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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 9:

VENGANZA

 

No hay necesidad de venganza, ya no te pertenezco y ese es tu mayor castigo.

(Ron Israel)

 

 

 

A pesar de estar sentado en un solitario rincón de la cubierta mientras parchaba con diligencia las desgastadas velas de lino, aun cuando el ruido de las voces de los miembros de la tripulación al gritarse unos a otros en muchas ocasiones incluso se sobreponía al del mar que se agitaba gris y salvaje bajo ellos, los conocidos pasos de Farlan llegaron con precisión a sus oídos y lo alertaron de inmediato de que este, como tantas otras veces, había hallado su escondite, por lo que para Levi no fue una sorpresa encontrarlo de pie a su lado cuando levantó el rostro y entrecerró los ojos a causa del débil sol de invierno que iluminaba el cielo.

Extremadamente pálido y macilento, con la blanca camisola arrugada y suelta sobre las oscuras calzas marrones, su amigo parecía mucho más desgastado y desmejorado que un día atrás, cuando habían comenzado aquel viaje. Farlan, a pesar de ser un hombre acostumbrado a vivir en situaciones difíciles y riesgosas debido al tipo de vida que llevaban, había descubierto de la peor manera posible que el mar no era en absoluto lo suyo. Nada más poner un pie a bordo del Titán la noche anterior, su amigo acabó mareándose a más no poder y echando hasta las tripas por la boca.

—¿Así que aquí es donde te estabas escondiendo? —le preguntó este dejándose caer sentado a su lado y cerrando durante unos cuantos segundos fuertemente los ojos al notar el constante vaivén ondulante del barco bajo ellos. Al volver a abrirlos, su celeste mirada, llena de tormento, se fue de inmediato a sus manos que en ese momento trabajaban con precisa habilidad—. ¿Y qué demonios estás haciendo ahora, Levi? ¿Coser?

Él chasqueó la lengua con disgusto.

—Echo una mano con el trabajo del barco, que es lo mismo que deberías hacer tú si no fueras tan debilucho y llevaras toda la mañana encerrado en el camarote hecho una mierda. —Cortó el hilo encerado con los dientes y buscó en la gruesa tela el siguiente rasgón a parchar—. Aquí nunca parece haber gente suficiente para nada, tch.

Farlan gruñó en respuesta.

—Apenas puedo con mi propia vida en estos momentos, viejo amigo, ¿cómo quieres que ayude? Si no fuera porque el imbécil de Auruo ya me tenía harto con sus alabanzas hacia a Smith y lo maravilloso que es, seguiría felizmente tumbado en la litera en espera de mi muerte. A veces creo que más que admiración, el muy imbécil está enamorado del maldito comandante. Ese sujeto es un total baboso.

—Aun así deberías ayudar un poco. Moblit me ha dicho que en algunas ocasiones el hacer cosas y estar en movimiento ayuda a adaptarse con mayor facilidad a la oscilación de los barcos. Te recuerdo que aún nos quedan cuatro semanas de viaje, y eso sin contar el retorno a Paradis.

Al oír aquello, su amigo dejó escapar un largo y sufriente gemido que hizo que él sonriera, ganándose un débil puñetazo en el costado por parte de este.

Una de las primeras cosas que Levi había descubierto tras la impresión inicial que le produjo el estar por primera vez en su vida a bordo de un barco, uno real y no algo simplemente sacado de su imaginación a través de lo leído en los libros, fue que allí toda ayuda era útil. A pesar de que el Titán era una balandra de dos mástiles relativamente pequeña en su tipo, lo que la hacía muy veloz y maniobrable, la tripulación que la conformaba no era precisamente enorme, ya que aparte de Hange Zoë, quien era la capitana del navío, solo contaba con otras siete personas más para su manejo.

Nada más abordar y conocer al resto de los tripulantes, ellos se enteraron de que estos eran tanto ciudadanos de Paradis como de Marley, conformando una rara mezcla que a él le resultó tan curiosa como interesante. A pesar de provenir de reinos que deberían haberse considerado enemigos y cuyos enfrentamientos eran constantes, los tripulantes del Titán se asemejaban más a una complicada familia que reñía y se gritaba todo el tiempo, pero que aún así parecía llevarse muy bien. Ciertamente todos ellos eran muy extraños.

Al levantar la vista de su labor, sus grises ojos recorrieron la cubierta de la nave, la cual se hallaba atestada de gente aprovechando el último sol de la tarde. Moblit Berner, el amable sujeto que había ido a recibirlo junto a Hange en la playa durante la noche recién pasada, en aquel momento se encontraba a cargo del timón, pero al mismo tiempo volvía su atención cada tanto hacia el grupo de chicos que platicaban animadamente en la proa con Gunther y Erd. Este, a pesar de apenas rozar los treinta años, al igual que su capitana, desempeñaba el papel de teniente y mano derecha de aquella mujer, corriendo durante todo el día tras ella en un vano intento por refrenar su desquiciado carácter y que de seguro no acabara cayendo por la borda. Levi pensó que, si por él fuera, probablemente hacía mucho ya la habría arrojado al mar.

El resto de la tripulación, no obstante, estaba compuesta principalmente por muchachos jóvenes de no más de veinte años, tanto hombres como mujeres, lo que había aterrado hasta la médula a los hombres de Smith, a causa de sus estúpidas supersticiones, y a él le pareció gratamente sorprendente.

Jean Kirstein, un castaño chico de rostro alargado y que apenas alcanzaba los dieciocho, cumplía la función de contramaestre dentro de la nave y era quien cada día estaba encargado de administrar las tareas correspondientes a cada uno de ellos, revisar las provisiones e informar a sus dos superiores si todo iba bien a bordo. Los otros, por el contrario, al parecer no tenían un rango asignado y simplemente se limitaban a hacer lo que se les encargase o mejor sabían; por ejemplo, Sasha Blouse y Connie Springer, ambos de diecisiete años, aparte de ser una fuente interminable de idioteces que sacaban de quicio a sus compañeros, también eran los encargados habituales de la administración de la bodega y la preparación de las comidas de abordo, en lo que Levi tenía que reconocer que eran muy buenos; además, había oído decir que la alta y comilona chica era la mejor artillera de todos los tripulantes del Titán a la hora de entrar en combate, ya que contaba con una puntería inigualable cuando se trataba de utilizar los cañones.

Por otro lado, Bertholdt Hoover, un altísimo y tímido muchacho que era el mayor de los chicos con veinte años recién cumplidos, era quien desempeñaba las funciones de timonel junto a Hange y Moblit, turnándose con estos cada ciertas horas. A su vez, Reiner, el corpulento chico rubio que había ido al encuentro de ellos en el puerto, era quien trabajaba generalmente en el manejo y mantenimiento de los aparejos de la balandra al igual que Annie. Este además cumplía con los arreglos que el barco requiriese, ya que provenía de una extensa familia de carpinteros de navíos, por lo que de inmediato se llevó de maravillas con Erd. Sin embargo, Levi debía reconocer que quien más lo había sorprendido era la menuda y rubia Annie. La muchacha, aparte de ayudar con el mantenimiento de la nave, también hacía de vigía de la misma y se encargaba de trincar correctamente las velas, con una fuerza que no se correspondía para nada a su contextura física. Aquella misma mañana, por ejemplo, cuando él la había visto trepar con la facilidad de un mono hasta la cofa para otear el horizonte, no pudo evitar asombrarse y admirarse a partes iguales por su habilidad.

—Oye, Levi —le dijo Farlan repentinamente, interrumpiéndolo de su trabajo—. ¿Qué crees que sea realmente lo que nos espera allá, en Marley?

Observando el mar a la distancia, que desde su sentada posición parecía ser tan misterioso como interminable, él no pudo evitar pensar en los complicados sueños que había tenido días atrás. Durante las últimas noches no había vuelto a soñar con el chico, Eren, pero aun así aquellos ojos verdes no dejaban de aparecer en su cabeza, provocando que una urgencia casi enfermiza se arremolinara en su interior cada vez que pensaba en este. Era como si un veneno se le hubiese metido en las venas, escaldando su sangre y enloqueciendo sus sentidos, y él sabía que la única maldita cura para aquella locura era encontrar a ese muchacho y salvarlo de… bueno, lo que fuese.

Durante un instante, Levi sopesó la posibilidad de contarle a Farlan sobre aquello. Hablarle a su amigo de los encuentros que había tenido con Eren ya en dos oportunidades y de la horrible sensación que experimentaba cada vez que sentía que dentro suyo parecía habitar otra persona que comenzaba a enloquecer en cuanto estaba en frente del muchacho; pero, ¿podría su compañero creerle siquiera? Demonios, ni siquiera él mismo se lo creía del todo aun. La mitad del tiempo todavía se autoconvencía de que estaba perdiendo la puta cabeza a causa de la presión y que todo era solo un producto de su imaginación, pero entonces notaba la marca ya casi desvanecida sobre su pecho y sabía que no era así, que aunque fuese una completa locura, algo tan irreal como la misma joya mágica que Smith esperaba que encontrara, algún tipo de extraña conexión existía entre Eren y él. Aquel viaje, se dijo Levi, probablemente era mucho más de lo que siquiera llegó a imaginar en un principio.

—Da igual lo que sea —replicó con convicción, ayudándose con el repujo para dar un nuevo par de puntadas sobre la resistente tela e intentando desterrar con ello sus propios miedos e inseguridades—. Tan solo tenemos que cumplir con lo que el bastardo de Smith nos pidió y regresar con la joya a Paradis lo antes posible. Debemos regresar por Isabel.

La mirada triste y compungida que Farlan le lanzó al oírlo fue como un golpe directo a su corazón que lo hizo sentir profundamente culpable. Había sido su amigo quien le aconsejó hablar con la muchacha acerca de como se sentía respecto a ella antes de partir en aquel imprevisible viaje, y fue debido a eso que Levi, a pesar de no haber sido capaz de hacerlo directamente, sí le insinuó a Isabel lo suficiente para generar expectativas en ella. Y ahora sus malditos sueños, sus jodidamente complicados y vívidos sueños, habían hecho que acabara con la cabeza llena de aquel condenado chico de ojos verdes; sintiendo cosas por este que jamás debería sentir por alguien a quien ni siquiera conocía en la realidad y que, por si fuera poco, era un hombre al igual que él.

—Mmm, supongo que tienes razón —admitió Farlan, pensativo—; sin embargo, no puedo quitarme de encima la sensación de que se nos está escapando algo importante en todo este asunto. —Su amigo soltó un pesado suspiro y se pasó una mano por su despeinado cabello rubio, aunque esto no sirvió de nada debido a la brisa marina que ya arreciaba con fuerza a esa hora de la tarde—. Desde que abandonamos Mitras, no puedo dejar de pensar que este viaje es como una especie de fatalidad predestinada que nos persigue a cada paso que damos lejos de casa.

Oír decir aquello a Farlan, que era una de las personas más racionales del mundo, resultó una fuerte impresión para Levi. Tanto para su amigo como para él mismo, todo en sus vidas siempre había sido lógica y puntos claros; sin embargo, desde que ese viaje había dado inicio y sus sueños con aquel desconocido chico comenzaron, Levi ya no estaba demasiado seguro de nada. Que ahora fuese el propio Farlan quien dudaba de lo que estaba ocurriendo y se sintiera tan intranquilo, hizo que su corazón acelerase sus latidos con desenfreno, como si su sangre cantara, como si la anticipación de lo que estaba por venir lo instara a acortar las millas en un suspiro, a disolver la realidad con un toque de sus dedos…

—…vi… Levi, ¿estás bien?

Desconcertado, sus ojos grises se apartaron con violencia del punto muerto que había estado contemplando a la distancia y volvió a fijar su atención en su amigo. Farlan, pálido como un fantasma, lo observaba con el ceño fruncido a causa de la preocupación, luciendo todavía más demacrado que momentos antes.

¿Qué demonios había sido aquello?, se preguntó Levi asustado. Durante un momento pareció como si… como si no fuese él mismo. ¡Joder! ¿No se suponía que aquello solo le ocurría cuando dormía? ¿Ahora hasta despierto tendría que cuidarse de sus acciones?

—Yo… sí. Estoy bien. Solo me siento un poco cansado. Con tanto movimiento no logré dormir demasiado bien anoche —se apresuró a mentir, pero la mirada de su amigo, cargada de preocupación e incredulidad, lo hizo sentir como un bastardo por engañarlo de aquel modo.

El estruendoso sonido de alguien siendo arrojado con violenta fuerza sobre el piso de madera de la cubierta de proa los sobresaltó a ambos, pero al oír como una sarta de maldiciones escapaban de la boca del siempre afable Erd para ser acompañadas por la risa del resto de la tripulación al, pudieron volver a relajarse mientras observaban el barullo que se estaba produciendo en ese instante en la parte delantera de la nave. Annie, de pie frente al caído soldado real al que acababa de darle una paliza, lo observaba con las manos en las caderas y una expresión imperturbable, sonriendo apenas.

Farlan dejó escapar un silbido de admiración.

—Ella es formidable, ¿no lo crees, viejo amigo? Apenas es más que una niña diminuta, pero creo que nadie aquí podría hacerle una real competencia; puede que ni siquiera tú. Me gustaría que Izzi llegase a conocerla, de seguro le agradaría.

El recuerdo de su protegida, así como la culpa, golpearon a Levi con violencia una vez más. Detestaba sentirse de esa manera, tan dividido, tan falto a lo que él era realmente; sin embargo, cuando su amigo lo instó a que se aproximaran a donde el grupo estaba reunido llevando acabo aquella improvisada sesión de prácticas, lo único en lo que pudo pensar, lo único que gritaba dentro de su cabeza y su corazón, era que debía darse prisa y cumplir su juramento lo antes posible, tanto con Isabel como con Eren. Debía cumplir con su parte antes de que fuese demasiado tarde para cualquiera de los dos.

 

——o——

 

La segunda noche de Levi a bordo del Titán resultó tan inquieta como la primera, despertándose sobresaltado en medio de la noche a causa de aquel par de ojos verdes que parecían no querer salir de su cabeza y asfixiándose debido a la urgente ansiedad que crecía dentro de su pecho de forma constante.

El ligero vaivén del barco y el golpear del oleaje contra los laterales acabó por despertarlo del todo, obligándole a abrir los ojos para sumirlo de lleno en la oscura noche, apenas iluminada por la tenue luz del quinqué que colgaba de la pared y se movía dibujando sombras cambiantes a su alrededor. Además, tener que compartir aquel estrecho camarote junto a Farlan y los tres hombres de Smith estaba siendo un auténtico castigo, volviendo el ambiente sofocante a causa del encierro y la interminable cacofonía de ronquidos provenientes de estos.

Bajándose de un ligero salto de la litera superior que utilizaba, se apoyó en el borde de esta durante unos segundos mientras su cuerpo se acostumbraba al movimiento constante bajo sus pies. Farlan, que era quien dormía en el camastro inferior al suyo, soltó un gruñido que acabó convirtiéndose en un suave gemido, frunciendo el ceño a causa de su sueño inquieto. Levi solo rogaba porque a lo largo de los días siguientes su amigo lograse acostumbrarse lo suficiente a la vida en alta mar para que no desmejorara cada vez más. Lo que les esperaba en Marley de seguro sería algo complicado, por lo que necesitaba que Farlan estuviese en su mejor condición y no siendo el guiñapo de mierda en el que se había convertido durante las últimas horas.

Intentando ser lo más silencioso posible, Levi se calzó las botas y agarró su capa negra, atándola sobre la blanca túnica que llevaba mientras salía sigilosamente del camarote para dirigirse hacia la escalerilla central que llevaba a cubierta.

Debido a que estaban en pleno invierno y los vientos eran fuertes, el mar se agitaba ligeramente embravecido esa noche, por lo que la balandra se balanceaba de un lado a otro como si fuese un diminuto barquito de papel. Esa mañana, durante el desayuno, Erd les había asegurado que aquel tipo de navío era mucho más resistente y rápido de lo que parecía a simple vista, pero de todos modos Levi estaba rogando por llegar a tierra firme lo más rápido posible, no solo para volver a sentirse a salvo en un terreno que le era conocido, sino también porque deseaba acabar de una buena vez con el asunto de la joya y así poder recuperar su vida. Su ordinaria, sencilla y desastrosa vida, joder.

Estremeciéndose un poco a causa de la salobre y húmeda brisa marina que arreciaba con fuerza y se colaba como agujas bajo la tela de su ropa, se cubrió la cabeza con la capucha de la capa y se arrebujó un poco más en esta, para resguardar el escaso calor de su cuerpo. La luna menguante presente apenas iluminaba algo, por lo que la noche estaba oscura como las fauces de una bestia; no obstante, al levantar sus grises ojos hacia el cielo nocturno sobre su cabeza, vio que este se hallaba cuajado de rutilantes estrellas que tintineaban a lo lejos y que, sin embargo, parecían estar al mismo tiempo tan cerca que con solo alzar la mano podría coger alguna.

A diferencia de las primeras horas del día y la tarde, donde tanto los miembros de la tripulación como los hombres de Smith habían ido y venido por la cubierta constantemente, en ese momento todo parecía demasiado tranquilo, siendo el silencio de la noche solo roto por el chocar de las olas contra el casco de la embarcación y un desafinado silbido que salía de los labios de alguien para dispersarse con el viento.

Al dirigir la vista hacia el palo mayor, Levi notó que el muchacho de cortísimo cabello rubio, Connie, estaba arrebujado en la redonda y estrecha cofa cumpliendo con el papel de vigía; aun así, por el profundo y constante ritmo de su respiración, este parecía más dormido que despierto, ante lo que él temió que fuese a caer en cualquier momento.

—No lo hará, tranquilo —le dijo una alegre voz proveniente desde la proa—. La verdad es que Connie tiene una excelente habilidad para dormir allí. Talento innato, supongo.

Sin saber si debía considerar aquello como algo bueno o no, tras lanzar una última mirada al chico que parecía apunto de caerse de cabeza sobre la cubierta, Levi apuró el paso y fue a reunirse con la «capitana» de aquel barco.

Hange Zoë, ataviada con la misma oscura ropa de su primer encuentro, un día atrás, se hallaba perfectamente camuflada de pie frente al timón, con su amplio sombrero negro ensombreciendo sus afilados rasgos, una ligera sonrisa adornando sus labios y su único ojo puesto en la insondable distancia. Al notar su atención, ella nuevamente comenzó a silbar aquella horrible tonada que parecía no tener afinación alguna, pero en cuanto él llegó a su lado se quedó callada, mirándolo con abierta curiosidad antes de preguntarle:

—¿Malos sueños o mal viaje?

Levi chasqueó la lengua.

—Un poco de ambos —admitió—. Nunca pensé que estar a bordo de un barco sería tan mierda. En los libros parece mucho más fácil.

La risa de aquella mujer, fuerte y estruendosa, resonó en la noche inmensa. De inmediato su gris mirada volvió a clavarse en el muchacho que estaba en el puesto de vigía, pero ya fuese porque este estaba muy acostumbrado a ese trabajo o a los desplantes de Hange, ni siquiera se inmutó un poco y siguió durmiendo como si nada.

—Tienes razón, suele ser un poco difícil acostumbrarse en un comienzo a la vida en alta mar. Todo es movimiento constante y debes aprender a manejar bien tu centro de gravedad para no acabar tumbado en el piso pidiendo clemencia cada dos por tres, como le ha ocurrido a tu amigo; aunque veo que para ti no ha sido lo mismo, Levi. —Una pícara sonrisa asomó a sus labios—. ¿Experiencia previa?

—Si escapar brincando por los tejados y escalando muros para que no te maten se puede considerar una experiencia previa, entonces sí —respondió él con seriedad, ante lo que esa mujer volvió a reír, aunque ya sin todo el escándalo anterior.

Lo cierto era que después de aquel primer encuentro que todos tuvieron con Hange cuando llegaron al Titán y esta se presentó para darles la bienvenida, Levi no había tenido una oportunidad real para poder hablar tranquilamente con ella. Por supuesto, nada mas subir a la balandra su capitana los había acribillado a preguntas sobre Erwin Smith y lo acontecido durante su viaje desde Mitras, además de explicarles algunas cuantas cosas sobre su navío, el viaje que les esperaban y el resto de su tripulación; sin embargo, una vez estuvieron a bordo del Titán y las presentaciones acabaron, Hange los había dejado en manos de Moblit para que este les enseñara el interior de la balandra y les indicase tanto donde iban a dormir como las reglas generales de la tripulación.

Levi, a pesar de estar acostumbrado a tratar con muchos tipos de personas, no sabía muy bien como sentirse respecto a aquella mujer. No era que Hange Zoë le desagradara por el trabajo que hacía, ¿cómo hacerlo si él mismo se había pasado prácticamente toda su vida fuera de la ley? Simplemente, era más como si su instinto le gritase que se mantuviera alerta y que no bajase la guardia frente a ella, ya que tras todas aquellas sonrisas y palabras amables, aquella mujer tenía una historia con la cual cargar y, como todos allí, deseaba conseguir algo más que el agradecimiento de Smith por su colaboración.

—Tras las cena de esta noche, Moblit ha estado hablando conmigo —continuó Hange volviendo a centrar su atención en él—. Una vez lleguemos a aguas marleyanas, tendremos que hacer un desvío hacia el oriente, por lo que el trayecto por tierra será algo más largo de lo que estaba previsto en un comienzo por Erwin; de cinco a siete días más desde Fuerte Slava hacia la capital, Liberio. Ambos creemos que lo mejor para ustedes será que entren por una ruta pequeña, aunque retrase un poco las cosas.

Nada más oír hablar de un retraso, Levi frunció el ceño.

—Oi, Hange, Smith dijo que nos llevarías directamente por la ruta más corta porque el tiempo para este trabajo es importante. ¿Qué necesidad hay de demorar las cosas? —«No puedo hacer esperar más a Isabel» grito una voz dentro de su cabeza. «No puedo hacer esperar más a Eren».

—Porque las noticias que Bertholdt consiguió para mí en Shiganshina son malas. Muchísimo. Al parecer, hace cosa de un par de semanas el control y la vigilancia en las principales rutas marítimas de Marley ha aumentado considerablemente sin motivo alguno. —Esta tamborileó sus morenos dedos sobre el timón y lo estabilizó con un movimiento hábil y preciso que lo hizo parecer sumamente fácil—. El Titán es un barco pirata, Levi, por lo cual ya un desembarco normal en puerto es imposible para nosotros, aunque esto jamás fue un verdadero problema porque contábamos con unos cuantos escondrijos seguros; sin embargo, ahora hay navíos de la Armada Real merodeando no solo los puertos principales, sino que todo el territorio, por lo que nos será incluso más difícil acercarnos a una bahía natural cerca de la capital sin correr riesgos de ser descubiertos.

El regusto amargo del terror le subió a Levi por la garganta. Si aquellas noticias no eran un mal presagio, entonces no sabía que más podían ser. El peligroso viaje en el que tanto Farlan y él se habían embarcado, parecía cada vez más y más difícil, poniendo una traba tras otra y haciendo que conseguir aquella condenada joya de leyenda fuese casi un milagro.

—¿Se puede reducir el tiempo de viaje de alguna forma? ¿Navegando? ¿Por tierra? —la interrogó. El único ojo castaño de aquella mujer se apartó de su escrutinio del infinito océano y volvió a fijarse en él.

—Si el viento nos sigue siendo favorable como hasta ahora, puede que logremos ganar uno o dos días, tres como mucho. Una vez lleguemos a tierra, Jean, Sasha y Connie los acompañarán hasta Liberio. Ellos tres trabajan muy bien en grupo y están familiarizados con el terreno; además, Sasha es una excelente rastreadora. Si alguien puede hacer que la travesía por tierra sea más rápida, esa es ella.

Levi maldijo internamente. Un retraso de cinco días era más de lo que temía Eren pudiese soportar.

—¿Y qué harán ustedes mientras esperan por nuestro regreso?

—Aprovisionarnos —explicó Hange, asombrosamente muy contenta en esa oportunidad—. Digamos que nuestro último trabajo fue algo «llamativo», por lo que lo más conveniente es que durante unos meses nos mantengamos fuera de circulación e intentemos pasar desapercibidos. Hay una islita pequeña y recóndita al sur de Paradis donde solemos quedarnos a veces, así que una vez les dejemos de regreso en casa sanos y salvos, mis chicos y yo nos tomaremos unas largas vacaciones del mundo delictual.

Tan curioso como divertido por aquel despreocupado comentario, él arqueó una de sus negras cejas y le preguntó:

—¿Y qué hicieron? ¿Robarle al rey?

—¡Exacto! —exclamó Hange llena de burbujeante felicidad, logrando que Levi abriera los ojos lleno de asombro—. Digamos que las arcas del rey Willy y uno de sus navíos favoritos sufrieron un pequeño desajuste hace cosa de un mes atrás. Estamos ganando fama.

Al saber de primera mano lo riesgoso que era ganar ese tipo de «fama», él frunció el ceño.

—¡¿Es que has perdido la puta cabeza?! ¡¿Robarle al rey de Marley?!

Hange simplemente se encogió de hombros, restándole importancia al hecho.

—Simplemente aprovechamos la oportunidad cuando se nos presentó. Además, no es como si Willy Tybur no se lo mereciera.

La velada dureza que trasmitieron sus palabras volvió a poner a Levi en alerta. Hange, que hasta hacía un momento atrás parecía ser toda sonrisas y despreocupada alegría, había vuelto a posar su mirada en el oscuro mar ante ella. Aunque su expresión seguía luciendo relajada y serena, algo en la intensidad de su mirar hablaba de un profundo rencor teñido de dolor y tristeza. Levi supo, sin necesidad alguna de preguntarle, que aquel ataque al rey de Marley había sido algo completamente premeditado y no una oportunidad fortuita como esta le intentaba hacer creer.

Durante los siguientes minutos permanecieron así, uno al lado del otro en completo silencio, perdidos en sus propios pensamientos mientras la balandra avanzaba suave y calmamente guiada por el viento, rompiendo la noche.

Luego de mirar por décima vez al chico que colgaba desde la cofa para comprobar que seguía en el mismo sitio, le preguntó a Hange:

—¿Por qué elegiste este tipo de vida a pesar de saber lo riesgosa e inestable que es? ¿Por qué no simplemente buscarte un hombre, casarte y tener un montón de críos como todas las demás? Una mujer siendo capitana de un barco ya es extraño. Una mujer siendo una pirata…

A pesar de que Levi era consciente de que sus palabras podrían molestar a esta, y con toda razón, no se contuvo. Hange, no obstante, simplemente le sonrió de medio lado al mirarlo, como si ya estuviese acostumbrada a ese tipo de interrogantes totalmente injustas y que aun así se escudaban en ser correctas debido a su género.

—Porque no tuve más opción, Levi, así como ahora no la tienes tú respecto a este viaje —respondió ella someramente—. Yo no elegí esta vida, sino que fui escupida a ella y solo… sobreviví lo mejor que pude; por mí y por otros. —Echando hacia atrás la cabeza, ella miró el cielo cubierto de estrellas y suspiró—. Sin embargo, algún día Erwin cumplirá mi sueño y seré libre.

Aquella declaración escapando de sus labios no sonó como palabras vacías ni esperanzas vanas, sino que estaba cargada de una completa convicción, la misma firme certeza que Levi había visto en Smith cuando este le habló de aquella joya de leyenda y le dijo con fe ciega que esta existía y él debía recuperarla para Paradis.

—¿Y cuál ese se sueño? ¿Qué es lo que quieres, capitana?

Lanzándole una mirada lánguida y sutilmente calculadora, Hange volvió a sonreír con ligereza, alzando una mano para bajarle la capucha de su capa y revolver su negro cabello como si él fuese un maldito mocoso.

—Oooh, ¿tienes curiosidad, enano? Entonces, ¿por qué no me dices cuál es tu motivo para este viaje? ¿Con que sueñas tú? No, mejor dicho —añadió con cierta malicia—, ¿con quién sueñas?

Apartando la mano de esta de un manotazo, el primer impulso de Levi tras mandarla a la mierda, fue ser sincero y decirle que alguien importante le esperaba de regreso en Paradis y debía regresar por ella; sin embargo, el recuerdo de aquel chico de ojos verdes que no dejaba de atormentarlo invadió con fuerza sus pensamientos, inquietándolo y obligando a sus labios a mantenerse en silencio.

—Tch, como si te lo fuese a decir, maldita entrometida.

Hange se rio.

—No es tan fácil abrir nuestro corazón y ser sinceros, ¿verdad? Quizá cuando te decidas a hablarme de ese deseo tuyo, Levi, yo lo haga también sobre el mío. —Ella volvió a acariciar su cabeza, sin inmutarse en lo más mínimo por su ceño fruncido y su mirada cargada de odio—. De momento, te basta con saber que así como deseas llegar a Marley y completar esta misión con éxito para regresar a Paradis, yo deseo que lo consigas, y haré todo lo que esté en mis manos para que así sea. Quiero retribución, no solo para mí, sino que también para todos quienes forman parte de esta tripulación y son mi familia. Solo espero que, por una vez, la vida sea justa.

—Tch, pues entonces buena suerte con ello, capitana. Aunque lamento decirte que por mi experiencia, la vida es una auténtica cabrona casi todo el tiempo.

Hange chasqueó la lengua también, imitándolo descaradamente, lo que lo enfadó todavía más.

—Lo sé, lo sé, pero me gusta creer que de vez en cuando puede ocurrir uno que otro milagro. A lo mejor, Levi, tú eres el mío.

Tan sorprendido como abochornado por sus palabras, él apartó la mirada y volvió a ponerse la capucha de la capa para ocultar su sonrojo a pesar de la oscuridad reinante. Levi siempre había sentido que sobre sus hombros cargaba con muchas expectativas, ya fuesen por parte de Isabel, Farlan e incluso él mismo, pero que ahora incluso Hange le dijese aquello fue… extraño; y no pudo evitar pensar en que Eren también parecía creer ciegamente en que él iría a buscarle para liberarlo de su sufrimiento.

—Sobre mi sueño —inquirió de repente, deseoso por aclarar aquella duda que rondaba su cabeza—. ¿Cómo supiste que era un «quién» y no un «que»?

La mirada que Hange le dedicó, cargada de obviedad, lo hizo sentir como un completo tonto, pero aun así se obligó a no protestar en absoluto.

—¿No es evidente, Levi? Tienes prisa por resolver este asunto lo más rápido posible y regresar a casa, ¡por supuesto que es por un «quien»! Siempre que tenemos a alguien esperando por nosotros, el tiempo es nuestro peor enemigo, convirtiendo las horas en años y los días en centurias —añadió esta con cierta sorna, pero la forma en que lo miró al decirlo, estaba cargada de una velada ternura—. Solo cuando ya nadie aguarda por nuestro regreso es que tenemos todo el tiempo del mundo. Podemos esperar por lo que sea, incluso muchas veces disfrutamos de ello. ¿Acaso no suele decirse que la venganza es un plato que se sirve mucho mejor estando frío?

Minutos después, acostado nuevamente en la litera de su camarote compartido, Levi, siendo tan incapaz de conciliar el sueño como minutos antes, rememoró una y otra vez las palabras de Hange y la expresión de su mirada al decirle aquello, llegando nuevamente a la conclusión de que aquella mujer de risas fáciles y temperamento alocado, era tan afilada y peligrosa como una daga aunque no lo demostrara. Como fuese, no cualquiera podría llegar a convertirse en un pirata o un delincuente sin haber manchado sus manos de sangre y haber vendido su alma por ello; él lo sabía muy bien.

 

——o——

 

Luego de que su última discusión con Zeke lo hubiera condenado al encierro solitario y forzoso, Eren había sido incapaz de tener una buena noche de sueño, sobre todo tras su desagradable conversación del día anterior con Yelena y el miedo constante que sentía pender como la hoja de una guillotina sobre su cuello. Si su hermano decidía abrir la boca y contarle al rey Willy de su despertar como la Joya, tanto sus planes como él mismo estarían perdidos.

Luego de levantarse esa mañana casi arrastrándose a causa del agotamiento físico y mental, Eren se vistió y obligó a desayunar todo lo que la ayudante de su hermano le había llevado, decidido a descubrir cómo funcionaba el caprichoso poder de la Joya y así sacarle el mayor partido posible antes de su escape.

Estar encerrado en su habitación en completa soledad era sin duda algo tan triste como agobiante, extrañando a cada momento la vigilancia y cuidados constantes de Mikasa sobre él y la tranquila plática de Armin al aconsejarle o contarle de mil temas diferentes; sin embargo, al mismo tiempo una parte de Eren agradecía que sus amigos no estuviesen allí para verle en ese momento, de seguro teniendo que sufrir a causa del enfado y la frustración que sentía a causa de sus pocos avances, además de tener que contemplar su evidente dolor. Estaba seguro de que al ver la cantidad de feas quemaduras y profundos cortes que se diseminaban por sus brazos debido a sus «prácticas» de esa tarde, ambos chicos ya habrían intentado ponerle freno a su locura.

Ya era bastante entrada la noche cuando al fin decidió dejar el trabajo por ese día. Estaba cansado, probablemente debido a la pérdida de sangre, y comenzaba a dolerle la cabeza. Además, hacía más de una hora que ninguna de sus heridas sanaba correctamente por mucho esfuerzo que pusiese en ello, por lo que las laceraciones pulsaban dolorosas sobre su piel haciéndolo sentir un completo inútil.

Cogiendo un par de manzanas de la bandeja con su ya fría cena, Eren se dejó caer sentado frente a la chimenea y echó unos cuantos leños más para avivar el fuego, notando como una película de calor se extendía de inmediato por su piel al sentir las llamas crecer y danzar en aquel baile rojizo y dorado que parecía hipnotizarlo con la sutileza peligrosa de una serpiente.

Tras acabarse una de las frutas de unos cuantos mordiscos, levantó la manga de su túnica azul oscuro y desenvolvió con cuidado los vendajes que cubrían las heridas de sus brazos. Tal y como temía, los cortes no habían curado para nada, viéndose tan inflamados y sanguinolentos como hacía una hora atrás, a pesar de su esperanza de que el poder de la Joya hubiese hecho su magia.

Maldición, ¿en que estaba fallando?, se preguntó enfadado. ¿Qué era lo que hacía mal para que su habilidad fuese tan inestable?

La noche anterior, luego de lograr comunicarse con la Joya y haber llegado a ese tipo de «acuerdo» entre ambos, el misterioso ser que ahora habitaba dentro suyo le recordó a Eren que él era fuego y sangre, vital y constante, cambiante y mortífero. El primero y el último entre los suyos, y, por lo mismo, el más poderoso porque era un todo al que debía aprender a conocer y controlar.

Eren, ingenuamente, había creído que aquel breve entendimiento con la Joya significaba que a partir de ese momento esta lo ayudaría a controlar sus desconocidas habilidades; que, tras lastimarse un poco, como lo había hecho en anteriores ocasiones, podría despertar su poder y utilizarlo a su antojo, pero nada estaba resultando según sus planes, ¡maldición! En ese momentos sus brazos eran un cuadro de cortes y quemaduras ya sin siquiera sitio donde seguir lastimándose; además, se sentía tan débil y somnoliento que incluso él mismo dudaba que le quedase algo de sangre por perder antes de acabar muriendo; entonces, ¿cómo lograba tener éxito en su propósito? Controlar el poder de la Joya a medias no era una opción, no si deseaba poder escapar de Marley junto a sus amigos sabiendo que podría protegerlos llegado el caso.

—Eres una completa egoísta, Joya. Una malvada y pequeña egoísta. ¿No se suponía que ibas a ayudarme si yo te ayudaba a ti y cumplía tu deseo? —protestó Eren enfadado, tirando lo que quedaba de su segunda manzana al fuego y haciendo que este chisporroteara sonoramente—. Solo te gusta actuar cuando te conviene.

Para su sorpresa, las llamas parecieron consumirse de golpe durante unos segundos, sumiendo la habitación en una completa oscuridad. Antes de que él pudiese pensar siquiera en lo que ocurría, estas volvieron a encenderse con renovada fuerza, crepitando suavemente antes de lanzar un trozo de humeante brasa a su regazo que llenó de plomizo hollín sus calzas negras.

Tomando la sorpresiva «ofrenda» en sus manos para apartarla, se sorprendió cuando la capa de cenizas se desprendió de esta, dejando ver la misma manzana a medio comer que acababa de arrojar a las llamas totalmente intacta, tan redondeada y brillante como si él jamás la hubiese mordido.

Asustado, Eren la dejó caer al alfombrado suelo, contemplándola sin saber qué hacer a continuación; no obstante, el pasmo no le duró demasiado, ya que como si algo se hubiese desatado fuera, las ventanas del cuarto se abrieron y la brisa nocturna entró por ellas, agitando las diáfanas cortinas blancas a su paso y avivando las llamas hasta que estas cubrieron todo el hogar.

Entre el ligero crepitar del fuego, oyó el inconfundible sonido de una queda risa, seguido a continuación de un suave canto; una canción que le trajo recuerdos desconocidos y agitó su corazón como si este pudiese salir volando de su pecho cual mariposa.

Al comienzo, entre el asombro y el miedo que sentía, temió estar alucinando cuando creyó ver algo moverse entre las llamas; sin embargo, luego de pestañear unas cuantas veces e inspirar profundo para intentar tranquilizarse, corroboró que realmente había algo allí: un par de ojos de fuego y oro que le miraban profunda e intensamente, llenos de una antigüedad indescriptible.

«Debes morir en plata, debes forjarte en fuego. Tu sangre, nuestra sangre, es vida y muerte, arma y consuelo; la libertad y el yugo que fluye como ríos, que retumba como la tierra. Debes morir en plata y debes forjarte en fuego».

Al oír el intento de respuesta de aquel canto, Eren resopló, indignado, mientras veía a la Joya desaparecer entre las llamas.

—No sabes cómo agradecería que fueras un poco más específica, Joya. Llevo toda la maldita tarde haciendo que mi sangre «fluya como ríos» y «templándome en el fuego», gracias. No creo que ninguna de las dos cosas haya dado demasiado resultado ahora último.

Tumbándose de lado sobre la cálida alfombra, miró una vez más la manzana que ahora estaba frente a sus ojos, roja y perfecta como una joya. Extendiendo con cuidado uno de sus dedos, la tocó, sorprendiéndose con fascinación al descubrir que realmente había vuelto a su estado original; sin embargo, al tomarla en su mano para envolverla, Eren sintió algo extraño en esta, como si… ambos estuviesen íntimamente conectados; como si aquel milagro de creación no fuera algo mágico nacido de la nada, sino que el poder utilizado para lograrlo hubiese salido de él mismo, como si una parte de su vida hubiera sido tomada y ahora estuviese fluyendo a través de aquella fruta.

Y descubrir aquello lo dejó sin aliento.

¿Acaso era así como realmente funcionaba el poder de la Joya de la Corona? ¿Era su propia vida, esencia o lo que fuera la que hacía que la magia se avivara? Al pensar en ello, en que tanto su madre como sus predecesoras debieron ir consumiéndose poco a poco cada vez que sus poderes fueron utilizados por otros, lo puso enfermo.

—Mamá, no sabes cómo me gustaría que estuvieses aquí y me explicaras todo esto, porque… porque de verdad estoy tan, tan confundido. Lo odio tanto. Me asusta tanto… —murmuró él con un nudo en la garganta que apenas le permitía respirar. Cuando el silencio a su alrededor fue la única respuesta que obtuvo, los ojos se le llenaron de lágrimas y se detestó por ser tan débil y patético.

Sentándose una vez más, Eren rebuscó bajo la tela de su túnica la daga de plata que había pertenecido a su progenitora y ahora llevaba escondida contra la piel de su cadera. Al aferrar la cálida empuñadura de esta, tuvo un impulso repentino y la acercó hasta el fuego. Durante un instante nada extraordinario ocurrió y temió que el arma se dañase, pero cuando la retiró de las llamas, sorprendentemente esta ni siquiera estaba caliente; su hoja tan intacta como minutos antes.

Al acercarla hasta sus ojos para examinarla con mayor detenimiento, notó como en el centro de la delgada hoja, casi de forma imperceptible, había aparecido una inscripción. Era pequeña y de trazos ligeros y elegantes, reluciendo en ardiente fuego como si las llamas hubiesen quedado atrapadas dentro de la daga. «Sueño» era la única palabra allí escrita, sin embargo él tuvo la certeza de que esta guardaba un significado mucho más profundo y especial, quizá del mismo modo que parecían tenerlo aquellos sueños por los que caminaba y aquel desconocido con ojos de luna que había prometido ayudarlo en su huida.

Al pensar en aquel misterioso hombre y todas las cosas que había hecho y había dicho estando con él, Eren deseó morir a causa de la vergüenza. Una parte suya sabía que mucho de aquello era a causa de la Joya que habitaba en su interior, pero aun así, al posar una mano sobre su corazón y notar lo acelerado de sus latidos, tuvo que reconocer que probablemente sus propias e inexpertas emociones estuviesen también en juego.

Dios, era un completo idiota.

Apartando a aquel desconocido de sus pensamientos con enfado, apretó con fuerza la empuñadura de la daga e inspiró profundo, concentrándose antes de acercar la afiladísima hoja de esta al corte que tenía en la muñeca izquierda para reabrirlo. Cortar la carne ya rasgada fue doloroso, tanto que se vio obligado a apretar los dientes para no soltar un alarido y aun así entre ellos escapó un siseo. La hoja estaba fría al tacto, pero al rozar su piel pareció tan candente como un hierro de marcaje cuando la roja sangre comenzó a fluir como un torrente frente a él.

—Me muero en plata, me templo en fuego —murmuró Eren, repitiendo las palabras que la Joya había cantado para él. Cerrando los ojos a pesar del dolor infinito que estaba experimentando, se concentró en sentir algo más que los desenfrenados latidos de su corazón y su respiración acelerada; algo que le dijese que aquel era el camino correcto y sería capaz de controlar aquel poder que no deseaba pero poseía.

Al comienzo fue como un murmullo ligero, no muy diferente del zumbar de las abejas en primavera al revolotear por el jardín; sin embargo, pronto el sonido fue en aumento, hasta que sus oídos parecieron quedar taponados a causa del ruido constante y plano, el cual sintió fluir dentro suyo como fuego derramándose al interior de su cuerpo gota a gota; calientes hilillos de vibrante energía que pronto fueron como chispas escapando de sus dedos.

Abriendo los ojos muy despacio, Eren miró sus manos, pero no notó cambio alguno en ellas; aun así, las sentían tan ajenas, tan extrañas, como si estas no le perteneciesen en absoluto.

Pasando con cuidado el dedo índice de su mano derecha por el corte que acababa de reabrir, observó fascinado como la piel relucía en dorada luz antes de comenzar a cerrarse una vez más; su carne tan perfecta e impoluta como si jamás hubiese sido lastimada.

Exultante de felicidad por su logro, volvió a hacer lo mismo con cada una de las heridas de su brazo izquierdo, pasando posteriormente al derecho. Sin poder evitarlo, Eren soltó una carcajada de pura felicidad, sabedor de que estaba un paso más cerca de poder cumplir su sueño y salir de aquella jaula de oro junto a sus amigos. Un paso más cerca de reclamar su libertad y convertirse en alguien normal.

Acababa de curar la última laceración de su mano derecha cuando un repentino mareo lo hizo perder momentáneamente el equilibrio, obligándolo a cerrar los ojos con fuerza. Un poco asustado, inhaló profundo y exhaló despacio un par de veces intentando recuperarse, pero en su tercer intento acabó tosiendo con fuerza y expulsando un bocado de sangre. Sangre profundamente espesa y oscura que no presagiaba nada bueno.

Aterrado a más no poder, Eren miró su temblorosa mano manchada de carmín, sintiéndose terriblemente débil de repente. Su abuela había sido sanadora, una de las mejores entre las Joyas, entonces, ¿por qué aquel esfuerzo a él lo lastimaba? Debido a las palabras de la Joya, Eren había creído que a lo mejor él también tenía aquella habilidad, como el caminar entre los sueños, pero aquel esfuerzo lo había desgastado terriblemente. Aquello, se preguntó preocupado, ¿se debía a que llevaba todo el día esforzándose o era a causa de que su poder no era totalmente compatible con aquel tipo de habilidad?

Si tan solo Armin y Mikasa estuviesen allí…

A pesar de la confusión y el horror que lo embargaron tras aquel descubrimiento, Eren, intentando mantener el control de sí mismo, comprendió que por ese día había llegado a su límite. Con las pocas fuerzas que le quedaban se puso de pie para irse a la cama, decidido a descansar un poco para recuperar energía y aclarar su cabeza; no obstante, antes de haberse quitado siquiera la túnica para asearse, oyó el inconfundible sonido que producían las puertas de la planta inferior al abrirse, seguido de los pesados pasos de quienes entraron a la sala para dirigirse hacia las escaleras que llevaban a su habitación.

Tras aguzar el oído y lograr apenas identificar que sus visitantes nocturnos eran más de dos personas, la puerta de la estancia se abrió con fuerza, dando paso a la taciturna figura de Zeke, seguido de cerca por la silenciosa Yelena, que esa noche más que nunca parecía una sombra al lado de su hermano al ir vestida de negro de pies a cabeza como un verdugo. Este, por el contrario, nuevamente lucía impecable y llamativo con su uniforme añil y su aspecto cuidado, un irreprochable y perfecto hombre del rey; sin embargo, al notar la leve ansiedad patente en los azules ojos de Zeke, algo dentro de él se inquietó en señal de alarma.

—Buenas noches, hermano mayor. ¿A que debo tu imprevista visita de esta noche? Pensé que luego de nuestro último encuentro estabas decidido a no verme más y solo dejarías el desagradable trabajo de tener que cuidar de mí a tu fiel perro guardián —le dijo Eren con tono cansinamente molesto y provocador, ocultando lo mejor posible su miedo para que este no lo notase.

Zeke, sin embargo, no se amedrentó en lo más mínimo y le siseó por lo bajo con voz mortífera:

—Compórtate mocoso. Lo que esta noche me trae aquí es un asunto muy serio e importante.

Antes de que él pudiese abrir la boca y preguntar cuál era ese «importante» asunto del que hablaba, el umbral de la estancia fue cruzado por la inconfundible figura del rey de Marley. Willy Tybur, vestido con una simple camisola blanca y calzas de un marrón muy claro bajo las altas botas más oscuras, entró a su habitación con la autoridad que le otorgaba su posición. Llevaba las manos sujetas a la espalda y paseó con lentitud, observando todo a su alrededor con significativo interés. El rubio cabello suelto sobre los hombros y la falta de ornamentación le daban un aire indolente y despreocupado que contrastaba totalmente con el de un monarca, pero Eren sabía de primera mano lo engañosa que esta impresión podía ser. A la hora de imponer cosas y dar castigos, el rey Willy lo hacía con la dureza de un tirano sin perder en ningún momento su apariencía de hombre justo y compasivo, lo cual resultaba aterrador.

—Buenas noches, Joya —le saludó el monarca, posando sus claros ojos en él y logrando que se estremeciera un poco a causa de la ansiedad.

—Su majestad —respondió Eren, bajando obedientemente la cabeza en señal de respeto a pesar de estar ardiendo de furia por dentro al ser llamado por aquel título que lo representaba. Para el rey, él jamás había sido una verdadera persona, solo una posesión: sin derechos, sin expectativas; sin ni siquiera un nombre propio al cual poder apegarse.

—Lamentamos irrumpir tan tarde e interrumpir tu descanso, Joya, pero esta noche Zeke me ha informado de algo sumamente interesante, por lo que supe que sería incapaz de conciliar el sueño hasta que pudiese hablar contigo sin demora. Espero no estar importunándote con mi visita.

—Por supuesto que no, su majestad —le aseguró a este, sintiendo la aguda mirada de su hermano clavada en él a modo de silenciosa advertencia. Levantando el rostro, Eren fingió una ligera sonrisa que estaba seguro no alcanzaría sus ojos—. ¿En qué puedo ayudarlo?

Dando un par de pasos al interior de la habitación, el rey Willy llegó a su lado, escudriñándolo con posesiva atención. Sus ojos lo recorrieron de arriba abajo, por lo que él tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no ponerse a hiperventilar a causa de la tensión. Cuando la mirada de aquel hombre volvió a centrarse en su rostro y sus ojos se entrecerraron durante un momento, revelando un ligero disgusto, Eren tembló de miedo por dentro, sobre todo cuando, alzando una de sus manos, el monarca rozó la zona donde Zeke lo había golpeado durante su último encuentro y la cual ya estaba completamente curada, o por lo menos eso había creído él.

—¿No he dicho siempre que odio que otros toquen o dañen lo que me pertenece? —dijo el rey Willy con una voz suave y ligera que hizo a Eren erizarse de terror. Sintió los dedos de este recorrer el contorno de su barbilla de la misma forma en que el misterioso hombre de sus sueños lo había hecho durante la última vez que se encontraron, pero en vez de sentirse reconfortado por ello, solo pudo sentir repulsión y asco ante ese toque, el cual estuvo obligado a tragarse.

—Su majestad, yo no… —comenzó a defenderse su hermano, pero el monarca lo acalló con una mirada feroz que lo hizo palidecer.

—Si esto vuelve a ocurrir, creo que en verdad me molestaré mucho contigo, Zeke. Si no eres capaz de controlar tu temperamento y aprendes a mantener las manos donde te corresponde, entonces ya no te serán necesarias. El único que puede lastimar a la Joya si así lo desea, soy yo. —La sonrisa que el rey le dedicó a su hermano obligó a este a tragar duro y guardar silencio. Una silenciosa y efectiva amenaza contra la que era incapaz de luchar—. Y lo mismo va para ti —añadió Willy Tybur dirigiéndose a él en esa ocasión, clavando los dedos con crueldad en la piel de su mejilla y barbilla, tan profundo que Eren pudo sentir el rasgar de las uñas de aquel hombre en ella. La mirada que este le dirigió estaba cargada de maldad—. Vuelve a lastimarte y te arrepentirás, Joya.

Soltándolo con un gesto lánguido que reveló sus dedos manchados de sangre reseca, su sangre, producto de las prácticas, el rey caminó por la estancia unos cuantos pasos más, contemplando con atención todo lo que había a su alrededor. Nervioso, Eren hizo lo mismo mientras se maldecía por su descuido, conteniendo el aliento al ver que la alfombra frente a la chimenea estaba cubierta de oscuras manchas sanguinolentas y que la daga de su madre seguía tirada en el suelo con total descuido. De inmediato los ojos del monarca volvieron a dirigirse a su persona, pasando desde sus brazos desnudos a su cuello, de seguro buscando alguna señal de autolesión que pudiese ser más grave de lo que pensaba. Al ver que al parecer no había nada de lo que preocuparse, el rey Willy sonrió a penas y se sentó sobre el diván de verde terciopelo, cruzando una de sus piernas sobre la otra y acodando su brazo izquierdo en esta para descansar allí su cabeza.

—¿No sientes curiosidad de saber el motivo por el cual, en vez de convocarte a mi presencia como en otras ocasiones, he decidido esta noche venir personalmente a verte, Joya?

Eren, sintiendo la boca reseca a causa del miedo, negó con un gesto y luego asintió con rapidez al darse cuenta de su error. De forma inconsciente sus ojos buscaron a Zeke para que este le dijese algo de lo que estaba ocurriendo, pero la mirada que su hermano le devolvió estaba vacía y fría como el hielo, muy diferente a la de Yelena que en ese momento le contemplaba con tanto odio contenido que él temió estar siendo víctima de una terrible maldición asesina.

—Su majestad ha dicho que es por algo importante —se animó a decir finalmente pasado un momento, rogando porque aquello terminase—. No me atrevo a aventurar el motivo.

Sin dejar de mirarlo en ningún momento, el rey Willy asintió, concediendo con un gesto y una leve sonrisa.

—Mmm, tienes razón. Es algo de vital importancia para mí y nuestro reino, porque, has despertado, ¿no es así, Joya?

Hielo frío y denso fue lo que Eren sintió correr a través de sus venas. Desesperación convertida en superficiales respiraciones que le hicieron difícil el ingresar aire a sus pulmones y que ensordecieron sus oídos a causa del pesado latir de su corazón. Miedo fue la primera emoción que lo embargó; terror al saberse descubierto y comprender que sus planes probablemente no podrían cumplirse nunca; luego fue la ira, candente y violenta, arrastrándose como un veneno mortífero por su interior que solo deseaba destruirlo todo, quemarlo todo, desde Zeke, por ser un maldito traidor que prefería anteponer su propio bienestar a la lealtad que debería tener hacia su sangre, hasta el rey Willy con su crueldad y su reino de mentiras.

—Yo… no lo he hecho —murmuró con la voz enronquecida y una rabia que apenas logró disimular. El monarca lo miró con la atención de un depredador—. Yo… todavía soy inútil para su majestad. Lamento si las palabras de mi hermano le han dado una falsa idea.

La sonrisa que Willy Tybur le dedicó fue siniestra, no porque estuviese cargada de maldad o crueldad, sino porque parecía realmente jubilosa; una expresión similar a la que Eren le había visto adoptar el día que ellos escaparon del palacio y este impuso su castigo cuando fueron llevados a su presencia.

—Comprendo —le dijo el rey con voz calma—. Es normal que aun te sientas inseguro de ti mismo y la nueva carga que tienes sobre tus hombros, Joya. No siempre somos capaces de asumir lo que estamos destinados a ser y necesitamos de cierta… «motivación» para poder hacerlo. Eres demasiado joven y me temo que has estado demasiado aislado del mundo y lo que este implica; así que, por favor, permíteme ayudarte a descubrirte a ti mismo.

Nada más salir aquellas palabras de la boca del monarca, Zeke asintió con un gesto de su rubia cabeza en su dirección y Yelena abandonó la habitación durante unos minutos. Eren, con el corazón atronando dentro de su pecho, la oyó bajar la escalera y posteriormente el quedo sonido de algunos murmullos en la primera planta; para cuando la escuchó subir una vez más, sus solitarios pasos eran un pesado conjunto; sin embargo, lo peor vino cuando, al ver a los guardias que venían tras la ayudante de su hermano, descubrió que con ellos también estaba Armin, pálido y aterrado, con los azules ojos cargados de un profundo miedo y los labios enrojecidos a causa de habérselos mordido sin cesar debido a los nervios.

—Su majestad, ¿procedo? —preguntó Zeke al rey Willy, con la espalda tan rígida como una alabarda y negándose a mirar en su dirección por más que Eren no le quitase los ojos de encima. El monarca, no obstante, lo acalló con un gesto de su mano y volvió a centrar su atención en él.

—Entonces, Joya, ¿has o no despertado? —volvió a preguntar con estudiada gentileza—. ¿Podrías enseñarme algo de tu poder?

Desesperado, los ojos de Eren fueron a dar con Armin, quien, meneando apenas la cabeza, negó en su dirección. Su amigo lucía despeinado y llevaba una celeste túnica arrugada y suelta sobre las calzas marrones, como si se hubiese vestido a toda prisa tras salir de la cama, que era lo más probable. A pesar del evidente miedo que sentía, este lo miró con firmeza y determinación, diciéndole con aquella mirada que no hablara, que no claudicara, porque aquella era la única oportunidad con la que contaban para obtener su libertad.

Tragándose la culpa y el terror que en ese momento sentía, Eren también negó, mintiendo al rey.

—No, su majestad, no lo he hecho. Lo siento mucho.

Este asintió.

—Zeke, ¿podrías…?

Antes de que aquella misteriosa petición hubiese acabado de ser hecha, su hermano se acercó hasta donde su amigo se hallaba y, sujetando la mano izquierda de Armin con la suya, extrajo una larga y oscura daga de su propio cinto, cercenando el dedo meñique de este con una facilidad asombrosa que solo fue rota por el suave sonido que produjo el dígito al golpear el suelo y el ahogado gemido que dejó escapar Armin al ser víctima de aquella atrocidad.

Ante los ojos de Eren todo se volvió rojo y salvaje al ver la sangre de su amigo ser derramada de manera tan cruel e injusta, sintiéndose deseoso por cobrar venganza de la peor manera posible; sin embargo, algo dentro suyo pareció quebrarse en ese instante y se sintió fuertemente refrenado antes de abalanzarse sobre el rey para cobrar venganza, como si una voz al interior de su cabeza gritara «no» y lo obligase a guardar las distancias del soberano de Marley.

—Y bien, Joya, ¿has cambiado de opinión respecto a tu respuesta? Si no es así, no hay necesidad de preocuparse, tengo todo el tiempo del mundo y tu amigo nos podrá seguir siendo útil un poco más. Solo espero no tener que llegar a utilizar también a tu guardiana. No es que me preocupe porque sea una muchacha, sino que temo que ella no se muestre tan colaboradora y sea necesario cortar antes su lengua que sus manos. Tanta sangre siempre es desagradable.

La verde mirada de Eren, cargada de odio, cargada de miedo, se posó una vez más en Armin. Su amigo, a pesar de seguir siendo presa del dolor, apretó los dientes con los ojos llenos de lágrimas y negó con más vehemencia aún; no obstante, él ya había tomado una decisión.

Levantando la barbilla con una seguridad y altanería que no sentía, Eren dio un paso en dirección al monarca y le dijo:

—Soy la Joya, y he despertado.

La sonrisa que le rey le dedicó en ese momento fue exultante, llena de un brillo de oscura satisfacción que lo llenó de una alarma contra la que sabía no podría luchar, de momento al menos. Necesitaba tiempo para aprender a conocer su poder y hacerse más fuerte, se recordó; pero una vez escapara de ese lugar junto a Mikasa y Armin, cobraría venganza de todos quienes los habían lastimado. Por primera vez, Eren sentía que sus prioridades habían cambiado y ya no solo se conformaría con una vida normal y tranquila, sino que deseaba a Willy Tybur lejos de aquel puesto que le convertía en alguien todopoderoso e intocable. Deseaba que nadie más tuviese que pasar por lo mismo que sus amigos y él habían tenido que vivir. Y si para ello debía que sacrificarse a sí mismo, lo haría.

Eren, siendo la Joya que nunca quiso ser, se convertiría en la peor pesadilla del que sería el último rey de Marley, se prometió. Porque él era el primero, y sería el último dentro de los suyos, arrasando en sangre y fuego aquel reino que estaba tan maldito como aquel que lo gobernaba.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes han llegado hasta aquí. Espero de corazón que la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Lo siguiente, un millón de disculpas por esta larga demora. Entre una cosa y otra han pasado una buena cantidad de meses desde que actualicé por aquí (que vergüenza), por lo que solo puedo responsabilizarme por ser demasiado lenta a la hora de escribir y a que he tenido muchas cosas de las que ocuparme durante estas últimas semanas. Espero irme normalizando ya con todo y que, por lo mismo, las actualizaciones vayan más deprisa. Mi idea es poder ir cerrando ya algunas historias durante el 2020 de ser posible.

Sobre el capítulo, espero no hayan muchos enredos respecto a algunos términos marítimos utilizados. No son demasiados, creo, y he intentado aclarar más o menos a que se referían estos a través de Levi, que como yo es un completo neófito en el asunto, así que espero se comprendiera. Como expliqué en el capítulo anterior, esta no es una temática en la que me maneje a la perfección y ha sido casi todo adquirido a base de leer mucho y estudiar del tema durante los últimos meses, pero estoy lejos de no cometer errores, por lo que son libres de corregirme si ven algún fallo.

Por otro lado, aún seguimos con Eren y Levi separados, pero esto se ha debido principalmente a la entrada de nuevos personajes a la historia: Hange, que tendrá un peso importante desde este punto en adelante, y Willy Tybur, que de momento se presenta como el mayor antagonista. Respecto a él, la verdad es que estoy muy nerviosa a la hora de escribirlo, ya que es tanto mi primera vez con el personaje y a eso se suma a que no tiene una aparición muy larga en el manga, por lo que estoy un poquito a la deriva. Aun así, inspiraré profundo, cruzaré los dedos y confiaré en que no resulte tan mal para ustedes, quienes leen, sobre todo para cuando me toque escribir desde la perspectiva del «rey de Marley».

Igualmente en la próxima actualización regresamos a tierra firme, por lo que el encuentro de Eren y Levi cara a cara solo estará a un pasito de ocurrir. Bastante literal en realidad, jaja.

Otra cosa importante, es decir que finalmente La Joya de la Corona tiene su propia portada. Este bello trabajo fue hecho a través de comisión por mi querida Akira Kousei, quien además de fungir como mi beta, es una talentosa artista.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que la próxima actualización será para In Focus durante la semana siguiente. Lo que queda de esta semana lo dedicaré de lleno a Ese algo llamado Amor que, definitivamente, va a llegar a su final durante estos días. Como he dicho antes, planeo ir acabando algunas historias este año para poder dar paso a otras nuevas, ya sea de este mismo fandom u otros con los que deseo experimentar.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores y alertas. Son siempre la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta la siguiente.

 

Tessa.


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