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Relación de Intereses por OneMinuteBack

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Capítulo Dos

La cita

Su café sabía especialmente amargo esa mañana. Y estaba frío. Pensó en echarle algo más de azúcar y aplicar un hechizo calefactor, pero tampoco le apetecía, así que simplemente mantuvo el vaso entre sus manos jugueteando con él.

— No me jodas, Seamus —escuchó decir a Ron—. Llevas dos años tras esa chica, ¿y ahora sueltas que no te gusta?

El aludido se encogió de hombros, indiferente.

— Es que no hubo chispa entre nosotros. Tuvimos una cita como si fuéramos amigos.

— Nunca he entendido eso —interrumpió Neville—: ¿A qué se refiere la gente con "chispa"?

— Es como... —Seamus lo pensó durante unos segundos— es como tocar algo que sabes que te va a dar una descarga eléctrica. Estás ahí, y sabes que te va a doler, pero aún así sientes esa adrenalina y expectación que te hace acercar la mano, y padecerás durante un segundo, pero luego te dejará los dedos adormecidos y el corazón a tope.

Los chicos se quedaron en silencio.

— Deberías ir a un psicomago —sugirió el rubio.

— Yo tampoco he entendido la metáfora —apoyó Ron—. ¿Quién querría sentir una descarga eléctrica?

Seamus resopló, poniendo los ojos en blanco.

Harry, en realidad, lo entendía. Su amigo no había querido referirse al hecho de recibir la descarga eléctrica, sino a la sensación vertiginosa del antes, y a la anestesiante del después. A ese miedo que te hacía desear salir huyendo, y al anhelo que te hacía dar un paso hacia adelante. Era una contradicción. Era esa sensación de saber que estás conectado a una persona, aunque seáis completamente diferentes.

Él había creído tener esa chispa con Adam, tres años atrás. Ahora ya no estaba tan seguro.

— Harry, ¿estás bien?

Parpadeó, volviendo al presente, regalándoles a sus amigos una sonrisa suave.

— Sí, solo estaba pensando.

— Estás muy pensativo hoy.

— Tal vez deberíamos llevarlo a San Mungo —propuso el irlandés, tocándole la frente a Harry, como si quisiera comprobar que no tuviera fiebre.

Soltó una risa, apartándose del otro. Fijó la vista en su café amargo y frío, sintiendo que su sonrisa se esfumaba poco a poco.

— Creo que la he cagado —confesó. Los tres le miraron sin entender—. Fui a MagicMeet.

— Lo sabía —exclamó Seamus—. Me debes cincuenta galeones.

— Harry...—murmuraron Ron y Neville a la vez, el primero frustrado por haber perdido la apuesta, y el segundo decepcionado.

— Es que quería ver de qué iba —se defendió.

— ¿Y al final qué?

Respiró hondo, aún jugueteando con su vaso.

— Creo que debería hablar con Robards y enviar una inspección laboral allí, porque los chicos con los que quedé no se veían a disgusto, pero no sé hasta qué punto es legal esto que hacen.

— Espera, espera...—interfirió Neville—. ¿Has dicho chicos? ¿En plural?

Harry esbozó una sonrisa titubeante.

— ¿Sí?

— ¿Qué has hecho? —el tono de su amigo era resignado, como el de un padre cuando atrapa a su hijo metido en problemas.

— Solo fui a ver de qué iba el asunto, y me atendió una mujer muy amigable —explicó con ironía— que me dijo básicamente que tú puedes ir allí, encargar a un prototipo de persona en concreto para la ocasión que necesites y listo. Les pagas por la transacción, y luego te programan una cita con el que será tu acompañante.

— Qué práctico —opinó el irlandés.

— ¿Qué ocurrió, entonces?

Dejó caer un suspiro lento.

— El primer chico me dijo que no le gustaba meterse en relaciones. El segundo que prefería trabajos que llevasen menos tiempo. El tercero...

—¿Con cuántos has quedado? —interrumpió Ron. Harry se encogió de hombros.

— Unos seis o siete.

— Madre mía.

— ¿Y al final no encontraste a nadie que te ayudase?

— No.

— Menuda mierda —murmuró Seamus.

Se removió incómodo en su asiento, reflexionando en cómo su debería decir la frase siguiente.

— Bueno, en realidad sí hubo alguien... —sus tres amigos le miraron con expectación, lo que le hizo sentirse más tenso si cabía— Malfoy se ofreció a ayudarme.

Hubo un silencio tormentoso durante unos segundos, hasta que Seamus rompió a carcajadas.

— ¿Cuando dices Malfoy, te refieres a Malfoy? —cuestionó el pelirrojo, mirándole como si acabase de crecerle un tercer ojo en la frente.

— ¿A quién se va a referir, sino? —replicó Neville—. Dime que no has aceptado su ayuda.

— Pero a ver, ¿no te has dado cuenta de que ha empezado la conversación diciendo que la había cagado? Es obvio que sí la ha aceptado.

— Seamus, no estás colaborando con la causa —le espetó.

— ¿En qué estabas pensando?

Harry se encogió de hombros ante la reprimenda de Neville.

— No me parecía tan mala idea. Es decir, no creo que Malfoy sienta ningún remordimiento por romper una pareja.

— Yo creo que más bien la cuestión es: ¿cómo has llegado a eso? —cuestionó Ron.

— Me lo encontré en la cafetería —explicó, mientras los otros tres escuchaban con atención—. De hecho me lo encontré en todas las citas que tuve, y en la última, él se ofreció a ayudarme, y yo acepté.

— ¿Y nada de esa situación te hizo sospechar? —preguntó Neville con ironía— ¿No te pareció demasiada casualidad encontrarte a Malfoy en cada cita?

— Déjalo, hombre —intervino el irlandés, con una sonrisa burlona—, hay gente a la que le gustan las costumbres. Tal vez Malfoy va allí todos los días.

— Y te ofreció su ayuda —afirmó Ron, tan escéptico como Neville.

— Sí.

— Por amor a Merlín, Harry —se quejó su amigo—. Ni si quiera Teddy, que es un niño pequeño, es tan inocente. Está claro que Malfoy está tramando algo.

No pudo evitar rodar los ojos. Ron y Neville exageraban.

— Solo he hecho un trato con él. Malfoy necesita dinero, y yo necesito que alguien intervenga en mi relación.

— ¿Y porqué Malfoy va a necesitar dinero, si su padre es rico?

De ser sincero consigo mismo, esa era un pregunta que todavía tenía en mente.

— A mi no me gusta juzgar a la gente —opinó Neville—, pero Malfoy no tiene buen currículum en lo que a nosotros se refiere, así que si yo fuera tú iría con cuidado.

— Tal vez se lo cuente a la prensa —pinchó Ron.

— A mi me parece bien —contradijo Seamus—, ya sabes lo que dicen: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

— Tu lo único que quieres es ver cómo Malfoy se liga a Adam —le riñó el rubio. Seamus ni si quiera lo negó, solo sonrió altivo.

— Seré prudente —prometió Harry.

Neville negó con la cabeza, mientras Ron bufaba y Seamus mantenía la sonrisa en su rostro.

Harry no era tonto. Sabía hacerse el tonto, pero no lo era.

Dedicó el resto de la semana a comprobar que sus encuentros con Malfoy habían sido pura y llana casualidad, lo cual resultó ser cierto.

Al parecer el rubio iba todas las tardes a la misma cafetería, se sentaba en la misma mesa, bebía su café mientras hacía el crucigrama que venía diariamente en El Profeta, y luego se marchaba. Harry sabía eso porque había estado ahí todos los días, con un glamour diferente cada vez.

Era extraño. Harry se había acostumbrado a estar con Adam, o en su defecto con sus amigos, así que no entendía que necesidad tenía Malfoy de beber un café él solo todas las tardes.

Muy extraño.

Su incertidumbre mental no se aclaró lo más mínimo cuando organizó el primer encuentro entre Adam y Malfoy. Mucho menos al encontrarse al rubio apoyado en la pared de la fachada del bar muggle donde habían quedado, vestido con un pantalón vaquero estrecho y una chaqueta de piel de un color rojo brillante.

— Llegas tarde —fue lo primero que le dijo.

Al menos su tono ácido seguía con él.

— Ya —se limitó a responder secamente—. Como ya te dije por carta, Adam suele reunirse aquí con su mejor amigo. Obviamente, esta noche me he encargado de que Samuel, su amigo, no venga.

— Eso suena a delito —interrumpió Malfoy con burla.

Harry no había cometido ningún delito. Solo le había lanzado un desmaius a Samuel y lo había aparecido en su casa. Eso no era ilegal, el chico estaba ileso.

— Cómo iba diciendo... vas a entrar, fingir que te interesas por Adam y a poder ser concretar alguna primera cita con él.

— Creo que el término: "lígate a mi novio" me quedó bastante claro, gracias.

Harry respiró hondo, contando hasta diez.

— Esto es serio, Malfoy. Tenemos un trato, y espero que lo cumplas —estrechó los ojos, mirando al otro amenazante—. Con eso me refiero a que, obviamente, no le vas a desvelar la verdad a Adam, ni vas a ir a la prensa o algún otro lado a contar mi vida privada.

Vio cómo el rubio rodaba los ojos con lentitud, claramente exasperado.

— Seguramente a tu ego masificado le extrañará lo que voy a decir, pero entre el dinero que puedo conseguir con esto, y dejarte mal ante todo el país, prefiero lo primero. No te lo tomes como nada personal.

— Cosa que todavía no entendiendo, por cierto.

— Qué pesadilla —farfulló Malfoy, antes de darse la vuelta y entrar en el bar, ignorando por completo su comentario.

Harry esperó durante unos pocos minutos, se refugió en una esquina donde no podía verle ningún muggle, y se aplicó un glamour antes de entrar también en el bar.

Debía asegurarse de que Malfoy cumplía con su parte.

El bar era pequeño y bastante oscuro. Era más parecido a un pub que otra cosa. Localizó con rapidez a Malfoy sentado en la barra que había a su derecha, acercándose, pudo notar que Adam también estaba sentado allí, a un par de taburetes del rubio.

Harry se aproximó para pedir una cerveza y luego se dirigió a una mesa cercana, donde podía ver la interacción entre ambos.

Los primeros veinte minutos lo único que vio fue a Malfoy bebiendo su propia cerveza, y a Adam esperando a que su amigo llegase.

— Ponme otra —le escuchó decir el rubio al camarero. Luego pareció reflexionarlo, porque rectificó—. Mejor ponme dos.

Cuando el camarero dejó los botellines frente a él, vio cómo se llevaba uno a los labios, mientras que el otro se lo tendía a Adam, quien le miraba sin entender.

— Tu bebida ya se habrá calentado, y no es agradable esperar a alguien con una cerveza caliente.

— ¿Cómo sabes que estoy esperando a alguien?

— Porque miras hacia la puerta cada dos minutos —respondió Malfoy.

Para su sorpresa, su tono era realmente amable y distendido. Completamente confiado. Una parte de él había duda y había llegado a pensar en cómo sería ver a Malfoy ligando, pero al parecer no se le daba mal romper el hielo, porque vio a Adam sonreír con algo de vergüenza, sin llegar a estar incómodo.

— Supongo que me has pillado —confesó su novio—. Estaba esperando a mi mejor amigo, pero creo que no va a venir.

— ¿No deberías estar preocupado?

Adam se encogió de hombros, con una ligera sonrisa.

— Acaba de echarse novia. No sería la primera noche que desaparece.

— Oh —Malfoy soltó una pequeña y grave carcajada que iluminó su rostro durante un segundo—. Entiendo lo que es eso, yo tengo un amigo parecido. Me abandona cuando tiene un nuevo ligue pero luego le tengo que consolar cuando rompen.

El otro rió, asintiendo con la cabeza.

— Acabas de expresar mi situación. Por cierto, me llamó Adam.

— Draco —respondió, estrechando la mano que le tendía el otro.

— Qué nombre tan...

— Lo sé —cortó con un ademán distendido—. Agradéceselo a mi madre.

El rubio le regaló una sonrisa resignada que el otro correspondió con algo más de gentileza. Se mantuvieron en silencio unos segundos, mientras Malfoy bebía de su cerveza y Adam se dedicaba a mirarle apreciativamente.

Harry también se dio el lujo de observar a Draco objetivamente, como lo estaba haciendo en ese momento su novio.

Debía que admitir que el atractivo de Draco rayaba los absurdo. Ni si quiera se había tomado la molestia de sentarse, quedándose de pie con los codos apoyados en la barra, como si su trasero fuese demasiado importante como para sentarse en un taburete de madera. Su cabello rubio llamaba la atención como un foco de luz en medio de la oscuridad, y la chaqueta roja que llevaba no ayudaba en nada. Tenía un rostro agraciado, con los pómulos altos, la nariz recta y sus ojos claros. Harry nunca se había parado a mirarle de una manera que no fuese como aquel adolescente arrogante que recordaba, y ahora debía admitir que estaba vagamente sorprendido, aunque no lo suficiente como para interesarse en él. Era Malfoy, después de todo.

— ¿A qué te dedicas? —escuchó que preguntaba su novio.

— Estudio medimagia.

Adam asintió, pero un segundo después se detuvo, mirando al otro con sorpresa.

— ¿Cómo sabes que soy...?

— Tu varita está apunto de caerse de tu bolsillo —contestó el rubio en voz baja y con una sonrisa agradablemente divertida.

— Ah —rió el chico abochornado—. Qué despiste.

— No te preocupes, le puede pasar a cualquiera.

— Eres realmente observador.

— Eso es porque me dedico a las fotografías en mis ratos libres.

— ¿De verdad? —se asombró Adam—. ¿Qué tipo de fotos haces?

— Paisajes, más que nada.

— Eso es genial.

— ¿Y tú a que te dedicas?

— Trabajo en una editorial en el Callejón Diagon.

— Suena interesante.

— No te creas. Es algo monótono, y ahora cuando llegue agosto todo se volverá un embrollo porque tenemos que editar los libros escolares.

— Eso suena un poco más tedioso —bromeó Draco.

— Mucho más que tedioso.

Ambos compartieron una corta risa, antes de quedarse en silencio.

— ¿Lo haces por vocación? Trabajar en la editorial, digo.

— Bueno, en parte sí. Me mudé a Inglaterra porque quería ser escritor, pero al final terminé siendo camarero en un restaurante, dependiente en Florean Fortescue y ahora operario de portadas en la editorial.

— ¿De dónde eres?

— California, Estados Unidos.

— Menudo cambio.

— No tanto, en realidad. La familia de mi madre es de aquí, pero nos mudamos a Estados Unidos por el trabajo de mi padre, luego nos volvimos aquí y al final ellos se han ido a allí otra vez y yo me he quedado. Llevo viviendo en ambos países toda mi vida.

— Ojalá yo hubiera viajado tanto.

— ¿Eres de aquí?

— Sí, y toda mi familia es de aquí. Mi árbol genealógico es completamente aburrido.

Harry encarnó una ceja. Aburrido no es la palabra que él utilizaría para referirse a la familia Malfoy.

— Lo aburrido es bueno a veces. Te da tranquilidad.

— El aburrimiento te acaba matando.

Al moreno le sorprendió escuchar eso, porque era algo que él también decía a veces. Un daño colateral de estar en un cuerpo de aurores dispuestos a la acción en cualquier segundo.

— Eso siempre lo dice mi... —Adam detuvo la frase abruptamente. Harry casi podía leer un "novio" en su boca—... mi hermana —concluyó titubeante.

Dejó caer un resoplido, mientras se inclinaba en su silla. Era hipócrita de su parte, pero no pudo evitar sentirse un poco decepcionado al ver que Adam evitaba admitir que tenía pareja frente a un desconocido.

— ¿En serio?

— Lo siento, pero se me ha hecho tarde —murmuró Adam, con premura, como si de repente su mente se hubiera acordado de Harry y se hubiera dado cuenta de que estaba haciendo algo incorrecto—. Un placer conocerte.

— Igualmente —contestó el rubio, antes de que el otro se marchase.

Harry suspiró, sin saber exactamente cómo debía sentirse ante toda esa situación. Tal vez estaba perdiendo el tiempo, y debía hacerle caso a Neville y hablar con Adam. Solo de pensarlo su mente recordaba a su novio desolado, diciéndole cuanto le necesitaba ahora que estaba solo, y simplemente su interior era incapaz de dar un paso al frente. No quería ser el responsable de que Adam recayese en una depresión, con lo que le había costado salir.

Un ruido frente a él le sacó de sus pensamientos. Cuando levantó la vista, se encontró con Malfoy frente a él.

— Potter —saludó con naturalidad.

Pensó en hacerse el desentendido, pero luego se dijo que no tendría ningún fin.

— ¿Cómo has sabido que era yo?

¿Por qué sus glamours nunca funcionaban?

— Tengo un sexto sentido —contestó críptico—. Eso y que llevas puestas tus propias gafas.

Harry alzó una mano, dándose cuenta de que, efectivamente, se había olvidado sus gafas.

— Genial —murmuró para sí mismo.

— Eficiente Auror estás hecho —entornó los ojos, regalándole una mala mirada al rubio al que no pareció afectarle ni un poco—. ¿Me vas a pagar ya?

Sacó cien galeones de su bolsillo, y se los tendió a Malfoy.

— Deberías haberle pedido una cita.

El otro chasqueó la lengua, negando con la cabeza.

— ¿Tú aceptarías quedar con alguien, a quien acabas de conocer, cuando tienes a un novio con el que llevas tres años esperándote en casa? No seas idiota, Potter.

Pensándolo así, tenía cierta razón.

— Tendré qué pensar en algo, entonces —vio a Malfoy encogerse de hombros con indiferencia, mientras hacía ademán de levantarse de la mesa—. ¿Es cierto lo que le has dicho a Adam? —le preguntó, antes de que se fuera.

— ¿A qué te refieres exactamente?

— A eso de que estudias medimagia y eres fotógrafo.

Harry, no lo esperó, pero para su sorpresa contestó con un sincero:

— Sí.

— ¿Para eso necesitas el dinero?

Draco sonrió condescendiente, mientras ponía los ojos en blanco.

— Buenas noches —fue su respuesta.

Harry se quedó mirando la puerta por la que el rubio se acababa de marcha.

Todavía no llevaba a entender porqué Malfoy se había prestado a ayudarle para conseguir un simple beneficio económico que bien le podría brindar su padre. Tampoco parecía como si fuese a burlarse de él, o a aprovechar la información que tenía ara dársela a la prensa, ya que hasta ese momento había seguido con el trato correctamente.

Malfoy era una incógnita.

Y a Harry no le gustaba quedarse con la duda.

 

Notas finales:

Hoooooooola!
No sé porqué, me da la sensación de que hace mil años que no actualizo, cuando no ha pasado ni una semana jaja

Aquí estamos, una vez más, en este pequeño primer encuentro entre Draco y Adam y un Harry que está medio perdido entre todo xD

La verdad es que me ha costado un poco escribir este capítulo, porque hace unos días tracé una línea argumental para esta historia, y me quedé un poco en el limbo, ¡pero ya he salido de allí!

Sé que para todos ahora mismo Draco es una incógnita, pero tendréis que ir descubriendo de su vida poco a poco, no seáis impacientes jaja

Espero que os haya gustado y espero también poder actualizar pronto^^

 ¡Nos leemos!


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