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Tu la guerra, yo la muerte. por MichaelJ2099

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La neblina pasaba por las esquinas grises y frías, la humedad carcomía las raíces de las piedras pulidas, las mismas que bordeaban los caminos que tantos pies cruzaban diario. El musgo podrido despedía un olor desagradable, ni los insectos volvieron a toparse ahí. 


Unos pasos avanzaron, muchos de ellos en realidad, los golpes metálicos de aquellos que iban enfilando y subiendo en silencio, naciendo de la bruma gélida. Nadie decía palabra alguna, simplemente continuaban su camino. El verde césped ya no existía, conforme continuaban algunos iban apartando de sí los abrigos y mantas, el frío se quedaba atrás, al igual que la muerte y la soledad.


Un arco sobresalía de entre todos, dorado y con rasgaduras por su uso en la madera se columpiaba en la espalda de la poderosa mujer.


Llegados a la zona más alta de Asgard, donde por fin el sol alumbraba se congregaron en una pequeña plaza, igualmente deshabitada. A momentos sus pies rompían pequeñas capas de hielo que cubrían el suelo, la fuente en medio del sitio se había resquebrajado y las viviendas se habían vuelto en las esquinas, techos y puertas, en hielo.


La mujer que lidereaba se colocó al frente y habló:


-La caza llévenla al pueblo, ahora mismo hay que reportar al rey lo que se ha hecho el día de hoy, asegúrense de que llegue completo.


Los asgardianos asintieron con un ademán de sumo respeto. Había rostro jóvenes, viejos, femeninos, otros muy pequeños pero tenaces. El grupo de ases y soldados se vio en silencio escuchando.


-Y vayan de igual manera con sus familias a comer, por la noche que los soldados pasen a dejar las armas de caza y regresen a casa.


Hubo un silencio sepulcral. Muchos sentían el alivio en sus corazones, otros sentían una daga en aquellas palabras.


-No te aflijas, ven conmigo, comeremos juntos.- Le susurraba uno al otro y éste con el rostro marcado con las lágrimas y reprimiendo todo quejido asentía. Un pequeño tomó sus cuchillos y los guardó en una bolsita de cuero. Una chica se batía de nuevo las pequeñas llagas en su mejilla que no dejaban de soltar gotas de sangre.


Se despidieron y la reina subió sola los siguientes pasajes. A momentos escuchó el trinar de un ave y veía unas cuantas especies surcar el cielo, pero en sus movimientos y su dirección se percató de algo muy real: estaban emigrando.


-Incluso ustedes desean irse, ¿no es así? - Decía para sí misma, subiendo un poco más se encontraba un caballo atado, un anciano le cepillaba la crin con dedicación.


-Bienvenida reina.- Dijo el hombre que giró a su encuentro pero no podía enfocarla, era ciego.


-Ve a descansar, pronto podrán comer todos.- Le aclaró y tomó los bridales del semental. El anciano asintió con una sonrisa leve, tomó su cayado y se alejó. El último tramo lo recorrió sobre la bestia y llegando al palacio podría jurar que el aura dorada que anteriormente cubría su hogar, ahora estaba opacada.


Había pocos guardias y pajes, solo algunos indispensables que enseguida acudieron en cuanto la reina llegó. Un grupo de tres mujeres, una le tomó el arco y la flecha, otra le ofreció un paño con el cual secarse el sudor y otra más cargaba unos cuantos pergaminos.


-¿Cómo va todo?


-Bien mi señora, ahora mismo el rey está en sus aposentos pero terminó de comer satisfactoriamente. La princesa Syn lo acompaña.


-¿Tenemos noticias del rey Vanir?


-Si.- Se apresuró una más.


-Llegará por la noche, esperemos podamos obtener un poco más de alimento de ellos.


-No debemos depender de los demás, aunque la pesca se redujo logramos encontrar unos buenos bancos en medio del mar, a varios kilómetros de la orilla, claro está. Comeremos bien esta noche.


Se iluminaron los rostros.


-¿Qué hay del príncipe Thor?


Guardaron silencio. Incluso parecían temer lo que saliera de sus bocas. La más valiente se atrevió a decir:


-Todavía nada, mi señora. No ha enviado ninguna misiva. Con esta noche, se cumplirían ya tres semanas de que partió.


Frigga suspiró por lo bajo, pero no quiso mostrar esa expresión en su rostro. 


-Bien, iré ahora mismo con el rey, por favor, en cuanto terminen acudan a las plazas altas, la caza y pesca fueron buenas, tendrán un buen festín.


Asintieron con respeto y agradecimiento y partieron presurosas. Los pasos de la reina resonaban en el desértico pasillo, incluso parecía que las antorchas no iluminaban lo suficiente y el lúgubre ambiente se volvía más y más pesado. 


Una vez llegada a las altas puertas que fueron abiertas de par en par por los guardias. Frigga entró, la escena no la impresionaba de nuevo, en la cama, cubierto hasta el vientre estaba Odín, descansando. A su lado, la joven Syn leía con calma.


-Mi rey.- Pronunció, pero su voz más lejana de sonar como el de la reina, sonó más como el de una niña asustada.


Se sentó a su lado, Odín estiró su mano y la apretó contra el pecho.


-Mi nube dorada, ¿cómo estuvo todo? - Le acarició la mejilla y notó la leve capa de tierra que mantenía en sus mejillas. Frigga era una excelente cazadora, una líder nata y una bondadosa mujer, pero Odín desearía no tener que pedirle lo que hacía.


Ella sonrió.


-Estaremos bien, podremos estar tranquilos las próximas semanas, no te preocupes. 


Odín le habló:


-Por favor, no suavices las cosas, dime la verdad.- Le suplicó con decoro. Frigga borró su sonrisa y suspiró cansada. Tras un corto silencio añadió.


-Tuvimos que adentrarnos mucho más en el mar helado, aunque rompemos el hielo, es demasiado para la vida de allí, se han ido o han muerto. En los bosques igual, la sequía ha hecho que los ciervos se alejen cada vez más. El pueblo está acostumbrado a la caza, pero tememos que la demanda de comida provoque que la fauna se retire más pronto de lo que es. 


Syn escuchaba sin mirarlos.


-Incluso vi una parvada alejarse, están emigrando, aunque no sea temporada. Ese hielo... Ese horrible frío.


Esto último lo decía mascullando las palabras. Estaba muy afectada por lo ocurrido. 


-Thor está bien.- Dijo Odín rompiendo el ambiente y sorprendiendo a su mujer.


-Heimdall a recobrado un poco de fuerzas y fue lo primero que me dijo.


La mujer sonrió, en sus labios se formó un par de arrugas y una lágrima corrió por su rostro. Besó la frente de su esposo. Syn se levantó con disimulo pero la reina compuso su postura.


-Muchas gracias por lo que haces, sé que no debe ser fácil para ustedes tampoco. Si te sirve de consuelo, es posible que tu padre llegue esta misma noche.- Dijo con calma. Syn sonrió.


-Estamos para servirles, gracias por la información. Ahora mismo la poción ha surtido efecto, siga reposando, pronto podrá ponerse de pie.- Añadió. Odín hizo una reverencia con la cabeza.


Frigga contempló el recipiente de cerámica del otro lado de la cama. Una vez que Syn salió la reina se dirigió a su esposo.


-Me preocupa todo esto del retardante. 


Odín negó con la cabeza.


-Ahora mismo, aunque sea por ley, no puedo dormir y no debo dormir. Tengo que estar aquí con ustedes.


Su mujer se acurrucó con mayor comodidad a un lado de su esposo. Él pasó su brazo para que ella pudiese colocar su cabeza en su pecho y hombro.


-Sabes qué es por esto que igualmente él se fue, ¿lo sabes?


El rey llevó su vista al pulcro lugar que era su aposento.


-Lo sé, y créeme que no será para siempre. Llegará un momento en el que la poción de Vanir no haga efecto y caiga en el sueño. Entiendo que Thor está molesto conmigo por esto, pero aún es muy joven como para llevar esta carga sobre sus hombros. 


-Está desesperado. Desde que se fue a Alfheim en busca de la ayuda de los reyes, no hablaba más que de unión pero sabíamos en el fondo que también iba en busca de ese joven.


Suspiró.


-Sé que lo está, pero incluso ahora, no es momento para eso. Deseo que regrese pronto, Frigga. Quiero que mi hijo tome el poder, pero tiene que estar listo para tomar la responsabilidad, este solo o no.- Estrecharon sus manos. Los reyes, tristes y sin el poder que su exterior llevaba, deseaban la vuelta a casa de su hijo, del próximo rey de Asgard.


Mientras tanto Syn, que ya se había alejado, llevó los utensilios a su espacio personal del castillo, el mismo que le fue proveído para que descansara y pudiera estar cerca y alerta de los reyes.


Suspiró en la ventana, la altura de donde estaba le mostraba cómo se veía el reino de Asgard. Gris, las llanuras donde comenzaba la vegetación y el mar estaban sumidos en una densa niebla, ella sabía bien que todo aquél sitio tocado por ese funesto velo estaba ahora convertido en hielo.


Se abrazó a sí misma, como si tuviese frío de repente. Aquella noche fue terrible...


Habían llegado por montones, era imposible tomar un número certero, venían en una estampida mortal. Alzando sus largos huesos, golpeando lo que estuviese en su camino, de sus extremidades brotaba el hielo seco y con la fuerza propia de un ser descomunal arrasaron y apagaron las vidas de los que cerca estaban del puerto. No hubo necesidad de barcos, en el segundo preciso en el que el Byfröst había colapsado el mar mismo se volvió una ruca piedra fría. Corrían y sus pisadas retumbaban como horribles tambores de guerra.


Los gritos que fueron apagados, los ases que fueron congelados y mutilados en frente de sus familiares. Las casas destruidas y el terror que en ellos vivía. Los soldados poco pudieron hacer, cuando finalmente uno de ellos tomó en sus manos una terrible arma.


Algunos apenas pudieron reaccionar, el aire que habían inhalado por la impresión fue su muerte, cuando el cofre de los antiguos inviernos exhaló toda vida alrededor de ese verdugo se apagó. 


Syn negó con la cabeza, intentaba apartar esas imágenes. Suplicó porque todo fuese una pesadilla, pero en su fuero interno, ya lo sabía.


Lo sabía, y no podía hacer nada. Ya no podía.


Cerró sus ojos. En destellos corrió a su cabeza la imagen después de que las bestias azules se fuesen. El destrozado Byfrost se alzaba derrotado en una columna de hielo que atravesaba el portal arco iris.


Los alces corrían a toda velocidad y los trineos donde se movían los soldados y voluntarios avanzaron veloces sobre el hielo maldito.


Con picos y lanzas lograron sacar al único superviviente.


-¡Heimdall! - Le llamaba Thor, Syn seguía buscando vida en esa colosal estructura blanca.


El hombre de los ojos ambarinos permaneció inconsciente, su cuerpo estaba casi azul y rígido. 


-¡Llévenlo a las cámaras de recuperación! - No hubo más alaridos y montado de nuevo en el trineo Fandral y Volstagg se llevaron al guardián del portal.


-¡THOR!- Escuchó, Sif ya estaba junto con Hogun rompiendo una formación ovalada.


Syn no encontró más vida en ese sitio, pero ante los ojos de todos encontraron una terrible advertencia.


Sus cuerpos se helaron todavía más, la sangre pareció detenerse en esos instantes en el que la voz fue consumida. 


A varios metros, en una posición de crucifixión yacía el títere de los gigantes. Hubo gritos horrorizados, era una imagen digna de un relato de horror. Se trataba de Lars.


Su cuerpo completamente rodeado de hielo macizo mostraba además varias lanzas del mismo elemento atravesando sus manos, sus pies, su pecho y la peor parte... su cabeza.


La sangre ni siquiera tuvo oportunidad de escurrirse, quedó paralizada en el tiempo en los alrededores del cuerpo mutilado del ex general. Thor apartó la vista de repente, la imagen era horrible.


Frunció el ceño y rechinó los dientes. La ira carcomía sus sentidos, en aquél momento podía destruir todo Jötunheim si lo tuviese enfrente. Apretó tanto sus puños que de estos brotaron ríos de sangre.


-Príncipe.- Dijo Syn corriendo a tomarlo. Pero él no hizo caso.


-No es momento para eso.- Susurró antes de tomar el martillo emblemático de su poder, con un golpe certero estrelló la base del hielo y con un rechinido se que resquebrajando hasta la punta.


-¡Apártense! - Ordenó el príncipe. 


Ni siquiera las rocas de hielo hicieron que se rompiese el suelo gélido. Una vez destrozada, el cuerpo del pobre hombre que fue carcomida hasta su mente quedó tieso en medio del sitio.


-Nosotros lo haremos, príncipe.- Dijeron los soldados. Se acercaron decididos y tomaron el cuerpo. Lo envolvieron en mantas y finalmente lo subieron al trineo.


-Haremos lo que es debido.- Aseguró un joven soldado y se alejaron.


Thor no apartó la vista de un lejano horizonte cubierto de una espesa neblina. La mirada que vio en esos ojos azules ya no era de jovialidad, Syn comprendió el terrible destino al que estaban ahora atados los jóvenes de las naciones. Se sintió mal de no poder haberlo hecho de otro modo.


Recobrando la compostura regresó en sus cabales para dejar lo que estaba haciendo. Se secó las manos y salió pronto de la habitación. Intentaría estar despejada para cuando su padre llegase. Sin embargo, un dulce aroma la detuvo. Las enaguas del vestido se movieron con calma tras la fresca ráfaga que corrió por los pasillos. Era increíble pensar que el viento todavía fuese sinónimo de tranquilidad después del mal que había llegado a Asgard.


Syn cerró los ojos, mientras el viento seguía corriendo por sus cabellos.


-Ya voy.- Susurró por lo bajo. Era un llamado, así que redoblo los pasos y se internó todavía más en el castillo.


Cada vez se acostumbraba más al silencio sepulcral del lugar, los guardias se habían reducido ya que el rey Odín había ordenado la pronta protección y cautela del pueblo as. Un rey bondadoso que ponía ante todo la seguridad de su pueblo, eso era un verdadero rey.


Aunque lamentaba todo el aura enigmática que provocó que muchas confusiones ensombrecieran el corazón del príncipe. Los recuerdos que había deseado dejar atrás volvieron a circular. 


-Pero ¿a dónde vas? - Decía Frigga moviéndose de un lado a otro.


-Necesito saber cómo están todos en Alfheim, se perdieron comunicaciones, tenemos que asegurarnos de que nuestro aliado más cercano no esté en problemas.


-¿Y el pueblo?


-El pueblo estaría preparado si ustedes no se hubiesen puesto a hacer puestas en escena para que no cundiera el pánico. 


Frigga guardó silencio. Jamás fue esa la intención, Thor no podía llevar más allá de su nariz la visión de una nación atemorizada. Todavía no era capaz de ver el alto precio por el que sus padres ya estaban pagando.


-En cuanto tenga noticias de ellos, regresaré.- Volvió a afirmar tomando las pieles que le cubrían y se alejó. Incluso, Hugin y Munin volaron a sus hombros, ellas mismas como bestias sagradas y reales habían escogido seguir al príncipe que permanecer con el rey.


Syn tomó el hombro de la reina que estoica permaneció en el umbral cuando su hijo salió junto con los guerreros que siempre le acompañaban. La primera lágrima corrió por su mejilla. Vergüenza y culpa sentía, en su papel de madre olvidó ser una reina con su hijo. En su temperamento fluctuante de querer protegerlo, ella y Odín lo entregaron a un futuro incierto y a una guerra que se gestaba mientras ellos protegían al pequeño joven que nada tenía de pequeño y que su poder había emergido como espuma de mar.


Tomó varios pasillos, giró en varias esquinas y subió otros tantos escalones sin la más pizca de cansancio. Llegó a la alta puerta de hierro negro, en la torre más alta y alejada de todo el palacio. Cerró sus ojos colocando su mano sobre ésta.


En ella podía sentir las vibraciones. Del otro lado seguía el llamado al cual acudía. Acercó sus labios.


-Estoy aquí.


Y la puerta crujió, sus engranes viejos rechinaron y poco a poco con sumo esfuerzo se fue abriendo. Nuevamente el aroma fresco que había percibido lejos ahora le llenaba los pulmones en todo su esplendor, casi consumida por el mundo onírico ante ella cerró los ojos pero enseguida fue recibida por las caricias de las flores que subían en su tallo y la saludaban.


Las coronas de los girasoles le besaban los cabellos, las petunias abrían y cerraban sus pétalos, el pasto bajo sus pies se movía con el poco viento que se mecía y en medio de toda aquella vasta vegetación un gran árbol encorvaba su tronco y lo mecía con sumo cuidado puesto que sobre él yacía recostada la mujer de los poderes de la naturaleza.


-Liv.- La llamó.


La mencionada abrió los ojos, azules fulgores que brillaron más que antes.


-Gracias por venir.


-¿Cómo te encuentras hoy? - Se apresuró a decir la mujer de cabellos negros una vez que se acercó lo suficiente. Los cabellos blancos estaban regados por todo el sitio, como una hermosa Rapunzel esperaba con ahínco la llegada de un príncipe que nunca debió irse.


-Estoy bien, he dormido todo el día.- Su voz que era apenas un hilo tomó un poco de volumen. El tronco donde estaba recostada se levantó un poco y quedó sentada. Una manta hecha de pétalos de rosa se corrió un poco por sus piernas.


-No te descubras, pescarás un resfriado.- Syn tuvo el cuidado de tomar la manta y cubrirla de nuevo.


-¿Mi reina Frigga ha dicho algo sobre el paradero de Thor?- Preguntó.


-Solo que está preocupada, pero el que si habló con más acertivo fue el rey Odín. Heimdall (que está casi recuperado) le comentó que intentando abrir 'sus ojos' vio que Thor está bien.


Liv se puso seria.


-¿Crees que haya visto lo mismo que tu me mostraste a mí antes de llegar aquí?


La hechicera sabía que había dejado una gran carga en Liv. Ambas habían mentido. 


-Siento que han pasado siglos desde que te vi en Midgard y me enseñaste todo lo que ocurriría. 


-Liv, yo...- Dijo avergonzada.


-Nunca antes había mentido en mi vida ¿lo sabes? para nada me gustaba la sensación que dejaba en la consciencia. 


Esta vez Syn no dijo nada.


-Pensar en mentir, en decir que era enviada por mi madre y rey cuando en el momento mismo en el que llegué aquí ellos estaban siendo silenciados por ellos... los jötnar. Nunca creí poder tener el suficiente valor para seguirte.


-Lo lamento Liv.- Pronunció con dureza, intentando limpiar sus culpas, las mismas que llegaba cargando por siglos desde que le fue encomendada aquella misión. Ser la portadora de la paz. Que pesado era ese cargamento. Jamás fue su intención dejarle todo esa responsabilidad a Liv, lo que ella había decidido no estaba en poder de Syn.


-Pero créeme que no te mentí. Ellos están bien y también el reino. Solo están... dormidos. Despertarán en cuanto todo esto acabe.


La tomó de las manos.


-Lo sé, confío en ti. Incluso ahora, no sé como, pero él me transmite también la paz que necesito en estos momentos.


Sin soltar la mano de la hechicera, la llevó hasta donde provenía aquella paz que ella ameritaba.


-Él sigue... ¿desaparecido?


Su voz se tornó apagada y triste. Syn acarició su cabello, en realidad no le respondió. No quería hacerlo, no se sentía capaz de acabar con la última esperanza y tampoco quería destruir lo que a ratos le daba luz a su rostro. Era en esos momentos que sentía nuevamente toda aquella carga. 


Ella jamás le reveló al 100% la verdad a Liv, no podía, no debía. Los cuchillos de la realidad y la verdad eran más funestos para alguien que exudaba jovialidad. Syn era la única que conocía el rumbo exacto de toda aquella querella.


-Te traeré algo de comer.


-Solo la ración que me corresponda, por favor. Mi estado actual no es más importante que lo que vive el pueblo de Asgard.-Aseguró y se acobijó un poco más con las flores que bajaban sus corona para acurrucarla.


Syn asintió y salió de la habitación. 


Ocho meses habían pasado desde el ataque de los jötnar a Asgard, pero, ¿cuánto tiempo había transcurrido en Alfheim?


El cielo era gris y  no había señal alguna de vida ni siquiera animal. La misma neblina que cubría a los ases estaba más que presente en las tierras elficas.


Un estruendo en medio de todo aquel desolado lugar llamó la atención.


-Ten cuidado.-Dijo Sif.


La cabeza de un alce rodó por los suelos congelados. 


-Todo aquí pereció por el frío. -Aseguró Fandral mientras veía con detenimiento la cabeza del animal que hacía tiempo permanecía muerto y congelado enteramente inmortalizado en su huida a los bosques. Todo aquél páramo estaba cubierto de las estatuas que en su momento estuvieron vivas de animales huyendo de un terrible ataque.


-Creo que tenemos todo.- Comentó Volstagg echándose tras la espalda un gran saco lleno de herramientas y utensilios.


-Tenemos que movernos al palacio, ahí veremos a Thor.- Dijo Sif y los guerreros se movieron. En silencio al igual que el lugar llegaron hasta los grisáceos pasillos y salas del inmenso palacio. 


Las puertas crujieron y apenas un rayo de luz ambiental entró. Iluminando el terrible baile inerte que había delante de ellos. Los elfos, los súbditos, los guardias, incluyendo los reyes. Posaban en terribles estatuas de hielo firme. 


-A pesar de que llevamos casi un mes aquí, sigo sin acostumbrarme a este tipo de recibimientos.- Decía Fandral.


-Cállate, no es momento de bromas.- Le golpeó Hogun el pecho.


-Hemos perdido a uno de los grandes aliados de Asgard. La tierra de los elfos, ha muerto. No podemos sino guardar el debido respeto, Fandral.- Le regañó Sif.


Era cierto, las figuras inmóviles solo adornaban el sitio. La vida, se había apagado en esos sitios. ¿Cuándo habían atacado los jötnar? Thor, quien había llegado para pedir ayuda, se encontró con la terrible imagen antes descrita. 


La ensoñada y siempre fértil tierra de los elfos completamente arrebatada de su frescura y sumergida en la desolación de un hielo mortal. No era tiempo de lamentar, tenía que actuar, la guerra había comenzado mucho antes de lo que pudieron imaginar. 


Los reyes, en su figura gélida se tomaban de las manos y en sus rostros serenos se veía la silueta de la resignación. La guerrera Sif lamentó que aquél reino acabase de aquella manera y sin que nadie hubiera hecho algo.


Se dejó caer sobre los escalones y se llevó las manos al rostro.


-Esto es una horrible pesadilla vuelta realidad.


Con el ánimo por los suelos, permanecieron en el sitio donde habían estado tomando asilo desde las últimas 3 semanas.


-¿Crees que Thor logre conseguir algo?


-Tenemos que tener fe en él.- Susurró Volstagg.


¡CROOO-CROOO!


Alzaron la vista bruscamente, por los altos y resquebrajados techos del palacio entraron dos aves negras.


-Hugin, Munin.


De nuevo el crujir de las puertas y tras la cortina gélida se asomó una cabellera dorada, como un sol entrando por la ventana, un rayo de esperanza cargaban los ojos azules del príncipe.


-Lo logré.- Dijo Thor, sus pasos resonaron en todo el lugar. Se acercaron corrieron.


-¿Qué fue lo que te dijo?- Preguntaban.


-Estarán en Asgard en cuanto terminen de empacar lo necesario. Tenemos el permiso del rey Surt, enviará una horda de sus mejores mineros, la magia de sus tierras, de las mismas rocas que tanto cuidan podrán brindar el auxilio necesario a Asgard. 


La lúgubre sala se llenó de gritos de júbilo y algunos aplausos.


-No se podía esperar menos del próximo rey de Asgard.- Decía Volstagg soltándole unas palmaditas en la espalda que casi lo hacían caer. Sleipnir a lo lejos con sus bridales también retozó viendo a los demás hacerlo.


-¿Encontraron algo? 


La pregunta hizo que acallaran pronto. Se miraron los unos a los otros.


-Lo siento Thor, no hay nada, ni nadie.- Dijo Fandral muy serio. Bajaron la cabeza en resignación. Escucharon como Thor tomaba aire y lo soltaba sonoramente.  En su fuero interno las esperanzas albergadas de encontrar a aquél que le fue arrebatado estaban pareciendo morir lentamente.


Negó con la cabeza. Tenía que ver su pueblo por ahora.


-Vamos, no hay necesidad de esas caras, si está todo listo podemos tomar camino a Asgard.


Sus guerreros sonrieron intentando ir en sintonía con sus palabras. Tomaron las armas, los equipajes tras costales y retornaron finalmente a casa. Los cuervos aletearon y se posaron en los hombros del rubio. Sus labios se volvieron una fría línea insípida. Deseaba gritar un nombre ajeno a su pueblo, pero no se lo permitía. 


Un grito de júbilo lo regresó de sus pensamientos profundos. Arrugó la nariz mientras movía el líquido en su copa de piel de animal. 


Miraba con seriedad al grupo de gigantes que gimoteaban y exhalaban grandes bocanadas de bao enseguida de sonoras carcajadas. 


Sus grandes cuerpos se plasmaban en sombras y hacía el espectáculo aún más macabro. Ignoró esto y sorbió un poco más. 


No se sentía nada satisfecho, ni del vino, ni de la cena. El pobre animal que había servido para aminorar los estómagos salvajes de los jötnar todavía giraba empalado sobre el fuego crispante, de él ya solo quedaban al descubierto las costillas y parte de la cabeza, le faltaban los ojos ya y la lengua había desaparecido.


Býlestir soltó un bufido. Las noches pasadas en la que aquél ambiente le resultaba divertido habían terminado, y ahora de nuevo en su entorno natural no podía volver a estar en sintonia con aquellos que eran ' de los suyos'. 


Antes de poder terminar su bebida sintió un golpe en la espalda.


-¿Por qué tan serio, hermano? - Dijo Helblindi con una sonrisa amplia mostrando los dientes blancuzcos.


-Creo que el Kýr (vaca) estaba crudo cuando lo comí.- Murmuró por lo bajo y terminó su copa. 


-Nunca supuso un problema para ti la carne cruda.- Añadió el gemelo. 


No agregó nada más. Helblindi se puso serio y mirando de reojo que no hubiese nadie fisgoneando le susurró al oído.


-¿Qué pasa? ¿no estás satisfecho con la decisión de padre?


Padre... Le quedaba muy mal esa palabra. Býlestir hizo un gesto de desagrado.


-No he emitido juicio alguno sobre lo que dijo.


-No es necesario que lo hagas, se te nota en toda la cara.- Le espetó. Býlestir se molestó aún más, Helblindi le tomó del brazo.


-Vamos, no hagas pucheros, sabes que es solo por el tema de la guerra, una vez que haya cumplido su objetivo seguro te deja el trono, aunque admito que le quitará la parte divertida a tu reinado si solo te toca pastorear a las ovejas que el conseguirá cuando derroque a los demás reinos.


Con tales comentarios, Býlestir ciñó el puño con dureza sin que su hermano se diera cuenta. Giró la cabeza fingiendo tener un dolor de cuello, pero tenía tanta presión sobre esta zona que solo se quejó por debajo.


-Si, debe ser eso lo que me tiene molesto.- Agregó y se apartó un poco.


-¿A dónde vas? Te perderás la fiesta.


-No estoy de humor, ya te dije, fue el Kýr.- Habló sin siquiera mirarle. Dejó la copa por ahí botada y salió de la sala. Había sido muy descuidado, no se percató del par de ojos rojos que lo miraban, este espectador miró a Helblindi y al captar el mensaje el gemelo asintió y siguió a su hermano gemelo sin que éste se diera cuenta.


Los largos pasillos, nadie que saludase, solo el frío, solo bao saliendo de su boca. Había perdido la sensación del transcurso del tiempo, en ese lugar, siempre parecía ser de noche y con esto solo parecía haber oscuridad y silencio rondando los alrededores. 


Tan distinto, tan distante. 


Con pesados pasos todavía se sentía extraño con su altura real, se imaginó a un Fikir a su lado, seguramente le llegaría apenas a la altura de la rodilla.  Sonrió ante tal ocurrencia. Hacía mucho que no hacía comparaciones de aquí con el allá.


Cuando recién llegó, era algo que no paraba de hacer, la comida no era deliciosa, las compañías eran casi sombras y la voz era un instrumento no utilizable dentro del palacio gélido. 


"Seguramente escucharía los golpeteos metálicos de los guerreros", "Por allí entraría corriendo Fikir con sus tonterías de que no saliese demasiado a menudo", "Fandral y Hogun estarían discutiendo, Fandral intentaría disuadirlo para que finalmente se atreviese a salir con una chica".


En cada esquina y oscura habitación solía imaginar una escena distinta. 


¿Cómo era posible que un sitio donde apenas pasas unos meses fuese tan imponente que te hace casi olvidar el lugar donde naciste hace casi 1200 años?


Nuevamente se sacudió, sabía que ya no era momento de sentimentalismos, necesitaba sentir, si, pero no dejar que esto nublase su juicio. 


Sus pies que se movían desnudos y por inercia se habían colado en una más espesa oscuridad. Solo algunas llamaradas en las paredes que colgaban vislumbraban el camino. Tras un estrecho pasadillo y un par de puertas escondidas tras varios muros pudo ver a dos guardias cubiertos de pelo de animal, con armas en cada mano. No aminoró el paso, alzó la vista con orgullo.


-Déjenme pasar.


Pero los guardias se miraron de reojo, aunque su imagen era imponente, se notaba la duda en su mirar.


-¿Acaso debo repetirlo? - Su voz tronó, algo bueno de la genética que llevaba era que podía sonar tan aterrador como su padre.


Los guardias se movieron y le cedieron el paso. Tras de ellos se abría una larga hilera de escaleras que iban en sentido descendente. Ya no había luz, era como un gran hoyo negro en medio del suelo. Se debía ser muy diestro para no caer y ser llevado por la fuerza, quien sabe si esas infinitas escaleras tenían fondo.


-Tenga cuidado, majestad. - Susurró.


Býlestir no prestó atención. Chistó por lo bajo y sonrió soltando una risilla que no era divertida.


-¿Cuántas más mentiras contarás, padre?


Igual que en la superficie, perdió la noción del tiempo mientras bajaba más y más, sus ojos ya no distinguían las figuras de las escaleras y con una mano en la pared para no morir en una caída ridícula continuó bajando. Escuchó el sonido del agua cayendo, alguna sucia filtración.  


Se detuvo en seco. Sabía que había delante debía haber una gran reja enmohecida y que crujiría de manera diabólica.


-Necesito que alumbres un poco el lugar.


Silencio total.


Guardó la voz en un ahogado suspiro. Llevó su mano a uno de los sucios barrotes.


-¿Duermes?


Tampoco hubo respuesta.


-Pregunta estúpida ¿cierto?


No quería alzar la voz, con pesadez llevó la frente y sin importarle lo sucio que estaba la pegó a la reja húmeda, podía sentir incluso algunas gotas corriendo por sus manos sujetadas. Apenas hizo un respingo cuando una bola de fuego apareció. Su fulgor llenó de escarlata la estrecha cueva, una asquerosa celda húmeda, sin una entrada de la luz del día. Y así como esa lánguida luz apareció, del mismo modo lo hizo aquél ser raquítico y desnudo.


Estaba dándole la espalda y con solo esa imagen, Býlestir sintió mil agujas atravesándole el corazón. Sintió que las piernas flaqueaban pero como pudo abrió la reja que los separaba.


-Abierta.- Susurró.


-Me retienen aquí con tal seguridad de mi precariedad, que no se puede creer que pueda escapar, no es necesario tener una cerradura.- Su voz, tan aterciopelada no había perdido su elegancia. Sin embargo, bajo cada sílaba había un silbido de dolor, de un intenso dolor en sus cuerdas vocales. Gritos debieron haberlas agotados hasta el final.


Había terribles líneas rojas en toda su piel azul, algunas con sangre seca, otras todavía con la sangre escurriendo en pequeñas gotas. Algunos mechones de cabello estaban en el suelo y el que todavía quedaba en su cabeza estaba enmarañado, no había sido cepillado desde hacía mucho, mucho tiempo.


Býlestir ni siquiera tenía el valor de buscar su rostro. Podía ver la silueta hecha ovillo de su hermano mayor.


Hizo un movimiento y resonaron las cadenas en sus tobillos y su cintura.


Sin poder contener aún más la fuerza con la que entró a la cueva se dejó caer. Enseguida se quitó la piel de animal que llevaba puesta y la puso sobre él. Lygar hizo un gemido de dolor, ante el más mínimo contacto sentía las heridas reabrirse.


-Lygar... lo siento... lo siento demasiado.- Gimió con el hilo de voz que le quedaba. Escondió el rostro aún más entre sus manos.


El mencionado se movió lentamente sobre el húmedo suelo, casi reptando. Sin emitir sonido alguno.


-¿Por qué no has venido antes?


Entre algunos sorbos, Býlestir contestó:


-Temía que si venía como comúnmente creyesen que teníamos algo entre manos.


-No ha sido necesario, ya lo creen. Claro, solo de mí. Ese es el porqué de mi estado. Desconozco por qué aún no me han destruido.


Býlestir aguardó un poco, intentó recobrar la compostura.


-Creo que cierta manera si lo piensan. Laufey ha dado una larga junta.


A Lygar no le interesaba saber de aquél que se proclamaba rey, sabía que seguramente se escudaría con algo o alguien.


-Ha decidido posponer mi proclamación del trono.


-Eso te tiene muy amargado ¿no es así?-Sugirió con un intento de risa que sonó más a un quejido.


-No, sabes bien qué significa.


Lygar aguardó un poco, se acobijó con un poco más de valor aunque las heridas protestasen.


-Si no te ha dejado el poder como prometió, es porque algo quiere hacer personalmente.


-Si, habló de una captura total de Asgard. Con lo debilitados que deben estar ahora por las escarchas esparcidas, está programando ya el golpe final.


-Piensa dejarte solo las sobras.- Añadió.


Guardaron silencio.


-Loki...- Pronunció Aren.


Hacía meses que nadie lo llamaba así... Le resultó tan... cálido. Sonrió con un poco de esfuerzo y una gota resbaló de la cuenca de su ojos hasta el suelo y se perdió en la humedad.


-Me mantienen con vida por alguna razón, por ahora solo se están divirtiendo conmigo.


-Te necesitan, ¿no es así?


Loki no respondió pero su silencio fue afirmativo de alguna manera.


-Tal vez retrasemos un poco las cosas si desaparezco. Podrías arrojarme al canal de desechos, seguro nadie me busca ahí.


-No seas estúpido, iremos, los dos.


No hubo respuesta alguna. Sin embargo, se removió y sus omóplatos saltaban aún más ante el crispar del fuego rojo.


-No sería buena idea que el próximo rey de Jötunheim desaparezca.


-Es posible que nunca me acerque al trono.


Esas palabras, tan sencillas y heladas se transfiguraron en terribles golpes en el fuero interno de Loki, ¿qué era ese escalofrío?


-Loki... Necesitamos advertirles del peligro... Somos los únicos que pueden evitar que ellos perezcan.


Un mar de oscuras aguas llegó a su memoria. Desde que había pisado la tierra helada había vuelto a tener esa pesadilla, las aguas azules, tormentosas, con rugidos que lo engullían y le dejaban sin aire. 


-No puedes negar qué te embarga la misma ansiedad que a mí.- Agregó Aren.


-Nos fuimos para buscar la oportunidad de regresar y sacarlos de ahí, pero...


-No tengo suficiente poder, estoy casi muerto.


-Necesitamos ayudarlos, Loki. Tenemos qué hacerlo, esto es más grande que nosotros mismos. 


Claro que lo entendía. Quería buscar aquello que dentro de él sabía que le daría las fuerzas necesarias. Necesitaba encontrar ese tesoro escondido, lo que tanto protegió con recelo. Encontrar su corazón y sentirse colmado como lo hizo cuando estaba en Asgard era el único modo de regresar.


-Quiero verla, Loki. No ha habido noche que no piense en cómo estará. No le pude decir nada, simplemente desaparecimos... Ella no se merecía esto, por favor, Loki. Atiende a mi llamado, sé que de igual manera tu deseas verlo ¿no es así?


Esa oleada de calor repentina no provenía de la piel de oso sobre su cuerpo. Venía del interior de su pecho.


¿Verlo? ¿acaso eso era posible? Como una ruptura en el espacio, un largo y tendido amarillo se coló en sus pensamientos, ríos de un precioso amarillo que pronto se enredó en sus manos, ya no era solo un color, eran cabellos, finos y brillantes a la luz del sol.


"-¿Cómo dormiste?"


¿Era esa su voz? ¿la que recordaba o la real? Podía ver sus labios moverse pero el sonido poco a poco perdía nitidez. 


Con pesadez pudo ver de frente aquél mar, el mismo que lo engullía cada noche, solo que esta vez provenía de los ojos del príncipe.


"-¿Quieres dormir un poco más? "


La ilusión volvía a hablar y le acomoda los negros cabellos.


Sus labios se movían rápido y lento a la vez. No podía responderle, pero quería seguir escuchándolo.


-Necesito que me des de tu energía, en el estado en el que estoy, no llegaré ni a la entrada del castillo.- Susurró y como pudo estiró un brazo sobre la superficie, se intentó colocar derecho de manera fallida, Aren le tomó de los hombros y esto generó que se tensara, aguardó un poco intentando no soltar un grito de dolor, ya no podía gritar más.


Hasta ese momento en el que se pudo sentar Aren vio el terrible estado completo de su hermano. Sintiéndose miserable, guardó un jadeo que salió de sus labios cuando pudo por fin ver el rostro azul de Loki, algo terrible había ocurrido con él.


-Pero que te hicieron...


-Es lo que se merecía.


Ni el más terrible frío hizo que la espina dorsal de Aren se tensara tanto como con aquella voz detrás de ellos. Giró violentamente la cabeza, Helblindi estaba de pie en la puerta, no había producido ruido alguno y sin embargo por la posición que tenía seguramente llevaba mucho tiempo allí.


-Si no fuese por el poder que corre por sus venas, ni siquiera hubiera pasado la primera noche cuando nació.- Arremetió y escupió lejos.


-No deberías perder el tiempo aquí, hermano, vamos. La fiesta continúa allá arriba.- Le estiró el brazo. Aren lo miró como si fuese un terrible veneno.


Guardó silencio. 


Tras él, Loki se desplomó, inconsciente. La llama se apagó y Aren comprendió la señal. Helblindi que se había puesto en guardia pronto fue derribado, los brazos fuertes de su gemelo se ciñeron en su cuello.


-Sé que me seguirás hasta la muerte, pero incluso allí, no dejaré que intervengas.- Masculló y imploró a la nordas que el plan funcionase.


-Eso es lo que tu crees.- Le respondió con la misma franqueza.


Volveremos... Los veremos a todos de nuevo... Aunque... No sé como es que nos vayan a recibir... Ya no seremos los hermanos forasteros... Ya no usaremos más disfraces...


Liv.


Thor.


Espero que lo que tanto albergaron en su corazón y proclamaron con sus labios sea lo suficientemente fuerte para volver a recibirnos y ver lo que realmente somos.


Hasta entonces, espero sobrevivir esta terrible pesadilla. 


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