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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 12:

CACERÍA

 

¡Haya paz! Hay que cumplir la tregua. No es momento de hablar de cacerías.

(Rudyard Kipling, El libro de las tierras vírgenes)

 

 

 

Sintiendo que el cuerpo le dolía horrorosamente y los miembros le pesaban como si fuesen de piedra, Eren, con algo de esfuerzo, acabó de ponerse las oscuras calzas marrones y comenzó a pasarse por la cabeza la túnica de gruesa lana verde que había elegido para ese día. Se notaba agotado, como si no hubiese descansado en absoluto, algo que no estaba demasiado lejos de la realidad, se recordó. Toda su noche había sido un viaje de sueño en sueño, gastando sus energías como si estas fuesen inagotables y estrujando su corazón a causa de la ansiosa incertidumbre de no saber si había hecho o no las cosas bien.

Rogaba porque su mensaje hubiese sido correctamente comprendido y sus esfuerzos no hubieran sido en vano.

Tras la petición que la Joya le hizo la noche anterior, para que buscase a la cazadora y la alertara del peligro inminente que su grupo y ella corrían, él había caminado de inmediato en el plácido sueño de esta, sorprendiéndose un poco al descubrir lo joven que aquella alta muchacha castaña era, y mucho más al darse cuenta de lo crédula y segura que pareció ante su presencia. La joven cazadora no había dudado en ningún momento sobre la veracidad de su sueño ni de que su presencia allí fuese una premonición; por el contrario, esta más bien pareció aliviada al verlo, como si ya supusiese que algo así podía ocurrir en cualquier momento de su viaje y confirmarlo le diera la seguridad que necesitaba para actuar.

Una advertencia y un cambio de planes fue todo lo que Eren pudo ofrecerle, pero aquello había parecido bastar para que la muchacha comprendiese y le permitiera —tras oír su única petición— abandonar su sueño sintiéndose un poco mejor consigo mismo, satisfecho con su pequeño logro. Una alegría que, sin embargo, solo duró hasta que abrió los ojos y descubrió que la pálida claridad de las primeras horas del día ya se colaba a través de la ventana del cuarto, recordándole que mucho antes de lo deseado su hermano llegaría acompañado de Pieck para trabajar con su magia.

Una vez terminó de calzarse las altas botas negras, tomó un peine del tocador y comenzó a pasarlo con desgana por su largo cabello castaño para desenredarlo, preguntándose una vez más que podría haber ocurrido para que la información de su futuro secuestro, o rescate, se hubiese descubierto tan pronto. Él estaba seguro de que todo el intercambio que había mantenido con el misterioso hombre de los ojos de luna había sido en sueños, y aparte de Armin y Mikasa, nadie más estaba al tanto de aquella habilidad mágica que poseía tras su despertar; entonces, ¿la fuga de información habría venido por parte del aquel desconocido? Eren lo dudaba, y no solo porque confiase en este casi ciegamente, sino porque si fuera así, el peligro que aquel otro correría durante su viaje hacia Liberio resultaría enorme. Nadie podía ser tan suicida para arriesgarse de esa manera, ¿verdad?

Además, se recordó, había sido la misma Joya quien le advirtió sobre el robo de su poder y que alguien estaba interfiriendo con su magia. Observando el verde turbulento de sus ojos en el espejo, se preguntó si esta estaría en lo cierto y de ser así como lo habrían conseguido.

Si resultaba ser Zeke el responsable de aquello, él en verdad iba a hacérselo pagar muy caro, se prometió Eren indignado.

Apenas había acabado de alistarse, cuando oyó el pesado ruido producido por las puertas del piso inferior al abrirse, seguido posteriormente por el sonido de pasos sobre la escalera y voces amortiguadas debido a las gruesas paredes que conformaban el ala. El insignificante golpeteo sobre la puerta de su habitación acabó convirtiéndose en el ligero repiqueteo de la cerradura al abrirse, ni siquiera necesitando de una invitación de su parte antes de que la puerta se abriese y los intrusos ingresaran con absoluta confianza.

Como cada día, Zeke vestía con su añil uniforme de consejero del rey y se mostraba altivo e imponente en todo su porte. Más de alguna vez Eren había pensado en lo mucho que su hermano mayor se parecía a su padre, a diferencia suya que era casi una copia exacta de su madre y —según le había dicho el abuelo de Armin— también la madre de esta. A pesar de ser rubio en lugar de castaño oscuro, y de lucir mucho más joven que las imágenes que él guardaba en su memoria sobre su progenitor, Zeke en verdad se parecía a este, y por ese motivo Eren no lograba discernir con total claridad si lo despreciaba aún más por ello o sentía cierta añoranza por lo que nunca había tenido.

Tras su hermano, la menuda y un poco encorvada figura de Pieck Finger, hizo su aparición. Esta, al igual que Yelena, no se vestía ni actuaba para lucir bonita y femenina, quizá porque las labores como médico y sanadora que desempeñaba dentro del palacio no se lo permitían del todo. Ese día, por ejemplo, la amiga de Zeke llevaba un largo y recatado vestido de un azul medianoche que la cubría desde el cuello hasta el borde de las negras botas que se apreciaban bajo el ruedo de este, el cual dejaba solo al descubierto sus pequeñas manos morenas, así como también el suave rostro de oscuros ojos caídos y amable sonrisa, la cual no se reflejaba para nada en ellos. Su abundante cabello negro estaba atado en una coleta baja y un poco despeinada, lo que le daba un aire relajado y descuidado; no obstante, a pesar de que la apariencia de amable austeridad que esta mostraba era muy diferente a la peligrosa devoción asesina que dejaba ver Yelena, Eren siempre se había sentido cauteloso en su presencia. Ciertamente Pieck era mucho, mucho más peligrosa que la otra mujer, y por ese motivo a su hermano le gustaba tanto.

—Buenos días, Eren —lo saludó esta con una de aquellas sonrisas pequeñas y moderadas que solían alterar sus nervios—. Luces algo pálido y ojeroso esta mañana, ¿has tenido una mala noche? ¿Te sientes enfermo?

—Una mala noche —masculló él con tono cortante, bajando el rostro para apartarlo de la vista de ambos, nada deseoso de que lo siguiesen viendo. El que la sanadora no hubiese pasado aquel detalle sobre su persona por alto, lo había hecho sentir repentinamente inquieto—. Ayer le pedí a mi hermano que te comunicase que no era necesario que vinieras hoy, ¿no te lo dijo?

—¿Y no te dije yo acaso que las visitas de Pieck para tu revisión y trabajo con la magia son por orden de su majestad y no decisión mía, hermanito? —replicó Zeke con un tono todavía más afilado que el suyo—. Deberías estar agradecido por las atenciones que él dispone para tu bienestar y aprendizaje, Eren; así como también por el hecho de que Pieck esté dispuesta a sacrificar parte de su valioso tiempo para ayudarte.

Cansado y preocupado, él torció los labios en una mueca de desprecio al oírlo, y a pesar de su decisión de no mirarlo, alzó los ojos en su dirección, dejando que el fuego verde que ardía en los suyos chocase con el acerado gris de los de Zeke, sintiendo como la rabia le subía a la cabeza y avivaba una hoguera que amenazaba con quemar todo a su paso.

Sin proponérselo, quizá porque sus emociones se encontraban demasiado descontroladas y no podía pensar con claridad debido al agotamiento, Eren notó la magia vibrar bajo su piel y casi chisporrotear en sus dedos como algo vivo. Estaba seguro que de solo tocar a Zeke lo haría arder hasta convertirlo en cenizas, y lo ansiaba tanto…

—Considero que no es necesario que discutan por este motivo, muchachos —les dijo Pieck con su tono suave y mesurado, casi lánguido. Posando una mano en su antebrazo derecho, esta hizo que él respingara ante su toque, como si su piel se entumeciese bajo sus dedos. Una sensación completamente extraña y desagradable—. Aunque es cierto que el rey Willy me ha ordenado venir aquí para supervisar los avances de Eren, para mí nunca ha sido un inconveniente ni una real imposición, Zeke. Es tu hermanito pequeño después de todo; por supuesto que me gusta pasar tiempo con él.

Ser llamado el «hermanito» de Zeke por la amiga de este, hizo que el pecho de Eren doliese con rabiosa disconformidad. Aquella simple palabra en labios de Pieck parecía insinuar que la relación que ambos mantenían era la mejor del mundo, cuando realmente distaba mucho de ser así. Al mirar los oscuros ojos de esta, tan insondables como la noche sin luna, él se sintió respirar con dificultad, casi de forma dolorosa. Como pudo, se libró de su agarre intentando no ser notoriamente agresivo y dio un par de pasos hacia atrás, poniendo distancia entre ambos hasta sentirse seguro.

—Puedes hacer lo que gustes; es tu tiempo, así que malgástalo como se te antoje. De todos modos, no es como si yo tuviese algo mejor que hacer —escupió con rencor a la mujer, quien seguía observándolo con aquella desagradable benevolencia que lo enervaba.

Como era de suponer, Zeke se enfureció nada más oírlo tratar así a Pieck. Su gris mirada se llenó de una rabia difícil de disimular, y al verlo apretar el puño derecho hasta que sus nudillos se blanquearon, él se preguntó cuánto autocontrol estaría este ejerciendo sobre sí mismo para no alzarlo y pegarle una bofetada.

—¡Eren! —bramó Zeke su nombre como una amenazante advertencia, pero él simplemente tomó la gruesa capa negra que había dejado antes sobre su cama y se la puso encima.

—Muero de hambre, así que deseo desayunar ya. Ayer dijiste que mi entrenamiento con Pieck sería fuera si el buen tiempo lo permitía, hermano mayor, así que iré bajando primero. —Y antes de que ninguno de los otros dos pudiese decir nada, Eren salió del cuarto y echó a correr escaleras abajo, desesperado por llegar a la primera planta y así poder librarse de aquella angustiante sensación de asfixia.

Lo primero que notó al llegar al piso inferior, fue lo terriblemente solitario y silencioso que este parecía. Sus pasos fueron tragados de inmediato por el alfombrado gris, rosa y dorado que cubría el marmolado suelo, y por una vez las blancas paredes, con dorados decorados a juego, no estaban iluminadas por los candelabros que solían otorgarles un aire más cálido y acogedor.

Todo allí parecía muy limpio, comprobó al mirar a su alrededor, como si a pesar de su ausencia alguien siguiera manteniendo escrupulosamente la limpieza y el orden del lugar; incluso, los pesados cortinajes burdeos que cubrían el enorme ventanal que daba hacia el jardín estaban abiertos para permitir que la luz diurna entrase, pero al ver lo vacío que ese lugar parecía sin la presencia de sus amigos en él, Eren no pudo sentirse más infeliz. Desde que Mikasa y Armin habían sido arrancados de su lado y él encerrado entre las estrechas paredes de su cuarto, aquel sitio hablaba a gritos de su enorme soledad.

Sobre una de las redondeadas mesillas gemelas de blanco mármol que contemplaban hacia el pequeño jardín, una pesada bandeja con el desayuno ya estaba dispuesta. Esta olía maravillosamente a comida caliente y fruta fresca, lo que hizo que su estómago se estrujase y gruñera en anticipación, delatando lo muy hambriento que estaba; no obstante, antes de tomar asiento, Eren notó algo que le llamó todavía más la atención por lo insólito que era: por una vez no había guardias junto a la puerta.

Durante un instante, un breve instante, él pensó en que ocurriría si aprovechaba la oportunidad y salía fuera. Por lo general Zeke siempre solía ir acompañado, pero al parecer ese día no había sido el caso, a menos que les hubiese ordenado a los guardias esperar en el exterior, pero no le parecía demasiado probable. Eren estaba seguro de que si aprovechaba bien la sorpresa que generaría su escape, ganaría el tiempo suficiente para ir en búsqueda de Armin y Mikasa. Quizás incluso hasta podrían huir del palacio, y entonces…

«¡No!».

La voz que gritó dentro de su cabeza lo hizo detenerse de golpe, provocando que su pecho doliese tan intensamente que estuvo a punto de caer al alfombrado suelo a causa de ello. Eren podía sentir a la Joya dentro suyo agitándose con desesperación, pero de alguna manera aquella advertencia le sirvió para hacerle volver a sus cabales. ¿Cómo podía ser tan idiota?, se preguntó, enfadado consigo mismo. Faltaba ya tan poco, solo tres noches más y aquel misterioso hombre llegaría en su búsqueda y lo liberaría de sus cadenas. No podía arruinar la única oportunidad que sus amigos y él tenían para salir de allí y ser libres solo por sus absurdos arrebatos infantiles. Debía ser fuerte durante un poco más. Debía aguantar un poco más.

Apenas había logrado entrar en razón y controlarse, cuando oyó los suaves pasos de su hermano y Pieck al llegar a su lado.

Deseoso por ser desagradable y molesto, esperando poder liberar así parte de su contenida frustración, Eren separó una de las elaboradas sillas de cedro y tomó asiento, empezando a comer sin esperar a que los otros dos se le uniesen, o Pieck más bien. Estaba seguro de que Zeke jamás se rebajaría a compartir una comida con él.

Tal como sospechaba que sería, la joven sanadora se sentó frente suyo con ademanes suaves y controlados. Tomando con delicadeza las dos tazas de blanca porcelana ribeteada en oro, Pieck vertió en estas el contenido de la tetera a juego, una clara infusión que le asaltó de inmediato los sentidos, recordándole el aroma de los jazmines y algo mucho más oscuro que no lograba recordar a pesar de que rozaba el borde de su memoria. Sin decirle nada, esta le ofreció una de las tazas, y aunque Eren tuvo el infantil impulso de rechazarla solo para ser descortés, al sentir el peligroso peso de la mirada de su hermano sobre él, terminó de tragar el trozo de manzana que masticaba y la aceptó con un ligero asentimiento de cabeza, bebiendo de su cálido contenido.

—¿No te unirás a nosotros, hermano mayor? —preguntó al ver como Zeke miraba hacia la puerta entreabierta, evidentemente ansioso por marcharse y perderlo de vista de una buena vez—. ¿Te sientes tan seguro de que me comportaré bien que estás dispuesto a arriesgarte y dejar a Pieck a solas conmigo?

Eligiendo un trozo de queso y un suave bollo de pan recién horneado, él se llevó el primero a la boca y lo masticó despacio, esperando pacientemente por la respuesta del otro, la cual no tardó en llegar tan llena de desprecio como siempre.

—Por supuesto que no, a diferencia tuya estoy muy ocupado; además, ¿realmente piensas que Pieck necesita de mi ayuda para poder controlarte, Eren? —le preguntó este con una hiriente sonrisa, la cual llenó su boca de amargo rencor—. Ella puede hacerlo perfectamente sin mí, y si me he desviado de mis asuntos, ha sido solo para escoltarla hasta aquí. El rey requiere hoy de mis servicios, ya que tenemos un asunto urgente que tratar, por lo que hoy no puedo perder mi tiempo contigo, hermanito.

La forma en que su hermano se refirió a aquel «asunto», mirándolo intensamente como si él fuese el responsable de lo ocurrido, hizo que Eren pensara una vez más en la conversación que este y Yelena habían mantenido la noche anterior, haciéndole preguntarse si aquel suceso en Fuerte Slava tendría algo que ver con las posibles complicaciones de su rescate y el que hubiese tenido que caminar en el sueño de la muchacha cazadora para advertirle.

Sin poder evitarlo, su preocupación aumentó, y con ello la sensación de malestar y angustia que parecía sentir desde que se encontró con la Joya en sueños. Él aun podía sentirla muy inquieta en su interior, como si esta estuviese desesperada por algo, casi angustiada; sin embargo, entre el cansancio y el miedo que albergaba por las complicaciones que podrían tener sus planes, así como su molestia por la presencia de Pieck, Eren no lograba pensar ni analizar nada con claridad; era como si su maldito cerebro repentinamente se hubiese quedado aletargado, sin fuerzas para nada más.

—Entonces, me retiro —informó Zeke lleno de aquella enorme presunción altanera que siempre hacía que él se sintiese miserable, más todavía cuando el desprecio en la gris mirada de su hermano era innegable—. Compórtate como se debe, Eren. Si me entero de que has hecho pasar un mal rato a Pieck-

—¿Qué? ¿Me golpearás? ¿Me castigarás? —lo desafió, sin poder contener lo peor de sus emociones, las cuales brotaron como un torrente en sus palabras—. Te recuerdo que su majestad ya te ha advertido que no puedes tocarme, Zeke.

Tal como ocurría siempre que él no podía mantener la boca cerrada, la rabia del otro no se hizo esperar. Eren, tal vez ingenuamente, por un momento tuvo la ligera esperanza de que su hermano se enfureciese tanto que decidiera llevarse a Pieck de allí para protegerla. Este realmente estimaba a la sanadora, por lo que si temía que él pudiese llegar a ser un peligro para ella debido a lo inestable que era su carácter por el poder de la Joya, tal vez prefiriese desobedecer al rey y regresar con la mujer cuando Eren no se sintiese tan mal, cuando pudiera volver a ser dueño de sus emociones y no notase los sentidos tan abotargados como en ese momento.

¿Qué demonios le ocurría?

—No es necesario que te preocupes por nosotros, Zeke. Eren y yo estaremos muy bien hasta que regreses.

Las palabras de Pieck fueron una cadencia suave y relajante que de alguna manera parecieron calmar a la bestia que él oía gritar en su interior. Sentía que la cabeza había comenzado a dolerle horrores y quería vomitar a pesar de que apenas había ingerido alimentos, por lo que dio un sorbo tras otro a su infusión de jazmines hasta acabar su taza, oyendo a medias como Zeke replicaba en su contra mientras le aseguraba a su amiga que no tardaría.

Los amortiguados pasos de su hermano al marcharse se perdieron finalmente en la reverberante cacofonía que hicieron las pesadas y ornamentadas puertas de madera al cerrarse tras él. Eren odió aquel sonido, porque su cabeza ya no podía soportar más el agónico dolor, y cuando Pieck volvió a rellenar su taza y a ofrecérsela, diciéndole que la bebiese, una ráfaga de furia nació dentro suyo y la lanzó contra la marmolada pared de un manotazo, haciéndola añicos.

—¡Vete! ¡Fuera! —ordenó a la mujer, sin lograr discernir del todo si esas palabras realmente le pertenecían o era la Joya hablando a través de él; una duda que se profundizó aún más cuando el dolor en su interior aumentó hasta el punto de casi hacerlo llorar y no pudo pensar en nada más.

Se estaba quemando. Estaba ardiendo. E iba a perder el control en cualquier momento.

Más que verlo, Eren oyó el ligero sonido que hizo la pesada tela del azul vestido de Pieck al levantarse, sintiéndose morir cuando la menuda mano de esta se apoyó sobre su hombro derecho y lo obligó a inclinarse un poco hacia atrás para que la mirase al rostro.

Una mirada oscura e ilegible, junto a una sonrisa falsa y vacía, fue todo lo que él pudo apreciar, lo que fue capaz de ver, y se sintió enfermo. Un desagrado que aumentó de manera horrible cuando los fríos dedos de la mujer rozaron su frente, demasiado caliente, y posteriormente sus mejillas tensas.

—Pobre niño prisionero de un poder que no le corresponde por haber nacido en un cuerpo que no le corresponde —tarareó dulcemente esta, casi como si de una canción de arrullo se tratase. Pieck, dejando que sus dedos viajaran hacia sus castaños cabellos y se enterrasen allí con saña, acercó su rostro al suyo, tanto que él no pudo más que temblar de terror al perderse en aquellos ojos de pesadilla—. No estés asustado, Eren; no tienes que tener miedo. Te prometo que todo estará bien a partir de este momento, confía en mí. Tan solo cierra los ojos y duerme.

Las palabras de esta fueron como un bálsamo calmante para sus sentidos demasiado exacerbados por el pánico, y aunque una parte suya no deseaba hacerlo, poco a poco sus ojos comenzaron a pesar lo suficiente para amenazar con cerrarse, tal como la sanadora le había pedido; sin embargo, antes de que el sopor lo embargara por completo, el dolor dentro de su pecho aumentó y lo hizo gritar, gritar tan alto que él sintió perforarse sus tímpanos en un aullido espantoso y terrible, solo segundos antes de que algo pareciera brotar de su interior y Pieck acabase siendo arrojada con brutal fuerza hasta la otra esquina de la estancia.

No siendo más que un montón de tela oscura, miembros desparramados y cabellos revueltos sobre la alfombra, el rostro ligeramente ensangrentado de esta se alzó para verlo. Un feo corte le atravesaba la frente y ahora sangraba con profusión, dejando sendas marcas de ríos carmesí que corrían por sus mejillas como lágrimas.

Sin ser dueño de su propio cuerpo, Eren se puso de pie y alzó el rostro con total altanería y desprecio, caminando lenta y parsimoniosamente hacia donde la mujer se hallaba tirada y lo observaba con cautelosa atención.

Al oler su miedo, tan visceral y amargo como la esencia de pasionaria que esta le había obligado a beber, él sonrió lleno de cruel satisfacción. Estirando apenas los dedos en su dirección, hizo brotar una pequeña llamita, la cual, obedeciendo sus órdenes, se posó justo en el punto donde se encontraba el corazón de la joven sanadora, quien contuvo la respiración al verla danzar sobre su pecho.

—¿Acaso no te advertimos que te marchases, hechicera inútil? ¿No fuimos benevolentes contigo? —murmuró Eren, o ellos, ya sin saber quién era en realidad el que hablaba a través de su boca—. Has querido robarte nuestro poder y atarlo a ti, apoderarte de una Joya que no te pertenece porque no has pagado el precio por conseguirla. Somos el fénix, que nació entre sangre y fuego; somos el principio y el final del mundo, y solo quien haya pagado en sangre y fuego, puede poseernos.

A pesar del miedo evidente que sentía, del terror que embargaba sus suaves facciones, algo en Pieck pareció encenderse al escuchar aquello y una ligera sonrisa ensangrentada se formó en sus labios. Apartándose un apelmazado mechón de negro cabello del rostro, se arrodilló como pudo, sin dejar de observarlo con renovada atención.

—Así que eres la tan ansiada Joya de la Corona… —le dijo esta casi con reverencia—. eres el poder que todos los de mi casta ansían.

Entrecerrando los ojos con desprecio, Eren, o la Joya, miraron a esta durante unos segundos más, los suficientes para comprender que aquella pobre desgraciada era una más de los pocos despojos de hechiceros y magos que quedaron tras la extinción de la magia en el mundo. Todos desesperados por recuperar el poder que perdieron, todos ansiosos y hambrientos como bestias por volver a ser lo que un día habían sido.

Patético.

—¿Quieres poder? ¿Deseas mi magia?

Los oscuros ojos de Pieck brillaron ansiosos al oírlo, y sus palabras de aceptación fueron apenas precedidas por un ligero asentimiento de cabeza.

—Sí, la deseo, Joya. —Tras relamer sus labios llenos de sangre, esta continuó—: ¿Cuál es el precio?

Ladeando apenas el rostro, Eren la estudió una vez más, pero mientras una parte suya parecía estar feliz con aquella oscura avaricia, otra se hallaba por completo desesperada, rogando porque Pieck dejase de ser tan idiota y se largara de allí cuanto antes.

—¿No lo he dicho ya, hechicera? Sangre y fuego —explicó la Joya gentilmente una vez más, con aquella cruel sonrisa curvando su boca y el corazón vibrando alegremente de maldad—. Dame tu sangre y témplate en fuego. Si eres digna, seré tuya.

El ligero roce de su propia mano contra la piel desnuda de su cintura lo asustó, más aun cuando notó el cómo sus dedos se enroscaban alrededor de la empuñadura de la daga de plata que había pertenecido a su madre y ahora siempre cargaba consigo. Arrastrándola desenfundada fuera de su túnica, tendió la afilada y pequeña arma en dirección a Pieck, quien la miró embobada.

—Es… mágico. Es un instrumento mágico. Puedo sentir su poder incluso desde aquí —dijo esta, tomando la pequeña cuchilla entre sus manos delgadas y examinándola con cuidado. Pasando sus dedos sobre la brillante hoja, donde los grabados relucían, observó estos con absoluta reverencia; aun así, repentinamente sus ojos nocturnos se estrecharon un poco antes de volver a alzarse hacia ellos, mirándolos tan confusa como expectante—. Está incompleto, pero, ¿por qué? ¿Dónde se encuentra su otra mitad?

Arrodillándose a su lado con suavidad, gritando en su interior de impotencia y terror cuando su mano acarició de manera gentil los renegridos cabellos de la muchacha, Eren sonrió tranquilizadoramente a Pieck, un dulce gesto para poder calmarla.

—Está donde se halla nuestro corazón, hechicera. Nuestra otra mitad —le dijo, tomando con gentileza la daga de entre sus manos—. Lo comprenderás cuando esta se encuentre en el tuyo.

Antes de que Eren pudiese advertirle, su mano ya había atravesado el corazón de Pieck con la daga, en el mismo punto donde él se había apuñalado, tiempo atrás, para despertar a la dormida Joya en su interior.

Durante unos segundos la sanadora no logró comprender del todo lo que ocurría, pero cuando finalmente lo hizo, sus oscuros ojos lo miraron, suplicantes y sorprendidos, pero Eren solo se puso de pie y sonrió lleno de complacencia, ardiendo de euforia por dentro.

—Soy la Joya, soy el poder del mundo, y solo pertenezco a un mago, ser insignificante. Solo él ha sufrido y pagado el precio por poseerme; nadie más puede utilizarme. Ahora, arde.

Y tras decir aquello, en apenas un pestañeo la pequeña llamita que minutos antes había estado danzando sobre el ahora apuñalado corazón de Pieck, se convirtió en una hoguera furiosa y ardiente. Los gritos agónicos de esta, sus súplicas, se elevaron en la fría mañana invernal, mezclándose con sus propias carcajadas y su llanto, su desesperación, porque en lo único que Eren podía pensar mientras contemplaba a la sanadora quemarse a causa de sus llamas, lo único que pudo rogar, fue que alguien lo ayudase, que él lo ayudase.

A pesar de creerse lo suficientemente fuerte y listo para controlar al ser que habitaba dentro suyo, Eren acababa de comprender lo débil que en realidad era ante esta una vez despertaba.

La Joya enfurecida no tenía control. Ella, ciertamente, era el final del mundo.

 

——o——

 

El amortiguado crujido de la hojarasca bajo el peso de las botas y las patas de los caballos, así como las quejas y maldiciones malhumoradas que de tanto en tanto escapaban de algunos labios y se perdían entre el murmullo del follaje, eran prácticamente el único sonido que Farlan llevaba horas oyendo, desde que aquella infernal caminata en medio del bosque había dado inicio.

A pesar de que su limitada visión del mundo se había ampliado considerablemente desde que Levi y él abandonaron la zona de los suburbios de Mitras para emprender ese estúpido viaje al otro lado del mar, Farlan seguía sin sentirse del todo cómodo en los lugares demasiados abiertos como lo era aquel sitio, tal vez porque comprendía lo imposible que le resultaría controlar su entorno y prever los posibles peligros en él, una necesidad adquirida de su antigua vida delictual.

Al pensar en aquel entonces, en lo muy desesperado que siempre se había sentido por tener una vida mejor y dársela a quienes amaba y eran su familia, se preguntó si realmente el alto coste que ahora estaban pagando valdría por ello. Por muy miserables que antes hubiesen sido, al menos los tres habían estado juntos; en esos momentos, sin embargo, no solo Isabel era una prisionera en espera de la horca si ellos fallaban, sino que también Levi y él habían cambiado tanto durante aquellas largas semanas de viaje, que había días en los que Farlan ni siquiera podía reconocerse a sí mismo.

Al levantar la vista al cielo, notó que entre las frondosas hojas de los altos árboles se apreciaba un sol débil y pálido, el cual se fragmentaba en curiosas formas caleidoscópicas y generaba una sensación de sudor helado que se pegaba a la piel, siendo por completo desagradable tras las largas horas de forzoso ejercicio. Todo allí eran árboles y más árboles, se dijo Farlan con resignado cansancio al observar a su alrededor. Árboles vetustos de formas retorcidas y tan severos como ancianos, quienes parecían observar cada paso que daban mientras susurraban suavemente a través del viento, produciendo que los vellos de su nuca se erizasen en señal de inquietud ante el remover crispante de sus hojas.

Salir de allí lo antes posible, conseguir la maldita joya y largarse de ese reino de pesadilla, era en verdad lo que él más ansiaba, su más desesperado deseo. Cada noche, Farlan soñaba con regresar a casa para recuperar a Izzi y así recomenzar su nueva vida; pero cuando la mañana llegaba, volvía a caer en la dura realidad, en la dura consciencia, sabiendo que el enorme dolor que sentía solo era parte del castigo que merecía por sus estúpidas equivocaciones.

—¡Alto! —oyó decir en voz alta a Jean para llamar la atención de todos ellos. Este, que guiaba al grupo en la vanguardia junto a Sasha y Connie, detuvo a su caballo cerca del arroyo cercano y desmontó con total soltura y naturalidad, algo que a él aun le costaba horrores y envidiaba increíblemente—. Descansaremos aquí, ya que es un buen lugar para que los animales beban y pasten, así que nosotros también aprovecharemos de comer y descansar durante una hora, aproximadamente. Luego de eso, intentaremos aprovechar lo más posible la claridad diurna para avanzar y disminuir el tiempo perdido por este desvío, así que no nos detendremos hasta que la noche comience a caer, ¿entendido?

Los murmullos de aceptación fueron seguidos por el obediente desmontar de todos ellos, quienes rápidamente bajaron de sus monturas para rebuscar entre las alforjas sus cantimploras con agua y las provisiones de comida seca que llevaban.

Farlan, sintiéndose el ser más patético del mundo al haber desmontado con total dificultad, fue a preguntarle a Levi como se sentía, ya que desde aquella mañana lo notaba extraño; sin embargo, antes de que él llegase a su lado, su amigo simplemente bajó de su alto caballo negro de un salto ligero y, tomándolo de la brida, se alejó con este ignorándolo por completo.

—Este viaje es una auténtica pesadilla —masculló Auruo enfurruñado. Llevaba molesto desde esa mañana, cuando al levantarse Sasha habló con Jean y este de manera repentina cambió los planes del viaje, haciéndolos abandonar la ruta principal hacia la capital para obligarlos a adentrarse en medio del espeso bosque, donde el avance era tan lento como difícil—. A este paso no alcanzaremos a llegar a tiempo a Liberio. ¡¿Es que acaso esos condenados mocosos no pueden pensar un poco más en las órdenes del comandante Smith?!

—Yo creo que ellos no lo hacen mal, para nada; sobre todo la muchacha. Es una de las mejores rastreadoras que he conocido por lejos —defendió Erd a Sasha, ganándose una mirada asesina por parte de su compañero. Acercando su caballo castaño al arrollo, junto a los otros que ya estaban bebiendo allí, este sacó su propia comida y agua para comenzar a beber con total avidez, al parecer muerto de sed.

—Yo pienso lo mismo —corroboró Gunther, quitándose la negra capa y dejándose caer sentado en un tronco retorcido que estaba lleno de musgo, masticando con desgana un trozo de carne seca—. Sin ella aquí para guiarnos, ni siquiera habríamos completado la mitad del camino por nuestra cuenta.

—¡Claro que lo habríamos hecho! —exclamó Auruo, entrecerrando sus ojos avellanados con indignación—. Somos miembros altamente competentes de la Guardia Real, ¿recuerdan? Además, estamos bajo el mando del comandante Smith y…

—… habrían hecho el ridículo nada más poner un pie aquí —intervino Levi, quien había regresado y finalmente parecía dispuesto a hablar tras haber estado buena parte del viaje callado, incluso más de lo habitual—. Sin ella aquí para salvarnos el culo, ya habríamos sido apresados hace mucho.

El ceño de Auruo, de por si ligeramente arrugado, se frunció aún más debido a la molestia; Gunther, sin embargo, como si presintiese el peligro, tomó a este de un brazo y lo obligó a sentarse a su lado en el tronco, mascullándole algo que hizo a aquel idiota cerrar la boca de inmediato, a pesar de que no dejaba de mirar a Levi lleno de venenoso rencor; este, sin embargo, tan solo lo ignoró y siguió con sus cosas como si nada, llenando su cantimplora con agua del arroyo antes de separarse del grupo una vez más.

—No le ha dicho nada malo de tu amigo, si es lo que te preocupa. Probablemente Gunther solo le ha hecho ver a Auruo lo muy ridículo que luce al discutir de ese modo en una batalla que no podrá ganar —lo tranquilizó Erd, tendiendo su propia cantimplora en su dirección como un gesto de paz, la cual él agradeció con un asentimiento de cabeza antes de beber—. ¿Qué opinas del cambio de planes de la muchacha, Church?

Al pensar en aquello, Farlan no pudo evitar sentirse un poco inquieto, más de lo que ya se sentía al comienzo de todo ese viaje de locura, seguramente porque ese inesperado desvío solo lo hacía temer malos pronósticos y él detestaba la incertidumbre.

La jornada anterior, tras haber abandonado por fin los duros y desérticos terrenos de Fuerte Slava, su trayecto por la ruta principal a Liberio resultó mucho más fácil y agradable que los días pasados, por lo que el humor de todos había mejorado de manera considerable e hizo que el panorama de lo que estaba por venir no luciese tan sombrío como temían; no obstante, como casi siempre ocurría con las cosas buenas, luego de su cuarta noche en aquel reino, todo pareció derrumbarse nada más despertar esa mañana, cuando tuvieron la peor sorpresa de todas.

Sasha, nerviosa como pocas veces la habían visto, habló a solas con Jean, quien luego les explicó a todos ellos que tendrían que modificar un poco los planes. Debido a que la ruta principal hacia Liberio ya no parecía ser segura, tendrían que ingresar al bosque para perderse en medio de aquella añosa vegetación y encontrar uno de los antiguos caminos en desuso, ya que aquella parecía haberse convertido en la única oportunidad que tendrían para avanzar y llegar sanos y salvos a su destino.

Por supuesto, la incredulidad de casi todo el grupo no se hizo esperar, sobre todo al enterarse de que aquel cambio de planes se debía a un sueño que la muchacha había tenido, lo que produjo diversas reacciones de descontento, ya que aparte de Jean, Connie y, sorprendentemente, Levi, ninguno del resto se lo había creído del todo, él incluyéndose. ¿Quién demonios no había tenido un mal sueño sintiéndolo muy real?, cuestionaron ellos indignados; aun así, Kirstein se mantuvo firme y no cambió de opinión, dando la orden de abandonar la ruta principal sin siquiera haber desayunado y permitiéndoles solo el primer descanso cuando ya estuvieron metidos en pleno bosque, sintiéndose unos completos idiotas.

Y tal vez por eso, se dijo Farlan, no podía reprochar del todo el malhumor de Auruo; él también se sentía más que un poco molesto con todo lo que estaba ocurriendo.

—Creo… que aquí están sucediendo demasiadas cosas de las que no tenemos ni idea —respondió finalmente a Erd, volviendo a beber un trago de agua mientras contemplaban como la única muchacha del grupo hablaba muy seria con Jean y Connie—. Pienso que tienes toda la razón al decir que Sasha es excelente en lo que hace, porque lo es, ¿pero no te parece un poco extraña?

—¿Extraña cómo? —le preguntó el otro, apartándose un rubio mechón de los ojos y frunciendo ligeramente el ceño.

—Extraña como… como si supiese lo que va a ocurrir. —Nada más dejar salir aquello, Farlan se sintió sorprendentemente aliviado. Estaba tan harto de todo ese embrollo de la magia y las cosas extrañas; hechos absurdos que jamás habían tenido cabida en su vida pasada y en los cuales ahora no podía dejar de pensar, cuestionándose constantemente si tendrían o no algo de verdad en ellos.

Además, el que Levi por primera vez en la vida le estuviese ocultando algo, algo realmente importante, no estaba ayudando en nada. El secretismo que su amigo le mostraba lo hacía sentir molesto, demasiado, provocando con ello que se odiase aún más al saber que él era el único responsable de haber orillado a este a aceptar aquel trabajo suicida para salvarles el pellejo.

—Tal vez solo sea instinto —insistió Erd, pensativo—. Ya sabes, hay personas que nacen con ello, como tu amigo por ejemplo.

Al observar a Levi, que separado del resto del grupo se hallaba sentado contra el tronco de un altísimo árbol mientras comía en silencio sus raciones, Farlan se preguntó una vez más que sería lo que a este le ocurría.

Debido a lo bien que lo conocía, desde hacía ya semanas él sospechaba que algo atormentaba la mente de su amigo. Levi no solo se había vuelto más taciturno y huraño que antes, sino que además ahora parecía vivir encerrado en aquellos pensamientos que no quería, o no podía, compartirle.

En más de una ocasión Farlan había estado tentado de preguntarle directamente por ello, de exigirle respuestas, pero siempre la culpa que sentía acababa deteniéndolo al recordarle que no tenía el derecho de exigir nada cuando era el único responsable del lío en el que ahora se hallaban; sin embargo, al contemplar lo desesperado que Levi había parecido aquella mañana, su propia inquietud acabó aumentando. Pocas veces había visto tanto miedo y angustia en su amigo; quizá solo cuando tuvieron que despedirse de Isabel, y aun así…

—Tal vez tengas razón o tal vez en verdad ella sea algo más especial, Erd —admitió Farlan un poco después, aun con la preocupación por Levi rondando en su cabeza—. En verdad temo que este viaje acabe por cambiar muchas de las cosas en las que creía con convicción, aunque todavía no sé si ese cambio será para bien o para mal.

—Todo cambio bien aprovechado será siempre algo positivo, tan solo debes mantener los ojos muy abiertos y no cegarte ante ninguna posibilidad —le dijo Erd con seguridad, dejando entrever una ligera patina de pesar en sus ojos marrones, la cual le hizo preguntarse, no por primera vez, que tan dura habría sido la vida que este habría tenido que llevar para mostrarse siempre tan comprensivo con las dudas y el dolor del resto.

Sintiendo el peso de una mirada sobre él, Farlan volvió el rostro, encontrándose conque Levi lo contemplaba especulativamente, casi como si desease leerlo y descifrar sus intenciones.

A pesar de saber que no tenía motivos para sentirse culpable, de cierta manera Farlan lo hizo, tal vez porque antes de que aquel viaje diese inicio, el mundo de ambos solo se había conformado de ellos dos e Isabel contra el resto; ahora, no obstante, parecía que cada vez más y más personas orbitaban en torno a ellos, como Erd, por ejemplo; y aunque odiase admitirlo por las mil razones que los separaban, de alguna forma él sentía que ambos habían llegado a ser, durante aquellas semanas, algo como amigos.

—Tal vez deberías ir y hablar con él. Parece preocupado, y pareces preocupado —le dijo el joven guardia, apoyando una mano sobre su hombro cuando él levantó la mirada para contemplarlo, bastante asombrado de que este hubiese podido leer sus pensamientos—. Este viaje ha sido física y mentalmente agotador para todos, sin embargo, es su parte la más compleja de todas. Ni siquiera puedo llegar a imaginar el enorme peso que Ackerman debe estar cargando sobre sus hombros ahora mismo.

—Tienes razón… Demonios, siempre parece que debe ser Levi quien se lleve la peor parte de todo —admitió, lleno de pesar. Devolviéndole la cantimplora ya vacía a Erd, sonrió con cierta malicia—. Una vez este viaje de locura acabe y podamos recuperar a Isabel y nuestra libertad, haré que tu querido comandante pague por todo lo que nos ha hecho pasar, y no será un precio barato.

—Me gustaría verte intentarlo, Church —replicó Erd, aunque en su voz no había siquiera un ápice de molestia; por el contrario, todo en este al mirarlo era como una entera provocación que hizo a Farlan sonreír aún más, despertando dentro suyo el desafío, un reto muy diferente al que llevaba meses sintiendo, tal vez porque el precio a pagar no sería tan alto y lo que podría perder no era tan costoso como una persona amada.

Dejando al otro allí, todavía sonriéndole con socarronería, avanzó hacia donde su amigo se encontraba, decidido a arreglar las cosas entre ellos y averiguar de una vez que demonios era lo que en verdad estaba ocurriendo.

Con la espalda apoyada contra el rugoso tronco del árbol y con los grises ojos cerrados, Levi ni siquiera se volvió a verlo cuando él se sentó a su lado; aun así, Farlan permitió que como tantas otras veces sus hombros se rosasen, sintiendo como el calor que el cuerpo de este desprendía, se colase a través de su oscura capa negra para adherirse a la desgastada tela de su blanca camisa.

—¿Así que ya has acabado de coquetear con ese idiota? —le preguntó mordazmente su amigo, ante lo que él le pegó un codazo en las costillas a modo de respuesta. Por supuesto, este se lo devolvió sin misericordia alguna, casi dejándolo sin aire.

—¿Quién estaba coqueteando con quién? ¿O es que estás celoso de Erd, viejo amigo? —Intentando dispersar el malhumor del otro, Farlan se animó a molestarlo un poco más—. Supongo que no me saldrás ahora con que todo el asunto de Izzi fue solo una mentira de tu parte para despistarme y que en verdad llevas todo este tiempo enamorado de mí.

—¿Quién se fijaría en un desastre feo como tú, cabrón? —protestó Levi, apartando de un manotazo el brazo que Farlan acababa de pasarle por los hombros.

—¿Cómo que desastre feo? ¡Si soy increíblemente guapo!

—Tch, ya quisieras tú compararte con ella. Ni siquiera le llegas a las suelas de los zapatos.

—Tienes razón, tienes razón. No puedo compararme con Izzi —reconoció él, dejándose caer también contra el rugoso tronco del árbol y apoyando sus manos entrelazadas sobre su vientre—. Realmente la extraño, Levi, demasiado. Extraño nuestra vieja casa destartalada, a la gente de los suburbios e incluso las absurdas peleas en las que nos metíamos un día sí y el otro también. Demonios, tan solo deseo volver a casa y poder recuperar nuestra vida llena de dificultades fáciles de afrontar.

A pesar de la enorme cantidad de veces que Farlan había soñado con conocer más del mundo, con aprender más, descubrir más y ver más, su primera vez fuera de las restrictivas paredes de los suburbios se estaba convirtiendo en una auténtica pesadilla. El viaje a bordo del Titán hacia Marley resultó ser un total tormento para él, sintiéndose morir durante casi toda la travesía en alta mar, y a pesar de que había esperado que una vez llegasen a tierra las cosas mejoraran, lo cierto era que no se hallaba mucho mejor.

Miedo, se recordó, Farlan pesaroso. Miedo porque por primera vez en su vida estaba realmente temeroso de las mil cosas que podrían salir mal, de las mil equivocaciones que Levi y él podrían llegar a cometer al intentar conseguir la joya que el malnacido de Smith ansiaba; pero, sobre todo, temeroso de acabar poniendo en peligro a Isabel por ello. Aterrado de saber que debido a sus errores, a su enorme credulidad y malas decisiones, su pequeña familia estaba ahora en peligro; y eso le provocaba tanta culpa…

Farlan en verdad estaba desesperado por llegar a Liberio para así poder finalmente completar aquella misión suicida; sin embargo, al mismo tiempo una parte suya temía que, ya fuese que lograsen su objetivo o no, que consiguieran esa joya de leyenda o fallaran estrepitosamente en el intento, ya ninguno de ellos tres podría regresar a ser lo que eran antes, aunque siguieran estando juntos.

—Vamos a recuperar a Isabel y recuperaremos nuestra vida —oyó decir a Levi a su lado—. Conseguiremos la joya y regresaremos a Paradis, y una vez Erwin nos entregue la amnistía real, seremos libres.

—¿Lo dices en serio?

—¡Por supuesto que lo digo en serio, idiota! ¿Por qué no habría de ser así? —le preguntó este, indignado.

—Porque a veces siento que la determinación que muestras sobre recuperar nuestras vidas, va más dirigida a convencerte a ti mismo que porque realmente lo sientas, Levi —le dijo a este. Al contemplar la dolida confusión reflejada en los grises ojos de su amigo se sintió un completo malnacido, pero aun así notó un inmenso alivio al haber puesto finalmente en palabras una de sus mayores preocupaciones, por lo que continuó—: Porque a veces siento que tu cabeza está en otra parte, muy lejos de aquí. Que tu corazón está en otra parte, muy lejos de nosotros.

—¿Qué mierda intentas decirme con eso? —La mirada que Levi le dedicó estaba llena de molestia, sin embargo, él pudo detectar el ligero atisbo de duda que empañaba el pálido gris de sus iris, haciéndole comprender que tenía razón en sus sospechas.

—Hablas en sueños, ¿sabes? —le dijo a su amigo con una ligera sonrisa—. No dices mucho en realidad, pero siempre pareces tan angustiado… Y llamas a alguien, «Eren». ¿Quién demonios es Eren?

—Eren es… —Tomando una ramita seca entre sus dedos, Levi jugueteó con ella, y no por primera vez durante ese día Farlan lo vio fruncir el ceño como si estuviese sufriendo, sufriendo mucho, tanto que los delgados y pálidos labios de este se apretaron en un rictus tan tenso que hasta él mismo sintió su dolor.

Asustado, posó una mano sobre el antebrazo de su amigo y notó los músculos bajo esta rígidos y endurecidos; no obstante, no fue hasta que sus dedos rozaron los suyos que sintió verdadero pavor al apartarse con un ahogado gemido. Levi estaba ardiendo, literalmente; no como si estuviese afiebrado, sino como si fuese fuego… y quemara.

—¡¿Qué demonios…?! ¡Levi, ¿qué está pasando?! —susurró él con cierta desesperación, intentando controlar su pánico para no alertar al resto y acabar aumentando el malestar y temor que ya era evidente en el grupo.

—No… lo sé —respondió su amigo ahogando un jadeo, lo que le hizo asustarse todavía más, ya que si por algo se caracterizaba Levi, era por su necesidad de no demostrar jamás debilidad—. Yo… no me siento bien, Farlan.

A pesar de las miles de veces que ambos habían estado muy jodidos, casi a punto de palmarla, aquella era la primera vez en la que él sentía un terror tan real. Lo que le estaba pasando a Levi no era normal, para nada; no era como una cuchillada ganada en una pelea, ni siquiera una paliza de proporciones; no, lo que le ocurría a este era incomprensible para él, y aquello lo aterrorizaba.

—Háblame —le pidió finalmente, apartando la mano de la suya debido a aquel calor imposible a pesar de que lo único que deseaba era sujetarla—. Dime que está ocurriendo realmente, Levi, porque desde hace semanas no eres tú mismo y no has querido explicarme nada. ¿Por qué esta vez no estás confiando en mí?

Durante unos segundos lo vio dudar, no apartando la vista y pensando de aquella manera ágil en que este siempre lo hacía, analizando el mejor modo de solventar aquel problema, sino que dudar de verdad; y eso a Farlan le dolió. Aun así, cuando la plateada mirada de Levi volvió a posarse en él, se sintió devastado, porque la enorme confusión e inseguridad que vio en ella, le recordó a los peores momentos de su propio pasado.

—Farlan, ¿qué piensas realmente sobre la magia? —le dijo Levi en un mascullar de labios resecos y dura determinación—. Ya hemos hablado antes sobre la joya y lo que esta significa, así que sé que no acabas de creértelo por completo; pero, ¿crees que aparte de esa joya de leyenda pueda haber más magia fuera de ella? ¿Qué puedan existir personas que la controlen, como ese mago del que nos habló Kirstein?

La pregunta de su amigo lo dejó desconcertado, lo suficiente para que su cerebro no alcanzara a analizar todo de inmediato y colapsara un poco. Era cierto que tras lo relatado por Jean, dos noches atrás, él había comenzado a tener algunas dudas, y que quizás el actuar de Sasha esa mañana lo desconcertara aún más, pero de allí a creer en la magia…

—¿Me estás intentando decir que tú sí crees? —preguntó en respuesta, ante lo que solo obtuvo una nueva mirada complicada por parte de Levi.

Sin embargo, cuando ya pensaba que este no iba a responderle, vio como sus pálidos dedos soltaban el cierre de su capa de viaje y removían la blanca camisa que llevaba debajo, dejando al descubierto la zona del pecho donde se encontraba su corazón.

Sorpresa resultaba una expresión muy simplista para reflejar lo que él sintió al ver la enrojecida marca que Levi tenía allí. Esta parecía dolorosa y reciente, casi como si alguien hubiese clavado los dedos sobre el corazón de este para marcarlo de forma permanente. Durante un instante, Farlan se preguntó si acaso, sin darse cuenta, habría sido el mismo Levi el responsable de aquello, pero al mirar a este y contemplar las turbulentas emociones dibujadas en su rostro, algo en su interior le hizo comprender, sin necesidad de preguntar, que no había sido así.

—Esto —le dijo su amigo, con aquella seriedad que solo utilizaba para las cosas importantes y la cual jamás dejaba espacio a las dudas— me lo han hecho en sueños.

—¿Cómo? —fue su única respuesta, demasiado anonadado siquiera para cuestionarse si sería o no verdad.

—Hay un muchacho, Farlan, Eren. Él me busca en sueños. —Humedeciéndose los labios resecos, Levi lo contempló con seria atención—. Desde poco después de haber comenzado este viaje, empecé a verlo en mis sueños, pidiéndome ayuda. En un principio pensé que era una tontería, un producto de mi imaginación, pero esto —le dijo, señalando la marca sobre su pecho—, es demasiado real.

—¿Me estás diciendo que ese chico existe?

—Lo hace. Lo he sentido llamándome con mayor fuerza desde que embarcamos y comenzamos a cruzar el mar, ¡porque está en Liberio! que está en Liberio. Necesito encontrarlo, Farlan. Necesito ayudarlo. No sé cómo ni porqué, pero necesito hacerlo; porque, de alguna manera que no logro comprender todavía, ambos estamos conectados.

Él negó con un gesto de pesar antes de replicarle:

—Levi, lo que me dices es una completa locura.

—¡¿Crees que no lo sé, carajo?! ¡Llevo semanas debatiéndome contra mis creencias, Farlan! Luchando contra todo lo que considero lógico y correcto; pero no puedo explicar esto de otra forma que no sea magia. Ese chico me necesita, porque está sufriendo, y creo que lo que me está ocurriendo ahora mismo, es debido a lo mal que él lo está pasando en este momento.

Las palabras de su amigo sonaban tan convincentes, tan determinadas a ser verdad, que a pesar de sus reticencias por creer en aquella tontería él no pudo evitar dudar una vez más. ¿Y si la magia realmente existía? Ellos solo habían sido unos pobres diablos metidos en toda la mierda que eran los suburbios, demasiado ignorantes, demasiado hambrientos y desesperados por sobrevivir como para pensar en nada más allá de lo que sus ojos veían.

—Levi, si como dices ese chico realmente existe…

—Existe —insistió este con tal determinación que Farlan no pudo evitar admirarse un poco.

—Bueno, como digas. El punto es que si ese chico existe en algún lado de Liberio, no creo que podamos ayudarlo, viejo amigo; por más que lo desees. Una vez robemos la joya, contaremos con menos de un día para avanzar hacia el puerto y escapar de aquí a toda prisa, ¿lo has olvidado? No podemos darnos el lujo de perder el tiempo si deseamos regresar vivos a casa para rescatar a Isabel. ¡No podemos buscar a un chico que ni siquiera conoces y ponernos en riesgo por él! ¡Poner la seguridad de Izzi en riesgo por él!

—¿Crees que no lo sé, Farlan? ¿Qué no he pensado en ello durante casi todo este puto viaje? Aun así…

Las palabras de Levi murieron tras una nueva expresión agónica que lo hizo inclinarse hacia adelante, apretando tanto los labios que estos se convirtieron en una línea pálida y fina que casi resultaba imperceptible en la blancura espectral de su rostro.

Al mismo tiempo, y antes de que él pudiese hacer nada, los miembros del grupo con los que viajaban comenzaron a murmurar y removerse inquietos, mostrando una vez más diversas expresiones de preocupación.

Sasha, que hasta hacia unos pocos minutos atrás se hallaba sentaba junto a sus compañeros, comiendo tranquilamente, ahora se encontraba de rodillas en el suelo lleno de hojas quebradas, con la oreja izquierda pegada en tierra y una expresión indescifrable en el rostro. Jean y Connie, que se posicionaban a su lado, la observaban en silencio, expectantes; mientras que Erd, junto a Gunther y Auruo, también se habían acercado a ellos, tan silenciosos como les fue posible.

Poniéndose de pie de un salto, Sasha los miró con sus ojos ámbar muy abiertos y llenos de ansiedad.

—¡Rápido, a los caballos! ¡Debemos salir de aquí cuanto antes! —les gritó, echando a correr rumbo al arrollo para desatar a los animales que se removían y observaban todo intranquilamente.

—¡¿Qué demonios ocurre ahora?! —preguntó Auruo, molesto una vez más—. ¿¡Por qué siempre hacen todo de manera tan extraña y con tanto secretismo?!

—Sí, que está pasando —preguntó Erd a los chicos de Hange, mucho más amablemente que su compañero a pesar de su claro nerviosismo e intentando ayudar a desatar a los caballos junto a Gunther para ser útiles.

—La tierra está retumbando, por eso los caballos se muestran tan inquietos. Alguien se acerca, ¡y es un grupo enorme! —replicó la chica ya arriba de su propia montura, mirándolos muy seria mientras controlaba esta, tensando las riendas—. Nos han encontrado y han comenzado a darnos caza.

Intercambiando una rápida mirada con Levi, Farlan no pudo más que maldecir su nefasta suerte; aquello era lo último que les faltaba. Acababan de convertirse en las presas de aquella cacería.

 

——o——

 

Las siguientes tres horas de escape en medio del bosque, fueron en verdad algo mentalmente agonizante para Levi. No solo la ansiedad llena de terror que todos sentían hizo que el avance entre la espesa vegetación resultase tan difícil como lento, sino que también la presencia de los caballos se lo obstaculizó hasta lo imposible. La zona del bosque en la que se encontraban, era tan cerrada y enrevesada debido a los muchos árboles de nudosas raíces que la conformaban, que el trote de sus monturas se convirtió en algo complicado, motivo por el cual Sasha terminó endureciendo el corazón y sugiriéndoles que abandonasen a estos a su suerte para seguir haciendo a pie el resto del recorrido hasta Liberio; Erd, no obstante, por una vez se opuso con rotundidad a la sugerencia de esta, y aunque sonase egoísta decirlo, en aquel momento Levi se sintió inmensamente aliviado y agradecido por ello. Se encontraba tan mal físicamente, que dudaba mucho el poder haber hecho todo ese recorrido por su propia cuenta.

Lo cierto era que desde esa mañana notaba que algo malo estaba ocurriendo con él. Se encontraba sin fuerzas, demasiado, casi como si al dormir en vez de reponer sus energías, el descanso se las hubiese minado. En un principio Levi había asociado aquel desgaste a los nervios que ya experimentaba por saber lo muy cerca que estaba el final de su viaje y a que pronto tendría que llevar acabo el tan esperado robo de la joya; sin embargo, cuando Jean les informó sobre el cambio de planes que tendrían debido a que Sasha había tenido un sueño en el que le advertían sobre un inminente peligro, todo dentro suyo comenzó a descontrolarse, aterrado por lo que aquello podía significar.

Eren, Eren, Eren; él había estado seguro de que quien visitó a esta en sueños era Eren, y aunque no logró comprender el motivo de aquel extraño suceso, sí tuvo la total certeza de que su advertencia era por algo importante.

Después de aquello, Levi se había debatido internamente durante horas, pensando en un modo de poder entablar conversación con Sasha —con quien apenas había hablado un par de veces desde que se unió a la tripulación del Titán— para preguntarle por lo sucedido y lograr aclarar sus dudas sin que resultase extraño y llamara la atención del resto; no obstante, antes de que pudiese idear algún plan sensato, algo acabó por quebrarse dentro suyo, haciéndolo sentir como si estuviese ardiendo y muriendo, la sensación más extraña del mundo.

Asfixiante, quemante, torturante, porque Eren estaba sufriendo y Levi lo hacía junto a él.

Sin embargo, debido al peligro inminente en que se habían encontrado a causa de sus desconocidos e inesperados perseguidores, una vez más tuvo que olvidar su propio malestar y preocupaciones para intentar escapar del peligro junto a los otros. Durante horas de desesperada cabalgata, todo para Levi se había reducido a borrones verdes y marrones al paso veloz de los caballos por el tupido bosque, así como jadeos y maldiciones llenas de miedo; un miedo tan espeso y asfixiante que casi podía olerse, de aquel que conocía tan bien porque había estado siempre presente durante su vida en los suburbios, donde el sol era desconocido y la muerte y miseria eran el pan de cada día.

Cuando finalmente llegaron a una zona de arbolada estrecha y retorcida que no les permitió avanzar más en sus monturas, los tres chicos de Hange detuvieron sus caballos y desmontaron, por lo que todo el resto acabó imitándolos.

Sasha una vez más se arrodilló para apoyar una de sus orejas en el suelo y captar así el sonido de sus posibles captores, haciendo que todos ellos contuviesen la respiración y la observaran con velado temor.

Cuando los ojos de esta se alzaron llenos de confianza y asintió con una ligera sonrisa, todo el grupo volvió a sentirse aliviado después de aquel escape de locura, agradeciendo en silencio cuando Jean les dijo que aprovechasen de comer y beber algo mientras ellos tres iban a explorar un poco los alrededores para decidir que camino debían seguir a continuación.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Farlan en cuanto descendió del caballo y llegó a su lado, arrastrando al animal por las bridas.

Demasiado acostumbrado a guardarse todo lo malo para sí mismo, Levi asintió casi por inercia; sin embargo, al ver la mirada llena de preocupación de su amigo, negó con un débil gesto, recordando el sordo dolor que había apreciado en los celestes ojos de este cuando horas atrás hablaron sobre la confianza.

—Sigo sintiéndome un poco débil, pero al menos de momento el condenado dolor ya ha remitido —le dijo con sinceridad—. A lo mejor esta mierda de huida me ha ayudado a recobrarme.

A pesar de que su intención era aliviar el humor del otro con aquella broma absurda, no lo consiguió en absoluto, acabando solo con Farlan dejando caer su rubia cabeza contra su hombro en una muy extraña muestra de debilidad.

—Levi, si realmente encontramos al muchacho que te ha hecho esto, voy a matarlo. No me importa si está conectado a ti como supones, en verdad le haré pagar por todo esto. Si ese bastardo es el responsable de que ahora estés sufriendo y poniéndote en peligro, acabaré con él sin dudarlo.

Nada más oírlas, las palabras de su amigo hicieron rebelarse algo en su interior, un grito furioso que clamaba en defensa del sufriente muchacho de ojos verde y tentó a Levi de replicarle al otro que, de poner un solo dedo sobre Eren, se lo haría pagar muy caro. Nadie aparte de él mismo tenía derecho a tocar al chico.

Sin embargo, al comprender lo que había estado a punto de decir, de hacer, regresó a sus cabales de golpe y mantuvo la boca firmemente cerrada, relajando las manos que había apretado en sendos puños y ralentizando la respiración que sentía pesada y un poco acelerada. ¿Qué demonios le ocurría?, se preguntó Levi desconcertado. ¿Acaso no habría dicho él lo mismo de haber estado en la posición de Farlan? ¿No desearía también venganza si alguien se hubiese atrevido a dañar a sus amigos? De hecho, lo más probable fuese que ni siquiera hubiera advertido al otro antes de devolver el golpe, solo actuando en consecuencia a sus creencias y determinación, sin arrepentimientos posteriores.

Antes que de pudiese decir nada más en respuesta al otro, Jean se acercó hacia donde ellos de encontraban. El muchacho, que por lo general parecía muy seguro de sí mismo y sus decisiones, llevaba desde aquella mañana con el ceño fruncido y una velada mirada de preocupación en sus ojos castaños, la cual, no obstante, parecía un poco más relajada en esos momentos.

—Una vez logremos salir de esta zona arbolada, llegaremos a un terreno más abierto donde podremos volver a galopar, así que ha sido casi una suerte que Erd nos convenciera de conservar los caballos —dijo el chico dando unas palmaditas en los belfos del negro caballo que Levi montaba—. Sasha ha determinado que debemos dirigirnos hacia el noreste, por lo que si nos mantenemos a un ritmo constante y sin más distracciones, podremos estar llegando a Liberio en dos días más.

Los ojos de Farlan se abrieron con espanto.

—¿Quieres decir que llegaremos a Liberio el mismo día que se supone debemos robar la joya?

El joven contramaestre asintió.

—Hemos perdido una jornada completa debido a este condenado desvío que nos hemos visto obligados a tomar, pero aún estamos a tiempo de cumplir con los plazos de Hange.

—¿Y si algo más fallase? —preguntó Levi con tono especulativo.

—Entonces Connie se encargará de adelantarse a nosotros para avisar a la capitana y que esta cambie el punto de encuentro —le dijo este apartándose con cierta frustración de la frente el sudado cabello castaño claro—. Demonios, todo lo que está pasando es demasiado extraño. No es la primera vez que las corazonadas de Sasha no son del todo precisas, pero pareciese que hay algo que está interfiriendo de manera intencionada en nuestros planes. Me estoy temiendo lo peor.

Intercambiando una rápida mirada con él, llena de significado tras la conversación que habían tenido ese mismo día, Farlan le preguntó al muchacho:

—¿Acaso piensas que ya saben que vamos en busca de la joya?

Jean asintió.

—Sasha me dijo que quien le advirtió anoche en sueños, recalcó el hecho de que habíamos sido descubiertos y debíamos cambiar de inmediato nuestra ruta y nuestros planes. Entrar al bosque, a pesar de que perderíamos casi un día completo, era la opción más adecuada, porque nadie sin un rastreador demasiado bueno se arriesgaría con aquella locura; pero, aun así…

—… nos han seguido —acabó Levi por este, ante lo que el chico asintió.

—Alguien está prediciendo el cómo nos movemos —volvió a insistir Kirstein—, y eso no es normal.

—Joder, cabrón, no me vayas a salir tú también con que es producto de la magia —protestó Farlan, pero el chico solo se encogió de hombros.

—O es magia, ante lo que no me niego, o quienes nos persiguen tienen un rastreador muy bueno, muchísimo mejor que Sasha, y si es así, estamos perdidos.

Levi chasqueó la lengua un par de veces, tan nervioso como enfadado.

—¿Qué podemos hacer entonces? —le preguntó al muchacho.

—Avanzar tan deprisa como podamos. Llegar a Liberio sobre nuestra fecha límite y, una vez allí, vamos a cambiar los planes por completo.

Los ojos de Farlan se abrieron enormes.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que vamos a improvisar —explicó Jean—. Si nos están leyendo, entonces tenemos que hacer lo que sea impredecible. No hay otro modo si queremos conseguir robar la joya y salir de Marley con vida.

A pesar de lo alocada que era aquella idea, Levi no pudo más que encontrarle razón a lo que el muchacho planteaba. Él estaba por completo a favor de la planificación inteligente y elaborada, pero sabía bien que muchas veces el éxito en una situación arriesgada, venía más de la mano del instinto y la improvisación.

—Este trabajo es una completa locura —protestó su amigo, dejando escapar un pesado suspiro de resignación—. Van a matarnos a todos, ninguno va a salir vivo de esta mierda. El cabrón de Smith va a tener pagarme muy caro todo esto, lo juro,

—¿Pero que es la vida sin riesgos, anciano? —le dijo el chico con una ligera sonrisa, dando una palmada a su amigo en el brazo para animarlo—. Además, si logramos llegar a tiempo, Connie será quien los acompañe cuando entren al palacio. Él es el mejor a la hora de escabullirse como una rata por donde sea, así que descuiden, muchachos, nos libraremos de esta y los regresaremos sanos y salvos a casa para que se reúnan con su hermana. Sasha confía plenamente en lo que el chico de sus sueños le advirtió, y nosotros confiamos en ella.

—¿Un chico? —preguntó Levi, sintiendo el corazón encogérsele ante la anticipación de ver corroboradas sus sospechas.

—Sí, un chico. ¿Qué pasa con eso? —inquirió el otro al ver su expresión, pero él simplemente negó con un gesto y se dio la media vuelta, dejando a ambos confundidos al tiempo que apuraba desesperadamente el paso para ir en búsqueda de la muchacha rastreadora y poder hablar con ella.

Sasha, que apoyada de pie contra un árbol en ese momento revisaba las flechas de su aljaba al tiempo que masticaba un trozo de carne seca, alzó sus grandes ojos ambarinos al verlo llegar.

Ella era más alta que Levi por unos cuantos centímetros, y tan esbelta y fuerte como un junco. Con la tez bronceada de tantas horas bajo el sol marino y el corto cabello castaño ligeramente aclarado en las puntas, no daba para nada la imagen de una muchacha delicada y femenina, pero él sentía que de ese modo esta era mucho más llamativa. Aun así, el buen ánimo que Sasha siempre parecía mostrar no estaba allí ese día, y aunque tampoco parecía preocupada en extremo, sí existía cierta cautela en su mirada que se convirtió en resignación al verlo allí.

—¿Así que ahora sí me crees, Levi? —le preguntó esta con una sutil sonrisilla en los labios mientras se colgaba la aljaba a la espalda antes de proceder a revisar su arco.

—¿He dicho en algún momento que no lo hacía?

Sasha se encogió de hombros con divertida indiferencia.

—No hizo falta, ¿sabes? Tu mirada de incredulidad lo decía todo; como también lo hacen las del resto de tus compañeros. Y la de tu amigo —señaló, enfatizando la diferencia entre un grupo y otro, algo que a él le agradó bastante—. Pero no los culpo, es lo común después de todo.

—No puedes negar que es extraño —se defendió, pero la chica solo suspiró con exageración.

—Y es por ese motivo que el mundo está tan ciego. La naturaleza no habla, sino que grita, constantemente. Lo mismo puede ocurrir con los sueños o al tener un presentimiento. Todo a nuestro alrededor es magia, y debemos aprender a prestarle atención.

Al escuchar de labios de esta aquel término que ya comenzaba a resultarle tan familiar, Levi no pudo evitar inquietarse aún más. Quería preguntarle a Sasha que significaba la magia para ella y como estaba tan segura de que existía, porque él todavía no lograba comprender bien lo que significaba para sí mismo; pero, como si hubiese podido leer las inquietudes que rondaban en su cabeza, esta las aclaró antes de siquiera pudiese formular su pregunta.

—Provengo de una familia de hechiceros, o por lo menos lo fueron muchas, muchísimas generaciones atrás, antes de que yo naciera. En mí ya prácticamente no hay nada de magia —le confesó—, pero todavía así puedo escuchar al viento hablarme en algunan ocasiones, alertándome de cosas como si hay una presa cerca o si estaré en peligro al tomar algún camino en vez de otro. En altamar, por ejemplo, suele hablarme de las tormentas que se avecinan y de las rutas favorables, lo que nos ha resultado bastante útil ya que hemos podido cambiar muchas veces de rumbo para mejorar nuestra travesía; y alguna que otra vez, si tengo mucha, mucha suerte, me hablan en sueños, como sucedió anoche.

Al llegar a ese punto de la conversación, Levi sintió una corriente de anticipación recorrerlo, acelerando los latidos de su corazón.

—¿El muchacho?

—Sí, el muchacho; aunque lo cierto es que a él nunca lo había visto antes, lo que fue curioso, de cierta manera —admitió la rastreadora, pensativamente—. Era muy joven en realidad, pero aun así parecía muy determinado. Sus ojos verdes parecían arder con un brillo furioso; ha sido la primera vez en mi vida que he visto algo tan mágico.

Él contuvo el aliento unos segundos antes de volver a preguntar:

—¿Y qué fue lo que te dijo?

—¿No te lo contó ya Jean? —replicó la chica; un ligero deje de malicia bailando en sus ojos ambarinos—. Me advirtió del peligro que se avecinaba para nosotros y de que debíamos cambiar un poco nuestros planes; aun así…

—¿Aun así qué? —inquirió Levi, perdiendo un poco la paciencia antes tanto secretismo.

—Aun así, me dejó un mensaje para ti, «hombre con los ojos de luna» —le dijo Sasha con total sorna—. «Somos lo mismo. Realmente somos lo mismo».

Entre la vergüenza que sintió al oír aquel ridículo apodo otorgado y la euforia al comprobar que aquel chico de sueños realmente era Eren, Levi fue incapaz de comprender del todo aquel críptico mensaje, preguntándose que era lo que este deseaba explicarle con él.

—¿Y qué mierda significa eso? ¿No te dijo nada más?

—¿Y cómo quieres que yo lo sepa? —replicó Sasha. Sacando un par de rojas manzanas de su morral, lanzó una en su dirección, la cual Levi capturó en el acto—. Lo cierto es que el chico solo me dijo eso y ya. De hecho, dudaba un poco sobre si realmente serías tú el destinatario del mensaje de este, pero cuando viniste a buscarme y noté como tus ojos refulgieron apenas oíste hablar de él, supe que eras el hombre correcto. ¿También lo has visto en sueños, Levi? ¿También provienes de una familia de hechiceros?

—¿Yo? No, claro que no. Mi familia… —comenzó a explicar, pero se detuvo al darse cuenta de que él realmente no sabía nada sobre su familia. Aparte de su madre y Kenny, su maldito tío, todo el resto de su linaje era desconocido para él. Ni padre, ni abuelos, ni nada; aun así, enfocó su preocupación en lo que de momento más le importaba—. Entonces, el chico, ¿parecía estar bien?

Con las mejillas rellenas como las de una ardilla, Sasha masticó enérgicamente, asintiendo mientras tragaba.

—Bueno, yo creo que sí, o al menos parecía estarlo. Él… —Callándose de golpe, la muchacha abrió los ojos y prestó atención a su alrededor, más aun cuando los caballos comenzaron a piafar nerviosos, alzando y moviendo las orejas al oír algo que ellos no lograron escuchar de entrada, pero que se hizo audible cuando la brisa se coló entre los árboles, trayendo con ella el sutil sonido.

Aullidos.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Jean con preocupación, siendo seguido de cerca por los restantes miembros del grupo que parecían igual de confundidos.

—Lobos —dijo Sasha casi sin aliento, solo segundos antes de soltar un gruñido furioso y ordenarles a todos—: ¡Arriba de los caballos ahora mismo! ¡Se acerca una manada de lobos, y al parecer son muchísimos!

A pesar del pánico que la noticia generó, sus órdenes no se hicieron esperar, por lo que en apenas cosa de unos pocos minutos todos habían vuelto a ponerse en marcha, escapando cómo pudieron entre la espesura del bosque y sintiendo el terror morderles los talones.

Salir a terreno llano fue una verdadera odisea, pero ni siquiera el llegar al enorme claro sirvió para calmar la angustia que todos estaban experimentando durante aquella huida. Los aullidos de sus perseguidores se oían cada vez más fuertes y cercanos, y, por si fuera poco, el débil sol que los alumbraba minutos antes repentinamente quedó cubierto casi al completo por oscuras nubes, convirtiendo el cielo en una masa de amenazante lluvia que podría caer en cualquier instante.

El potente aullido a sus espaldas hizo que los vellos de la nuca de Levi se erizasen como agujas, sintiendo el miedo recorrerlo vertebra a vertebra como una corriente fría. En el momento en que vio a Sasha volverse con el arco tensado en la mano mientras seguía montando, sujeta solo con los muslos a su montura, contuvo la respiración.

La flecha voló certera, casi rozando a Erd y clavándose de lleno en un enorme lobo de ojos amarillentos y espeso pelaje gris, el cual aulló furiosamente de dolor al sentir como la puntiaguda vara se enterraba en una de sus patas traseras.

Aquel acto por parte de la chica había sido tan hermosamente sorprendente, que él quiso maravillarse un poco más, pero no tuvieron tiempo para ello. Nada más el primer lobo hubo caído, otros más comenzaron a correr tras ellos en una loca persecución, mientras que Sasha, sin un atisbo de miedo o duda, lanzaba una flecha tras otra con una precisión mortífera.

Jean y Connie aminoraron el galope de sus caballos y se posicionaron en la retaguardia del grupo, sacando los trabucos que llevaban colgados a la cintura, dispuestos a ayudar a su compañera; sin embargo, antes de que pudiesen hacer algo, los aullidos de los lobos se mezclaron con una serie de silbidos salvajes que reverberaron por el bosque y aterraron a los caballos hasta lo imposible, haciéndoles perder el control de estos durante unos minutos, los cuales fueron suficientes para que la manada les diese alcance y acabaran siendo encerrados en un círculo dentro de aquella veintena de animales, quienes los contemplaban amenazadoramente con sus amarillentos ojos sanguinarios, mientras gruñían y les enseñaban sus feroces colmillos.

Un nuevo agudo silbido rompió el silencio, viajando por el viento para enredarse entre las copas de los árboles, poniéndoles los nervios de punta. Al ver movimiento saliendo desde la espesura del bosque, todos contuvieron el aliento, temiéndose lo peor; no obstante, su sorpresa fue todavía mayor al ver que sus captores no medían más de un metro y medio y eran solo niños. Un grupo de cuatro condenados críos que, vestidos con ropajes de pieles, los apuntaban con arcos tan tensos como el de Sasha y sin un ápice de miedo en sus rostros redondeados.

Una niña morena, tan delgaducha y pequeña que no aparentaba más de once o doce años, se separó del grupo y bajó su arco, poniendo ambas manos en sus caderas y sonriéndoles con una alegre petulancia que se preciaba en sus enormes ojos castaños.

—Somos el clan de Erdia y les hemos capturado de manera justa, paradisianos —les dijo esta con una vocecilla diminuta que denotaba una felicidad extrema por su victoria—. Han perdido en la cacería, así que ahora sus vidas nos pertenecen. Enhorabuena, acaban de convertirse en nuestro trofeo de caza, prisioneros.

Notas finales:

Bueno, lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que la larga, larga lectura fuera de su agrado, y compensara el tiempo invertido en ella.

Lo siguiente, es disculparme por la demora. Mi idea era poder sacar este capítulo el día domingo, pero debido a que ya venía con un retraso de dos días debido al último capítulo de In Focus, a que esta semana me han tocado exámenes y trabajos semestrales en la universidad y a que el capítulo ha sido una locura de largo, ya los tiempos no me calzaron, para nada, así que lo lamento.

Respecto al capítulo en sí mismo, como ya había dicho con anterioridad, ahora sí estamos a una sola actualización del tan esperado encuentro cara a cara de Eren y Levi (al fin), así que ese también ha sido uno de los motivos del largo de este y puede que lo sea del siguiente. No era una broma cuando les dije que incluso podían tener un capítulo de cuarenta páginas, porque aunque sea así, en ese capítulo estos dos muchachos se van a conocer sí o sí, jaja.

En esta oportunidad hemos tenido la aparición de personajes nuevos, como Pieck, que tuvo una ardorosa presentación, y también algunas nuevas incorporaciones hacia él final, las cuales creo que ya supondrán de quienes se trata sin necesidad de poner nombres, jaja. También por primera vez Sasha tomó un rol fundamental en la historia, y finalmente hemos podido apreciar todo a través de los ojos de Farlan y como él se siente respecto a lo que ocurre. Como siempre, quedo con unas ganas terribles de escribir el siguiente capítulo, así que espero les ocurra a ustedes lo mismo por leerlo.

Otra cosita que quería comentar, es sobre el resumen con el que deben haberse encontrado y que seguro causará confusión, así que explicaré los motivos.

Algunos lectores me han comentado en algunas ocasiones, que debido a lo mucho que suele tardar una actualización de la otra (dos meses aproximadamente), muchas veces olvidan detalles del capítulo anterior, pero no siempre tienen el ánimo o el tiempo de releer todo, lo que comprendo muy bien. Por eso mismo, acabé tomando la decisión de hacer un pequeño resumen de entrada sobre lo ocurrido anteriormente, pero como un capítulo intermedio entre uno y otro. No es la gran cosa, solo mil palabras en las que se explica lo más relevante de los hechos anteriores, lo suficiente para dejar clara la idea de lo ocurrido pero sin ser agotador antes de empezar con la nueva lectura. El hecho de que lo pusiese como un capítulo aparte, es en consideración a quienes no deseen leerlo, ya sea porque sientan que no lo necesitan o no les interesa, por lo que así podrán pasarse directamente a la lectura.

Realmente me gustaría saber su opinión al respecto, porque no es algo que haya hecho antes y la idea es poder ir implementando este método en todas las historias de capítulos largos con actualizaciones más espaciadas, así que de momento todo es prueba y error, completamente abierto a sugerencias y cambios.

Como siempre, en mis observaciones bobas, por si alguien se pregunta qué es la pasionaria que Pieck hizo beber a Eren, esta es una flor trepadora conocida también como pasiflora y suele utilizarse mucho en medicina homeopática para tratamientos de la ansiedad, porque es un tranquilizante y somnífero natural. Por lo general es bastante inocua, pero en cantidades grandes, puede llegar a ser alucinógena y alterar de manera importante la consciencia de una persona. En el caso de Eren, lo que hizo Pieck le jugó en contra, ya que al estar el pobre muchacho sin mucho control de sí mismo, la Joya apareció en todo su esplendor para hacer de las suyas.

Igualmente, como en cada capítulo, la música de Lindsey Stirling es mi inspiración para esta historia. Undergroun, para Eren sufriendo a causa de Pieck y la Joya, Stampede, para la persecución del grupo en el bosque, y Artemis, para Sasha, como la preciosa cazadora que es.

Por lo demás, aviso para quienes siguen el resto de mis historias que esta semana seguimos con el fandom de SnK, actualizando el jueves el capítulo cinco de Zodiaco, para Leo, y ya, si todo marcha bien, entre domingo y lunes el nuevo capítulo de In Focus.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos en estos tiempos complicados.

 

Tessa.


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