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Inspector Grinch por Elbaf

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Notas del capitulo:

Las cosas comienzan a ponerse interesantes, espero que lo disfrutéis.

 

Os ailoviu.

Desde aquel fallido almuerzo, Aomine no había sabido nada de Kagami. De hecho, estuvo tentado de mandarle algún mensaje, pero se lo pensó un par de veces. Era lo mejor para el pelirrojo. Lo poco que le conocía, sabía que era un hombre amable, risueño y alegre. Básicamente era todo lo contrario a lo que era él. Y se sentiría como una mierda si fuera el culpable de corromper a Kagami. Así que pensó que lo mejor era dejarlo estar.
Lo que Aomine no sabía era que había un par de cosas que le unían a Kagami. Y una de ellas se dirigía como un toro furioso hacia su despacho.
El sonido de la puerta abriéndose de golpe retumbó en toda la oficina, por no decir que lo hizo en toda la planta del edificio. Himuro Tatsuya tuvo la delicadeza de volver a cerrarla con la misma fuerza.
Aomine levantó los ojos de su informe y le miró sin entender. Conocía a aquel chico de los juzgados. Se habían encontrado un par de veces, pero no se agradaban lo más mínimo. Es decir, Aomine no le agradaba a nadie y poca gente le agradaba a él, sin embargo, con ese fiscal entrometido la relación fue pésima desde el principio, como si ambos estuvieran peleando por algo constantemente. Algo que no se veía y no se podía tocar, algo que ninguno de los dos sabía siquiera qué era, pero que desde un primer momento había hecho saltar chispas de rabia entre ellos. Pero, que Aomine recordase, no había llevado ningún caso últimamente que hubiera sido asignado a aquel hombre, por lo que su presencia allí era confusa. Y nada deseada.
- ¿Himuro Tatsuya? – preguntó con la ceja alzada - ¿A qué debo el honor? Que yo sepa no… - pero Aomine no pudo terminar la frase porque aquel idiota había llegado hasta él y le había cogido por la camisa, levantándole de su asiento.
- A mí no me vengas con gilipolleces, Aomine Daiki. Yo no te tengo ningún miedo.
- Oh… ¿y crees que yo sí te lo tendría que tener a ti?
- Deberías.
- Estás a punto de agredir a un oficial de policía. A un inspector, para ser más exactos y de los buenos. ¿Sabes dónde te estás metiendo?
- ¿Estás amenazando a un fiscal? Porque te juro que encontraré lo que sea para empapelarte de arriba abajo.
- ¿Y a ti qué mierda te pasa ahora? – le dio un empujón para quitárselo de encima y se acomodó bien el cuello de la camisa – Hace meses que no te veo, para mi suerte, no tengo ni idea de qué cojones quieres de mí.
- Has herido a una persona importante para mí. Y no te lo voy a perdonar.
- Uy, mis disculpas, señor fiscal – dijo con tono impertinente – Tengo el don de ser un grano en el culo para todo el que me rodea, sea quien sea ese idiota ya debería saberlo.
- Si vuelves a hablar de mi hermano con esas palabras te juro que serán tus últimas palabras como policía.
- Te vas a ir yendo a la mierda bien rápido, Himuro, si no me hablas claro y me dices qué coño quieres o a quién cojones crees que he herido de tal manera. Ni siquiera sé quién diablos es tu hermano.
- Kagami Taiga.
El nombre le cayó a Aomine como un balde de agua fría. Se quedó helado en el sitio, estático, casi sin ser capaz de respirar.
- ¿Qué acabas de decir?
- Oh, vaya, me alegro de que el nombre, al menos te suene. Fuiste un cretino con él.
- Él sabía que yo era así.
- ¡Y una mierda lo sabía! – Aomine casi retrocedió ante el grito y ante el golpe que el otro hombre dio en su escritorio con ambas manos – Él estaba convencido de que había algo bueno en ti. Él cree que hay algo bueno en todo el mundo.
- No es mi puto problema que él viva en una jodida película de Disney.
- Es tu puto problema haber corrompido un corazón puro. Es tu puto problema haber tratado como a la mierda a la única persona dispuesta a apostar todo por ti. A la única que, incluso sabiendo lo que el resto del mundo conoce de ti, quiso darte una oportunidad porque creyó en ti. Es tu puto problema que alejes de tu vida a todas las personas que quieren hacerte feliz. Pero, ¿sabes qué? Está bien. Él no merece a un cretino como tú en su vida. Merece algo más que un idiota que solo quiere mostrarle al mundo que todo le importa una mierda. Si vuelves a intentar acercarte a él tu carrera será historia. Espero haber hablado claro.
Antes de que Aomine pudiera siquiera reaccionar, Himuro ya se había marchado del lugar. Aomine se quedó mirando la puerta, boqueando como un pez, sin ser capaz de pensar o decir cualquier cosa.
- Aomine-kun es, definitivamente, un idiota.
- ¡La madre que me parió, Tetsu! – saltó del sitio y se llevó una mano al pecho.
- Si sigues diciendo tantas groserías no dejaré que Hiro-kun pase tiempo contigo, eres una mala influencia.
- ¡Jóde…! ¡Con un cara..! ¡Argh! Pensaba que te habías ido.
- Iba a hacerlo cuando Himuro-kun apareció. Y me alegro de haberme quedado.
- Escucha, lo que has oído no…
- ¿No es cierto?
- Bueno, no es eso…
- Entonces, ¿es verdad?
- Tetsu…
- ¿Hiciste daño a Kagami-kun?
- ¿Por qué todos se preocupan tanto por él? ¿Qué hay de mí?
- Porque Kagami-kun se preocupa siempre por todos. Incluso por ti. Y porque Aomine-kun es un insensible.
- Oh, vaya, gracias por el cumplido.
- Siempre es un placer – Aomine rodó los ojos – Ahora, ¿me vas a decir qué sucedió?
- ¿Por qué? ¿No has sacado tus propias conclusiones? – Kuroko se encogió de hombros.
- Quiero saber qué paso para poder actuar en consecuencia.
- ¿Qué quieres decir?
- Depende del grado de cretino que haya sido Aomine-kun seré más o menos flexible.
- Cuando hablas así me das miedo.
- Pasé mucho tiempo con Akashi-kun en el instituto, ¿qué puedo decirte? – Aomine asintió, comprendiendo. Akashi siempre había sido un tipo raro, alguien a quien temer. Y Kuroko había aprendido algunas cosas de él.
- No pasó nada, en realidad. Solo… charlamos por whatsapp un par de veces y quedamos en almorzar juntos – Kuroko abrió los ojos sorprendido - ¿Qué?
- ¿Decidiste pasar tiempo con alguien? ¿Con alguien que no era Hiro-kun?
- ¡¿Me vas a dejar terminar de hablar?! – Kuroko hizo un gesto con las manos, sellando sus labios y tirando una llave imaginaria lejos – El punto es que estábamos almorzando y… el tipo es agradable. No un cretino como la mayoría de la gente – el peliceleste rodó los ojos con expresión de “ya te lo había dicho”, pero la cara de Aomine le hizo volver a su rostro de siempre – Es… agradable hablar con él. Pero yo no estoy hecho para esas cosas, ¿sabes? Yo soy el tío borde, arisco y desagradable. Yo no sirvo para comprar regalitos y pasear cogiditos de la mano. Y creo que eso es lo que él quería de mí y… - Kuroko levantó una mano, pidiendo permiso para hablar. Aomine rodó los ojos y le hizo un gesto con la mano.
- ¿Cómo sabe Aomine-kun que eso no le gusta? Nunca ha probado.
- No me gustan las cosas tiernas y cursis. Y… ¿Oi, de qué te ríes, Tetsu?
- Oh, perdón – en menos de un segundo, la seriedad imperturbable de Kuroko Tetsuya volvió a su rostro – Kagami-kun no es tierno y cursi. Bueno… quizá sea un poco tierno. Pero a tu lado todo es tierno, Aomine-kun.
- ¿Todo?
- Todo.
- ¿Sin excepción?
- Hasta las piedras.
- Entiendo…
- Como te digo… No puedes saber si algo te gusta si no lo pruebas.
- He tenido novias antes.
- Yo no sé nadar y he viajado en avión.
- ¿Qué mierda tiene eso que ver?
- Ni idea, pensaba que habíamos llegado al punto en el que Aomine-kun dice una tontería y yo le respondía con otra.
- ¿Y por qué es una tontería? Las mujeres con las que he estado no…
- Kagami-kun es un hombre.
- Oh, joder, gracias por decirlo, ahora lo veo mucho más claro.
- Aomine-kun está a una grosería de no ver a su sobrino en 20 años.
- Vale, vale, lo siento, perdón, me disculpo.
- No es conmigo con quien deberías disculparte. Pero, adelante, aún no me has contado qué fue lo que realmente pasó.
- Bueno… pues eso. Estábamos hablando y… bueno dijo algo como que no es malo buscar la felicidad con alguien más.
- Kagami-kun será el nuevo tío favorito de Hiro-kun.
- ¡Tetsu!
- Disculpa, pensaba en voz alta.
- Como sea. El caso es que justo en ese momento… entraron tres compañeros de la estación de policía y yo… Me sentí acorralado.
- Aomine-kun tuvo miedo de ser una persona normal y huyó como un cobarde.
- ¿Quieres dejar de repetir todo como si fueras el narrador de un maldito documental del Canal Discovery? Además, no hui como un cobarde.
- No se puede huir como un valiente, Aomine-kun.
- ¡¡No hui de ahí!!
- ¿Saliste corriendo?
- Algo así.
- A eso se le llama huir.
- ¿Sabes? Prefería los gritos de Himuro.
- Puedo venir con un altavoz dentro de un par de horas.
- A veces compadezco a Satsuki…
- Y que lo digas, estuvo a tu lado desde que erais dos bebés, debió ser duro…
- ¿Has terminado?
- De momento. Pero no prometo nada, Aomine-kun.
- Mira, Tetsu, estoy seguro de que Kagami es un tipo genial y toda la mierda, pero… Yo no soy el hombre indicado para él.
- Conozco a Aomine-kun y a Kagami-kun. Si esas cosas del amor eterno y el destino fueran ciertas, Aomine-kun llevaría tatuado TAIGA en toda la frente. Pero, bueno, es cierto que nadie te puede obligar a tener nada con él, ni siquiera a ser amable. Es tu vida, Aomine-kun. Si has decidido vivirla solo no hay nada que los demás podamos hacer para ayudar.
Unos minutos más tarde, Kuroko salía de allí y se llevaba el teléfono a la oreja.
- ¿¡Tetsu-kun!?
- Momoi-san, no puedo respirar…
- ¿¡Eh!?
- Ah, lo siento, es la costumbre. Ya hablé con Ahomine-kun – su esposa soltó una risita – El hermano de Kagami-kun, Himuro-kun ha venido a decirle un par de cosas.
- ¿Dai-chan hizo algo?
- Bueno, digamos que dejó plantado de malas formas a Kagami-kun después de aceptar una cita con él para almorzar. Por lo que he podido deducir, Kagami-kun no lo está pasando bien en absoluto…
- Dai-chan, idiota…
- Eso mismo le dije yo. Varias veces.
- Moooh, Tetsu-kun, ¿y qué se supone que vamos a hacer?
- ¿Vamos a hacer? ¿Tenemos que hacer algo, Momoi-san?
- No podemos dejar que Kagamin sufra por el tonto de Dai-chan. Además, seguro que solo es Dai-chan siendo un cretino.
- Bueno, Aomine-kun es un cretino la mayor parte del tiempo. No entiendo cómo nosotros vamos…
- Ay, Tetsu-kun, sigues siendo tan inocente…
- ¿Eh? ¿Momoi-san? ¿Hola? – miró el teléfono en su mano – Colgó. ¿Habré dicho algo mal, Nigou?
El perro, que había estado esperando por Kuroko en la puerta de la estación de policía soltó un quejido lastimero y le lamió la mano con cariño.
- Bro… Tienes que comer algo.
- Ya he comido…
- Has comido… sopa. Y apio – dijo Himuro arrugando la nariz.
- Siempre me dices que coma sano, ahora que lo hago, te quejas.
- No es eso, tonto. Es que… sopa y apio… ¿Eso es siquiera comida? – Kagami rió ante el tono de su hermano.
- Haré una musaka para cenar, ¿te parece bien?
- ¿Con extra de bechamel?
- Con extra de bechamel – dijo sonriendo.
- Oye, bro… No dejes que ese idiota te quite la sonrisa, ¿sí? Ya te lo…
- Sé que me lo dijiste, lo sé de verdad. Pero… Yo… pensé que… bueno, que había algo bueno en él.
- Tú crees que hay algo bueno en todo el mundo.
- ¿Y no es así, Tatsuya?
- Hace diez años te habría dicho que sí. Ahora, después de ver lo que las personas pueden hacer… Dios, Taiga, en le mundo hay maldad. Mucha. Y tienes que aprender a reconocerla cuando se te pone en las narices.
- Aomine no es malvado.
- No, no lo es. Pero tampoco es bueno.
- Sigo pensando que…
- ¡Taiga! – su hermano se sobresaltó - ¿Qué más tienes que ver para convencerte de que ese hombre es un cretino al que ni siquiera tu bondad puede salvar? – Kagami agachó la mirada, jugando con los dedos – Encontrarás a una persona que merezca la pena, bro. Créeme…
Pero Kagami Taiga era tan tan tan cabezota que ni las palabras de su hermano, ni lo que Aomine había hecho le habían cambiado su forma de ver las cosas. Evidentemente que no iba a volver a acercarse a Aomine Daiki, pero eso no quitaba para que dejara de pensar que, en el fondo de toda esa coraza de mal genio e intratabilidad, había un buen hombre.
Muy en el fondo.
Un par de semanas más tarde…
- No estoy muy seguro de que esto vaya a funcionar, Momoi-san…
- No seas así, Tetsu-kun. Esto ha funcionado siempre. Y más en Dai-chan.
- ¿Cómo estás tan segura de eso?
- Él nunca me dejaba jugar con sus cosas…
- Las revistas de Aomine-kun no eran buenas para Momoi-san.
- ¡No me refiero a eso, Tetsu-kun! Me refiero a sus juguetes.
- Kagami-kun no es un juguete, no seas irrespetuosa.
- No me refiero a eso, tonto… Pero cuando Dai-chan cree que algo es suyo no dejará que otra persona lo tenga.
- Me sigue pareciendo arriesgado y cruel.
- A mí me parece efectivo y brillante.
- Y decían que el que daba miedo era Akashi-kun…
Pero ninguno de los dos dijo nada más cuando vieron la puerta del restaurante abrirse y dejar paso a un pelirrojo alto y sonriente. Para molestia de Kuroko, se dio cuenta de que esa sonrisa ya no era tan deslumbrante y brillante como antes.
- Recuérdame asesinar a Aomine-kun.
- Claro, Tetsu-kun, te agendaré un hueco para la semana que viene.
- ¡Kuroko! – dijo Kagami cuando llegó a la mesa – Ah, tú debes de ser Momoi, ¿cierto? – extendió su mano – Soy Kagami Taiga, Kuroko me ha hablado mucho de ti, aunque no me dijo que fueras tan hermosa.
- Corrijo, Tetsu-kun, te haré un hueco para mañana a primera hora – la sombra sonrió divertido por el comentario de su esposa y se levantó para saludar a su antiguo amigo. Antes de que Kagami se sentara notó que alguien tiraba de su pantalón.
- Ah, tú debes de ser Kuroko Hiroshi, ¿cierto?
- ¡Soy Kuroko Hiroshi y tengo cuatro años! Y tú… - le miró frunciendo el ceño – Tú…
- ¿Yo?
- ¡¡Tú te pareces a Santa!! – dijo señalándole con un dedo acusador. Kagami rompió a reír y removió los cabellos del niño con alegría.
- Vaya, muchas gracias, sería genial conocer a Santa, ¿es tu amigo?
- ¡¡Nos hicimos una foto juntos!!
- Wow, entonces sí sois buenos amigos. ¿Te trajo todo lo que le pediste?
- ¡SÍ! Bueno… no, todo no – dijo algo triste. Kagami miró a los padres del niño que se encogieron de hombros. Le regalaron todo lo que ponía en su carta – Es que… - la atención de los tres se dirigió de nuevo al niño – Pedí que mi tío Daiki tuviera más tiempo libre y que pudiera ser feliz con una persona como es papá con mamá y mamá con papá, pero… Eso no me lo trajo.
- Bueno, colega, piensa que esas cosas como son más fuertes y grandes llevan más tiempo, tal vez solo esté de camino aún.
- ¿¡Crees que el reno que lo traía se ha perdido!?
- Ah, no. Esos renos no se pierden nunca, seguro que solo ha parado a descansar por que es un regalo tan grande que pesa mucho.
La respuesta pareció complacer al niño que siguió acosando a Kagami con preguntas. La conversación era bastante animada entre los cuatro, cuando Kagami notó un pequeño detalle. Había dos sillas más libres en la mesa.
- ¿Esperamos a alguien más? – preguntó alzando la ceja.
- ¡¡Kurokocchi, Momoicchi, Hiroshicchi!!
- ¡¡Tío Kise!! – el niño salió corriendo para recibir a su tío con un fuerte abrazo y el rubio volvió a la mesa con el niño en brazos.
- Kise-kun, hola. Te presento a un antiguo amigo de Seirin, Kagami-kun. Kagami-kun, Kise-kun y yo fuimos juntos a Teiko.
- ¡¡Kagamicchi, es un placer!!
- ¿Kagamicchi?
- Es una de las muchas manías odiosas de Kise-kun, te acostumbrarás.
- Kurokocchi, qué cruel. Yo no tengo manías odiosas.
- Claro que las tienes.
- A ver, dime una.
- Respirar.
- ¡¡Kurokocchi!! – Kagami casi se ahoga con el vino, pero finalmente rompió a reír, una risa que hacía sonreír a todos los que estaban en la mesa con él – Kagamicchi – repitió el rubio - ¿Esperamos a tu pareja? – preguntó señalando el asiento vacío.
- Oh, no, no. No, yo… he venido solo.
- Kagami-kun está soltero y sin compromiso, Kise-kun.
- ¡¡Kuroko!!
- De nada, Kagami-kun.
Como si le hubieran dado luz verde, Kise comenzó a ser demasiado consciente de la presencia del pelirrojo. Habían pedido ya, puesto que la persona que faltaba se estaba retrasando y Kise no dudaba en preguntar de todo a Kagami.
- ¿Y a qué te dedicas, Kagamicchi?
- Pues yo… trabajo en un restaurante…
- Es el dueño y chef principal de Narisawa.
- ¿¡Estás bromeando?! – dijo el rubio saltando en su asiento, hasta Momoi había ahogado un grito – Es uno de los mejores restaurantes de Tokio… Las reservas para ese sitio se hacen con meses de adelanto.
- Ya, bueno… - Kagami se rascaba la nuca notablemente avergonzado – Pero eso es porque está en una zona muy buena, por eso siempre hay gente y…
- Kagami-kun, la falsa modestia no te queda.
- ¡¡Tienes que hacernos un hueco algún día, Kagamicchi!!
- Claro, eh… Eso está hecho. Puedo… puedo haceros un hueco algún día…
- ¡¡Kagamicchi es tan genial!! ¿Por qué no me lo presentaste antes, Kurokocchi?
- Lo siento, Kise-kun, es que a Kagami-kun le dan miedo los perros…
- ¡Qué cruel, Kurokocchi!
Kagami seguía riendo con disimulo cuando el color se le fue del rostro. Un hombre se había acercado a ellos y había saludado al niño, que le recibió casi con demasiada efusividad.
- Lo lamento, se me liaron las cosas en el trabajo… - se había concentrado tanto en el niño que no había visto al resto de personas que había sentadas en la mesa.
- ¡Aominecchi! No sabía que ibas a venir a cenar, también – dijo con algo de molestia en la voz. Aomine iba a responderle, pero su garganta se secó cuando vio al pelirrojo sentado junto al rubio – Ah, ¿conoces a Kagamicchi? Es un súper-chef.
- S-sí… Tetsu me comentó algo…
- Tío Daiki… Kagami-kun es igual que Santa. ¿Lo recuerdas? ¡Nos hicimos una foto con él!
- Claro que lo recuerdo, campeón. Pero seguro que solo es un parecido… ¿No ves que Santa tenía más barriga? – el niño pareció pensarlo. Y, mientras Aomine hablaba con él, Kise aprovechó para marcar un poco el terreno.
- Kagamicchi – dijo llamando de nuevo su atención - ¿Por qué no quedamos para almorzar un día de estos? – ¿Tenía que haber escogido justo esa comida de las cinco que había? No le traía muy buenas vibraciones quedar justo para eso.
- Ah, almorzar, yo… No sé si podría…
- Ah, ¿tienes trabajo? Mejor, así podremos quedar a cenar, es más… apropiado – dijo con una sonrisa, apoyando su barbilla en su mano. Momoi le dio un suave codazo a Kuroko, que miró a Aomine. Estaba a punto de echar humo.
- Pues yo…
- No puede, Kise. Ya lo has oído – cortó Aomine con un gruñido.
- ¿Quién te ha mandado contestar a ti, Aominecchi? Le pregunté a Taigacchi.
- ¿Taigacchi? ¿Quién demonios es ese?
- Me llamo Kagami Taiga, Aomine. Por si lo has olvidado.
- ¿Eh? ¿Ya conocías a Aominecchi?
- Mi hermano es fiscal aquí en Tokio. Solo le conozco de oídas, pero tengo la sensación de que le conozco de algo más.
- Tú no me conoces de nada, Kagami.
- Y así va a seguir siendo, Aomine.
- Entonces… ¿vendrás a cenar conmigo algún día? – repitió Kise, esperanzado.
- ¡¡No!! – dijo el moreno asustando a todos los que estaban con él.
- Por supuesto que sí.
- No me jodas, Kagami, no puedes ir a cenar con él.
- Aomine-kun, tus groserías. Strike 1.
- ¿Quién te crees que eres para decirme si puedo o no puedo salir a cenar?
- No conoces a Kise…
- Por eso quiero ir a cenar con él, para conocerle.
- ¡Es un idiota! – dijo señalando al rubio que tenía cara de “¿por qué yo?”.
- ¡Y tú un cretino!
- ¡Así te gusto!
- ¡A nadie le gustan los cretinos!
- ¡A ti te gustan!
- Por supuesto que no, Aomine.
- ¿Podemos dejar ya la discusión? – dijo Momoi, cogiendo a su hijo en brazos, que no entendía nada de lo que estaba pasando.
- La dejaré cuando me diga que no irá a cenar con él.
- ¿Qué tal infantil puedes llegar a ser Aomine-kun? Además, ¿qué te importa que Kagami-kun salga con Kise-kun? – Aomine palideció y se mordió el labio. Sabía que no tenía una respuesta para eso.
- ¡Entonces decidido! – dijo Kise cogiendo una servilleta y anotando su número – Ten. Taigacchi, cuando tengas un día libre, llámame.
Kagami aceptó la servilleta y se la guardó en el bolsillo, para enfado de Aomine que se pasó el resto de la cena gruñendo y bufando. Un par de horas después ya salían todos del lugar.
- ¿Vienes con nosotros, Kagami-kun? – preguntó Kuroko con su pequeño niño dormido en brazos – Hay sitio en el coche.
- No, Kuroko, gracias. Deberíais llegar a casa cuando antes, el pobre Hiro luce muy cansado – dijo sonriendo, alzando una mano. Vio que Kise iba a ofrecerse y se adelantó – Además he dejado mi motocicleta un par de calles más abajo, así que no está lejos, de verdad.
- En ese caso, Taigacchi, nos vemos cuando tengas un día libre.
- Descuida, Kise, te llamaré.
Se despidieron y Kagami echó a andar, pero no se dio cuenta de que Aomine no había abierto la boca y se dirigía a pasos rápidos hasta llegar a su altura.
- ¿De verdad vas a ir a cenar con él? – dijo en cuanto le alcanzó.
- No es asunto tuyo.
- Claro que lo es.
- Aomine – dijo parando en seco y mirándole a los ojos – Dijiste que esto no era para ti. Dijiste, literalmente, que me buscase a otro con el que andar jugando. Así que eso hago. Kise es un buen chico.
- Kise es un idiota.
- Y muy atractivo.
- Es demasiado delicado y femenino.
- Me trata bien.
- Oye…
- Ha sido atento conmigo.
- Kagami…
- No ha huido.
- ¡Ya, ya lo entendí! Fui un capullo, ¿de acuerdo?
- Creo que es la única cosa en la que tú y yo podríamos llegar a estar de acuerdo alguna vez. Y ahora, si no te importa… estás delante de mi moto y quiero irme a mi casa.
- ¿Me llevas?
- No – dijo poniéndose el casco.
- ¿Por qué?
- Porque ya tienes a quién te lleve.
- ¿Qué yo tengo a quien me lleve? ¿Quién me lleva a mí, Kagami?
- ¡¡La chingada!!
Arrancó la moto y se alejó de allí, dejando a Aomine con la boca como una estación de metro.









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