Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

De los pies a la cabeza y pasando por las patas, orejas y cola por Marbius

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

14.- N de Noviazgos.

 

Con Lily Evans como miembro honorario no oficial de los Merodeadores (los cuatro coincidieron en mantener el cuatro como su número pero aceptarla entre sus filas siempre y cuando no ejerciera su poder como prefecta sobre ellos), los cinco llegaron a finales del año escolar compartiendo sus dos más grandes secretos, pero en términos prácticos, también el deseo de que ya fueran vacaciones y disfrutar de su tiempo libre como era debido.

Además, estaba el no tan pequeño detalle que colocaba a James y a Lily en precario equilibrio, pues si bien el compartir con ella su condición de animago los había unido de maneras en las que era difícil de creer que fuera siquiera posible considerando que apenas un año atrás era una labor imposible mantenerlos en la misma habitación sin que estallara un duelo de varitas por la yugular del otro, también les estaba costando adaptarse a la novedad del ser y no ser que los colocaba en un área gris con respecto a su estatus oficial, y que iba más allá de amigos considerando que se besaban y hacían manitas a la menor oportunidad, pero sin llegar a ser novios con todas sus letras.

—Vamos a ver —resopló Sirius, haciendo a un lado el libro de pociones que tenía al frente y encarándose a James, que sentado frente a él tenía los últimos diez minutos hablando del enigma que era Lily Evans para él en esos momentos—, que se besaron anoche al pie de las escaleras que llevan a los dormitorios y yo vi lengua, no intentes negarlo. Por regla tiene que significar algo, ¿o no? Apóyame en esto, Moony.

Sentado a su lado y a su vez con la nariz hundida en un libro de aritmancia de donde esperaba encontrar las conclusiones para el ensayo que tenían que entregar en dos días más, Remus pareció salir de un trance y no entender exactamente en qué o para qué quería su novio su apoyo.

—Igual y puede no significar nada —apuntó Peter, que al lado de James estaba escribiendo como poseso en letras grandes sobre su pergamino para terminar de una vez por todas con los quince centímetros extra que había tenido que redactar como penitencia cuando en Transformaciones un estornudo traicionero había provocado un chispazo de magia que aturdió a tres compañeros al rebotar por la habitación—. Es decir, besarse con alguien no tiene que significar nada más que eso. Es… pasar un buen rato entre dos personas, y nada más.

—¿Qué, lo dices por experiencia, Wormtail? —Le chanceó Sirius, aunque la burla en su voz se desvaneció casi en el acto al recordar la gran cantidad de personas que había besado en Hogwarts, y que fácilmente doblaban el número de aquellas con las que había salido a citas, y que a su vez eran sólo como una tercera parte de las que podía considerar parejas.

—Sólo digo que besarse a todas horas no implica nada si de antemano no lo conversan entre dos —dijo Peter con tal pragmatismo que James dejó de halarse el cabello con desesperación y se tomó unos segundos de profunda concentración antes de asentir para sí.

—Ok, Peter tiene razón con eso. Pero, ¿y qué se supone que debo yo hacer? —James se pasó ambas manos por el cabello y clavó la vista en el techo que se alzaba sobre ellos—. Justo anoche me permitió tocarle los pechos por encima de la ropa, y ahora me vería como un idiota redomado si de pronto le soltara un ‘¿y nosotros qué somos?’ así de sopetón. Lily es capaz de decirme que nada y entonces tendría que lanzarme de cabeza desde la torre de Astronomía para huir de la humillación.

—Prueba algo como esto —dijo Sirius, y procedió a acercar su silla a la de Remus. Con una naturalidad que en ellos dos se había convertido en su regla de oro, Sirius besó a Remus, y en el proceso colocó su mano sobre el pecho de éste, y siguiendo sus propias instrucciones, hizo la pregunta de antes y después procedió a darle otro beso, esta vez con un toque de lengua, antes de separarse—. ¿Ves, Prongs? No es como reparar un televisor sin magia, sino simple encanto.

Todavía un poco aturdido por dicho encanto, Remus se aclaró la garganta antes de hablar. —Si quieres un consejo sincero, utiliza la política de absoluta sinceridad. Lily lo apreciará más que tus burdos intentos de seducción.

—¿Qué, acaso no puedo sacar a relucir mi encanto Black? Que seguro somos primeros en cuarto o quinto grado, ¿o no, Padfoot?

—Probablemente —confirmó éste—. Es una pena que no pueda corroborarlo en el tapete Black.

—Estúpidos magos sangre pura y su estúpida endogamia —murmuró Remus, poniendo los ojos en blanco antes de volver a la carga—. Lo que quiero decir aquí es… ¿Qué quiero decir en realidad, por las barbas de Merlín? Yo debería seguir con lo mío y-… ¡Oh!

—No tan rápido, Moony —le arrebató Sirius su libro y lo cerró con excesiva fuerza antes de dejarlo sobre la mesa—. Prongs nos necesita, y en vista de que tanto tú como yo recibimos su experto asesoramiento cuando no podíamos ser honestos el uno con el otro, y el de Peter también, no te hemos olvidado, Wormtail…

—Mmm —fue la respuesta de éste, escribiendo cada más rápido en su pergamino y sin prestarles realmente atención.

—… cuando estábamos en la misma situación que James y Lily están ahora…

—Deja te recuerdo que James no se transforma en ciervo para acurrucarse sobre su regazo en la sala común, ni tampoco Lily se acobardó y-…

—Como sea —gruñó Sirius exasperado—. Lo importante es que estuvo ahí para nosotros, y ahora es nuestro turno de hacer lo mismo. Así que James, ¿qué táctica propones como infalible para conquistar a la señorita Evans?

Remus resopló. —¿Es que no lo has escuchado? Si Lily ya le permitió tocarle un pecho, aunque sea por encima del uniforme, es que puede saltarse el paso de ‘conquistarla’, que para cuestiones lingüísticas es una palabra terrible que objetifica a las mujeres y las convierte en premios que-…

Frustrado con la repentina lección de feminismo que en esos momentos no venía al caso, Sirius amagó cubrirle a Remus la boca al mismo tiempo que éste luchó por continuar con su discurso, y alguno de los dos se habría de salir con la suya de no ser porque Madame Pince apareció de improviso tras uno de los anaqueles y los amenazó con expulsarlos si no guardaban silencio y compostura en la biblioteca.

—Sólo… —Sirius miró por encima de su hombro para cerciorarse de que Madame Pince estuviera respirando en la nuca de otros alumnos antes de proseguir—. Ve por todo con Lily Evans.

—Pero con prudencia —fue el consejo de Remus al respecto—. No olvides los modales. Sé más hombre que bestia, o que ciervo en todo caso...

Con un suspiro de exasperación por aquellos dos consejos que contrastaban tanto entre sí, James consideró el ignorarlos y mantenerse por siempre en el limbo de la ignominia, pero entonces Peter consiguió ponerle el punto final a su redacción, y mientras movía su mano sobre la tinta para apresurar el proceso de secado, soltó una de sus bien conocidas perlas de conocimiento en tema de relaciones, que a pesar de tener él una vida romántica que en el mejor de los casos podía considerarse esporádica y en el peor deplorable, podía tener un tacto inmejorable cuando se trataba de terceros.

—¿Y si aprovechas la última salida a Hogsmeade para tener con Lily una cita como es debido y declararte en el momento adecuado?

James alzó las cejas hasta que casi alcanzaron su línea del cabello, e incluso Sirius y Remus tuvieron reacciones similares al considerar cada uno por su lado la posibilidad de éxito en ese plan, que por todo lo que estaban dispuestos a apostar, tenía las de ganar.

—¿Sabes, Prongs? Wormtail no está tan equivocado con esa idea suya… —Dijo Sirius con lentitud.

—Más que eso, ha dado justo en el clavo —secundó Remus acariciándose el mentón—. Y eliminando el riesgo del rechazo…

—Ay, Merlín —murmuró James.

—Tus probabilidades de tener la novia por la cual siempre has soñado para el final del sábado son altas —dijo Sirius, que no albergaba dudas al respecto, pues bastaba ver a ese par interactuar entre sí para tener claro que estaban enamorados el uno del otro y que lo único que hacía falta era admitirlo entre ellos antes de hacerlo oficial para el resto.

—Si te sirve de algo, incluso podríamos hablar con ella al respecto… —Sugirió Peter, pero entonces James se pasó los dedos por el cabello y se dio un fuerte tirón a la altura de la coronilla.

—¿Y dejarla pensando que soy un miedica que los ha enviado para que hablen bien de mí y, no sé, la convenzan de que soy su mejor opción?

—Si lo pones así…

—No, por favor no —dijo James—. Confiaré en mis habilidades…

—Y en que le has tocado los pechos por encima de la ropa —dijo Sirius.

—En realidad es singular, un pecho —recalcó Peter con pragmatismo.

—¿Eso es importante? Si las opciones son haber tocado uno o no, entonces da igual si fueron dos o más —terció Remus enfrascándose en las cuestiones técnicas.

—Ya, ¿pero desde cuándo tiene Evans un tercer pecho o más? —Remedó Sirius con una cierta sorna en su tono de voz—. Porque si es así, yo quiero, exijo, que se me muestre ese tercer pecho en cuestión.

—Chicos… —Interrumpió James aquel diálogo que no conducía a nada, excepto a crisparle los nervios y a estresarlo más de lo que ya estaba—. Sólo… no. Esta es mi batalla, y debo de lucharla solo, así que por una vez no intervengan. Si todo sale mal, al menos tendré claro que fue mi culpa, y si no es el caso… Entonces podré estar seguro de mis capacidades. Y sólo para no dejar espacio a dudas, aunque no tendría que aclararlo porque es de lo más estúpido, Lily sólo tiene dos pechos. Dos perfectos y redondos pechos que caben justo en la palma de mi mano.

A tiempo para enunciar la última sílaba, James de pronto recibió en la parte trasera de su cabeza un certero golpe que le lanzó las gafas despedidas fuera del rostro y hasta la mesa.

—Ouch —musitó Peter, en tanto que Remus y Sirius esbozaron muecas de dolor porque habían sido testigos de la repentina aparición de Lily tras uno de los anaqueles, así como de su expresión horrorizada cuando escuchó la última oración de James.

—Y yo que pensaba que habías cambiado, Potter —rezongó Lily, que sin darle oportunidad de explicarse o de siquiera reacomodarse las gafas, dio media vuelta y se alejó a grandes zancadas.

Atrás quedaron los cuatro merodeadores, que en distintos grados de desesperanza, sintieron aquella partida de manera personal.

 

Con Peter buscando una cita para pasar esa última salida de Hogsmeade del año en pareja y James haciendo méritos para conseguirse el perdón de Lily para antes de ese mismo fin de semana, Remus y Sirius aprovecharon la tarde de aquel día para repasar un poco más del temario que abarcarían sus exámenes de Historia de la magia, pero lo que comenzó con subir a su dormitorio para estudiar en la comodidad de su ropa interior para paliar una repentina ola de calor que asoló la región, pronto se convirtió en una intensa sesión de besos y caricias en donde sus apuntes acabaron en el piso y ellos dos luchando por hacerse del dominio.

—No se vale, Moony —murmuró Sirius, de espaldas a la cama y con Remus sentado ahorcajadas sobre su cadera mientras le exponía el cuello y se lo llenaba de marcas de dientes—. Ni siquiera es luna nueva, ¿cuál es tu pretexto para ser tan agresivo hoy?

—Mmm… —Soltando su lóbulo, Remus murmuró—: ¿Y quién dice que tengo interés en dominar este encuentro?

—Oh…

Que dicha fuera la verdad, Sirius no iba tan desencaminado cuando se trataba de adivinar su comportamiento en la cama y relacionarlo con el estatus de la luna en el cielo, pues mientras su resplandor menguaba en el cielo también las fuerzas de Remus y su deseo de ser él quien controlara sus actividades en el dormitorio, mostrándose entonces más dispuesto a soltarle las riendas a Sirius y permitirle que fuera él quien tomara la iniciativa.

Caso opuesto cuando después de la luna nueva su libido se disparada de manera exponencial, y más veces que no era Sirius quien tenía que someterse a los designios de Remus so riesgo de verse coaccionado a ello por medio de caricias rudas y sexo que conforme se acercaban a la luna llena podía dejarlo incluso adolorido o en necesidad de una poción para el dolor.

No que ninguno de ellos tuviera quejas al respecto, no al menos después de hablarlo con toda seriedad luego de vivir (y sobrevivir) juntos a su primer ciclo lunar como pareja, y en donde acordaron ser siempre honestos con su pensar y sentir para evitarse malentendidos que a la larga pudiera costarles más que un par de mordiscos o marcas de uñas en la piel del otro.

—Quizá podrías volver a intentar algo con tus dedos —propuso Remus, quien semanas atrás había conseguido vencer sus miedos iniciales a la penetración y se había entregado a Sirius al permitirle explorar con sumo cuidado el pequeño agujero entre sus nalgas, y sólo después de que éste le prometiera ser cuidadoso y proveerle de un placer sin parangón.

Del experimento se había convencido Remus de que sus temores por ser el receptor durante el sexo anal eran sólo infundados, y que en verdad dos dedos e incluso tres podían ser de lo más placenteros si antes se tomaban su tiempo para dilatar el área y utilizaban lubricante en abundancia.

Para mal que antes de culminar sus exploraciones en el cuerpo de Remus, la luna en el cielo pasara de nueva hacia la segunda mitad de su proceso, y que tuvieran que poner una pausa mientras el lobo dictaminaba con creciente poderío su negativa a someterse de esa manera.

Una luna llena con algunas heridas después de su transformación le requirió luego a Remus un par de días de reposo, que se sumaron a aquellos otros en los que se desvelaron estudiando, y que por poco habían estado a punto de acabársele antes de llegar a la siguiente luna nueva antes de que Remus decidiera que no podían esperar más a continuar con sus exploraciones.

—¿Estás seguro? —Preguntó Sirius, pues había sido él quien con paciencia había esperado a que Remus sacara el tema a colación, y éste se había tomado algunos días más de lo esperado para hacerlo.

—Creo que sí…

—Moony…

—Ok, sí. —Remus besó a Sirius en los labios—. Es sólo que…

—¿Qué, Moony?

—No lo sé, sólo no lo sé… Quiero hacerlo y a la vez no. Y antes de que preguntes, sí, es miedo, pero también son nervios y otras veinte emociones más que me piden hacerlo y a la vez me lo impiden. ¿Es eso siquiera normal? ¿Fue así contigo la primera vez?

Sirius resopló, y abrazándolo con fuerza contra su pecho se dispuso a no esconder nada. —¿Honestamente? No fue una primera vez de la que me sienta orgulloso. Fue con Cecil, duh, y recién volvíamos de un concierto en donde nos emborrachamos en serio y ambos consumimos un par de sustancias ilegales. Creí que por ser mago no me harían el mismo efecto, pero por Merlín, sí que estaba equivocado… Ya habíamos hecho otras actividades con anterioridad, y estaba convencido de que cualquier otra cosa que Cecil quisiera probar conmigo sería divertido, y lo fue, no me malentiendas, aquella noche no hicimos nada de lo que nos pudiéramos arrepentir o que lastimara al otro, pero… En retrospectiva, no fue el momento adecuado.

—¿No?

—No.

—¿Qué pasó?

—Bien… Nos desnudamos, fuimos a su casa, vomitamos un par de veces, y en lugar de lubricante utilizamos saliva… Sólo fueron un par de dedos, pero se sintieron como una mano completa. Y confía en mí cuando te digo que en teoría no es tan terrible, pero no es lo ideal para la inexperiencia de la primera vez —dijo Sirius, seguido de un largo suspiro que hablaba del lamento que no se atrevería a verbalizar como tal—. A la mañana siguiente fue lo primero que sentí, y después cuando tuve que escaparme por la ventana para que sus padres no le riñeran por traer compañía a casa, el dolor fue espantoso.

—Oh, Padfoot.

—Las siguientes veces fueron mejores, pero la sensación que dejó esa primera vez fue de… no ser lo correcto. Y no me malentiendas, no me arrepiento de nada de lo que hice con Cecil ni de ninguna otra decisión posterior porque ese es el camino que me labré y que me llevó hacia ti, pero… Incluso en mi tozudez siempre supe que no era lo que quería, no en realidad.

—Algo similar me pasó con Eddy Pritchard —dijo Remus, y los brazos de Sirius se ciñeron con más fuerza alrededor de su cintura—. Con él, todo era como seguir las indicaciones en un camino; hacía lo que se esperaba de mí, pero me sentía perdido, y dispuesto a dar media vuelta y emprender el regreso.

—No es que importe en realidad, ¿pero tú y él…?

—No —denegó Remus con naturalidad—. En realidad tuvimos un noviazgo de lo más puro. Muchos besos y algunos frotamientos, pero es todo. En ese asunto, incluso James y Lily nos superan.

—Oh, Moony —gruñó Sirius, y los maniobró a ambos para que Remus descansara de lado sobre la cama—, no menciones a esos dos mientras estamos en la cama o no podremos continuar con lo que te tengo preparado.

Con un dejo de sonrisa en los labios, Remus de pronto fue todo atención. —¿Ah sí?

—Sí.

—Muy bien…

Ya que habían desperdiciado valioso tiempo a solas en estudiar y después aquella charla, Sirius no se demoró más instruir a Remus para colocarse sobre su frente, y con dos almohadas elevando su pelvis de la cama, se posicionó detrás de él y le acarició los muslos antes de proceder.

—¿Puedo…? —Inquirió al introducir los dedos índices por debajo del elástico de su ropa interior, y con un corto jadeo de anticipación, Remus accedió a que así fuera, elevando un poco la cadera para facilitarle el trabajo.

Expuesto tanto a su vista como a sus manos, Remus se mordisqueó el labio inferior mientras esperaba que los dedos de Sirius volvieran a penetrarlo como había hecho éste semanas atrás y por inercia se tensó a la inicial incomodidad que sabía que procedería al placer, pero grande fue su sorpresa cuando su novio se agachó, y con gran ternura le besó un glúteo y después el otro.

—¿Sabes que tienes una cicatriz aquí en forma de estrella? —Comentó Sirius, trazando una marca que Remus sintió irregular sobre el glúteo izquierdo—. Y acá tienes otra, aunque más pequeña. Y justo aquí-…

—Por si lo habías olvidado, tengo más que un par de cicatrices en el cuerpo, Sirius —dijo Remus con el mismo tono de resignación que utilizaba con los alumnos de primer año cuando sus labores como prefecto le requerían servirles de guía en las labores más obvias—. Así que no debería asombrarte tanto si un par de ellas parecen estrellas. Por probabilidad, era lo que tocaba. Nunca tan impresionante como la rumorada cicatriz que Dumbledore tiene supuestamente en la rodilla y que es del mapa del metro de Londres.

—A mí me siguen pareciendo mejores las tuyas. No tan prácticas para desenvolverte en la gran ciudad, pero… —Sirius volvió a bajar el rostro, y le besó en las tres cicatrices más grandes que Remus recordaba tener ahí.

No que llevara precisamente un registro de cada marca que llevara impresa en el cuerpo, en gran medida porque eran abundantes y venían acompañadas de terribles recuerdos, pero esas tres eran de su primer año, de cuando esconder su condición de licántropo había sido una carga espantosa para sobrellevar en un entorno por completo diferente al que había estado habituado hasta entonces, y de cuando mantener aquel secreto fuera del alcance de sus tres amigos se había sentido como traición.

Remus sólo tenía noción de la versión oficial que le había compartido Madame Pomfrey, en donde le explicó que convertido en lobo se había lanzado contra una reja, y tres puntas filosas se le habían clavado hasta el músculo. Al encontrarlo ella como humano había hecho su mejor trabajo para parchar la piel y evitar que quedara una marca más notoria, y Remus estaba agradecido por su esfuerzo, pero eso no restaba que ahí tenía esas cicatrices, y que a su vuelta a los dormitorios de Gryffindor se había pasado los siguientes días cuidando bien de dónde se sentaba so pena de acabar poniendo una mueca.

—Si quieres, podría ponerles apodos —dijo Sirius de improviso, y Remus rió muy a su pesar.

—¿Qué? Oh, ni te atrevas.

—¿Y por qué no? Serían nombres secretos que nadie más que tú y yo sabríamos, así podría decirte “Hey Moony, ¿cómo va todo para Rigel ahí abajo?”, y tú me responderías algo como “Genial, sin decoloraciones ni protuberancias nuevas.”

—¿Rigel?

Sirius suspiró, y el aire de su aliento provocó en Remus una reacción de estremecimiento. —Está en la constelación de Orión, que puestos a pensar, ew. No quiero que lleves en el trasero ningún nombre de estrella de esa constelación.

—Sabes bastante de constelaciones y nombres, no me extraña que fueras el primero de la clase en astronomía.

—Un extraño efecto secundario de ser Black. Madre… Ella era realmente estricta con esa materia cuando Regulus y yo éramos pequeños, así que… Uhm…

—Sirius —dijo Remus y miró hacia atrás—. ¿Todo bien?

—De maravilla —murmuró éste con prisa, e igual que el tema de su familia resurgía, no tardó en cambiar su expresión a una falsamente alegre y fingir que nada había ocurrido—. Tal vez ponerles nombre a tus cicatrices no sea tan buena idea después de todo.

—¿Eso crees? —Ironizó Remus, pero cualquier burla subsecuente que tuviera lista murió en sus labios cuando Sirius le hincó el diente, literalmente, en el trasero y le obligó a admitir que quizá tenía una debilidad por aquella acción—. ¡Ah!

—Moony no es el único que puede morder. Padfoot también sabe cómo hacerlo —dijo Sirius, recorriendo después con la punta de su lengua las pequeñas cavidades que sus dientes dejaron sobre la piel de Remus.

—En ese caso… —Remus inhaló hondo y después exhaló—. Padfoot debería llevarse un segundo bocado…

—Hecho.

Y sin más, Sirius volvió a morderlo, cuidándose bien de no desdibujar la línea que marcaba el placer del dolor, y que como bien había descubierto en las últimas semanas de exploración con Remus, podía ser casi traslúcida y fácil de confundir.

Plantando besos y lamidas a lo largo de los glúteos de Remus, Sirius depositó el ocasional mordisco aquí y allá sin por ello perder ritmo con sus manos, masajeando los músculos tensos de aquella área y propiciando con ello que fuera el propio Remus quien le incitara a continuar.

Sus intentos dieron frutos cuando Remus abrió las piernas, y de entre sus nalgas apareció aquella diminuta hendidura en la cual Sirius tenía puesto el ojo para aquella tarde.

—Moony…

—¿Mmm? —Respondió éste, el rostro hundido en una almohada y las manos tensas alrededor de puños de tela del edredón.

—No te asustes. Voy a probar algo nuevo, pero antes quería avisarte… —Dijo Sirius, partiendo del punto de conjunción entre sus muslos y glúteos y ascendiendo por la tersa piel haciendo escalas en cuanta cicatriz se topó en su camino e incluso un delicioso lunar que conmemoró con un beso.

Remus siguió aquel recorrido con ojos cerrados y la espalda ligeramente curvada, pues cada beso y lamida de Sirius le resultaba en extremo placentera, y si seguían por aquel camino no guardaba ninguna duda de que lo que fuera que estuviera por intentar también sería bueno.

Sin embargo, nada lo preparó para el momento cumbre cuando Sirius alcanzó la partidura en sus glúteos, y con la nariz se hizo espacio primero rozando sus testículos tensos y después subiendo por su perineo hasta…

—¡AH! —Exclamó Remus cuando el primer soplo de aire sobre su abertura le hizo consciente de la posición vulnerable en la que se encontraba por voluntad propia.

Sirius malinterpretó su sorpresa. —Lo siento. ¿Me detengo, Moony?

Tragando saliva con dificultad, Remus alcanzó a levantar el rostro de la almohada y murmurar—: No, por Merlín, no lo hagas…

Sirius se humedeció los labios con la lengua, pues consciente del poder y confianza que Remus depositaba en él en esos instantes, se tomó su dulce tiempo antes de tomar un glúteo en cada mano, y con tentativo anhelo de hacerlo bien, besó a Remus directo en el pequeño círculo de músculos que éste tenía ahí. Por inercia, se contrajo bajo sus labios, y Sirius no hesitó en sacar la lengua y lamer con curiosidad alrededor.

—Delicioso —dijo para sí, y víctima de su manejo, Remus gimoteó contra la almohada.

En realidad, aquella no era una actividad del todo nueva para ellos. Al menos no para Moony y Padfoot, quienes en la primera luna llena que habían pasado juntos se habían examinado mutuamente tanteando el terreno y dando vueltas el uno alrededor del otro hasta comprobar sus intenciones antes de bajar la guardia y permitir un contacto más cercano.

Fuera el instinto que les marcaba que sus acciones eran las correctas o que para sus narices el aroma del otro era una deleite intoxicante, el resultado había sido el mismo cuando Padfoot había aceptado la voluntad del lobo como mayor a la suya, y reconocido de éste su poderío como alfa de su recién formada manada se había limitado a bajar la cabeza en señal de sumisión y después había hecho a un lado su cola para permitirle una inspección exhaustiva de sus cuartos traseros y del aroma que ahí radicaba.

De haber sido humano, Sirius se habría sentido sumamente incómodo y abochornado por permitirle a Remus olisquearle el trasero así sin más, pero como Padfoot la costumbre le había resultado de lo más natural, lo mismo que el par de lametones con los que el lobo le había regalado en aquella área antes de permitirle una revisión similar que confirmó entre ambos quién era el líder de su grupo.

Y si alguien en ese momento le hubiera sugerido siquiera que a la vuelta de un año estaría haciendo lo mismo pero como Sirius y hacia Remus, éste se habría reído en su cara por lo ridículo que habría resultado aquella idea antes de percatarse de los sentimientos que albergaba por su ahora novio.

En cambio en ese momento…

Sirius no se cohibió, y posicionando su lengua desde el nacimiento de los testículos de Remus, le dio una larga lamida hasta culminar en el prominente hueso de su cóccix, en el proceso, haciéndose del más largo y sensual gemido que jamás hubiera escuchado de labios de éste.

—Oh, Sirius… —Gimió Remus a duras penas, volviendo a tensar cada músculo de su cuerpo al mismo tiempo.

Sirius interpretó aquello como una señal de seguir, y durante los siguientes minutos se dedicó a lamer a Remus y a conseguir de éste la más dulce sucesión de gemidos, jadeos, y en algún punto, incluso palabrotas que manaron de sus labios una tras otra cuando el placer se volvió acuciante al utilizar él primero un dedo y después dos.

Porque la saliva sólo podía llevarlos hasta cierto punto de su camino, Sirius buscó a ciegas sobre la cama el pequeño vial de poción lubricante que había colocado ahí de antemano, y humedeciendo sus dedos con un poco de aquella sustancia transparente, se dedicó después a estirar a Remus con tres dedos que éste aceptó primero en su cuerpo con un resoplido y después con repetidos movimientos de su cadera, en donde Sirius empujaba y Remus lo encontraba a mitad del camino.

—Sirius, oh, Sirius… —Gimió Remus, el trasero en alto y de entre sus piernas colgando su erección a punto de reventar. Si Remus había creído que el placer de estar dentro de Sirius no tenía punto de comparación, se había equivocado y por mucho al tener los dedos de su novio en su interior y tocando dentro de sí un pequeño punto de placer que le hizo tener visión de túnel y la garganta seca a base de sonidos guturales e incontrolables que no podía dejar de emitir.

Llegados a esa encrucijada, tenían dos opciones ante sí: Detenerse, o proseguir, y Sirius así se lo dejó claro a Remus.

—Moony… Hey, Moony —dijo con voz gruesa y cargada de deseo mientras mantenía sus tres dedos dentro de Remus y con su mano libre le sujetaba la cadera y detenía su frenético vaivén.

—Mierda, no me hagas esto, Sirius —resopló Remus mirando por encima de su hombro y con la frente perlada de sudor por el esfuerzo. Su erección, que hasta entonces había sido la más placentera que recordara jamás, está transformándose en una fuente de dolor si no se corría en ese mismo segundo, y en su cerebro ofuscado, no podía entender la crueldad de su novio para detenerse justo entonces.

La respuesta fue clara para ambos, y haciendo absoluta gala de autocontrol al no ceder a la tentación de masturbarse mientras se aplicaba la poción lubricante, Sirius colocó la punta de su pene contra la abertura de Remus y empujó.

El propio Remus temió que los nervios y su cuerpo le traicionaran de improviso, pero con una mano de Sirius acariciándole la cadera con suavidad no fue necesario más que su cálido contacto para aspirar una amplia bocanada de aire, y sin más, recibirlo en su cuerpo.

Sirius se deslizó despacio pero firme en el interior de Remus hasta que su pelvis se encontró con el trasero de su novio, y al unísono compartieron un suspiro de alivio.

—Moony… —Murmuró Sirius con afecto, utilizando su otra mano para acariciarle la espalda baja—. Lo hemos conseguido…

—Habla por ti —dijo éste con un resoplido—. Esto todavía no se ha acabado.

Y en efecto, Remus se lo demostró al contraer los músculos de su interior y provocar en su novio una serie de gemidos bajo los cuales su mano le apretó con fuerza la cadera.

Por su parte, Sirius reaccionó con un quedo jadeo y venganza, que se manifestó al retirarse un poco y después volver a entrar. Remus gimió, y Sirius lo tomó como un permiso a continuar.

Perdiéndose en la intensidad del momento, Remus y Sirius encontraron juntos un ritmo adecuado para ambos en donde sus cuerpos se encontraban a mitad del camino y el placer se multiplicó hasta el punto de tornarse casi insoportable.

Sin capacidad para poder sostenerse sobre sus brazos, Remus apoyó la cabeza contra la almohada y mantuvo el trasero en alto recibiendo las embestidas de Sirius, quien tras corroborar que no estaba lastimando a su novio con lo frenético de su ritmo, le sujetó por las caderas con dos manos y procedió a establecer la cadencia bajo la cual aquel encuentro se dio.

Remus no tardó en gritar de placer, y fue necesario que Sirius le recordara que había más alumnos en la torre de Gryffindor para que éste se cubriera la boca con el dorso de la mano y al final tuviera que recurrir al viejo truco de morderse un nudillo para resistir.

Porque las rodillas les estaban matando al cabo de varios minutos, Sirius sugirió cambiar de posiciones, y Remus accedió de buena manera al rodar sobre su espalda y recibir a su novio en brazos cuando éste se posicionó entre sus piernas, y deslizándose en su interior con facilidad le proporcionó el mismo placer que apenas unos segundos atrás le había hecho temer por su cordura.

Rodeando su pelvis con ambas piernas, Remus recibió las primeras embestidas de Sirius con aullidos de placer que le obligaron de nueva cuenta a esconder el rostro en el hombro de éste y a morder.

—No importa, Moony —jadeó Sirius, el rostro sudoroso y con mechones de su largo cabello pegándosele en la frente y el cuello—. Hazlo y no te cohíbas.

Con permiso de ser él mismo, Remus arqueó la espalda al recibir una acometida que conectó con aquel pequeño punto de placer en su interior, y sus manos recorrieron la espalda de Sirius dejando tras de sí la mano de sus uñas sobre su piel.

Sirius gimió tras aquel contacto, y Remus no resistió la tentación de alzar el rostro y conectar sus bocas en un beso desesperado en donde colindaron sus dientes un par de veces pero a ninguno de los dos pareció importarles en realidad.

Ya habían cruzado cualquier línea de retorno, y juntos se aproximaban al orgasmo, listos para perderse en el placer físico que sus cuerpos les proveían.

Con su erección rozando el vientre bajo de Sirius cada vez que éste ondulaba sus caderas y le premiaba con una justa embestida de gozo, Remus no tardó en sentir las inminentes señales que marcaban el camino sin vuelta que conducía al más puro y crudo orgasmo que hubiera experimentado jamás. Al tiempo que sus músculos se tensaban igual que antes de cada transformación de luna llena, Remus tuvo un momento de lucidez al comparar ambos momentos y colocarlos en extremos opuestos de la misma escala, pues al convertirse en hombre lobo aquellas contracciones eran sinónimo de dolor y agonía, en tanto que en ese mismo instante su cuerpo apenas podía contener el placer que recorría cada una de sus terminaciones nerviosas y amenazaba con alcanzar un punto álgido en el que el clímax estaba a su disposición lo mismo que la abrupta pérdida de consciencia.

A desconocimiento de los pensamientos que en esos momentos cruzaban como bólidos e inconexos en la mente de su novio, Sirius se valió de un corto pero significativo gesto en donde tras una sonrisa, se lamió la punta del dedo pulgar y después buscó entre sus cuerpos el pene de Remus. Bastó sujetarlo en la palma de su mano y utilizar su dedo sobre el glande en un movimiento circular para que Remus se corriera, y la intensidad del momento se manifestó tanto en la fuerza como tenaza que ejerció con sus piernas alrededor de Sirius y al largo y ronco gemido que inundó su habitación.

Un tanto preocupado de que el ruido atrajera a media torre de Gryffindor a su dormitorio preguntándose quién moría ahí dentro por efecto de un hechizo cruciatus, Sirius besó a Remus en la boca, e intensificó la velocidad que mantenía con su pelvis, que sumado a la contracción de Remus y al intenso placer que éste exudaba, Sirius no tardó en experimentar por su cuenta un orgasmo brutal que de primera mano se sintió como un puñetazo en el estómago y la temporal pérdida de aire y visión.

—Sirius, Sirius… —Gimoteó Remus con sus últimas fuerzas, y éste le correspondió de igual manera.

—Re-… Remusss —siseó Sirius, con las fuerzas abandonándole igual que una botella de champagne perdiendo la espuma al ser descorchada, y sin más se desplomó encima de su novio, enterrando el rostro en el cuello de éste e incapaz de nada más.

Remus fue de la misma opinión, y la fuerza con la que lo sujetaba antes se esfumó como simple brizna de hierba a merced del viento. De las piernas que sujetaban a Sirius con desesperación, pronto cayó una al costado y luego otra con apenas un ‘thud’ contra el colchón que ya por ese día había soportado fuertes embates por parte de los dos. Y en el punto en donde sus cuerpos todavía permanecían conectados de manera íntima y tangible, pronto la erección de Sirius perdió terreno y salió del cuerpo de Remus en el más terrorífico y angustioso instante de desconexión que obligó a ambos a tratar de mantener la cercanía a como diera lugar.

Sus brazos no corrieron una suerte similar porque Remus se aferró a Sirius, y éste correspondió su necesidad de permanecer enlazados al sujetarlo con un brazo por debajo de su cuerpo y el otro por su nuca.

—Lo hicimos, Moony —dijo Sirius con voz cansada, y éste esbozó una sonrisa.

—Sí —articuló Remus a pesar del cansancio que le estaba resultando cada vez más imposible de ignorar—, lo hicimos, Padfoot.

—Sólo para corroborar…

—Mmm —Remus sonrió muy a su pesar—, sí Sirius, fuiste increíble. El mejor, aunque no es como si tenga mucho de donde comparar.

—Oh —dijo éste con la boca cerca de las sienes de Remus—. En realidad quería preguntarte si estabas bien.

—¿Uh?

—No te lastimé ni nada de eso, ¿o sí?

—Soy yo el que debería de preguntar eso —masculló Remus al recorrer con sus dedos la espalda de Sirius y encontrar en el camino las líneas que sus uñas habían dejado sobre la piel de éste. Aunque intentó evitarlo, Sirius siseó por el dolor—. Lo siento tanto.

—No lo hagas. En el momento se sintió genial, y para eso están las pociones sanadoras.

—Aun así-…

—Déjalo estar, Remus. En verdad que no importa —dijo Sirius, estrechando el abrazo que tenía sobre su novio y moviendo el rostro hasta que sus bocas se encontraron en un corto beso—. Quiero conservar este momento como una memoria perfecta, y eso incluye más besos…

—Y caricias…

—¿Qué tal una repetición?

—No dirás lo mismo en la mañana cuando te cueste dar paso o siquiera sentarte.

—Cierto, puede que tengas razón, pero —dijo Remus con una media sonrisa sardónica—, para eso existen las pociones sanadoras, ¿o no?

—Buen punto, Moony.

Dispuestos al menos a besuquearse un rato y quizá después complementar sus horas juntos en el dormitorio con una corta siesta antes de tener que volver a tomar sus apuntes de Historia de la magia y en verdad estudiar, Remus y Sirius se llevaron un susto de muerte cuando la puerta del dormitorio se abrió de golpe, y un extasiado y muy despeinado James Potter entró haciendo eses y se desplomó de cara sobre su cama.

Remus y Sirius compartieron una mirada de inquietud, pues el que su amigo hubiera obviado su presencia (así como su desnudez) en el dormitorio era una señal inequívoca de que algo no andaba del todo bien.

—¡Ahhh! —Gritó James de improviso contra el cubrecama, pero más que un alarido de horror, daba la impresión de ser uno de felicidad contenida.

Así que igual y podía ser todo lo opuesto a terribles noticias.

—¿Prongs? —Le llamó Sirius con desparpajo—. ¿Te importa? Moony y yo estábamos teniendo un momento íntimo hasta que nos interrumpiste.

—¿Sí? Lo siento, no me di cuenta, no volverá a pasar —dijo James tras darse media vuelta y quedar recostado de espaldas y con ambos brazos cayendo laxos a los costados de la cama. De no ser porque sus pupilas no estaban dilatadas, tanto Remus como Sirius habrían supuesto que su amigo estaba bajo los efectos de un hechizo de confusión o al menos uno de olvido, pues horas atrás cuando lo habían visto por última vez su semblante era de preocupación por tener que asegurarse las paces con Lily y de paso convencerla de acudir con él a Hogsmeade el próximo fin de semana, pero ahora en cambio…

—¿Ocurrió algo bueno? —Preguntó Remus, quien tenía grandes sospechas de qué podía tratarse. En el mundo, sólo dos razones poderosas podían darle a James una sonrisa bobalicona de ese calibre: El Quidditch, y Lily Evans. Y ya que se había jugado el último partido tres semanas antes (con Hufflepuff despuntando en el puntaje y llevándose la copa a su casa) y todavía no empezaba la liga de verano con los equipos europeos, era de suponerse que su repentino cambio de actitud obedecía a lo segundo.

—No lo animes a quedarse, Moony —dijo Sirius por lo bajo, pues todavía sobre Remus y con sus cuerpos unidos y desnudos debajo de las mantas, guardaba esperanza de una repetición, incluso si sólo incluía refregarse el uno con el otro hasta alcanzar el orgasmo.

—No se preocupen por mí —habló James con una extraña voz cantarina que revelaba hasta qué grado se encontraba caminando en nubes—. Ustedes continúen, yo me quedaré aquí… pensando… procesando todo lo que ha ocurrido.

—Ni hablar —desdeñó Sirius la propuesta—. No se me pondría dura contigo a un lado.

—Claro —masculló Remus por lo bajo, porque en realidad durante el último mes se habían escabullido temprano en la mañana a la cama del otro para tener intimidad tras la protección de sus cortinas de dosel y un hechizo silenciador, por lo que las palabras de antes de Sirius eran prueba irrefutable de su descaro.

Ya que James no daba muestras de salir de su estupor y al fin y al cabo todavía se sentían un tanto agotados por sus actividades previas, Remus y Sirius se separaron con un último beso y desde lados opuestos de la cama procedieron a limpiarse con un hechizo simple y a vestirse de vuelta.

—Vale —se sentó Sirius en la cama de James—, escúpelo de una buena vez, Prongs.

—¿Uh? —Inquirió éste con una sonrisa perezosa en labios, que tras una breve inspección se delataron como enrojecidos y un tanto turgentes. Igual que si hubiera estado besando a alguien…

—Deduzco que conseguiste que Lily te perdonara y aceptara salir contigo este sábado a Hogsmeade, ¿sí? —Adivinó Remus de que se trataba, ocupando un sitio en la cama de James pero a sus pies.

—Sí y no —respondió éste, un tanto cantarino y provocando en Sirius una expresión de asco absoluto.

—Ew, llevemos a este idiota con Madame Pomfrey antes de que sea contagioso, eh, Moony. —Haciendo gala de su mejor papel de enfermera, Sirius le colocó a James la mano en la frente al tiempo que hacía lo mismo consigo y examinaba la temperatura entre los dos—. Ok, no es viruela de dragón, pero…

—No exageres, Padfoot —dijo Remus, quien guardaba sospechas de qué podía tratarse—. Así que, James… ¿Tú y Lily hicieron las paces?

—Ajá.

—¿Pero no aceptó ir contigo a Hogsmeade?

—Bueno… —Dijo éste con la sonrisa en su rostro ensanchándose más—. Lo primero que hizo cuando la convencí de hablar y darme una oportunidad para disculparme como era debido, fue aclararme que si tenía pensado invitarla a otra cita más en donde nos tomaríamos de la mano, nos besaríamos, pero continuaríamos actuando como amigos con derechos especiales…

—Buena esa —interrumpió Sirius con una carcajada.

—… entonces podía irme a…

—Ya podemos imaginarnos a dónde —intervino Remus esta vez, frunciendo un poco el ceño porque no podía imaginarse cómo podían haber pasado de eso a tener a James en estado semicatatónico de felicidad—. ¿Y después qué pasó?

—Pues… le dije algo sobre las líneas de “Evans, francamente no sé qué esperas de mí. Si no vamos a Hogsmeade este fin de semana, ¿cómo es que podré confesar que me gustas y quiero que seas mi novia?”, o algo así…

—¿Y? —Corearon Remus y Sirius, ambos preparados para el obvio desenlace.

—Mmm… Lily puede ser un poco…

—Intempestiva.

—Impulsiva.

—Inexplicable.

—¿I…? No sé me ocurren más adjetivos con i.

—Sorprendente —rompió James la racha y suspiró—. Me miró por un par de segundos como si una segunda cabeza me estuviera creciendo al lado y… Me besó. Pero después se separó de mí con tal brusquedad que pensé “oh, lo he vuelto a echar a perder, ¿es mi aliento?, ¿sigue molesta por el comentario de sus pechos?, ¿ahora qué hice?”, y me preguntó algo sobre las líneas de ir en serio con mi declaración de noviazgo. ¡Y por supuesto que sí! Le hablé de la mesa que había reservado con Madame Puddifoot y el enano que había contratado para que se vistiera de cupido y nos lanzara chocolates con un arco y una flecha de goma, pero…

—Oh, James —se rió Remus, un tanto abochornado por lo que Lily habría de haber pasado si no le pusiera un alto de antemano.

—Como sea —siguió James con su historia—, Lily escuchó en silencio con esa mirada suya que pronostica problemas e interminables horas de detención… Y justo cuando creí que me iba a hechizar por atreverme siquiera a considerar que ella y yo podíamos ir en una cita romántica y de ese calibre… —La pausa y expectación por saber el final de aquella historia hizo que tanto Remus como Sirius se inclinaran sobre James para escucharlo mejor—. Lily me dijo: “Hazlo entonces. Pídeme ser tu novia.”

—¿Y lo hiciste? —Preguntó Sirius, que tras un vistazo al rostro de James cambió su entonación—. Lo hiciste.

—Lo hice —confirmó James.

—Y más vale que termine con un final feliz o… —Agregó Remus, que conociendo a James, éste podía haber recibido una negativa pero mantenerse optimista porque todavía veía ante sí un 1% de esperanza.

—Oh, no hay problema con eso, Moony —dijo Sirius poniendo los ojos en blanco—. James aquí presente es prueba de que Lily ha dado por fin su brazo a torcer y es su chica.

—Y yo su chico —murmuró James, ganándose por cortesía de sus compañeros dos golpes de almohada en el rostro por exceso de cursilería.

Justo entonces regresó Peter de dondequiera que hubiera permanecido las últimas horas, y tras ponerse al corriente de las novedades (de James, sí, pero también de Remus y Sirius cuando éste último declaró muy ufano y para horror de su novio que habían perdido otra virginidad más juntos) se sumó a la pequeña celebración que entre cuatro, cimentó un tanto más su amistad y su vínculo de hermandad por elección.

Que con risas, charla animada, y una botella de firewhisky que se pasaron de mano en mano durante el resto de la velada, les acarreó una semana de detención cuando McGonagall en persona subió a poner fin a aquel barullo, pero que en opinión colectiva de ellos cuatro bien había valido la pena.

Y arrepentimientos fuera, fue el mejor cierre no-oficial para su sexto año en Hogwarts.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

Más smut. Y por fin el Jilly en marcha. Ya vamos un poco más de la mitad de los capítulos, y es cuando la trama se empieza a estrechar para llevarnos a la razón final de este fic, que con Z como capítulo último la mejor palabra que le caza es... Zoofilia.

p.d. Iba a actualizar antes. Llegaron unos comentarios increíbles y soy algo así como débil al halago, pero Slasheaven estuvo caído y me sabía mal actualizar en las demás páginas y no ahí, así que mis disculpas por la demora.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).