Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

My little piece of cake por Izuspp

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

En Sina, Erwin conoció a Keith Shadis, quien resultó ser un hombre serio y bastante estricto, amargado si se quisiera. Pero quien también era un habilidoso pastelero, el rubio lo pudo notar apenas probar uno de sus postres, por lo que se entusiasmó de sobremanera, a sabiendas que con él aprendería muchísimo. Keith no se quedó atrás, en cuanto el joven puso un pie en su pastelería, quiso ponerlo a prueba a ver qué tan ciertas eran las palabras de su amigo Théodore. Shadis quedó anonadado al probar lo que Erwin había preparado, a tan corta edad ya podía lograr un sabor y textura incomparables en sus postres, pero aun así le hacía falta bastante aprendizaje. El hombre se emocionó, aunque no lo demostró ni lo dijo. Al igual que su amigo, jamás se había casado ni había tenido hijos y en muy pocas ocasiones había tomado aprendices, los cuáles no resistían mucho tiempo su estricta forma de enseñar, ni los regaños que el hombre les daba, ya que sus habilidades eran bastante pobres. Pero el potencial que Erwin demostró, le hizo pensar que valía la pena ayudarle a mejorar, claro estaba que no se lo iba a dejar fácil.


Por otro lado, Erwin había sido inscrito en la secundaria de esa ciudad, allí cursaría su último año y rendiría los exámenes para entrar a la universidad. El rubio no era una persona introvertida, más bien todo lo contrario y a pesar de haber sido víctima de burlas y maltrato durante su vida, poseía mucha confianza en sí mismo y no le era difícil acercarse a los demás. En su primer día, intentó hacer amigos entre algunos de sus compañeros, mas eso no le sirvió de mucho ya que había sido rechazado debido al mal estado de su uniforme, que aunque muy limpio, era de segunda mano y estaba bastante dañado y remendado. El rubio se resignó a que nada iba a cambiar en esa escuela, pero pensó que después de todo, él no estaba allí para socializar, sino para forjarse un futuro mejor.


El primer fin de semana, después de haber entrado a su nueva escuela, Erwin se encontraba trabajando en la pastelería. Se ocupaba de limpiar las mesas y atender a los clientes que llegaban. Entró a la cocina para preparar una orden y se fijó por la ventana que daba al salón, sólo para comprobar cuántos clientes más le faltaba por atender. Se dio cuenta entonces que había llegado una nueva persona, que le parecía familiar.


— ¡Niño! ¿Qué haces ahí parado como un tonto? — Le reprendió su nuevo jefe, al verlo concentrado observando hacia el salón.


— Disculpe, señor. Es que acabo de ver a una persona conocida.


— ¡Oh por todos los demonios! Está aquí de nuevo… — El hombre se asomó para ver de quién hablaba Erwin, y suspiró molesto tras comprobar de quien se trataba.


— ¿La conoce?


— No exactamente, desde hace un tiempo para acá viene muy a menudo. No entiendo cómo es que no engorda nada, con tantos postres que come.


— ¿Y no es eso ganancia para usted?


— Lo es. Pero también es tremendamente molesta. No sé qué se trae entre manos, pero siempre que viene termina interrogándome sobre mi vida privada. ¡Tal vez es una espía de otra pastelería y busca sonsacarme mis recetas!


Ante aquella ocurrencia, Erwin no hizo más que reír alegremente, Shadis sonaba como todo un paranoico, aunque también se le hacía raro el hecho de que aquella persona se dedicara a acosar a su jefe. El rubio salió al salón y luego de entregar la orden pendiente, se dirigió hacia la mesa de aquella jovencita de cabello castaño, lentes y misterioso comportamiento.


— Buenas tardes. ¿Ya decidiste qué ordenar? — Preguntó amablemente, dirigiéndole una leve sonrisa.


— Oye, ¿te conozco cierto? — Interrogó la muchacha mirándolo detenidamente, con los ojos entrecerrados intentando recordar dónde era que había visto a aquel rubio.


— Este año entré a la secundaria de esta ciudad, somos compañeros de clase. Soy Erwin Smith ¡es un placer!


— Ohhh ¡Es cierto! Discúlpame, suelo ser distraída a veces. Además como eres nuevo en la escuela jamás te había visto. Yo soy Hanji Zoe. ¿Trabajas aquí Erwin?


— En estos momentos soy aprendiz de Shadis, el dueño de esta pastelería.


— ¡Qué suerte tienes! Ya quisiera yo poder pasar tanto tiempo junto a él. — Al decir estas palabras, Erwin no tuvo que pensarlo mucho para comprender el por qué aquella muchachita acudía tanto a la pastelería. Por alguna extraña razón, la excéntrica joven se sentía atraída por el viejo Keith.


— ¿Qué se te apetece ordenar? — Erwin decidió que guardaría aquello como un secreto de su empleador, aunque la joven no se lo hubiese pedido.


Cuando volvieron a encontrarse en la escuela, Hanji se acercó a Erwin y terminaron entablando amistad. El rubio notó que la joven tampoco tenía amigos, pero al parecer a ella no le importaba en lo absoluto, era una persona bastante peculiar, pero también alguien sumamente inteligente. Por su parte Hanji descubrió que el rubio era amable, agradable y que podía compartir con él a su mismo nivel intelectual, por lo que en poco tiempo ya se podía decir que eran mejores amigos.


La llegada de Hanji a su vida fue un alivio, en la ciudad, alejado de su padre y su amigo Théodore, Erwin se sentía más solo que nunca y pesar de que intentaba ser siempre positivo. Así que lograr entablar una amistad era algo que realmente necesitaba.


— ¿Por qué te gusta Shadis? — Algunos meses habían pasado desde que se había ido a vivir a Sina, y ya teniendo confianza con su amiga, decidió hacerle la pregunta al no aguantar ni un momento más la curiosidad.


— ¿No te parece que es un hombre de lo más apuesto? Se nota que es serio y maduro, no lo sé simplemente me atrae. — La joven se encogió de hombros y su amigo decidió no tocar más el asunto. Sabía que su jefe jamás se involucraría con una niña de diecisiete años, pero pensó que era mejor no intentar matarle su ilusión. En el fondo, hasta le envidiaba un poco, ya que él jamás había podido enamorarse de nadie. O al menos intentaba convencerse de ello, ya que unos años atrás en su otra escuela se le había terminado confesando a Marie, una compañera de clase por la cual había comenzado a tener sentimientos. La muchacha le había rechazado cruelmente, debido a su situación económica. "¡No me hagas reír! ¿Crees que alguien como yo, saldría con un muerto de hambre como tú? No tienes ni para comprar ropa decente, jamás permitiría que me viesen con un tipo andrajoso. Además, no podrías costear nuestras citas." Fueron las crueles palabras que la odiosa joven le dedicó, las cuáles rompieron el corazón del rubio. Lo peor del caso fue que, días después se enteró de que Marie salía con Nile, otro de sus compañeros quien era de familia económicamente estable, y además una de las pocas personas quienes jamás se habían metido con Erwin, e inclusive de cuando en cuando, si era que tenían que hacer algún trabajo juntos en la escuela, podía ser amigable con él.


Desde aquello, Erwin jamás había vuelto a sentir nada por nadie más, su primer amor murió tan rápido como había nacido y se había encargado de no interesarse en ninguna otra mujer. Después de todo, estaba seguro que el resultado sería el mismo. A pesar de ser un joven muy apuesto, que dejaba anonadadas a las muchachas con su atractivo físico, en cuanto miraban su ropa vieja y se daban cuenta de su situación económica, perdían interés en él de inmediato, por lo que tampoco nadie jamás se le había llegado a confesar a él. Así que, no le pareció correcto ser él quien destruyese la ilusión de Hanji con su jefe, al menos ella era feliz con su amor unilateral, sentimiento que él mismo no era capaz de experimentar ya.


Pero el rubio no sabía que eso pronto iba a cambiar para él y ni siquiera era que estaba esperando por una nueva oportunidad para enamorarse. Todo había pasado como por obra del destino y no hubo nada que él pudiese hacer para evitar que una persona, se abriera paso en su corazón.


 





 


Medio año había pasado ya desde que había comenzado a cursar su último año de secundaria. A pesar de que todo había mejorado considerablemente, con la llegada de sus nuevos amigos, Levi solo deseaba que aquel calvario acabara. Aunque Isabel y Farlan se mantenían cerca de él la mayoría del tiempo, no estaban a su lado todo el tiempo, y esto les daba pie a los matones para que aprovecharan para meterse con él. Ya fuese sólo por diversión o para intentar robarle su dinero, se armaban numerosos grupos y lo seguían a la salida de las clases o inclusive antes de entrar para atacarlo.


— ¿Vienen a que les patee el culo de nuevo? ¡Ya me tienen harto inútiles! — Se quejó el regordete jovencito uno de tantos días, quien después de haberse despedido de sus amigos, cuyas casas quedaban en dirección contraria a la propia, fue abordado por un grupo de aquellos maleantes.


— La bocota que tienes no te sirve únicamente para tragar como un cerdo ¿eh? Ya veremos si eres tan valiente luego de que te demos tu merecido, bola de grasa. — Dicho esto, uno de los tipos se abalanzó con toda su fuerza para golpearlo. Pero Levi, a pesar de ser lento debido a su cuerpo, logró esquivar el golpe justo a tiempo y devolverlo con rapidez, acertando en el estómago del matón y logrando dejarlo sin aire. El tipo cayó de rodillas, aferrándose a su propio estómago con fuerza


Para el joven de baja estatura, eso se había convertido casi en una tediosa rutina desde hacía años. Los bravucones parecían no entender que él no se iba a dejar tan fácilmente. Y si bien en algunas ocasiones él perdía las peleas, lo más frecuente era que lograba darles su merecido. Ese día no había sido la excepción. A pesar de haber recibido bastante daño por parte de ellos, que inclusive habían logrado hacer que uno de sus labios comenzara a sangrar, al final los más perjudicados habían sido ellos y cobardemente huyeron.


Levi recogió sus pertenencias que habían sido tiradas por los matones, sacó un pañuelo de su mochila con el cual limpió la sangre que salía de su boca y sin cambiar en ningún momento su agria expresión, introdujo su mano en la bolsa del pantalón para sacar una barra de chocolate y comerla de un par de bocados, abandonando el lugar y dirigiéndose directamente a su casa en donde pensaba darse un buen baño y lavar su uniforme, que había sido ensuciado con su propia sangre y la que había logrado sacarle a alguno de los bravucones. Se alejó a paso lento, respirando con algo de dificultad, comiendo una segunda barra que cargaba consigo, pero ni por asomo se enteró de que todo el espectáculo había sido presenciado por una persona.


Erwin se había retrasado un poco al salir de clases ya que se había quedado en la biblioteca de la escuela, averiguando si tenían libros de cocina que le pudiesen prestar, por lo que salió cuando ya la mayoría de estudiantes habían abandonado el recinto estudiantil y las calles estaban más solas también. Casi en la entrada de la escuela, pudo divisar a un grupo de personas, no se veían para nada amigables y de inmediato identificó que eran de ese tipo de matones que siempre se metían con él. Todos esos sujetos siempre eran iguales, en su semblante se reflejaba la maldad y la falta de valores, por lo que para Erwin, todos lucían iguales.


Los maleantes estaban molestando a un jovencito muy bajo y de considerable sobrepeso, Erwin era una persona que procuraba hacer el bien a los demás y ayudarlos siempre que podía, pero como jamás se involucraba en peleas ni siquiera cuando lo golpeaban a él, no pudo mover ni un solo músculo para ir en auxilio de ese joven. Aunque sus piernas tampoco reaccionaron para sacarlo de allí, simplemente se quedó observando cómo se desarrollaba aquella situación. Fue una verdadera sorpresa para él, ver cómo "el gordito" se había defendido con uñas y dientes de aquellos matones. Aunque también salió bastante golpeado, había logrado hacerlos huir. El rubio jamás se lo hubiese imaginado e inevitablemente un sentimiento de admiración por aquel pequeño y redondo joven se formó en su interior. A pesar de su desventaja física, el muchacho había hecho lo que él con su privilegiada estatura jamás había podido hacer. Al ver que sangraba, quiso ir a ayudarle, tal vez estaba muy mal herido a pesar de todo, pero algo en aquel furioso semblante le hizo parar en seco en el momento que comenzaba a moverse para ir a su encuentro. Simplemente observó cómo recogía sus cosas, se limpiaba la sangre, engullía una barra de chocolate y se alejaba imponente, con un extrañamente hipnótico caminar.


Aquella situación, hizo que de ese momento en adelante, Erwin notara al pequeño jovencito, cada vez que se lo topaba en la escuela. Por su estatura, el rubio pensó que sería de los de primer año, pero un día lo vio entrar a una clase de su nivel, por lo que debía tener su misma edad. Erwin no sabía por qué aquel redondo sujeto se había ganado su respeto tan solo con esa situación, pero en definitiva había desarrollado empatía por él, se identificaba un poco con su situación, sabía cómo se había de sentir al ser rechazado y golpeado, pero la gran diferencia, era que "el gordito" sí poseía un espíritu luchador, al contrario de él que más bien permanecía siendo pasivo.


Aun así, a Erwin no le había parecido aquello motivo para acercarse al joven, simplemente era su incontrolable curiosidad, la que hacía que su mirada lo siguiera si era que llegaba a topárselo por la escuela. Tampoco era que pensara en él si no lo veía, pero inevitablemente su atención era totalmente captada por él, cada vez que lo encontraba.


Debido a que Erwin era bastante alto e intimidante sólo por su complexión, ya no era común que a esa edad se metieran con él. Pero de vez en cuando a los matones se les antojaba molestarlo. Precisamente, otro de los días en los que se había quedado un poco más, buscando otros libros en la biblioteca, fue que algunos de los "tipos malos" de la escuela, decidieron tomarlo como blanco. El rubio salió de la escuela, cargando en sus brazos varios gruesos libros de recetas, iba con un semblante alegre ya que estaba satisfecho de los descubrimientos de ese día en la biblioteca, y ansiaba llegar a su casa para ponerse a estudiar. Pero aquella expresión fue reemplazada por una de molestia, en el momento en el que tres tipos le abordaron.


— ¿Qué se les ofrece? — Intentó dialogar con ellos, sabiendas de que individuos como esos jamás escuchaban.


— ¡Oh por favor no te pongas así! Sólo danos tu dinero y nadie saldrá perjudicado.


— No tengo nada de dinero.


— ¡Pero si es el miserable! ¿Cómo no me di cuenta antes? Solo con verle los zapatos es más que suficiente para darse cuenta que no lleva encima ni un centavo.


— En ese caso, no nos dejas más opción rubiecito. — Los tres malhechores se burlaron de él, a lo que Erwin solo acató a dedicarles una mirada asesina, aferrándose a los libros que llevaba en brazos y sabiendo lo que seguía a continuación.


— ¿Qué llevas ahí? — Sin esperar respuesta, dos de los tipos le tomaron por los brazos, haciendo que dejara caer los libros al suelo.


— ¡Pero si son libros de cocina! ¿Qué eres? ¿Un marica? La cocina es para las mujeres. — Los tres repitieron sus burlas.


— No los vayan a romper, son propiedad de la escuela. — Les pidió Erwin, temeroso de que fuesen a destruir los libros. Con lo que Shadis le pagaba, le alcanzaba justo para costear sus gastos, no podría reponer los libros de inmediato.


— ¿Ah sí? — Uno de ellos, maliciosamente tomó uno de los libros, abriéndolo y tomando una hoja la cual rasgó y arrancó totalmente. — Ups, un accidente. — tomó una segunda hoja, repitiendo el proceso, una y otra vez, mientras los tres no paraban de reír.


— Oigan, idiotas. ¿Qué putas están haciendo? — Una voz captó la atención tanto de los maleantes como la de Erwin, todos se voltearon solo para encontrarse al robusto y bajo joven de cabello negro y mirada fría.


— ¡No te metas en esto Levi! No es de tu incumbencia.


— ¡Mejor ve a buscar algo para comer, gordinflón! Estamos ocupados aquí. — Como eran los mismos tipos del otro día, a los cuáles Levi les había dado una paliza, intentaron disuadirlo de involucrarse, no le demostrarían que temían que los golpeara de nuevo, sobretodo porque eran menos en esa ocasión y de seguro el "enano" se podría encargar de ellos.


Por su parte Levi, quien se había quedado después de clases, ya que se le había antojado sacar golosinas de la máquina expendedora de la escuela y terminó comprando una buena cantidad, la cual aprovechó para comer tranquilamente, ya que se habían ido todos de la escuela. Al salir, divisó aquella escena, él no era de ayudar a nadie, por el contrario odiaba a todas las personas y no le podía importar menos lo que pasara con los demás, pero estaban en su camino y forzosamente debía pasar a su lado. Al hacerlo, fue que reconoció a los matones, y por alguna extraña razón, la expresión de horror en el rostro de aquel rubio provocó un sobrecogimiento en él. Tal vez por un momento se identificó con él, tal vez llegó a sentir un poco de lástima, o tal vez era sólo que le encolerizaba ver cómo aquellos idiotas no se rendían en su empeño por molestar a los demás; no lo sabía a ciencia cierta, pero decidió interferir.


— ¿Qué? Tenía pensado dar media vuelta e irme, pero te has ganado que te tumbe todos tus putrefactos dientes. — Le amenazó, mirándolo con un profundo odio.


Al final todo había terminado siendo como una repetición de lo que Erwin había presenciado la primera vez que vio a Levi, con la diferencia que esta vez, se armó de un inexplicable valor, tratando de involucrarse en la pelea, lo cual derivó en que justo como anteriormente le había sucedido a Levi, uno de los tipos le hubiese partido el labio de un golpe. Al cabo de un rato, el grueso jovencito se había encargado de espantar a los matones, quedándose a solas con Erwin.


—Ten, límpiate esa sangre. — Le dijo seriamente, ofreciéndole su pañuelo al rubio, quien lo miró estupefacto. Viéndole de cerca, Erwin por un momento se perdió en el gris de los ojos de "su salvador" — ¿Qué te pasa? ¿No vas a tomarlo? — Insistió el joven al ver que el de mayor estatura no se movía y solo lo observaba con cara de idiota. Lo cierto era que Levi no soportaba ver aquel rostro manchado con sangre, debido a su obsesión con la limpieza, por ello le había ofrecido su pañuelo, no era ningún gesto de buena voluntad, aunque para Erwin había sido todo lo contrario.


— ¡Disculpa! — Erwin tomó el pañuelo, limpiándose inmediatamente. — Te agradezco mucho la ayuda. — Le sonrió ampliamente, mostrándole la más alegre expresión que pudo.


— Ni de broma pensaba ayudarte, todos estaban estorbando en mi camino y la única manera de lograr pasar era rompiéndoles el hocico a esos idiotas. — El joven disimuló perfectamente, se había sentido un poco nervioso con la sonrisa de imbécil que aquel alto rubio le había dedicado. Salvo Isabel y Farlan, nadie jamás le sonreía, por lo que no estaba acostumbrado a algo así.


— En todo caso, me salvaste. — Erwin ensanchó su sonrisa, dejando ver sus blancos y perfectamente alineados dientes, con sus mejillas levemente sonrosadas y mostrando gran gratitud en su mirar. — Aunque no puedo decir lo mismo de este libro. — Su expresión cambió totalmente por una de preocupación, levantando el libro totalmente deshojado.


— ¿Y eso qué? Siempre puedes comprar otro. — Dijo Levi indiferentemente, sin entender el cambio de semblante del rubio. Era cierto que él amaba los libros y la lectura, pero lo material jamás había sido un problema para él, todo se podía substituir desde su perspectiva.


— Es cierto, pero eso será algo difícil para mí. Es un libro de la escuela y me tomará algo de tiempo reunir el dinero suficiente para reemplazarlo. Probablemente no vuelvan a prestarme ninguno más, es una pena, no hay manera de que pueda comprar mis propios libros. — Erwin se sinceró bastante y a pesar de que jamás había sido de lamentarse con nadie acerca de su situación económica, se sintió en confianza para compartir aquello con el otro joven.


Levi suspiró y tomó con algo de dificultad la billetera de su apretado bolsillo trasero, tomando algunos billetes de su interior y ofreciéndoselos al rubio. — Me parece que con esto será suficiente.


— ¡No podría aceptarlo! — Erwin rechazó aquello, mientras le miraba con sus ojos totalmente abiertos por la sorpresa.


— Si no lo tomas, te patearé el culo mucho más fuerte que a esos patanes. — Levi le amenazó, le repugnaba aquella actitud tan correcta. Cualquier persona y mucho más una de escasos recursos como lo era aquel tipo, hubiese tomado el dinero sin pensarlo.


— Pero…


— No bromeo rubio, tómalo o te despides de tus nalgas. — Levi no sabía por qué de repente se había vuelto tan caritativo. Simplemente pensó que a él le sobraba el dinero y en lugar de usarlo en comprar comida basura que sólo haría reventar su pantalón, era un mejor uso dársela al pobre diablo que no tenía siquiera para comprar un simple libro.


Erwin no tuvo más que aceptar el dinero, lo guardó en su propia billetera, la cual al contrario de la de Levi, estaba totalmente vacía. Pensó en dirigirse directamente a la librería a buscar el reemplazo del libro.


— ¡Muchas gracias! ¡Definitivamente te lo pagaré cuando logre reunir el dinero!


— No es necesario. Y no insistas en hacerlo o ya sabes lo que puede pasarte. — Levi se dispuso a abandonar el lugar finalmente, pero su brazo fue tomado por el rubio, evitando que siguiera caminando.


— ¡Espera! Soy Erwin, Erwin Smith. ¿Puedes al menos decirme tu nombre? — Erwin le solicitó, mientras le sonreía lo más amigablemente que podía.


—Levi Ackerman. —Contestó el más bajo secamente, mientras removía la mano del contrario que permanecía fuertemente aferrada a su gordo brazo, lo cual le incomodaba de sobremanera. Y sin esperar más respuesta, nuevamente emprendió su viaje a casa con su lento caminar.


— ¡Encontraré la manera de compensarte, Levi! — Le gritó Erwin una vez que se hubo alejado un poco pero no lo suficiente como para que no le escuchase. El corpulento jovencito no hizo gesto alguno que indicara que le había escuchado, pero no era necesario para Erwin. Se propuso a él mismo que se acercaría a Levi y de alguna manera le devolvería el favor, pero principalmente pensaba en que deseaba con todas sus ganas, llegar a convertirse en su amigo. La admiración no había hecho más que crecer dentro de sí, y aquel acto desinteresado de ayuda, había llegado a conmoverlo. — Definitivamente seremos amigos, Levi Ackerman. — dijo para sí mismo. A pesar de estar golpeado y recogiendo las hojas de su libro destrozado, la amplia sonrisa no se borró de su rostro.


Continuará…


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).