Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Por ti por Emmyllie

[Reviews - 101]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Antes de comenzar, infinitos agradecimientos por sus preciosos y muy inspiradores reviews a:

Cam Lehnsherr

GokuKawaii

Martina Sánchez

Loretta Mink

Lulú

¡Saben que las quiero un montón! En serio me dan un aguante increíble con todas las palabras tan bonitas que me escriben, que incluso las leo cuando siento que la musa se me va. ¡Son sencillamente increíbles! Millones de gracias por todo su apoyo <3


Son las 22:00 h del viernes 15 de febrero, así que llegué a tiempo aunque a-y diga lo contrario :v

Hemos llegado al final de la primera temporada de "Por ti" *o*, así que a partir de aquí pueden esperarse lo que sea, ya que hasta lo más bizarro e inverosímil puede suceder.

El capítulo de hoy está muy, pero muy intenso, así que les recomiendo que se lo tomen con calma. Al fin se revela gran parte del enigma que yace oculto en Black, aunque todavía falta reafirmar un par de puntos. Admito que me encantó escribirlo, porque llegamos al fin a la parte que desencadena con todo el tan ansiado clímax de la historia.

Así que sin más los dejo leer, antes de seguir dándoles tanta lata X'D

¡Comencemos!

Capítulo 6: Agridulce Amanecer

Los rodeó un pesado manto de confusión e incertidumbre, mientras no paraban de mirarse fijamente a los ojos. Era una madrugada silenciosa y fría; ni el más mínimo asomo de estrellas destellaba en el gris cielo, por lo que sólo las luces intermitentes del Audi de Vegeta conseguían iluminar sus rostros.

Saiyan contemplaba en esos ojos grandes, oscuros como universos infinitos, un destello de pureza que jamás creyó ver brillando en la mirada de alguien. Ni siquiera en su amado Kakarotto, quien era la encarnada copia idéntica del chico que tenía delante, notó antes semejante transparencia. Por alguna razón que era incapaz de comprender, ese rostro tan familiar, pero a la vez tan desconocido, le provocaba un revuelo emocional impresionante. Sus labios, carnosos y sonrosados, su piel, nívea y aparentemente suave, su azabache cabello, tan rebelde y alborotado; no podía dejar de observarlo, como sumido en una especie de trance hipnótico, tan inverosímil.

Black por su parte, se sentía sumamente abrumado. El joven frente a él se le hacía tan jodidamente familiar, que la revolución interna que lo atacaba en ese instante era simplemente irreprimible. Ese mirar profundo, penetrante e intenso, con que le contemplaba ese par de cautivadores orbes oscuros, estremecía cada célula de su cuerpo, al punto de forzarlo a morderse el labio inferior con rudeza para contener un jadeo. Experimentaba tal atracción hacia el contrario, que le calaba en lo más hondo no poder acortar la distancia entre ambos. Fue entonces que su corazón se aceleró, su respiración se entrecortó y su columna sufrió un fuerte escalofrío.

Sin ser conscientes de sus acciones, absolutamente  motivados por sus subconscientes que sabían y entendían todo a la perfección, susurraron el nombre del otro de manera suave y apenas audible, dicho susurro no llegando a oídos del atractivo y, a sus ojos, hermoso ser que tenían en frente.

Sin embargo fue Vegeta el primero en romper el contacto visual, recobrando el control sobre sí mismo y reusándose a permanecer un solo segundo más obnubilado bajo aquel magnetismo inexplicable que insistía en dominarlo. Al notar como la magia se rompía, Goku exhaló con inconsciente fastidio todo el aire retenido en sus pulmones, desviando el rostro para no tener que seguir viendo al chico de cabellos en flama parado poco menos de un metro más allá. La cordura volvió a ellos, haciéndolos retomar esa actitud orgullosa y arrogante que tanto los caracterizaba, una repentina y muy desagradable sensación de incomodidad propagándose a través de sus venas.

La reciente necesidad de sentirse más cerca fue sepultada bajo la opresión masiva de su lógica, la creencia de que eran un par de idiotas sin sentido alguno, naciendo y ganando cada vez más terreno dentro de sus mentes. Saiyan suspiró extenuado y Sallieri sin notarlo lo imitó, los dos caminando en silencio por la ruinosa vereda que delimitaba aquella especie de bosque con la carretera. Un soplo de brisa fría abofeteó sus mejillas, justo cuando divisaban a lo lejos el nacimiento de una ruta llena de curvas bastante peligrosas, la cual a ambos les resultó demencialmente familiar.

–Ya he estado aquí– murmuró Black, identificando la reja de acero que colindaba con los árboles.

El peliflama lo vio acercarse y de un salto cruzar al otro lado, dedicándole una intensa mirada invitándolo a ir tras él. Motivado únicamente por su interno anhelo de hallar respuestas, se apresuró a acatar y cuando menos lo pensaron, los dos se abrían paso a través del cúmulo de frondosos árboles y follaje que era aquel mini bosque, sin saber a ciencia cierta qué buscaban. Las hojas crujían bajo sus zapatos, el camino siendo apenas iluminado por las linternas de sus celulares. Pisaban con cuidado, pues las ramas y hojas sueltas se arremolinaban en la tierra, cualquier paso en falso amenazando con hacerlos caer. Vegeta seguía a Goku muy de cerca, no pudiendo evitar admirar su atractiva figura aun bajo la tenue penumbra de aquella luz artificial.

De pronto lo vio trastabillar con la raíz saliente de un roble, apurándose a sostenerlo desde atrás enredando un brazo alrededor de su cintura, lo que por consiguiente provocó que quedaran unidos en un forzado abrazo. Black se descubrió a sí mismo con la espalda acoplada al pecho de Saiyan, siendo posesivamente sujetado en un agarre firme, aunque bastante delicado. La calidez del cuerpo ajeno los estremeció, la necesidad de tenerse cerca renaciendo y ganando una fuerza brutal. Por mero impulso las manos del joven de cabellos rebeldes fueron a parar sobre aquel brazo que lo rodeaba, siendo apresadas por una mano ajena que se posó con sutileza en las suyas. Percibieron como un magnetismo inexplicable los instaba a apegarse más, acallando fácilmente los gritos desesperados de sus consciencias que en vano trataban de hacerlos entrar en razón.

–Vegeta…– Goku murmuró su nombre, cerrando los ojos al notar su cálida respiración en el cuello.

Sin pretenderlo siquiera, aquel susurro había salido con tanta necesidad, tanto deseo, tanta sensualidad, que cada célula en la anatomía del peliflama se estremeció, descontrolando sus sentidos tras enviar a su cordura de vacaciones bien lejos. Exhaló el aire en un suave suspiro, usando esta vez ambos brazos para aferrar contra sí el cuerpo exquisito de quien, en ese mismo instante, acababa de convertirse en su más grande perdición. Depositó un sutil beso sobre la sensible y descubierta piel de su cuello, deleitándose con el casi inaudible jadeo que el chico entre sus brazos se permitió soltar. Aspiró su aroma, embriagando su ser de aquella fragancia dulce y deliciosa que exudaba esa tez nívea y perfecta, todo en él reaccionando a su cercanía.

«¿Me amas, Vegeta?»

«Claro que te amo, bebé. ¿Acaso lo dudas?»

«No, es sólo que me gusta cuando lo dices.»

«Eres un consentido de lo peor, ¿lo sabías?»

«Lo sé, pero a ti te gusta que lo sea, ¿o no?»

«Me encanta…»

–Tú me encantas por completo– susurraron al unísono, sus ojos llenándose de melancolía.

Black se apartó bruscamente del abrazo, alejándose del otro varios pasos, de modo que algo de distancia quedara entre ellos. Su rostro mostraba un rictus de infinita angustia y confusión, un delgado surco de rebeldes y traicioneras lágrimas resbalando cual cascada por sus mejillas. Sentía el corazón oprimido, tanto que parecía como si una invisible cuerda de acero se empeñara en partirlo en dos, mientras un desolador sentimiento que no lograba descifrar, revolvía su estómago y lo hacía desear huír de allí y a la vez aferrarse con fuerza a quien tenía en frente. Le dio la espalda al peliflama y secó con rabia su rostro, reprimiendo el grito de impotencia pura que pugnaba por escapar de su garganta. Su caos emocional era inmenso, haciéndolo sentir fatal.

Vegeta en tanto, estaba cada vez más desconcertado. ¿Cómo era posible que ambos soltaran tan rebuscada frase al mismo tiempo? ¿Acaso la misma escena había pasado por sus mentes? ¿Qué era esa atracción que lo incitaba a mantenerse cerca del menor? ¿Por qué su cuerpo suplicaba con tanta vehemencia poder tocarlo? ¿Qué ocultaba el gemelo de Kakarotto que lo hacía sentirse así?

–Por qué…– oyó entonces la susurrante y entrecortada voz de Goku. –¿Por qué diablos estamos tan conectados?

Se giró hacia él nuevamente, su mirada eclipsada por aquel inexplicable caudal de sentimientos.

–No lo sé– se sinceró Vegeta tras exhalar un hondo e inaudible suspiro, luchando por mantener a raya sus caóticas emociones. –Pero quiero saberlo– avanzó hacia él, sus orbes como universos infinitos volviendo a enlazarse en una mirada intensa. –Quiero saber por qué me haces sentir así.

–A-Así…– repitió Black en voz trémula, retrocediendo con cuidado para alejarse de él. -¿Así cómo?

–Así– Saiyan lo acorraló contra el tronco de un árbol, impidiéndole huír con una mano apoyada en el mismo y la otra atreviéndose a rozar apenas la tersa piel de su mejilla. –Tan ansioso… tan deseoso… tan necesitado…– cada palabra eludía sus labios de forma apacible y seductora, dejando a Goku inmerso en una especie de embriaguez sin sentido. –Con tantas ganas… de tocarte…– sus alientos se entremezclaron al sus rostros estar tan próximos que bastaban milímetros para que sus bocas colisionaran en un beso, los párpados de Sallieri cayendo a medida que la cercanía con el peliflama lo hundía más y más en un embelesamiento total. –Quiero saber por qué… algo en ti me atrae… me llama… me incita a acercarme…– tan sensual, tan sublime, tan sorprendente; ¡se moría por besarlo! Black perdía la cordura sin marcha atrás. –Dime… ¿Por qué?

–No lo sé– soltó éste casi en un gemido, desfalleciendo ante tanta cercanía. –Juro que… no lo sé.

Sus labios rozaron entonces, apenas en una caricia casi imperceptible, no obstante antes que aquel beso que tanto anhelaban llegara a concretarse, el resonar de ambos celulares los arrojó de golpe y porrazo a la realidad. Fue ahí que se percataron de que los teléfonos de ambos yacían olvidados en el suelo, la luz de las linternas alumbrando lo justo para que pudieran observarse a los ojos.

–Demonios– Vegeta se apartó de Goku como si quemara, regresando bruscamente a sus cinco sentidos. Levantó el móvil del piso, visualizando el nombre de su novio parpadeando intermitentemente en la pantalla. Una punzada arremetió su pecho, un creciente sentimiento de culpa naciendo en lo más hondo de su ser. Inahló y exhaló suavemente un par de veces para sosegar sus emociones, presionando el botón verde para contestar a la llamada. –Kakarotto…

Black al escuchar el nombre de su hermano abandonar de esa forma tan suave los labios de Saiyan, apenas logró reprimir un bufido de exasperación, una ascendente oleada de celos propagándose en su sangre igual que un fuego sofocante e infernal. Caminó lejos de él hasta adentrarse más entre la hierva y los árboles, su celular volviendo a resonar por la insistencia de su mejor amigo. Lo ignoró y continuó avanzando, luchando por reprimir el nuevo caos que revolucionaba su ser.

–¿Dónde estás, Vege?– preguntó Kakarotto tras el auricular, notándose claramente preocupado.

–En casa de mis padres– mintió él, llendo a paso lento tras Goku. –Iré pronto, bebé. Tranquilo.

Sin dejarle decir más cortó la llamada, exhalando un extenso y sonoro suspiro antes de tomar la decisión de recorrer el mismo camino por el que el gemelo de su amado novio había avanzado. A medida que andaba la aglomeración de árboles iba abriéndose, dándole más espacio para moverse con menor dificultad. Hasta que sólo un par de cipreses y robles fueron visibles, una gran explanada moteada de verde siendo el aparente acabose del lugar. Apuntó la linterna hacia el frente y la silueta de Black fue apreciable a contra luz, de pie frente a una pequeña construcción que en sus mejores días de seguro fue una cabaña construida allí por alguna razón.

El cielo poco a poco iba aclarando, dando aviso que el día estaba bastante próximo a amanecer.

–Creí que te irías– masculló Goku con cierto desdén, observándolo de reojo en gesto indiferente.

–¿Qué es este lugar?– Vegeta evadió el comentario, analizando la ruinosa estructura frente a él.

Su compañero resopló, mordiéndose el labio inferior para impedirse a sí mismo soltar un insulto.

–Eso averiguaré ahora– espetó en un tono bastante rudo, encaminándose hacia aquellas ruinas con andar firme, en su rostro dibujado un rictus de frialdad sólo comparable a un gélido iceberg.

Saiyan lo siguió, notando en el ambiente algo extraño. Era como si un aura densa y brumosa los rodeara, como si aquella madrugada de invierno estuviera teñida de perversidad en su estado más puro. Aquel sitio rural y desolado les inspiraba a ambos mucha desconfianza, la cual se acrecentaba en sus pechos a medida que acortaban la distancia. Debido al casi tangible silencio, sus pasos resonaban como en estéreo, siendo iguales al soundtrack que antecede a una tragedia.

–Se está cayendo a pedazos– hizo ver el peliflama, escrutando el frente de la edificación, donde tanto el tejado como el marco de la puerta daban la impresión de estar a punto de derrumbarse.

–Debe tener más de un siglo, ¿qué esperabas?– ironizó Black, atreviéndose a acercarse y empujar con sus nudillos la puerta, la cual cedió fácilmente y se abrió con un rechinido. –¿Vienes o te quedas, Saiyan?

Éste frunció el ceño al captar el tono despectivo en su voz, no obstante disimuló muy bien su sentir bajo una careta de desinterés, chistando la lengua hastiado antes de secundar sus pasos.

Ambos ingresaron a la cabaña ya muy carcomida por el transcurrir del tiempo, procurando ser cuidadosos a la hora de caminar. Apenas lograban iluminar el interior con la luz que emitían sus celulares, aun así siendo evidente para ellos el deplorable estado en que se hallaba la estancia.

Goku notaba como su pecho era invadido por una ansiedad tremenda, la cual aumentaba a medida que más se adentraba en aquella endeble construcción. El olor a encierro, mezclado con el moo de las paredes y el polvoso suelo húmedo por la acumulación de rocío nocturno, causaban en su sistema una repulsión tan inmensa que debió hacer uso de toda su fuerza de voluntad para reprimir una arcada. Habían muebles dentro, o al menos vestigios de ellos ya corroídos o de plano devastados por el pasar de los años, además de varias puertas, cuya pintura lucía descascarada, que de seguro conducían a habitaciones. Sin embargo justo en un pasillo, cuya entrada yacía tirada en el piso, algo llamó la atención del gemelo mayor. Destacando por sobre las demás, una gruesa puerta de metal relucía en el fondo.

–Oye– Vegeta lo llamó al notar como se acercaba sin más hasta allá. –¿Qué haces? ¡Es peligroso!

Pero Black no lo escuchaba. De pronto su cuerpo actuaba en automático, su mente sumida bajo el yugo de un extraño trance. Cada paso que daba hacia aquella puerta resonaba en sus oídos como el seco y constante repiquetear de un reloj, una mezcla de curiosidad y pánico en su máxima expresión impregnando sus sentidos. De pronto todo se le hacía horriblemente familiar, una alarma en su mente encendiéndose para detenerlo de seguir avanzando. Los primeros rayos de sol se colaron por las resquebrajadas ventanas de aquella casa en ruinas, iluminando así el camino del joven de cabellos rebeldes. El sucio tono gris de las paredes fue visible, así como el negro metal que resguardaba la entrada al único cuarto que realmente le interesaba explorar.

Y cuando al fin empujó la puerta y esta se abrió con un fuerte rechinido que retumbó en todo el lugar, un embate de visiones atacó cual enjambre de avejas furiosas la mente de Goku, mientras la estampa macabra de aquella especie de calabozo quedaba al descubierto, cada rincón siendo iluminado por la encandilante luz del sol.

Su cuerpo tembló, por inercia retrocediendo varios pasos, mientras sus bonitas facciones se deformaban bajo el yugo de una consternada mueca.

Tirado boca abajo sobre el pedregoso y sucio suelo de aquella horrible y oscura celda, recibía una vez más golpes y abusos por parte de su captor. Llorando en silencio, con los ojos cerrados y la mente peleando desesperadamente por desconectarse, sentía como el mayor se saciaba con su cuerpo una vez más, desgarrando su interior sin consideración alguna. Las cadenas que apresaban sus muñecas hacían yagas sobre su piel, al tiempo que las uñas del peliblanco rasguñaban su espalda con bestialidad. Era penetrado con fuerza, como queriendo partirlo en dos, bofetadas y puñetazos siendo descargados sobre su maltrecha anatomía.

–Vamos… ¡Vamos! ¡Gime para mí, puto bastardo!– le exigió Zamas en voz grave, agarrándolo con desmedida fuerza por su alborotado y azabache cabello para obligarlo a girar el rostro y así cortar su mejilla utilizando esa navaja que lo acompañaba siempre en sus torturas. –¡Gime! ¡Gime como el puto que eres!

Las estocadas se hicieron más bruscas, más rudas, más dolorosas. Los sollozos aumentaron y con ellos creció también la irracional furia del abusador, quien sin importarle en lo más mínimo lastimar al menor, volteó su cuerpo en un rápido movimiento, las cadenas que lo apresaban haciendo un sonido metálico bastante particular. Cortó su tez pálida y tersa sin remordimiento alguno, sonriendo con sadismo al contemplar la sangre escurriendo parsimoniosamente desde cada herida. Lo golpeó, haciendo uso de sus puños una y otra vez, mientras no paraba de envestirlo brutalmente hasta alcanzar la egoísta cúspide de su propio clímax.

–¡Mngh!– gruñó hundido en las sensaciones, mientras Goku creía desfallecer ante tanta agonía.

–M-Mátame… mátame… m-mátame de una vez, por favor– suplicó al borde del desmayo, ya no pudiendo soportar más semejante ritmo de tortura.

Pero Zamas, al escuchar su lastimero susurro y ver su miserable estado, sólo pudo sonreír con sadismo una vez más, levantándolo bruscamente del suelo para empotrarlo contra la pared sin importarle en lo absoluto el quejido de dolor que rehuyó sus amoratados labios. Le azotó la cabeza contra el cemento, repartiendo más golpes y cortes sobre la lastimada piel de sus piernas, brazos y espalda, mientras volvía a entrar en él sin piedad, desgarrando sus entrañas.

–Claro que te mataré, maldita basura… ¡Pero será cuando yo lo diga!

–¡AHHH!

Vegeta contemplaba ese bello rostro embargado de horror, mientras temblores involuntarios lo estremecían sin parar. Extrañado se acercó hasta él, oyendo el maratónico ir y venir de su respiración. Pero al ver como su piel perdía color y sus párpados caían, se apuró a sostenerlo antes que su cuerpo se precipitara duramente contra el carcomido suelo. Y al tenerlo entre sus brazos otra vez, aparentemente inconsciente sin ninguna razón que fuera explicable a su parecer, un latigazo asotó su mente, invadiéndola de imágenes tan claras como incomprensibles.

–¡Suéltalo, pedazo de mierda!– gritó exasperado, llendo en su dirección sin vacilación alguna.

–Un paso más, Saiyan, y te juro que le vuelo la cabeza– siseó el peliblanco, presionando los cañones de ambas pistolas en sus manos contra las sienes del shockeado joven entre sus brazos.

Vegeta se paralizó, un frío congelante helándole la sangre. Sus ojos y los de Goku hicieron contacto en una mirada intensa, una culpabilidad insufrible atacando el pecho del peliflama al comprender que había sido un completo imbécil, al no reconocer que jamás vio aquella inocencia sincera reflejada en las pupilas de aquel impostor con quien vivió tres meses de pura falsedad.

–N-No…– musitó enajenado, por inercia aferrando más contra sí el cuerpo de Black. –¿P-Por qué…?

Lo miró y entonces esos ojos oscuros, ahora atormentados por el caos de sus sentimientos y enturbiados por las lágrimas que luchaba por contener, se abrieron para enseguida conectarse con los suyos en una mirada repleta de incertidumbre y preguntas difíciles de responder.

–¿Qué demonios está ocurriendo?– inquirió Black con la voz quebrada, aun temblando incontrolablemente en brazos del peliflama. –¿Por qué…? ¿Por qué siento que ya estuve aquí? ¿Por qué siento que tú y yo nos conocemos? ¿Por qué siento que éste no soy yo?– apretó con fuerza los párpados, rompiendo el contacto visual entre ambos, mientras negaba fervientemente con la cabeza. –Esto no está bien… ¡No está bien! No es normal… ¿Qué mierda sucede conmigo?

–No lo sé– susurró Saiyan, unas repentinas ganas de huír de allí dominando su autocontrol.

Fue entonces que Goku se safó de sus brazos y echó a correr fuera de la cabaña, el eco sordo de sus pasos perdiéndose en la lejanía y resaltando gracias al denso silencio. Vegeta se apuró a ir tras él, siguiéndolo de cerca de vuelta por aquel mini bosque repleto de hierva seca y frondosos árboles.

Pronto ambos estuvieron de regreso en la roída bereda que delimitaba la carretera, siendo azotados por cálidos rayos de sol que mitigaban aunque fuera un poco el GÉLIDO frío del amanecer. El joven de cabellera alborotada lucía horriblemente consternado, su respiración siendo aun errática y su piel denotando una palidez preocupante. Quedaron frente a frente de nuevo y, sorprendiéndose a sí mismo, fue Vegeta quien volvió a cortar la distancia, atreviéndose a posar una mano en la barbilla de Black para alzarle el rostro y así poder mirarlo a los ojos.

–¿Estás bien?– fue la única estupidez que escapó de sus labios, su voz resonando en un susurro trémulo y preocupado.

Él negó con la cabeza, ocultando la mirada bajo su abundante flequillo azabache. Retrocedió un par de pasos, zafándose del sutil agarre del peliflama en el proceso, su ceño frunciéndose en claro gesto de abatimiento. Soltó aire sonoramente, intentando sacarse de la mente aquel aterrador caudal de visiones que no hacían más que desatar un desagradable caos en su interior.

–Quisiera saber qué demonios está pasando– confesó en voz casi inaudible, observando a la nada.

Vegeta suspiró, su móvil volviendo a vibrar por una llamada de Kakarotto. En un acto totalmente increíble e impropio de él, apagó el teléfono sin más y lo guardó en el bolsillo frontal de sus jeans, mirando a su alrededor con el ceño fruncido en concentración y los brazos cruzados sobre el pecho. Una vez más era visible a lo lejos aquella ruta llena de curvas, la cual de nueva cuenta le produjo a su estómago un desagradable apretón. No sabía cómo actuar, mucho menos qué decir, lo que lo tenía inmerso en un sepulcral mutismo sumamente abrumador e incómodo.

–Esa ruta– espetó, avanzando unos pasos en su dirección. –La veo siempre en mis pesadillas.

Goku alzó la mirada hacia él y una vez más sus ojos hicieron contacto, la sorpresa y un entendimiento poco comprensible brillando en sus pupilas. ¿Realmente estaban tan conectados?

–También la he visto– añadió Black tras un suspiro, entrecerrando sus ojos. –Casi siempre la veo.

Una mirada bastó para que ambos subieran a sus vehículos y emprendieran rumbo por aquel camino, Saiyan poniendo en marcha su Audi negro y Sallieri echando a andar su motocicleta.

Salieron a velocidad moderada en dirección por la ruta, una sensación extraña incitándolos a retroceder. Pronto recorrían aquellas múltiples curvas, una opresión inmensa apremiando sus corazones. Sucesos de ese sueño recurrente que tenían asaltaron sus mentes, mientras andaban en línea recta por el tramo previo a ese acantilado infernal que tanto asechaba en sus pesadillas.

Entonces se hallaron justo frente a aquel abismo rocoso e interminable, lo cual los obligó a frenar en seco. Bajaron juntos y así, con el aire atascado en los pulmones, se acercaron hasta allí.

«¡Tienes que salvarte y salvar a nuestro bebé!»

«¡No, Vegeta! ¡No me iré sin ti! ¡No te dejaré!»

Observaron a través del enrejado de acero, perdiendo sus miradas entre las rocas que yacían debajo. Imágenes, sonidos, escenas; sus mentes eran atacadas sin piedad, oprimiendo sus pechos.

–Sueño contigo– murmuró Black, lágrimas agolpándose en sus ojos. –Cada noche, todos los días, sueño contigo.

Por inercia Vegeta le pasó un brazo alrededor de los hombros para así apegarlo contra él, a consecuencia percibiendo el leve estremecimiento que hacía temblar esa anatomía cálida y perfecta.

–Y yo contigo– admitió ensimismado, comprendiendo al fin que no era Kakarotto el protagonista de esas constantes pesadillas que experimentaba a diario. –Cada noche, todos los días, asechas mis sueños.

«Debes vivir…»

Goku posó la cabeza en su hombro, dejándose reconfortar por la calidez de su cuerpo. Sentía que entendía todo y a la vez no entendía nada, lo cual aumentaba al máximo el revuelo dentro de él.

–Debemos descubrir qué está pasando– declaró decidido Saiyan, cada vez más conflictuado.

Black asintió, alejándose de él suavemente. Lo observó con seriedad y habló, en voz firme:

–Tengo una teoría, pero es demasiado loca para creerla.

–¿Cuál es?– quiso saber el peliflama, dedicándole una mirada interrogante.

Goku dudó en responder, no obstante los ojos profundos de Vegeta terminaron convenciéndolo.

–Vidas pasadas– musitó, ligeramente avergonzado, desviando el rostro para disimular el rubor.

–¿Lo dices en serio?– cuestionó Saiyan, la idea pareciéndole sumamente ridícula y descabellada.

–No, cómo crees– ironizó Black, frunciendo los labios y el ceño. –Te dije que era una completa locura.

El peliflama chistó la lengua, resoplando audiblemente. Si bien concordaba con Sallieri en que pensar en vidas pasadas era una total estupidez, algo en el fondo le hacía pensar que era posible. Por más inverosímil, insólito e inaudito que le pareciera, aquello explicaría bastante.

–Hay que investigar– se limitó a decir, reprimiendo una mueca. –Esto debe tener una explicación.

En eso el móvil de Goku volvió a sonar, a lo que éste lo sacó de su bolsillo con el ceño aun fruncido. Chequeó la pantalla y su estómago se revolvió, al ver que quien llamaba era Kakarotto.

–Es mi hermano– informó, presionando el botón para contestar tras soltar un suspiro. –¿Hola?

–Black– la voz del gemelo menor se oía extraña, como si estuviera fastidiado, cosa bastante impropia viniendo de él. –Perdón por llamarte tan temprano, pero tenemos que planear lo de hoy– titubeó un poco, no sabiendo como abordar el tema. –¿Quieres conocer a Raditz y papá o…?

–Sí– lo interrumpió Goku, encaminándose junto a Vegeta rumbo a su moto. –Aunque sabes que eso para mí es un mero trámite, porque dudo que cambie en algo las cosas el conocerlos o no, ya te lo dije– se despidió de Saiyan con una mirada, cada quien subiéndose a su respectivo vehículo.

–Lo sé– suspiró Kakarotto, denotando resignación. –Pero no te cierres, porque quizás sea como conmigo y ganes otro hermano y un padre– se reflejó la sonrisa en sus palabras, lo cual hizo resoplar a Black. –Juntémonos a las cuatro en la plaza central y de ahí vamos a verlos, ¿te parece?

–De acuerdo– accedió, echando a andar la motocicleta para así irse justo tras el Audi de Vegeta.

Aquel sí que había sido un agridulce amanecer.

~~~

La puerta se abrió con un click, revelando el recibidor del departamento en penumbras. Pese a que ya eran las siete de la mañana, el sol sólo había salido unos minutos y ahora el cielo yacía gris y con nubarrones de lluvia que anunciaban la pronta llegada de una tormenta. Cerró tras de sí y dejó las llaves sobre el pequeño mueble decorativo junto a la entrada, deshaciéndose de su chaqueta a medida que caminaba hacia la habitación que una vez más compartía con su novio.

Al entrar escuchó el inconfundible sonido de la ducha corriendo, seña de que el menor se daba un baño en ese preciso instante. Consciente de que ese día era lunes y su primera clase empezaba a las ocho, decidió aprovechar el tiempo y pasar un rato con Kakarotto, a la vez que se duchaba para quitarse de encima el leve sopor que le había producido desvelarse. Se deshizo de sus prendas, arrojándolas sin especial cuidado a la cama ya pulcramente tendida, para enseguida dirigir sus pasos hacia el cuarto de baño. Abrió con sigilo la puerta y lo recibió el calor y el vaho provocado por el agua caliente que recorría el hermoso cuerpo del joven Son, aunado al constante caer de las gotas contra la cerámica del suelo. Observó a través de la mampara corrediza la sensual silueta de su amado de cabello rebelde, transluciéndose a través del cristal.

Se mordió los labios inconscientemente al recorrer a detalle esa anatomía tan deseable, acercándose con pasos suaves e inaudibles hasta él. Sin ser detectado apartó el cancel, maravillándose con la gloriosa visión de su eterno amor lavándose el cabello justo de espaldas.

El agua resbalando lentamente por su pálida piel, sus azabaches hebras húmedas cayendo con gracia por su rostro, sus ojos cerrados para mayor disfrute de aquel momento de relajación; simplemente aquel chico era la personificación de perfecta hermosura a ojos de Saiyan, extasiándolo por completo al poder apreciar esa bella estampa que lo enamoraba cada vez más.

Lo rodeó por la cintura con los brazos, apegándolo hacia él tras un sobresalto de su parte. Son se giró sorprendido a verlo, ruborizándose al descubrirse desnudo y empapado entre sus brazos. Sus ojos se conectaron en una mirada intensa, sus labios buscándose como atraídos por un imán. Sin decir nada se besaron con pausa, Kakarotto acunando las mejillas del peliflama entre sus manos y éste aferrándolo firme y posesivamente por las caderas, acoplando sus cuerpos a la perfección.

La suave lluvia de cálidas gotas caía sobre ellos, mojándolos mientras se besaban con entrega. Sus bocas encajaban tan bien, como si hubieran sido diseñadas para complementarse, sus lenguas danzando a un compás parsimonioso que los hacía estremecer. Sus alientos se mezclaban, sus pieles reaccionando al exquisito estímulo de sus esculturales y tonificados cuerpos así de unidos.

El oxígeno escaseó, por lo que se separaron despacio, Vegeta mordiendo con gentileza el labio inferior de su pareja, mientras recorría con delicadeza sus costados utilizando la yema de sus dedos. Lo miró con deseo y esto bastó para que se unieran en otro beso, esta vez mucho más ferviente, fogoso y pasional. El chasquido de sus labios al rozarse activó a mil sus hormonas, precipitando sus respiraciones y ocasionando que sus corazones galoparan fuerte en sus pechos.

Pronto los labios y lengua del peliflama se deslizaban sobre el cuello del menor de los Son, haciéndolo suspirar y ladear la cabeza en busca de más de esas lamidas y succiones que lo enloquecían. Vegeta degustó sus pezones con hambre, chupándolos y mordiéndolos con gula, llenando sus oídos de la excitante sinfonía de sonidos que Kakarotto se permitía dejar escapar. Su mano derecha rodeó la ya despierta hombría de su novio, iniciando un rítmico y lento vaivén para descontrolarlo, mientras la izquierda se recreaba delineando ese par de carnosos glúteos.

El menor suspiraba, soltando incitantes gemidos de vez en cuando, a medida que el placer lo dominaba. El mayor sabía exactamente dónde y cómo tocarlo para llevarlo a la locura, dejándolo sin dificultad a la deriva en un océano de éxtasis simplemente maravilloso. Sintió entonces como un par de dedos, previamente lubricados por su inquieta lengua, se deslizaban gentil y deliciosamente dentro de él, preparándolo al tiempo que una boca en su miembro lo torturaba.

Echó su cabeza hacia atrás, largando un fuerte gemido, mientras un tercer intruso penetraba su intimidad, la precisa coordinación que Vegeta hacía entre su mano y su lengua, dejándolo sumido en una nebulosa de genuino deleite. Su entrada siendo profanada con tanta maestría, su virilidad siendo atendida con aquella experticia simplemente alucinante, subía a Son a la cúspide de un cielo altísimo, sólo para luego dejarlo caer en picada a las llamas del más erótico infierno.

–Vegeta… mhngh… Ve-geta…– jadeaba preso del placer, enredando los dedos entre sus cabellos.

Entonces su punto dulce fue rozado incidiosamente por la yema de esos dedos expertos, enviando exquisitas oleadas de sublime goce por todo su cuerpo, a la vez que la caliente y húmeda boca que engullía su miembro se empeñaba en aumentar el ritmo de la felación, descontrolándolo de tal modo que el orgasmo lo azotó sin piedad, casi haciéndolo caer debido al embate sencillamente increíble de sensaciones. Sus piernas temblaron, su garganta casi se desgarra al gritar el nombre de su novio con extrema sensualidad, su esencia derramándose sin más en esa cavidad cálida y adictiva que acababa de llevarlo a la cumbre de un éxtasis total.

Vegeta lo besó fogosamente una vez más, acorralándolo contra los azulejos de la ducha, al tiempo que retiraba los dedos de su interior y los reemplazaba por la punta de su erecta hombría. Sin parar de devorarle la boca fue entrando en él, gruñendo extasiado ante su estrechéz. Sus paredes internas lo apresaron maravillosamente, la calidez de su interior sofocándolo tanto que el aire se le atascó en los pulmones. Segundos después las envestidas dieron inicio, ambos perdiéndose en el lujurioso hechizo de estar así de unidos y compenetrados.

Saiyan tiró de Kakarotto hacia arriba y lo hizo ubicar una pierna en su hombro, acoplando su espalda a la pared, sin dejar en ningún momento de penetrarlo certera y deliciosamente. Veía el rostro sonrojado, sudado y extasiado del menor, sus labios deformados en una mueca de placer, sus ojos apenas abiertos debido al infinito goce que lo invadía. Marcó su cuello, su pecho, su abdomen; besó sus labios cuanto le fue posible, llevándolo a la locura con cada hábil envestida.

–¡Ahhh! ¡V-Vegeta! ¡S-Sí! ¡S-Sigue a-así! ¡Mngh! – gemía Son, embebido en el goce y la excitación.

–Ngh… Kakarotto…– éste suspiraba su nombre, escondiéndose en su cuello, ebrio detanto placer.

Minutos después el joven de cabellos rebeldes llegó a la cima de su clímax por segunda vez, encajando con fuerza los dientes en el hombro derecho de su amante.  Él, al sentirse increíblemente apretado en esa cálida estrechéz, acabó abundantemente en su interior, ahogando su gemido final en los carnosos y ya bastante inflamados labios de su eterno amor.

Abrazados disfrutaron de los últimos vestigios de sus orgasmos, dándose cortos besitos a medida que la oleada de sensaciones extasiantes abandonaba sus cuerpos. Se miraron a los ojos y se sonrieron cómplices, no necesitando de las palabras para expresar lo mucho que se amaban.

Y se ducharon juntos, jugando como un par de críos en el agua, amándose como sólo ellos sabían hacerlo.

Ya bañados y vestidos, la pareja de jóvenes degustó un tradicional desayuno americano, preparado por el chico de cabellos alborotados, hablando de trivialidades en un ambiente sumamente cómodo y agradable. Reían, discutían en broma, se robaban besos de tanto en tanto; era uno de esos momentos en que eran sólo ellos, metidos en su impenetrable burbuja de amor.

–¿Qué harás hoy?– preguntó Vegeta, tras acabarse sus tostadas y su taza de café negro con leche.

–Reunir a mi hermano con la familia que nunca conoció– informó Kakarotto, apoyando la mejilla en su mano. –Mi padre nos debe muchas explicaciones, por lo que hoy aprovecharé de pedírselas.

–Suerte con eso– espetó Saiyan, dejando un fugaz beso en sus labios. –Espero todo resulte bien.

–Igual yo– suspiró Son, levantándose junto a su novio para reunir la bajilla usada y luego labarla.

En eso Vegeta recibió una llamada, proveniente del móvil de su padre. Kakarotto lo oía discutir desde la cocina, mientras dejaba los trastes en el laba bajillas para aplicar detergente y ponerlo a funcionar. Rato después el peliflama apareció en escena, notándose sumamente fastidiado.

–¿Me vieron cara de Uber o qué demonios?– increpó con desdén, colgándose la mochila al hombro.

–¿Por qué?– indagó el menor, rodeándolo en un tierno abrazo que fue correspondido al instante.

–Papá quiere que lleve otra vez a Tarble a la escuela– rezongó, estrechándolo más contra sí.

–Si quieres te acompaño– propuso Son, besando dulcemente sus labios. –Sirve para estar juntos.

Vegeta le robó un beso apasionado, colando la lengua dentro de su boca con inigualable deseo.

–Será como tú quieras, bebé– susurró tras separarse, acariciando sus lacias y sedosas hebras.

Kakarotto sonrió encantado, volviendo a reclamar sus labios con hambre. Tras romperse el beso se encaminaron hacia la salida, sujetos de las manos en un agarre sumamente afectuoso y dulce.

Kyabe observaba ensimismado a través de la ventana, escuchando la amena conversación que Vegeta y su novio mantenían. Sus ojos ardían bajo el yugo de las lágrimas, su pecho dolía como si un puñal al rojo vivo lo acuchillara, su estómago se sentía horriblemente apretado y revuelto. Desde el momento en que vio al mayor de los hermanos Saiyan llegar acompañado de aquel chico amable y gentil, a quien los padres de familia trataron con suma cordialidad y alegría, supo que cualquier atisbo de ilusión o esperanza por lograr algo más allá de una estrecha amistad con el peliflama, acababa de evaporarse igual que un charco de agua hirviendo bajo el implacable sol.

Porque no era sólo el hecho de no ser más que un niño a ojos de Vegeta, sino que para desgracia suya, éste estaba perdida e irremediablemente enamorado del joven de cabellera alborotada. Y sabía que sin importar qué hiciera, él jamás conseguiría ni la más miserable migaja de ese amor.

Verlos reír, mirarse con complicidad, compartir besos fugaces o abrazarse con ternura, hacía que el inexperto corazón de Shimizu se contrajera de agonía, causándole unas inmensas ganas de llorar. Aun así se mantenía fuerte, procurando actuar normal frente al mayor, conforme con tener de él al menos aquellos ínfimos segundos de atención al día que tan bien atesoraba su ser.

Porque, así jamás fuera correspondido, Kyabe sabía que amaría a Vegeta hasta su último aliento.

~~~

Cuando Black entró a la residencia Son, acompañado por su hermano gemelo, ni en sus más bizarras e inverosímiles fantasías imaginó que Bardock lo abrazaría nada más al verlo. Mucho menos, que él correspondería dicho abrazo, empapándose de la paternal calidez que desprendía.

Y ahí estaba minutos después, siendo asediado por la mirada atónita de Raditz, quien a duras penas se creía lo que su padre relataba. Sentados los cuatro en la sala de estar, Goku y Kakarotto en el sillón de dos cuerpos, mientras que los mayores ubicados en los sillones individuales, prestaban atención a la historia que el patriarca de familia contaba, los tres hermanos completamente anonadados con cada palabra que salía de su boca.

–Gine y yo nos conocimos en la universidad, justo en nuestro primer año de carrera. Ella estudiaba Diseño de Modas, yo me formaba en Derecho. Congeniamos enseguida, ya que nuestras personalidades se complementaban estupendamente. Luego de unos meses le pedí que fuera mi novia, lo que ella aceptó muy feliz. Salimos durante un año entero, todo era perfecto entre nosotros…– hizo una pausa, dedicándole una mirada de culpabilidad al mayor de los gemelos, quien oía su relato en completo silencio, observando un punto indistinguible al frente. –Nos casamos en un arrevato el día que ella me confesó que estaba embarazada, sólo nosotros dos con un par de extraños como testigos. Nuestras familias nos dieron la espalda, ya que tanto mis padres como los suyos desaprobaban nuestra relación. Luego de un tiempo naciste tú, Raditz, en uno de los días más caóticos y felices de toda mi vida. Nos fuimos a vivir a un pequeño departamento de un solo ambiente, ya que con los estudios a cuestas y un trabajo de medio tiempo, era lo único que podía pagar. Finalmente Gine terminó congelando sus estudios para dedicarse a ser madre, mientras yo me esforzaba cada día por darles un futuro mejor– suspiró largo y audible, el embate de los recuerdos arremolinándose en su mente cual implacable oleaje. –Poco a poco el estrés de vivir a las justas, pasar casi nada de tiempo como familia, discutir por cualquier nimiedad, nos pasó factura y nos fue distanciando cada vez más. Hasta que un día, unos meses después del segundo cumpleaños de Raditz, ella me confesó que estaba embarazada nuevamente– se cubrió el rostro con ambas manos, reprimiendo una consternada exclamación. –Se me cayó el mundo, no lo negaré. Apenas estábamos los tres y ahora se sumaba otra boca que alimentar a la ecuación. Al poco tiempo nos enteramos que eran gemelos, lo que añadió aun más complejidad a la situación. El embarazo estuvo lleno de peleas, malos ratos y un distanciamiento que finalmente se llevó hasta la última gota de amor que nos quedaba. Así que cuando nacieron decidimos quedarnos cada quien con un bebé, de modo que nunca más volviéramos a vernos. Raditz se quedó conmigo, porque la misma Gine se sintió incapaz de llevárselo– volvió a mirar a sus hijos, apretándosele el pecho al ver como los ojos de Raditz y Kakarotto estaban inundados en lágrimas, mientras que la mirada de Goku se veía opacada por la decepción y la tristeza. –Sé muy bien que es imperdonable que los hallamos separado, sólo porque nos creímos incapaces de congeniar como padres en una crianza compartida. No hay día en que no me arrepienta de lo poco hombre que fui, no hay día en que no me cuestione cómo habría sido verlos crecer juntos– se levantó, llendo hacia los gemelos para acuclillarse delante de ellos y así poder mirarlos a los ojos. –Espero algún día puedan perdonarme por tomar la salida fácil, les juro que no hay segundo en que no me arrepienta por fomentar una decisión tan egoísta– agachó la cabeza, destrozado.

Kakarotto, pese a su llanto y el terrible caos emocional interno que lo aquejaba, no resistió la dura estampa de su padre así de roto y afligido, por lo que sin dudarlo lo abrazó con fraternal afecto, mientras Raditz se levantaba del sillón y se unía a aquel gesto en iguales condiciones. Goku por su parte, se limitó únicamente a reprimir las lágrimas y la horrenda desilusión que lo invadió por dentro, observando como sus hermanos consolaban a aquél hombre tan parecido a él.

Quería gritarle, insultarlo, reprocharle. No obstante sólo se quedó allí, inmerso en un silencio total. Y es que, a pesar de que muy en el fondo de su ser habría querido que su padre peleara por él, que hubiera echado a un lado los conflictos con su madre sólo para estar presente en su vida, sabía que a veces es preferible estar sin alguien, que tenerlo sólo para que te haga sufrir.

El abrazo finalmente se rompió y los ojos de todos se posaron en él, la mirada de Bardock implorando un perdón tan necesario como el respirar. Black exhaló sonoramente, entornando la mirada con hastío, resignado a tener que construir al menos un mínimo amague de relación con ese padre al que apenas conocía. Sin admitir, claro está, que esa idea para nada le desagradaba.

–No me pidas que me tire a tus brazos y agradezca entre lágrimas el haberte conocido– sentenció, levantándose para encaminarse hacia la ventana, bajo el acucioso mirar de sus familiares. –Fuiste un estúpido al acceder a esa barbaridad de separarnos, pero no tengo por qué ni me interesa juzgarte por eso– se giró, conectando sus ojos a los de Bardock en una penetrante mirada. –Yo vine aquí sólo para cumplir el último deseo de mi madre antes de morir, ya que ella estaba empeñada en que me reencontrara con ustedes. No me gustan esas malditas cursilerías del reencuentro y el amor filial que perdura en el tiempo y cosas así, por lo que no esperes ninguna demostración de afecto de mi parte– miró esta vez a su gemelo, ya que el peso de sus intensos orbes oscuros yacía sobre él, para de nuevo fijar toda su atención en el Son mayor. –Si quieres intentar llevarte bien conmigo, adelante. Sólo no me agobies, porque detesto que lo hagan. Haz de cuenta que nunca supiste de mi existencia, así quizás te cueste menos congeniar conmigo– sonrió mordaz, chistando la lengua con indiferencia. –Kakarotto y yo somos muy diferentes, ¿sabes? Y una de dichas grandes diferencias es que yo tengo de amable y gentil, lo que él tiene de rudo y mala persona. Te pongo sobre aviso, por si después te sorprende que no corresponda tus muestras de cariño– les dio la espalda, sintiéndose incómodo. –No tengo nada más que decir.

Bardock sonrió, dándose cuenta en ese momento que Goku tenía mucho de él en su personalidad.

Aquel era apenas el inicio de su reencuentro como familia, recién la primera fase en la reconstrucción de su lazo como padre e hijo y como hermanos. Y algo le decía al mayor de los Son, que sin importar cuánto le costara, lograría recuperar el tiempo que tuvo a Black lejos de él.

Porque, sin importar cuántos años pasen, el amor es un sentimiento simplemente inquebrantable.

Notas finales:

¡Chan! ¡Chaan! ¡Chaaan! *mediocre intento de música de suspenso*

¡Esto se va a descontrolaaaaaar! (?)

Ok ya, compostura por favor X'D

¿Quién se vio venir algo así? ¿Entendieron ya lo que une a Black y a Vegeta? ¿Qué les pareció su encuentro en el mismo lugar donde su amor fracasó en "Sin ti"?

A partir de aquí se viene el salseo máximo, ya que Goku y Vegeta empezarán a averiguar más acerca de su conexión y, claro está, llegarán a investigar sobre aquel pasado cruel y angustiante que tan bien conocemos.

¿Alguien tiene alguna teoría sobre el futuro de la historia? ¿Será que Vegeta podrá amar más a Goku que a Kakarotto?

¡Dudas, dudas, dudas everiwhere! Me encanta enredar la trama al punto de que después hasta a mí me cuesta resolver semejantes líos XD


Saben que cualquier cosa que deseen decirme, pueden dejarla en la cajita de comentarios :)

Sus opiniones, impresiones, dudas, lo que sea que deseen comentar, son sumamente importantes para mí ^^

¡808 lecturas! No puedo creer que sean tan kawaiis mis amores *^*

En serio todo su apoyo envía oleadas de inspiración a mi cerebro ;)

¡Los adoro! Muchas gracias por siempre estar ahí, dándome su apoyo <3


Próxima actualización: viernes 22 de febrero :)

Nos leemos para entonces ^^

¡Ciao!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).