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Tu la guerra, yo la muerte. por MichaelJ2099

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Raptaron por el húmedo suelo. Escalaron gélidas y terribles montañas. Todas ellas hostiles, con alimañas saliendo de sus entrañas con terribles bestias esperando en la oscuridad del mundo para poder devorar todo aquello que perdiese su rumbo. 


Una serenidad fatal se extendía como un lúgubre manto, ningún sopesar podía ser capaz de asemejar el terrible ambiente que se abría ante ellos.


-Mi señor, debe estar cerca.-Habló guturalmente. 


La expedición había comenzado con diez seres y ahora solo quedaban dos, el rey y un siervo que había sobrevivido tal vez por puras desatinos del destino. Laufey le acribilló con la mirada, hacía tiempo que debían haber llegado al sitio requerido pero ahora se encontraban casi luchando por sus vidas en el violento mundo. 


El dedujo que el trato previo que había hecho tenía un coste muy alto, pero estaba dispuesto a correrlo en tanto pudiera hacerse del universo entero. Confiado en que podía tener un ápice de ventaja, lo hizo. 


Estiró su brazo celeste tanto como pudo. Mientras era casi cegado por el brillo dorado del objeto que estaban por perpetrar. Las vidas desechas de sus guardias, era un precio mínimo a pagar. No dejaría que nadie más se hiciese de tal arma de invaluable poder. Tenía que solo de él. 


Por ello era rey. Despiadado y sediento de poder. La perfecta imagen de la barbarie sin fin que reside en todos y aún así quiso tener imagen propia. Finalmente la sintió. La tomó entre sus raudos dedos y se estrechó a ella tanto como a la vida.


Y de pronto todo el calvario acabó. Cegado nuevamente por la mísera luz del sol, quedó tendido en el suelo de perfecto marfil. Echo un ovillo sintió la pesadez en cada uno de sus músculos.


-¡Ayudadlo!-Exclamaron unos y pronto lo tomaron para ponerlo en pie. Fue imposible, intentaron desapretar el agarre que tenía sobre su pecho pero se rehusaba a soltar lo que sea que tuviese entre su cuerpo y sus manos. Dentro del furor de sus hombres se comenzó a escuchar el hilo de una risa sin juicio.


-¡Rey Laufey!-Exclamaron unos intentando volverlo en sí. No era momento para quedarse sin monarca. Como pudieron lo llevaron a otra habitación donde ya habían dispuesto jötuns con conocimientos sanadores. Pronto las puertas se cerraron pero la carcajada que había crecido en momentos inundó cada rincón del Gastropnir, hogar y sede principal del rey Laufey de Jotunheim. 


La risotada recorrió casi con consciencia cada alcoba y espacio posible. Hasta llegar a oídos de uno de ellos. 


-Parece que lo ha logrado, esperemos no haya perdido el juicio en el camino. Solo Odín sabe cuantas vidas se han perdido irremediablemente en el mundo de Helheim. Si su cuerpo no pereció, tal vez su mente.-Dijo con calma, como si fuese lo más común del mundo. El gigante finalmente entró en la habitación de lleno, llegó junto a su hermano mayor quien como era costumbre llevaba un libro a punto de acabar. 


-Calla, hermano. La locura siempre ha sido parte de él, y bien lo sabes. Aún con el poco juicio nunca dejará de velar por su obsesión más grande.- Explicó con parsimonisia actitud. Pronto dejó el libro en un neceser. Sin girarse a ver a su hermano, caminó lentamente hacía la puerta.


-Sabes que no está permitido que salgas.


-Pronto lo haré, no quedará de otra y él vendrá a buscarme para usarme de artificio.-Recitó casi como un poema y se quedó quieto en la puerta cerrada.


Pronto sería perturbado. Pronto las ramas del Yggdrasil tendría un leve respingo. 


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El mundo giró cual su naturaleza es, las lunas se movieron, los soles brillaron tanto como se podían permitir y el tiempo, el escueto elemento de banal importancia continuó su camino en un sendero de oscuridad. Solo ellos podían ser testigos omnipresentes de todo lo que acontenció antes, durante y después. Mudos y quietos prestaron atención a las pieza cósmicas que tomaban su lugar, nunca interfiriendo en ellas. 


Puesto es, volvemos nuestra mirada a las raíces de fresno erigido. Temido, amado y protegido. Sus raíces multicolores conectando las venas de un universo repleto de vida. Vengan, sin perderos en el camino, cuiden donde su pie pisa, puesto que un falso movimiento los llevará a... Bueno, nadie ha sabido que hay después de ello, mejor no descubrirlo. 


Echad un vistazo, un sinuoso camino acuático solo es el preludio de un vasto reinado, uno de los más poderosos. Asgard, cuna de dioses de grandes leyendas y cánticos. Helos ahí.


Cierto era, la impetuosa imagen de un mar que nunca acababa, sobre sus fronteras podías ver erigirse un reino sin precedentes. La imagen se desdibuja y finalmente, llegamos al corazón de Asgard, donde el Valaskyalf encuentra lugar. En sus plateados muros y techos, que parecen nunca menguarse por las guerras ni el paso de los milenios. Dentro, se escucha una fiesta.


-¡Otra!-gritan en unísono y una nueva ronda de sirvientes trae más tarros con rebosante vino. Las descolocadas mandíbulas que sueltan risotadas y las barbas que remojadas en vino se alzan por encima de la mesa. 


Presidido por ellos en una silla de majestuoso dorado permanece quieto el Padre de Todo. Ya en sus canas no se ven reflejadas las ansias desmesuradas de ahogarse en alcohol. 


-Es una lástima que el príncipe Thor no gustase de unirse al festejo.-Comentó Niels, el general del ejército asgardiano, único que le seguía en poder a Odín. Había sido su maestro de armas e incluso teniente general cuando Bor, el anterior Padre de todo existía. Su sabiduría bélica y años de amistad le valieron grandes oleadas de honor.


-Igual que yo en su momento, es presa constante de sus desatinados ataques de emoción. Sepan disculparlo.-Dijo con el porte de rey.


Niels negó como evadiendo la excusa y sonrió para seguir con la fiesta. Le conocía lo suficiente, sabía a qué se debía la situación con el príncipe, pero protocolariamente habló con Odín, sabía que más de un par de oídos estaban pendientes así que supo disipar insensatos rumores y habían planeado ese comentario para simplemente desairar a quien estuviese prestando demasiada atención. 


Severo continuó en su trono, aun con rostro sereno se podía leer que debajo de él, había una molestia constante. No dio más tiempo para avivarla, antes de que la noche espesara más, la fiesta acabó y los generales y capitanes de las brigadas se movieron pronto a volver a sus hogares. 


-Es triste dejar Valaskyaf, pero estoy seguro de que aún me queda emoción para continuar la fiesta en Alfheim.-Habló un hombre de robusta complexión, entrado en años y con una gran cicatriz que surcaba la mitad de su rostro.


-Así parece Lars, te pido prudencia aún así, tu bien sabes las razones para esta enmascarada fiesta.-Habló sutilmente Odín. Enseguida Lars asintió.


-No tema mi señor, lo sé bien, tendré templanza en mi comportamiento, pero esto de fingir emborracharse y alegrarse, no parece ser tampoco un castigo.-Decía divertido. 


Odín le sonrió de medio lado y pronto lo despidió. Lars se encontraba por debajo de Niels como Teniente General. Hacía años que ostentaba un puesto importante en la corte de Alfheim debido a las hazañas en guerras pasadas. Como recompensa, se le había hecho acredor al manejo de una de las ciudades de Alfheim que tuviese gran poderío comercial. Lo sabía llevar con sabiduría e indulgencia. Esto le daba ánimos a Odín y a su vez lo mantenía al tanto.


Era cierto que mantenían un tratado de paz con Alfheim, pero eso no significaba que era eterna, por ello, mejor siempre tener algún par de cartas bajo la mesa, en este caso, a un aesir en territorio elfo para que siempre estuviese enterado de cualquier movimiento. Lars cumplía bien su misión. 


Una vez que todos ellos fueron despedidos, Odín caminó sin prisa por los inmaculados caminos en blanco. Debía ahora a apaciguar otro tumulto. Pronto lo encontró sin necesidad de preguntar, fuera de palacio, por uno de los costados de la gran explanada estaba la entrada a las caballerizas. Todo cuanto le vio pasar lo reverenció y el con un gesto amable saludaba. Pronto cruzó el umbral. 


Lo miro junto con los generales. El gran león rojo de Asgard le propinó un manotazo en la espalda en signo de aliento.


-Vamos Thor, no es para tanto. Además, tu conoces a tu padre. Sus razones tendrá.


-Pero nunca las comunica conmigo.


-Gajes de ser un rey.-Le respondió Hogun con la mirada aún puesta en la bestia de transporte que intentaba calmar para guardarla en su corral. Recién llegaban de una nocturna travesía por los bosques de Asgard, tal vez cacería ya que traían dos ciervos y un jabalí de horrorosas dimensiones. 


Todavía dándole la espalda, Thor resquebrajaba un pan que tenía entre manos y pronto se los hacía llegar a dos aves de oscura presencia. Hugin y Munin. 


Apenas tomaron el bocado se echaron a volar lejos.


-¿A dónde van, diablos? Aún queda media barra de hogaza.-Dijo Thor quien se dio la vuelta a confrontarlas solo para darse visto por su padre. Le contemplaba con su único ojo y ni se inmuto cuando las aves se posaron en sus hombros como era costumbre.


-Bien, parece que es la señal para despedirnos por esta noche.-Dijo Volstagg mientras se echaba las bestias tras los hombros para guardarlas a un festín. Le siguieron el paso Fandral y Hogun. 


Sif, con dudas, le dio una mirada a Thor y un guiño. Pronto desapareció por donde los anteriores se habían ido. Por un momento la luna bañó a Thor en blancuzca luminosidad. Los años no habían corrido en vano.


El niño despotricado había desaparecido, revestido en galas reales ahora quedaba un joven de fuertes complexiones, rostro tosco pero no menos hermoso y una caballera rubia que le llegaba apenas debajo del hombro. 


Aunque la adultez lo había alcanzado, aún tenía rezagos en su madurez. Odín le miró orgulloso e hinchó el pecho. Era un valioso guerrero, amado hijo y aún con todo, apostaba que con el tiempo se volvería un digno sucesor. Finalmente notó que en sus ojos de zafiro esperaba que él dijese algo. Solo alzó la mano en señal de pacífica intervención.


-Ven conmigo cuando estés presentable para tu madre. 


Fue lo único que dijo y se fue por donde regresó. 


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Thor asintió cuando fue a por él un siervo de la escolta general de la reina misma, Frigga. 


-Príncipe, su padre lo está esperando.-Habló inseguro el paje, un muchacho (aún niño) de tez lechosa y el cabello rojizo recogido en una coleta.


El mencionado no habló. Solo pidió un momento a puerta cerrada. El chico salió enseguida y lo dejó solo. 


Thor hizo lo propio al procurarse ver bien, se trataban de sus padres, los que le habían criado pero eran reyes también y era mejor mantener esas formalidades. Una vez izada su capa roja salió bajo la reverencia de sus sirvientes que le escoltaban tras la alcoba por si alguna cosa se le antojase. 


Pronto llegó a los aposentos de Odín y él solo abrió sin pedir ser avisado, al menos en ese sentido quería sentirse cercano a sus padres. Abrió la puerta y vio dispuesta a su madre con un libro en manos. Le sonrió enseguida y se levantó para recibirlo con un beso que fue correspondido con ternura.


-Sé prudente.-Susurró ella y se apartó enseguida para colocarse a un lado de su esposo que esperaba al fondo de la habitación tras una gran mesa donde estaba perfectamente representado el mapa de los nueve reinos. Se suponía que era para las afrentas de una estrategia, pero siendo Padre de Todo, conocía como la palma de su mano los reinos. Así que el gran artefacto pasó a ser un gran inmueble.


Esta vez, se colocó como es debido delante de él y agachó la cabeza en señal de respeto.


-Hijo.-Comenzó.


-Aún te falta mucho para ser nombrado rey, no por mi longeva vida sino por tu asidua testarudez.-Un regaño, eso debía ser. Thor endureció la mandíbula.


-Tienes que aprender a acatar las órdenes de tu rey. Entender mi proceder hasta donde tenga que ser y no replegar tu descontento de esa manera.-Decía y su hijo rubio parecía cada vez más molesto.


-Te responderé las dudas que tengas en este instante, si es que con eso, aplacas tu pataleta.-Y esto último lo dijo casi como burla o así lo tomó Thor puesto que enseguida agudizó la mirada rojo del coraje.


-¡No son pataletas!-Exclamó y su madre cerró los ojos deseando que las cosas no se dieran de tal modo, conocía a ambos varones, eran muy parecidos aunque lo primero que distanciaban era que Thor era muy visceral. Tal vez propio de su carácter o de su edad. 


-Sea pues, entonces dime que gustas saber.-Volvió a decir Odín sin prestar atención a lo anterior dicho por su hijo.


Pronto dejó su postura y se echó casi encima de él.


-¿Por qué has hecho una fiesta conmemorando una paz que no existe? El hecho de que Jötunheim no haya hecho un movimiento en todos estos años, no significa que eso haya aplacado sus planes que pudieran tener.


Odín sabía por donde iba a empezar. Solo escuchó.


-La última vez que hubo movimiento en ellos fue el asalto a las minas de Muspelheim.-Añadió Odín.


-¿Y no es suficiente razón para empezar a indagar que está pasando?


-Bien, ¿dónde sugieres que comencemos? Si conoces ahora la ubicación de Jötunheim y de su pueblo, me encantaría conocerla y hablar personalmente con Laufey.-Esta vez la ironía se asomó de sus labios. Thor cayó.


Aún antes del asalto al pueblo de Surt los jötun habían desaparecido de la vista de Heimdall e incluso borrado toda civilización en la gélida y desolada tierra. Nadie sabía que había pasado, simplemente parecía como si se los hubiera tragado la tierra. Aún así, se supo de ataques sorpresas en distintas de las regiones, asaltos que no podían pasar desapercibidos. Pero como no había manera de localizarlos, no había forma de proceder un ataque si ni siquiera sabes donde está tu enemigo.


-Aún así, no creo que sea motivo para relajarse.


-Thor... Hemos estado expectantes a cualquier movimiento de Laufey y sus hombres, cosa que no ha llegado. No puedes tener siempre desenvainada la espada, ni alzado el brazo contra el acero. Lo que viste, fue un intento de aplacar los nervios roídos de las naciones. 


Su hijo parecía no querer entender.


-Ninguno ha bajado la guardia, pero no podemos tener nuestras tropas tensas, el desgaste que les ocasiona no es buen material para la guerra. Debes aprender Thor, de que la milicia, los ulfhednar, los berserkir protegen a tu pueblo y a su vez, tu debes protegerlos a ellos. 


El rubio cerró los ojos mientras se maldecía internamente. Parecía ahora tan obvio que se sentía mal. No quería darle la razón a su padre sobre su falta de sentido como protector. 


-A su vez que hemos disipado un poco la tensión en las filas, he estado en junta directa con los generales de ejército y reyes. Habremos de continuar nuestras estrategias, pero esta vez debajo del agua. Los gigantes de hielo han estado trabajando con disimulo, tal vez nosotros debamos hacer lo mismo. 


Guardaron silencio. Enseguida Odín se acercó a su vástago y lo tomó del mentón no delicadamente ni tampoco rudamente. Le sonrió con total sinceridad y con un poco de dificultad Thor le correspondió.


-Algún día entenderás la importancia de la despresurización militar y social, a su vez que aprenderás el sentido de la discreción. Así que por favor, no vuelvas a evidenciar de esa manera tu molestia. Fue un suplicio para muchos no tenerte en la mesa para compartir las conocidas tradiciones del alcohol. 


Pronto su hijo asintió.


-Confía en mí.-Añadió su padre. Pronto se separó de él y volvió tras el gran mapa sobre la mesa.


-Sobretodo ahora.-Le animó a acercarse.


-¿Qué pasa?


-Se tienen conocimiento de que ha habido algunas extrañas anomalías a las afueras de Vanaheim.-Señaló el punto en el mapa donde desmembraba el Yggdrasil y ponía en tela todo rincón del universo.


-¿Qué clase de anomalías?


-Heladas, cosas no comunes en la época actual del año donde nos encontramos.


Esta vez Thor le miró incrédulo. ¿Heladas? ¿Ese no era tema de quienes labraban la tierra? 


Odín pudo adivinar su pensamiento y alzó un dedo.


-Cuidado, nunca subestimes.-Volvió su vista al mapa.


-La zona donde han ocurrido se han observado entre la frontera de Vanaheim y Alfheimen. Ya he dado aviso a Lars, su régimen colinda precisamente con esa zona así que estará más que despierto buscando pistas. Si se tratasen de los gigantes de hielo, debemos tenerles ventaja en prudencia y escrutinio. No podemos asestar en el aire.


Señaló nuevamente el sitio donde se encontraba se llamaba Fensalir, también lugar de residencia de la diosa y reina Frigg, esposa de Freyr. 


-Hemos dispuesto un pequeño campamento aludiendo a las gratas condiciones para que Lars forme un pequeño ejército. Sin embargo, entre las filas hemos enviado magos de las provincias de Ámsvartinir. 


-¿Crees que los jötuns hayan perecido en alguna parte?-Preguntó de repente.


Odín le contempló un poco desubicado por la pregunta. Se irguió y puso su manos tras de sí.


-No, ellos siguen ahí, mientras el invierno exista, que es su emblema, ellos también. No son débiles, incluso a mi me costaría su extinción y aún así no la pretendo, no sería común derrocar una de las piezas del Yggdrasil, si existen es porque sí, y ya. Así que no, solo están escondidos tras un truco especial.-Explicó.


Ya no hubo más preguntas. Odín continuó con su explicación.


-Cuando la estación cambie -que no falta mucho- te irás a Fensalir, adiestra a los hombres de ascendencia alfh y lleva contigo a tus ulfhednar y a los bersekir, trata de instruirlos en lo que sea necesario. No infundas pánico, solo prepáralos. 


-¿Cuál es el punto de todo esto?


Odín calló y miró de soslayo a su hijo. Enseguida Thor entendió, "confía en mí" se leía en su rostro así que no hizo más preguntas al respecto de los motivos.


-¿Qué debo esperar de los gigantes de hielo?-Esa pregunta era más interesante.


-Todo, Thor.-Respondió Odín.


-Mjolnir te fue otorgado como reliquia de tu ascendencia y te ha hecho un gran portador pero no por ello habrás de sentirse superior a nadie.


-No lo hago.


-Bien, entonces no subestimes a la raza jötun, tal vez no lancen rayos, pero son astutos, son el instinto más puro y salvaje de la naturaleza, así que nunca los subestimes. 


-Cómo ordenes.-Habló Thor ya al final. La noche no ahondó más en el tema, así que pronto se despidió de sus padres y se dirigió de nueva cuenta a su habitación. 


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-Tengamos las cosas claras.-Se alzó una voz en la comitiva y los demás callaron. 


-No echemos todo este tiempo en balde.-Era de nuevo el anciano, encorvado como siempre, decrepito como nunca. Y aún así con más vitalidad que muchos otros. 


-¿Se han llevado los preparativos como fue acordado?-Preguntó de nuevo el viejo al más grande y ataviado de los jötun, su rey, Laufey. Él no era propio de contestar a preguntas de otros, pero asintió y enseguida se alzó.


-El tiempo que han permanecido escondidos nuestros troperos está de nuestro lado y esta vez, la gélida nube del Fimbulvetr se hacina sobre nuestros enemigos. Nadie podía prever lo que está por ocurrir. Ni siquiera los brujos de Vanaheim.


Y en la sala, todos sonrieron maléficamente. 


-Los príncipes Lygar y Býleistr pronto irán al encuentro, cuando esa columna aesir caiga.-Resopló entre dientes solo para soltar una risilla. La lúgubre sala parecía iluminarse en entusiasmo. 


Laufey miró a uno de sus hijos, Býleistr, había dejado su menuda figura para ahora ser un ejemplar digno de cualquier gigante de hielo, tenía los ojos alargados como si los tuviese cerrados, una nariz pequeña y sus labios eran los únicos que desentonaban con su apariencia, mientras la mayoría los tenía fruncidos, él solo parecía a punto de recitar un poema. No debía dejarlo mucho tiempo con Lygar pero no hubo de otra. Solo le hizo un ademán con la cabeza y este enseguida salió. Caminó calmado por los pasillos, repasaba cada palabra de lo que se había dicho en esa sala, entre todo el barullo pudo ser testigo de como iban tejiendo el destino de todos. Como si el el mismísimo árbol de la vida les hubiese encomendado tal tarea. Él era buen estratega en el campo de batalla, pero ahora iba como escolta y encubierto. Parecía un simple títere y tampoco se molestaba en investigar para qué.


La indiferencia era algo que lo unía a Lygar. Y aún así tenía un escozor tras su cuello atiborrándolo desde que ambos se habían enterado a medias aguas lo que su padre tramaba. ¿Rendirse a ser títeres? Býleistr no era de esa clase, pero veía a su hermano Lygar tan tranquilo que confió en que probablemente debía tener algo encubriendo. No podía concebir la idea de que su hermano mayor era un simple masoquista que se tiraba a las iras de venidas de Laufey. Algo tenía que haber en el fondo, algo que los sacase a ambos de ese trance maligno. Lygar no era el único inconforme y él lo sabía. Así que agradeció ser él quien se iba a Alfheim juntó con su hermano. 


Tras los largos y amplios pasillos donde fue reverenciado llegó hasta la sala más escondida de todo el Udgar, la cual solo podían acceder unos pocos. Un sirviente inclinó la cabeza y le cedió el paso. Se internó en la oscura habitación. Bufó un poco y habló:


-Ya está todo listo.-Dijo con voz aún más gutural que años pasados. No recibió respuesta, solo se quedó quieto en el umbral debido a que no veía más allá de su nariz. 


De pronto brotó como agua un resplandor color dorado desde dos cuernos. Lygar estaba conjurando nuevamente. Su voz apagada apenas llegaban a ser susurros. Con la poca luz que irradiaba se acercó a la figura visible. 


Ya no era más un niño, si bien seguía siendo un tanto lánguido, podías ver sus marcados músculos en el abdomen y brazos. Su cabello había crecido aún más y lo portaba en una larga trenza. 


Pequeño aún de tamaño, no fue suficiente para hacer pensar a Býleistr que Lygar era alguien a quien debías subestimar. Se acercó un poco.


-Si tuvieses cabello ¿de qué color te gustaría?-Habló de repente. Sin desatinar su mirada, Býleistr lo pensó un poco.


-Del mismo color que el tuyo.-Resolvió finalmente.


-¿Tienes algun nombre que te guste?


El parecía meditarlo. Pero no dijo nada, miró a su hermano que esperaba una respuesta.


-Un nombre para mi, no tengo. Pero a ti siempre me ha gusto llamarte Loki.


Lygar le miró.


-Me llamabas así cuando eras infante debido a quen no podías pronunciar bien mi nombre.-Esto parecía más una crítica pero su hermano menor lo tomó con gracias.


-Creo que te queda perfecto en estas circunstancias.-Dijo sin entenderse de lo demás. 


Finalmente el hechicero meneó sus manos. 


-Sea así, pues.


Y el brillo subió en intensidad hasta recubrir los hermanos en un abrazo mágico. Todo, estaba listo.


 


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