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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 13:

LEGADO

 

Ningún legado es tan rico como la honestidad.

(William Shakespeare)

 

 

 

Rumiando rabia y desesperación como si fuese un bocado amargo, Levi, y el resto del grupo, caminaron obedientemente siendo guiados por los cuatro niños —quienes llevaban sujetos a sus caballos por las riendas— y la manada de lobos que los flanqueaban para que no escapasen. Podía notar en el aire el incómodo nerviosismo que todos sentían, el cual se demostraba en miradas hostiles y asesinas como las que Auruo y Jean le lanzaban a la sonriente mocosa que lideraba y precedía el camino, y el pesado mutismo de Sasha y Erd, quienes parecían estar meditando angustiosamente en un plan de escape.

Siendo honesto, Levi debía reconocer que aquella era una situación de mierda. Si solo hubiese sido él metido en aquel atolladero, e incluso Farlan, seguramente ya habrían podido escapar de aquel desastre trepando entre los árboles hasta perder a sus captores de vista. Los críos podían ser ágiles como monos, algo que él sabía perfectamente porque había sido uno de ellos en el pasado, pero por muy habilidosos que estos fueran, seguían siendo niños con todas las desventajas de sus cuerpos pequeños y debiluchos de extremidades cortas y fuerza limitada. Además, por lo que sabía, los malditos lobos no podían trepar árboles, y dudaba mucho que estos pudiesen darles alcance una vez se perdiesen entre el denso follaje del bosque; no obstante, el principal problema era el resto, y eso lo jodía hasta el infinito.

Tan solo un par de meses atrás, Levi probablemente no habría dudado ni un poco en tomar aquella posibilidad para escapar de allí con Farlan y dejar a los otros idiotas a su suerte, después de todo, aquello era lo habitual en los suburbios donde cada cual se las apañaba por su cuenta; sin embargo, en esos momentos aquella opción le parecía casi imposible. No era que se hubiese encariñado de estos, por supuesto que no, de hecho, estaría más que encantado de utilizar al imbécil de Auruo para que sirviese de entretención a los chuchos salvajes mientras se largaban de allí, pero simplemente no creía que los mocosos de Hange se merecieran aquello. Estos eran como la familia de la capitana del Titán, aunque fuera una familia de mierda, y él sabía bien el tipo de lealtad incondicional que generaba eso. Además, Erd y Gunther tampoco estaban mal del todo, a pesar de trabajar bajo las órdenes del malnacido de Erwin Smith.

Joder, ¿por qué tan solo no podía acallar su maldita consciencia y hacer lo más fácil y práctico?, pensó molesto intentando mantener una vez más el equilibrio cuando tropezó con una gruesa raíz de árbol y estuvo a punto de caer de bruces al suelo lleno de hojarasca, como ya había ocurrido con algunos de los otros durante la caminata por el bosque. Una vez los condenados críos decidieron que ellos eran su «premio de caza», tomaron la precaución de atarles fuertemente las manos a la espalda y unirlos por la misma cuerda a la cintura de un compañero para dificultarles la huida, por lo que en ese momento el gruñido de Farlan se hizo audible al ser la pobre víctima de su casi caída.

—¿Qué crees que quieran hacer estos malditos engendros con nosotros, viejo amigo? —le preguntó este en apenas un susurro cuando él volvió a estabilizarse. Farlan, sin dejar de caminar mientras contemplaba muy serio el suelo bajo sus pies, intentó ocultar una mueca de dolor que alertó de inmediato a Levi de sus planes—. ¿Qué mierda con estos críos? ¿De dónde han salido?

—Del Infierno, probablemente —masculló malhumorado a causa del dolor que sentía en las manos debido al roce de la áspera cuerda cuando el otro tironeaba de ella. Al ver la celeste mirada de su amigo clavarse en él, Levi le indicó con un gesto imperceptible el intrincado nudo a su espalda—. ¿Crees que puedas soltarlo?

Farlan dejó escapar una especie de bajo gruñido gutural y negó, desesperanzado.

—Llevo ya un rato intentándolo, pero me temo que ya no siento ni siquiera los dedos. Si sigo mucho tiempo más así, seguro acabe perdiendo las manos. —Resoplando con exasperación para apartarse un rubio mechón de sudado cabello que caía por su frente, su amigo miró con detenimiento al grupo de niños que eran los culpables de su sufrimiento—. Creo que de haber nacido en los suburbios, estos mocosos se habrían convertido en el terror del bajo mundo.

La sarcástica sonrisa que este le dedicó no le causó a Levi ni pizca de gracia, pero conociéndolo tan bien como lo hacía, sabía que esa era probablemente la única manera que tenía Farlan para lidiar con esa horrible situación; después de todo, sus muy elaborados planes para robar la condenada joya y escapar de Marley en el menor tiempo posible se estaban yendo al demonio en apenas un suspiro. Puta vida.

Nada más entrar a una zona del bosque lo suficientemente frondosa para casi ocultar el pálido cielo sobre sus cabezas, el aullido colectivo de los lobos, alto y gutural, hizo erizarse los vellos de su nuca, obligándolo a contener el aliento, así como al resto de sus compañeros.

Al notar que el grupo de niños se detenía frente a lo que parecía ser un altísimo muro de espesa vegetación para hablar entre ellos por medio de susurros, Levi se preguntó qué mierda estaría ocurriendo ahora, y si eso significarían más malas noticias para ellos.

El debate de los críos duró aproximadamente unos cinco minutos; un debate lleno de cuchicheos inentendibles y cargado de miradas ansiosas. La maldita mocosa, que parecía ser la líder, no dejaba de insistir en algo con expresiones de manos exageradas y enormes ojos castaños llenos de una determinación frenética, mientras que los otros tres niños no parecían tan convencidos, sino más bien recelosos.

Al final, fue la misma cría quien se apartó de sus amigos y se acercó nuevamente hasta ellos, sin perder en ningún momento aquella sonrisilla de petulancia, a pesar de estar siendo fulminada por la furiosa mirada de ocho cabreadísimos adultos.

—Bueno, bueno, ya hemos llegado —les informó esta, volviendo a adoptar aquella pose de superioridad de mentón alzado y diminutas manos sobre sus flacuchas caderas.

—¿Adónde? —preguntó Erd con seriedad. A pesar de que su confusión era evidente al ver el muro de espesas hojas que no dejaban paso ni siquiera a una mísera brisa, su aire de tranquilo liderazgo no se resquebrajó en ningún momento.

—¡Al territorio de nuestro clan, por supuesto! —exclamó esta con confianza—. Así que les daremos dos opciones: hacen un juramento vinculante de sangre con nosotros, prometiendo no revelar jamás nada de lo que vean aquí a menos que les permitamos hacerlo, o mueren. Ustedes eligen.

La situación en la que se encontraban era tan absurda, que Levi no pudo evitar preguntarse si aquello no sería producto de sus sueños. Debido a la desesperación y el miedo que sentía por culpa de aquella misión suicida, llevaba días sin poder descansar bien; además, no dejaba de preguntarse como estarían Isabel y Eren, por lo que su nivel de ansiedad estaba alcanzando niveles insanos.

Y era que, ¡demonios, sus captores no eran más que niños! Un grupo de cuatro malditos críos de no más de doce años y de los cuales tres de ellos los observaban evidentemente aterrados; entonces, ¿cómo mierda habían llegado a eso? ¿Por qué estaban allí? ¿Qué significaba todo eso de «cacería», «juramento de sangre» y la maldita confianza que esa niña mostraba en que, una vez aceptada aquella locura, simplemente no la mataran? En el bajo mundo él había hecho cosas mucho más terribles por menos, y estaba seguro de que solo le bastaría una mano puesta en el sitio indicado para convertir en astillas los frágiles huesos de ese cuellito esmirriado.

—Mátanos —oyó de pronto una voz elevándose entre el expectante silencio, y volvió la cabeza al mismo tiempo que todos para observar al idiota de Auruo que, con gesto retador y molesto, miraba a la cría—. Somos hombres que servimos a la Corona de Paradis, cumpliendo honorablemente las órdenes del comandante Smith. Jamás nos rebajaríamos a argh-

La absurda diatriba de aquel imbécil se vio cortada cuando Gunther, que estaba atado junto a este, le dio tal cabezazo que Auruo acabó mordiéndose la lengua y escupiendo sangre como un rio. Los oscuros ojos del moreno guardia se posaron de inmediato en Erd y Jean, quienes iban atados juntos. Ambos eran los líderes de sus respectivos grupos, por lo que era lógico que la decisión sobre aceptar o rechazar aquella propuesta recayese en ellos; así que tras contemplarse durante unos instantes en meditativo silencio —solo roto cuando Sasha les susurró algo que debido a la distancia Levi no pudo oír—, los dos acabaron asintiendo.

—Aceptamos el trato —dijo Jean, aclarándose débilmente la garganta para intentar ocultar su incomodidad—. Haremos el juramento.

La sonrisa que la chica les dedicó fue amplia y llena de una emoción extraña que hizo ponerse a Levi inmediatamente en alerta; la misma sensación que debió sentir Farlan, ya que notó lo muy tenso que este se puso al verla.

—Entonces —comenzó la mocosa, dirigiéndose ahora a sus compañeros—, ¿nos haces el favor, Falco?

Obedeciendo a esta, otro de los niños se apartó del grupo con paso cauteloso. Este era un poco más alto que su amiga y tenía el corto cabello rubio cenizo y algo despeinado. Su expresión de grandes ojos castaño claro intentaba ser estoica, pero cierto miedo velado se apreciaba en sus delicadas facciones redondeadas, delatando que aquello no era algo a lo que estuviese habituado.

Al verlo extraer de su cinto un corto cuchillo de caza y alzarlo entre sus manos, todos contuvieron el aliento; no obstante, el niño fue yendo de uno en uno para liberar sus manos atadas con total confianza, como si no temiese en absoluto que ellos, a pesar de ser adultos y doblarlos en número, pudieran dañarlos; una confianza de seguro ganada ante el hecho de que tras un nuevo silbido de la mocosa, los lobos habían vuelto a rodearlos con todo sigilo y ahora los observaban expectantes, siendo todo atentos ojos amarillos y largos colmillos en espera de ser desenfundados.

Una vez que todos ellos estuvieron libres, la afilada hoja del cuchillo pasó por la palma del niño con suavidad, dejando caer a su paso un reguero de roja sangre que se extendió a sus pies con un delicado goteo antes de depositar un poco de ella en una gran hoja cóncava que la maldita cría le tendió; y en esa ocasión, cuando los castaños ojos del niño se alzaron hacia ellos, ya no había ni el más mínimo rastro de miedo y duda en sus claras profundidades, sino que la templada confianza de una larga vida pasada.

—Su turno —dijo este con una vocecilla menuda y suave que delataba lo muy joven que todavía era; aun así, la mano que tendió la empuñadura del arma hacia Jean no vaciló en ningún momento.

Tras asentir una vez, como para darse valor, el joven contramaestre aceptó el cuchillo e hizo lo mismo que el niño, pasando luego el arma a Erd y así sucesivamente.

Levi fue el último en acatar las indicaciones de ese extraño ritual, observando con atención el curioso escenario que se presentaba ante sus ojos, con aquellos desconcertantes niños contemplándolos abiertamente expectantes, y su grupo lleno de un miedo que ni siquiera la perspectiva de robar al rey de Marley había despertado en ellos.

Su sangre fue la última en tocar la tierra antes de unirse a la del resto, y aunque la herida no dolió en absoluto, una sensación extraña se apoderó de él, como si el terreno bajo sus pies se cargase de una energía que no entendía del todo, pero aun así pareciera clamar por algo.

Una vez la sangre de todos fue reunida, el niño bebió un sorbo de ella y untó el resto sobre los labios de cada uno de ellos, lo que no solo a Levi le resultó repugnante, aunque ninguno hizo el menor intento de oponerse.

—Han prometido resguardar el secreto de nuestro clan, de nuestra gente. Han jurado con sangre, y sangre pagarán si la promesa se rompe —volvió a hablar el mocoso, Falco, quien a pesar de su seriedad, clavó sus ojos en Levi con renovada curiosidad—. Hemos hecho el pacto.

Como si sus palabras fuesen un catalizador, la sangre que quedaba en el improvisado cuenco ardió en fuego cuando el niño la dejó caer; una pequeña hoguera que cargó el bosque con un aroma ferroso, y la cual los hizo mirarse con horror cuando los lobos a su alrededor comenzaron a aullar, solo segundos antes de sentir como ellos mismos parecían abrasarse.

Otro de los niños, una mocosa de expresión seria y corta coleta rubia, se acercó al alto muro de matorrales y apoyó una de sus pequeñas manos contra este, comenzando a murmurar en una lengua que les resultó ininteligible, y la cual los llenó a todos de total asombro al ver como el bosque ante sus ojos parecía responderle en el mismo lenguaje de hojas susurrantes y agitadas. Unos pocos minutos después, como si este desease complacerla, árboles y enredaderas se movieron para ella, abriéndoles paso para dejar ver en medio del tupido follaje, lo que parecía ser una pequeña y rústica aldea escondida en aquella nada.

Con aquella sonrisilla de autosuficiencia que no hacía más que crispar los nervios de Levi, la cría que dirigía el grupo de niños les dijo:

—Bienvenidos sean a Erdia.

 

——o——

 

A lo largo de sus casi diecisiete años de vida, Eren había tenido miedo muchas veces de muchas cosas: de su padre, de su hermano, de quedarse por completo solo o convertirse en una posesión más dentro de aquel palacio y aquel reino; sin embargo, si algo lo aterraba más que cualquier otra cosa, eso era Willy Tybur, el monarca de Marley.

La muerte de Pieck esa mañana —a causa de su descontrol— no había pasado desapercibida, por su puesto. Eren, al comprender lo que había hecho, se sintió enfermo y asustado en extremo de sí mismo, o la Joya en su interior, por lo que sin poder evitarlo acabó entrando en pánico, alertando así a los guardias que constantemente rondaban por su ala del palacio.

La rabia de Zeke no pudo compararse con su dolor al ver como su más cercana amiga había acabado convertida en una pira ardiente bajo su mano, y aunque Eren estaba seguro de que a su hermano mayor le hubiese encantado cobrar venganza por ella allí mismo, Zeke se obligó a contenerse, tragándose su pena para informar de lo ocurrido al rey, quien de inmediato lo mandó a poner en custodia extrema.

Los grilletes en sus manos no dolían, pero todavía así Eren los sentía tan pesados como el castigo que indudablemente eran, ya que estos lo convertían en un ser inútil y por completo cautivo, sujeto a la voluntad de otros. Finalmente le habían arrancado lo último que quedaba de su libertad.

Así que encerrado en su cuarto y estando encadenado a la cama como un animal salvaje y peligroso, Eren observó el día pasar con melancólico abatimiento, contemplando como el pálido cielo invernal se convertía poco a poco en un oscuro manto de nubes al llegar la tarde, el cual solo ayudó a empeorar su humor sombrío.

Aquel día no hubo comidas para él ni visita alguna aparte de la de un guardia hacía pocas horas atrás, quien le permitió unos escasos minutos de privacidad para utilizar el baño y así aliviar sus necesidades. Además, a pesar de que las horas habían transcurrido, la desagradable esencia de la carne quemada seguía impregnando todo el patio de su ala, colándose de tanto en tanto por la ventana entreabierta para recordarle su crimen.

Al no poder levantarse, el fuego de la chimenea se encontraba por completo extinto, por lo que ya podía notar el frío entumecerle el cuerpo, a través de la gruesa túnica de lana y las calzas que llevaba, y sentir sus dedos ateridos a causa de la gelidez que reinaba en el cuarto y su escasez de movimiento. Al percatarse de como la languidez de la congelación lo invadía poco a poco, limitando aún más sus acciones, no pudo evitar preguntarse si aquella decisión sería también una precaución ante sus imprevisibles poderes.

Como si la Joya no pudiese crear un incendio a voluntad y sin ayuda alguna, pensó con irónico pesar.

El tintineo de las cadenas al intentar buscar una posición más cómoda sobre la cama lo desesperó, y una vez más maldijo al voluble ser que habitaba en su interior. Desde que le encerraron allí esa mañana, atado como un animal, Eren había intentado innumerables veces hablar con la Joya para comprender qué demonios se proponía con aquella arbitraria decisión que arrebató la vida de Pieck; no obstante, como el ser caprichoso que esta era, simplemente se había convertido en un murmullo silencioso dentro de su cabeza ante sus preguntas, negándose a dar explicación alguna a su actuar.

Demasiado asustado y ansioso por lo que vendría para él a continuación, Eren estaba siendo incapaz de conciliar el sueño por más que lo había intentado. Sabía que de momento este sería la única escapatoria a sus problemas, pero, ¿cómo dormir cuando su cerebro parecía bullir en interrogantes y no lograba calmar el clamor de su corazón atemorizado? ¡El rey lo había apresado! ¡El rey lo había hecho prisionero por completo! ¡El rey sabía que era tan peligroso como siempre supuso que él era!, y Eren estaba seguro de que a partir de ese momento, este no lo pasaría por alto.

Tiritando ya fuese a causa de los nervios o el frío que sentía, pensó en todos los planes que tenía para el día siguiente junto a sus amigos, y como estos se habían arruinado de golpe por culpa de la egoísta Joya que habitaba dentro de sí. El misterioso hombre de sus sueños y su grupo harían su intrusión al palacio durante la noche siguiente, por lo que Armin y él habían diseñado todo un plan acorde a eso; sin embargo, debido a su debilidad a la hora de controlar a la Joya, ahora todo sería un desastre. Podía oír el ir y venir constante de los guardias que llenaban la planta inferior, y el pesado silencio del par que se apostaban fuera de su puerta, impidiéndole todo escape. Mientras que días atrás el rey lo había sumido en una completa soledad asfixiante, ahora, por el contrario, había vuelto su jaula de oro en una estrecha prisión de pesadas cadenas.

«Arrasa y quema; destrúyelo todo. Será un pago justo a nuestro dolor».

Las palabras brotaron dentro de su cabeza como un pensamiento, pero Eren de inmediato comprendió que no le pertenecían en absoluto, sino que a la Joya que se encontraba por completo desatada y ansiosa de venganza.

—No así —masculló él, determinado a no dejarse tentar por esta—. Saldremos de aquí, te lo juro; pero no así. No poniendo miles de vidas inocentes en riesgo. Ya hemos hecho daño suficiente.

La risa de la Joya fue totalmente despectiva al oír su respuesta, y Eren pudo sentirla expandirse, caliente y quemante, dentro suyo hasta que le fue difícil respirar. Aun así, esta volvió a convertirse en nada del mismo modo violento y sorpresivo en que lo hizo consciente de su presencia, sintiéndose casi arrullado por su suave voz cadenciosa cuando volvió a hablar:

«¿Y a nosotros? ¿Quién nos compensará a nosotros, a nuestro daño, a nuestro dolor? ¡Nos han encadenado, nos harán sufrir! Tienes una promesa que cumplir, pequeño ladrón, ¿recuerdas? Debes darme lo que me pertenece, lo has jurado. Te he dado mi poder; ahora paga».

A pesar de saber que tentar a la Joya era como molestar a una serpiente extremadamente venenosa, Eren solo pudo pensar en que esta era una maldita injusta. Le había otorgado parte de su poder sí, pero al mismo tiempo aquel ser había hecho lo que deseaba a través de él, acarreándole más de un problema. Eren no sabía cómo había sido la relación de la Joya con sus predecesoras, pero si algo tenía claro, era que a pesar de verse obligados a convivir juntos, ambos simplemente se detestaban.

Antes de que su boca se abriera en una protesta —que de seguro le causaría un nuevo desacuerdo con aquella demente—, el sonido amortiguado de las voces al unísono de los guardias que se encontraban apostados en la primera planta llegó a sus oídos. Un saludo tan familiar y conocido que hizo a su sangre congelarse dentro de las venas, porque él sabía bien a quien precedía.

El rey de Marley finalmente había decidido ir a hacerle una visita.

Cada paso sobre la escala fue como una lenta tortura para Eren, haciéndole sentir la respiración pesada dentro de su pecho y el miedo como una esencia asfixiante durante la espera. El saludo marcial fuera de su puerta lo hizo temblar y tragar duro, sintiendo la boca terriblemente seca; un miedo que se convirtió en angustiante terror cuando Willy Tybur hizo su aparición en solitario dentro de su habitación.

Con el rubio y largo cabello suelto sobre sus hombros y un aire desenfadado que no denotaba para nada el aura soberbia y regia de un rey, ataviado tan solo con unas simples calzas marrón claro y una túnica unos cuantos tonos más oscuro sujeta a su esbelta figura por un cinto de cuero, el monarca de Marley podría haber pasado con facilidad por cualquier ciudadano de posición sencilla y acomodada del reino; no obstante, cuando su insondable mirada de ojos claros se posó sobre él, con aquel rictus en los labios que podría asemejar una sonrisa si no tuviese aquel aire calculador y cruel que lo convertía en una cosa completamente filosa, Eren tuvo que reconocer que de ambos, era este quien se hallaba en completa ventaja de poder.

—Así que, mi pequeña Joya, ¿has decidido que quieres rebelarte? —le preguntó el monarca acercándose con paso seguro hacia donde él se encontraba encadenado como su prisionero, tomando asiento a los pies de su cama como si esta le perteneciese—. ¿Has decidido que quieres oponerte a mí?

La pregunta del rey fue hecha casi al descuido, casi como si ambos estuviesen manteniendo una conversación por completo casual en una de las salas del palacio en vez del cuarto de Eren, y con él encadenado a una cama sin posibilidad alguna de escape.

Una de las primeras cosas que su madre le había enseñado cuando esta todavía era la Joya, consistía en la necesidad de fingir siempre el ser complacientes. Las Joyas eran posesiones, no personas, y por más valiosas que fueran, por más que resultaran poderosas, eso no quitaba el hecho de que podían ser dañadas y torturadas, esculpidas a base del dolor y el miedo, por lo que había que apagar la llama de la lucha hasta que el momento adecuado llegase, hasta que fueran lo suficientemente fuertes para luchar contra sus cadenas.

Y Eren sabía que la libertad estaba cerca, demasiado. Solo necesitaba callar nuevamente y esperar un día más; un día más para poder poner a sus amigos a salvo de aquella vida injusta y luego ya podría pensar en su propia lucha contra el rey y su corrupto reino. Un día más para decidir cómo hacer que ese papel con el que había nacido, su legado, valiese la pena.

Debía ser cauto, se recordó; pero, aun así, al contemplar la retadora suficiencia conque lo observaba el rey, sabedor de que lo tenía en sus manos por completo, su propia rabia estalló; no la Joya instándolo a devastar, sino él mismo deseando crear un incendio a su paso.

—¿Y si así fuera? ¿Si deseo imponerme a su reinado del terror? —inquirió sin poder refrenar su boca a pesar de que el miedo le tronaba en los oídos, advirtiéndole de su propia estupidez—. Usted no merece ser rey.

La sonrisa del rey Willy se hizo aún más amplia al oírlo, por completo cruel, como si hubiese esperado con todas sus ansias que aquella fuese su respuesta, y él acabara de concederle su más secreto deseo.

—Y tú tampoco mereces ser la Joya, Eren, pero aquí estamos ambos, siendo prisioneros del legado de nuestros antepasados —le dijo el monarca, utilizando por primera vez su nombre y haciendo sonar cada letra de este como una afrenta personal. Acercándose más a él, el rey Willy posó una mano sobre su cuello, presionando el pulgar donde latía su descontrolado pulso, dándole con ello una amenaza silenciosa—. Te guste o no, me perteneces, Joya, y haré que lo entiendas. Has osado desafiarme y asesinaste a una de mis importantes súbditas. Alguien inmensamente preciada para tu propio hermano. ¿Qué clase de rey sería si no impartiese justicia? Así que, mi pequeño rebelde, deberás pagar el precio.

Consternado por lo que supuso significaban las palabras del soberano de Marley, Eren abrió los ojos y contuvo el aliento, ante lo que este sonrió todavía más.

—Ojo por ojo —le dijo finalmente Willy Tybur, soltándolo—. Zeke ha perdido un ser importante, alguien a quien amaba, por lo tanto es justo que tú también lo hagas, Joya. Una vida por una vida, en igualdad de condiciones. Veremos si te complace de igual manera ver a uno de tus amigos arder.

Sin pensar en lo que hacía, Eren intentó levantarse de la cama y tiró de las cadenas con violencia, tanto que en esa ocasión sí le hicieron daño; pero, aun así no se contuvo, a pesar de saber que no conseguiría nada con aquello.

—¡Usted no puede!

—Claro que puedo —lo contradijo el joven monarca con toda calma—. Soy el rey de Marley después de todo, ¿no lo recuerdas?

La declaración de este golpeó a Eren con la fuerza que solo una verdad tan absoluta podía tener, porque aunque lo odiase, aunque quisiera cambiarlo por completo, no podía negar aquello. Ese hombre, por horrible y cruel que fuera, era el rey legítimo de aquella nación y su voluntad era ley, y ni él ni nadie podrían cambiar aquello, a menos que cambiaran por completo aquel reino.

—Mañana a medianoche se cumplirán once años desde el fallecimiento de mi bienamado padre y mi ascensión al trono, por lo que lo celebraremos con el juicio de un traidor a la Corona y una ejecución en la hoguera como castigo, Joya. Por supuesto, serás mi invitado de honor, así que por favor, espéralo con ansias.

La salida del hombre fue tan silenciosa como su llegada, sin despedida alguna y dejando tras de sí aquel aura de fatalidad sobre lo que vendría.

Mil emociones embargaron a Eren de golpe: miedo, ira, injusticia, pero, sobre todo, determinación, porque no iba a permitir que sus amigos tuviesen que pagar por sus errores. Y si el desconocido de los ojos de luna no iba a en su ayuda como se suponía que hiciera, él mismo se encargaría de ponerlos a los tres fuera de esos muros, aunque para ello tuviera que devastar un reino entero.

Si Willy Tybur había encendido la mecha, entonces Eren sería el incendio.

Determinado, comenzó a pensar de inmediato en cuál sería su próximo plan de acción para las siguientes horas; no obstante, una sensación amarga se instauró en su corazón cuando la queda risilla de la Joya resonó en su cabeza con una alegría enferma mientras le decía:

«¿Acaso no te lo advertí?»

 

——o——

 

Sentados en torno a lo que parecía ser una hoguera de reunión emplazada en el centro de aquella extraña aldea, todos los miembros del grupo de Paradis —del que Levi también era parte— observaban entre curiosos y expectantes el entorno que les rodeaba, susurrando entre ellos y lanzando de tanto en tanto miradas cautelosas a los niños, quienes ahora parecían mucho más a gusto y relajados que antes. Sin duda aquel era el sitio más extraño que él había visto en toda su vida.

El claro donde ahora se hallaban era amplio y muy verde a pesar de estar en pleno invierno, con árboles altísimos que se elevaban orgullosamente al cielo, donde formaban un ligero enramado de frondosas hojas titilantes por las que se colaba la luz natural, creando bellas sombras cambiantes en el suelo y sobre ellos, como si fuese un juego. La hoguera central, donde ahora se preparaba algún tipo de guiso que desprendía un olor delicioso —y el cual le recordó a Levi que hacía horas que no ingería ningún alimento caliente—, era un círculo rodeado de piedrecillas y circundado por gruesos troncos tallados que hablaban del paso de los años, los cuales fungían como improvisados asientos y le hicieron suponer que, durante mucho tiempo, ese sitio habría servido como lugar de reunión a los miembros de aquel clan.

Mesas y asientos de piedra, hornos de barro y la que parecía ser una fuente de agua fluyente que desembocaba en el pequeño arrollo que corría a un costado del bosque, completaban aquel paisaje verde y hermoso, donde algunos cultivos y la exuberante floración de la zona repletaban todo. La manada de lobos, compuesta de más o menos unos treinta ejemplares de diferentes colores y edades, estaban ahora dispersas por todo el lugar, como si cada una de aquellas pequeñas familias también hubiesen llegado a su propio hogar.

Aun así, lo más extraordinario y sorprendente a ojos de Levi, eran el medio centenar de viviendas de aquel lugar. Pequeñas chozas de madera hábilmente construidas sobre los altos árboles, donde se camuflaban entre la frondosa vegetación y creaban la ilusión de que estas habían crecido allí como parte natural del entorno. En algunas de ellas era fácil encontrar signos de cotidianidad que diferenciaban a unas de otras, como un par de escaleras de cuerdas colgantes, ropa limpia secándose sobre las barandillas o un arco junto a su aljaba repleta de flechas apoyado a la entrada de la vivienda con todo descuido; otras, no obstante, parecían casi deslucidas por el paso del tiempo. Meros fantasmas de lo que la vida allí había sido.

—Demonios, esto es una completa locura —farfulló Jean con malhumorado recelo, contemplando con enfadados ojos castaños su mano herida, donde ahora una espesa pasta verdosa la cubría de extremo a extremo, luego de que el grupo de niños se la aplicara a todos ellos al llegar.

—Y una completa mierda —apostilló Farlan, haciendo tronar los huesos de su tenso cuello tras masajeárselo—. Hemos perdido un día completo de viaje. ¿Qué se supone que haremos ahora?

—Huir no parece una opción —tuvo que reconocer Levi con resignación, observando como el sitio por donde el bosque se había abierto para permitirles entrar, volvía a estar cerrado; y eso sin contar que los lobos, a pesar de dormitar apaciblemente, de seguro se pondrían en alerta al más mínimo indicio de escape.

—Son solo niños —protestó Auruo, molesto, limpiándose la mano con un pañuelo que había sacado de alguna parte—. ¿Cómo puede ser posible que cuatro mocosos nos tengan en esta situación?

—Porque este es su territorio y no el nuestro —replicó Sasha, una de las pocas que no mostraba signos de enfado por la situación junto a Connie, quien se sentaba a su lado—. Claramente nos llevan completa ventaja. La caza no es cosa de fuerza, sino de habilidad e inteligencia para saber utilizar tus recursos.

—Entonces supongo que deberemos comprender en que situación estamos y hacer que la suerte vuelva a estar a nuestro favor —afirmó Erd con aquella seguridad que mostraba siempre, a pesar de lo adversas que fuesen las circunstancias. Poniéndose de pie, este buscó con la mirada a los críos, que se afanaban con la comida, y los llamó—: ¡Hey, niños! ¿Podrían venir un momento, por favor?

La mirada llena de furia que les dedicó la mocosa que fungía como líder no les pasó desapercibida, evidentemente molesta al ser tratada como la cría que era; aun así, los cuatro niños obedecieron la petición del joven guardia, acercándose con paso decidido hacia el grupo que los esperaba.

Al poder verlos bien ahora, ya sin toda la tensión de momentos atrás, Levi corroboró sus suposiciones de que aquellos mocosos no superarían los doce años como mucho; además, parecían vivir solos y a sus anchas en aquel misterioso lugar en medio del bosque, ya que desde su llegada —más o menos una hora atrás—, ningún adulto había hecho acto de presencia. No obstante, a pesar de ello, estos parecían saludables y bien alimentados, como también educados de una forma adecuada, algo que no siempre se lograba ver entre los huérfanos de los barrios más bajos de Paradis. Y aquello hizo nacer una vez más sus sospechas, haciéndole preguntarse cuál sería el verdadero misterio de ese lugar.

Posicionándose de pie frente a ellos, los dos chicos y las dos niñas se quedaron viéndoles con enormes ojos llenos de curiosidad en sus rostros infantilmente redondeados. Contemplándolos más de cerca, él se percató de que aparte de aquellos extraños ropajes hechos de pieles y suave cuero que los cuatro niños utilizaban, todos ellos llevaban tatuada en la zona de la muñeca izquierda una enrevesada marca de un rojo ardiente, la cual supuso serviría como distintivo del clan al que supuestamente pertenecían.

Al final, fue otra vez la diminuta líder quien dio un paso al frente para hablar.

—Yo soy Gabi, la líder temporal de nuestra aldea —explicó esta con aquella alegre seguridad que había mostrado desde el primer momento de su captura—. Y estos son Udo, Falco y Zofia —señaló, indicando a cada uno de sus compañeros.

—Bueno, nosotros somos-

—¡Hombres de Paradis! —cortó la mocosa a Erd, radiante de felicidad—. ¡Lo sabemos! ¡Udo vaticinó hace días que llegarían, por eso fuimos a cazarlos!

Nada más oír la palabra «vaticinio», las miradas de todos ellos se encontraron. Connie, que hasta el momento se había mostrado muy callado, se volvió hacia Sasha para decirle algo, haciendo que esta frunciera el ceño y mirase a los niños con renovada atención.

—¿Qué quieres decir exactamente con eso de «vaticinar»? —intervino Jean, frunciendo sus delgadas cejas con cierta sospecha—. ¿Tu amigo puede ver el futuro?

—¡No, claro que no! Simplemente el viento habla para él a veces. Le cuenta cosas importantes, lo ayuda y lo guía; pero solo si está de humor —añadió la niña con socarronería—. Udo, muéstrales.

Alentado por ella, el niño se acercó al grupo luciendo un poco nervioso y temeroso. No era demasiado alto, con suerte llegaría al metro cuarenta, y una mata de largo y negro cabello liso caía sobre parte de sus ojos, los cuales estaban cubiertos por unas redondeadas gafas.

Tal como había hecho antes la mocosa rubia, Zofia, el crío comenzó a murmurar en una lengua ininteligible, como si fuese un mantra; no obstante, en vez de que los árboles y el follaje se moviesen para él como habían hecho con su amiga, una fuerte corriente de viento azotó el claro oscureciendo el cielo como si fuese a caer lluvia en cualquier momento. Exactamente el mismo fenómeno natural que los acabó conduciendo a su trampa antes de ser capturados.

Aquello no había sido mala suerte, se dijo Levi sorprendido, sino que un plan por completo premeditado y bien ejecutado. Joder, ¿pero qué mierda eran esos críos?

—¿Son hechiceros? —preguntó de pronto Sasha; sus castaños ojos por completo fijos en la marca de la muñeca del niño, que ya no era roja sangre, sino que ardía como si fuese fuego.

—Lo somos —aseguró el otro mocoso, Falco, quien les había cortado las manos y hecho aquel extraño juramento de sangre con ellos—. Los descendientes del clan de Erdia somos los últimos capaces de utilizar magia en Marley.

—Y por eso nos están cazando —afirmó con desapasionado desprecio la diminuta y rubia Zofia—. El rey dice que somos peligrosos, aunque en verdad no lo seamos. Solo deseamos vivir en paz, ¡pero él nos quiere muertos!

—Vaya. ¿Es por eso que no hay adultos aquí? —preguntó Connie, observando a estos con cierta pena—. ¿Su rey los asesinó a todos?

Falco asintió.

—Cuando el rey Willy ascendió al trono, once años atrás, decretó que el clan de Erdia era enemigo de la Corona porque amenazaba con provocar una rebelión y derrocar a la monarquía, lo que nunca fue cierto. Él solo teme que entre nosotros aparezca un mago capaz de controlar el poder de la joya, haciéndole perder así su control sobre ella.

Nada más oír aquello, la gris mirada de Levi buscó la celeste de Farlan, quien, con ojos muy abiertos, tenía una expresión de absoluta sorpresa y duda.

—Entonces, ¿ustedes saben dónde se encuentra la joya? —interrogó Erd al niño.

Este, no obstante, simplemente encogió sus escuálidos hombros y negó.

—En el palacio, por lo que se dice. Resguardada en la cámara real, ya que él rey jamás la muestra en público por temor a que la roben.

—Muy sabio de su parte, ¿no crees, viejo amigo? Ya que eso es precisamente lo que nosotros hemos venido a hacer aquí —masculló sarcásticamente Farlan en su dirección, por lo bajo; sin embargo, ante su afilada mirada de advertencia, se calló de inmediato.

—¿Y ha aparecido entre ustedes? —intervino Sasha una vez más—. Ya saben, el mago capaz de controlar el poder de la joya.

Falco, atrapando entre sus dedos una hoja que revoloteaba sin pausa a su alrededor debido a la ventisca creada por su amigo, agitó la rubia cabeza en negación.

—Esa es solo una idea absurda del rey. El mago fue desterrado a Paradis hace mucho tiempo, siglos, e incluso si aún viviera, la maldición que le impusieron no le permitirá jamás volver —explicó el niño con presteza—. Aun así, el rey Willy dio la orden de capturar a todos los miembros de nuestro clan, sentenciándolos a la horca o la hoguera, sin importar si eran ya ancianos o incluso niños.

—Masacró familias completas, ¡hasta a los bebés de días! —intervino en esa oportunidad Zofia, tomando asiento junto a Sasha, quien acarició su cabeza—. Solo unos pocos miembros pudimos escapar fuera de la capital, escondiéndonos aquí en el bosque, convirtiéndolo posteriormente en nuestro hogar. Pero aun así el rey no ha descansado y sigue buscándonos. No se quedará tranquilo hasta capturarnos a todos y aniquilarnos por completo.

—¿Así que ustedes cuatro son los últimos miembros de su clan? —preguntó Gunther con incredulidad.

Tras apaciguar la ventisca sobre sus cabezas, Udo negó.

—Teníamos a Colt, pero lo apresaron hace una semana atrás, cuando se adentró con Gabi y Falco a la ciudad para intentar conseguir medicina, ya que Zofia estaba muy enferma.

—¿Y Colt es otro de sus amigos? —inquirió Erd.

—No, es nuestro líder y el hermano mayor de Falco —aclaró ceñudamente Gabi, pateando con rencor una piedrecilla—. Y no solo su hermano, sino que Colt es también el último adulto que nos queda. Él es quien nos ha cuidado durante los últimos cinco años, desde que nuestras familias murieron, ¡así que ahora somos nosotros quienes debemos protegerlo y rescatarlo!

Ante aquella revelación, Levi sintió un malestar oscuro y agudo instaurarse en lo más profundo de su pecho; un malestar que hablaba de sus días siendo un crío como aquellos cuatro, vagando y robando a quien fuera para poder sobrevivir. Durante aquellos días su vida había sido muy mala, una pesadilla horrible de la que intentaba escapar constantemente, y la cual solo pareció aliviarse un poco cuando conoció a Farlan y luego a Isabel, convirtiéndose así los tres en una familia. Quizá por eso, de cierta manera podía comprender la desesperada determinación que se apreciaba en los ojos de aquellos niños, porque de haber estado en su lugar, él habría hecho lo mismo.

—Tch, ¿entonces es por esa mierda que se montaron toda esta farsa, mocosos? —preguntó una vez acabó de unir las ideas y llegar a una conclusión—. ¿Planean que les ayudemos a rescatar a su líder?

Gabi, que había estado acuclillada dibujando algo sobre la tierra con una ramita, alzó su morena cabeza y sonrió; sus enormes ojos marrones brillando llenos de traviesa determinación, un gesto que Levi sintió le recordaba inesperadamente a alguien más, sin poder descubrir el quién.

—¡Exacto, ustedes van a ayudarnos! —soltó esta; pero, nada más oírla, Auruo se puso de pie, lívido de indignación.

—¡Mocosos del demonio! ¿Cómo se atreven siquiera a suponer que nosotros, parte de la Guardia Real de Paradis, pondremos en peligro nuestra misión par-?

Sujetando al idiota de Brossard por la parte trasera de su túnica, Gunther lo obligó a volver a sentarse sobre el tronco con un golpe sordo, el cual hizo al otro guardia soltar un gemido y cerrar su protestona boca, alentando luego a la niña a proseguir:

—Continúa, por favor.

Tras lanzarle una mirada de total odio y desprecio a Auruo, Gabi volvió a hablar:

—Ustedes han cruzado el mar desde hace unas semanas atrás para robar la joya, ¿verdad? —Al ver la mirada de desconcierto que todos ellos le lanzaron, la niña rio bajito—. El viento se lo contó a Udo cuando le pedimos consejos para rescatar a Colt. Este le habló de los «demonios de la isla», que llegarían hasta aquí dentro de pocos días, y quienes planeaban infiltrarse en el palacio real para robarle al rey. Fue por eso que solo aguardamos pacientemente a que ustedes llegaran, para así poner nuestro plan en marcha y poder capturarlos —les explicó esta muy contenta—. Una vez los tuviésemos aquí, les explicaríamos nuestro problema y los convenceríamos para que nos permitieran ir a la capital con ustedes, ayudándonos así a encontrar a Colt.

Para sorpresa de todo, Erd rompió a reír.

—¡Qué demonios! Todo eso que me cuentas es una completa locura, pero creo que hemos estado inmersos en una desde que este viaje dio inicio, así que una más no es nada; además, este plan suyo ha sido excelente. Son todos unos pequeños estrategas —los felicitó este con una emoción extraña en la mirada, lo que hizo a Levi preguntarse una vez más acerca de ese pasado en Marley que Erd tan bien resguardaba.

—Entonces, ¿eso significa que sí nos ayudarán? —preguntó Zofia, perdiendo al fin su calculado desinterés, mirando esperanzadamente a Sasha y luego a Erd, quien asintió.

—Si de todos modos vamos a enfrascarnos en una misión suicida para robarle al rey, qué más da llevarlos a ustedes con nosotros, ¿verdad muchachos? —inquirió en dirección a ellos, quienes, a acepción de Auruo que seguía furioso, asintieron.

Como si la decisión de Erd hubiese sido todo lo que el grupo necesitaba, la tensión reinante entre ellos pareció relajarse al fin, haciendo desaparecer el recelo, por lo que los niños repentinamente parecieron a sus ojos tan solo eso: niños. Un puñado de mocosos aliviados al saber que ya no estaban en peligro y de que alguien más tomaría el control de la situación por ellos.

Mucho más contentos, los críos comenzaron a parlotear como pequeñas cotorras con ellos una vez sirvieron la comida y se sentaron a disfrutarla en torno a la hoguera, explicándoles cómo era la vida en aquel lugar —antes de que los adultos desaparecieran y ahora que ya no estaban— y todo lo que acontecía de momento en el reino. Ellos les hablaron sobre el plan que tenían en mente y el cómo pensaban compensar la pérdida de un día de viaje al ponerse de camino a la capital esa misma noche a través del bosque, con lo que ganarían valiosas horas de ventaja al transitar fuera de las rutas principales, llegando a su destino a primeras horas de la tarde.

Levi admiró con absoluto asombro como era que Gabi mantenía un control total y absoluto sobre la manada de lobos, y cuando la niña le explicó que la habilidad natural de su familia era ser domadores de bestias, porque podían comunicarse con ellas, se sorprendió enormemente.

El tranquilo Falco, en cambio, era capaz de forjar lazos con otras personas, pero no de una manera habitual, sino que por sangre, haciendo que él comprendiera finalmente el motivo de aquel extraño ritual de promesa al que fueron sometidos. Si uno de ellos rompía lo pactado, el niño lo sabría de inmediato, y la sangre de este circulando en sus cuerpos, los mataría; aun así, Gabi le dijo que la habilidad de Falco también era un excelente vínculo de ubicación y rastreo, por lo que todos ellos estaban unidos al niño; por ese motivo sabían que Colt todavía se hallaba con vida, y confiaban en que ese mismo lazo los guiase hasta él con mayor facilidad, no teniendo así que buscarlo a ciegas por toda la capital.

Zofia y Udo, por su parte, provenían de familias capaces de controlar algunos elementos, como el viento, en el caso del niño, y la tierra, en el de la mocosa. Al poder hablar con los árboles y la tierra que los rodeaba, era esta quien se encargaba de mantener su hogar protegido con una barrera natural, algo que habían hecho sus padres antes que ella.

Curioso, Levi contempló el brazo izquierdo de la niña, donde la roja marca se curvaba como una ondulante serpiente. Al percatarse del punto donde estaba fijada su mirada, Gabi sonrió y se la acercó, para que él pudiese verla mejor.

—¿Allí reside el poder que poseen? —les preguntó, intrigado.

Falco, algo cohibido, soltó una risita y negó antes de responder:

—No, el poder es nuestro, y está aquí —le explicó, posando una mano sobre su pecho, cerca de su corazón—. La marca solo refleja que ya hemos despertado a nuestro legado. Que Erdia nos ha reclamado.

—Tch, prácticamente ese marcaje de mierda es su condena —acotó también, observándolos—. Si cualquiera puede verlo, es como si anunciaran a gritos a que clan pertenecen.

—Pero… no es que cualquiera pueda verlo —insistió Falco, dubitativo, clavando la mirada en sus pies calzados con botas unos pocos segundos antes de posarla con rapidez en su compañera, quien asintió una vez.

Al ver la actitud por completo culpable y secretista de esos dos, Levi arqueó una negra ceja interrogativa y las preguntó:

—¿Cómo que no puede verse? Si yo claramente he podido-

—Porque eres uno de nosotros —lo atajó Gabi, con petulante seguridad infantil—. El viento se lo contó a Udo, y por eso él los trajo hacia nosotros, ya que decidimos confiar en ustedes; en ti. Erdia corre por tu sangre, podemos sentirlo y tú puedes verlo. Pronto, antes de lo que esperas, será tu despertar.

Las palabras de la niña al decirle aquello estaban llenas de alegría, como si esa revelación fuese algo por lo que sentirse intensamente satisfecho, y tal vez lo fuese, tuvo que reconocer Levi; no obstante, en lo único que él pudo pensar mientras sus dedos recorrían su propia muñeca, todavía sin marca alguna, fue en qué clase de locura era aquella, y en cuanto más lo cambiaría ese viaje, ese reino, esa joya y el muchacho de ojos verdes que estaba absolutamente determinado a salvar.

 

——o——

 

Sintiendo la euforia correr por sus venas como un ansiado llamado, más feliz de lo que había estado en mucho tiempo, él caminó por la estrecha escalera de piedra que llevaba a la torre oeste del palacio; la torre más alta y la más alejada de todo; aquella desde la cual se podía apreciar no solo el vasto cielo nocturno, sino que también la amplia extensión de los terrenos reales bajo sus pies y buena parte de las afueras de Liberio, así como mucho más allá, tan lejos que el mar oscurecido de la primera hora de la noche era una inmensa sombra inabarcable, la cual reflejaba el más profundo de sus deseos: todo aquello que deseaba conquistar.

El eco de sus pasos resonó ronco y monótono contra las gruesas paredes de piedra, pero el saberse solo fue, de cierta manera, tranquilizador. Tal vez por ese motivo —y a pesar de las innumerables advertencias que había recibido para que no lo hiciese—, desde que era apenas un niño escapó hacia ese lugar a la menor oportunidad. Verla a ella siempre le daba paz y lo hacía sentir más él mismo; además, nuevamente necesitaba su ayuda, como tantas otras veces.

En verdad, se dijo, su padre había sido un completo estúpido al desperdiciar la oportunidad que la vida había preparado tan cuidadosamente para ofrecerle. Un error que él no cometería.

La puerta de la habitación de la torre se hallaba entornada como casi siempre que él iba, por lo que no anunció su llegada y simplemente ingresó; de seguro ella ya estaría esperando por su visita.

A pesar de las muchas veces que le había insistido a esta para acondicionar aquellas estancias y volverlas mucho más cómodas, todo dentro de aquella habitación —de fríos muros de piedra desgastados por el paso de los años— seguía siendo totalmente austero y simple, con apenas una cama al centro del cuarto principal y un sencillo tocador de espejo con los utensilios mínimos para el cuidado personal. Una pesada tina de blanca porcelana y patas de bronce se escondía tras un biombo de oscura madera labrada, posicionándose a un costado de la chimenea encendida, siendo esta la única concesión a la vanidad que se había dado su dueña.

Aun así, al entrar en la habitación adyacente, como siempre la austeridad anterior dio paso a un completo caos. Pliegos de papel se extendían sobre la alargada mesa de caoba sujetos bajo pesados tomos de libros, todos ellos llenos de extrañas anotaciones y manchas de tinta por doquier. Mapas astrológicos, así como astrolabios y sextantes, se desperdigaban por todo el cuarto sin orden alguno, mientras que los estantes de libros —que se aferraban a las vetustas paredes— parecían haber sido asaltados recientemente.

Sonriendo con resignación ante aquel desorden, él supuso que ella habría estado trabajando hasta hacía poco allí, antes de que seguramente otra cosa llamase su atención y dejara todo olvidado.

Buscando con la mirada a la dueña de aquel desastre, la encontró de pie al borde del balcón, pareciendo casi un cuervo con su largo cabello oscuro y sus negras faldas revoloteando a su alrededor a causa del viento. Tan severa como la noche sin luna y los terribles secretos, e igual de atrayente y peligrosa.

Al oírlo llegar, apartó la mirada de su telescopio y volvió el rostro para verlo con ojillos afilados y rictus serio. Girándose con la suave gracia de una bailarina, esta juntó recatadamente ambas manos sobre su vientre y se inclinó para hacer una ligera reverencia, sin importarle ni un poco que un paso en falso la despeñaría desde una altura imposible.

—Su majestad; mi rey. ¿A que debo el placer de su visita? —preguntó ella con una voz clara y suave cuando él tendió una mano en su dirección para ayudarla a bajar, la cual aceptó, quedando así frente a frente.

—¿No lo sabes ya, acaso? ¿No te lo han dicho esas estrellas tuyas?

La sonrisa de la mujer fue mesurada, casi imperceptible en su rostro tan pálido como la luna; aun así, un ligero atisbo de ardiente locura se reflejó en ellos y Willy no pudo más que sentirse infinitamente satisfecho. Amaba eso de ella.

—Creo que lo que ellas me han dicho te resultará mucho más que satisfactorio, querido hermano. ¡Él finalmente ha regresado; por fin viene a reclamar lo que le pertenece! La maldición de la Joya está a punto de romperse.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes han llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo resultase de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él, sobre todo por lo mucho que demoró.

Y ahora, comenzaré a disculparme.

En primer lugar me disculpo por la enorme demora de este capítulo, ya que ha tenido tres meses de espera desde su última actualización; demasiado tiempo incluso para mí y mi lentitud. Lamentablemente, a principios de septiembre contraje covid y durante un mes completo quedé fuera de combate, y como durante octubre ya tenía planificado desde antes el participar en el Ererictober de este año, me pasé otro mes completo sumida solo en las actualizaciones diarias de esa historia. Es por eso que solo ahora comienzo a retomar de nuevo con todas las demás historia, confiando en volver a la normalidad lo más pronto posible.

La segunda disculpa, es porque a pesar de lo mucho que dije que en este capítulo Eren y Levi se reunirían, eso no se cumplió. Lamentablemente el capítulo de principio a fin resultó muy, muy largo, más de cuarenta páginas, y tras el mes de actualizaciones diarias que mi beta y yo hemos tenido, ninguna estaba de ánimos para corregir tanto, así que una vez más parto el capítulo en dos partes. Lo bueno, es que en la siguiente actualización ambos muchachos ya se van a reunir sí o sí, ¡al fin!

Y la tercera disculpa, es por no hacer un resumen del capítulo anterior como había dicho antes que haría, pero realmente deseaba poder sacar este capítulo hoy, y en mi país ya es bastante tarde, así que preferí sacrificarlo esta vez y traerles el capítulo nuevo, que es lo que pienso en verdad esperan. Ya para la siguiente actualización confío en que pueda ser.

Por lo demás, solo espero que el capítulo les gustase, sobre todo porque tuvo muchos personajes nuevos. Gabi, Falco y su grupo, así como Willy Tybur y su hermana. ¡Este grupo se va haciendo cada vez más enorme! Y lamento mucho que esta vez a Eren y Levi les tocase estar separados todo el capítulo, pero prometo que una vez se reúnan, compensará.

Por otro lado, para los lectores de Fanfiction.net que lo han pasado tan mal estos últimos días debido a lo inestable que están las actualizaciones en la plataforma, haciendo desaparecer los capítulos a cada rato, les recuerdo que igualmente pueden leerlos en las otras plataformas donde publico; Wattpad, Amor Yaoi y AO3, siendo estas dos últimas donde pueden leerlos sin necesitar de una cuenta.

Para quienes leen el resto de mis historia, aviso que como ya estoy de regreso, intentaré que sea un mes productivo, así que entre viernes y lunes habrá actualización de In Focus, finalmente, y para el domingo una nueva historia para el fandom de SnK tomando los temas de la ErerirenWeek de este mes, la cual será de ocho capítulo cortos y se actualizará semanalmente. Luego de eso, la siguiente actualización es para Anonymous, también al fin, jaja.

Igualmente, respecto a mi atraso en responder mensajes, pido un poquito más de paciencia. Durante esta semana intentaré irme poniendo al día con todos, pero llevo un poco de atraso y la universidad no ayuda, además de que quiero priorizar las actualizaciones lo más posible; pero, como siempre, todo se responderá. Ya saben, lento pero seguro.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos en estos tiempos complicados.

 

Tessa.


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