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Tu la guerra, yo la muerte. por MichaelJ2099

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El tiempo pasó, para algunos fue en vano, otros juraban percibir diferencias que parecían apaciguar la terrible niebla que se cernía sobre las naciones en guerra. Las largas horas se convirtieron en días, después en meses y finalmente en años. Para ellos, cien años podían ser apenas un parpadeo, pero aún así, el terrible camino recorrido seguía mancillando a su paso. 


Aquella noche donde el príncipe de Asgard permaneció al pie de la ventana fue finalmente borrado de su memoria como todo niño que olvida lo que hacía cuando tenía una edad demasiado tierna. La huella bélica se reflejaba ahora en la familia real.


Los pasillos del castillo se sentían más fríos que de costumbre, los rayos del sol no parecían suficiente para calentar sus interiores. Y tampoco para alzar el ánimo de sus ocupantes. En una de las torres centrales, se llevaba acabo una reunión muy importante. Dos sirvientes y dos guardias se encontraban fuera de las puertas de oro. Permanecían con la mirada fulminante en el suelo. En silencio.


Dentro, una discusión era llevada acabo.


-¿¡Cómo es posible que hayamos perdido la pista!? ¡Estábamos a nada de poder encontrar el sitio!- gritó una imponente voz gutural. Un inmenso ser de piedra oscura como la noche y entre las rocas que conformaban su cuerpo se asomaba la ardiente magma. Se trataba de Surt, el gigante de fuego de  la tierra de Muspelheim. Después de semejante acción de rabia, ahora solo se movía pesadamente por la habitación gruñendo a momentos. 


Odín alzó la palma pidiendo su atención.


-Lo sé, ya teníamos muchos meses monitoreando el extraño movimiento de los gigantes de hielo en las tierras de los elfos de luz.- Giró su vista a Freyr, rey del mencionado reino. Con sus platinados cabellos cayendo en perfecta armonía. Sus elegantes atavíos que parecían opacos ante los dorados (casi luminiscentes) ojos que portaba su rostro. Empero, mantenía una facción de bastante seriedad.


-Hemos descartado que se trate de una unión con los elfos oscuros. Han estado inmóviles desde hace milenios. Y realmente sería extraño pensar en una unión de ellos con los gigantes de hielo.


-¿Por qué estas tan seguro? ¿No fueron ellos acaso responsables de terribles desastres tiempo atrás?-escupió Surt la oración. El rey elfo sin inmutarse le miró.


-Mi raza comparte sangre y por tanto, origen con los elfos oscuros, es cierto. Sin embargo aunque ellos mantengan objetivos lejanos de la gracia de los grandes cielos, estoy seguro de que deben ser tan reservados con sus planes y movimientos. Sea como sea, oscuros o de luz, los elfos somos demasiado elegantes como para escurrirnos a pedir ayuda a un grupo de salvajes como lo son los Jotun.-Con un grácil movimiento recogió un mechón de su cabello y lo acomodó tras su oreja.


Guardaron silencio. Surt parecía encender aún más su cuerpo ante semejante respuesta. Volvió a mascullar por lo bajo y se removió en su sitio.


De pronto una voz anciana y aún así inquebrantable habló:


-Me temo, que estos sucesos no pueden deberse a una coincidencia solamente. Hasta hace cinco años, sabíamos de la perfecta ubicación de los jotun, ahora, desconocemos cuales son sus métodos para hacer desaparecer toda su población y aún así, aparecer en lugares estratégicos de los cuales somos víctimas. No podemos perder las esperanzas.


Esta vez nadie se atrevió a replicar. Una capucha color avellana cubría el rostro de un ser tan místico que era difícil saber si era real o una ilusión. Vanir, rey de Vanaheim hablaba tranquilamente.


Odín suspiró.


-¿Qué sugieres que hagamos? Ahora mismo, nos encontramos otra vez en blanco. ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo proteger a nuestros reinos sino sabemos donde y cuando aparecerán?- Preguntó.


Vanir se levantó con lentitud y abrió de nuevo sus labios:


-Lamentablemente mi querido rey Odín, estamos a punto de enterarnos de la peor manera.


No había pasado ni un segundo cuando el estruendo se hizo presente, la puerta se abrió de golpe y entró un guardia con el rostro enrojecido y el aliento lejano, llegaba corriendo.


-¿Qué sucede?-preguntó el anfitrión Asgardiano.


-Mi señor- Inclinó la cabeza. Enseguida se dirigió a Surt.


-Rey Surt, nos llegan terribles noticias de que la frontera de Muspelheim han sido tomada por asalto. Nuestro guardián Heimdall ha recibido la información demasiado tarde y no sabemos el estado de sus súbditos en el lugar. 


El silencio entró como un cuchillo en la carne. Los reyes se levantaron enseguida, y el suelo bajo los rocosos pies de Surt comenzó a hervir.


Al momento siguiente un grito terrible salió de sus fauces que incluso cada asgardiano en el pueblo pudo oírlo.


Surt corrió hasta Vanir.


-¿¡Cómo!?


No respondió.


-¡¿Cómo lo sabías?! 


-Heimdall fue un excelente alumno de las tierras de Vanaheim, ambos compartimos una clarividencia sin iguales. No malinterpretes la situación.


El rey Surt golpeó terriblemente la silla vacía a su lado y destruyó uno de los muros. Odín solo pudo sobar su sien. 


-Basta de destruir mi castillo, no es momento de hacer esto. Rey Surt, será mejor que parta enseguida, reuna a sus hombres y aligere la terrible desgracia que acacia a su pueblo. No tuvo que decir más, el gran ser de piedra salió disparado en un aura de fuego y ahondó su paso para llegar al Byfrost.


Los demás reyes comenzaron a recoger sus cosas, debían volver a pensar en una nueva estrategia.


-Debemos apresurarnos a seguir vigilando nuestro--


-Un momento Odín.-Habló Freyr. Quien por un momento abrió los ojos en gran sorpresa.


-¿Qué sucede?


Enseguida habló con el rostro un poco más emocionado.


-¿En qué cabeza cabe que los gigantes de hielo, tienen posibilidades contra los gigantes de fuego?- preguntó Freyr.


-Los Jotun no se caracterizan por su gran inteligencia, solo saben golpear.-Respondió el dios asgardiano.


-No me parece lógico, algo aquí no anda bien. Es la primera vez después de mucho tiempo que los Jotun atacan Muspelheim y esta vez: victoriosos. Será mejor que vaya usted a investigar que sucede, además. Si fue por la frontera, estoy seguro de que...


-De que debieron entrar por el territorio de Niflheim.-Terminó la oración Vanir.


Los tres reyes restantes se quedaron fijamente mirándose. 


-Eso es imposible, el dragón ha dejado inhabitables esas tierras, quien pone un pie ahí no vuelve y tiene acceso inmediato con Hela.-Esta última la menciono casi en silencio, como si temiese que se apareciese.


-Precisamente por ello es que es un perfecto escondite. Lo único que podemos pensar es que han cometido un error, tiene que serlo. Surt se encuentra en camino, no hay manera de que los gigantes pasen desapercibidos. Debieron haberse escondido en los bosques. 


-Tenemos que movernos, ahora.-Habló Odín.


Las armaduras de resplandecientes metales salieron lo más rápido que pudieron, Heimdall llamó a cada uno de los líderes de los ejércitos de los aliados, la misión había cambiado drásticamente. De no obtener ni una sola pista ahora cada uno se encontraba armado contra lo que fuesen a encontrar. Un pequeño pero selecto grupo de guerreros fue escogido. El rey Freyr y el rey Vanir se habían adelantado. Odín se encontraba haciendo los últimos preparativos.


Hablaba con uno de sus generales, qué cantidad de hombres llevar, qué armas y que estrategias. Un cartógrafo de las montañas de Nilfheim los esperaba en las tierras de los gigantes de fuego. El rey asgardiano tomó su casco dorado y pronto atisbó su espada bajo su brazo izquierdo en su cintura.  Frigga le miró por el reflejo del espejo donde él estaba preparándose.


-Mi reina.-Susurró y enseguida dio dos pasos hasta tomarle las manos.


-Estaré rezando por ti, mi rey.-Dijo ella con una sonrisa que le costó demasiado. Tenía que alentar a un esposo, en un mundo lleno de tinieblas.


En gesto amoroso beso la mano femenina. 


-Regresaré pronto.


Y partió. Mientras recorría su castillo en apuro imágenes súbitas de guerras pasadas llegaron a su mente. Odín cada vez veía más blanca su barba y esperaba que pudiera seguir teniendo la fuerza necesaria para proteger a su pueblo. Hinchó el pecho intentando sentirse jovial y viril. Los pasos metálicos de su presencia provocaban un eco imponente. Por el rabillo del ojo, pudo ver otra figura, otros pasos que ahora lo seguían.


Su hijo, Thor. Odín se detuvo en seco.


-¿A dónde crees que vas, hijo?


Thor torneó los ojos y pronto alzó el pecho igual que su padre mostrándole la armadura que portaba.


-A seguir tu lucha, si esta guerra no acaba antes de que llegues al Vallhala, deberé ser yo quien lleve las nuevas tropas bélicas. Quiero ir.-Dijo.


-No.-Pronunció.


A Thor se le disolvió la sonrisa.


-¿Qué? Pero, ¡debo ir, padre! ¿Cómo habré de defender a mi pueblo si nunca he pisado un campo de batalla?


Los pasos de su padre se detuvieron en seco.


-Sé que eres excelso en combate, pero estos seres, no son los guerreros del palacio, ellos no tendrán cuidado de no lastimarte. Tirarán a matar.


-Los guerreros del palacio, no me faltan al respeto de esa manera, padre. Hace poco casi pierdo un brazo debido al ataque de uno de ellos.-Contó con orgullo.


-¿Ves? Aún no puedo llevarte.-Finalizó y siguió caminando.


El niño se odio por haber hecho el comentario.


-Por favor, padre. Necesito ir, si quiera permite verte pelear.


-No hay manera Thor.


-Por favor, me quedaré con los sabios de Vanaheim.


Odín volvió a detenerse en seco.


-¿Cómo sabes tu que irán los hombres de Vanir?


Otra vez esa mirada ingenua en Thor y se castigó mentalmente por hablar sin pensar realmente. Con un leve sonrojo y sorpresa en su mirada habló:


-Puede ser que estuviese escuchando desde abajo de la mesa, tu sabes, es gigante, nadie se daría cuenta de mi presencia.-Explicó como un niño admite sus travesuras.


El dios cerró los ojos buscando la paciencia que parecía faltarle. Contempló a su hijo un momento que pareció eterno.


Las suaves mejillas infantiles habían desaparecido, una mirada intensa y un rostro duro era lo que veía el padre de todo. Los ojos azules relampagueantes, el dorado de sus cabellos largos. La seriedad que siempre cargaba. Era todo un guerrero de sangre real. Se lamentó que su hijo no haya podido disfrutar de su infancia como debía ser, temía que los sucesos que habían comenzado antes de que él llegara al mundo le afectasen. 


Ahora, con ya preciosos quince años, el joven príncipe había tenido una metamorfosis que resultaba impactante. Era bastante esbelto pero de músculos marcados, apenas su barbilla comenzaba dar fe de vello facial, cejas pobladas y un mentón definido. 


Odín le amaba por sobre todas las cosas. 


Aún así, suspiró por lo bajo. Sabía que su hijo tenía una sola idea en la cabeza; convertirse en un poderoso guerrero y un digno sucesor.


-Esta bien, creo que será mejor que te lleve yo, antes de que se te ocurra ir a hurtadillas.-Decidió y nuevamente una fugaz chispa brotó en los ojos del menor. Odín apenas pudo sonreír, pronto cambió su faz y continuó su camino con los pasos de su hijo ahora tras él. 


Un guerrero, Thor quería ser lo que le obligaba su exterior. La guerra era ahora lo que había en esa mentecilla joven.


Ojalá hubiese pensado eso hasta que fuese un joven más mayor, pero no se debía llorar sobre la leche derramada. Finalmente llegaron al umbral del gran castillo, ahí mismo le esperaban varios sirvientes, guardias y en posición estoica se encontraba Frigga. Odín llegó hasta ella y le sonrió. Su esposa inclinó su cabeza en señal de respeto y junto sus manos con las de él, en ese único momento se dedicaron varias palabras íntimas.


-Por favor, cuida a nuestro hijo.-Le dijo con seriedad.


-Sabías que iba a venir ¿cierto?


-A veces la clarividencia acude a mi.-Dijo ella. Finalmente se separaron y Odín acudió a su corcel de blanco pelaje.


Thor llegó hasta su madre e inclinó su cabeza en señal de respeto. Ante esto, la mujer le tomó en brazos.


-Madre, por favor. Ya soy muy grande para esto.


-No, no lo estás.-Decía ella tiernamente y le besó la frente. Thor con una mueca aún le sonrió y salió tras su padre. Para él, tenían preparado un joven corcel igualmente blanco al de su padre. Pronto subió.


-¡Por Asgard!-Gritó Odín y los guerreros gritaron en coro.


El viaje debía comenzar. 


Los ojos de Heimdall brillaron un poco, ante los pasos alborotados que se acercaban hasta su recinto de guardia. Recibió en pose cual estatua de marfil. Los caballos llegaron con la delicadeza de sus poderosas patas.


-Mi señor. Que los cielos colmen de gloria su travesía.-Dijo.


-¡Hola Heimdall! Mírame, iré con padre.-Interrumpió Thor. Los guerreros le miraron un poco exaltados mientras Odín sin querer mirar atrás negó con la cabeza como efecto de la inocencia de su hijo. Aún no era tarde, debía enviarlo a casa.


-Así veo joven príncipe. Mis visiones no son engañosas, si usted está aquí, debe ser porque su presencia es muy importante para el curso de esta guerra.-Dijo el hombre de tez oscura.


-Igualmente príncipe, cuide de usted y procure la gloria a su pueblo.


Sin más formalidades, se dirigieron a la entrada del gran puente arcoiris.


-Estamos listos.-Dijo Odín. Y con un leve inclinamiento de cabeza, Heimdall movió la magistral espada a su cargo.


-A Muspelheim.-Susurró Thor. Y antes de poder decir algo más, una cascada se abrió ante sus ojos, la misma que parecía tragarlos en un segundo. El vacío de su estómago, hizo que apenas el niño sonriese entusiasmado. En su venas corría la real sangre de quienes por milenios mantenían la espada empuñada. Tenía que honrar a sus ancestros, tenía que ayudar a su padre. Resistir la gran calumnia que acongojaba los corazones de su pueblo. Debía ser el siguiente escalón donde toda esa gente había de apoyarse.


Todo acabó en un segundo. Había cerrados sus ojos un fugaz momento y ahora ya estaba siendo abrazador por el caluroso ambiente de la tierra ardiendo.


Enseguida sintió como el aire le era arrebatado de los pulmones. No era de extrañarse, no eran las condiciones normales de una tierra tan próspera y fértil como la de Asgard. Sintió desvanecerse hasta que sintió unos brazos que lo detuvieron.


-Tranquilo hijo, respira hondo.


Y sin poder articular palabra, hizo lo que su padre le decía. Enseguida sintió un golpe en sus pulmones. Se percató del roce suave en su cuello. Cuando finalmente recobró mejor color, notó que había algo rodeando su cuello, no podía tomarlo, era como si se tratase de un collar de neblina. Un brillo leve salía del extraño collar.


-¿Qué es?-Preguntó ingenuamente.


Odín tomó las riendas de su caballo y animó a su hijo a que lo siguiera con una sonrisa.


-Vamos hijo, debemos cruzar una parte del reino de Surt. Debemos dar aviso de nuestra llegada.


Rápidamente Thor alzó las bridas del caballo y alcanzó a su padre. Pudo contener finalmente una respiración normal, aunque el tremendo calor era apenas soportable. Sintió las gotas de sudor correr por sus sienes. Mientras tanto, observó a su alrededor, las áridas y calientes tierras. Era un ambiente tan extraño para el joven. Las rocas se alzaban poderosas, de formas tan distintas, puntiagudas, como si las brasas del fuego se hubiesen vuelto peñones de oscuras laderas. El cielo no podía decirse que era claro, todos los gases que expedía el calor del núcleo se condensaban en fúnebres nubes que a momentos habrían espacios por donde apenas se asomaba un rojizo ambiente.


Nada ahí, podía ser de otro color. No había vegetación ni fauna. Los cabellos corriendo calientes, parecían consumirse. Thor lamentó no haber traído consigo un poco de agua.


Finalmente, delante de él se abrió una inmensa caverna. Parecía haber bastante oscuridad, tal vez la sombra debía ser algo consolador.


-No te confundas hijo, mientras más nos adentramos, mas caluroso se pone, será mejor que estés preparado.-Avisó Odín y junto a sus diez hombres bajaron la empeñada entrada.


Efectivamente, era como entrar a la candela misma. Tras oscuros recorridos que a momentos eran encendidos por llamaradas llegaron un lugar más despejado. Una especie de circunferencia donde varios gruñidos y crujidos se hicieron presentes. Frente a ellos se presentaban tres divergencias, todas casi iguales, caminos distintos. Algunos seguramente, sin salida. Solo uno debía llevar hacia Odín deseaba ir. Mientras parecía meditar, unos crujidos aún más fuertes se hicieron presentes.


-Thor, quédate detrás mío.-Ordenó y el joven acató la orden. Todavía así, su curiosidad le decía que se inclinara un poco más para ver. 


Aquellas descomunales rocas tomaron formas tan diversas pero no menos impresionantes. Formaron una hilera que impedía el paso. POco a poco tomaron forma ante los ojos de los asgardianos, eran guardianes de roca caliente. 


-Bienvenido rey Odín, no esperábamos su visita. Siéntase cómodo de llegar.-Habló uno de ellos quien hizo una reverencia. 


Odín la respondió enseguida.


-Estamos informados del infortunio que hubo en las fronteras. Hemos venido a ayudarles, deseó poder reunirme con su rey, de igual manera deben estar por llegar o ya están aquí el rey Freyr y el rey Vanir.


-Elemental, ellos ya han llegado hace poco.-Habló de nuevo el guardia quien dio una orden a los demás y estos se movieron en reverencia mientras habrían el paso hacía una catacumba que se abrió en el suelo.


-Vaya...-Susurró Thor.


-¿No creíste que sería tan fácil o sí?-Dijo su padre. Con el debido respeto prosiguieron a continuar el camino. 


-Padre, ¿qué clase de relación tiene el reino de Asgard con el reino de Muspelheim?


El anciano Dios sonrió de medio lado. Supongo que debía ser una flaqueza de su hijo, la materia de historia. Esa pregunta debió ser contestada hace tiempo atrás, aunque no se desalentó. Le contestó enseguida.


-Hay quienes aseguran que estas tierras se encuentran por encima de incluso Asgard, aquí inició la vida en muchas formas. Son sitios realmente arcaicos. Les debemos respeto a su gente y a su reino. No solo por la cuna donde muchos nacimos, sino por las grandes canciones antiguas que nos han dado profecías que no dudamos que ocurran.


-¿Qué clase de profecías?


A lo lejos se escuchaban las llamaradas que brotaban del suelo y quemaban aún más el aire en las cavernas.


-El ragnarok hijo mío... Dice que el monarca de estas tierras habrá de llegar con la desgracia a Asgard, que sus pies habrán de corromper el puente arco iris y nuestra raza perecerá.


Ante estas palabras, los ojos de Thor crisparon en total suspenso y sorpresa, ¿cómo era posible que tuviesen una alianza con una nación que estaba destinada a destruirlos?


¿Qué clase de relaciones diplomáticas habrían de mantener de ahora en adelante? Lamentó haber preguntado.  Negó con la cabeza varias veces. Finalmente un brillo de rescoldo se coló en las miradas de los recién llegados.


-Finalmente esta aquí.-Habló Freyr.


De igual manera, descansaba junto a varios otros elfos que portaban hermosas vestiduras plateadas. Que aunque parecían ser simple tela, se trata de la legendaria seda de diamante, un fuerte recurso de los elfos de antaño. Lo que parecía ser un simple atavío era nada más que un poderoso escudo. 


A su lado, cinco sujetos encapuchados permanecían en silencio, de entre ellos emergió Vanir.


-Mi señor Odín, finalmente está aquí, esperamos que su camino no haya sido demasiado difícil.-Habló con calma.


-Para nada, solo tuve que atender un par de detalles.-Y miró de reojo a su hijo que no dejaba de ver a los silenciosos elfos que no quitaban la mirada de su rey.


Vanir observó por un momento al joven sobre la montura del corcel.


-El príncipe ha crecido en gracia y fortaleza.-Susurró.


-Así lo han querido los dioses.-Resolvió Odín.


-Sin embargo, me temo que esta no es una situación donde un príncipe pueda permanecer seguro.-Afirmó Freyr entrando en la plática.


-No se preocupen, él permanecerá aquí, pero ha heredado mi necedad, por favor Vanir, toma a cargo a mi hijo mientras estamos en los bosques.


-Así será.


Y finalmente descendió de su corcel para finalmente planear que habrían de hacer enseguida. Surt había tenido que retrasarse pero en resumen logró reunirse con los demás monarcas.


La situación se había salido de las manos por ahora, en silencio escucharon lo que el rey de las tierras calientes tenía que decir:


-Tal parece que como nos imaginamos fue un ataque sorpresa. Los hombres no pudieron reaccionar a tiempo y las hordas de rondines habían estado fuera del perímetro cuando el ataque comenzó. No sabemos, si fue una casualidad que atacasen cuando justamente estaban desprotegidos. Y realmente es un misterio total el porqué de su ataque. Se trata de una colonia a las afueras, básica y sin gran tesoro que tomar.


-¿Estamos seguros de que fueron los gigantes de hielo?-Preguntó el rey elfo.


-Sin duda, los hombres que lograron escapar afirman la presencia de los piel azul. Para agravarlo, dicen que eran superados en número. -terminó de explicar Surt.


Guardaron silencio.


-¿Cómo? ¿Cómo es posible que ellos hayan podido poner un pie siquiera aquí? Todos aquí estamos bajo el flujo de magia ancestral, es por ello estos encantos que rodean nuestro cuello nos permiten respirar, de no ser bienvenidos por sus ancestros rey Surt, nosotros hubiesemos sido consumidos por el calor.-Preguntó Odín.


-Además, dice que no hay nada de tesoros o siquiera algo importante en esa zona, si estamos seguros de que sean gigantes de hielo, no había razón para los actos.-Explicó Vanir.


-Esto no me parece nada coherente. Debemos averiguar que hay detrás de esto. 


-Bien, entonces dejemos la charla y pongámonos en marcha.-Todos asintieron. Freyr tomó su montura, un colosal ciervo con una cornamenta imponente. El rey Vanir levitó un poco y bajo sus pies se condensaba una bruma que le mantenía lejano de la tierra. 


Odín se acercó a Thor.


-Prometiste quedarte junto a los hombres de Vanir. Nosotros nos moveremos ahora, como habrás escuchado mi querido hijo chismoso, los místicos hombres de Vaneheim permanecen aquí para proteger con su magia a su rey y a nosotros. Deberás quedarte con ellos como me dijiste ¿de acuerdo?


El chico asintió.


Su padre dio unas miradas a lo lejos y pretendiendo que nadie lo viese, sacó de sus ropas un espejo.


-Tu madre me lo dio, si tanto quieres ver la acción, puedes acercarte al reflejo. El espejo siente tus deseos, así que concéntrate en pedir que te muestre lo que mis ojos ven, así podrás saber lo que ocurre. Úsalo bien.-Susurró mientras acariciaba sus cabellos.


Thor sonrió anchamente y asintió.


-Estaré bien padre, cuídate tu también, rezaré por ti.-Trató de sonar lo más fuerte posible y así lo percibió su padre. Finalmente se despidió y montó su corcel.


Nuevamente las calientes rocas se movieron y abrieron un nuevo camino que no existía momentos antes.


-Por aquí.- Señalo Surt.


Y se dispusieron a partir.


Thor les observó. Deseó poder ser más grande y fuerte, para poder acompañar a su progenitor, pero ahora solo podía rezar por él. 


Cuando finalmente salieron de su vista, tomó el espejo en el que solo pudo ver su reflejo. Contempló su mirada penetrante. Un nerviosismo corrió por su nuca. Algo se coló en su mente y le dejó irritado por un momento. 


-¿Príncipe Thor, hijo de Odín?-Habló uno de los hombres de Vanir.


El mencionado hizo un respingo y le miró aún sin poder ver por su capucha.


-Presente... Digo, aquí estoy.


El hombre que guardó silencio le hizo una seña para que le siguiera.


-Vamos, será mejor que puedas orar con nosotros, eso ayudará a que nuestro rey y sus aliados estén bien. Si algo ocurriese.


-¿Algo?


-Un ataque sorpresa o algo que ellos no puedan ver, nosotros los pondremos sobre aviso. Esa es nuestra tarea, ser el ojo vigía que protege las huellas pasadas y los pasos futuros.-Explicó, tenía el mismo tono calmado de su rey. Dándole la espalda finalmente le cedió un lugar.


Thor sin saber exactamente que hacer, se sentó en medio de ellos.


-Empezaremos...


Todos ellos guardaron silencio.


-Pero antes...


Otra voz sonó, era una voz femenil. Igualmente devota a Vanir le miró y finalmente Thor pudo mantener contacto con lo que parecían ser dos ojos verdes. Nunca había visto a un residente del reino de Niflheim, así que enseguida agachó la mirada en señal de miedo y de respeto. Debía ser un sacrilegio mirarlos.


-Pero antes de comenzar, príncipe. Creo, que usted tiene algo que decir...


Nuevamente ese escalofrío en su nuca. ¿Hablar? ¿Ahora? 


Oh Thor... Los secretos no se le escapan a ningún mago. 


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