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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 7:

SUEÑO

 

Sueña. Sueña con lo que quieres, con lo que tienes y con lo que no. Sueña dormida o despierta, sin medida y sin miedo. Sueña como si tu sueño fuera verdad, y suéñate a ti misma en ese sueño. Sueña como si tu sueño fuera realidad, porque la realidad se teje de sueños.

(Mind of Brando. Pensamientos de Luc)

 

 

 

Apenas pasaba del mediodía cuando finalmente, y luego de tres semanas de largo y agotador viaje, llegaron sin incidentes importantes a la zona portuaria de Shiganshina. El tramo final de su peligroso recorrido por tierra antes de zarpar rumbo a Marley.

A diferencia de la extensa área rural llena de bosques y vegetación que atravesaron el día anterior, la cual se caracterizaba por sus granjas descoloridas y vastos terrenos agrícolas, allí todo lucía colorido y llamativo, con una cantidad exorbitante de gente pululando por las calles del puerto y la cacofonía ensordecedora de las conversaciones a gritos. Aquel caótico sitio lleno de chozas, tiendas y tabernas, le recordó a Levi de cierta manera su hogar en los suburbios de Mitras, donde siempre se entremezclaban los rufianes con los vendedores que intentaban hacer sus tratos sucios y la gente que simplemente se ganaba la vida como podía. La única diferencia notable que veía, era que en ese lugar el sol sobre sus cabezas relucía para ellos y el aire puro no parecía escasear ni apestaba a desperdicios, ya que este llegaba cargado con el límpido y dulce aroma salobre del mar que se apreciaba a la distancia, como también de los puestos de comida, especias y venta de productos que se desperdigaban por el mercado.

A pesar de estar ya casi a finales de enero y con el invierno en pleno apogeo, aquel día estaba resultando extrañamente bonito y agradable; un respiro a los fríos abrumadores y las persistentes lloviznas que habían tenido que soportar durante la última semana de viaje y que, en más de una ocasión, los hizo temer no poder llegar a tiempo para la cita acordada.

Al levantar su gris mirada hacia el cielo, el intenso azul claro de este, apenas surcado por algunos jirones de blancas nubes, le pareció a Levi sorprendente y un poco nostálgico, sin que pudiese comprender el por qué. Al notar como la cálida brisa marina le agitaba el negro cabello, ya demasiado largo para su gusto, el recuerdo de aquel extraño sueño y aquel extraño muchacho volvió a golpearlo con la misma fuerza y agitación de aquella noche, días atrás.

Joder, ¿por qué simplemente no podía sacárselo de la cabeza?

Ya había transcurrido una semana completa desde aquel insólito incidente, no obstante, él seguía sin poder hallar una explicación lógica tanto para lo ocurrido como para la agitación creciente que pareció embargarlo desde aquel mismo momento. La inusual quemadura con forma de mano sobre su corazón se había desvanecido hasta ya no ser más que una mancha rojiza sobre la pálida piel de su pecho, pero la profunda sensación de angustia y necesidad que le provocaba pensar en el dueño de aquel par de ojos verdes, amenazaba con llevarlo casi hasta el borde de la desesperación durante las noches; como si él mismo deseara cruzar fronteras invisibles por volver a verle, por encontrarle una vez más cuando ni siquiera tenía una puta idea de quién demonios era ese condenado mocoso.

Mierda.

—Como hemos llegado a Shiganshina un día antes de lo planeado y no tenemos previsto encontrarnos con nuestro contacto hasta mañana muy tarde, he pensado que lo mejor sería pedir un par de habitaciones donde Hannes y pasar la noche allí; de ese modo tendremos la oportunidad de asearnos y descansar de forma decente por un día al menos. Dios sabe que lo merecemos —les explicó Erd Gin mientras todos desmontaban de sus caballos nada más llegar a la que parecía ser la calle principal de la ciudad. El alto sol que arrancaba destellos dorados a su rubio cabello y perilla lo obligó a entrecerrar los pequeños ojos, pero aun así este observó a su alrededor con total atención, reconociendo el entorno—. Creo que también sería una buena idea que compráramos unas cuantas provisiones en el mercado. El comandante me aseguró que todo estaría cubierto por su contacto una vez embarcáramos, pero nunca está de más ser precavidos. Esta gente de mar suele ser extraña e imprevisible —prosiguió el joven guardia, quitándose la capa de viaje marrón y la casaca verde del uniforme para echarlas en una de las alforjas de su montura, arremangándose luego la negra y sudada camisa hasta los codos para dejar al descubierto sus fuertes antebrazos.

Al igual que todos ellos, Erd tenía la frente perlada de sudor y la corta coleta que sujetaba su cabello lucía sucia y apelmazada contra su cráneo, además que el cansancio acumulado tras semanas de dura cabalgata se notaba en cada uno de sus músculos tensos. Levi, que por primera vez en su vida sentía que su buen estado físico y resistencia menguaban cada día más, tuvo que reconocer que este tenía razón: todos ellos necesitaban por lo menos unas pocas horas de descanso reparador si querían mantenerse en condiciones lo que restaba de viaje.

—Yo solo deseo poder quitarme este maldito uniforme de una buena vez. Realmente no sé cómo ustedes lo soportan —protestó Farlan imitando al otro hombre y guardando su propia ropa de abrigo para quedar solo con la camisa que llevaba debajo, pero aun así pareciendo igual de incómodo que antes—. Este sofocante calor marino es insoportable.

—Es a causa de la humedad —explicó Gunther Schultz, palmeando el negro cuello de su caballo para tranquilizarlo—. Esta suele hacer que el calor se note mucho más aunque la temperatura no sea tan alta.

Aquel hombre, al igual que su compañero, era de contextura musculosa y alta estatura, pero a diferencia de Erd, cuyo aspecto agradable y sociable invitaba a acercársele, la apariencia de Gunther, con su corto cabello negro y aquellos pequeños ojos marrones siempre serios bajo sus delgadas cejas oscuras, le daba un aire mucho más grave e intimidante que hacía guardar las distancias. No obstante, Levi pronto había descubierto que en el fondo este era un sujeto agradable y razonable, por lo menos más que el idiota de Auruo Brossard, quien a pesar de todas las semanas transcurridas en mutua compañía, seguía mirándolos a Farlan y a él como si fuesen escoria, como justamente hacía en ese preciso instante.

—No es a causa de la humedad, sino cosa de clase —añadió aquel maldito idiota sin que pidiesen su opinión, apartándose con una mano los cortos mechones del rubio cabello que le caía sobre la frente fruncida y surcada de prematuras arrugas. Como ya parecía ser habitual en este, sus ojos color avellana se entrecerraron con desprecio al mirarlos—. Son vulgares ladrones de los barrios bajos, por supuesto que no saben distinguir una vestimenta decente de un ¡grh!

La risa de Erd, alta y sonora, se perdió entre el ruido reinante. Auruo, cuya lengua recién mordida se mostraba sangrante e inflamada, lanzó una mirada desafiante a su compañero, pero este la obvió con un gesto despreocupado de la mano y compartió una enigmática sonrisa con Farlan. Su amigo, disimuladamente, había aprovechado la perorata del otro para dar una palmada en la castaña grupa de su caballo, haciendo que el animal se adelantara un poco y lo hiciera tropezar.

Aquel bastardo despectivo se lo tenía bien merecido. Joder que sí.

—Ya, ya, ahora todos estamos en el mismo bando, Auruo —lo reprendió amigablemente Erd—. Sí el comandante Smith confía en ellos, nosotros también lo haremos —añadió este, dando así por zanjada la discusión y sin encontrar ningún reclamo en oposición. Sujetando con mayor firmeza la brida de su caballo bayo, el guardia comenzó a hacerlo avanzar entre el gentío, siendo imitado de inmediato por ellos cuatro que lo siguieron obedientemente.

El trayecto hacia la posada del tal Hannes resultó lento y penoso a causa de lo concurridas que se encontraban las calles a esa hora del día y de lo difícil que era hacer avanzar a un grupo de cinco hombres con sus respectivos caballos entre estas. Sin embargo una vez llegaron hasta el local, Levi pudo respirar con renovada tranquilidad; una que no experimentaba desde hacía días.

De inmediato, y como si estuviesen habituados a ello, Gunther y Auruo guiaron a los caballos hacia los establos que se encontraban a un costado de la posada y donde los pobres equinos recibirían comida y un descanso adecuado tras el gran esfuerzo al que habían sido sometido durante tantos días de viaje. Erd ya les había explicado que, una vez llegasen al puerto de Shiganshina, los animales tendrían que quedarse resguardados allí hasta su regreso, ya que el trayecto hacia Marley sería por vía marítima y no podrían llevarlos consigo.

Nada más atravesar las puertas batientes de la posada, y a pesar de lo rústico que era todo a su alrededor, Levi tuvo que reconocer que el local de Hannes se mostraba bastante limpio y decente en comparación a algunos de los tugurios que él mismo había tenido la mala suerte de visitar en las zonas marginales de Mitras. A simple vista le quedó claro que la primera planta de aquella vivienda de tres pisos fungía como comedor y cantina, ya que una veintena de toscas mesas y taburetes de madera se diseminaban por todo el sitio sin un orden aparente mientas que la escasa luz del exterior, que se colaba a través de los postigos abiertos de las ventanas, otorgaba un aire ciertamente alegre. Por supuesto, a esa hora el lugar estaba lleno a rebosar de todo tipo de gente, desde trabajadores del puerto que bebían y comían animadamente, hasta tripulantes de las embarcaciones atracadas en el muelle que se reunían en las mesas dispuestos a hacer negocios por sus mercancías. Unas cuantas jóvenes meseras pululaban hábilmente entre las mesas; estas, ataviadas con vestidos de coloridas faldas, repartían comida y bebidas entre los clientes, al tiempo que regañaban a quienes intentaban sobrepasarse con ellas o amenazaban con iniciar una pelea.

—De cierta forma… este sitio me recuerda un poco a casa, viejo amigo. Ya sabes, buena parte de los que aquí vemos reunidos no son más que un hatajo de ladrones y criminales —le dijo Farlan en un susurro. Al percatarse de como una de las chicas que atendía en una mesa cercana no dejaba de mirarlo embobada, este le sonrió y guiñó un ojo, logrando que la pobre cría se ruborizara profusamente y casi dejara caer la bandeja que llevaba—. Me pregunto cómo estará Izzi. ¿Crees que ese estirado comandante haya cumplido con su palabra y la esté tratando bien?

El nombre de la muchacha pareció despertar nuevamente dentro suyo la horrible sensación de incómoda culpabilidad que llevaba días experimentando al pensar en ella, ya que nada más traer el recuerdo de Isabel a su memoria, de inmediato a su mente también regresaba aquel condenado sueño y lo que había acontecido en él; todo lo que había sentido y deseado a pesar de no comprender el verdadero motivo que lo impulsaba a ello.

Levi, no obstante, tenía completamente claro que sus sentimientos por su protegida seguían intactos, incluso podría decirse que la preocupación y añoranza por volver a verla los habían acrecentado; pero, al mismo tiempo, algo dentro suyo parecía gritarle que estaba mal, que aquello era un error; que alguien estaba esperando por él y tenía un juramento que honrar.

El chico de los ojos verdes.

Joder, desde que aquel viaje había dado comienzo, su vida era un puto caos de sucesos inexplicables. Erwin Smith era por lejos la peor pesadilla de su vida. No descansaría hasta que finalmente pudiera vengarse de este y hacerle pagar por poner su mundo de cabeza.

—Mmm, creo que Smith cumplirá su palabra y cuidará de ella como nos prometió, aunque solo espero que Izzi ya haya vuelto loco a ese bastardo —masculló malhumorado—. Con su plática incansable y sus protestas, Isabel es capaz de conseguir que hasta un sordo desee pegarse un tiro.

La baja y franca risa de su amigo fue un buen alivio a su pesar, sobre todo porque durante el último mes estas no habían abundado demasiado. Farlan, a diferencia suya, parecía haberse hecho rápidamente un lugar entre aquel grupo de hombres del rey. Gracias a su buen hablar, su gran carisma y su innata inteligencia, su amigo siempre había logrado que hasta los tipos más duros acabaran cayendo encantados por él, aunque no deseasen admitirlo. Aun así, Levi, que lo conocía tan bien como a sí mismo, sabía que a pesar de su buena disposición hacia los otros hombres, Farlan seguía actuando según un calculado plan; uno donde seguramente esperaba ganarse la confianza de todos estos para poder utilizarlos en algún momento si se encontraban en la necesidad de hacerlo, ya fuese una vez llegaran a Marley o de regreso en Paradis. Si es que regresaban, claro.

—¡Hey, chicos, aquí! —los llamó Erd con un gesto de la mano para que se aproximaran hasta donde él se encontraba sentado y acodado en la barra. Cuando llegaron a su lado, lo encontraron hablando animadamente con un alto hombre rubio de fino bigote, cuya buena complexión física dejaba a las claras de que era alguien acostumbrado a los trabajos pesados y que, a pesar de su expresión bonachona, podía dar una buena pelea si lo requería. La evidente curiosidad de este no le pasó desapercibida a Levi, pero de inmediato el hombre le regaló una amable sonrisa que lo hizo bajar un poco la guardia—. Bien, Hannes, estos son los sujetos de los que te hablaba hace un momento. Las nuevas incorporaciones del comandante.

—Si no te importa, preferiría que utilizaras el término de «ayudantes temporales», Erd —enfatizó Farlan con cierta crispación en la voz que intentó disimular con su falso buen humor.

El otro chico rodó los ojos y soltó un pesado suspiro de cansancio.

—Bueno, bueno, lo que tú digas, hombre. Estos tipos que ves aquí, son los «ayudantes temporales» del comandante —convino Erd con una ligera sonrisa dirigida a su amigo, a quien dio una fuerte palmada en el hombro—. Este es Farlan Church, un sujeto bastante listo a pesar del comportamiento idiota que muestra en algunas ocasiones, como ahora.

Su compañero resopló con ironía ante ese comentario, tironeando descuidadamente del rubio mechón de cabello que caía sobre su frente.

—Al lado de estos tontos cualquiera parece listo.

Hannes rio con ganas al oírlo.

—Muy cierto, muchacho, muy cierto. Aunque doy fe de que los chicos del comandante deben contar con algo más que destreza física —añadió el hombre, ante lo que Erd les sonrió socarrón en respuesta.

—Y bien, siguiendo con las presentaciones, este pequeño malhumorado de aquí, es Levi Ackerman —continuó este, posando con descuido una mano en su hombro derecho. Al notar la fría mirada asesina que él le lanzó, los castaños ojos de Erd se abrieron con algo similar y al miedo y se apresuró a soltarlo—. Y bueno, él es…

—¿Ackerman? —inquirió Hannes repentinamente, interrumpiendo la plática del otro y mirándolo ahora con mayor detenimiento—. ¿De verdad te apellidas Ackerman?

Levi frunció el ceño, desconcertado.

—¿Tienes algún problema con eso, viejo?

Aun con el asombro reflejado en sus ojos ámbar, Hannes negó con un débil gesto, apartando la vista un momento antes de devolverle una mirada que pretendía ser despreocupada, pero sin conseguirlo en absoluto. Erd y Farlan, por otro lado, los observaban con una muy mal disimulada curiosidad que parecía cargada con una infinidad de preguntas a las que ansiaban dar respuesta.

—Ninguno, muchacho. Simplemente me has hecho recordar a alguien. Un viejo amigo del pasado —le explicó este con una sonrisa que no alcanzó sus ojos, tal vez porque parecía un poco triste, como si hubiese rememorado algo profundamente doloroso para él, aunque intentase disimularlo—. La nostalgia es a veces un sentimiento peligroso.

Antes de que Levi pudiese hacer alguna otra pregunta, la atención de Hannes se vio atraída por la inoportuna llegada de Gunther y los saludos correspondientes entre ambos, cortándole así toda posibilidad de volver a interrogar al hombre para obtener alguna respuesta que lo satisficiera. A pesar de los esfuerzos que el dueño de la posada había hecho para asegurarle que el asunto de su apellido no era nada importante, su instinto le decía que Hannes no le había contado toda la verdad al respecto, guardándose algo; algo que quizás él no debiera saber porque de seguro tendría que ver con Kenny y sus negocios sucios.

—Tengo un par de habitaciones libres en el tercer piso —les dijo Hannes unos minutos después, prestándoles atención nuevamente luego de darle órdenes a una de sus chicas—. Por lo que sé, su contacto no vendrá hasta cerca de la medianoche de mañana, así que aún tienen un día completo para descansar un poco antes del encuentro. Tengo entendido que aún les queda un largo camino por recorrer —señaló este en voz mientras preparaba una orden de bebidas que depositó luego en una bandeja para que una de las jóvenes meseras partiera a repartirlas.

—Y esperamos que esa información no salga de aquí, Hannes. Ya sabes lo que nos jugamos —añadió Erd con más seriedad de la que había mostrado hasta entonces, acodándose sobre el mostrador despreocupadamente y robando con descaro una jarra de cerveza que el otro hombre acababa de servir. Este solo movió la cabeza negativamente, a pesar de tener una débil sonrisa dibujada en los labios.

—Por supuesto, muchacho, por supuesto. Mi deuda con el comandante es de por vida, como se lo prometí a su padre.

—Vaya… ¿y de que va eso? —preguntó Farlan con su buen humor habitual, alargando una mano para escamotear también una de las bebidas recién servidas con la habilidad sorprendente de quien ha hecho aquello durante años. Erd solo arqueó una ceja interrogativamente, ante lo que su amigo le sonrió con fingida inocencia antes de volver a posar sus celestes ojos en Hannes—. ¿También serviste en la Guardia Real antes de decidirte por un trabajo más… divertido?

Gunther, que todavía estaba de pie tras Farlan, pegó una colleja a este, haciéndolo ahogarse con la cerveza que acababa de beber, por lo que comenzó a toser con fuerza.

—No hagas preguntas que no te incumben, Church. Los asuntos del comandante son solo del comandante —aclaró el moreno hombre, apartando el taburete desocupado al lado de Levi para sentarse—. ¿Sabes quién se reunirá con nosotros, Hannes? ¿Te informó de algo más el comandante Smith?

El hombre mayor se encogió de hombros.

—No mucho más que ustedes, me temo. Hace un par de días me dejaron una nota solicitando que tuviese listo uno de los reservados para mañana a la medianoche y que les sirviese allí la cena, pero no sé más que eso. Ya saben cómo es esto, solo obedezco órdenes. Jamás hago preguntas.

Auruo, que acababa de llegar en ese instante con gesto fastidiado, saludó a Hannes con desgana y ocupó el puesto libre al lado de Erd. De inmediato su mano fue en busca de una de las jarras llenas, pero su compañero le pegó un manotón para que la soltara.

—Paga primero —le dijo Erd con seriedad, ante lo que el otro bufó.

—Apuesto a que tú no lo has hecho.

—Pero yo le agrado a Hannes, ¿no es así? —le preguntó al hombre mayor, ante lo que este meneó la cabeza, divertido.

—Ninguno de ustedes me agrada, panda de bribones, simplemente los soporto por el comandante, lo que es distinto —les dijo con fingido reproche, pero aun así depositó sendas jarras de bebida frente a Auruo y Gunther antes de tender una en su dirección, algo que Levi aceptó con un asentimiento de agradecimiento.

Durante la hora siguiente, bebieron y comieron sentados en la barra mientras ponían a Hannes al corriente de los asuntos que estaban ocurriendo en la capital, a lo que el otro hombre correspondió comentándoles sobre los últimos acontecimientos y noticias que le habían llegado desde Marley. Shiganshina, al ser una ciudad portuaria, no solo recibía a diario cargamentos de productos de otras regiones extranjeras para la venta e intercambio, sino que también información sobre los otros reinos; quizás una de las mercancías más valiosas que podían conseguirse en ese lugar.

Cuando finalmente Erd los apremió para que subieran a sus habitaciones, Levi aprovechó las despedidas y el descuido de sus compañeros para aproximarse al rubio hombre que seguía trabajando tras el mesón. De inmediato este clavó sus ojos ámbar en él, algo que había intentado evitar desde que señaló su apellido en aquel descuido. Nuevamente una emoción extraña pareció cruzar el rostro de Hannes al mirarle, despertando dentro suyo algo que se asemejaba demasiado a la tensa anticipación que precedía a un gran descubrimiento.

—Oi, viejo, ¿conoces a Kenny? —fue su rápida pregunta, sabiendo que el tiempo sería escaso y apremiaba. No quería despertar el enfado de Erd; no cuando probablemente lo necesitarían en un futuro.

Hannes arqueo sus rubias cejas al oír aquel nombre, sorprendido, pero luego simplemente negó casi de forma imperceptible mientras limpiaba un vaso hasta hacerlo relucir.

—Te he dicho que es un viejo recuerdo, ¿no? De alguien a quien conocí en otra vida. Una muy lejos de aquí.

Levi frunció el ceño y torció los labios con disgusto.

—No parece algo que puedas olvidar, viejo —señaló con monotonía—. Si no es Kenny, entonces…

—Déjalo, muchacho —lo cortó este con amabilidad—. Hay secretos que es mejor que permanezcan siéndolo, enterrados en el pasado donde deben estar. Yo llegué a este sitio hace dieciséis años ya, decidido a comenzar nuevamente desde cero. Todo lo que fui, todos a quienes conocí, quedaron sumergidos en las profundas aguas que estás a punto de surcar.

Las palabras de este lo golpearon con sorpresa, porque lo que aquel hombre le estaba revelando no era poca cosa. Hannes, tan leal como parecía al reino y sobre todo a Erwin, provenía de Marley y había decidido comenzar su nueva vida allí, en Paradis, dejándolo todo atrás como si fuese un oscuro pasado que olvidar. Sin embargo, Levi no podía culparlo ni condenarlo del todo, porque de cierta forma lo comprendía, o por lo menos su necesidad de recomenzar desde la nada. Él más que nadie estaba completamente familiarizado con el fuerte deseo de poder borrar el pasado y sus errores, así como el dolor que estos arrastraban día tras día.

—Tch, que mierda. No me gusta no saber —protestó igualmente, pero ya sin su insistencia inicial.

Hannes volvió a sonreírle y sus amables ojos lo miraron con pesar.

—No siempre hay que desesperar por encontrar una respuesta a todas nuestras preguntas, Levi Ackerman. Muchas veces son las mismas respuestas las que llegan a nosotros sin siquiera pedirlas. —Una nueva mirada enigmática asomó a aquellos dorados ojos, pero él sabía de antemano que ese terco hombre no le diría nada más. Aun así, cuando Hannes habló nuevamente, lo hizo con un tono diferente, mucho más serio y significativo. Las palabras de alguien que ha vivido y visto mucho, tanto para defraudarse del mundo—: Tal vez, estas te acaben encontrando allá donde vas, muchacho. Al otro lado del mar.

El llamado de Farlan para que se diese prisa irrumpió en su conversación, obligándolo a apartar por unos cuantos segundos la atención de aquel hombre; sin embargo, cuando una vez más se volvió para verle, Hannes ya estaba entretenido sirviendo y hablando con otro cliente, como si nada de aquello hubiese ocurrido.

Aun así, todo lo que este le había dicho siguió dando vueltas en su cabeza hasta mucho tiempo después, tras acabar las compras para aprovisionarse en el mercadillo y todavía horas posteriores a esas, mientras la noche caía sobre la ciudad y él intentaba conciliar el sueño tumbado en la cama de aquel cuarto compartido con Farlan y Gunther.

No obstante, en esa ocasión el sueño no llegó con facilidad a pesar del cansancio que lo embargaba, porque en lo único que Levi podía pensar era en Marley y el gran misterio que parecía aguardarle allí, ya no solo con una joya que robar a un rey y el peligro que eso conllevaría, sino también con un secreto a descubrir. Y tal vez, solo tal vez, un chico de extraordinarios ojos verdes.

 

——o——

 

—No puedo, no puedo, no puedo, no puedo, ¡no puedo! —explotó Eren furioso dejándose caer de forma dramática sobre el verde edredón de su cama y pegando un puñetazo sobre la misma—. Llevo todas las malditas noches intentando que mis sueños sean algo más que… sueños, ¡pero nada! —añadió de manera despectiva, frunciendo el ceño a causa del enojo—. Además, no siento como si algo realmente hubiese cambiado en mí. ¡Es como si el poder de la Joya no hubiese despertado nunca!

Armin, que estaba sentado en el diván junto a Mikasa y jugueteaba nervioso con las mangas de su camisola gris, lo observó preocupado.

—Solo va una semana, Eren, no es tan extraño que todavía no sepas como controlar tu poder. Puede que todavía estés demasiado cansado luego de tu despertar, o quizá, simplemente, necesitas alguna condición extra para que este se haga presente y consigas conectarte a los sueños de alguien más —le dijo su amigo con un tono tranquilo y condescendiente que solo sirvió para aumentar su enfado consigo mismo y con él mundo entero.

Cuando una semana atrás despertó de aquel extraño sueño siendo la Joya, él había creído ilusamente que a partir de aquel momento todo sería fácil respecto a aprender a controlar su poder. Eren, desesperado por escapar de su encierro, estaba decidido a aprovechar el tiempo que tenían a su favor, preparándolo todo antes de su rescate y huida; sin embargo, por más que había intentado volver a soñar con su rescatador o siquiera entrar en los sueños de cualquier otro, le resultó imposible. Nada en él parecía funcionar: ni leer las llamas, ni curar heridas, ¡nada! Era como si tras ese estallido de poder se hubiese quedado tan vacío e inútil como antes, y mil veces más impotente.

—Solo estamos perdiendo el tiempo —masculló, sentándose nuevamente derecho y mirando a sus amigos con determinación—. Necesito aprender cómo funciona esto de una vez, y no lo voy a conseguir por mi cuenta —admitió, notando en la boca el regusto amargo de la derrota—. Tenemos que robar esos libros del Archivo ya. Debemos aprender más sobre las anteriores Joyas.

Al ver como Mikasa y Armin intercambiaban una rápida y mal disimulada mirada de preocupación por él, Eren quiso gritarles y regañarlos, pero simplemente se contuvo porque ya estaba… harto. Desde su despertar como la Joya, aquello se había sucedido una y otra vez. Era como si sus amigos le estuviesen escondiendo algo que no deseaban que él supiera o creyeran que sería incapaz de soportar en su condición, lo que lo llenaba de furia; no obstante, al mismo tiempo Eren no podía dejar de recordarse que él tampoco había sido del todo sincero con ellos, porque en ningún momento les había confiado con total franqueza el cómo había obtenido aquella información de labios de su supuesto rescatador… ni todo lo que había acontecido entre ambos en aquel extraño sueño.

Aquel, se dijo, era solo su secreto. Algo que no deseaba compartir con nadie más porque temía que al contarlo, su recuerdo acabase volando de su mente como un pequeño pájaro enjaulado al que se le ha otorgado finalmente la libertad, perdiéndolo para siempre.

Tampoco había tenido el valor de decirles a sus amigos que su principal motivación para poder regresar a ese sueño, era que simplemente deseaba corroborar si aquel misterioso hombre era real y no un producto de su imaginación, como temía algunas veces cuando el desánimo lo sobrepasaba. Eren tan solo quería soñarlo una vez más para cerciorarse de que en verdad este le estaba buscando e iría a rescatarle como había prometido, como había jurado hacer con aquella sincera convicción brillando en sus ojos plateados mientras su mano descansaba sobre aquel otro corazón que parecía insuflar vida al suyo con cada uno de sus latidos.

—¿Te sientes bien? —le preguntó Mikasa, sacándolo de su ensoñación al sentarse a su lado en la cama y mirándolo con su oscura mirada gris llena de preocupación. Suavemente, ella posó una mano sobre su frente, frunciendo el ceño cuando él intentó apartarse—. Tienes el rostro enrojecido, Eren.

—Estoy… bien —mintió, tomando una respiración profunda e intentando ralentizar su desbocado corazón.

A pesar de que la noche ya había caído hacía mucho y la luz del cuarto se limitaba a la chimenea crepitante y un par de lámparas de aceite, la imagen que le devolvió el espejo del tocador corroboraba sin falta las palabras de su amiga. Tenía las mejillas tintadas de un rojo brillante y encendido, así como la mirada un tanto enturbiada por los recuerdos en los que había estado sumido un minuto atrás; su mayor vergüenza, sin embargo, provenía de saber que aquello no se debía a nada más que las violentas emociones que habían despertado dentro suyo desde que aquel extraño sueño había tenido lugar y todo pareció cambiar para él.

Porque aquel hombre lo había besado…

No, se recordó Eren por milésima vez con decisión, aquello no había sido un beso real. Que él pudiese caminar en el sueño de alguien más no significaba que realmente estuviese presente allí. Era algo espiritual, intangible, no físico. Además, Eren intuía que quien había estado hablando con aquel misterioso hombre ni siquiera era él mismo, sino alguien más, la Joya dentro suyo, probablemente; pero aun así, cuando aquellos ojos plateados como la pálida luna lo habían mirado con aquella intensidad profunda, como si pudiesen verlo, verlo de verdad a él por quien era, no por lo que debía ser, ni siquiera pensó en oponer resistencia cuando los labios de este se habían posado sobre los suyos con absoluta posesividad. Y aquello realmente se había sentido tan verdadero, tan correcto…

—Eren, comprendo que te sientas un poco frustrado ahora mismo, y también sé que fui yo quien decidió que robar los archivos de las Joyas era algo necesario, pero no podemos perder la cabeza y actuar sin precaución —intervino Armin, volviéndolo a la realidad—. Según la información que conseguiste en tu sueño, aún tenemos cinco semanas por delante para acabar con los preparativos de nuestra huida, así que no te fuerces, por favor. Por una vez, solo confía en nosotros y espera pacientemente sin levantar las sospechas de nadie sobre tu poder despertado, ¿puedes hacerlo?

Comprendiendo que su amigo tenía razón a pesar de lo inútil que se sentía, tras soltar un pesado suspiro él asintió a regañadientes. La luminosa sonrisa que Armin le devolvió pareció calmar en parte su ansiedad bullente, pero al percatarse de que Mikasa parecía más callada y taciturna de lo habitual, una pesada preocupación pareció anidar en su pecho.

—¿Qué ocurre ahora? —le preguntó a esta, pinchando suavemente su muslo derecho, el cual estaba cubierto por la blanca tela de su camisón de dormir—. ¿Qué hemos dicho o hecho para enfadarte, Mika?

Ella negó con un gesto de cabeza que agitó la larga y pesada trenza en que estaba sujeto su cabello negro.

—Nada, solo que… ¿no les parece extraño que Zeke no haya venido aquí en tantos días? Ya va una semana desde su última visita y él nunca se ha ausentado por tanto tiempo. —La chica mordió su labio inferior, frunciendo el ceño—. Tengo un mal presentimiento.

Como si fuese un presagio, el violento retumbar de las pesadas puertas cerrándose en la primera planta los pusieron inmediatamente en alerta, haciéndolos levantarse de un salto. Mikasa, a pesar de ir descalza y estar ataviada solo con su ropa de dormir, corrió a agarrar rápidamente la espada que descansaba con descuido a un lado del diván, dirigiéndose a toda prisa hacia la entrada mientras desenvainaba el arma y se ponía en guardia, a la espera de impartir castigo y justicia como un bello ángel guerrero. Armin, por el contrario, siguió de pie en su lugar, pero sus celestes e inteligentes ojos se entrecerraron con concentración, de seguro intentando identificar la fuente de los fuertes pasos que subían las escaleras y que rápidamente se les hicieron conocidos.

Zeke finalmente había decidido hacer acto de presencia luego de una larga semana de ausencia. Y aquella, al parecer, no sería una visita agradable.

—Ustedes dos, fuera —exigió su hermano nada más poner un pie dentro de la habitación, fulminando con la mirada a Mikasa que, impertérrita, lo apuntaba con su espada desenvainada. Una clara amenaza y al mismo tiempo un claro agravio que de seguro le traería problemas más tarde—. ¡Ahora! —exclamó furioso Zeke, dando un amenazador paso hacia la chica al ver que sus órdenes no eran inmediatamente obedecidas. Mikasa, con semblante inmutable, no se movió ni un milímetro de su posición frente a él.

Al ver como la expresión molesta de su hermano tornaba en una de peligrosa ira, Eren comprendió que las cosas se saldrían de control si no hacía algo pronto. Lo que menos deseaba era poner a sus amigos en peligro o hacerlos sufrir un castigo que no merecían. No estando tan cerca de conseguir la tan ansiada libertad.

—Mikasa —la llamó él con tono sereno, pero firme. Aquel que pocas veces utilizaba con ella y que ambos sabían no admitiría objeción alguna—, baja la espada.

El suspiro de alivio de Armin cuando vio que la chica obedecía aquella orden, dejando que la mano con el arma descansara lánguidamente a su costado, no le pasó a Eren desapercibido; como tampoco la mirada de agradecimiento teñido de miedo que este le dirigió ni el gesto abatido de la muchacha al comprender que por más que lo deseara no podría defenderlo. No esa vez.

—Fuera —volvió a repetir su hermano, dando otro paso en dirección a su amiga y agarrándola duramente del hombro para instarla a avanzar hacia la salida.

Eren, tragándose la rabia que subió por su garganta como si fuese bilis, apretó los dientes y respiró profundo, dando un suave cabeceo de aceptación a sus amigos para asegurarles de que estaba bien, que obedecieran a Zeke. Ninguno de ellos podía arriesgarse a complicar las cosas antes del rescate.

De mala gana y con mal disimulado temor a lo que podría ocurrirle debido al evidente estado de irritación de su hermano mayor, Mikasa y Armin abandonaron la estancia con lentitud extrema, lo que hizo que el poco control que Zeke parecía tener en ese momento se pusiera a prueba. Aun así, este esperó hasta que los dos jóvenes salieron del cuarto antes de cerrar las puertas con una fuerza inusitada que reverberó entre aquellas paredes y deslizó pequeños escalofríos por su espalda.

Eren, intentando mantener la calma y no demostrar el terror que comenzaba a crecer dentro suyo por lo que temía fuese a avecinarse, cruzó los brazos sobre el pecho para sentirse un poco más protegido y darse algo de calor. Era como si de pronto la habitación hubiese comenzado a congelarse a pesar del hogar encendido y las ventanas cerradas, como si la presencia de aquel hombre estuviera robando todo el calor existente con su presencia y su furia apenas contenida que amenazaba con iniciar un incendio a la menor provocación.

—A sido un tiempo, hermano mayor —comenzó él con aparente calma, notando el frío subir por sus pies desnudos, hundidos en la gruesa alfombra, y colarse bajo sus holgados pantalones negros y la camisola verde claro que llevaba para dormir—. ¿Te ha enviado nuevamente el rey en una misión fuera?

Aquella pregunta, en apariencia inocente, encerraba en sí misma toda la curiosa inquietud que Eren había albergado durante esos largos días y que finalmente Mikasa había expuesto en palabras esa noche. A menos que Zeke tuviese trabajo designado fuera de la capital, este solía ir a visitarlo cada día sin falta; no obstante, desde lo ocurrido en su último encuentro con el despertar de la Joya, su hermano se había ausentado durante toda aquella semana, como si quisiera guardar las distancias. Él, desesperado como estaba por preparar la huida y al mismo tiempo aprender a controlar su poder sin que nadie aparte de sus amigos lo supiera, simplemente creyó que aquel prolongado silencio por parte de este era debido al enfado tras su última discusión. Por una vez, Eren había querido creer que la suerte estaba de su parte y las cosas les resultarían bien.

Como si aquello le pudiese suceder a él…

Durante un par de minutos esperó por una respuesta mordaz que lo humillara y sirviera para aplacar en parte la furia del otro, pero al levantar la verde mirada para contemplar a su hermano, se encontró con que este lo observaba de forma especulativa y tal vez, solo tal vez, un poco temerosa.

Pero, ¿por qué?

Zeke, a diferencia de la impecable imagen de consejero real que siempre lucía, en ese momento llevaba la dorada barba más larga y descuidada de lo habitual, así como el cabello revuelto. Su semblante bajo su capa de furia y desprecio, estaba pálido, ojeroso y ligeramente surcado por arrugas de dolor, como si estuviese luchando contra un terrible tormento. Además, por una vez no llevaba su uniforme como acostumbraba, sino que simplemente iba ataviado con una blanca camisola que caía suelta sobre sus pantalones beige, lo que le otorgaba un aire descuidado y menos imponente de lo habitual. Eren tuvo que reconocer que su hermano no lucía para nada bien, era casi como si Zeke estuviese enfermo o herido.

—¿Qué me has hecho, Eren? —le preguntó este de pronto, acercándose de forma amenazante a él y obligándolo a retroceder hasta que sus piernas rozaron el borde de la cama tras suyo—. ¡Responde! ¡¿Qué demonios me has hecho, maldito niño?!

—Yo… no… —Confundido y asustado, sin comprender nada en absoluto, Eren negó con un gesto desesperado, pero la mano de su hermano se aferró a su delgado cuello, apoyando el pulgar en la base de este y cortando así momentáneamente su respiración, ahogándolo antes de permitirle tomar aire nuevamente en un doloroso jadeo seguido de una retahíla de toces.

—¡Habla! —le espetó con furia una vez volvió a respirar con normalidad, acercando tanto su rostro al suyo que él pudo ver perfectamente tras las gafas los oscuros trazos azules en los iris de sus ojos grises—. ¡¿Qué demonios me has hecho, Eren?!

—¡No lo sé, no lo sé! ¡No sé de qué estás hablando, Zeke! —explicó intentando recuperar la respiración y liberarse de su agarre, pero este no se lo permitió, oprimiendo su cuello una vez más en señal de advertencia. Desesperado, deseó gritar para que Mikasa entrara y lo ayudara, pero él sabía que no podía permitirse aquella debilidad debido a la delicada situación en la que se encontraban antes de la huida. Por ese motivo, intentando contener las lágrimas de dolor y miedo que le anegaban los ojos, sujetó el brazo de su hermano entre sus manos para disminuir la presión y le dijo con toda la calma que fue capaz de reunir—: Zeke, si me explicaras lo que está sucediendo, quizá yo podrí-

Lanzándolo de espaldas contra la cama con brutal fuerza, su hermano se quitó de un fluido movimiento la camisola para dejar así su ancho pecho al descubierto. Este lucía un entramado de horribles cicatrices rojizas que lo surcaban de un extremo a otro, naciendo desde el mismo centro de su corazón. Quemaduras brillantes y abultadas, terriblemente dolorosas en apariencia, como si el fuego se hubiese ensañado con ellas, o hubiese brotado de ellas.

Dios, aquello no podía ser verdad…

Una sonrisa cruel asomó a los labios de Zeke al notar que él acababa de comprender lo que había sucedido. Eren, soltando un jadeo ahogado, solo pudo temblar de miedo por lo que aquello significaba. Todos sus esfuerzos, todo lo que sus amigos y él habían planeado sería en vano.

—Bien, hermanito, veo que ya entiendes, ¿no? —le preguntó este mientras volvía a vestirse. Eren, al notar la horrible y fría furia que embargaba a Zeke, intentó retroceder en la cama, dispuesto a salir huyendo de allí; pero antes de que pudiese hacer nada, su hermano lo sujetó con fuerza del tobillo derecho, arrastrándolo hacia él para ponerlo bruscamente de pie y volver a posicionar su mano sobre su cuello, no con fuerza, pero sí en una tácita amenaza de que lo dañaría al menor movimiento—. ¿Es que acaso deseabas matarme, Eren? —le preguntó, acariciando delicadamente con su pulgar la base de su cuello, dónde su pulso parecía latir desenfrenado—. ¡Responde!

—No sé de qué hablas —mintió con voz ahogada y el frío terror corriendo por sus venas como si fuese hielo líquido—. Tus heridas…

—… me las has provocado tú —le dijo este con lenta suavidad—. ¿No lo recuerdas, hermanito? En nuestra última conversación me dejaste muy claro que si llegabas a despertar como la Joya, me harías arder contigo, ¿no, Eren? —Zeke volvió a sonreír; un destello de oscura locura danzando en sus ojos—. Y casi lo consigues. Estuviste a punto de matarme. Durante cinco días me he debatido entre la vida y la muerte gracias a ti, pequeño malagradecido; pero he sobrevivido y ahora serás útil.

Eren se aterró.

—Yo no tengo nada que ver con eso —se apresuró a decir, pero su hermano lo ignoró, soltándolo con disgusto—. Zeke, por favor, créeme. Yo no-

—¡Cállate de una maldita vez! —le espetó, posando una mano en su mandíbula para aprisionarla con tanta fuerza que las palabras murieron de inmediato y los verdes ojos se le llenaron de lágrimas una vez más—. Si vuelves a decir una más de tus mentiras, Eren, te juro que yo mismo cortaré tu lengua y acabaré con tu vida, aunque luego tenga que acabar con la mía. Me tienes harto. No eres más que una maldita lacra, como la puta de tu madre.

Sin detenerse a pensar en lo que hacía, se soltó del agarre de Zeke, sin importarle en absoluto que este le arañase las mejillas hasta hacerle sangre ni el brutal dolor que sintió cuando, tras darle un puñetazo en el rostro que le partió el labio, su hermano, furioso por su atrevimiento, sujetó y dobló su muñeca izquierda con desmedida crueldad hasta hacerla crujir. En aquel momento Eren, cegado por la rabia, por la pena, era incapaz de pensar con claridad. Estaba furioso con el mundo que Zeke representaba y que él deseaba destruir con sus propias manos por su madre y todo el resto de mujeres que tuvieron que pasar por aquel mismo infierno. Eren haría que todos pagaran. Que cada uno de aquellos hombres que intentaron controlar su vida, que cortaron sus alas, sufrieran su ira.

La potente bofetada acabó tumbándolo de un golpe sordo en el suelo, dejándolo sin habla a causa del dolor y la sorpresa. Luego de parpadear un par de veces para despabilarse, trató de incorporarse para quedar sentado, pero un horrible dolor le recorrió el brazo izquierdo al apoyar la mano en el piso para darse impulso, haciéndolo gemir vergonzosamente y que sus ojos se llenaran de lágrimas que fue incapaz de contener. Al notar en los labios el salobre sabor de estas mezclado con el cálido regusto metálico de la sangre, comprendió que su nariz estaba sangrando, lo que corroboró al notar como su camisola verde claro comenzaba a teñirse con rapidez de rojo.

Aun así, apretó los dientes y levantó la mirada retador, fulminando a su hermano con esta.

—Si vuelves a decir algo ofensivo sobre mi madre…

—¿Qué? ¿Volverás a golpearme? —le preguntó este burlón. Arrodillándose a su lado, Zeke le apartó con cuidado el cabello del rostro humedecido por las lágrimas y limpió con la manga de su propia camisola blanca el sangrado de su nariz, intentando contenerlo—. Deja de ser un niño caprichoso, Eren. Ambos sabemos que esto no funciona así.

Furioso, él quiso apartarse de su toque, pero tenía tanto dolor y tan poco fuerza que simplemente le resultó inútil; más aún cuando su hermano lo rodeó pasando un brazo sobre sus hombros, dándole una farsa de retorcido consuelo cuando él mismo había sido el responsable de su lamentable estado. Lo odiaba tanto, y aun así…

—Sin embargo, y a pesar de que dices detestarme, no pudiste matarme, hermanito —le dijo Zeke con suavidad en respuesta, como si hubiese visto sus más profundos pensamientos, lo que resultó humillante—. ¿Sabes por qué no pudiste, Eren? ¿Por qué a pesar de ser tan poderoso no puedes defenderte incluso ahora? Porque eres débil, incluso para odiar. Nunca has tenido una verdadera convicción; nunca has deseado nada con toda la fuerza de tu alma, incluso sintiéndote dispuesto a perderla mientras se cumpla tu deseo. Eres débil y patético, pero serás útil por una vez en tu vida. Nuestro bienamado rey estará muy feliz al conocer de tu logro. Mi logro, Joya.

—¡No! —logró articular con desesperación. Si el rey se enteraba…—. Zeke, no. Por favor, no. Haré lo que quieras, de verdad. Seré obediente, me portaré bien, pero por favor no le digas nada todavía. Si el rey Willy lo descubre…

—… te resguardará bajo llave como el tesoro que eres; no serás más que otra de sus valiosísimas posesiones. La más bella, la más poderosa, la más amada, y sin embargo no serás nada más que eso, un objeto —le dijo este casi con cariño; una sonrisa acariciando sus labios cuando sus dedos recorrieron su rostro aterrado—. Que patético eres, hermanito. A pesar de ser la criatura más poderosa sobre la faz de la tierra, no posees poder alguno sobre tu propia vida. No eres más que la posesión de alguien, sin derechos, sin sueños, sin una vida. Encadenado a servir y obedecer a otros desde el mismo día que te dieron la vida. Tú realmente no eres nada, Eren Jaeger. Y la poca vida que conocías, ha terminado aquí. Desde hoy serás solo lo que el rey desee que seas.

Soltándolo con suavidad, su hermano volvió a ponerse de pie, observándolo con frialdad desde su altura y pareciendo imponente a pesar de su rostro demacrado y su ropa manchada de sangre; su sangre.

—Hasta que el rey Willy decida que hacer contigo, tus amigos serán trasladados a otra ala y se les prohibirá verte —le dijo este, sonriendo con velada crueldad. Él contuvo el aliento—. También quedarás bajo confinamiento completo en tu cuarto hasta nuevo aviso. La Joya de la Corona solo le pertenece al rey, no lo olvides. No sabes cuánto me alegra que hayas despertado, Eren. Al fin tu existencia tendrá valor y todo mi trabajo educándote será recompensado.

Sin poder hacer nada a causa del terrible dolor que lo embargaba, contempló como Zeke se dirigía hacia la puerta. Tenía que ponerse de pie y enfrentarlo por el bien de Armin y Mikasa. Debía detenerlo antes de que pudiese informar al rey de su despertar y sus planes se arruinaran. Debería tener control sobre su propio poder y utilizarlo a su conveniencia… pero no era así, y esa mediocridad, esa debilidad, eran las que habían logrado que su hermano ganase mientras él, sencillamente, se quedaba sentado allí viendo como su ya de por sí estrecho mundo se volvía más y más reducido.

El sonido profundo de las puertas al cerrarse y el repiqueteo de la llave al girar en la cerradura, fue como el sello definitivo a su condena, una ante la cual Eren no pudo ser más que un simple espectador sin poder ni decisión; tan débil y patético como Zeke le había hecho notar.

Finalmente todo se había ido al demonio y todo porque él no tenía el poder de convicción suficiente para luchar por lo que más ansiaba y para proteger a las personas que quería.

Durante los siguientes minutos, la pacífica quietud de la noche fue rota por las enardecidas protestas de Mikasa, altas y claras fuera de su cuarto, así como también por los ruegos de Armin, quien le suplicaba a su hermano para que los dejase al menos despedirse. Por supuesto, Zeke no lo permitió, y secretamente Eren lo prefirió así. La culpa por lo ocurrido seguía carcomiéndolo por dentro, por lo que no se hallaba con el valor suficiente para enfrentar a sus amigos y pedir perdón. Todavía no.

Una vez todo volvió a quedar en silencio y sintió como la soledad cargaba sus hombros con un peso aplastante, Eren se puso de pie como pudo, tragándose el dolor y la angustia a sabiendas de que seguir lamentándose no lo ayudaría en nada.

Al mirar su muñeca lastimada, notó que esta lucía terriblemente inflamada y en un ángulo antinatural, pero aquel se dijo, era el menor de sus problemas. En cuanto el rey Willy supiera que la Joya había despertado en él, su jaula de oro se convertiría en una prisión impenetrable y su plan de huida no sería más que un sueño imposible.

Un sueño… Si tan solo pudiese liberarse en sueños…

La siguiente hora fue casi una tortura, pero, de cierto modo retorcido, el dolor físico ayudó a acallar la desesperación más profunda que parecía ahogar su corazón, sin dejarlo caer del todo. A pesar de la terrible dificultad que representó, Eren vendó como pudo su muñeca lastimada y limpió la sangre de los rasguños que surcaban sus morenas mejillas. Tenía el lado izquierdo del rostro un poco hinchado y enrojecido gracias a la bofetada que Zeke le había propinado, pero aquello no era nada que no hubiese ocurrido antes y él sabía que curaría solo en un par de días; además, una vez logró contener la hemorragia nasal, la horrible inflamación de su nariz fue la única prueba que quedó de ello, por lo que se sintió satisfecho.

Mientras se observaba en el espejo, Eren no pudo evitar preguntarse si nuevamente el poder de la Joya lo ayudaría a recuperarse rápidamente de sus heridas, como Armin suponía que había sucedido durante su despertar, o si al día siguiente, cuando el rey de seguro fuese a verle, lo encontraría hecho un guiñapo de heridas y lesiones por las cuales su hermano tendría que dar una explicación. Deseaba tanto que fuese así y Zeke pasara un mal rato por ello…

Quitándose la camisola ensangrentada, la tiró al alfombrado suelo sin cuidado alguno, metiéndose en su cama semidesnudo a pesar del frío y notándose temblar bajo las mantas, sin estar seguro de si era a causa de la noche helada o de la rabia, impotencia y miedo que sentía.

Por primera vez desde que tenía memoria estaba solo; total y absolutamente solo. Y el terror que eso le provocó fue indescriptible.

¿Por qué nada podía resultarle bien?, se preguntó desesperanzado. ¿Por qué debía resignarse a seguir siendo un esclavo durante el resto de su vida?

Sin poder evitarlo, rompió a llorar como no lo había hecho en mucho tiempo, no con lágrimas silenciosas y contenidas, sino que con sollozos profundos y estertóreos que amenazaban con romperlo por dentro, con despedazarlo, con hacer su alma añicos hasta que ya nada doliese, porque no habría nada más que lastimar.

Las heridas de sus mejillas ardieron a causa de las lágrimas que resbalaban por ellas, pero a él no le importó en absoluto; simplemente mordió sus labios para acallar sus gemidos hasta que notó como la sangre escapaba de estos, sin poder dejar de pensar en el terrible destino que le aguardaría dentro de unas pocas horas más si no ocurría un milagro.

—Ven a buscarme. Por favor, sácame de aquí —imploró a la noche profunda pensando en aquel extraño hombre que había prometido ir en su ayuda sin conocerlo siquiera, o tal vez porque lo conocía muy bien, no estaba seguro. Un hombre soñado que le había dado esperanzas que ahora parecían diluirse entre sus lágrimas sin que él supiese como contenerlas, porque por primera vez en su vida se sentía sin fuerzas para seguir luchando—. Por favor, si en verdad existes, si no eres solo un sueño, ven a buscarme. No permitas que deje de existir.

Ahogándose en su propio llanto, Eren lloró hasta que poco a poco los ojos comenzaron a cerrársele a causa del agotamiento llevándolo al sueño, sin percatarse de como algo pareció encenderse casi de manera imperceptible dentro de su pecho, vibrando como si fuese una plegaria.

Un canto para otro corazón herido.

 

——o——

 

En aquella oportunidad, y aunque no lo esperaba, su llegada a aquella playa de ensueño no provocó en Levi miedo ni desconcierto, ni siquiera curiosidad, simplemente se vio de pronto envuelto por una profunda sensación de alivio y pertenencia, como si al fin hubiese podido encontrar el camino de regreso a casa tras haberse extraviado, o haberlo extraviado. Lo había ansiado tanto sin siquiera saberlo…

A pesar de que el paisaje seguía siendo el mismo que él recordaba, con sus transparentes aguas meciéndose a la distancia y la suave arena bajo sus pies, el cielo sobre su cabeza lucía de un gris tormentoso y la brisa que agitaba su cabello era tan fría como si se tratase de pequeños latigazos de hielo contra su piel. Aquel, pensó Levi, era un día triste y desolado; el reflejo de un corazón tan sufriente como la sutil melodía que oía de fondo entre las olas. Una canción de pérdidas y lágrimas que pareció impregnarse poco a poco en la sangre que corría por sus venas, hasta que el dolor de quien la interpretaba acabó por convertirse también en el suyo.

Sus pasos, como si avanzaran por voluntad propia, lo llevaron al mismo punto donde se había encontrado con el extraño muchacho durante su sueño anterior; sin embargo, para su desconcierto, en esa ocasión este no estaba allí esperándolo ni llamándolo con su melancólico canto, sino que la playa que se extendía ante sus ojos se hallaba desierta y desnuda, sumida en la tristeza mientras era arrullada por el gemido del viento y el mar a la distancia, como si estos mismos fuesen los que desearan cantar su pena por alguien más.

Cuando luego de una larga caminata por la playa las esperanzas de encontrarse con el chico comenzaban a morir, sus ojos grises finalmente lo hallaron a la distancia y Levi sintió como su corazón pareció saltarse unos cuantos latidos dentro de su pecho a causa del reconocimiento.

El muchacho estaba de espaldas a él, cubierto por el agua hasta la cintura desnuda ya que se encontraba sumergido en el mar crepitante sin importarle ni un poco que el oleaje a su alrededor se agitara con la bravura de una tormenta, ni que el frío reinante no fuera un aliciente para aquella locura.

Durante unos segundos, Levi simplemente se quedó allí, contemplándolo; admirando a aquel muchacho que estático y hermoso lucía como una estatua emergida desde el fondo del mar, con su largo cabello castaño siendo agitado por el salobre viento y el peso del mundo sobre sus jóvenes hombros.

«Desea morir» pareció susurrar una voz dentro de su cabeza; cada una de aquellas palabras cargadas con tanta certeza que el pánico lo embargó en apenas un segundo y, antes de que comprendiese siquiera lo que hacía, él notó como sus pies estaban tocando las gélidas aguas al mismo tiempo que se abría paso entre el denso oleaje para llegar hasta donde el chico se encontraba, envolviéndolo entre sus brazos.

«No puedo perderte. No así. No otra vez», se repitió Levi una y otra vez a sí mismo, ahogado en angustia y desesperación mientras sentía como aquel delgado cuerpo temblaba incontrolablemente contra el suyo.

Al verle, el semblante del chico se volvió una máscara de asombro y aquellos impresionantes ojos se llenaron de lágrimas que fue incapaz de contener, por lo que el mocoso simplemente le devolvió el abrazo, enterrando el rostro en la curva de su cuello y dejando que el llanto brotara de él con la misma fuerza del oleaje que azotaba contra ellos.

Y fue entonces que Levi lo supo, como si se tratase de un pequeño y claro descubrimiento: aquel sueño jamás había sido suyo, sino que le pertenecía al tonto mocoso que estaba ahora entre sus brazos. Aquel paraje de ensueño no provenía de su mente, sino que era un resquicio del corazón de ese niño y él, sin comprender por qué ni como, parecía verse llamado una y otra vez por este.

Un canto de sirena.

Sacarlos a ambos del agua embravecida fue realmente una tarea difícil, tanto porque a Levi le parecía que sus ropas mojadas pesaban una tonelada que le dificultaban el andar, como también porque el chico que estaba entre sus brazos era casi un peso muerto que no parecía tener ganas de prestarle ninguna ayuda.

Una vez estuvieron fuera, tras soltar una larga retahíla de maldiciones, él se dejó caer sentado en la playa junto al muchacho, sin importarle que sus pantalones grises se llenasen de arena y notando como el cuerpo de este tiritaba debido a una mezcla de sollozos ahogados y frío creciente. Atrayéndolo hacia sí, Levi lo envolvió entre sus brazos, sintiendo como el peso de su propio corazón pareció aligerarse gracias a su cercanía.

—Pero que mocoso más tonto eres. ¿Qué mierda pretendías haciendo una locura así? —le preguntó mientras acariciaba suavemente su espalda deseando calmarlo un poco.

—Será tarde —respondió este en un murmulló ahogado que escapó de sus labios con voz tan rota como la luz de su mirada al verle—. Lo he arruinado todo y será tarde cuando llegues a buscarme. —Sus ojos verdes volvieron a derramar lágrimas, las cuales rodaron por sus mejillas surcadas de largas heridas—. He despertado y lo saben. Mi jaula se hará más estrecha. Mis barrotes serán irrompibles.

Despacio, Levi permitió que sus dedos vagaran por las morenas mejillas del niño, secando las lágrimas a su paso y recorriendo con apenas un toque de sus yemas las rojizas huellas que alguien más había dejado sobre aquella piel.

Y fue entonces que lo sintió, el nacimiento de la ira y la impotencia dentro de él, no con la rabia mesurada de quien desea venganza, sino con el ansia incandescente de aquel que ansía destruir todo a su paso.

Lo habían dañado, se habían atrevido a romperlo y él haría que la muerte pareciera un alivio a quien hubiera osado dañar lo que era suyo, a quien amaba.

—Ninguna jaula podrá mantenerme lejos de ti, Joya, ¿no te lo había dicho ya? Cumpliré mi promesa y volveremos a estar juntos. Porque somos un final sin fin y un fin sin final.

—Y solo tú puedes encender la hoguera —le dijo esta, mirándolo con sus ojos dorados llenos de fuego y determinación—. Y solo tú puedes apagar la llama —continuó, guiando su pálida mano para que descansara sobre su pecho desnudo, justo sobre su latiente corazón—. Porque nací para pertenecerte.

—Y sin embargo… no es a ti a quien busco —le dijo Levi repentinamente, sintiendo como si una cadena invisible, una que ni siquiera sabía lo estuviese aprisionando, aligerara el peso de su agarre y pudiese volver a respirar una vez más—. Tú… no eres él.

 Aquellos ojos dorados, ojos de oro y fuego ardiente, se abrieron con sorpresa y… tal vez temor; no obstante, una semisonrisa se formó en los llenos labios y asintió condescendiente en su dirección.

—Yo soy él y él es yo, porque no existe uno sin el otro y lo sabes; pero, si aun así es lo que deseas, puedes tenerle… al menos, de momento —susurró ella, acercando tanto sus labios a los suyos que por un instante Levi pensó iba a besarle; por lo menos hasta que esta retrocedió una vez más y aquellos ojos de oro y fuego lo contemplaron como si guardaran un secreto más profundo.

Las protestas y las preguntas murieron en sus labios en cuanto el cuerpo apegado al suyo pareció tensarse, haciendo que tanto el miedo como la desdicha que este desprendía lo embargaran también a él con la fuerza del batiente oleaje. Los ojos verdes del chico lo observaron pestañeando despacio y pesado, rotos a causa de todo el dolor de su corta y frágil vida, pero al mismo tiempo tan esperanzados como confundidos, y llenos de mil preguntas para las que Levi no tenía respuesta.

—Oi, mocoso, ¿quién eres? —le preguntó finalmente, recorriendo con un dedo sus labios temblorosos y notando como el trémulo cuerpo semidesnudo de este se arrebujaba un poco más contra el suyo en busca de calor a pesar de su ropa empapada y la incómoda posición en la que se encontraban.

—Eren —musitó el muchacho por lo bajo—. Soy Eren.

Detenidamente Levi observó aquel joven rostro lastimado, los ojos enrojecidos por el llanto y aquella alma desquebrajada, permitiendo una vez más que sus dedos vagaran por las heridas del chico como si pudiese sanarlas con su toque y deseando realmente poder hacerlo, así como también calmar el miedo creciente que veía lo embargaba y borrar la tristeza que se reflejaba en sus iris verdeazulados.

Aunque no se hubiesen visto jamás fuera de un sueño y sin siquiera saber si existían realmente en alguna parte del vasto mundo, Levi podía sentir como las abrumadoras emociones de aquel mocoso se convertían también en suyas, como si su propio corazón latiese dentro de aquel otro pecho y viceversa. Ambos estaban extraña y misteriosamente conectados, y a pesar de que todavía no entendía el porqué de ello, él tenía absoluta certeza de que ellos eran algo, significaban algo, y de allí su unión.

—Estoy asustado. Tengo miedo —le dijo Eren, aferrando entre sus largos dedos morenos la mojada tela de su camisola gris y permitiendo que su castaña cabeza reposara sobre su corazón agitado—. Por favor, ven a buscarme. Por favor, por favor… No quiero desaparecer.

Acunando su magullado rostro con una mano para no dejar de abrazarlo, Levi le instó a levantarlo un poco para que pudiese mirarle. Aquel chico estaba tan roto como él mismo, tan atado como un ave al que han cortado las alas para meter dentro de una jaula, y aun así seguía luchando, seguía habiendo vida en él; y eso más que nada, lo instó a tomar su decisión.

—Iré por ti, Eren —prometió acariciando su mejilla, notando como esos ojos imposibles volvían a llenarse de lágrimas y una esperanza profunda lo golpeó por dentro—. Voy a sacarte de tu prisión, y vas a ser libre. Te lo juro.

Cuando en aquella oportunidad sus labios se buscaron, no fue con la desesperación ni el ansia desmedida de su primer encuentro, sino que, por el contrario, el beso que compartieron fue dulce y suave, una cálida caricia para sellar su promesa, calmar el dolor compartido y mantener la ilusión viva hasta su reencuentro.

En lo único que Levi pudo pensar mientras notaba como la brisa a su alrededor se tornaba suave y cálida, tan acogedora como los brazos que lo rodeaban, fue que en esa ocasión simplemente era él; él y Eren sin nadie más con quien compartir aquel sueño del que no deseaba despertar.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Realmente espero que la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Lo segundo, de corazón lamento esta pequeña tardanza en la publicación del capítulo. Debería haber estado listo para el domingo, pero resultó que mi pequeña gripe se convirtió en una considerablemente más compleja, así que me tuvo una semana en cama y sin muchos ánimos de nada, por lo que la escritura resultó más lenta de lo habitual y la corrección solo la he acabado en estos días, y eso sin contar que el capítulo en sí mismo es bastante extenso. Solo espero que al menos lo disfrutaran y la lectura no se les hiciese pesada con tantos personajes revoloteando por allí. Por lo menos ya ha quedado claro que el sueño es de Eren, aunque todavía queda la duda de por qué Levi es llamado una y otra vez allí y como el muchacho llega a ese sueño en especifico.

Y hablando sobre la historia, quiero aclarar algunas cositas. La primera de ellas es el hecho de que se suponía que en este capítulo ya tendríamos la incorporación de Hange al relato, así como algunos personajes más; pero desgraciadamente, cuando acabé de escribir el capítulo este era tan largo, que si le dejaba tal cual, habrían tenido más de dos mil quinientas palabras en casi 60 páginas de Word que leer y yo que corregir, así que decidí dividirlo en dos partes. La primera de ellas es, por supuesto, la que acaban de leer, y la segunda la tendrán en dos semanas más sin falta. En ella ya aparecerá Hange y algunos personajes que hemos dejado un poquito de lado hasta ahora y que sin embargo tienen una gran relevancia para la trama.

Y tomando ese mismo punto, me gustaría explicarles algo para que luego no haya expectativas que no vayan a cumplirse y desilusionen, porque es lo que menos deseo.

Podría decirse que La Joya de la Corona sí es, en su mayor parte, una historia romántica ereriren, ya que así comenzó y así acabará; no obstante, y a diferencia de otras historias de mi autoría que podrían considerarse “más románticas”, esta está mucho más centrada en el género de fantasía y aventuras. Es debido a eso que a pesar de que contará con un romance central que se desarrollará a lo largo de la misma, esa no es la esencia principal del relato, sino que el conflicto que enfrentan todos aquí; por ese motivo, Eren y Levi no son los únicos personajes de relevancia en la historia, por eso mismo decidí incluir más de dos puntos de vista mediante la narración, ya que personajes como Erwin, Hange, Isabel o el mismo Hannes que apareció en este capítulo, tienen más que decir de lo que se ha mostrado hasta el momento. Todos ellos se han visto ligados a una historia que acabará centrándose en un solo punto hacia el final. Podría decirse que es casi como un gran enredo que tanto Eren como Levi deben ir desenredando hasta llegar a su final feliz, más o menos. Incluso, que ellos ahora parezcan llevarse tan bien en sueños, no significa que una vez se conozcan realmente vayan a saltar a los brazos del otro y se juren amor eterno. Tanto uno como otro tienen sus propios objetivos, muy diferentes entre sí, y eso no cambiará de la noche a la mañana; así que paciencia, por favor.

Por lo demás, para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que a causa de este pequeño retraso las actualizaciones se moverán hasta los días miércoles, por lo menos hasta que pueda reordenarme nuevamente, ya que dudo mucho que logre tener listo el capítulo 21 de In Focus para el domingo 01 de septiembre como tenía previsto, así que quedará para el miércoles 04 como muy tarde. Tras eso, espero ordenarme una vez más y así poder traerles el domingo 08 la nueva actualización de La Joya de la Corona, pero ya veremos; si no lo consigo, será entonces para el miércoles 11. Igualmente, para quienes siguen Ese algo llamado Amor, el sábado estará la nueva viñeta; debería haber salido durante estos días pero debido a mi salud, ha sido complicado.

Y con esto ya solo me queda agradecer a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, alertas y marcadores. Siempre, siempre son lo que más me anima y motiva para continuar con ganas.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta la siguiente.

 

Tessa


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