Estaban realmente emocionados, aunque algo preocupados, Tanya se cuidaba mucho y Alex no dejaba que hiciera ningún tipo de esfuerzo, habían sollozados cuando en el ultrasonido escucharon el pequeño corazón de su hijo, parecía un trenecito, los doctores les decían que latía con mucha fuerza. Su hijo quería vivir.
Los antojos eran realmente algo que agotaban al futuro papá, era tan bueno para consentir que no le importaba ir a buscar un supermercado o autoservicio de turno a las cuatro de la madrugaba. De apoco iban armando el cuarto de su niño, las paredes están pintadas de beige y tenía un gran dibujo de un conejito leyendo sentado sobre otro libro, y los muebles eran blancos, el guardarropa, la cuna, el sillón, hasta una mesa con dos sillas para ser usada por niños obviamente. Su familia les regalaba ropita o peluches, estaba todo listo.
Tanya ya cerca de la fecha para dar a luz, iba con su marido por el supermercado comprando algunas cosas ya que se realizaría una cena familiar, con los padres de ambos y Yulia que vendría con su nueva pareja. Iban por los pasillos con la madre poniendo en el carro cuanto antojo se le ocurriera. Mientras Alex solo suspiraba ya se había rendido en la batalla de restringir a su mujer porque esta lo amenazaba seriamente con no sé qué trauma que le podría venir a su hijo. En uno de eso ella vio un lindo peluche, se llevó la mano al vientre.
-¿querida, te sientes bien? – al ver la acción de su querida mujer.
- Si, todo bien...nuestro hijo quiere este peluche.
Alex se acercó a verlo, era un peluche de un perrito, un caniche tal vez, era cafecito, espongocito tenía hasta la lengua afuera. Era muy lindo y más lindo era la manera en que Tanya se lo acercaba al vientre y le hablaba al bebé.
- Alexei llevémoslo, pateo en cuanto lo vi, él lo quiere. – este solo rio y acepto, fueron a pagar y se dirigieron a la cita familiar.
Seria en la casa de los abuelos paternos, al llegar ya todos estaban ahí, Tanya acaricio a su esposo cuando este hizo un ruidito de desagrado al ver a Misha Plisetsky, el nuevo novio de su linda hermana, había algo que no se tragaba de él, pero siempre intentaba llevar la fiesta en paz, por Yulia. Después de comer y ponerse al día, Lilia pregunto algo que todos querían saber.
- Y bien, ¿tienen idea del nombre? – ambos padres se miraron para asentir.
- Se llamara Viktor – contesto segura Tanya- por todo lo que nos ha contado el médico en las citas, nuestro hijo desea vivir y esperamos que sea así siempre, Viktor significa hombre vencedor, no importa nada, mi hijo siempre saldrá victorioso como nuestro apoyo.
Todos sonrieron satisfechos con el nombre, era perfecto.
El parto llego, justo para navidad, ¿se podía pedir un regalo mejor?, un veinticinco llego al mundo Viktor Rudolf Nikiforov Kuznetsov. Un bebito hermoso, peso normal, su piel de una palidez propia de la sangre rusa, ojos grises pero era casi seguro que los tendría azules y lo más hermoso fue la sonrisa.
Todos se peleaban para tenerlo en los brazos, apenas llegaban con el pequeño Vitya era asaltados y se lo robaban, los mas que lo resentían eran sus padres porque lo acostumbraron a los brazos y después no se quería dormir en su cuna o no quería estar en su silla.
Como la madre bien predijo Viktor adoraba el peluche del caniche, iba para todos lados con él, dormía abrazadito también. Su pequeño crecía mucho sus ojos adquirieron un azul único. Era risueño, no lloraba con nadie que lo tomara a excepción de Misha, aunque este dejaba bien en claro que no le gustaban para nada los niños.
Pero no todo andaba bien con Viktor, el niño al tener a alguien dentro de su campo de visión estiraba sus manitos pero no así respondía a los sonidos. Un día se cerró una puerta con un fuerte azote por el viento y el pequeño ni se inmuto. Ambos padres se miraron extrañados, Alex se levantó para repetir el proceso, le hablo de su lugar y Vitya siguió tan feliz con su peluche.
Decidieron llevarlo con su abuelo a una cita express, después de varios exámenes solo para estar más que seguros, Viktor a la edad de seis meses fue diagnosticado sordo.
De ahora en más Viktor Nikiforov debería hacer uso de su nombre para salir victorioso de esta difícil prueba que le ponía la vida.