Baile
Charles Xavier miraba expectante a las parejas que bailaban grácilmente en el salón. Estaba sentado junto a sus padres en la mesa principal de la “Cena Anual de las Fundación Xavier,” que su progenitor organizaba cada año para recaudar fondos destinados a becar a jóvenes estudiantes de pocos recursos. Brian Xavier controlaba personalmente la lista de invitados y se cercioraba de que cada uno fuera un contribuyente adecuado. Esta vez se había topado con un nombre extraño: Magneto. No conocía a la persona en particular, jamás había oído hablar de ella, pero como había donado una suma demasiado generosa, aceptó invitarlo.
-¿Ya encontraste al tal Magneto, cariño? – indagó Sharon.
Su esposo sacudió la cabeza.
Charles apenas los escuchaba. Estaba demasiado concentrado observando a su hermana Raven bailar y divertirse gratamente. Él no podía hacerlo, no al estar confinado en esa silla de ruedas. Raven ya había intentado llevarlo con ella para que disfrutara de la velada pero Charles se negó, detestaba ser una carga para los demás por su condición, o, al menos eso era lo que pensaba él.
-Charles, encanto – su madre lo devolvió a la realidad -. ¿Te molesta si tu padre y yo salimos a bailar? Solo será una pieza.
-No, madre – respondió el joven, tratando de sonreír para no entristecerla. No quería que nadie notara lo miserable que se sentía -. Vayan y bailen todo lo que desean. Papá organizó todo esto con esfuerzo y merecen divertirse.
-Eres la persona más dulce que conozco – suspiró Sharon y le besó la cabeza antes de levantarse del brazo de su marido.
Brian masajeó afectuosamente el hombro de su hijo y enfilaron los dos enamorados al centro de la pista.
Ahora Charles se había quedado solo definitivamente. Bajó la mirada hacia sus piernas, que hacía más de un año que no le respondían más, y se frotó los ojos para no llorar y transformarse en el patético de la fiesta. Tan ensimismado estaba que no notó que alguien se sentaba junto a él en el asiento de su madre.
-¿Charles Francis Xavier? – preguntó el desconocido y Charles volteó hacia él. Era un hombre alto, espigado, de pelo cobrizo e impactantes ojos azul metálico -. Mi nombre es Erik Lehnsherr.
Charles quedó impactado con él y sin quererlo, le leyó la mente: era un empresario alemán, el más rico de su tierra, que había llegado a Nueva York por negocios hacía seis meses atrás y había conocido a Charles en un café cuando estaba desayunando una mañana con su hermana. Se había sentido atraído desde que lo vio y había averiguado todo de él. No se atrevía a acercársele porque era demasiado tímido y temía que Charles lo rechazara. Por eso había elegido esta noche y se había inscripto bajo el alias de Magneto, donando una suma importante de dinero y sabiendo que Brian Xavier no podría objetar. Al averiguar sus antecedentes, supo que el joven estaba confinado en una silla, que no volvería a caminar más, y por eso esperó que sus padres se retiraran de la mesa para sentarse a conversar con él. No le importaba la condición de Charles, solo quería platicar porque estaba enamorado desde el instante en que lo vio en el café.
-Disculpa si soy un atrevido – continuó Erik, nervioso. Era extremadamente tímido -. Siento que ocupé la silla de tu madre y yo. . .
Charles simplemente le sonrió. A él también Magneto lo había atraído al instante.
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