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Por ti por Emmyllie

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Notas del capitulo:

Infinitos agradecimientos por sus hermosísimos e inspiradores reviews a:

GokuKawaii

Martina Sánchez

GineHaise

Loretta Mink

Han sido mi motivación más grande para escribir, en verdad no saben cuánto las aprecio. Cada palabra que me dedican me saca mil sonrisas y me motiva a seguir con este pasatiempo que tanto amo. Gracias por todo, de verdad. Aunque parezca mentira, ustedes iluminan mi sombrío y pequeño corazón <3


Ufff... ¿Qué les puedo decir? Dije que actualizaría el nueve y pasaron veinte días para dignarme a aparecer por aquí. ¿Razones? Muchas. Sinceramente he tenido un mes horrible, donde mi tiempo libre lo he dedicado a estudiar, porque de lo contrario no rindo bien en los exámenes y eso no va para nada de la mano conmigo. Iniciaron mis clases en la universidad, y les puedo asegurar que el quinto semestre de Criminología es sinónimo de abducción extraterrestre (?) Muchos de mis profesores ya no están (entre ellos el favorito), la materia a estudiar es pesadísima y siento que las horas no me alcanzan ni para dormir. Sin mencionar que emocionalmente estoy hecha un lío, lo que no aporta nada bueno a la ecuación. Si sumamos todo, nos da como resultado un lapso de desinspiración brutal que he debido disipar cuando mi ánimo sube un poco. Lamento defraudarlos, de verdad; odio prometerles una fecha y no cumplir :c

En fin... luego de esa biblia explicando a grandes rasgos mi situación actual, vamos con lo que nos compete y les interesa (creo).

Segunda parte del primer capítulo de esta segunda temporada. Lo escribí a saltos, pero siento que es digno de ustedes. Me habría gustado meter un par de situaciones muy interesantes, pero me las reservo para el siguiente capítulo, jeje.

Porque créanme, la continuación de esto se viene muy, pero muy intensa ;)

Así que sin más monólogos que probablemente a nadie le interesan, los dejo leer en paz ^^

¡Comencemos!

Capítulo 7: Una Escapada Inolvidable

(Segunda parte)

Una vez que su respiración y sus sentidos se tranquilizaron, Black fue consciente de lo que acababa de hacer. Aun en la penumbra en que se hallaba la tienda de campaña, fue capaz de visualizar el vergonzoso estado de su cuerpo. Los jeans azules desabrochados, la polera negra arremangada a la altura de sus pectorales, el cabello más alborotado de lo normal y la piel del abdomen untada de sus propios fluidos. Hizo una mueca repugnada, dándose en el rostro un golpe a mano abierta. ¿Cómo había caído tan bajo? Se sentía idiota, patético y asqueado de sí mismo.

Necesitaba una ducha urgente, no sólo para limpiar los rastros de su decadencia emocional, sino también para desenredar la maraña en que se habían convertido sus pensamientos. Con cuidado abrió el cierre y asomó la cabeza fuera de aquella impermeable tela que lo resguardaba, cerciorándose de que todos estuvieran profundamente dormidos para evitar ser visto en tan humillante situación. Todo lucía tranquilo, las demás tiendas junto a la suya cerradas y en silencio. Tras un suspiro inaudible se escabulló al exterior, sin antes claro arreglarse bien la ropa.

Caminó rápido rumbo a la casa, prácticamente entrando a la misma como si una horrenda aparición fantasmal lo viniera siguiendo. Prendió la linterna de su celular para no tener que ocupar ninguna luz que atrajera atención innecesaria, usándola para guiarse escaleras arriba. Entró a la primera habitación, ubicada justo a un costado derecho, esta vez sí encendiendo las luces. Buscó con la mirada su mochila y una vez que la encontró, sacó de su interior un cambio de ropa, apurándose a ingresar al baño propio con que contaba el cuarto. Ya allí dejó las prendas sobre un pequeño mueble situado en una esquina, deshaciéndose con hastío de su calzado y el vestuario que llevaba puesto. Se observó al espejo y frunció el ceño, su reflejo devolviéndole una mirada llena de desconcierto y sentimientos difíciles de catalogar. Chistó la lengua horriblemente disgustado consigo mismo, metiéndose a la ducha y abriendo la llave de agua helada sin miramiento alguno. Enseguida la lluvia de frías gotas impactó contra la calidez de su piel, provocándole un involuntario estremecimiento y un insulto entre dientes. Dejó que su cuerpo se empapara de aquel vital líquido, cerrando sus ojos en un desesperado intento de despejar la mente de la sucesión de imágenes que no paraban de asecharla, cada una más bizarra e improbable que la otra, pero no por eso menos impactante. Vegeta besándolo, Vegeta acariciándolo, Vegeta entrando en él de forma agresiva y certera… «¡Sal de mi cabeza, Saiyan!»

–Questo è più forte di me… (Esto es más fuerte que yo…)– susurró, pegando la frente contra los claros azulejos, mientras sus ojos se cristalizaban. –¡Non posso con questo! (¡No puedo con esto!)

Esa mirada oscura, tan desafiante e hipnotizante, seductora y profunda, se estaba convirtiendo en su mayor perdición, llevándolo a comportarse de las maneras más impropias e inverosímiles. Cada vez que lo sentía cerca, cada vez que sus cuerpos rozaban por cualquier nímia razón, cada vez que esa voz soberbia y varonil calaba sus oídos, sentía que perdía un poco más el control sobre sus acciones, su interior siendo arrasado por un uracán de emociones y sensaciones sumamente complejas de explicar. Y es que el peliflama con sólo mirarlo a los ojos sacudía su mundo, lanzando su corazón a un caótico espiral de constantes e infinitas contradicciones.

«Es el novio de mi hermano… es el novio de mi hermano… ¡Es el novio de mi hermano!» Se decía una y otra vez, cubriéndose frustrado el rostro y sintiéndose el traidor más grande del universo.

Soltó un golpe contra la pared, asotando la frente contra los azulejos con absoluta impotencia. Quería gritar de tan disgustado que estaba consigo mismo, sin embargo optó simplemente por terminar de ducharse con resignación. Esparció javón líquido por todo su cuerpo, dejando que la espuma eliminara los vestigios de su reciente estupidez. El agua empapó sus cabellos azabaches, resbalando por toda esa piel nívea que a la vista se veía sumamente suave. Cerró sus ojos y así, dejándose relajar por la lluvia de gotas cayendo sobre él, puso la mente en blanco, olvidándose al menos durante un par de míseros minutos del horrible conflicto interno que lo atormentaba.

Ya aseado, se dejó caer en una de las dos camas que tenía aquella habitación, soltando un suspiro largo y profundo. Cogió su móvil y chequeó la hora en la pantalla, sus labios frunciéndose al notar que era casi la una de la madrugada. Resopló y se acomodó mejor en la almohada, desbloqueando el celular para distraerse un rato revisando sus notificaciones pendientes.

Fue entonces que una en particular llamó su atención, extrañándolo de sobremanera y haciéndolo sonreír, algo bastante inusual de ver en sus bonitas facciones. Un mensaje le había sido enviado desde el número de Zamas, apenas unas cuantas horas antes, el cual leyó sumamente asombrado.

“¿Acaso duermes conmigo todos los días que ves tan innecesario enviarme un mísero mensaje?”

Se leía tan recriminatorio, que Goku se vio forzado a llamarlo. ¿Desde cuándo Zamas actuaba así?

–Vaya, te acordaste que existo– fue el saludo que le dio, su voz oyéndose en demasía fría y seria.

–¿Ahora actuarás como novio controlador?– se burló Black, poniéndose de costado sobre la cama.

Sólo silencio le siguió a sus palabras, seguido de un chasquido de lengua y un bufido por lo bajo.

–Hasta que me aceptas como tu novio– espetó con sorna, sonriendo mordaz. –¿Me extrañas, nene?

Goku soltó una risa divertida, relajando su ceño, mientras una sonrisa de lado curvaba sus labios.

–Eso quisieras– rió, de forma tan genuina y dulce, que Zamas inevitablemente sonrió enternecido.

–Yo sí te he extrañado, nene– admitió en un susurro, su voz tornándose sugerente. –Y bastante.

Black se sintió ligeramente incómodo ante esto, pues algo en su interior se retorció motivado por un sentimiento que fue incapaz de descifrar, como si una parte de él se reusara a relacionarse más de la cuenta con el atractivo y locuaz hombre al otro lado de la línea. Se mordió los labios e inhaló hondo, intentando borrar aquel sentir tan bizarro e inexplicable, de su garganta escapando por inercia un gruñido. No le agradaba que el peliblanco se comportara tan meloso, ya que eso de las relaciones cursis y con exceso de romance no iban para nada con su soberbia personalidad.

–¿Gracias?– ironizó, pasando el brazo libre bajo la almohada. –Tus palabras sí que alimentan mi ego– presumió.

–Veo que sigues tan insoportable como siempre– comentó Zamas, dejando escapar una sutil exhalación.

–¡Grazie mile! (¡Muchas gracias!)– exclamó con falsa emoción, adorando sacar de quicio al mayor.

–Sei un fottuto stupido (Eres un maldito estúpido)– éste escupió irritado, cayendo en sus juegos.

–Lo que digas– Black le restó importancia a su tono enfadado, estirándose cuan largo era en el colchón. –Si no te he llamado ni enviado mensajes, señor novio controlador, es porque tengo una vida muy ajetreada. Además me conoces, sabes que eso no va conmigo. ¡No sé por qué te afecta!

–No me afecta– replicó Zamas, volviendo a su actitud seria. –Sé como eres, eso no es novedad. Pero llevamos más de dos semanas sin hablar, ¿no te parece excesivo? Al menos dime cómo estás.

–Estoy bien– le respondió, frunciendo el ceño. –Y si no lo estuviera, da por hecho que te lo diría. No necesito estar recalcando todos los días lo que siento por ti, Zamas. Eso déjaselo a los idiotas.

El mayor suspiró, notándose entre hastiado y resignado. Él también era así, nada meloso y con tendencia a repudiar el exceso de afecto. Pero, muy en el fondo, deseaba que por lo menos una vez su compañero demostrara de alguna manera a parte del sexo, qué realmente sentía hacia él.

–Bien – dijo finalmente, tras un rato en incómodo silencio. –Te dejo dormir, allá debe ser tarde.

–Casi la una– Dijo Goku, ya sintiéndose cansado. –Nos vemos, señor novio controlador– se burló.

Entonces la llamada finalizó, sin despedidas cursis ni palabras que expresaran sus sentimientos.

~~~

En tanto, al interior de una de las tiendas de campaña, dos jóvenes sucumbían a las corrientes de placer que el besarse producía en sus cuerpos. Bajo la oportuna penumbra que cubría aquel reducido espacio, un atractivo chico de cabellos alborotados buscaba tener absoluto control sobre su amado y perfecto novio, encimándose sobre él sin romper en ningún momento el febril e insaciable enlace entre sus labios. La temperatura entre ambos ya estaba elevada, sus pieles ardiendo y sus miradas exudando un caudal de lujuria y lascivia sencillamente impresionantes.

–Kakarotto…– Vegeta susurró su nombre, notando como perdía cada vez más el dominio sobre él.

 –Shhh…– éste lo calló con los ojos velados por el deseo que se esparcía cual incendio en su interior, metiendo las manos bajo la estorbosa playera que el peliflama vestía y extasiándose ante la exquisita calidez que irradiaba su acanelada tez. –Sólo quiero… hacerte sentir bien– mordió suave y sensualmente su labio inferior, colando la lengua dentro de su boca y robándole el aliento con otro beso ardiente que los calentó incluso más. –Esta vez yo tengo el control, Vegeta.

Son vislumbró una mezcla de sorpresa y deseo en la mirada de Saiyan, al tiempo que mordía provocativamente el lóbulo de su oreja y sus dedos trazaban senderos imaginarios sobre su piel. Era tan delicioso, tan maravilloso, tan excitante tenerlo debajo suyo, sucumbiendo a cada una de sus caricias, dejándose llevar por las sensaciones que él, y sólo él, era capaz de hacerle sentir. El lado más instintivo y territorial de Kakarotto hacababa de despertar y relucía más que nunca, forzándolo a tomar las riendas con el único propósito de aplacar sus inseguridades. Y si bien sabía que jamás sería capaz de dominar por completo a Vegeta, aprovecharía cada segundo de ese momento en que el peliflama le había cedido por voluntad propia total control de la situación.

Pronto la mano derecha del gemelo menor yacía abriéndose paso dentro de los ajustados jeans que vestía el mayor, mientras la otra se deleitaba buscando puntos erógenos en su pecho. Un jadeo –casi gemido– rehuyó la garganta del peliflama en cuanto esos dedos traviesos se ensañaron con uno de sus pezones, alternando suaves roces y pellizcos, mientras su virilidad era repentinamente asaltada por unas yemas que la delinearon incitantemente, para en seguida liberarla de su prisión y empezar a estimularla de arriba abajo en un insistente y preciso vaivén.

–Mnh…– jadeó por lo bajo, su orgullo reusándose a ser doblegado, por mucho que el hermoso ser sobre él fuera el dueño absoluto e indiscutible de su corazón. –K-Kakarotto… o-oye… espera…

Más éste ignoró su petición, apropiándose de ese miembro erecto y palpitante que contradecía por completo dichas palabras. Son mordió sus labios extasiado, percibiendo esa cálida dureza entre los dedos, su cuerpo rogándole volver a su rol pasivo para calmar la ansiedad llameante que estaba a nada de enloquecerlo. La respiración errática de Vegeta, el suave rubor acalorando sus mejillas, esa mirada embriagada de placer, apenas visible tras sus párpados entrecerrados…

«¡Tan bello y sensual!»

–No te resistas más, Vege– su voz salió casi como una órden, aunque el entrecortado ir y venir de su respiración la hizo sonar más necesitada de lo que le habría gustado. –Sólo disfruta… déjame amarte…– volvió a tomar esos finos labios en un beso demandante y voraz, mientras aumentaba la velocidad y precisión del vaivén que su mano ejercía sobre esa ya más que lubricada hombría.

Vegeta estaba literalmente en shock, alucinando con la inusual actitud que mostraba su adorado, siempre tan ingenuo e inocente, chico de cabellera alborotada. Esa forma tan lasciva de mirarle, el tono sensual en su voz al hablarle, su obscena e incitante manera de tocarle; ¿realmente era su Kakarotto? Se le hacía tan irreal, que le era imposible no cuestionarse aquella inverosímil situación una y otra vez. No obstante poco a poco su mente se fue desconectando, dejando en funcionamiento a sus sentidos, los cuales lo incitaban a dejarse de tantos rodeos y simplemente disfrutar explorando esa faceta oculta de su amado. Fue así que se dejó hacer, permitiéndole a Son, por primera –y muy probablemente única– vez en su vida, tenerlo a su completa disposición.

–Sólo… hazlo… antes que me arrepienta– masculló por lo bajo, dedicándole al menor una mirada intensa y en cierto modo hasta desafiante, mientras luchaba por mantener su mente en blanco.

Y esas palabras fueron órdenes para Son Kakarotto. Pues no sólo logró encenderlo aun más, algo que pensaba imposible, sino que le hizo ver la inmensa confianza que su pareja le tenía. Y es que el roce de sus yemas sobre esa cálida y tersa piel acanelada, se sentía como un llameante infierno en el que deseaba perderse para siempre. Veía su oscura mirada hinundada de lujuria y necesidad, sus labios ya enrojecidos por los besos antes compartidos, ese escultural cuerpo completamente a su merced, ese rostro de rasgos afilados y perfectos algo sonrojado debido al calor y las circunstancias; acababa de enamorarse nuevamente de él, el sentimiento renaciendo cual fénix en su corazón y esparciéndose por todo su ser como si fueran cálidos rayo de sol.

No dudó en apurar un nuevo enlace entre sus labios, sin dejar en ningún momento de masturbarlo. Pero la estorbosa presencia del ajustado bóxer que aun vestía el mayor, empezaba a irritarlo de sobremanera. Sin dejar de besarlo bajó la ropa interior y jadeó en su boca al sentir el calor abrasador que irradiaba, aunado a la firmeza de su sexo que lo incitaba a dejar fluir sus más bajas pasiones. Decidido e incapaz de aguantar por más tiempo tanta dilación, pues su propia erección cruelmente aprisionada entre sus jeans palpitaba dolorosamente exigiendo atención, se apartó del peliflama y le subió la playera para dejar al descubierto su torso, mientras al mismo tiempo le bajaba el pantalón con todo y ropa interior hasta las rodillas.

Por impulso encerró uno de esos rosados y ya erectos pezones entre sus labios, succionándolo y mordiéndolo suavemente, a la vez que movía constante e insistentemente la mano sobre ese caliente y duro miembro; el sonido de sus dedos resbalando por aquella húmeda longitud, sirviendo como el más eficaz y estimulante de los afrodisíacos.

Buscando llevarlo al límite e innovar en la intimidad, Kakarotto decidió hacer algo que Vegeta jamás le había permitido, sus ansias por verlo retorciéndose en éxtasis debajo suyo, siendo su mayor inspiración. De sus labios fue bajando entre besos y lamidas, degustando aquella cálida piel a medida que la marcaba con fuertes succiones que plasmaban señas de propiedad. Y al llegar a su hombría fue incapaz de reprimir sus ganas de engullirla en su boca, empezando entonces una lenta y placentera tortura para ambos. Y cuando a sus oídos llegó el gemido irreprimible que Saiyan no logró contener, supo que no descansaría hasta llevarlo a la locura.

–M-Maldición… ¡Ah!– gimió grave y sensual, enredando sus dedos entre sus sedosas hebras alborotadas.

Sentirse encerrado entre sus labios, prisionero en la calidez de su boca… ¡Era el jodido paraíso!

Luchaba por no retorcerse, por no gemir más de la cuenta, por no dejar ver el inmenso éxtasis que lo abrumaba. Llevó su mano libre hasta sus labios, mordiéndola para evitar que cualquier sonido vergonzoso escapara de ellos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener las caderas quietas y no penetrar esa cálida cabidad a fuerza de impulsivos espasmos. Aquella estaba siendo la mejor felación que su chico le hubo hecho nunca, llevándolo en ascenso por un maravilloso bucle de absoluto placer. Sentía esa serpenteante y húmeda lengua moviéndose en círculos sobre la punta de su virilidad, mientras esos ojos que acostumbraban reflejar pura inocencia, ahora lo miraban con un asomo de malicia y lujuria que encendía sus hormonas a niveles inimaginables.

Sin embargo Son quería mucho más de esos suspiros contenidos, mucho más de esos jadeos entrecortados, mucho más de esos gemidos que para él eran la más extasiante melodía. Por ello hizo a un lado aquella mano que los reprimía, afianzando sus lamidas y a ellas aunando succiones lentas e intensas, haciendo un repetitivo y rítmico vaivén al meter y sacar aquel erecto miembro de su boca. Dejó entonces que Saiyan impusiera el ritmo que más le agradara, en todo momento dedicándole miradas llenas de lascivia y deseo.

Fue ahí que el peliflama se descontroló por completo, soltando un jadeo tan embriagado de placer, que inevitablemente un gemido ahogado rehuyó la garganta del menor, mientras su boca era penetrada rápida y certeramente. En ningún momento la lengua del joven aspirante a cantante se quedó quieta, probando entre toques lujuriosos y obscenos cada rincón de esa exquisita parte en la anatomía de su eterno amor.

Vegeta se perdía, deliraba envistiendo el interior de aquellos húmedos y calientes labios, viendo esos ojos siempre tan dulces e inocentes, ahora invadidos de irreprimible excitación. Mantuvo sus orbes pegados a los de él en todo instante, observando obnubilado la pecaminosa manera en que su dura longitud se hundía en esa adictiva boca, escuchando los obscenos sonidos que la humedad, su saliva y las succiones producían. Y de pronto el peliflama sentía que no había tiempo; esa lengua, la experticia de cada movimiento, esa sagaz mirada y aquella maldita actitud tan impropia en Kakarotto… era demasiado, necesitaba correrse y a esas alturas no le importaba en lo más mínimo hacerlo dentro de esa caliente cavidad que tanto lo estaba haciendo gozar.

Fue así que el clímax lo golpeó con una oleada infinita de placer, mientras su esencia se derramaba copiosamente en esa maravillosa boca, su espalda arqueándose cual felino, mientras una sucesión de deliciosas corrientes eléctricas se esparcían por cada poro de su acanelada piel.

Y mientras intentaba regular su afanada respiración, vio aun en la penumbra de aquel reducido espacio como una sonrisa de plena satisfacción curvaba los perfectos y carnosos labios de su novio, quien de seguro se sentía totalmente complacido de haber logrado llevarlo hasta el límite.

Era la primera vez que el menor le hacía sexo oral como tal, ya que por lo general el peliflama lo frenaba cuando sentía que estaba a punto de alcanzar el horgasmo. Realmente se sentía desconcertado e impactado con su comportamiento, asumiendo su repentino deseo de control como no más que un súbito afán de fortalecer la seguridad en sí mismo. Porque Saiyan lo notó; la mueca de disgusto después del reto que le había impuesto Kyabe, el fortuito deseo de no despegársele ni un segundo, la leve renuencia que mostraba si Black se le acercaba demasiado… ¿acaso Kakarotto estaba celoso y aquello no había sido más que su manera de hacérselo saber?

Lo abrazó, correspondiendo al acompasado beso que le dio. Era su momento de devolverle el favor, y de paso demostrarle que sólo tenía ojos para él, lo cual haría enseguida. Pero esta vez sería tal la dominancia que ejercería sobre su cuerpo, que Son se desharía entre gritos de placer.

~~~

Horas después, poco antes del amanecer, el grupo de jóvenes al completo se reunió para desayunar, esperando aprovechar al máximo aquel día que auguraba ser bastante frío y lluvioso.

Después de ser bruscamente despertado por un proyectil viviente llamado Lapis, quien se lanzó sin reparo alguno sobre él mientras dormía plácidamente, Black se duchó nuevamente y acompañó a su amigo a interactuar con los demás, mientras degustaban las delicias que entre todos habían preparado para el desayuno.

Raditz se mostraba cada vez más cercano a Tarble, llegando al punto de acariciar su cabello con afecto o darle besos furtivos cuando creía que nadie los veía. Por su parte Kyabe parecía más retraído de lo normal, ruborizándose intensamente cada vez que pillaba al ojiazul mirándolo con picardía. Kakarotto y Vegeta, por otro lado, lucían particularmente melosos, tras tener una interesante e intensa sesión de sexo con amor dentro de la tienda de campaña la noche anterior.

Goku evitaba mirarlos demasiado, limitándose a prestarles atención sólo si era estrictamente necesario. Aun no se borraba de su memoria el sueño que apenas horas antes tuvo con Saiyan, lo cual le jugaba pésimas pasadas cada vez que sus ojos se encontraban por mera casualidad.

–¿Por qué no hacemos senderismo?– propuso Raditz, quien era fanático de los deportes extremos.

–Vaya… hasta que piensas algo bueno, Rapunzel– ironizó Vegeta, sonriéndole de lado con sorna.

–Ahah, que graciosito amaneciste hoy, flamita– contraatacó el mayor, fulminándolo con los ojos.

Kyabe, Tarble y Lapis rieron, mientras Black chistaba la lengua y Kakarotto suspiraba fastidiado.

–Pero no todos sabemos escalar una montaña– hizo ver el ojiazul, acabándose su jugo de naranja.

–Exacto– lo apoyaron el dúo de adolescentes menores, sonriendo entre emocionados y apenados.

–Senderismo no es sinónimo de alpinismo– aclaró Saiyan, conteniéndose de soltar un bufido ante tanta, a su parecer, ignorancia. –Uno es subir una montaña utilizando la ruta más accesible y el otro es escalaje como tal, haciendo uso de equipo especial y requiriendo entrenamiento previo.

–Además las montañas que rodean este lugar son relativamente pequeñas– añadió Raditz, estirando el brazo derecho para alcanzar la jarra de jugo. –De hecho a mil doscientos metros de altura hay un lago verde que, según tengo entendido, puede visitarse en cualquier época del año.

–¿Mil doscientos metros?– espetó Kyabe, boquiabierto. –¡Esa es mucha altura, no creo que pueda.

–Sí podrás, esa es una ruta muy sencilla– explicó Saiyan, conciliador. –No te asustes, lo harás bien.

Por inercia Shimizu se ruborizó al tener sobre él ese par de profundos ojos negros, produciéndole en el pecho una sensación de placidez tal, que debió desviar el rostro para disimularla un poco.

–Si todo marcha bien, en menos de tres horas estaremos allá– continuó el azabache de cabello largo, notando la mueca de enfado que frunció los labios de Kakarotto al captar la interacción entre su novio y el amigo de Tarble. –A mi parecer es una excelente forma de probar algo nuevo.

–De acuerdo– accedieron Shimizu y el Saiyan menor, compartiendo una mirada bastante cómplice.

–De todas formas, si aun me queda energía, yo subiré lo más posible– informó Vegeta, cruzándose de brazos con desinterés. –Según sé el ascenso a ese lago es sencillo, no requiere gran dificultad.

–Te secundo, Saiyan– apoyó Raditz, buscando un mapa de la zona en su móvil. –¿Qué les parece?

–Me da exactamente igual– masculló Goku, levantándose para llevar sus trastes sucios a la cocina.

Su gemelo lo imitó, dedicándole de soslayo a Kyabe una mirada que, de poder, lo habría matado.

–Entonces empecemos a prepararnos– prosiguió el Son mayor. –Como estaremos todo el día allí, necesitaremos usar ropa abrigada, de preferencia impermeable, y llevar agua y comida que nos aporte energía adicional.

–Nosotros podríamos ir alistando las mochilas– ofreció Lapis, señalándose a sí mismo y a Kyabe, quien dio un leve respingo para seguidamente ruborizarse hasta las orejas. –¿Qué dices, pequeño?

–Y-Yo…

–Genial– lo interrumpió Raditz, cogiendo su celular de la mesa. –Revisaré el pronóstico del clima.

El ojiazul aceptó feliz, mientras Shimizu suspiraba resignado, sintiéndose horriblemente cohibido.

Dentro de la cocina, ambos gemelos hablaban en un muy grato ambiente, apoyados en pose despreocupada contra la encimera. Kakarotto comiendo una manzana que acababa de sacar del refrigerador, y Black degustando a sorbos cortos una helada limonada previamente preparada.

–¿Por qué no acampaste con nosotros anoche?– inquirió el menor, tragando un bocado de la fruta.

–Porque no me sentía cómodo– fue la simple respuesta de su hermano, quien irradiaba ese aire altivo y desenfadado que tanto atraía a las personas a su alrededor. –Ya te lo había dicho, Kakarotto; si acepté venir aquí es sólo porque me ganaste por cansancio– replicó, algo hastiado.

Éste le sonrió juguetón, sus ojos adquiriendo un brillo de inocente malicia que extrañó al mayor.

–Aun así ayer te veías sumamente cómodo cantando con Vegeta– soltó de pronto, con una voz tan ingenua y cordial, que Black no supo si le estaba reprochando o era un simple comentario al azar.

 –¿Y eso a qué viene?– inevitablemente se puso a la defensiva, dándole una mirada indescifrable.

–Nada en especial– sonrió Kakarotto, retomando su expresión inocente. –Sólo fue una observación.

Y Black no supo por qué, pero algo en el fondo de esos ojos dulces, le causó una gran inquietud.

Ya con los demás, el par de hermanos siguió conversando como si nada, mientras Raditz revisaba a cabalidad un mapa de la zona, Vegeta jugaba en su celular y el resto terminaba de desayunar.

–En efecto, está a mil doscientos metros– dijo el Son mayor, viendo el plano virtual desplegado en la pantalla del móvil. –Podemos almorzar allá y así aprovechar que el día no está tan mal. Luego Vegeta, Goku y yo seguimos subiendo y ustedes se quedan divirtiéndose ahí hasta que volvamos.

–Buena idea– lo apoyó Tarble, sonriendo con dulzura.

–Para ti todo lo que diga este idiota es una buena idea– replicó Vegeta, obsequiándole al pretendiente de su hermano una de sus bien conocidas miradas asesinas. –Maldito asalta cunas.

–Ya, Vege– lo calmó Kakarotto, dedicándole una mirada dulce. –No es tan mala idea– le sonrió.

–Hmp– éste desvió la mirada, claramente fastidiado, mientras fruncía el ceño. –Como sea– gruñó.

Black amó esa mirada irascible, así como también amó su actitud tan soberbia y arrogante. Por segundos perdió sus ojos en esa enfurruñada expresión, no obstante pronto cayó en cuenta de su falta de sensatez y apartó la mirada, propinándose una brutal sucesión de patadas mentales.

«¡Es el novio de tu hermano!»

~~~

Media hora después, justo cuando el alba despuntaba en el cielo, el grupo de amigos inició el trayecto en ascenso hacia el bonito lago que habían decidido visitar. Armados con mochilas repletas de comida y bebida, además de vestir prendas que los cubrieran del implacable frío que de seguro haría a más altura, lucían verdaderamente animados con su improvisada travesía.

Kyabe y Tarble hablaban de trivialidades, delante Lapis y Raditz hacían lo mismo, Goku y Kakarotto aportaban a sus conversaciones según les fuera pedido, mientras Vegeta ignoraba a todos, andando con paso desinteresado e incluso hastiado a considerable distancia.

Se sentía realmente fastidiado de estar allí, conviviendo con personas a las que podía tolerar en ocasiones puntuales, pero no durante todo el día y justo cuando su única intención era disfrutar a solas de la compañía de su amado novio. Sin mencionar el caos existencial que producía en él el mayor de los gemelos, situación que estaba a punto de enloquecerlo. Trataba en lo posible de no interactuar más de la cuenta con Black, pues era consciente que todo dentro suyo se agitaba de la peor manera si lo tenía demasiado cerca. Incluso la noche anterior no había podido evitar pensar demás en él, justo después que junto a su pareja tuvieran una de las experiencias íntimas más excitantes y apasionadas de todo su historial. Luchaba con todas sus fuerzas por conservar su autocontrol, pero a veces sentía que en cualquier momento perdería la batalla contra sí mismo.

Al cabo de tres horas llegaron a destino, encontrándose con una estampa bastante hermosa. En medio de un paraje florido yacía el lago, el cual era rodeado de vegetación y poseía un agua cristalina y limpia. A lo alto el sol iluminaba lo justo, una brisa helada paseándose a su alrededor.

–Es muy lindo aquí– comentó Tarble, dejando su mochila sobre la hierba. –Pero hace mucho frío.

–Demasiado– lo apoyó Kyabe, abrazándose a sí mismo en un vano intento de calentarse un poco.

Con un atrevimiento propio de la simpatía que sentía por él, Lapis se le acercó y le pasó un brazo por alrededor de los hombros, atrayéndolo contra su cuerpo para así brindarle de su calor. Ante esto Shimizu se sonrojó como siempre que estaban así de juntos, aunque no hizo amague alguno de rechazar u oponerse al contacto.

–¿Te quedarás aquí o seguirás subiendo?– preguntó Raditz a Vegeta, mientras se sentaba en el suelo con el Saiyan menor ubicado entre sus piernas, lo cual el peliflama reprochó con la mirada.

–Se quedará conmigo– Kakarotto respondió por él, abrazándolo en gesto mimoso. –¿Verdad, amor?

Éste asintió en acuerdo, reprimiendo un suspiro hastiado, y correspondiendo al abrazo de su novio.

Pronto todos conversaban animadamente, algunos tomándose fotos con el paisaje de fondo para inmortalizar el momento. Raditz y Tarble, aunque eran bastante reservados, no se molestaban en ocultar que ya estaban juntos como una pareja formal, muy a pesar de los vistazos asesinos que Vegeta les daba cuando los pillaba besándose. Lapis y Kyabe, por otra parte, se acercaban cada vez más, la incomodidad que el menor sentía menguando a medida que se conocían mejor. Los gemelos compartían su tiempo entre pláticas y un par de juegos bastante infantiles, por lo general motivados por Kakarotto, su lazo de hermanos estrechándose cada vez más. Y el peliflama sólo estaba allí, acotando escuetas respuestas a sus conversaciones, sintiéndose más y más fuera de lugar.

A su manera todos disfrutaban el momento, mientras varios nubarrones grises surcaban el cielo, anunciando que en cualquier instante se desencadenaría una llovizna brutal.

~~~

Instantes después, Raditz, Goku y Vegeta tomaron sus mochilas y emprendieron nuevamente el ascenso a través de la montaña, siendo encabezados por un fastidiado peliflama que lo único que deseaba era al menos un segundo de desconexión mental. El sendero por donde transitaban parecía bastante estable, aunque a veces se les dificultaba por culpa de piedras y tierra suelta.

Poco a poco el frío aumentaba, goterones de lluvia intermitentes haciéndoles saber que el clima a mayor altitud relucía por ser muchísimo más hostil e invernal. No obstante los tres ignoraron aquello, iniciando una agradable conversación aun a pesar de no llevarse precisamente bien.

Pronto Black se vio a sí mismo caminando a la par de Saiyan, ambos muy pendientes de dónde pisaban, pues poco a poco aquel camino sencillo y plano, se convertía en dunas y montículos de arena y roca que se tornaban resbaladizos por culpa de la leve llovizna. El Son mayor los observaba a pasos de distancia, empezando a notar un aura entre ellos bastante inusual. Parecían querer en lo posible evitarse, no obstante los roces de sus manos eran cada vez más constantes. Ya fuera porque uno resbalaba o simplemente para ayudarse a avanzar, Goku y Vegeta se tocaban demasiado seguido. ¿De qué se había perdido Raditz? Algo entre esos dos no le gustaba para nada.

Casi tres horas después llegaron al límite permitido de senderismo en la montaña, el cual podía describirse como una explanada rústica de muchas salientes que ayudaban a escaladores más experimentados a continuar ascendiendo. El frío allí era implacable, por lo que el trío de chicos debió subir a tope los zippers de sus chaquetas e incluso ponerse las capuchas para combatir el fuerte viento. Si miraban hacia arriba podían observar que el clima cambiaba drásticamente, volviéndose nevado e incluso aun más helado. La estampa era muy hermosa, digna de fotografiar.

–¿A cuánta altura estamos?– inquirió Black, notando en sus pulmones gran disminución de oxígeno.

–Dos mil doscientos metros– contestó Raditz, bebiendo de su botella de agua. –Subimos bastante.

Su hermano inhaló una gran bocanada de aire, comenzando a apreciar los estragos que semejante altitud producía en su sistema. Pues, si bien no era nuevo para él practicar senderismo, sí lo era en una montaña cuya superficie se tornaba sumamente dura y hostil pasando los dos mil metros.

–¿Estás bien?– le preguntó Vegeta, captando los claros signos de malestar que reflejaba su rostro.

Goku asintió, negándose a la idea de mostrarse vulnerable frente a él. Soltó aire sonoramente y se giró dándole la espalda, mientras sacaba de su mochila su botella de agua para beber un poco.

–¿Cuánto es lo máximo que haz subido?– inquirió Raditz, preocupándose ante su pálido semblante.

–Estoy bien, ¿vale?– exclamó Sallieri, resoplando fastidiado. –¡Dejen de tratarme como si fuera a morirme o algo peor!

–De hecho sí puedes morirte– replicó el mayor, frunciendo el ceño. –Tanta altura puede provocarte baja súbita de presión, descompensación sistémica e incluso falla cardíaca. Así que, por tu bien, deja de hacerte el duro.

–Ocho semestres estudiando Medicina sí que te hacen un experto– ironizó Black, cruzándose de brazos enfurruñado.

Raditz le soltó un golpe en la cabeza, obligándolo a sentarse en una roca cercana, sin tomar en cuenta para nada sus infantiles protestas. Abrió su mochila y de esta extrajo un kit básico de primeros auxilios, mientras Vegeta los observaba en completo silencio. Sacó de su interior un termómetro y un toma presión, descubriéndole el brazo para corroborar sus sospechas. Goku gruñó y a regañadientes aceptó que su hermano le hiciera un chequeo rápido, sintiéndose asquerosamente incómodo y avergonzado al tener los ojos del peliflama fijos sobre él.

–Cien sobre setenta– leyó para sí mismo, haciendo una mueca preocupada. –Tu presión arterial está dentro de los márgenes normales, aunque yo diría que casi al límite de lo sano. Tu temperatura igual está bien, aunque yo diría que algo por debajo de lo habitual– lo miró, observando meticulosamente sus pupilas. –¿Te duele la cabeza? ¿Tienes náuseas? ¿Notas desorientación? ¿Estás mareado?

Goku resopló audiblemente, soltándose con fastidio de su suave agarre. Giró el rostro al lado contrario, evitando así la mirada de su hermano y al mismo tiempo la de Vegeta, mientras una sensación de desorientación tremenda lo atacaba. Cerró sus ojos disgustado, percibiendo como su cabeza daba vueltas aun a pesar de tener los párpados fuertemente apretados. Por desgracia no se encontraba para nada bien, lo cual por mucho que le costara, debería admitir en voz alta frente al mayor de los tres.

–Siento todo lo que acabas de nombrar– masculló entre dientes, mordiéndose los labios nervioso. –Me cuesta respirar, noto el cuerpo pesado, mi cabeza duele mucho y creo que si como algo lo devolveré sin siquiera masticarlo– hizo una mueca, deseando huír de allí para no seguir siendo observado tan meticulosamente. –Nunca antes había subido tanto, Raditz.

Éste suspiró, haciéndole un gesto a Saiyan para que se acercara. Tenía dos opciones para ayudar al menor, las dos siendo igual de arriesgadas. El peliflama se agachó a su altura y, ante el desagrado e incomodidad de Black, Raditz le pasó un brazo por alrededor de los hombros para así apoyarlo contra él, mientras Vegeta partía un trozo de chocolate y se lo ponía con delicadeza entre los labios. Sus miradas conectaron, logrando que las mejillas de ambos se tiñeran de rubor. Por suerte el joven de cabellos largos, al estar craneando cómo proceder, no se percató de nada.

–Hay que volver– pensó en voz alta, viendo como Goku masticaba el dulce. –¿Qué opinas, Saiyan?

–Estoy de acuerdo– lo secundó él, preocupado también. –Pero no sé si tu hermano pueda hacerlo.

Por obra de su característica terquedad, el joven de rebeldes hebras azabaches amagó incorporarse, sin embargo sólo consiguió que acudiera a él un mareo brutal, la desorientación y falta de aire empezando a tornarse insoportables. Vegeta alcanzó a sostenerlo antes que cayera de cara contra el pedregoso suelo, inquietándose al ver como su respiración se entrecortaba más y más. El pelilargo se apuró a ofrecerle agua, ya que sabía que debía empezar por idratarlo para ayudarlo a aclimatarse. Pero apenas Black ingirió un sorbo, se cubrió la boca para reprimir una repentina arcada. Los síntomas cobraban fuerza, dejándolo en un estado de gran vulnerabilidad.

–Demonios– musitó por lo bajo, la sensación de frío en su cuerpo volviéndose casi insoportable.

–Si descendemos ahora, probablemente empeoren los síntomas– meditó Raditz, viéndolo con preocupación. –Pero tampoco podemos permanecer mucho tiempo aquí, porque en menos de seis horas caerá la noche y contigo así nos tardaremos como mínimo cuatro horas para regresar hasta donde están los demás– resopló, sintiéndose verdaderamente estúpido de no haberle preguntado antes a su hermano si estaba en verdad capacitado para ascender a tanta altura. –Tendremos que pedir ayuda.

En eso, y como jugada del destino, su móvil vibró notificando un mensaje. Intrigado éste echó un vistazo, descubriendo que se trataba de un audio enviado por el menor de los hermanos Saiyan.

–Es Tarble– comentó a sus acompañantes, reproduciendo la grabación con demasiada inquietud.

En cuanto oyeron su voz, entendieron que algo no andaba bien, ya que se notaba muy asustado.

«Rad, deben volver. No sabemos qué hacer, Kakarotto se desmayó y no reacciona. ¡Apresúrense!»

Una punzada atravesó el corazón de Vegeta, una oleada de desconcierto y miedo atacándolo sin piedad. Los peores escenarios pulularon por su mente, el pánico haciéndolo pensar en lo peor. ¡Necesitaba verlo! ¡Saber cómo estaba! ¿Cómo era posible que se hubiera desmayado? ¡Algo no iba bien en lo absoluto! Lo mataba la impotencia de no estar con él en ese instante en que, de seguro, más lo necesitaba cerca. ¡De pronto su cielo se nublaba y no sabía cómo rayos despejarlo!

Quiso gritar, exigir regresar enseguida, mandar todo al demonio y echarse a correr montaña abajo. Sin embargo un golpe de realidad le dio de lleno en el rostro, cuando el encarnado reflejo de su eterno amor perdió la consciencia justo frente a él, precipitándose de súbito hacia el suelo.

–Definitivamente son gemelos– masculló Raditz con ironía, sujetando a su hermano justo antes que su cuerpo colisionara contra aquella rústica superficie. –Uno se desmaya y el otro lo secunda.

Ambos soltaron la risa sin poderla contener, más que nada movidos por un nerviosismo latente.

–¿Cómo diablos volveremos?– inquirió Vegeta, notando como los nubarrones de lluvia crecían en volumen y cantidad, mientras la temperatura descendía. –Debemos irnos, Kakarotto nos necesita allá. Además no es seguro estar más tiempo aquí, mira el cielo; pronto se desatará una tormenta.

–Estoy consciente de eso, Saiyan. Pero no podemos regresar con Black estando así de mal físicamente– rebatió Raditz, la frustración y preocupación haciéndose patentes en su tono de voz.

–Vete tú entonces– sentenció el peliflama, expresando en voz alta la primera idea que le vino a la mente. –Eres el único que puede ayudar a Kakarotto, porque tienes el conocimiento necesario para hacerlo– añadió, muy a su pesar. –Yo me quedaré aquí a esperar que tu hermano se aclimate.

–¿Estás loco?– refutó él, anonadado. –¡No puedo dejarlos solos aquí! ¿Acaso ya perdiste la cabeza?

–Escucha– continuó éste, su expresión y voz más serias que nunca. –Algo anda mal con mi novio, necesito saber que está bien y no puedo si sigues aquí dándotelas de responsable. Goku sólo debe idratarse bien y comer algo calórico que le dé energías, lo cual yo mismo me encargaré que haga. Eres más útil allá que acá, ¿entiendes? En cuanto tu hermano se aclimate, regresaremos al lago.

–¿Y si eso no sucede?– replicó el mayor, igual de serio e impaciente. –Estamos a más de dos mil metros de altura, quizás requiera horas para que su cuerpo se acostumbre a la falta de oxígeno.

–¡Yo lo cuidaré!– exclamó Vegeta, justo cuando Goku volvía en sí. –Lo cuidaré con mi vida, Raditz.

Éste quedó atónito, contemplando en la mirada de su cuñado algo que no lograba catalogar. Y es que, más allá del asomo inmenso de preocupación que sentía por su eterno amor, en sus ojos relucía un sentimiento igual de fuerte y verdadero, pero en lo absoluto dirigido al gemelo menor.

«¿Qué rayos pasa entre estos dos?» Se preguntó, notando el repentino brillo en sus ojos al mirarse.

–Bien– accedió, dándole un último vistazo a su hermano. –Si no dan señales en cuatro horas, informaré a la base de montañistas para que salgan a buscarlos– avisó, serio. –Tengan mucho cuidado y por favor, Vegeta, no me hagas lamentar dejarlos aquí a su suerte– ultimó, inquieto.

–Sólo vete– le respondió él, mientras le sonreía de lado. –Y no me hagas arrepentirme de enviarte a velar por la salud de Kakarotto– sentenció, utilizando el mismo tono de voz con que Raditz le habló.

El mayor le sonrió conciliador, revolviéndole el cabello en un gesto de fraternidad que jamás había tenido con él antes. Goku sólo los veía, entendiendo poco y nada ante tan inusual escena.

Finalmente el joven de cabellos largos se alejó, sin olvidar darle a Vegeta un par de instrucciones básicas que podría utilizar en caso de caídas o para monitorear los signos vitales de su hermano. Luego sólo fue visible su silueta llendo cuesta abajo, dejando tras de sí un silencio abrumador.

~~~

Mientras tanto, tres chicos se sumían más y más en la desesperación, rodeando el cuerpo recostado e inmóvil del cuarto integrante de su grupo. Kakarotto había caído fulminado por un desmayo repentino, poco después que acordaran de forma unánime ir a explorar los alrededores del lugar. Cuando caminaban adentrándose un poco más en las inmediaciones que rodeaban el lago, el joven de cabellos alborotados había palidecido y tras murmurar que no se sentía bien, se precipitó hacia el suelo sin que nadie fuera capaz de reaccionar para impedir que su cabeza impactara contra la hostil superficie bajo sus pies. A consecuencia del golpe, su frente tenía una fea laceración que, pese a no ser profunda, si sangraba bastante, produciéndoles todavía más inquietud.

–Vamos, vamos– susurraba Lapis, acercándole a la nariz un trozo de algodón impregnado en alcohol. –Reacciona, por favor– realmente estaba asustado, pues no respondía a ningún estímulo.

–Tal vez se noqueó con el golpe– meditó Tarble, entrando en pánico. –¡No es normal que siga así!

–No te asustes– le pidió Kyabe, quien estaba abrumadísimo con la situación. –De seguro Vegeta y los demás están en camino, ellos sabrán qué hacer para ayudarlo– razonó, mirándolo conciliador.

–¡Está despertando!– exclamó Lapis, claramente aliviado. –¡Al fin, Kakarotto! ¿Cómo te sientes?

Los adolescentes se apuraron a acercarse, notando el desconcierto en los ojos del gemelo menor.

–¿Q-Qué…? ¿Qué m-me pasó?– quiso saber, notoriamente aturdido y desorientado. –¿Dónde estoy?

–Te desmayaste– le explicó Tarble, sosteniéndolo de la mano en gesto fraternal. –Habíamos decidido explorar los alrededores del lago, ¿lo recuerdas? Y de repente te vimos en el suelo– relató, la preocupación vívida en sus ojos. –¿Por qué no nos dijiste que te sentías mal? Nos asustaste muchísimo, Kakarotto. Incluso le mandé un mensaje a Raditz para que él, Vegeta y Black regresaran cuanto antes– concluyó, viéndolo fijamente. –¡Te golpeaste muy fuerte al caer!

–Estoy bien, pequeño– lo calmó él, sonriéndole dulcemente. –Creo que… sólo me afectó la altura…

–¿Estás seguro?– cuestionó el menor, dedicándole una mirada intensa, característica de los Saiyan.

–Muy seguro– afirmó Son, empezando a incorporarse despacio. –Perdón por preocuparlos, chicos.

–Tranquilo– le sonrió Lapis, revolviéndole el cabello con gracia. –Nos alegra que ya estés bien.

Kakarotto asintió, devolviéndole la sonrisa. Con ayuda del ojiazul se puso en pie, reprimiendo un jadeo al sentir que todo le daba vueltas. Inhaló honda e inaudiblemente, luchando con todas sus fuerzas para impedir que el horrendo mareo que lo agobiaba, lograra tirarlo al suelo una vez más. Contuvo una exclamación al dar un paso y percibir cuán inestable se encontraba su cuerpo, una desagradable sensación de náuseas y fatiga atacándolo sin piedad. No obstante, al tener sobre sí las miradas de sus compañeros, puso en su rostro una expresión relajada, no deseando en lo absoluto seguir alarmándolos. Por muy débil que se sintiera, no pensaba arruinarles la excursión.

Kyabe se apresuró a extenderle una botella de agua, siendo el único en captar el inmenso malestar físico que tanto se esmeraba en ocultar. Kakarotto la recibió con un suave “Gracias”, sabiéndose descubierto muy a su pesar. Sin embargo con un gesto Shimizu le hizo ver que no diría nada, lo cual el joven aspirante a cantante agradeció con un asentimiento y una sonrisa cordial.

Y si bien el pelinegro menor no pondría a Tarble y Lapis al tanto de la situación, sí se encargaría de vigilarlo a detalle y estar atento en caso que sus síntomas empeoraran. Porque, por mucho que no le cayera en gracia que éste fuera el dueño de ese corazón que anhelaba para él, no podía negar que el chico poseía un carácter tan dulce y agradable que le resultaba imposible odiarlo.

Se dispusieron a retomar su exploración, no obstante poco después de empezar,Raditz hizo acto de presencia, apurándose a alcanzarlos con la preocupación vívida en las pupilas. Lucía agitado, lo cual se reflejaba en su errático respirar, pero lo que intrigó a todos fue vislumbrar que volvía solo.

–¿Dónde están Vegeta y Black?– inquirió Lapis, viendo como se apuraba a revisar a Kakarotto.

–Hubo complicaciones– contestó él, descubriéndole el brazo al menor. –Goku tampoco está bien.

–¿Qué?– se alarmó su gemelo, sintiendo una fuerte opresión en el pecho. –¿Cómo que no está bien?

–No te agites– pidió Raditz, leyendo sus signos vitales. –Parece estar todo bien contigo, Kakarotto. ¿Cómo fue que te desmayaste?– tomó en cuenta la laceración en su frente, quedando momentáneamente pasmado. Supongo que te hiciste eso al caer– especuló, bastante contrariado.

–¡Raditz!– le gritó él, siendo bombardeado por la incertidumbre. –¡Dime qué le pasó a mi hermano!

–Mal agudo de montaña– explicó el mayor, cerrando su mochila tras guardar todo de vuelta. –Poco después de llegar al final del camino permitido para hacer senderismo, Goku empezó a sentirse mal. Nos dijo que le faltaba el aire, tenía dolor agudo de cabeza, náuseas y al rato después se desmayó– narró, siendo abrazado por el menor de los Saiyan. –Justo cuando ideábamos una estrategia para volver, recibí el audio que me envió Tarble y Vegeta decidió quedarse cuidando a Goku, a cambio de que yo viniera a auxiliarte a ti– concluyó, observando como los ojos de su hermano se cristalizaban. –Tranquilo, sé que regresarán a salvo.

El menor de los gemelos sollozó, de repente sus emociones volviéndose increíblemente volubles.

–Opino que sería conveniente enviarles ayuda– habló Lapis, sumamente preocupado por su mejor amigo. –Según sé, son necesarias como mínimo cuatro horas para que el cuerpo comience a compensar por sí mismo la carencia de oxígeno en sangre. Y considerando esto, les será imposible regresar antes de que oscurezca– sentenció, serio como pocas veces. –Y no es por empeorar el panorama ni nada, pero todos sabemos bien que el clima aquí es demasiado hostil y cambiante al caer la noche.

Raditz bufó audiblemente, tomando su celular para llamar a servicios de emergencia. El ojiazul tenía razón; si Goku y Vegeta no conseguían regresar durante las próximas cuatro horas…

Probablemente quedarían atrapados en la montaña.

Notas finales:

Lo que empezó como un paseo inocente, se está complicando bastante e.e

¿Será que Vegeta y Black quedarán atrapados en la montaña? Y si eso pasa, ¿imaginan qué tipo de situaciones podrían ocurrir entre ellos?

¿Por qué se desmayó Kakarotto también? ¿Será que es cuestión de gemelos o hay algo más de trasfondo ahí? Porque él no ascendió tanto en la montaña como para sufrir por la altitud, ¿no? ¿Qué estará sucediéndole?

El Radble ya es oficial... ¡YEY! ¿Lo será también el DiecisietexKyabe?

Se acerca una parte muy interesante e intensa en la trama, así que atentos a los próximos capítulos que la cosa se va a descontrolar (?)


¡Y ya son 1396 lecturas! ¿Cómo no amarlos? ¡Me hacen tan feliz! <3

Gracias en serio, me emociono mucho siempre que veo todo su apoyo ^^

Por ustedes es que se ilumina y crece mi oscuro y pequeño corazón ;)


Próxima actualización: sábado 13 de abril :)

Esta vez sí que sí les prometo publicar la continuación a tiempo ^-^

¡Los amo!


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