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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 1:

TRAMPA

 

El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos.

(Nicolás Maquiavelo, El Príncipe)

 

 

El pesado y acuoso repiqueteo de las suelas de las botas al pisar en los húmedos charcos era, para Levi, la señal más clara de que sus perseguidores estaban cerca, demasiado cerca; otra vez.

Esquivando sin mucho cuidado a un par de borrachos que le soltaron una retahíla de maldiciones e insultos, se coló en un callejón oscuro y maloliente, tan estrecho que incluso él, con su metro sesenta y su complexión menuda, tuvo dificultades para maniobrar allí, chocándose cada tanto con la basura acumulada, resbalando un par de veces en el pegajoso suelo y logrando que incluso su blanca camisa quedara hecha un asco, una putada. Por lo menos esperaba que aquello bastara para disuadir también a sus ansiosos captores o retenerlos el tiempo suficiente para que pudiese pensar en algún plan.

Joder. Debía encontrar cuanto antes a Farlan e Isabel y largarse de allí de una puta vez.

Tal y como esperaba, cuando llegó al otro lado de la calle estaba solo. Valiéndose de la oportunidad que se le presentaba, Levi rápidamente se camufló entre un alegre y exaltado grupo de trabajadores que aprovechaban las horas de la noche para visitar la zona de cantinas y prostíbulos diseminados por la parte subterránea de la capital y quienes ni siquiera le prestaron atención. Acostumbrado ya a aquello, bajó la acerada mirada gris al piso, se apartó de la sudada frente el corto y lacio cabello negro y encorvó un poco los hombros al meterse las manos en los bolsillos del oscuro pantalón gris; una mueca de asco curvó sus labios al percatarse de que sus botas, negras y altas hasta las rodillas, estaban completamente manchadas de lodo y seguramente de alguna otra porquería más. Intentando obviar la repugnancia que sentía, se envolvió un poco más en su maltrecha capa gris aunque se dejó la cabeza al descubierto, sabedor de que aquello terminaría por llamar más la atención sobre él.

Maldición.

Cuando el día anterior acabó por aceptar aquel encargo del demonio, se suponía que aquella noche sería como cualquier otra; otro trabajo rutinario para él y su grupo, otro hurto sin mayores complicaciones, nada que necesitara preparación previa. Algo tan simple como ingresar en casa de uno de los ancianos y ricos miembros del Consejo Real y robar la última acta redactada en la reunión de esa misma mañana, la cual, al parecer, contenía información importante que no debía llegar a oídos del monarca. Tan fácil y sencillo como entrar, sustraer y desaparecer, como hacían siempre.

Pero claro, no había sido así. Nada más llegar al sitio del atraco se encontraron rodeados por una docena de guardias pertenecientes a la milicia del rey y, sin tener un plan alternativo, sus compañeros y él acabaron huyendo de allí para intentar salvar la vida.

¿Por qué mierda no hizo caso a su instinto?, se preguntó Levi enfadado consigo mismo. Si no se hubiese confiado de aquel modo…

Su contratador, Keith Shadis, era un veterano de la Guardia Real que estaba al mando de una de las ramas a cargo de la protección directa de Su Majestad; un hombre dedicado en cuerpo y alma a su trabajo que jamás se vio involucrado en el tipo de crímenes que se desarrollaban en los bajos fondos. Shadis, a todas luces, era un soldado de elite, de aquellos que nunca tendrían que haberle dado problemas a él ni a sus amigos ya que, ¿qué importancia tenían unos simples delincuentes cuando la seguridad del rey era lo primordial?

Por eso a Levi le pareció extraño cuando se enteró, por boca de algunos de sus informantes, que aquel sujeto lo buscaba para hacer negocios. Durante tres noches Shadis vagó por aquel miserable rincón de la ciudad esperando dar con él, pero Levi siempre lo evitó, seguro de que aquel hombre no traería más que problemas; no obstante, este era listo como un zorro y fue así como finalmente Isabel, su protegida de diecisiete años, acabó cayendo en las garras de aquel malnacido como rehén. Una maldita treta que lo obligó a aceptar hablar con ese hombre a pesar de no querer hacerlo. El comienzo de su desgracia.

Su primera reunión con Shadis fue tensa y difícil, demasiado cargada con el resentimiento de pertenecer a dos partes tan diametralmente opuestas de la población de Mitras y al mismo tiempo minada por la captura de la chica, a pesar de que nada más llegar al sitio del encuentro el hombre dejó que Isabel se reuniera con él y Farlan en un acto para demostrar su buena fe.

Shadis les planteó su petición como una tarea de vital trascendencia para el bienestar del reino de Paradis e insistió en que aquel trabajo era de suma importancia para lograr desbaratar a una red de subversivos que amenazaban con derrocar al rey, argumentando que estaban con el tiempo en contra y que ellos eran los únicos a quienes podía encargarles algo así ya que, su fama de excepcionales ladrones en la ciudad los precedía y todos en el bajo mundo decían que ellos eran, sin duda, los mejores.

Aunque a Levi le interesaba bastante poco lo que las malditas autoridades hicieran mientras tuviese un techo decente y caliente bajo el cual dormir y alimento suficiente para llenar su estómago, de igual modo oyó la petición del hombre; no obstante, en cuanto escuchó hablar del exorbitante pago que este les prometía, se apresuró a rechazarla de inmediato. Su instinto le advertía que ningún trabajo, por muy complicado que fuese, podría tener un beneficio tan enorme.

Aquello solo podía significar una cosa: trampa.

Por supuesto Shadis no se dio por vencido tan fácil e insistió una vez más, no solo ofreciéndole en esa ocasión una considerable suma de dinero por su trabajo, sino que también la amnistía por sus delitos, los cuales, no eran pocos. Un pago suficiente para poder salir finalmente de Mitras y viajar a las afueras del reino, a ciudades tan apartadas como Shiganshina o Karanese donde su pasado ya no importaría, donde quizá podrían conseguir un terreno apto para la agricultura, construir una casa y comenzar desde cero con la vida que siempre habían soñado. Una oferta tentadora, demasiado, y eso inquietó a Levi que, al ser desconfiado por naturaleza, rechazaba todo aquello que parecía no conllevar esfuerzo alguno.

Pero fue entonces que Isabel pareció ilusionarse, ilusionarse de verdad; mirándolos a ambos con el aniñado rostro brillante de incrédula alegría y los enormes ojos verdes cargados de esperanza.

Aun así, Levi supo que, aunque le rompiera el corazón a la chica, debía negarse por la seguridad de los tres, por el bien mayor para su grupo; sin embargo, en esa ocasión resultó ser Farlan quien lo detuvo. Llevándolo a aparte, su mejor amigo y compañero le pidió sopesar la petición una vez más, por ellos y su futuro pero, sobre todo, por Isabel. Le suplicó que lo reconsiderara por Isabel, y él, débil ante aquello, terminó por hacer a un lado sus miedos y acabó aceptando.

Y ahora estaban pagando el precio.

Tch, que se jodiera Farlan y su estupidez, y él mismo de paso por ser tan idiota y caer en sus manipulaciones emocionales. Debería haber hecho caso a su maldito instinto de supervivencia y haberse largado de allí en cuanto presintió la primera señal de peligro.

Por supuesto que Shadis nunca pensó en cumplir su parte del trato. Aquel elaborado plan simplemente fue una espléndida red de engaños tejida para poder capturarlos como viles alimañas.

Una auténtica mierda.

Levi acababa de dar la vuelta a la esquina cuando oyó los gritos de algunos hombres al reconocerlo y eso lo alertó de que su pequeño tiempo de descanso llegaba a su fin. Levantó la cabeza lo suficiente para observar lo que ocurría y un gesto de fastidio se dibujó en su pálido rostro de delicadas facciones cuando percibió el revuelo que los malditos guardias estaban provocando en las calles; hastío que fue remplazado por el terror cuándo la menuda figura de Isabel, ataviada con un largo blusón amarillo oscuro ajustado a su menuda figura por un cinturón y pantalones de tono marrón, entró en su campo de visión, corriendo desesperada hacia él hasta llegar a su lado.

—¡Hermano! —le dijo ella con voz jadeante y el suavemente moreno rostro enrojecido por el esfuerzo. El sudor le pegaba mechones del rojizo y alborotado cabello a la frente y sus verdes y enormes ojos lo miraban un poco enloquecidos—. ¡Están por todos lados! ¡Me he separado de Farlan hace unos pocos minutos y no he podido encontrarlo!

—Tch, mierda —farfulló Levi al tiempo que la sujetaba de la mano y la arrastraba sin mucho esfuerzo tras de sí entre los laberinticos rincones de aquella temible zona de la ciudad; aquel miserable distrito de pobreza y corrupción donde se reunía la escoria de la sociedad y al que ellos llamaban hogar—. Primero salgamos de aquí y luego ya pensaremos en algo. ¡Maldita sea!

Desesperado y furioso, con el miedo circulando pesado y frío como el plomo por sus venas y llenándole la boca de su regusto metálico, Levi siguió corriendo, intentando mantener la calma e ignorando sus pensamientos más pesimistas. Era consciente de cuál sería el castigo si los atrapaban: la horca. ¿Acaso no era ese el escarmiento justo para los delincuentes como ellos? Pero él preferiría mil veces morir luchando antes que convertirse en un jodido espectáculo para el maldito pueblo.

Tenía que encontrar a Farlan a como diese lugar y debía proteger a Isabel; aquellas, se dijo, eran sus prioridades en aquel momento. Tenía que centrarse.

A pesar de que la chica no decía nada y lo seguía con obediencia, Levi podía notar lo asustada que ella estaba al sentir el leve temblor de su mano aprisionada bajo la suya y al oír la rapidez superficial de su respiración acelerada. Le hubiese gustado poder detenerse aunque fuese unos pocos minutos para intentar reconfortarla y asegurarle que nada pasaba, que todo estaría bien, pero no tenían tiempo. Se estaban moviendo rápido, pero sus captores también lo hacían.

Un suspiro de alivio escapó de sus labios cuando El Gato Azul apareció frente a sus ojos. El frecuentado bar y prostíbulo era otro de aquellos espantosos establecimientos de tres plantas de desgastadas paredes adoquinadas en piedra gris con pequeñas ventanas eternamente sucias de las que escapaba la luz mortecina del interior junto a las risas y los gritos de sus clientes. Sobre la puerta abierta destacaba la imagen de un gato pintado en azul claro que se estiraba lánguidamente, casi de forma sugerente, sobre el fondo blanco del cartel junto al nombre del local. Como la gran parte de los negocios de esa zona, este se mantenía abierto hasta altas horas de la madrugada y siempre estaba abarrotado de gente; un lugar perfecto para esconderse como ellos ya lo habían hecho en más de una ocasión por un precio justo.

Carly Stratmann, dueña y regenta del local, estaba de pie a la entrada fumando un cigarrillo mientras platicaba y reía con un par de clientes. A sus casi treinta años, la mujer no solo era hermosa y llamativa, sino que también gracias a su gran inteligencia acabó por convertirse en una de las mejores comerciantes del lugar y su negocio era uno de los más bullentes del sector.

Nada más ver aparecer a Levi, una sonrisa coqueta adornó sus labios pintados de carmín y, dejando sin miramiento alguno a sus admiradores, se acercó hacia donde ellos se encontraban.

—Vaya, Levi, que sorpresa —le dijo con su habitual tono desenfadado y cadencioso mientras dejaba caer el cigarrillo sin acabar a sus pies y lo apagaba con la puntera de su rojo zapato de tacón, llamando deliberadamente su atención hacia el delgado tobillo apenas visible bajo la ancha tela del faldón del mismo color—. ¿Has decidido que aceptarás finalmente mi invitación para que nos divirtamos un rato? Sabes que no te cobraría nada, cariño.

Oyó a Isabel soltar un bufido de disgusto a sus espaldas y, sin necesidad de volverse a verla, estaba seguro de que sus verdes ojos estarían lanzando puñales de odio a la dueña del bar, tal cual gata erizada.

—Gracias. Pero nuevamente rechazaré tu invitación —soltó sin mucha amabilidad, intentando dejarle claro que, por muy hermosa que ella fuera, no estaba realmente interesado en su oferta. No cuando…

—Bueno, será para otro día entonces —lo cortó Carly haciendo un mohín con sus rojos labios que, en vez de jugarle en contra, solo sirvió para enfatizar sus bonitos y delicados rasgos. Ella le guiñó uno de sus castaños ojos con coquetería, apartando con descaro tras sus hombros su larga y ondulada cabellera castaño rojiza para dejar a la vista su exuberante delantera que el bajo escote del vestido escarlata que llevaba esa noche apenas y servía para dejar algo a la imaginación—. Sabes que siempre eres bien recibido en mi local… y que haría cualquier cosa por ti, Levi.

Y eso, se dijo, era lo que él necesitaba oír.

—Entonces… voy a pedirte un favor. Me aseguraré de pagártelo adecuadamente luego —prometió de manera sugestiva a esta, notando como la mano de Isabel se apretaba a la suya con total indignación. Podía sentir como las cortas uñas de la chica se enterraban en su palma casi hasta hacerle sangre.

Al escuchar su propuesta, los ojos de Carly se abrieron de la sorpresa y una sonrisa, mucho más sincera, asomó a sus labios. Levi se sintió como un bastardo por utilizarla de aquel modo, pero no tenía más opción. No en ese momento por lo menos. La vida en aquel sitio siempre era dura y los sacrificios a veces eran necesarios si se quería sobrevivir en el bajo mundo.

—Pide —fue la respuesta de ella y antes de que pudiese arrepentirse de sellar aquel trato, acercó a Isabel hacia adelante y prácticamente la lanzó a los brazos de la otra mujer.

Ambas lo miraron asombradas y confusas. Carly sin comprender lo que pasaba e Isabel con sus enormes ojos llenos de lágrimas de miedo e indignación.

—Escóndela y caída de ella hasta que regrese. Estamos metidos en problemas y necesito localizar a Farlan antes de que las cosas se compliquen más —le explicó con rapidez.

—¿Quiénes son esta vez? ¿Nuevamente el grupo de Wayne? —le preguntó esta.

Levi negó con un gesto.

—La Guardia Real —soltó, logrando que los ojos castaños de esta se llenaran de terror

—¿En qué demonios te has metido esta vez, Levi?

—Es una larga historia, Carly. Te lo contaré luego. Cuida a Isabel, por favor. Vendré a buscarla más tarde.

—¡Hermano, no! ¡No! ¡Puedo ser de ayuda, lo prometo! ¡No me dejes aquí! —protestó ella desesperada, intentando acercársele otra vez; pero Carly era una mujer fuerte y más alta que Isabel, por lo que rápidamente la sujetó entre sus brazos, inmovilizándola. No obstante, la chica, salvaje como era, le lanzó un mordisco al brazo derecho del que la dueña del local logró escapar a tiempo, soltándola con disgusto.

—¡Maldita mocosa del demonio! —espetó la mujer mirando a la muchacha con asqueado rencor—. Deberías deshacerte de ella, cariño. Es una pésima adquisición.

Tras sentirse otra vez libre, Isabel le enseñó los dientes a Carly, rabiosa, y de inmediato corrió al lado de Levi para impedir que él se fuera. Estrujando entre sus pequeños puños la tela de la blanca camisa que llevaba arremangada hasta los codos, lo miró suplicante, como si de ese modo pudiese evitar que la apartase.

Parecía tan desesperada…

—Mierda, Isabel —soltó en un murmullo doloroso y, dejando de lado las precauciones y su habitual distanciamiento y frialdad, la sujetó por los hombros para posar su frente sobre la de ella, mirándola a los ojos. Dejando que su gris mirada vagara y se perdiera por el verde bosque de aquellos iris—. Oi, no me hagas esto, ¿quieres? No puedo cuidar de ti y de mí en este momento; no con aquellos malditos guardias encima de nosotros y con Farlan desaparecido —explicó—. Mientras más tarde en encontrarlo, peor pueden resultar las cosas. Por favor, quédate aquí esta vez. No discutas, no luches. Vendré a buscarte pronto, te lo prometo.

Un par de solitarias lágrimas escaparon de los ojos de esta pero su rostro se mantuvo estoico, como si comprendiera que aquella también era su lucha. Que su espera y obediencia serían su mayor aporte a una causa mayor.

—¿Realmente vendrás a buscarme? —preguntó ella con apenas un hilillo de voz.

—¿He roto mis promesas alguna vez? —le preguntó él con una vaga sonrisa de suficiencia. Los ojos de Isabel, todavía un poco brillantes por las lágrimas contenidas, se iluminaron de alegría.

—Nunca —le dijo con seguridad.

—Entonces no hay nada de lo que preocuparse. —Levi se apartó de la chica y estiró una mano para revolver el desordenado cabello rojizo de esta, tirando de manera juguetona una de sus cortas y desprolijas coletas y ganándose una mirada de enfado de su parte.

Al levantar la vista se encontró con los ojos de Carly fijos y escrutadores sobre ellos, una expresión de total concentración en su bello rostro que rápidamente fue sustituida por su habitual sonrisa coqueta y un brillo juguetón en la mirada, la cual le decía abiertamente que estaba al tanto de su secreto.

¡Joder!

—Te la encargo —fue todo lo que dijo, dirigiéndose a la mujer, antes de dar media vuelta y marcharse a toda prisa de allí.

Oyó a Isabel llamarlo una última vez pero no se permitió la tentación de volver a mirarla. Necesitaba la cabeza clara, necesitaba enfocarse en hallar a Farlan o ayudarlo si este estaba metido en problemas. No podía desconcentrarse pensando en la chica; además, ella estaría bien. A pesar de todo, confiaba en Carly y sabía que la dueña del local la cuidaría.

Además, debía darse prisa, se recordó Levi. Tenía una promesa que cumplir.

 

——o——

 

Eran nueve en total; quizás unos pocos más, aunque no podía estar seguro del todo. Cinco de ellos se movían a plena vista y los otros cuatro se camuflaban en las sombras de los callejones laterales, esperando, seguramente, a que él hiciera acto de presencia.

Que cabrones, pensó con fastidio Levi. ¿Necesitaban tantos soldados solo para apresarlo a él? Que se jodiera toda la Guardia Real y su maldito monarca incluido.

Desde el tejado bajo en el que se hallaba escondido tenía una perspectiva privilegiada y perfecta de la pequeña plazoleta adoquinada, circundada por modestas viviendas de una planta, y de los hombres que se encontraban allí. Farlan estaba de rodillas en el suelo casi al centro de esta junto a la borboteante fuente de agua, con las manos atadas tras la espalda y el oscuro cabello rubio hecho un desastre, al igual que la camisa amarilla que lucía rasgada y ensangrentada y los embarrados pantalones marrones; la imagen de su amigo para nada se semejaba a la que este habitualmente presentaba, siempre pulcro y bien arreglado.

Un hilillo de sangre bajaba por la comisura de los labios del chico hasta su barbilla, como si lo hubiesen golpeado recientemente, algo que Levi creía más que probable. A sus veinticinco años, Farlan Church era uno de los hombres más inteligentes y vivaces que él había conocido, pero también uno de los más sarcásticos e hiriente si se lo proponía. Estaba seguro de que en cuestión de segundos este había sacado de quicio a alguno de aquellos quisquillosos hombres y acabó por ganarse una paliza. Aun así, el brillo combativo en sus ojos celestes dejaba clarísimo que el chico aún no se daba por vencido.

Otra rápida inspección le bastó a Levi para hacerse una idea más precisa de su posición y comenzar a elaborar un plan. No sería fácil luchar contra todos aquellos hombres y salir de allí ileso junto a su amigo, pero tampoco era del todo imposible. En el pasado, en más de una ocasión se halló metido en situaciones peores y, de momento, seguía vivo; aunque debía reconocer que veinticuatro años no era una vida demasiado larga de la que presumir. Si se daba prisa en actuar y pillaba a los guardias desprevenidos tendría mejores posibilidades y, si lograba enfrentarlos cuerpo a cuerpo, con su agilidad natural y su destreza en la lucha con cuchillos, podría salir victorioso. Solo debía acercarse lo suficiente sin ser detectado para poder liberar a Farlan y luego, entre ambos quizá, podrían encargarse del resto. Pero antes, necesitaba una distracción.

De inmediato una desquiciada idea comenzó a tomar forma en su cabeza, encajando poco a poco las piezas de aquel plan.

Intentando ser lo más cuidadoso posible, descendió de su escondite y se camufló entre las sombras hasta llegar al pequeño tenderete de frutas y verduras en la calle aledaña que atendía un pobre anciano. Luego de una larga y tediosa negociación, en la que él estuvo a muy poco de perder la paciencia, este finalmente decidió venderle su carretilla por un precio irrisorio que Levi accedió a pagar de todos modos. El resto de los materiales necesarios fueron más fáciles de conseguir y mucho menos costosos, por lo que, casi una hora después, estaba listo para ponerlo todo en marcha.

El ruidoso avance de la carretilla corriendo sola y descontrolada gracias al impulso de una de las calles inclinadas sorprendió un poco a los militares, poniéndolos en alerta de inmediato; obligándolos a desenvainar sus espadas y a cerrar un circulo todavía más estrecho en torno a su prisionero y rehén. Sabían que Levi vendría por su amigo y estaban esperando su ataque; sin embargo, lo que no tenían previsto fue la explosión. Una detonación tras otra que generó una espesa nube de humo gracias a la pólvora y la paja, y una lluvia de esquirlas de fuego producto de las llamas avivadas por el alcohol.

Cubriéndose lo mejor que pudo con su capa gris previamente empapada, Levi echó a correr, amparándose en la poca visibilidad producida por la espesa nube de humo y dejándose guiar solamente por su instinto innato. Una cacofonía de toses difícilmente controladas y gritos de advertencia y enfado convirtieron el anterior silencio en un recuerdo. Levantando un brazo a la altura de su rostro, utilizó la tela mojada para cubrir su boca y nariz y así evitar inspirar el aire viciado y ardiente, pero de todos modos notó una punzada de dolor cuando una pequeña brasa caliente se posó sobre su frente, quemándolo.

A medida que se acercaba a la zona céntrica de la plazoleta, Levi entrecerró los ojos y se concentró lo mejor posible en localizar a su amigo.

El primer atacante lo pilló por sorpresa, apareciendo entre el humo casi frente a él y mirándolo con ojos enloquecidos a causa de la rabia y, seguramente, el dolor que le provocaba la fea quemadura que presentaba en el brazo izquierdo, producto de la explosión. Por supuesto este lo reconoció de inmediato, pero antes de que pudiese siguiera blandir su espada contra él, Levi le asestó una feroz patada en el costado, notando como se quebraban y hundían las costillas del hombre bajo su golpe antes de verlo caer a sus pies, revolcándose de dolor en el suelo.

La segunda vez en cambio, no tuvo tanta suerte. Su contrincante en aquella ocasión no estaba previamente herido y era hábil con la espada, obligándolo a retroceder en más de un momento y maldiciendo la poca visibilidad que él mismo había provocado. Levi necesitaba acortar las distancias para poder atacarlo, no obstante, este no cedía. Fue solo tras decidirse a salir herido que logró acercarse lo suficiente al guardia para enterrarle con saña el puñal en el muslo izquierdo, desestabilizándolo lo suficiente para poder asestarle un corte limpio en el hombro derecho para obligarle a soltar la espada y que no pudiese luchar más.

Tragándose el dolor lo mejor que pudo, Levi hizo presión con su blanca camisa sobre el feo corte que tenía al lado izquierdo, a la altura de las costillas. Un siseo escapó de sus labios al sentir el escozor producido por la tela al rozar la herida, sin embargo no contaba con el tiempo necesario para tratarla.

Al percatarse de que los gritos de los guardias se oían cada vez más cerca y que la cortina de humo comenzaba a disiparse, empezó a preocuparse. Tenía que encontrar a su amigo ya o todo aquello no habría servido para nada.

Una inyección de adrenalina invadió sus venas al vislumbrar la alta figura de Farlan, encorvado sobre el suelo y tosiendo desesperado, mientras que un rubio guardia de corta perilla y bigote y expresión taciturna intentaba ponerlo de pie para sacarlo de allí, aunque sin mucho éxito ya que, al parecer, este también lo estaba pasando bastante mal con la humareda.

La carrera que Levi tomó fue corta pero efectiva y, dando un salto, ganó la altura suficiente para poder golpear con fuerza brutal al alto soldado en la sien izquierda con la empuñadura del cuchillo que portaba, viendo como el hombre se desplomaba medio inconsciente a sus pies. De inmediato corrió al lado de su amigo y se arrodilló junto a él, cortando las cuerdas con rapidez y eficacia; cubriéndolo luego con su húmeda capa para ayudarlo a respirar.

—Cof, cof… Y-ya me imaginaba que el gran Levi… cof, cof, cof… no podría hacer una entrada aburrida —le dijo Farlan con voz enronquecida y rasposa a causa del humo; sus ojos celestes estaban enrojecidos y lagrimeaban un poco a causa del irritante calor. Durante unos breves segundos de debilidad, su amigo dejó reposar su cabeza sobre el pecho de Levi, un gesto de agotamiento y confianza que le permitió y se permitió. Él también estaba aliviado por haberlo encontrado—. Demonios, que bastardo eres, Ackerman, cof, cof… Un maldito bastardo inteligente.

—Tch, deja de decir mierda y larguémonos de aquí, Church. Solo he podido librarme de tres tipos antes de llegar a ti y por lo menos hay otros seis dando vueltas por allí; además, el condenado humo está comenzando a disiparse y uno de esos cabrones ha logrado cortarme —le explicó mientras lo ayudaba a ponerse en pie. Al ver el gesto de preocupación del otro, negó con un gesto—. No es grave, pero duele como el demonio. Vamos.

—¿Isabel? —indagó Farlan mientras se dirigían a toda prisa hacia los edificios más altos que estaban tras las viviendas afectadas y que era donde ellos solían esconderse la mayor parte de las veces tras algunas persecuciones.

—Con Carly —respondió Levi, calmando así la ansiedad del otro—. En El Gato Azul estará segura de momento.

—Si es que Isabel no intenta arrancarle los ojos a esa mujer. Ya sabes cómo se pone cada vez que Carly se te insinúa.

Levi chasqueó la lengua en señal de desaprobación, pero no pudo evitar que algo dentro de él se alegrara un poco, aunque fuese un poquito por ello.

Oh, diablos, en verdad era un idiota.

Casi justo a tiempo, como si su buena suerte todavía no se hubiese agotado del todo, ambos lograron escapar de la plazoleta en el mismo instante en que una débil ventisca nocturna se coló entre las maltrechas casas arrastrando con ella los últimos vestigios del humo, permitiéndoles así ver el desastre generado tras la explosión.

No fue una destrucción enorme, pensó Levi en un intento de mitigar parte de la culpa que sentía, pero sí lo suficientemente dañina para haber arruinado la pequeña fuente central, logrando que el agua de esta se desparramara por todos lados, convirtiendo las calles aledañas en pequeños ríos, y para que algunos chamuscados adoquines del suelo hubiesen saltado incrustándose en los muros más cercanos o rompieran los vidrios de las viviendas próximas. No obstante, su mayor alivio fue el comprobar que, aparte de los guardias, no se apreciaban más heridos. Odiaba cuando inocentes se veían atrapados en aquellas escaramuzas.

El trayecto de regreso hacia el bar lo hicieron a través de los tejados en vez de utilizar las callejuelas. Aquellos recovecos eran usados habitualmente por contrabandistas y traficantes, pero hacía tiempo que Levi y su grupo habían aprendido a moverse por estos como si fuesen ellos mismos quienes los hubieran construido. Diez años en esa clase de vida delictual solían tener ese efecto en los hombres.

Farlan, todavía bastante adolorido por la paliza y algo aturdido por el humo inhalado, obligó a Levi a detenerse unos pocos minutos para poder vendar su herida con un par de los destrozados jirones de su camisa amarilla y así detener el sangrado que, a pesar de no ser abundante, seguía escurriendo sin parar.

Joder, seguramente necesitaría una sutura.

Ya eran cerca de las tres de la madrugada cuando volvieron a ponerse en marcha, casi cuatro horas después del comienzo de aquel desastre. Su amigo, ya con mucho mejor semblante, comenzó a explicarle a Levi que lo habían capturado poco después de que Isabel se reuniera con él, ya que prefirió usarse como carnada y así darle tiempo a esta de huir, consciente de que de los tres, la chica era la presa más fácil y que ambos tendrían más facilidad de arreglárselas por su cuenta. El chico parecía bastante compungido por lo ocurrido, a sabiendas de que gran parte de la culpa del problema en que se encontraban ahora era suya. Si Farlan no hubiese insistido en que aceptasen ese trabajo, nada de aquel desastre habría ocurrido.

Pero, ¿de que servían las culpas en ese momento?, se preguntó Levi. De nada. Lo único que les quedaba por hacer era buscar soluciones; y rápido.

—De nada sirve que nos preocupemos ahora por eso —le dijo con firmeza a su amigo, lanzándole una fría mirada para que se centrara de una vez y dejara de culparse—. Nos la jugaron y punto. Ahora solo tenemos que ir en busca de Isabel y pensar en lo que haremos.

—Podríamos escondernos durante un tiempo —sugirió Farlan, tirando con nerviosismo del largo mechón de cabello rubio que caía al centro de su apuesto y, ahora, maltrecho rostro—. No sería la primera vez que lo hacemos.

—Pero no de los militares —acotó Levi, y nuevamente el malestar que sintió desde un comienzo anidó en su pecho junto a las dudas—. Por más que lo pienso, no comprendo el verdadero motivo de Shadis para tendernos esta trampa. Si querían capturarnos no era necesario elaborar todo ese estúpido plan. Hubiese sido más fácil apresarnos en otro momento. No sé, algo en esta historia no me gusta, Farlan.

—Entonces larguémonos de la ciudad —soltó este con aquella seguridad total que en muchas ocasiones lograba que Levi creyera en imposibles. Una sonrisa ladeada asomó a los labios de su amigo al percatarse de su expresión de incredulidad.

—No lo dices en serio.

—¡Claro que sí! —insistió el chico mientras doblaban la esquina que llevaba al local de Carly—. Tenemos dinero ahorrado, Levi. Quizá no demasiado, pero sí lo suficiente para salir de aquí. ¡Podemos ir a Shiganshina! ¡Podemos comenzar de nuevo! Nada nos ata aquí, viejo amigo. Cambiemos nuestros nombres, nuestro pasado. Olvidémonos de esta maldita ciudad y todo lo que eso conlleva. Piensa en Isabel. Piensa en lo que siempre has querido…

Las palabras y la sonrisa de Farlan murieron en sus labios al mismo tiempo que sus celestes ojos se abrían con horror. Una máscara de incredulidad cubrió su rostro en apenas unos segundos.

Levi, siguiendo de inmediato la mirada de este, notó el mismo miedo atenazándole las entrañas. Terror y furia.

Sí, su vida era una mierda y la suerte nunca estaba de su lado.

—Vaya, así que finalmente el gran Levi Ackerman se digna a aparecer —murmuró el alto y fornido hombre rubio que estaba apoyado, con los brazos cruzados sobre el amplio pecho, en la jamba de la puerta del local de Carly, ahora por completo vacío y en silencio. Sus ojos azules, bajo aquellas espesas cejas un poco más oscuras que su cabello, lucían serios y fieros—. «El hombre más fuerte», ¿no es así como suelen llamarte por aquí?

Levi torció los labios al oír aquel odioso apodo. Lo detestaba, y más aún al escucharlo en boca de aquel arrogante sujeto. A pesar de que este lo había dicho con total seriedad y nada en su actitud denotaba burla, él dudaba de que se lo creyese realmente.

—Tch, ¿qué demonios quieres? ¿Eres tú quien ha maquinado todo esto? —preguntó con fría tranquilidad, comenzando a atar cabos y a sentir el nacimiento de una sospecha. Podía sentir la furiosa tensión de Farlan a su lado y los quedos sollozos de la chica resonando en el silencio antinatural de la noche. ¡Joder, como deseaba matar a aquel bastardo!

—Sí, fue mi idea —reconoció—. Deseaba conocerte —le dijo este con una sinceridad llena de calma y aplomo. Dio un par de pasos hacia él, para nada temeroso de que fuese a atacarlo como al parecer sí lo creían el resto de sus hombres que estaban apostados cerca del local. Levi oyó unos cuantos «por favor, comandante, tenga cuidado» apenas susurrados, pero el alto hombre rubio hizo caso omiso de ellos y, quedando de pie frente a él, lo evaluó con aquella insondable mirada especulativa—. Eres distinto a lo que imaginaba, pero no estás del todo mal.

Una oleada de furia ciega embargó a Levi y a punto estuvo de levantar el puño y asestarle un golpe a aquel sujeto. Sintió la mano de Farlan sujetar su brazo con fuerza y percibió el casi imperceptible movimiento de su cabeza cuando este negó con un gesto, advirtiéndole que no hiciese una tontería. De inmediato sus ojos grises buscaron a Isabel que, llorosa y acongojada, los observaba a ambos con las manos atadas a la espalda mientras uno de aquellos guardias la sujetaba con fuerza desde atrás y posaba, sin muchos miramientos, la espada sobre su delicado cuello. Una muda advertencia de lo que ocurriría si alguno de ellos llegaba a perder la paciencia.

—Maldito bastardo —le escupió a la cara al rubio guardia con un odio visceral. El sujeto, en su impecable uniforme verde oscuro con detalles en dorado y negro, solo se limitó a asentir con un gesto de aceptación.

—Entonces, Levi, ¿crees que ahora podríamos llegar a negociar? —le preguntó con total tranquilidad, como si aquella fuese una plática entre socios y no una charla unilateral con rehenes incluidos.

Iba a negarse, sin embargo un sollozo más fuerte escapó de los labios de la muchacha y él de inmediato se volvió a mirar a Isabel; un hilillo de sangre resbalaba por su cuello empapando lentamente la pechera del áspero y desgastado blusón amarillo.

—Hermano —le dijo ella entre hipidos, sus ojos verdes estaban anegados de lágrimas y culpa—, l-lo… siento.

El tronar desenfrenado de sus propios latidos enfurecidos, unido a los incontrolables sollozos de la chica y a la errática y superficial respiración de Farlan, comenzaron a ensordecerlo.

Levi observó al hombre en frente suyo y el horrible panorama que se presentaba ante sus ojos. Si estuviese solo, si solo fuese él, podría luchar y, quizá, con algo de suerte y habilidad, escapar de allí con vida. Pero tenía a Isabel y tenía a Farlan, ellos eran su familia y él era responsable de su seguridad. Así que, por más que odiara ceder a aquello, por mucho que su orgullo se viese resentido, Levi no tenía otra posibilidad si quería salvarlos. Su propia vida le importaba bastante poco, pero la de ellos eran para él un tesoro invaluable.

—Negociemos —fue su seca respuesta y el peso de aquella palabra cayó sobre su pecho como una fría loza; casi como si él mismo se hubiese puesto los grilletes, y acaso, ¿no era así?

El hombre rubio sonrió apenas y asintió con un gesto de aceptación. Levi se preparó mentalmente para oír sus demandas, consciente de que nada beneficioso saldría seguramente de aquel trato; pero, su sorpresa fue aún mayor cuando lo oyó decir:

—Procedan.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando dos de los guardias lo sujetaron por ambos brazos y un tercero se posicionó frente a él. De reojo vislumbró que ocurría lo mismo con Farlan que intentaba zafarse del agarre mientras que los gritos de Isabel se hacían más y más altos y agudos.

—Ahora estaremos a mano, maldito enano —soltó el hombre que tenía al frente. Levi tardó un par de segundo en reconocer al sujeto rubio de barba y bigote al que golpeó con la empuñadura del cuchillo en la plazoleta y dejó medio inconsciente.

El golpe llegó antes de que pudiera prepararse para ello, y mientras perdía las fuerzas y caía en la inconciencia, en lo último que fue capaz de pensar era en lo idiota que había sido al dejarse atrapar en aquella maldita trampa.

Notas finales:

Lo primero, muchas gracias por llegar hasta aquí. Realmente espero que haya sido de su agrado y que por lo menos quede un poquito de curiosidad por lo que se viene.

Para quienes no me conocen, soy Tess, ¡un gusto y gracias por la oportunidad! Si alguien ya se ha topado con alguna otra de mis historias, ¡un gusto nuevamente y muchas gracias por darme la oportunidad, otra vez!

Esta historia, en primer lugar, es mi capricho. Con otros fanfictions en curso ni siquiera debería haberme planteado la idea de escribirla, pero esta vez las ganas que tenía de llevarla a una plana para ver la idea de mi cabeza reflejadas allí, fueron mucho mayores que mi sentido común. Sé que me odiaré la mitad del tiempo y la otra mitad seguro creeré que soy idiota por meterme en ello, pero me da igual esta vez. Como ya he dicho, mi capricho. Supongo que yo también quiero hacer un poquito de magia.

La idea original de esta historia fue una locura, la verdad. Tras una escapada de fin de semana con una amiga a Granada para conocer la Alhambra, nada más llegar allí me enamoré jajaja. Fue como contemplar un pedacito de Las Mil y Una Noches y ver reflejadas todas mis fantasías infantiles, y si a eso le sumamos que de inmediato mi cabeza lo asoció con la preciosa suite Scheherezade de Rimski-Kórsakov, en nada ya estaba creando una historia, alimentándose de todas las emociones y sensaciones que tenía dentro en ese momento hasta que tomó más o menos esta forma. Por eso recalco que es una locura total. Una locura que por lo menos hasta ahora espero sea de su agrado, así como para mí fue un placer escribir estos dos capítulos.

Nuevamente agradezco el tiempo y la oportunidad, en verdad espero que haya gustado lo suficiente para esperar por el resto.

Así que sin más, no leemos en la siguiente actualización.

 

Tess

 

Ah, por cierto, si alguien por aquí sigue mis otras historias de este fandom, Cantarella e In Focus, avisó que ya comenzaré con las actualizaciones; ambos capítulos están escritos aunque me falta corregirlos. La actualización de Cantarella será entre miércoles y jueves sin falta y la de In Focus entre el próximo domingo y lunes. Quería tenerlas todas para esta semana, sin embargo ponerme al día con las clases, el trabajo y la familia me ha succionado la vida, pero ya iré retomando poquito a poco.


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