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'KKM! Cortejo {WolfYuu} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

¡HOLA! Espero estén excelente. Yo hoy amanecí con el ánimo super alto, no sé... Algo raro me pasa. Estar así de contenta no es usual jajaja.


El día de hoy traigo actualización pero no es directamente sobre lo que quedó en el capítulo anterior. Ya les había comentado que quería subir algo sobre la vez en que Yuuri se enteró -shock- de que Gwendal ya estaba casado... ¡Y con Gunter!


No tener miedo~ Aunque se enfoca en ellos, igual hay algo de nuestros bebés, aunque teniendo en cuenta que es ANTES de la línea en que vamos ahora, no se sorprendan por lo que leeran JAJAJA. 


En los próximos vienen cosas buenas. Si consigo avanzarle a uno más hoy, probablemente suba un segundo capítulo pronto, para retomar donde quedamos. No prometo nada. Igual ando pensando en actualizar un fanfic que tengo de Saint Seiya y pues... Realmente no sé qué ship quiero manosear (¿qué?) hoy LOL


 


Perdonen lo largo de estas notas.


 


Disfruten la lectura.

Gwendal von Voltaire x Günter von Christ
 
 
NOTA ACLARATORIA. Estos hechos se desarrollan antes de que Yuuri se vaya a la tierra. —6 años en tiempo mazoku, 3 años en el tiempo de la tierra... Porque en su momento, me pareció una buena idea
 
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En el reino de Shinma no existe nada similar a la celebración de los aniversarios de nupcias. Los matrimonios en la nación demoníaca tienden a ser solo uno, y, en casos contrarios, no existe verdadero inconveniente cuando una persona se casa varias veces. Pese a que se trata de un sitio romántico por naturaleza, Yuuri ha aprendido que allí, al menos, es hasta innecesario molestarse en preparar algo como un festejo por las famosas boda de plata, y la idea le parece un poco deprimente. El Maou ha encontrado el tema vago pero interesante cuando la conversación entre su consejero y él se da. Günter nunca oculta el interés que siente por sus costumbres y Yuuri sabe que la mirada atenta es una muestra de que en verdad quiere aprender sobre el tema. En ese momento, no toma importancia a la ilusión que genera en  el mayor. Su profesor siempre se emocionaba por cualquier cosa que decía, después de todo, no era su culpa no notar que esta vez parecía más interesado en la idea que en él. 
 
—¿Entonces se considera algo serio? Usted mismo ha dicho que muchas parejas dejan de hacerlo porque no tienen interés en permanecer juntos... Qué vergonzoso comportamiento. Hacer un juramento de vida sin la intención de cumplirlo.
 
Shibuya se ríe con cierto nerviosismo. Le suena a un reclamo hacia su persona, pero no quiere indagar si esa piedra era realmente un ataque a su compromiso o no.
 
—A veces las personas se casan solo para salir de un problema temporal... Con el tiempo buscan cualquier excusa para separarse. No es tan raro... —comenta, regresando su atención al documento en sus manos.
 
Si quería tener esas vacaciones pronto, tenía que dejar todo en orden. No puede ver que la expresión del pelilila se torna deprimida.
 
—Al menos algunas personas son de esa manera en la tierra... Aunque entiendo lo que dices... —continúa, sereno— Mi madre me educó con la firme idea de que el matrimonio es para toda la vida. Y yo sé que es lo que quiero para mi también...
 
El Maou está por agregar algo más sobre la que piensa es una situación lamentable con su prometido cuando escucha la puerta cerrarse. Levanta la mirada, confundido. 
 
—¿Günter? —le llama, pero el mayor ya se ha ido.
 
No le toma mucha importancia, y regresa a su trabajo. Ahora la idea de buscar como anular su compromiso queda bailando en su cabeza.
 
Pero no hace nada por cumplir lo que está pensando
 
 
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Shibuya sí que presta algo más de interés en todo el asunto de la celebraciones nupciales cuando Lord von Voltaire Gwendal, máximo espécimen de la raza mazoku, es quien vuelve a sacar el tema a relucir delante de él tras unos cuantos días. Yuuri ni siquiera puede decir cuánto pasó entre una cosa y otra, pues no puso atención en lo absoluto, pero sí que recordaba con claridad el casual intento del general para hablar de un tema que —usualmente— no parecería algo de su agrado.  El rey, encerrado en el despacho junto con el otro, quien igual que él había estado en profundo silencio cumpliendo con su propio trabajo, se quedó congelado en su sitio por largos minutos.
 
—Eh... Gwendal... ¿Hay alguna razón en particular por la que quieras saber? —inquirió en respuesta Yuuri a la duda planteada, temiendo que Wolfram fuese el autor intelectual del incómodo momento en que se encontraba.
 
Para su total sorpresa, el mayor solo explica:
 
—Günter me platicó que usted comentó algo sobre ello, pero no se atrevió a seguir indagando mucho... No quería molestarlo con el tema, así que le dije que podría ser yo quien preguntara por él...
 
Al Maou eso le sonó a engaño en cada sílaba que pronunciaba, pero no protestó. Si él seguía preguntándole sobre sus verdaderas intenciones, y de alguna manera el rubio salía a relucir en aquello, terminar de trabajar los pendientes de esa tarde sería una labor imposible. Se echó hacia atrás en su silla, mientras pensaba en qué decir. ¿Cómo funcionaban los aniversarios de boda en la tierra? Aunque parecía sencillo, a Yuuri no le parecía una pregunta cualquiera. 
 
—Creo que mi madre sería más adecuada para responder esto... Pero, si no recuerdo mal, se trata de reforzar los lazos con la persona amada cada vez que se cumple un año desde su boda—dice, sus palabras son un tanto inseguras al principio, pero va tomando confianza mientras explica— No recuerdo cada uno de los materiales, pero conforme pasan los años, se habla de que la relación se vuelve más fuerte... El primer año, se compara la relación con el papel... A los cinco, se dice que es más fuerte que eso, como la madera, después a los 10... No puedo decir si es algo sobre encaje, cristal o aluminio... La verdad creo que cualquier otro material vale. El punto es que, como los humanos no tenemos una expectativa de vida tan larga como los mazokus, alcanzar 25 años juntos es un logro, se le llama bodas de plata... Y llegar a 50 es el sueño definitivo, porque se trata de las de oro... 
 
Cuando el rey siente que se ha explayado demasiado con el tema le dedica al otro una mirada avergonzada, como disculpándose por toda la palabrería que ha soltado sin poder evitarlo. Culpa a su madre de que se deje ir tan fácilmente cuando se trata de esos temas. Incluso cuando no sabe tanto, sabe que hasta sus ojos han brillado.
 
—Entonces... ¿Qué consideraría usted adecuado para un décimo aniversario? —inquiere luego Lord von Voltaire, interesado.
 
Al menor le sorprende lo pensativo que parece en ese momento. 
 
—¿10 años? Mmn... Encaje... Cristal... Aluminio.... —repite, pensativo, luego llega a una solución que le parece la más simple— Creo que escogería lo que represente más para esa persona... Por ejemplo, si tuviera una esposa de carácter más delicado, le regalaría algo hecho de cristal... Frágil, pero preciado... Intentaría hacerle entender de esa manera que aunque sea algo fácil de romper, no tengo intenciones de arruinarlo...
 
El mayor asiente, comprensivo. Yuuri continua, con cierta emoción en el semblante, no una sonrisa demasiado vistosa, sino algo de ilusión en sus ojos negros, que brillan ante la perspectiva de un futuro así.
 
—Si fuera de alguien de carácter más fuerte, iría por el aluminio... 
 
Yuuri está tan entretenido visualizando ese futuro distorsionado de sí mismo  que no se puede entender ni a sí mismo, ni saber lo que está diciendo, cuando explica:
 
—Creo que a él le pega más algo de ese estilo. No me atrevería a darle cristal o encaje, porque no creo que le guste si llegara a pensar de esa manera. No es alguien frágil, ni delicado tampoco, así que definitivamente algo que vaya con su carácter sería mejor...
 
El que su mente proyecte una figura de cabellos rubios y ojos verdes no le hace pensar en Wolfram en lo absoluto. Demasiado en negación como para siquiera considerar que la imagen es de curvas demasiado varoniles como para contemplar esa idea.
 
—Cristal, encaje o aluminio... Entiendo —responde el peligris con lentitud, permitiendo que el otro regrese al momento en que está viviendo.
 
Tan fácil como él apareció en su mente, así se desvanece. Lo que no se va es la sonrisa de sus labios. Gwendal por su parte está demasiado inmerso en sus pensamientos como para poder coincidir en que lo que piensa de su hermano menor es acertado. Se levanta de su asiento, para sorpresa del menor, y agradece con voz un tanto más suave de la que él le conoce.
 
—Enviaré a Conrad para acompañarlo. Puede ser Wolfram, si lo prefiere... —declara, luego de indicar que debe salir un rato.
 
El Maou primero sonríe y luego alza las manos negando, el nerviosismo evidente ante la sugerencia del rubio le hace parecer lindo. No que Gwendal vaya a decírselo. 
 
—Estoy bien así, no es necesario... Además, Conrad debe estar ocupado... Y Wolfram dijo que estaría entrenando... 
 
La pequeña mueca de Lord von Voltaire no le pasa desapercibida.
 
—Lo enviaré de inmediato.
 
En ese entonces Yuuri desconocía totalmente que lo que su prometido le confió era un secreto entre ambos. Le tomaría mucho rato entender porque el humor de su futuro cuñado pareció ensombrecerse ante la noticia de que su hermano estaba fuera del castillo dedicándose a luchar con su espada preparándose para batallas que no debería estar pensando.
 
El Maou no puede replicar nada cuando el otro ya ha salido. Se hunde en su asiento, resignado. Siente que su energía ha sido absorbida por una fuerza superior, y la idea de apresurarse para regresar pronto a su cuarto no luce tan tentadora. Lo es menos cuando Wolfram aparece —justo como Gwendal ha advertido— un buen rato después. Por supuesto, Yuuri asume que la enfurruñada expresión del rubio es por que estuvo encerrado con el mayor de los tres hermanos... Nunca ve la tristeza bajo la frustración de sus ojos por haber sido regañado por su hermano.
 
O por que se le recordó en voz del hombre que más admiraba en el castillo, que una espada en su mano era algo que ya no le correspondía tener.
 
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Lord von Christ Günter se encontraba caminando por los pasillos aledaños a las bibliotecas amplias del castillo del Pacto de Sangre con la cabeza gacha. Para nadie había pasado desapercibido que, lejos de los ojos de su majestad, el consejero real se permitía abandonar la máscara de alegría que lo caracterizaba al pulular cerca del rey, o por un cumplido de éste. Tenía casi cinco días en esa misma actitud depresiva que, poco a poco, provocaba más y más preocupación dentro de los habitantes del castillo. 
 
Muchos soldados se habían acercado al triste hombre ofreciéndole sus servicios para lo que fuera que requiriera, todas las damas repitieron acciones similares día con día. ¡Inclusive su hija le había arrastrado a sus dominios en el área médica para suplicarle respuestas sobre lo que pasaba! Pero Günter no dio su brazo a torcer con ninguna persona. Gisela, quien bien lo conocía, tenía una idea de lo que lo preocupaba. Cuando se corrió el rumor de que su majestad había estado comentando días antes que era una infamia que no celebraran los aniversarios de boda en Shin Makoku, ella unió piezas con facilidad.
 
—¿Quieres que padre celebre contigo este año? —le preguntó la mañana del quinto día, con genuino interés.
 
Él negó vagamente. Apenas y había probado bocado. Se había disculpado con el rey un rato antes. Se sentía indispuesto. Su hija, con obvias razones, no dudó en revisarlo personalmente. Tampoco ayudó al humor del pelilplateado que fuese Gwendal que enviara la orden para buscar a quien estuviese disponible a esas horas.
 
—¿Qué ocurre, papá? ¿Qué es lo que te preocupa entonces? —cuestionó ella, triste.
 
Era inevitable sentirse mal al ver la miserable expresión del mayor. Günter siempre poseyó ese poder sobre las personas a su alrededor. No sin motivo Yuuri decía que Lord von Christ era el alma del castillo. Por mucho que su prometido le pelease, no era para negarlo tampoco. Si el consejero sonreía, todos lo hacían... Y si lloraba por algo serio, todos podían saberlo. 
 
El hombre dudó un poco antes de sincerarse.
 
—Su majestad me ha dicho... —inició, con cierta duda en su voz, su hija le miró atenta, tomando sus manos con cariño— Él dijo que en la tierra, muchas parejas se unen por el calor del momento... Y que sus matrimonios terminan en separaciones irremediables.
 
Gisela, aunque procuró, no pudo entender la relación de aquello con el dolor de su mirada. Él no se dignó a mirarla cuando bajó el rostro.
 
—Me hizo pensar... Cuando me uní a Gwendal en matrimonio... Él no estaba seguro de lo nuestro... Fue  por la insistencia de Lady Cecile que pidió mi mano, y yo no quise dejar que pasara la oportunidad porque cualquier otro me habría pedido todo a cambio...
 
Cuando la primera lágrima apareció en la mejilla del mayor, finalmente ella pudo entenderlo. Ella era una adulta hecha y derecha para cuando su padre comenzó su romance junto al Lord de Voltaire. Sabía la manera en que su relación se desarrolló, comprendía los pormenores que llevaron al enlace.
 
—Temes que Lord von Voltaire quiera separarse —observó, con una pequeña nota de sorpresa en su voz, Günter asintió sin decir nada, ella tomó sus manos con más fuerza— Papá... Él te adora... No hay manera en que haya alargado tanto esto si no fuera de esa manera...
 
—¡Pero 10 años para nosotros son un suspiro apenas! ¿Cómo puedo confiar de esa manera? Más aún... ¿Cómo...? ¿Cómo puedo estar seguro de que quiere a su lado... A alguien con mi problema?
 
La menor frunció el ceño.
 
—No digas eso, padre —le riñó, con cierta rudeza, el consejero se hundió en su sitio, cuando las manos de ella se apartaron— Él no...
 
—Quiero estar solo, Gisela—declaró, no queriendo escucharla.
 
Su hija, conociendo su terquedad, no insistió. Le miró con algo de enfado antes de retirarse sin pronunciar nada más. Notó que él se arropaba mejor dentro de la cama, y estando en los pasillos llamó a una de las doncellas para que fuera a retirar los platos del desayuno que apenas tocó. Gisela luego se dirigió a la oficina de su segundo padre adoptivo. Para esa hora, Gwendal estaría encerrado en sus dominios antes de molestarse en acudir al cuidado de su majestad. Ella supuso que en la ausencia de Günter, era Conrad el que estaba junto con el rey. Tocó dos veces la puerta, antes de que la voz le diera permiso de entrar.
 
—Lord von Voltaire... —saludó ella respetuosamente al verle, él alzó una ceja al levantar la mirada para verla, esas formalidades eran inusuales cuando estaban a solas— Quiero hablarle sobre mi padre...
 
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Günter estaba comenzando a arrepentirse de su decisión de salir de la habitación en la que se había encerrado durante toda la mañana y tarde cuando, en su regreso a sus aposentos luego de encontrar el libro que sabía le ayudaría a distraerse, se topó con una escena no tan inusual esos últimos días en el Pacto de Sangre.
 
—¡ENTONCES VE Y ENCUENTRA ALGUNA MUJER QUE HAGA LO QUE QUIERAS! ¡YA NO ME INTERESA!
 
El imponente grito del futuro consorte se escuchó por todo el pasillo, seguramente toda el ala había sido capaz de entender sus palabras incluso a metros de distancia. Desde el lado contrario a esa zona, a través de los jardines, Lord von Christ había visto todo a la perfección. La forma en que el enrojecido rostro de Wolfram exhibía una expresión llena de ira, y la fuerza sobrehumana con la que había azotado la puerta al salir del cuarto que compartía con el rey.
 
En otras circunstancias, el consejero real no habría dudado en caminar hasta allí, arrastrarlo a cualquier cuarto donde hubiese un mínimo de privacidad, antes de comenzar con un largo sermón que ambos sabían Lord von Bielefeld ya se había memorizado. Sin embargo, esta ocasión, Günter no tenía los ánimos ni la fuerza mental para realizar tal acto. Se limitó a mirar al príncipe desde la distancia, ignorando a los sirvientes quienes, sin poder evitarlo porque estaban precisamente por allí pasando, hacían lo mismo por instantes breves. El lugar quedó vacío en minutos. Wolfram, al sentir la mirada insistente levantó el rostro para toparse con los ojos lila fijos en su persona, a varios metros lejos. El consejero se sintió algo culpable por haberlo regañado por tantas veces por esos desplantes cuando vio sus ojos cristalinos. 
 
Cuando el orgulloso príncipe se enderezó con el destrozado humor que se cargaba para dirigirse con pasos firmes a su antigua habitación, él ni pensó nada al ir en su búsqueda. Supo que Wolfram no huía de su presencia cuando, al llegar a su cuarto, le dejó abierta la puerta para que entrara. El mayor cerró con cuidado tras él, mientras se preguntaba momentáneamente por qué decidió seguir sus pasos.
 
No hablaron de nada por minutos enteros. 
 
En la habitación perfectamente ordenada, solo se escuchaba la respiración de ambos. La poco tranquila de Günter, y la notablemente irregular de Wolfram, quien no hacía mucho esfuerzo por acallar la forma en que su cuerpo temblaba. Ante la ausencia de cualquier otro sonido, los suaves sollozos hacían eco de manera impresionante.
 
—Es difícil estar enamorado... —comentó Günter, tras un rato, acercándose al rubio. Colocó una mano sobre su hombro de modo conciliador.
 
Discutían todo el tiempo, a veces pensaba incluso que el menor le odiaba, pero eran familia y, aunque fuera a sus modos raros, ambos siempre se apoyaban. Los sollozos del rubio se sintieron como propios. No necesitaba decirle qué había pasado, él tenía una idea bastante acertada.
 
Podía hacer una aproximación de la discusión que provocaba esos lamentos que no ahogaba.
 
"—¡Ya te dije que yo me casaré con una linda mujer! ¿¡Cómo puedes seguir insistiendo en que un compromiso entre dos hombres funcione!?"
 
No quiere pensar en cuál fue la oración exacta que lastimó al rubio, pero una idea tenía.
 
—Él tiene razón... —musitó el menor, luego de unos momentos, y pasó el dorso de su mano por su rostro con rudeza, molesto por saberse incapaz de parar de llorar ahora— No tiene sentido que sigamos juntos cuando nosotros...
 
Günter cierra los ojos.
 
"—¡No podemos tener hijos, Wolfram!"
 
Ah~. ¿Qué tan exacto es creer que dijo esas palabras?
 
—Su majestad no entiende lo que implica su matrimonio... Siempre lo has sabido. Aceptaste su ignorancia...—le recuerda, en tono tranquilo.
 
—¡Eso no quiere decir que no me duela! —replica con fuerza Wolfram, apartándose de su toque casi paternal, encarándolo con sus ojos ardiendo de furia.
 
El mayor ahoga un suspiro, no puede evitar rodearse a sí mismo, su semblante triste hace que el coraje en el menor disminuya notablemente. Recuerda que en todo el día, no ha dejado de escuchar que no ha salido de su cuarto... La preocupación que le genera aquello le permite olvidar las palabras de su prometido por un breve instante.
 
—¿Está todo bien con mi hermano, Günter? —pregunta, agradeciendo que su voz no suene tan nasal como esperaba.
 
—Es difícil estar enamorado... —repite el peliplateado, su mano izquierda acaricia entonces su abdomen de manera distraída, haciendo que el menor recuerde con claridad la voz del Maou, Wolfram le mira con tristeza— Y lo es más cuando se es un compañero que no puede cumplir con su única función...
 
El rubio no puede negarlo. De entre todos los que viven allí, quizá es precisamente él el único que puede comprender casi totalmente de dónde viene todo ese dolor. Comparten las heridas del corazón de un modo íntimo, que, contrario a lo que podría ser, es el origen de sus diferencias, pero a la vez la base sólida de su relación maestro-alumno. 
 
—Al menos siempre tendrás a Gisela... —comenta, intentando aliviarlo, le dedica una sonrisa apenada cuando le mira— No solamente como hija... Si alguien puede ayudarte, es ella...
 
El de ojos lila niega, pero no habla para nada. el menor siente el ambiente pesado de nuevo. Lo ve tan desolado que se siente culpable por no compartir su dolor de manera exacta. Sus situaciones son tan distintas... Günter, quien daría lo que fuera por tener ese don naturalmente... Y Wolfram, quien no quiere ceder, ni saber, o intentar.
 
El Lord de Christ no espera que sea Wolfram quien consiga consolarlo, pero sus palabras le dan un poco de la tranquilidad que tanto necesita.
 
—Eres un hombre muy afortunado... Tienes una hija que te adora... Un esposo que te ama. Él jamás te exigirá que entregues un heredero para Voltaire, y se atrevió a ir contra el consejo al negarse a aceptar las tierras de tu familia para que fueras el único gobernador en ellas... 
 
Cuando la mano de Wolfram se coloca en su hombro, apretándolo con cariño, el otro se siente algo avergonzado de sí mismo.
 
—Tienes suerte... —reafirma, los ojos verdes desbordan tristeza infinita— Por lo menos contigo, las leyes no te obligarán a dejarlo...
 
 
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Para el consejero no es una sorpresa regresar a su habitación bien entrada la noche para encontrarse con la ausencia de su esposo en la cama. La nota escrita por su puño y letra advierte de una diligencia que requería su inmediata partida, al igual que sinceras disculpas. Günter agradece su ausencia incluso. Debe pasar de media noche. Ha estado junto a su cuñado durante muchas horas, solo se atrevió a dejarlo cuando fue éste quien le recordó que debía estar junto a su esposo. Le sugirió hablar sobre sus preocupaciones. Sus palabras exactas eran la causa de su expresión avergonzada.
 
"—Mi hermano mayor no es como Yuuri... Si le dices qué es lo que te duele, él buscará la manera de arreglarlo. Tu esposo es ese tipo de persona, deberías conocerlo mejor ahora..."
 
Esa noche por fin consigue dormir sin sentirse tan triste, pero hay culpa en su semblante. A varias habitaciones de distancia, un joven de cabellos oscuros posee una expresión similar en el rostro, aunque las causas son totalmente distintas. Sin saberlo, para ambos hombres las camas parecen especialmente vacías esa noche.
 
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Cuando amanece la primavera está a un paso de terminar. Shibuya despierta muy temprano esa mañana, la ausencia de un cuerpo ajeno al suyo en la cama —contrario a sus constantes quejas— le ha privado de un descanso adecuado. Se siente patético cuando piensa en que el otro le hace falta. No tiene intención alguna de ceder en la discusión que se han montado el día anterior. No ha mentido en ningún momento.
 
Si Wolfram no hubiese estado insistiendo en qué le llevó tanto rato de explicar a su hermano mayor  —porque contrario a lo que Yuuri esperaba, Gwendal no reveló la plática que tuvieron —, él no se habría puesto tan a la defensiva. Le molestó que el rubio se desquitara con su persona por el coraje que ni siquiera sabía por qué tenía y le gritó que no era su asunto... Luego todo escaló de nivel hasta que esas ideas de anular el compromiso volvieron a salir a flote. No pidió a Wolfram hacer eso, per se. Pero, evidentemente, la sola sugerencia no le gustó.
 
Palabras más, palabras menos, y a él se le ocurrió decir algo así:
 
"—¿Cuál es el punto de casarnos, de todos modos? Ni tu ni yo podemos tener hijos, y para adopciones ya te autonombraste padre de mi hija... En serio que a veces desearía que fueras una linda chica, así por lo menos valdría la pena tener tantas peleas. Solo una chica podría consolarme luego de gritarme..."
 
Claro que Yuuri se arrepintió inmediatamente cuando las palabras salieron de su boca. Su voz incluso había disminuido antes de terminar la última frase. Él tenía 18 años solamente, ¡ni siquiera quería pareja! Pero Wolfram insistió e insistió... Y no supo callarse. 
 
El Maou suspiró audiblemente cuando salió a correr esa mañana. No se molestó a esperar a su padrino. Ni quiso tener que buscar a nadie. Necesitaba ese momento de soledad. Realmente era algo que le hacía falta. Tenía que hacer las paces con la vocecilla de su cabeza que le demandaba ir a por el rubio para decirle que lamentaba lo dicho, y que por favor, volviera a buscarle. Así se le fueron las horas. Corrió por lo ancho y largo de los jardines, hizo estiramientos, algunas repeticiones. Sumido como estaba en sus pensamientos, ni notó que ese día —como el anterior— su consejero no andaba buscándolo por el notable restraso en sus tareas. No fue sino hasta que se dio un baño al volver, y dirigirse con pasos cansados al despacho, que lo vio a la distancia. Recordó su ausencia de dos días entonces, alzó la mano para saludar, y solo hasta que abrió la boca reparó en que no estaba solo.
 
Caminando por los jardines más hermosos del Palacio, Lord von Christ Günter avanzaba a pasos acompasados. A un lado suyo —más cerca de lo que Yuuri les hubiese visto nunca—, Lord von Voltaire Gwendal le igualaba el ritmo. El rey distinguía tristeza en la mirada del consejero, y frunció el ceño mientras se acercaba en silencio. El par no pareció notar su presencia, pues continuaron conversando.
 
—No debes culparla por preocuparse por ti... Ella solo me lo dijo porque temía que no fuera capaz de notarlo.
 
El peliplateado sonrió apenas.
 
—¿Y fue capaz de darse cuenta, Lord von Voltaire? —inquirió, mirándolo de reojo.
 
—Soy un esposo terrible. No necesitas recordármelo —responde Gwendal mientras hace una mueca parecida a una vaga sonrisa.
 
Shibuya, quien ya puede escucharlos, decide que es mejor esconderse. "¿¡Esposo!? ¿¡Gwendal está casado!?"
 
—Pensé que tu malestar era debido a las costumbres en el mundo de ese niño...
 
El Maou frunce el ceño.
 
—¡Gwendal! ¡No seas irrespetuoso! Estás hablando de nuestro rey.
 
"Gracias, Günter"
 
El menor de ambos rueda los ojos, una sonrisa adorna sus labios.
 
—Es bueno verte de mejor humor...
 
El consejero calla, luego decide retomar  la conversación anterior .
 
—Si hubiese sido el caso, ¿ya tenías planeado buscar una solución...? Para celebrar nuestro aniversario...
 
Yuuri no sabe si está escuchando correctamente. No puede hacerlo. Está entendiendo mal seguro.
 
—¿Recuerdas ese día? Hace 10 años... —da por respuesta el General, apartando la mirada, su mano se mueve tocando por sobre su ropa el presente que ha preparado.
 
Su esposo asiente, distraído. Hace 10 años... Tan poco tiempo y sin embargo, que felices años fueron para ellos... Para él, al menos.
 
—El último día de primavera, cumpliendo mis deseos, aceptaste compartir el resto de tu vida conmigo... Un día como hoy. Hace 10 años.
 
Shibuya deja caer su quijada al suelo. ¡Estaban bromeando!
 
—Sé que nuestras costumbres no demandan que hagamos celebración alguna en esta fecha, pero, si está bien contigo, quisiera que adoptáramos esa tradición de la tierra.
 
El rey cree que dejó de respirar. Desde su posición ve apenas como Gwendal abre su gabardina, exponiendo así una espada que no le ha visto antes. Desenvaina y la extiende hacia su pareja, quien comienza a sonrojarse.
 
—Es habitual regalar un objeto del material que corresponde, pero fui incapaz de pensar en un presente que fuera mejor para ti.
 
El moreno quisiera intervenir aclarando que no es necesariamente  de esa manera, pero con ellos funciona bien así, decide que ha escuchado suficiente cuando nota una mirada sobre él. Casi sale corriendo cuando sus ojos se encuentran con las esmeraldas que tanto anhelaba ver. Wolfram no necesita decirlo. Se endereza y lo sigue, olvidándose de los otros.
 
—Yo no te desposé pensando en el maravilloso compañero que serías. Me casé con el guerrero que eras y continúas siendo... 
 
Günter baja la mirada cuando el arma es colocada en sus manos. Agarra el mango con fuerza bajo las palmas del otro. Siente la respiración de Gwendal en su hombro, se ha parado detrás suyo, enderezando su postura.
 
—Eres el hombre más fuerte que conozco. Y nunca habría sido capaz de levantar este reino sin ti. El rey te debe tanto como yo...
 
—¿Realmente eres feliz al lado de un compañero tan imperfecto como yo? Yo... Quien es incapaz de cumplirte por sí solo...
 
Cuando una de las grandes manos del otro cae sobre su vientre plano, contiene un jadeo de sorpresa.
 
—Contigo tengo todo lo que necesito. No debes sentirte obligado a darme un hijo, no puedo aceptar que desees exponerte al riesgo solo por una obligación que yo no te he impuesto.
 
—Gwendal...
 
La caricia sobre el área le provoca lágrimas.
 
—La guerra estuvo a punto de llevarte, el que estés aquí ahora es todo lo que importa.
 
Günter no lo soporta más tiempo. Suelta el arma, que queda sujeta en el fuerte agarre de Gwendal, gira sobre sus talones y se lanza a besarle con pasión. El peligris deja caer el arma antes de rodearle con fuerza. Regresa el beso con la misma intensidad. 
 
Desde el suelo, la gema incrustada en la espada alumbra con un brillo alucinante. 
 
"—¿Qué dirías que fue el factor determinante al aceptarme?—", recordó Gwendal que preguntó
 
"—Todo en ti es hermoso... Pero definitivamente fueron tus ojos"
 
Los oscuros zafiros de la nueva arma favorita del consejero parecían sonreír a la vez que el sol iluminaba esa última tarde de primavera. Idénticos a los ojos de Gwendal.
 
 
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Es verano ya. A días de partir—y sin saber que es el mismo día en que se comprometió—, Yuuri no piensa mucho cuando, caminando por el mercado del pueblo se encuentra con un cinturón de cuero. Le suplicó a su padrino acompañarlo para comprar un regalo para su hermano menor, con el propósito de disculparse —aunque el tema ya había sido dejado en el aparente olvido por ambos— y regresó muy satisfecho con el resultado de una búsqueda del objeto que ni siquiera tenía contemplado.
 
Se esforzó en escribir una nota en el idioma del rubio. El papel crujía ante su tenso y lento paso. Casi en la noche se atrevió a entregarlos. 
 
Wolfram solo le dedicó una mirada extrañada cuando se lo dio antes de salir del despacho donde él y Conrad le estuvieron acompañando.
 
Cuando leyó la frase escrita, sin importarle estar delante de su hermano, soltó un jadeo de sorpresa
 
Luego abrió el lamentable envoltorio e hizo una mueca ante el objeto delante suyo.
 
Conrad, a sus espaldas, soltó una risita que enfadó al menor. Sus ojos pidieron una explicación. 
 
—Pienso que su Majestad ni siquiera lo ha notado, pero, según tengo entendido... Regalar algo hecho de cuero es habitual para un tercer aniversario... Aunque creí que era solo cuando se trataba de parejas que ya se han casado.
 
El rubio se sonrojó como nunca antes. Su hermano mayor le dedicó una sonrisa resignada, sus ojos llenos de calma le recordaron que, aunque fuese algo aparentemente pequeño, su problemático futuro esposo sí que pensaba en él.
 
—Él todavía no se da cuenta de sus propios sentimientos. Eso es seguro... 
 
Wolfram asintió apenas. Tenía razón en ello. Tendría que darle su espacio. Tomó nuevamente la nota, ahora con una sonrisa genuina en los labios.
 
"Perdóname. No quería ofenderte. No hablaba en serio con lo de que fueras una chica. Ya eres el Mazoku más hermoso de cualquier manera. Mi regalo es una ofrenda de paz, segundo padre de Greta"
 
Sólo con eso Lord von Bielefeld supo que podría esperarlo toda una vida. Humana o no. 
 
Conrad ni sospechó el motivo real de su sonrisa. Asumió que fue el presente o la carta... ¿Cómo iba a saber él que su pequeño hermano sí que celebraba ese tipo de aniversarios, como si fuera ya un matrimonio hecho y derecho? Era algo vergonzoso... Pero... Él ni recordaba ese día en particular, cuando su adorado ahijado pidió la mano de su hermano. En lo que a Wolf respectaba, pudo recibir la nota sola y su felicidad sería la misma. Una sola sonrisa dedicada exclusivamente a su persona esa tarde-noche exacta habría tenido el mismo efecto.
 
Lord Weller solo caería en cuenta en los años posteriores, cuando su pequeño hermano luciera orgulloso ese mismo cinturón de cuero durante el décimo quinto día de los 6 veranos siguientes. Y sonreiría por ello... 
 
Sus hermanos le contagiarían esa particularidad de ir contra sus costumbres al recordar una fecha especial. La propia sería el primer día de invierno, pero para llegar a ese momento, faltaban unos años más.
 
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Notas finales:

Algunas notas aclaratorias. Realmente no encontré una lista sobre ese rollo de los aniversarios que me terminara de convencer. Hay tantas posibles opciones que no todas coinciden con las fechas y así. Ahora revisando mejor me doy conque el 10 es estaño -creo- pero no pega con lo que usé de base, así que ignoren ese detalle. Sea como fuere, es ficción (?) Por favor, lean esta historia siempre con eso en mente XD


Saludos~


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