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Por ti por Emmyllie

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Notas del capitulo:

Antes de comenzar, millones de agradecimientos por sus bellos e inspiradores reviews a:

Cam Lenhsherr

Lulú

Martina Sánchez

GokuKawaii

Gracias en serio, no saben cuánto aguante e inspiración me dieron. Valoro y atesoro cada una de sus palabras, les juro que hacen crecer mi pequeño y oscuro corazón <3


Chapter one here!! Con un día de anticipación ^-^

Necesitaba actualizar, ya que después de ver una vez más como Toriyama y la Toei ridiculizan a Vegeta, estoy como gasolina para incendio e.e Y no me mal entiendan, ya que la película es buenísima. Animación excelente, buen desarrollo, una espectacular batalla final. Pero como siempre, tenían que cagarla haciendo que Vegeta actuara como una versión muy patética de sí mismo >:v ¡¿POR QUÉ?!

En fin, dejando mis descargos de lado XD Vamos a lo que nos compete ^^

Primer capítulo de "Por ti". Comienza muy suave, sin exceso de drama, ligeramente romántico, igual que un apacible oleaje... oleaje que en cualquier momento se convertirá en un tsunami arrasador y letal O.O


Hay un par de aclaraciones que hacer antes de comenzar:

- Entre Tokio y California hay 17 horas de diferencia horaria. Es decir: cuando en Tokio son las 07:00 h del lunes, en California son las 14:00 h del domingo.

- Así mismo, entre Tokio y Milán hay 8 horas de diferencia horaria. Es decir: cuando en Tokio son las 16:30 h del lunes, en Milán son las 08:30 h del mismo día.

¿Se entiende? Espero que sí, porque durante un par de capítulos será necesario que comprendan bien esto para que no se pierdan con los tiempos que voy poniendo.


Ya aclarado todo, podemos dar inicio a la lectura :)

A ver si alguien ya se hace una idea de cuál es el misterio oculto que hay en Black...

¡A leer!

Capítulo 1: Perspectivas Cruzadas

Tokio, Japón

Lunes – 07:00 h

Cubierto apenas por una pequeña toalla blanca enredada en su cintura, un atractivo adolescente de tez acanelada y cabello negro peinado en flama, cuyos ojos profundos y oscuros albergan una mirada tan penetrante que enamora, se preparaba para iniciar su primer día de universidad. Aquella mañana de lunes comenzaba su primer año como estudiante de Administración, algo que aparentaba no importarle demasiado, pero que en el fondo le generaba bastante expectación.

Luego de unas vacaciones de verano que estuvieron muy lejos de ser lo que esperaba, pues las últimas semanas había tenido que pasarlas sólo en compañía de su mejor amiga, ya que su novio y actual prometido se había ido a estudiar becado a un reconocido conservatorio de música en Estados Unidos, lo único que le quedaba era consagrarse a sus estudios para mantenerse ocupado el mayor tiempo posible. Y es que, a pesar de haberle asegurado a Kakarotto que se esforzaría por conservar la calma durante los meses que estuvieran separados, le estaba costando muchísimo más de lo que se permitía admitir. Apenas iba un mes lejos de su chico de cabellos alborotados, pero ya sentía que era un camino cuesta arriba su lucha por mantener la esperanza. Aun así esto no lo exteriorizaba, porque lo último que pretendía era crear conflicto entre los dos.

Se había prometido a sí mismo vencer sus temores e inseguridades, incluso su orgullo de ser necesario, con tal de mantener en pie y lo menos afectada posible su relación con el menor de los hermanos Son. Y así tuviese que disfrazar el echarlo de menos bajo una careta impenetrable de falsa indiferencia, lo haría sin siquiera dudarlo. Confiaba en que, al tener la mente enfrascada en sus materias, lograría reprimir esas malditas emociones que no hacían más que joderle la vida. Su plan de ahí en más era dedicarse cien porciento a su carrera, por lo que no se detendría hasta conseguir alzarse como el mejor alumno de toda su generación.

Se vistió con una playera gris intermedio, la cual cubrió con una sudadera de tela fina azul oscuro, rematando el conjunto con jeans entallados negros más converse de igual color. Secó un poco su cabello, cogió su mochila y cuando iba a buscar su celular, este sonó anunciando una nueva llamada. Lo tomó dejando escapar un hondo e inaudible suspiro, su corazón acelerándose ligeramente al visualizar en la pantalla el nombre de la persona que no paraba de asechar sus pensamientos ni un mísero segundo al día.

–Kakarotto– saludó, intentando sonar casual, incluso desinteresado, algo totalmente contrario a lo que en verdad sentía, pues de no ser por su orgullo dominando la situación, su actitud sería otra.

–Hola, amor– respondió la voz al otro lado de la línea, no reprimiendo la emoción que lo invadía al hablar con su amado novio. –Ya no aguantaba las ganas de escucharte… ¿Cómo amaneciste?

Vegeta cerró sus ojos un momento, dejándose envolver por el dulce tono en las palabras de su chico, los latidos de su corazón ganando velocidad, mientras su respiración se agitaba levemente.

–Amanecí bien, bebé– aseguró dulcificando su expresión, su voz llenándose de una suavidad muy poco común en él. –Acabo de ducharme y me terminaba de alistar para ir a clases– le contó, cerrando su mochila tras meter su billetera dentro. –Igual tenía ganas de escucharte, lo sabes.

Kakarotto dejó escapar una tierna risita, algo que acaloró las acaneladas mejillas de su novio.

–¿Te gustaría verme?– le preguntó, un asomo de travesura evidenciándose en su aniñada voz.

–Eso no se pregunta– fue la contestación de Saiyan, prácticamente fantaseando con aquella idea.

Entonces la llamada se cortó, tras lo cual Vegeta recibió una notificación de video chat, la cual por supuesto no pensó dos veces en aceptar. Enseguida el hermoso rostro de su chico fue visible en pantalla, adornado por una encantadora sonrisa que invadió de calidez cada fibra de su ser.

–Precioso– admitió embelesado, sus días extrañándolo pasándole factura en ese preciso instante.

–Perfecto– dijo a su vez el menor, añorando devorar esos finos labios que tanto extrañaba besar.

Su conversación se extendió por treinta minutos más, durante los cuales Vegeta desayunó en compañía de sus padres y su hermano, pues se encontraba viviendo con ellos en tanto pasaba el tiempo estipulado para que Kakarotto volviera. Al estar a tantas millas de distancia, en países completamente contrarios, la diferencia horaria era considerable, por lo que debían coordinarse sumamente bien para lograr hablar más de una vez al día. Solían llamarse cuando el final del día de uno era el comienzo para el otro, usualmente cuando uno se iba a dormir y el otro despertaba. De vez en cuando también tenían momentos de intimidad, aprovechando las cámaras de sus celulares para amarse aun pese a la enorme lejanía. Mantenían el contacto lo mejor posible, sin embargo para ambos se hacía cada vez más difícil luchar contra lo mucho que se extrañaban.

–Mucha suerte hoy, Vege– le deseó el chico de cabellos alborotados, mientras su novio subía al flamante Audi color negro que el padre le había obsequiado por su decimoctavo cumpleaños. –Estaré esperando ansioso hablar contigo otra vez.

–También yo– admitió Vegeta, colocando el móvil sobre el soporte que había comprado precisamente para ocasiones como esas, al tiempo que dejaba su mochila en el asiento del acompañante y daba contacto al motor. –Veré si mi hora de salida coincide con tu horario; si es así te llamo en cuanto regrese a casa, ¿bien?– sonrió de lado, acomodándose en el asiento del conductor de manera tan sensual, que el pobre Kakarotto debió reprimir a sus hormonas adolescentes para que no dominaran la situación haciéndolo actuar inapropiadamente. –Luego hablamos, bebé. Te amo– finalizó el peliflama, recibiendo una sonrisa azorada como respuesta.

–Yo te amo más, mucho más– declaró él, su rostro dulcemente teñido de rubor. –Adiós, amor.

Entonces la llamada finalizó, dejando a ambos más deseosos que nunca de volverse a ver.

~~~

Los Ángeles, Estados Unidos

Domingo – 14:45 h

Dando un suspiro largo e insonoro, Kakarotto guardó de vuelta el celular dentro del bolsillo delantero de sus jeans, sintiendo aquel vacío típico que lo invadía cada vez que debía despedirse de su novio. Pese a estar justo donde quería, haciendo lo que le apasionaba, sobresaliendo día a día en un área que lo llenaba de satisfacción, no podía dejar de cuestionarse las cosas estando tan lejos de su gran amor. Porque, aunque todo aparentara marchar perfectamente bien entre ellos, el joven Son estaba consciente de que muy en el fondo no era así. Sabía que entre Vegeta y él se abría una brecha abismal mientras más tiempo pasaban separados uno del otro, algo que, de seguro, más temprano que tarde arrastraría consigo secuelas poco alentadoras para su relación.

Vio a su alrededor, regalándoles una sonrisa amigable a un par de compañeros que circulaban a esas horas por el enorme patio frontal que tenía aquel recinto. Su lugar de estudios era un establecimiento gigantezco, ubicado estratégicamente en los suburbios de California, donde los chicos podían recidir durante todo el período que durasen sus estudios, siempre que así lo desearan. Eran un aproximado de cien estudiantes en todo el campus, un porcentaje becado por su talento nato y el grupo restante pagándose semestres allí con el fin de pulir un don que muchas veces ni siquiera estaba presente en ellos. Se impartían clases diarias, aunque no tan intensivas como en una carrera universitaria como tal, siendo los espacios libres el mejor momento para echar a volar la creatividad de los alumnos. Los profesores eran en su mayoría reconocidas eminencias dentro del área artística, algo que otorgaba aun más renombre y prestigio a aquella academia que, de por sí, ya era sumamente respetada a nivel internacional.

Decidido a distraerse por un par de horas, Kakarotto dejó su cómodo refugio bajo un frondoso manzano, encaminándose de vuelta adentro para matar el tiempo tocando el piano. Llevaba varios días con una melodía rondando su mente, a la cual no había podido dar forma por culpa de sus deberes académicos. Por eso ahora que estaba libre, dejaría fluir su innata creatividad como compositor, aprovechándose de la inmensa inspiración que le producía poder hablar con Vegeta.

Caminó con calma a través de los pasillos, tarareando para sí mismo el ritmo de la canción que pretendía crear. La letra ya la había escrito la noche anterior, por lo que sólo le restaba trabajar en la composición instrumental. Llegó a la sala del piano, para su fortuna hallándola vacía. Se sentó frente al instrumento, levantando la tapa y acariciando las teclas con la yema de sus dedos. Entonces empezó a tocar, poniendo la mente en blanco tal y como, desde el primer día, le habían aconsejado sus profesores. Fue así como su talento nato fluyó cual cascada, desembocando en un caudal de acordes dignos de ser escuchados durante horas.

Una bella mixtura de notas llenó el lugar, atrayendo cual imán a unas cuantas personas que justo en ese momento pasaban fuera de allí. Pronto Kakarotto tuvo público sin pretenderlo siquiera, siendo compañeros y docentes a la par quienes gozaban y aplaudían el natural don que poseía.

–Este chico tiene un gran futuro– comentó Roshi, director del instituto, notoriamente complacido.

A su lado, uno de los profesores más exigentes de la academia, asintió totalmente de acuerdo.

Ya muchos allí dentro sabían que Kakarotto Son, de proponérselo, llegaría sumamente lejos.

~~~

Tokio, Japón

Lunes – 13:00 h

En una mesa apartada, dentro de la cafetería del campus, Vegeta y Bulma almorzaban, charlando amenamente. Tras una intensa jornada, iniciada con Finanzas y terminada con Economía, ambos amigos coincidían en que necesitaban un pequeño descanso lejos de los números. Al ser el señor Brief, padre de la peliazul, director de la facultad de Administración, los chicos habían tenido tiempo de prepararse apropiadamente para su comienzo de clases, lo que significaba que llevaban semanas metidos entre libros de cálculo, absorviendo todo el conocimiento que pudieran retener. El hombre estaba seguro que el mayor de los hijos Saiyan tenía un prometedor futuro como heredero y gerente general de la empresa que actualmente manejaba el padre, por lo que no se tentaba el corazón a la hora de obligarlo a explotar al máximo sus capacidades en el área.

–¿Cómo ha estado Kakarotto?– preguntó Bulma a su amigo, viendo como tecleaba en su celular bastante concentrado, de seguro escribiéndole algún mensaje a su alegre chico de mirada dulce.

–Bien– fue su escueta respuesta, una ligera sombra de decepción velando su profunda mirada.

Ella sabía que Vegeta no estaba convencido del forzado rumbo que había tomado su relación, así como sabía también que su amor por Kakarotto era capaz de llevarlo a poner la felicidad de éste por sobre la suya propia sin siquiera titubear. Y aunque el peliflama no lo exteriorizaba, Bulma tenía más que claro que se contenía para no expresar abiertamente lo que en verdad sentía, pues de seguro quería evitar en lo posible algún roce o discusión innecesaria con su novio.

–¿Haz hablado con él?– preguntó de nuevo, abriendo su botella de agua con sabor a naranja.

–Esta mañana– contestó Saiyan, dejando el móvil en la mesa para comenzar a comer su almuerzo.

El que desviase la mirada incómodo, fue la señal que la chica de cabellos azules necesitó para cambiar el tema de conversación. Paseó sus ojos por el lugar, reparando en la mirada insistente de un chico bastante lindo, de facciones finas y ojos de expresión tierna, fija en su mejor amigo.

–No voltees, pero dos mesas a la derecha hay un chico que no deja de mirarte– susurró Bulma, dando un discreto vistazo al sujeto en cuestión. –Cabello castaño, ojos verdes, contextura delgada, estatura pequeña– describió, sonriendo pícara. –Es guapísimo, lo admito, pero sé que…

–No me interesa– declaró Vegeta, bebiendo de su soda con calma. –Quizás alucinas y te mira a ti.

–Tiene cara de pasivo– añadió ella, guiñándole un ojo con picardía. –De seguro quiere que le des…

–¡Bulma!– la interrumpió su amigo, frunciendo el ceño enfadado. –Deja de ser tan vulgar, mujer.

–Una oportunidad– acabó la frase, riendo visiblemente divertida. –Tú eres el mal pensado, no yo.

Vegeta bufó hastiado, mordiendo su hamburguesa, ignorando magistralmente a su extrovertida mejor amiga. No le importaba en lo más mínimo si acaparaba o no la atención de alguien, pues para él nadie más que su amado chico de cabellos alborotados tenía real importancia en su vida.

–Oh, viene hacia acá– anunció Bulma, codeando al peliflama. –El primer día y ya tienes fans, Veg.

Éste suspiró ofuscado, mientras alguien llegaba hasta él y lo abordaba con un tímido saludo.

–Tengo novio– espetó sin permitir que el chico añadiera algo más, denotando abismal desinterés.

–Oh… eh… o-okey…– se avergonzó él, agachando la mirada, claramente dolido. –Yo… lo siento…

Sin más se alejó, con el corazón y el orgullo completamente pisoteados y destrozados.

–¡Fuiste un completo idiota!– se enfureció Bulma, golpeando fuertemente su brazo. –¿Cómo pudiste tratarlo así?

Vegeta entornó la mirada, expresando en su atractivo rostro que estaba más que harto con aquella situación tan ridícula e infantil.

–¿Qué querías que hiciera?– encaró a su amiga, molesto. –Tengo novio, ¿acaso es mentira eso?

La peliazul resopló, apartándose el cabello hacia atrás en gesto de máxima exasperación.

–Eres un animal– espetó enfadada, tomando el tenedor y llenándolo de pasta. –¿Cómo te soporto?

–Lo mismo me pregunto yo– le sonrió con sorna, tomando el móvil otra vez. –¿Cómo te aguanto?

Bulma se fingió ofendida, dándole con su botella de agua en la cabeza, totalmente indignada.

–Créeme que si no fueras gay, ahora mismo estarías conmigo y no con Kakarotto– espetó la ojiazul, mirando al peliflama con una coqueta sonrisa. –¿Te imaginas? Tú y yo juntos como marido y mujer– suspiró, fingiendo muy bien una emoción que claramente no sentía. ¡Que lindo sería eso!

–Oh, sí; súper lindo– ironizó él, sonriendo burlón. –Eso es tan probable como que yo sea un poderoso príncipe alienígena proveniente de algún planeta lejano, capaz de enfrentarse a los mismísimos Dioses con sus impresionantes poderes sobrehumanos.

Ambos rieron, negando con la cabeza, notoriamente divertidos con sus ocurrencias tan alocadas.

Entonces alguien conocido entró a la cafetería, encaminándose hasta ellos en cuanto los vio.

–Hola, Raditz– saludó la chica, sonriendo cordial, mientras Vegeta volvía a teclear en su celular.

–Hola– respondió él, asomándose tras el hombro de su cuñado para ver la pantalla. –¿Es Kakarotto?

–Sí– asintió éste, bloqueando el aparato para no dejarlo ver más. –Pero no es de tu incumbencia lo que hable con él, así que deja de estar espiando– gruñó, fulminándolo con una mirada homicida.

–Es mi hermano– se defendió Raditz, quitándole el teléfono de un rápido movimiento y desbloqueándolo sin más bajo la expresión asesina del peliflama, quien se lo arrevató de las manos tras darle un fuerte golpe en el brazo. –¡Hey! ¿Qué te pasa? ¡Quiero saber cómo está!

–Entonces llámalo y averígualo tú mismo, grandísimo idiota– escupió Saiyan, irritado al máximo.

–Si está mal no me lo dirá, lo conozco bien– objetó el pelilargo, encogiéndose de hombros con el ceño fruncido en disgusto. –Sé que contigo es completamente sincero, por eso creo más lo que te dice a ti que lo que nos dice a nosotros.

–¿Y te costaba mucho preguntarme directamente a mí en vez de chismosear en mi conversación con él?– replicó el peliflama, exhalando sonoramente tras buscar en el móvil un mensaje en particular para enseñárselo a Raditz con expresión ceñuda. –Kakarotto está bien, velo tú mismo.

En la pantalla había un video, el cual el mayor de los hermanos Son reprodujo bastante ansioso.

Un primer plano del chico de cabellera rebelde fue visible, quien hablaba con una radiante sonrisa en sus labios, una felicidad y satisfacción evidentes iluminando sus aniñadas facciones.

¡Todo es genial aquí! Las clases son muy relajadas y los profesores en su mayoría tienen mucha vocación para enseñar. Venir ha sido la mejor decisión de mi vida, no podría estar más feliz. Lo único que me frena un poco es extrañarte tanto, Vegeta. Si estuvieras aquí todo sería perfecto…

–Ah, claro– espetó el Son mayor, pausando el video con semblante dolido. –¡Sólo te extraña a ti!– bufó, fulminando a su cuñado con una mirada asesina. –Ni se acuerda de mí este malagradecido.

Vegeta sonrió de lado, arrebatándole el aparato de las manos sin dejarlo terminar de ver nada.

–Qué te digo– ultimó, tomando su mochila y colgándosela al hombro. –Ya sabes a quién ama más.

–¿Qué insinúas?– lo encaró el mayor, entornando los ojos en clara seña de genuina irritación.

–Nada– Vegeta le restó importancia, agarrando su bandeja de comida y encaminándose con andar altivo hacia la salida de la cafetería, ganándose miradas admiradas de varios dentro del lugar.

 16:30 h

–Excelente trabajo, joven Saiyan– lo felicitó su profesor de Contabilidad, entregándole su examen diagnóstico ya revisado y calificado con el máximo puntaje. –Me alegra tener entre mis alumnos a alguien tan prodigio como usted, no me cabe duda que tendrá un gran futuro si sigue como va.

Vegeta asintió, recibiendo la hoja con una sonrisa complacida. Bulma a su lado chistó la lengua, quitándole el papel de las manos para constatar que, en efecto, su desempeño resultó perfecto.

–Eres un genio– comentó, prestando atención a las respuestas tan bien realizadas. –Te odio.

–Idem– correspondió el peliflama sonriendo socarrón, mientras anotaba la fecha en una hoja limpia de su cuaderno, ya que el profesor se había parado en frente y comenzaba a hablarles.

En cuanto el docente se volteó para anotar un par de ejercicios en la pizarra, Saiyan aprovechó de dar un rápido vistazo a su celular, percatándose con un delicioso vuelco en su estómago que tenía un nuevo mensaje, cuyo remitente no era nadie más ni nadie menos que su amado chico de mirada dulce.

“Voy a dormir ya, Vege. Son las diez aquí y mañana tengo clase a las ocho. Hoy terminé de componer mi primera canción, no puedo esperar para mostrártela. Te amo. Buenas noches.”

Se apresuró a contestarle, mordiéndose el labio inferior de sólo imaginarlo recostado en su cama.

“Bien, Kakarotto. Prometo despertarte para ir a clases mañana. Descansa, bebé. Te amo.”

Guardó de nuevo el móvil en su bolsillo, tomando el lápiz para comenzar a apuntar lo escrito por su profesor en la pizarra. Debía concentrarse en la clase, no en la imagen mental de su novio semi desnudo, completamente solo, acostado entre las sábanas. Si no se controlaba, terminaría teniendo una erección con el sólo pensamiento de Kakarotto así y aquello sería caer muy bajo.

Suspiró, blanqueando la mente por su bien. Debía ser fuerte y no dejarse llevar por lo mucho que lo extrañaba, pues de hacerlo más temprano que tarde explotaría y aquello no lo podía permitir.

Se había hecho una promesa a sí mismo, le había hecho una promesa a él.

Si tan sólo pudiera congelar sus sentimientos hasta que volviera, todo le sería mucho más fácil.

«Te extraño, Kakarotto…» Se permitió admitir, perdiendo sus ojos en la ventana con aire ausente.

¿Cuánto tiempo más sería capaz de soportar lejos de él?

~~~

Milán, Italia

Lunes – 08:30 h

El eco lejano de una voz llamándolo caló vagamente en sus sentidos, alejándolo poco a poco de su catatónico estado actual. ¿Dónde diablos estaba ahora? Lo único que percibía era frío, aunado a una dureza bastante incómoda bajo su cuerpo. Y aunque sabía que debía despertar, la maldita señal no llegaba a su cerebro. Sus párpados se movieron ligeramente, causando en sus ojos un molesto ardor, pese a que aun ni siquiera conseguía abrírlos. Reconoció el vacío en su estómago, así como la resequedad de sus labios. ¿Sobredosis? No lo creía, tampoco había consumido tanto…

–¡Reacciona ya, maldita sea!– gritó por enésima vez, sacudiéndolo bruscamente para despertarlo.

Funcionó, ya que un quejido salió de sus labios, seguido de sus párpados abriéndose, dejando ver un asomo de genuina confusión plasmado en sus oscuras pupilas. La luz del sol que se colaba a través de la ventana lo cegó, haciéndolo fruncir el ceño sumamente exasperado. Una aguda punzada le taladró el cráneo desde dentro, desencadenando en su sistema una irritabilidad inmensa, la cual expresó con una mueca homicida y una mirada de odio en su máxima expresión.

–Ya cierra la boca, idiota. Me duele la cabeza– se quejó en tono amenazante, cubriéndose los ojos con el antebrazo y girando el rostro al lado contrario para evitar cualquier contacto visual con él.

Estaba en el piso, boca arriba, con la ropa desalineada y varias botellas de bodca regadas a su alrededor, junto a una geringa y un pequeño sobre transparente ya vacío tirado justo a su lado.

Obtuvo un impaciente bufido como respuesta a su agresivo actuar, seguido de un fuerte tirón en su brazo derecho, incitándolo a levantarse. Ya era la segunda vez que aquella persona lo encontraba así, tirado a su suerte en el suelo de una habitación cualquiera, sumido bajo los infames efectos de ese pésimo hábito que más temprano que tarde acabaría con su vida. Su acción provocó en él un gruñido en protesta, seguido de un siseo entre dientes sumamente amenazante. Pero aquella reacción era tan común ya, que simplemente la homitió, jalando a su amigo hasta el cuarto de baño. Lo empujó bruscamente dentro de la ducha y sin vacilar abrió la llave de agua helada, no importándole en lo más mínimo que tuviese aun la ropa puesta.

–¡Sei un fottuto stupido, Lapis! (¡Eres un maldito estúpido, Lapis!)– escupió furioso, temblando y encogiéndose sobre sí mismo al sentir el congelante frío de las gotas chocando contra su caliente piel. –¡Lasciami in pace! (¡Ya déjame en paz!).

–Sí, sí… como digas– el nombrado le restó importancia a su berrinche, ayudándole a quitarse la negra camisa que vestía, la cual ya estaba totalmente empapada. –Date un largo baño y cuando estés en tus cinco sentidos otra vez, me avisas para que nos vayamos ya a entrenar. ¿O acaso no recuerdas que hoy es tu prueba de ingreso al equipo de básquetbol de la Universidad? ¡Sólo si quedas podrás obtener la beca deportiva que tanto quieres! Me sorprende que seas tan inconsecuente, amigo. Pensé que al menos por esta noche te mantendrías sobrio, pero veo que ni por tu futuro dejas la diversión de lado– resopló, mirándolo fijamente. –¿Qué fue esta vez? ¿Heroína? ¿Anfetas? ¿Cristal?

Éste resopló y de un tirón cerró la puerta corrediza, sintiéndose sobrepasado por el hastío y la exasperación. Odiaba cuando Lapis adoptaba el estúpido papel de hermano mayor, pues se ponía asquerosamente fastidioso. Al menos no exageraba con sus hábitos, lo cual resultaba bastante bueno.

Dejó que el agua resbalara por su cuerpo, empapándolo de la cabeza a los pies. Poco a poco su mente se fue despejando, disipando la nebulosa insufrible que enturbiaba sus pensamientos cada vez que abusaba del uso de drogas recreativas. No pasó mucho para que los desagradables síntomas post consumo se hicieran notar, acudiendo a él un fuerte amague de náuseas y una fatiga brutal atacando sin consideraciones su sistema. No obstante inhaló hondo e ignoró descaradamente su sentir, cerrando los párpados con fuerza.

Ese día lo habían citado para postular al equipo deportivo de la universidad en la que su madre deseaba fervientemente que estudiara, por lo que debía presentarse a su prueba en las mejores condiciones. Aunque conociéndose como era, seguramente ingeriría un par de pastillas de Cristal para mejorar su desempeño, ya que bajo el influjo de las metanfetaminas su talento en los deportes relucía aun más.

Por supuesto de ser por él, cogería su motocicleta y se iría por ahí a perder el tiempo, a ver si el maldito hueco que venía sintiendo en su interior desde hace meses, lograba cerrarse un poco al tener la mente ocupada en cualquier cosa que le impidiera pensar más de la cuenta.

–Non posso con questo… (No puedo con esto…)– admitió en un suave susurro, apoyándose en la pared de azulejos y dejándose ir por esta hasta el piso, abrazándose a sí mismo en un vano intento de aplacar la horrenda sensación de vacío que no paraba de acrecentarse día a día dentro de él.

El recuerdo de un rostro familiar apareció en su mente, generándole una añoranza tan grande y dolorosa, que lágrimas de infinita impotencia brotaron en cascada desde sus ojos.

¿Por qué se sentía tan jodidamente incompleto?

¿Quién era aquél que no paraba de atormentar sus sueños?

 –No te conozco– espetó, notoriamente frustrado. –No te conozco, pero aun así te siento tan real…

09:45 h

–Benvenuto, giovane… (Bienvenido, joven…)– Nappa, mayordomo de la casa, lo interceptó nada más entrar.

–Black– lo frenó él, antes que se atreviera a llamarlo por su verdadero nombre. –Soy Black, Nappa. Black.

–Joven Sallieri– el hombre optó por referirse a él utilizando su apellido, mientras lo instaba a seguirlo a través de los corredores de la inmensa propiedad con rumbo a la habitación donde estaba su madre. –Mi señora desea hablar con usted antes que haga su prueba deportiva; me encargó encarecidamente que no lo dejara irse hasta que la vea– concluyó, abriendo la puerta.

Éste resopló, musitando un insulto por lo bajo. Acto seguido entró al lugar, luciendo fastidiado.

Las cortinas dentro del cuarto estaban cerradas, siendo la única iluminación dentro, la tenue luz blanquecina que emitía una pequeña lámpara en la cabecera de la gran cama ubicada al centro.

–Madre– pronunció el joven, situándose al lado izquierdo del lecho, donde una bella mujer de larga cabellera azabache yacía recostada con semblante cansado. –¿Necesitas decirme algo más?

Gine Sallieri poseía una inmensa belleza, aun cuando en esos momentos se hallara al borde de la muerte por culpa de una afección cardíaca irreversible. Era una reconocida diseñadora de modas y desde su llegada a Italia hace diecisiete años, no había parado de ganar reconocimiento y fortuna. Su línea de ropa ya había dado vuelta al mundo, haciéndola ganar gran fama y prestigio entre sus colegas. De carácter dulce y amable, porte altivo y elegante, ella era digna de admirar.

Le fue fácil notar el hastío en los ojos de su hijo, así como lo incómodo que se sentía al estar allí.

–Sólo quiero que me prometas…– comenzó, estirando un brazo hacia él para poder sujetarlo de la mano. –Que harás todo para encontrar a tus hermanos y tu padre. Sólo así podré irme en paz…

Su hijo soltó aire sonoramente, acomodándose el rebelde flequillo azabache que cubría su frente.

–Nunca entenderé por qué hasta ahora te dignaste a contarme que tengo un padre y hermanos– replicó, soltándose del suave agarre de su madre, notoriamente decepcionado. –¿De qué servirá conocerlos a estas alturas? Por algo ustedes hicieron ese pacto, ¿no? Para no saber nada del otro nunca más– desvió el rostro, entornando la mirada. –A mí no me interesa conocerlos, es estúpido.

–Por favor, hijo– pidió ella, viéndolo con súplica. –Tu padre y yo éramos muy jóvenes cuando tú y tu hermano nacieron, tomamos decisiones tontas movidos por la rabia del momento, separándolos sólo para no tener que vernos más, como tú bien dices. Pero estuvo mal, mi niño… muy mal. De ninguna forma debimos actuar con tanta inmadurez– sus ojos negros se llenaron de lágrimas, incomodando de sobremanera al menor, quien creía que llorar frente a alguien no era más que un patético signo de debilidad. –Nunca es tarde para reencontrarse con la familia, cariño. Ustedes merecen la oportunidad de estar juntos, es injusto que vivan sin nunca haber estrechado lazos. En especial tu hermano Kakarotto y tú… al ser gemélos idénticos.

Black frunció el ceño, anhelando más que nunca huír de allí para no tener que seguir enfrentando aquella situación que tanto hastío le causaba. ¿Qué más daba si tenía hermanos? ¡Qué le importaba si al otro lado del mundo existía alguien idéntico a él! Toda esa cursilería del reencuentro con una familia a la que ni siquiera conocía, ni le interesaba en lo más mínimo llegar a conocer, le daba exactamente igual. Pero era la cláusula que su madre había establecido para recibir su herencia, por tanto estaba forzado a obedecer contra su voluntad de ser necesario.

–De acuerdo, madre– aceptó finalmente, resignándose a acatar. –Viajaré a Japón y los buscaré.

~~~

Los Ángeles, Estados Unidos

Lunes – 06:45 h

Se revolvió entre las sábanas, un sonido constante y rítmico irrumpiendo sus sueños. Poco a poco fue recobrando el sentido de la realidad, reparando en el continuo repiquetear de su celular. Con pereza estiró un brazo hacia la mesita de noche que yacía junto a la cama, tanteando a ciegas la superficie de madera en busca del aparato. En cuanto sus dedos dieron con su objetivo, lo tomó para poder observar en la luminosa pantalla, con los ojos entrecerrados, el remitente de dicho llamado. Su rostro se iluminó con una alegre sonrisa al ver que, quien lo había despertado, era su amado novio. Presionó el botón verde y, con voz adormilada todavía, contestó sumamente feliz.

–Hola, Vege…

–Hey, precioso– saludó el aludido, su voz sonando bastante coqueta al hablar. –¿Cómo dormiste?

Incorporándose sobre el colchón, Kakarotto dio un vistazo al reloj de pared digital posado sobre su escritorio, percatándose de que faltaban quince minutos para las siete. Su primera clase del día comenzaba a las ocho, por lo que le quedaba tiempo de sobra para ducharse y desayunar en calma. Tallándose el ojo derecho con el puño, en un gesto por demás adorable de ver, contestó al saludo de su pareja, agradeciendo tener aunque fuera un pequeño momento a diario para compartir una conversación matutina con él, muy a pesar de las muchas millas que los separaban.

–Soñé contigo, así que dormí muy bien– dijo en voz dulce, deseando poder tenerlo delante para darle un beso que le transmitiera aunque fuera una mínima parte de cuánto lo extrañaba. –¿Y tú? ¿Ya estás en casa? Hoy fue tu primer día de clases, ¿verdad? ¿Cómo te fue? ¡De seguro excelente!

Al otro lado de la línea, Vegeta soltó una inaudible risa, enternecido ante la reacción de su chico.

–Me fue bien, como siempre– declaró con cierta soberbia, recostándose en su cama cuan largo era. –¿Cómo te ha ido a ti? ¿Sigues teniendo problemas con tu profesor de Historia de la Música?

Kakarotto resopló ante la mención de dicho docente, frunciendo el ceño en evidente disconformidad.

–Es sólo un viejo amargado– espetó enfurruñado, haciendo un puchero tan adorable que, de estar allí para verlo, habría causado que el peliflama lo devorase a besos. –Al menos es un solo semestre el que tendré que verlo, porque se irá a impartir clases a una academia de renombre en New York.

–Que bien– se alegró Saiyan, viendo la hora en su reloj de pulsera: faltaban diez minutos para la media noche. –Hoy estuve en nuestro departamento, necesitaba relajarme y no se me ocurrió un mejor lugar– suspiró, notándose cierto desgano en su voz. –Me está costando estar sin ti, Kakarotto. Sé que hablamos a diario y todo eso, pero… necesito sentirte, acariciarte… hacerte mío.

Éste se estremeció al escuchar el obvio amague de necesidad en cada palabra que pronunció Vegeta, una sensación de electricidad pura deslizándose por todo lo largo de su espina dorsal. Se mordió el labio inferior, conteniendo un suspiro que seguramente lo haría parecer vulnerable. Un silencio indescriptible se extendió entre ambos, roto únicamente por sus respiraciones acompasadas. Entonces el menor de los Son alejó el móvil de su oreja, buscando en la pantalla la opción de video llamada. La encontró y sin vacilar inició una, sus ojos iluminándose al encontrarse con el rostro inexpresivo, bello y varonil de su novio, quien le dedicó una mirada penetrante en cuanto lo vio.

–Hola, amor– le sonrió, detallando las facciones de Vegeta con la mirada, mientras un adorable rubor acaloraba sus níveas mejillas, al reparar en la sonrisa seductora que le dedicaban esos labios tan apetecibles que ahora mismo deseaba besar hasta quedarse sin aliento. –Tenía ganas de verte.

–Igual yo, pero no a través de una pantalla– admitió el peliflama reprimiendo una mueca, incorporándose para quedar con la espalda acoplada al respaldar de la cama. –Tus labios… quisiera morderlos ahora mismo…– fijó los ojos en esa zona del rostro de su novio, sonriendo de lado al notar la reacción que sus palabras produjeron en él. –Te ves jodidamente sensual cuando te sonrojas, Kakarotto. Me dan ganas de empotrarte contra la pared y cogerte hasta que te quedes sin voz de tanto gritar.

–Vegeta…– éste desvió el rostro, tan excitado como avergonzado. –N-No… no digas esas cosas…

–¿Por qué no? Eso es lo que quiero hacerte– espetó el peliflama, viendo al techo con indiferencia.

Su pareja sonrió cohibido, consultando su reloj: dos minutos para las siete. Volvió sus ojos a su celular, deleitándose con la exquisita vista que el mayor le otorgaba al deshacerse de su playera con total desinhibición, tras haber dejado el móvil posado estratégicamente sobre uno de los muebles de su habitación. Por lo que el joven de cabellera alborotada pudo deducir, su novio pretendía dormir ya y no había encontrado mejor forma para provocarlo, que desvestirse frente a él sin vergüenza alguna. Vio como los jeans caían al piso dejando al descubierto esas torneadas y tonificadas piernas, mientras ese torso esculpido y perfecto era apenas cubierto por una fina camiseta de tirantes. Vegeta sonrió arrogante al notar la reacción que sus acciones le habían causado a su chico, enorgulleciéndose al ver el claro rictus de excitación contenida tatuado en sus finos rasgos.

–Ten un buen día, Kakarotto– se despidió de él, lanzándose boca arriba sobre el colchón con el móvil aun en mano. –Me dormiré ya, estoy agotado. Hablamos en unas horas, ¿bien? Te amo.

Sin esperar respuesta cortó la comunicación, dejando a su chico completamente desconcertado.

¿Qué rayos acababa de suceder?

Notas finales:

¿Qué tal, mis amores? ¿Les gustó este comienzo? ¿O quedaron peor de intrigados?

Resumiendo: Vegeta y Kakarotto siguen juntos, afrontando la distancia lo mejor posible. A ambos les va genial por separado, pero se extrañan con la vida :c Mientras que por el lado de Black, resulta que es gemelo de nuestro amado Kakarotto y para recibir su herencia, tiene que ir a buscar a la familia que Bardock y Gine deshicieron en el pasado.

¿WTF? ¿Pero qué rayos está pasando aquí? Les dije que se viene aun más caos que en "Sin ti" *o*

Y eso que aun no hacen su aparición los demás personajes *o*


¡Mil gracias por las 85 lecturas! Muero de amor cada vez que veo aumentar las visitas y los comentarios ^-^

En serio que ustedes dan luz a mi oscura vida :)

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Próxima actualización: viernes 18 de enero :)

Nos leemos preciosuras mías ^-^

¡Ciao!


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