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Rompiendo Las Reglas por AniBecker

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Notas del capitulo:

Mil perdones por tardar tantos meses sin actualizar... 

 

Esa cena fue una auténtica pesadilla, incluso más que la primera que tuvo con Katsunori cuando Tetsu presentó oficialmente a Kagami.

La noche tampoco es que mejorara, como todas de ahí en adelante, era lo que le tocaba. Él sabía dónde se metía nuevamente, Wakamatsu, Satsuki como Imayoshi, ya le habían avisado nuevamente, pero como era normal en él, no los escuchó a tiempo.

Y ahí se encontraba otra vez, atrapado en ese matrimonio. Pero eso no era lo único por lo que tenía que pasar, ahora había que sumarle también a tener a ese adolescente no sólo merodeando cerca de él, sino, además siendo el novio de Tetsu, y sin contar con el quebradero de cabeza con la obsesión absurda que le había dado a Katsunori con tener otro hijo.

A la mañana siguiente, una vez que el mayor hubiera abandonado la casa hacia su trabajo, fue directo al baño para tomarse la pastilla. Debía tener muchísimo cuidado, no sólo de que su marido se enterara de que se estaba tomando anticonceptivos a sus espaldas, sino también de quedarse. Por nada del mundo quisiera atarse más aún a él, ni mucho menos darle la alegría de embarazarse.

Kuroko se marchó a sus clases y él, que tenía hoy día libre, quería aprovechar para avanzar en la investigación del caso que estaba llevando. Pero para ello, debía conseguir entrar en su despacho.

—Daiki-sama, ¿desea algo? —preguntó el mayordomo, que venía de supervisar la limpieza y orden de las habitaciones. 

—Eh… no, sólo quería buscar unos libros que recuerdo que mi marido tenía, me apetecía leerlos —mintió, ante la mirada del hombre.

—Pero Katsunori-sama mantiene siempre su despacho bajo llave.

—¿Y no tienes la llave por ahí? Me siento algo aburrido y pensé en tomar uno de esos libros para leer en el jardín, aprovechando que hace un día muy bueno.

—Lo siento, Daiki-sama, pero el señor es el único que tiene la llave de su despacho. ¿Quiere que me ponga en contacto con él? ¿O yo personalmente vaya a buscar a alguna librería el libro que desea?

—No, no te preocupes, cuando vuelva a casa se lo pediré, me conformaré con alguno de los míos mientras.

—¿Desea alguna otra cosa?

—No, me retiraré entonces a mi habitación, me siento algo cansado —fingió tocándose su frente y poniendo rostro de malestar.

—¿Quiere que le lleve algo para que se sienta mejor?

—No te preocupes, gracias, sólo descansaré un poco —el mayordomo hizo una leve inclinación y se retiró con educación—. Cómo narices entro ahora al dichoso despacho —murmuró molesto marchándose a su habitación.

Una vez allí, empezó a pensar en cómo poder entrar. Empezó a buscar por la estancia la llave, quizá no la llevara encima y la tuviera guardada en alguno de los cajones, pero por más que la buscó, no consiguió encontrarla.

Sintió algo de calor, por lo que abrió la ventana para ver si le venía la inspiración, y con ello, se le vino una idea a la cabeza. El despacho se encontraba justo en la habitación colindante. Salió al jardín por la propia ventana, ya que la casa era de una sola planta, y miró si la del despacho se encontraba al menos algo abierta.

Para su suerte, estaba entreabierta. Por ella, accedió a la estancia. Se encontraba todo ordenado, limpio y en su lugar.

Empezó a mirar en los cajones del gran escritorio de roble, y después entre las estanterías, para terminar encendiendo el ordenador portátil. Buscó y por fin encontró algo de la información que necesitaba para su investigación.

La empresa que estaba asociada a la suya se llamaba Tora Corp., y efectivamente era americana. Había muchos informes, transacciones y movimientos de grandes cantidades de dinero.

Estaba claro que su propia empresa, Touo Corp., era la que manejaba el dinero y se llevaba las mayores cantidades, pareciendo así que la otra empresa estuviera sólo asociada, incluso pensaba y no le extrañaba que el propio Katsunori manejara a su antojo al dueño de la otra empresa.

Aunque fuera así, era una información valiosa, por lo que sacó del bolsillo su pendrive y copió dicha información. Con los informes, archivos y demás, los ojeó y echó fotos a los que parecían más relevantes.

Justo cuando estaba a punto de terminar todo, su sangre se heló. Oyó voces en el pasillo, nada más y nada menos que de su marido hablando con el mayordomo. No le extrañaba que ese estúpido le hubiera ido con el chisme de que lo encontró queriendo entrar en su despacho.

Colocó con rapidez todo en su lugar, guardó su pendrive y apagó el ordenador portátil. La puerta se abrió, y Katsunori entró observando por todos lados.

—¿Qué es lo que haces aquí? —cuestionó con voz intimidante, se notaba que se encontraba molesto por haberlo encontrado ahí, tenía que ocurrírsele algo—. Sabes de sobra que no permito que nadie entre en mi despacho, ¿cómo has entrado?

—Bueno… quería darte una sorpresa —empezó a jugar sus cartas. Giró el gran sillón negro de cuero hacia él. Se le había ocurrido una idea demasiado humillante, pero era lo único que se le vino a la mente para poder salir del paso y que él no sospechara—. Sabía que el mayordomo, que es tan fiel a ti, te iba a ir con el chisme de haberme visto intentando entrar a tu despacho, por lo que entré por la ventana.

—¿Y qué se supone que buscas aquí? —recorrió con su oscura mirada al omega sentado en el sillón, que portaba solamente su camisa azul, que iba desabrochando lentamente.

—Darte una sorpresa, ya te lo he dicho. Sabía que ibas a venir al enterarte que podría estar aquí. Ahora que lo pienso… nunca me lo has hecho aquí —terminó por desabrocharse la camisa, intentando mirarlo de forma lujuriosa—. ¿Qué te parece la idea?

Como no se había tomado su supresor, porque Katsunori no le autorizó al mayordomo dárselo ya que hoy no iba a abandonar la casa, de forma consciente empezó a desprender sus feromonas, para que a su marido no le pareciera sospechoso habérselo encontrado ahí y así mantenerle mente ocupada con la excitación que su aroma le estaba proporcionando.

El mayor no respondió, se acercó a él acorralándolo entre el gran sillón de cuero y su cuerpo, hundiendo su rostro en el cuello ajeno mientras le quitaba la camisa y lanzándola fuera de la vista.

—Dos días aquí y ya sabes qué es lo que debes hacer —le sujetó el rostro, apretándolo tal y cómo solía hacerle—. Ha sido una excelente idea que no tuvieras los supresores, antes te repudiaba la idea, ahora hasta te me ofreces.

—¿Vas a hablar, o a actuar?

Cerró sus ojos sabiendo lo que le esperaba. Por supuesto que se negaba y repudiaba la idea de simplemente sentir un leve roce por parte de su marido, pero lo había pillado allí en el despacho y por tal de que no sospechara que había tomado información sobre sus negocios ilegales, tenía que improvisar para poder salir del paso.

No sentía absolutamente nada de placer, pero a diferencia que las veces anteriores, fingió los gemidos que soltaba en el oído del mayor para excitarlo a consciencia. Se dejó que lo cogiera y tumbara en la madera de roble del escritorio, para que se hiciera con él lo que tenía en mente.

—Como sigamos así, pronto conseguiré dejarte embarazado —un escalofrío recorrió su cuerpo cuando sintió cómo el otro se iba en su interior y le susurraba esas palabras que para él eran aberrantes. Al menos se sentía tranquilo de saber que eso nunca pasaría gracias a las pastillas.

—¿Qué? No, no me pongas esa maldita cosa —protestó cuando supo qué era lo que venía ahora.

—Sabes que es para tener altas posibilidades de tener un hijo pronto —le susurró con altanería en su oído, a la vez que lo sujetaba del cuello, volviendo a dejar sus supuestas palabras dulces.

Su teléfono sonó, y supo que podría tratarse de una llamada importante, ya que su número privado lo tenía pocas personas. Contestó sin salir del interior del moreno todavía.

—Está bien, sí claro, sin problemas. Ya iba para allá. Claro que sí, allí estaremos —colgó y salió de su pareja, colocándole ese maldito aparato metálico que tanto detestaba, para empezar a colocarse bien su ropa—. Vístete, salimos a una comida con unos accionistas.

—¿Qué? ¿Qué pinto yo en una de tus reuniones? Nunca he ido a ninguna, ¿por qué ahora tengo que ir?

—Porque te lo digo yo, ¿de acuerdo? No me hagas volverte a dar la orden. Ve a ponerte decente.

—Primero déjame que me duche y me quite esto.

—De eso nada, ni se te ocurra quitártelo —dijo con autoridad.

—¿Cómo narices voy a ir con esta cosa a la calle? ¡Me niego!

—Te quiero en cinco minutos preparado, así que deja de protestar —lo cogió del brazo para bajarlo del escritorio y sacarlo del despacho.

—Al menos dame mi supresor si voy a salir a la calle.

—Le diré al mayordomo que te lleve ahora uno para que te lo tomes, pero date prisa.

Abandonó el despacho no sin antes dedicarle una mirada de desprecio a su marido. Se sentía humillado y avergonzado de tener que llevar esa cosa a la calle, y más a una estúpida reunión de negocios, dónde estaría rodeado de empresarios asquerosamente ricos gracias a empresa ilegales.

Pero al menos se sentía satisfecho, había conseguido la información que estaba buscando para su investigación. Ya que al menos tuviera que estar en esa asquerosa casa y nuevamente en ese matrimonio, siendo humillado y violado, al menos debía sacarle provecho en algo, y era en hundir personalmente a Kuroko Katsunori, aunque fuera lo último que hiciera.

.

.

.

 

La hora lectiva por fin había terminado. Había sido un día completamente largo y aburrido, y para colmo, hoy no había actividades de ningún club debido a que los profesores tenían claustro de profesorado.

Kagami guardaba sus cosas en su mochila, se había olvidado por completo de que no había club y él había cargado con sus cosas para nada. Kuroko, detrás de él, guardaba también sus pertenencias.

—Kagami-kun, ¿te parece que vayamos al Centro Comercial? Han abierto un nuevo local que dicen que los batidos de vainilla están mejores que los del Maji Burger —el pelirrojo se giró hacia el de menor estatura, y lo meditó por unos segundos.

—Está bien, quería comprarme unas zapatillas nuevas, las que tengo están algo desgastadas y no quiero que se me rompan y encontrarme sin zapatillas para algún partido —terminaron y abandonaron la preparatoria, dirección al centro comercial.

Visitaron varias tiendas de calzado deportivo, sin éxito alguno de que el diez de Seirin encontrase alguno de su talla. Tetsuya se sentía cansado de ir tienda por tienda, él quería probar de una vez el tan nombrado y famoso batido de vainilla de una vez.

—Kagami-kun, estoy cansado ya, admite que tienes los pies inútilmente grandes y tu número es muy difícil de encontrar. ¿Vamos a por el batido de vainilla? —Taiga suspiró resignado, estaba claro que no iba a encontrarlas, por lo que aceptó y caminaron hacia el nuevo local.

Tetsuya por fin pudo saborear su tan ansiado batido de vainilla, comprobando que lo que decía los rumores, no era cierto, los batidos del Maji Burger seguían siendo los mejores y los primeros en sus preferencias.

Justo cuando giraron en dirección a marcharse del centro comercial, Kuroko chocó contra alguien, cayendo en el proceso al suelo. Kagami lo ayudó a levantarse.

—¿Estás bien?

—Sí, gracias. Perdón, no iba atento —una vez incorporado, hizo una pequeña reverencia de disculpa hacia la mujer con la que había tropezado.

—No te preocupes, también tengo culpa, iba más pendiente de buscar el clínex del bolso que de ir fijándome por dónde caminaba —la voz de una mujer y su dulce aroma le llamaron la atención.

Por unos instantes, ambos se quedaron mirando a los ojos, hasta que la omega se llevó ambas manos a su boca, mientras abría sus orbes zafiro con sorpresa.

—¿Tetsuya? ¿Eres tú? —el peliceleste no respondió, se quedó inmóvil en su lugar. Ni reaccionó cuando la señora de cabellera oscura lo abrazó sollozando—. Sí, eres tú, ¿verdad?

—¿Cómo sabe mi nombre?

—Porque sé que eres tú —afianzó el abrazo—. Tus ojos, tu aroma, te he reconocido al instante.

—Perdone, pero yo a usted no la conozco de nada. ¿Cómo sabe de mí? —la omega lo dejó libre, secándose las lágrimas de felicidad.

—Es normal que no me conozcas —sus iris azules detonaron cierta tristeza—, nunca me han dejado conocerte mejor.

—¿Qué quiere decir?

—Soy Aomine Hanako, tu abuela —su rostro para ser la mayor parte del tiempo inexpresivo, demostró sorpresa. Kagami frunció el ceño, no le inmutó la revelación, sospechaba desde el momento que la mujer abrazó al peliceleste. Sabía que una historia triste, iba a haber detrás.

Los labios del menor se fruncieron.

—¿No le dejaron conocerme? ¿O no quiso conocerme? Así que usted es la madre de mi padre…

—Así es, y yo… —Tetsuya no la dejó continuar.

—No hace falta que me explique nada, sé la historia, y que me venga diciendo que no le dejaron conocerme no me lo creo, porque fueron ustedes los que echaron a mi padre de la casa cuando supieron de mí.

—Eso no fue así, Tetsuya, yo por supuesto estaba en contra de eso, tienes que creerme —suplicó con desesperación.

—Lo siento, pero no quiero escucharla. Mi padre me contó todo, y no lo pasó nada bien. Ustedes no nos quisieron en sus vidas, ¿qué le hace pensar que ahora yo los quiero en la mía? —la señora, ante dichas palabras, volvió a sollozar. Taiga, al verla, trató de intervenir.

—Kuroko, cosas así no se deberían decir a la ligera. Además, este no es el mejor lugar, ¿por qué no van a un sitio más privado y hablan las cosas con calma? —propuso el pelirrojo.

—No hay nada que esta señora y yo tengamos que hablar, Kagami-kun.

—Hanako —la potente voz de un alfa alertó al diez de Seirin. Un hombre de cabellera azulada y piel morena apareció—. ¿Se puede saber dónde estabas? Llevo un rato esperándote en el coche, venga, vámonos —echó una mirada a los dos jóvenes que estaban junto a su esposa—. ¿Quiénes son ellos?

—Querido, es Tetsuya, nuestro nieto —dijo con emoción, olvidando por unos instantes las duras palabras del menor. El alfa afiló su mirada ante lo dicho, y sujetó a la mujer del brazo, con algo de rudeza.

—Vámonos, que yo sepa no tenemos ningún nieto, andando —Kuroko se cruzó de brazos observando al detalle al recién llegado. Así que ese era su supuesto abuelo, a simple vista, una persona despreciable.

—Oiga, le está haciendo daño, no la trate así —protestó molesto Taiga al ver el trato del hombre hacia la señora.

—Tú no te metas, mocoso. No eres nadie para decirme cómo tratar a mi esposa —lo encaró—. Hanako, nos vamos —la morena le extendió una pequeña tarjeta a Kagami sin que su marido ni Kuroko se dieran cuenta. Frunció el ceño pero la aceptó, guardándola rápidamente en el bolsillo trasero de su pantalón—. Muévete ya.

Ante la voz de mando, Hanako no tuvo más remedio que obedecer a su alfa, alejándose del lugar. Por su parte, Tetsuya se giró sobre sus pies y se empezó a marchar hacia el lado contrario de dónde se había ido el matrimonio.

—Hey, espera Kuroko—fue tras él, siguiéndolo hasta los servicios públicos del centro comercial—. ¿Te sientes mal? ¿Quieres hablar? —dijo al otro lado de la puerta del cubículo del baño.

—Estoy bien, sólo necesitaba venir al baño, no tenías por qué seguirme, ya salgo.

—Yo sé que no estás bien, puedo notarlo en tus feromonas. Fue un encuentro algo extraño, pero no debiste tratar así a tu… abuela.  

—Ellos no son nada mío, directamente porque no me consideran de su familia, ¿no lo viste? —Taiga no se movió del lugar, algo se imaginaba que pasaba cuando vio el comportamiento del menor. El pestillo de la puerta fue abierto, dándole entender que podía pasar, que estaba dispuesto a contarle su historia.

Captó la indirecta en seguida, y entró en el cubículo, cerrando nuevamente la puerta. Tetsuya se encontraba sentado en el inodoro, con sus pies sobre él para así resguardar su rostro entre sus rodillas.

—Ellos se supone que son mis abuelos, pero no me consideran su nieto, como pudiste presenciar —empezó a narrar. El alfa se agachó para ponerse a su altura—. Ni si quiera he tenido trato con ellos, ni los conocía. Nunca me han querido ni me han considerado su nieto debido a mis padres.

—¿No se llevan bien con ellos?

—Directamente, echaron a mi padre cuando se enteraron que me estaba esperando —hizo una mueca de disgusto, para proseguir—. Sé que no me llegó a contar toda su historia, habrá muchas cosas que no me quiso contar, pero lo echaron de la casa cuando ese señor que supuestamente es mi abuelo, descubrió el embarazo.

—No… no me lo puedo creer…

—Lo echó a la calle como a un perro, a su propio hijo. Nos dejó solos y a nuestra suerte. Y ella no movió ni un dedo cuando su esposo lo echó.  

—Pero… ¿por qué lo echaron? ¿es que no estaban de acuerdo con que fuera omega?

—Mi padre estaba en su adolescencia en un equipo de básket, y mi padre era su entrenador. Se llevan bastantes años de diferencia y, cuando se enteraron de quién se trataba el padre de ese bebé, fue el motivo por el que lo echaron. Ellos tienen un buen estatus social, que su hijo adolescente de dieciséis años se quedara embarazado de su entrenador de baloncesto, diez años mayor que él, no estaba bien visto —explicó.

—Lo que hicieron no tienen nombre, pero al menos no os quedasteis desamparados, porque tu padre no os abandonó, ¿no?  

—Sí, eso sí, pero mi padre en el fondo nunca fue feliz con él, y eso siempre me ha dolido. Ahora vuelven a estar juntos, y me alegré mucho, pero no veo que mi padre esté feliz. Verlos me ha dolido, he vivido toda mi vida sin ellos, pero ver el rechazo de ese hombre…Me he sentido igual de abandonado que se sintió mi padre.

El pelirrojo lo abrazó, al oír pequeños sollozos por parte de Kuroko.

—Sé que duele, pero piensa en que tienes a tus padres, que sí te quieren, que es lo importante —trató de consolarlo. El menor levantó su rostro de dónde lo mantenía oculto, y posó levemente sus labios sobre los ajenos en un pequeño contacto.

—Tú no me abandonarías, ¿verdad? —estiró sus brazos para rodear el cuello del tigre, que titubeando, con los suyos propios rodeó el cuerpo del menor, acariciando su espalda a modo de consuelo.

—¿Por qué piensas que te abandonaré? —preguntó, algo extrañado a la vez que con algo de culpa.

—Porque no lo soportaría. No soportaría más rechazos.

—No te preocupes por eso, ¿de acuerdo?

—¿Lo prometes? —azul y rojo chocaron en un cruce de miradas, y el alfa no pudo seguir manteniéndola, por lo que la retiró mientras lo apretaba a su cuerpo.

—Lo prometo —susurró con culpabilidad, sintiéndose la peor persona del mundo. Si Tetsuya se enterara que él era el destinado de su padre, lo odiaría por el resto de su vida.

Se sentía una mierda de persona, porque él se moría por estar con Aomine, a la vez que ilusionaba a Kuroko que, como siguiera así, terminaría por dañarlo no sólo a él, sino al propio Aomine y la relación padre hijo que tenían.

No se podría hacer llamar alfa cuando, estando con un omega a la vez que deseaba a otro.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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