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Fictober 2018 | Motín Fanficker por Carnival02

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Aunque Souichi se quejara de que Morinaga lo tocase, tenía que admitir (muy, muy en secreto, dentro de sí) que sus manos eran agradables. Eran suaves, siempre gentiles y muy cálidas aun en invierno. Cuando se metían bajo su ropa y entraban en contacto con su piel, nunca le sobresaltaba la temperatura, pues siempre era perfecta.

Tal vez sus manos eran algo de lo que Souichi no podía quejarse con odio profundo. Entrarían, entonces, en la lista de cosas sobre Morinaga que no podía despreciar (desgraciadamente). Y esta se estaba haciendo bastante más larga de lo que imaginó en principio.

 

 

 

Cien palabras exactas, chicks <3

Voy a poner el drabble unas cuantas veces más para completar las 500 palabras que tiene que tener como mínimo el capítulo para que AY me deje publicar </3

 

Aunque Souichi se quejara de que Morinaga lo tocase, tenía que admitir (muy, muy en secreto, dentro de sí) que sus manos eran agradables. Eran suaves, siempre gentiles y muy cálidas aun en invierno. Cuando se metían bajo su ropa y entraban en contacto con su piel, nunca le sobresaltaba la temperatura, pues siempre era perfecta.

Tal vez sus manos eran algo de lo que Souichi no podía quejarse con odio profundo. Entrarían, entonces, en la lista de cosas sobre Morinaga que no podía despreciar (desgraciadamente). Y esta se estaba haciendo bastante más larga de lo que imaginó en principio.

Aunque Souichi se quejara de que Morinaga lo tocase, tenía que admitir (muy, muy en secreto, dentro de sí) que sus manos eran agradables. Eran suaves, siempre gentiles y muy cálidas aun en invierno. Cuando se metían bajo su ropa y entraban en contacto con su piel, nunca le sobresaltaba la temperatura, pues siempre era perfecta.

Tal vez sus manos eran algo de lo que Souichi no podía quejarse con odio profundo. Entrarían, entonces, en la lista de cosas sobre Morinaga que no podía despreciar (desgraciadamente). Y esta se estaba haciendo bastante más larga de lo que imaginó en principio.

Aunque Souichi se quejara de que Morinaga lo tocase, tenía que admitir (muy, muy en secreto, dentro de sí) que sus manos eran agradables. Eran suaves, siempre gentiles y muy cálidas aun en invierno. Cuando se metían bajo su ropa y entraban en contacto con su piel, nunca le sobresaltaba la temperatura, pues siempre era perfecta.

Tal vez sus manos eran algo de lo que Souichi no podía quejarse con odio profundo. Entrarían, entonces, en la lista de cosas sobre Morinaga que no podía despreciar (desgraciadamente). Y esta se estaba haciendo bastante más larga de lo que imaginó en principio.

Aunque Souichi se quejara de que Morinaga lo tocase, tenía que admitir (muy, muy en secreto, dentro de sí) que sus manos eran agradables. Eran suaves, siempre gentiles y muy cálidas aun en invierno. Cuando se metían bajo su ropa y entraban en contacto con su piel, nunca le sobresaltaba la temperatura, pues siempre era perfecta.

Tal vez sus manos eran algo de lo que Souichi no podía quejarse con odio profundo. Entrarían, entonces, en la lista de cosas sobre Morinaga que no podía despreciar (desgraciadamente). Y esta se estaba haciendo bastante más larga de lo que imaginó en principio.


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