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Hojas de Almendro por Maria-sama

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Alguna vez has pensado que el destino no es más que el pasatiempo de los dioses?


Riki intentaba escapar por cualquier medio aunque de sobra sabía que todo era inútil. El extraño látigo se aferraba a su carne con inaudito ahínco, tanto que le escocía. 

El dolor llegaba ya a niveles insoportables, así que optó por apretar su mandíbula mientras esperaba que su “amo” llegase cerca” 

El rubio elfo se tomaba su tiempo en llegar hasta donde Riki y los últimos pasos, en vez de deshacerlos, jaló el flagelo hasta situar a su reacio esclavo a la planta de sus pies.

Aún desde tan poco privilegiada poción el humano le miraba desafíate. Se aguantaba el inmenso dolor. El ya sabía de los efectos de su látigo, de hecho todo lo que la caja así como su contenido representaba toda la divinidad heredada de las manos de la diosa encarnada, hacía ya eones. 

Precisamente por saber que el dolor de Riki era extremo se decidió a soltarle, convencido de que en realidad lo hacía por que sin duda el dolor sólo conseguía aumentar la fuerza de voluntad del humano en vez de mellarla.

Cuando por fin Riki se sentía agradecido de ser liberado, el extraño artefacto volvió a asirse a él. Miró con odio al rubio, quien se encogió de hombros ligeramente.

-Yo no se lo pedí. Él tiene su propio criterio- anunció el rubio como si fuese de lo más normal del mundo el que un látigo piense. 

A Riki definitivamente no le hizo ni pizca de gracia el que ese artefacto se hubiese prendado de su cuerpo. Como pudo se levantó quedando de pire frente a su amo, sin retirarle ni un instante la mirada retadora. Fuesen o no mentiras, él jamás iba a mostrarse débil. Sin importar que tanto disfrutase de las caricias o del portentoso cuerpo del elfo, por sobre todo estaba el orgullo; su única posesión.

Sin esperarlo, cual si una fuerza extraña le moviese, salió disparado hacía el lecho.

Iason sonrió de medio lado. La diosa quería verlos en acción…


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En el campamento la mañana no tardaba en aparecer. Algunos caballos relinchaban, mientras los aurigas los atendían. 

Aquí y allá se veía uno que otro soldado en actitud bastante dudosa. Todos con equilibrios francamente parcos.

Ilean los veía desde la ventana del cuarto de Raoul. Giró para ver a su amigo y amante de una noche… había hecho lo correcto ¿no? Y sin embargo ¿por qué se sentía tan mal?


Simplemente no podía seguir allí. Salió sin pensarlo dos veces, llevando parte de sus prendas y terminando de vestirse a fuera.

Una esclava la vio y no dijo nada, casi pasó de largo.

Ilean pensó en que no podía permitirse sentirse dolida. Si, era cierto que su amigo la había usado para olvidar a su hermano, pero él no la obligó (De hecho en los cinco reinos de elfos jamás conoció a alguien capaz de someterle) así que ya debía quitarse ese estúpido sentimiento de encima. Total así se llevaban los encuentros entre militares y aunque fuesen amigos eso no cambiaba en nada.

Nada, se repitió. La respuesta estaba en la misma palabra. Llegaba en momento de fingir demencia.

-Espera- dijo Ilean a la esclava, quien se giró mientras se iba. 

-Cuando el señor se levante prepárale el baño y dale algo para la resaca.

-Si señora.

-Por cierto, a ti no te había visto antes ¿Cuál es tu nombre? 

-Me llaman Surel señora, más mi verdadero nombre lo desconozco- contestó con sencillez ¿y melancolía?

La elfa la miró inquisitivamente. La verdad es que conocía a muchos humanos y humanas pero la chica frente a ella le parecía una flor exquisita, pero no cómo la altanera Irúviel, no si belleza era indómita y sus claros ojos azul-grisáceo denotaban inteligencia extrema. 

-¿De dónde vienes?

-Soy una sacerdotisa o al menos lo era, antes de ser capturada en las minas de Azhu.

-Con que las minas de Azhu. Estás muy lejos de casa, así que si de alguna forma me necesitas no niegues en acudir a mi.

Surel pensó que su señora tenía cierto interés sexual hacía su persona, así que sólo asintió cortésmente.

Ilean se dio cuenta de la esmerada educación de la chica. No mentía, sólo las sacerdotisas de las diosas tenían esa delicada esencia. Pensó que era un desperdicio tenerla de esclava. 

-Dicen que en tierras extrañas es mejor tener un amigo por lo menos ¿no lo crees?

La chica la miró con desconcierto. Esa elfa si que era rara. Pero sus palabras sonaron muy cálidas, así como su carácter desenvuelto demostraban que tal vez en esa tierra de enemigos había alguien que valía un poco la pena.

Ilean le sonrió antes de irse…



En el palacio del almendro las cosas no iban nada bien para Riki. Iason estaba muy enojado, además ese jodido látigo seguía asiéndole. Por lo menos el dolor iba atenuándose poco a poco.


Iason lo vio allí, tan indefenso y sin embargo tan fuerte. Quizá por ello estaba tan interesado en el humano, de hecho ya ni él sabía el porque de sus actos.

Tomó la caja que había dejado en el lecho, cerca de Riki de ella sacó algo y Riki tan concentrado en el concurso de miradas retadoras no se dio cuenta hasta que fue algo tarde.


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Raoul se levantó con un tremendo dolor de cabeza. El día todavía no llegaba. Maldijo pensando en que el dolor no le impedía recordar… la suave piel de Ilean, sus jadeos… bien podía culpar al licor azulado pero la culpa únicamente la tenía el mismo por enamorarse de alguien que estaba lejos de sus posibilidades…

Sus rubios cabellos le cubrían el rostro. Su musculoso torso quedaba a la vista. 

Se llevó los dedos a las magulladas sienes. El vino azul era muy fuerte. ¡Podía matar a un humano! Aunque un elfo era lo bastante fuerte para aguantar.

Suspiró resignado. No había pensado en Ilean. En lo que ella sentía y debía disculparse. Algunas veces odiaba ser elfo y tener esa memoria prodigiosa.


Un sutil toque en la puerta le sacó de sus remordimientos. 

-Señor su baño está listo- dijo Surel.

-No he pedido ningún baño. Dijo de mal modo el elfo.

-Lo sugirió la señora Ilean y me dijo que le diese esto- dijo la chica acompañando las palabras con el gesto, pues llevaba una charola en donde llevaba una copa de plata llena de un brebaje contra los efectos del mal alcohol.

De mala gana el elfo acepto el brebaje, si ella lo mandaba no podía negarse.






Riki abrió los ojos desmesuradamente. Iason estaba con “eso” en sus manos…
Sin poder quitarse el miedo del rostro quiso alejarse de él rubio, pero este le mostraba aquél raro objeto en forma de…

-Es de marfil ¿te gusta? -dijo malicioso mientras mostraba el instrumento en sus manos. Un falo enorme ricamente ornamentado con pequeños dioses.

Más que obvio era lo que el rubio pretendía hacer con aquél objeto…

Continuara...


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