podía ostentar algo más allá de lo que se le dijo durante mucho tiempo.

Miró por la ventana. A lo lejos se veía el Byfröst, el delgado y macizo puente de vivos colores y al final de este, el territorio físico del portero y velador de los nueve reinos. 

-¿Cómo será...?

No dijo nada más, acomodó sus ropas y salió de la habitación. 

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Apartándose cada vez más, con paso lento para no levantar sospechas se escurrió por entre los pasillos. Su mirada verde y sus cabellos negros brillaron con la luz de luna mientras se asomaba por uno de los famosos capiteles.

Escuchaba el sonido del agua correr. Seguramente la fuente de la que habían comentado. De las sombras emergió al halo nocturno. Miró con disimulo a sus lados, no había nadie. Aren se desacomodó el cabello de la nuca mientras se preguntaba qué debía hacer. Se encontraba tal vez como un tonto, persiguiendo un simple juego de muchachas tontas.

¿Eso suelen hacer las mujeres, o no?

Caminó un poco más, internándose en el tupido jardín vio centenares de luciérnagas sobrevolando por encima de los cáliz, por entre las ramas de los árboles y encima de su cabeza. Era increíble el gran poderío que despedía el lugar, sin duda alguna el rey y Dios Odín sabía cómo dar opulencia a su reinado. En silencio se preguntaba, cómo harían para mantener tan vivo el sitio por donde paseaba. Recordando fechas pasadas, sabía que en su lugar de origen jamás podría ver alguna vegetación así en las tierras heladas. 

Claro, en arquitectura no tenía nada que envidiar a los Asgardianos, las columnas de hielo de antaño, imposibles de derretirse y tan fuertes como el acero, los arcos de aguja, los altos pasillos (que para él resultaban normales sin embargo estando en la estatura de un asgardiano eran descomunales). Los ecos y el silencio que reinaba. 

Se atrevió a creer que eso era lo que le atraía tanto de los ases. En sus pasillos jamás habría un completo silencio, siempre podrías escuchar algún paje moviéndose para acá o para allá mientras conversan. Se podía escuchar a lo lejos el repique de las armas y los caballos míticos moverse por los alrededores. 

Asgard, nunca dejaba de moverse. En cambio Jötunheim, parecía estar condenado a la inmoble existencia, nunca nada de allí moría, pero tampoco vivía. Permanecía en una pausa total, como si los años no pasaran por sus hombres tan serios, ni por los capiteles tan antiguos. Recordaba los rostros de los demás, inexpresivos y siempre alerta como felinos de la tundra a la espera de una presa. Los jötnar no buscaban expeler las emociones a través de su voz, solo reacios se movían y cumplían órdenes. Quien no las concretase, simplemente desaparecía. No importa, ya llegará otro. Sus mismos hombres, parecían tan fáciles de remplazar y muy en su fuero interno, lejano de las batallas y combates mudos con los demás jötuns que tanto disfrutaba, le disgustaba esto, que su misma gente parecía carecer de importancia, de utilidad.

No se dio cuenta en qué momento sus sienes comenzaron a dolerle, producto de fruncir el ceño por tanto tiempo.

-Deja de pensar en eso.-Se decía regañándose. 

Ya tiempo atrás dejó de contemplar la vegetación a su alrededor. Odio ello por un momento, su gente no tenía nada que ver con ese jardín, las flores que emanaban sus aromas, que morían pero después renacían en bulbos tiernos y verdes, la vida misma que se mueve por entre sus ramas, donde cada hormiga trabajadora es un importante peldaño para llegar al néctar y raíz necesitada.

Asgard era movimiento y él, parecía quedarse estático. Quería correr, seguir en los entrenamientos con los guerreros, reír mientras atisbaba los golpes de los demás ases. Incluso se sintió halagado que en ciertas ocasiones, varios llegaron a pedirle 'consejo' de sus movimientos, al principio no parecía muy convencido de hacerles llegar información de su forma de pelear.

"El mejor modo de aprender, es enseñando" le había dicho Hogun en su vestidura de seriedad.

Aren se sentía tan diferente, había encontrado un sitio que estaba llena de reacciones en cadena, cada una distinta a la otra. La variedad, fue algo que lo atrapó.

Chocó en sus narices un aroma dulce.

Como vapor del té caliente que se termina, estos pensamientos cesaron. Tenso el cuerpo y quedó erguido en medio del sendero que pronto acaba. Franqueando sus lados se abrían setos de inmenso tamaño cual fachadas de castillos. Completamente cubierto de vegetación y pequeñas florecillas silvestres que crecían con total tranquilidad. Cual felino, se movió con lentitud. Dobló justo a la entrada del estrecho, alto y largo camino. 

Sus pupilas se contrajeron, su mente se apagó y se embelesó con lo que miraba delante suyo. La luna había extendido sus finísimos dedos y ahora volaban por ahí por entre los jardines reales. Recatada y cubierta de su luz, la caprichosa luna se confeccionó un precioso vestido blanco, del mismo brillo que su cabello. 

Le daba la espalda y Aren tuvo que admitir que nunca había visto silueta tan más hermosa. 

Boquiabierto la miró, fue entonces que sin el menor cuidado palpó la vegetación a su lado y esta hizo el común ruido. La luna entonces se detuvo en seco. Aren comprendió que no se trataba de la luna, puesto que ésta se encontraba en el alto firmamento oscuro. Este hecho aún menos lo desanimó. Dio un paso y la muchacha se dio la vuelta.

 

-Que sorpresa.- Susurró con sorpresa que sabía de antemano, no era sincera.

Pero si fue sincera la sonrisa que se esbozó, ninguno de los dos estaba seguro de si se encontrarían pero la esperanza que los condujo a ambos fuera de sus habitaciones ahora daba frutos y pedía a gritos más.

Aren sonrió y caminó con un poco más de confianza.

-Acabo de descubrir este sitio y creo que me ha encantado.- Dijo en voz baja. Sin romper el contacto visual compartían exhalaciones y nerviosismo. Ella se acomodó unos mechones blancos tras su oreja. 

-Su cabello...-Inquirió.

Liv se sonrojó.

-Ah... - Tomó un mechón más grueso y jugaba con él entre sus dedos. Seguía siendo largo, pero había dejado de ser verde y ahora brillaba de manera angelical al tenerlo completamente blanco.

-Es muy lindo, si me permite.

Le tomó por sorpresa el comentario, pero tras un silencio volvió a adornar su faz con una sonrisa. Tomó coraje del pecho y habló:

-¿Gustarías de compartir esta caminata nocturna?

No tuvo que repetirlo, Aren sonrió y le extendió el brazo a modo galante para que ella lo tomase. No supo de donde había aprendido eso, probablemente de haberlo visto muchas veces entre las cortes de Alfheim y Asgard. Liv dudó un poco pero con cautela posó sus delgados dedos alrededor del brazo.

-Ay... está usted muy frío ¿se encuentra usted bien?

Claro, hay cualidades que no se pueden disfrazar. 

-Ah, lo lamento. No, me encuentro bien. Si gusta mejor caminemos a la par.

Se adelantó un poco con exagerado nerviosismo y ella se quedó inmóvil. Tal vez había hecho el comentario incorrecto. 

"Vamos, Liv, haz algo"

Se apresuró y lo cogió el brazo que anteriormente le fue ofrecido.

-¡No!- Exclamó.

Los dos se quedaron inquietos. Liv escondió el rostro.

-Me gusta el frío. 

No dijeron nada más, unos momentos más tarde relajaron los músculos y entre risitas y miradas escondidas, continuaron el camino...

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Permanecía escondido, intentando escuchar. Ya no era el mismo chiquillo que podía colarse debajo de las mesas. 

-¿...está muy mal?

-No lo sabemos, simplemente no responde.- Dijo en susurro el encapuchado.

Odín tenía una expresión grave, metió los dedos entre sus barbas.

-Bien, mantelo vigilado y en cuanto exista algo nuevo, vienes conmigo.

El sujeto simplemente asintió en una reverencia y salió por el largo pasillo. Thor se había colado al gran salón del trono y se había logrado escabullir entre las columnas. Esperó un momento y salió detrás de ésta fingiendo demencia. La desconfianza que su padre le tenía era palpable y Thor nunca desechó la idea de conseguir la información por los medios que fuesen necesarios.

-¿Llamaste por mí, padre?- Justo cuando Odín se sentó sacó un gran suspiro. Frigga esperaba a su esposo sentada a su derecha.

-Veo que sigues siendo un niño chismoso.

Sintió recorrerle un espasmo por todo la espalda. 

-Aunque ahora mismo, no es el mejor momento para que estés castigado, niñato.

Thor se sonrojó, debió saberlo. Frigga sonrió.

-Te llamé porque creo que es necesario que sepas qué acontecerá próximamente en Asgard. Sin embargo, he de advertirte, tu mismo has decidido pedirme que haga de tu conocimiento todo lo relacionado con las decisiones del reino, a su vez quiero que seas un ejemplo de respeto a mi persona. Así que deja de esconderte y si quieres saber algo ¡pregúntamelo!

Hacía milenios que no recibía una reprimenda de esa clase. Se sintió estúpido. Aunque no tanto como sorprendido, su padre admitía querer brindarle al alcance todo lo relacionado con temas que solo en el trono se podían saber, ¿será ésta su evolución? Un atisbo de incredulidad aún vivía en sus ojos, solo contestó:

-Si, padre.

Aunque claro, él no tendría que esconderse si desde un inicio Odín hubiese sido más abierto con su hijo, príncipe y próximo rey de Asgard.

-Hemos hablado ya con el rey Vanir. Han venido en son de paz, a declarar su ayuda activa para cooperar con insumos y comida para el pueblo de Asgard en esta etapa difícil que se presentó hace unos meses en Alfheim. 

Odín se mordió la lengua. Algo de ese relato sabía que aún no podía decírselo a su hijo. Esperaba que solo fuese temporalmente, si Thor llegaba a meter las narices y hacía de su conocimiento los hechos, se molestaría de sobremanera y él, Odín, quedaría como un mentiroso. Eso era la inquietud del rey Vanir para con el reino de los elfos.

"Tengo la inquietud de que algo está pasando en Alfheim"

Recordaba las palabras del anciano ante él. Tenía la esperanza de que solo fuese una falsa alarma y que por ello no necesitaba decirle a su hijo, la mejor respuesta a esa incógnita era Liv, si ella estaba aquí era porque su madre y el rey elfo estaban de acuerdo.

-Permanecerán aquí con invitación mía. Además de ello, aún tengo pendiente hablar con Liv, sin embargo, no sería propio de su tío que la aparte de la sana convivencia que ha tenido el día de hoy.

Thor sonrió complacido, por primera vez escuchaba de su padre retrasaba acciones políticas para felicidad de alguien más. Ojalá así fuese más seguido.

-El hecho de que Vanir, su hija y nuestra querida Liv estén reunidos en el mismo sitio es algo qué celebrarse. Por ello, organizaré una pequeña fiesta.

¿Fiesta?

-La gratitud que esperan los Vanir ya viene con la aceptación de sus obsequios, sin embargo ellos también gozan de las acciones pomposas. Con motivo de su ayuda y de la visita de Liv, hemos decidido que sería un buen momento para regalarles un poco de paz después de los meses tensos que se han pasado. Después de ello, podremos estar seguros de que este invierno que se aproxima será más benevolente con nosotros y los demás reinos.

Acabó de hablar con soltada felicidad. Se sentía seguro de sus palabras. Thor no habló enseguida. Odín esperó el momento del ataque, sabía que la noticia no le caería bien a su hijo. Él muchacho había estado totalmente furioso cuando anteriormente había ofrecido un festín a sus generales. Para Thor, ahora no cabía otra cosa que encontrar a los responsables de tal desequilibrio en los nueve reinos, no para comidillas ridículas. Odín tenía ya preparado su discurso.

-Es... ¡perfecto!

-Thor ya hemos hablado de esto, las presiones sobre-- espera ¿qué?

Los ojos azules de su hijo brillaron como nuevas estrellas. Mjölnir descanso en el suelo mientras él apretaba los puños.

-¡Es justo lo que necesito!

Sus padres ante él quedaron perplejos... ¿Qué?

-¿Se habrá caído de la cama?- Susurró Frigga por encima del hombro a Odín.

Su hijo no escuchó esto último, sus ojos bailaban entre un sinfín de imaginaciones. Permaneció absorto en estas extrañas fantasías hasta que su padre tuvo que intervenir llamándolo varias veces para que reaccionara.

-Si, padre. Estoy de acuerdo, si necesitas de mi ayuda por favor pídemela. 

Primero, le gustan las fiestas. Segundo, es amable y atento. Thor debió electrocutarse en la regadera con Mjölnir porque aquello no eran muestras normales de él. La curiosidad asaltó a los progenitores. Con sumo cuidado y delicadeza Odín preguntó:

-¿Qué es lo que te emociona tanto de esta ocasión especial?

Eso si que lo escucho, y antes de poder contestar carraspeó la garganta y fingía un ataque de tos. Sus padres se quedaron callados esperando respuesta a tan extraño comportamiento. Al ver que no iban a decir nada más, Thor cerró los puños tras la espalda e inició una negociación.

-Como bien dices, el hecho de crear una distracción sana para el pueblo y tus invitados es para además afirmar las relaciones ¿no es así?

Su padre asintió no muy seguro.

-Creo que la definición de buscar solidificar relaciones a través de este evento es muy acorde a lo que yo debería hacer igualmente, después de todo algún día seré rey.

Una ceja de su madre se alzó.

-Estamos hablando de política, ¿no es así?

Los ojos de Thor rodaron, una ligera sombra quería asomarse por ellos, con antelación comprendiendo lo que su madre quería decir.

-Si, puedes decirlo así. Las relaciones políticas también traen paz a las naciones.

Aunque quería sonar serio, era claro que la soberbia y el sarcasmo se velaba por sus labios. Esto no hizo otra cosa que exacerbar lo que su madre se temía. Se puso de pie, e incluso Odín se tomó por sorpresa el gesto, reconoció en la faz de su mujer la molestia y supo callar.

-Espero no estés pensando en llevar a ese muchacho como pareja.

Thor sonrió sabiendo que se estaba ganando la molestia de su madre. La amaba, la amaba más que nada en este mundo, pero todo joven tendrá que ir contra corriente de los padres, consciente o inconscientemente Thor estaba madurando pero sus padres no lograban verlo. Lo que era una rabieta para ellos, se trataba del mismo albedrío que cada uno debe formar a partir de destruir todo aquello que se nos ha 'enseñado' y no estamos de acuerdo.

-¿Por qué debería pensar que te molesta? 

La pregunta cayó justo en el punto que tanto le movía el alma de perturbación.

El rostro de la hermosa Frigga se coloreó por el enojo.

-La molestia no reside en él.

-¿Entonces?

-Estoy molesta contigo, que eres tan ciego. ¿Qué no ves que ese muchacho simplemente no sabe apreciar las atenciones que tu tienes con él? Simplemente va por ahí, evitándote. ¿Qué eres tu? ¿dónde esta tu honor basura?!

-¿¡QUÉ!?

-Perdón, la cuarta pared se rompió. De cualquiera manera, necesitamos que entiendas esto, Thor. Esa virilidad que menguas con cualquier mujer o varón, no son más que juegos y todo juego tiene un fin. No quieras prolongar algo que no tiene dirección.

Su voz resonó. Thor no contestó enseguida, pero contuvo su mirada con la de su madre como si de una batalla campal se tratase.

-Me quieres decir que todo este embrollo que haces ¿es porque crees que me romperán el corazón o algo así? ¿qué caeré engatuzado por un forastero cualquiera?

No contestó, cediéndole la razón.

-Mi adorada madre... Tu me has dado fuerza, valor y también un corazón, ¿pretendes que no utilice estos dones divinos? ¿pretendes que me entrene diario solo para nunca manchar mi espada? ¿qué tenga mi cuerpo nada más que como un florero que decora una habitación? ¿qué mi corazón solo está ahí para recibir amor y no darlo?

La inseguridad revestida de prepotencia finalmente se mostró en su faz.

-Haces lo mismo que mi padre.- Y le dedicó una mirada inquisitiva. Avanzó varios pasos y subió los escalones hasta llegar a una distancia prudente. Primero miró a Odín.

-Él no me toma en cuenta para las decisiones o para la información de Asgard, porque teme que vea todo aquello que no es rosa por fuera, teme que no pueda lidiar con el hecho de la responsabilidad, que me atemorice y decida huir. Prefiere ocultar mi destino que enseñarme el sendero para hacerlo del mejor modo.

Después la miró a ella:

-Tu me impides conocer y desconocer a cuánta persona se cruce en mi camino, por temor a que éstas me lastimen, temes porque la cubierta de fuerza bruta no sea suficiente para cuidar de lo intangible de mi ser que son los sentimientos. 

Ni uno ni otro dijo nada.

-¿Cómo quieren un príncipe y próximo rey de Asgard sino lo dejan reinar por temor a que se equivoque? ¿cómo quieren que sepa discernir de la misericordia y el castigo sino me dejan experimentar la felicidad y el dolor?

Pasaba su mirada de uno a otro.

-Tuvieron un hijo, un príncipe y un hombre. No intenten limitarme que esto está fuera de su poder.

Por primera vez, ellos no dijeron nada. Tras un incómodo silencio, Thor se alejó dándoles la espalda. Cuanto estuvo lo suficientemente lejos, solo se viró levemente.

-Y si... Pienso y quiero llevar a Loki como mi pareja a la fiesta. Quiero, porque puedo y puedo porque quiero.

Los pasos se perdieron en la lejanía mientras unos padres parecían sentirse heridos de chocar contra un error que venían cometiendo por muchos años. 

El rubio atravesó la puerta y la cerró tras de sí quedándose de pie unos momentos. Tenía los dientes rechinando y los puños apretados a pesar de que intentó mostrarse lo más sereno posible. Pensó que tal vez ese ataque eran los vestigios de lo que sus padres llamaban 'inmadurez'. 

Quieto sin escuchar nada más que su respiración intentando acompasarse llevó su mano al bolsillo. De éste sacó un pañuelo blanco.

Tan solo tenerlo en sus manos le hizo recordar cierto acto que hasta ahora, ha sido lo único que lo ha detenido de cometer una imprudencia en frente de sus padres. Tomó el paño como si fuese lo más interesante en toda aquella sala. 

En alguna parte de esa tela, (sabía exactamente dónde) se habían posado los labios del moreno. A su vez que este regresaba el gesto en la barca que era la servilleta y la ponía en los del príncipe.

Con desaire pensó por un momento que sus padres podían tener razón. Ante esta inseguridad, negó violentamente.

-No, tu ahora sabes qué es lo que quieres... Tienes que moverte ahora o nunca.

Tensó las piernas y éstas casi se movieron por si solas y lo llevaron a través de los pasillos. Tenía que planear qué haría, cómo, cuándo. Deseaba que esos ojos verdes en los que pensaba le dijeran cual era el siguiente paso.

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Con calma apoyó el codo en los balaustres. Sobre su mano reposó su cabeza. Se sentía extrañamente más ajeno que nunca al sitio donde estaba ahora mismo. Por encima del panorama de sus ojos, en las entrañas de ese jardín inmenso e inmortal sabía que su hermano menor, Aren, paseaba con alguien que podía ser de su mismo nivel pero no en los mismos términos pacíficos.

Tal vez le soltaría alguna tonta sonrisa, un comentario imprudente. Tal vez ella reiría. Seguirían caminando y él no dejaría de hostigarla con preguntas. Lo imaginaba así puesto que así era con él. En alguna parte de esos extensos campos verdes, sabía que probablemente la tomaría de la mano para guiarla. Que se dejaría envolver por aromas únicos y diferentes. Que el muy tonto no se daría cuenta de que la trampa no estaba en el laberinto, sino en ella.

Bufó cansado.

-No puedo creer que me lleve la delantera.

Ese comentario salió de manera tan natural que incluso segundos después se sonrojó. Discretamente, fingiendo no querer, sonrío.

Se alegraba por Aren. Intentaba negarlo, pero, haciendo memoria nunca había pasado tanto tiempo con él desde que llegaron a Asgard. Conoció al chiquillo que corría por entre los pasillos escapando de los mandatos de su padre para escabullirse a pelear con los hijos de los generales. 

Mientras tanto, el gemelo 'malvado' Helblindi simplemente gustaba de hostigar a todo aquél que se plantase delante suyo. Siempre buscando que Býlestir le hiciera segundas. Ahora ya no eran nada de eso. Aren era un guerrero y estratega nato con gran calidad de persuasión. Helblindi era un verdadero salvaje que tenía solo ojos para destazar con mayor dolor a sus enemigos, de su mente solo brotaban el eco de las ideas de su padre. Aunque él fuese el 'hermanastro' mayor si que compartían algo: la frialdad.

No me refiero a la frialdad iconica de sus pieles, sino a ese porte tan indiferente. Cada uno de ellos podía alzar la hoja de acero y asestar en cualquiera, siempre con una sonrisa en los labios. 

Loki (antes Lygar) no sabía que parte de ese pasado realmente era suyo. ¿Estaría condenado a ser siempre así? 

Negó con la cabeza. Por el momento solo pensó en Aren, el chico se le veía tan distinto en las heladas tierras de los jötnar. Algo radicalmente distinto a Loki quien siempre parecía vivir un calvario en sus pensamientos, Aren estaba siempre tan radiante y jovial. Tan distinto. 

Tal vez fuese solo por la sangre que los unía, pero sintió felicidad por él. 

A su alrededor, había todo un mundo que fluctuaba en ellos y los hacía transformarse. Llegaron como polizones y ahora estaban siendo metamorfoseados. ¿El clima? ¿el palacio? ¿el trato? 

Pensó en el príncipe, en el joven de los ojos azules que no parecía querer apartar ni la atención ni la vista. Desde antes de pisar tierras asgardianas, el brillante sol que cubría la coronilla de Thor y sus ojos color mar fueron un anzuelo perfecto. Lo recordaba de niño, en las cuevas de Muspelheim. Parecía no haber cambiado demasiado. Solo era más giganton, follador de damas y varones, largos cabellos dorados y mirada de menso. ¡Ah, y una ligera marca de una barba que siempre recortaba!

Sonrío.

Más ancha la curva en sus labios. La brisa nocturna y la luna brillando entre sus cabellos azabaches fue una imagen digna de dioses. Digna de reyes y de príncipes. Justamente del joven que lo miraba de lejos. 

Loki no se había percatado de los ojos color mar que lo miraban apartado. No había querido importunarlo, nunca lo había visto con la guardia tan abajo, tan es así que pudo verlo flaquear de aquella imagen de elegancia que siempre cargaba. Relajado y bañado en luz de luna, con una sonrisa adornando su rostro era algo que Thor deseó ver no solo ahora, sino siempre.

¿Cómo lo conseguiría?

¿Cómo más? Acércate, no hay otro modo. Hazlo ahora. ¡Ahora! Pensó en salir de su escondite, justo para llegar a su lado.

-Buenas noches.

Regresó a su sitio tras una columna. Hizo un ademán de molestia mientras miraba a la fémina que se había acercado al despistado de Loki. Thor pensó en salir simplemente, su oportunidad y la intimidad de lugar se habían perdido. 

Eran Syn, la hija del rey vanir que venía igualmente ataviada con ropas más cómodas. Era cierto, Odín había invitado a su padre y a ella que prolongasen su estadía. Con serenidad, portando un vestido gris y los largos cabellos negros regados por su espalda, la miró.

De pronto posó sus ojos sobre su anterior presa, sobre Loki. Entonces, Thor palideció.

Vio algo que nunca en todo el tiempo que llevaban en Asgard había podido ver. 

Brillo.

Brillo en los ojos verdes del muchacho de cabellos negros. Thor no pudo apartar la mirada. Era notable que Loki no se daba cuenta de con que ensimismamiento observaba a la joven ante él. 

Syn había sido capaz de presentarse frente a la figura vulnerable de Loki. Algo que seguramente ni Aren había visto antes.

¿Qué pasa? ¿Acaso he perdido antes de empezar? Pensó. 

Así es, perdió, porque supo ver en la mirada que Loki le prodigaba a ella, que había ocurrido un flechazo y  él, Thor, se había tardado en reaccionar. 


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