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UN ESPACIO PARA EL AMOR por suicidal teddy

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Min Kyu en el callejón

 

-        Suéltame - levanté la voz y me deshice del agarre de Luca.

-         Sólo me estaba asegurando de que no vuelvas a huir - me llevaba unos diez centímetros, pero de cerca parecían muchos más -. Pregunté por tu habitación a varias personas, Hikaru. Planeaba volver, pero como nadie me dio razón, tuve que esperar en la entrada.

 

No tenía la menor intención de darle mi verdadero nombre.

 

-         ¿Qué es lo que deseas? - pregunté con menos valor del que planeé.

 

-         Ayer...

 

-         No sé de qué hablas. Yo no vi nada.

 

-         Eres un chico listo ¿no? - me sonrió seductoramente. Era una mezcla de masculinidad, jovialidad y confianza que lograban ponerme nervioso-.  Resulta que ayer me encontré esto en suelo. Parece que te pertenece.

 

Luca me extendió unos lentes que tenía dentro de una bolsa ziplock. Genial, ya no tenía que comprar otros.

 

-        Pero…- agregó alejándolos de mi alcance -. Te los daré solo, escucha bien, Hikaru, solo si sales a una cita conmigo.

 

-        ¿Qué?

 

-         Mañana he quedado en ir al cine con unos amigos de mi año – comenzó a explicar rápidamente -. Podemos aprovechar para ir…-lo escuchaba como si estuviera en otra dimensión.

 

-        Me volví loco de tanto estudiar - susurré. Mi madre me había advertido tantas veces -. Estoy teniendo alucinaciones.

 

-         Hikaru, no - me tomó de los hombros -. Es real; te estoy invitando al cine mañana. Si aceptas te devuelvo esto -señaló la bolsa -. ¿Aceptas?

 

-        ¿Por qué me estás invitando? - entrecerré los ojos.

 

-         Porque quiero conocerte, pero si no quieres, me iré - comenzó a alejarse.

 

-         De acuerdo - respondí rápidamente - pero no será una cita. Será una salida de amigos.

 

-         Trato hecho - me entrego la bolsa ziplock -. Confío en que tienes palabra. Te veo mañana, a las siete, en la puerta de la vivienda universitaria.

 

Al día siguiente me encontré con George en el salón de clases. Iba a comenzar a contarle sobre Luca cuando Tiago me interrumpió.

 

-        ¿Qué te pasó? - me preguntó decepcionado. Llevaba una chaqueta de jean, una camiseta blanca, pantalones rotos y unas vans-. ¿Por qué traes tus lentes viejos?

 

-        No son viejos. Los recuperé.

 

-         Por eso, Naoto. Ahora son los viejos. Esto está mal. Dámelos – los retiró de mi cara en menos de un segundo.

 

-         ¡Hey!

 

-        Te conseguí éstos- agregó sacando una cajita de su mochila. Adentro estaba el modelo de lentes que me habían encantado el día que fue a comprar unos nuevos, pero eran demasiado para caros para mí -. Llamé a la tienda en donde compraste los tuyos y pedí aquellos que te probaste esa vez. Acaban de entregármelos.

 

-         Tiago, no sé qué decir – sonreí con timidez.

 

-         Y por eso ponte los nuevos y guardemos estos en caso de emergencia. ¿Te parece, Naoto-chan?

 

Asentí sintiéndome muy querido.

 

-         Perdón,¿ pero él no se llama Hikaru?- preguntó Luca. Al parecer había estado escuchando nuestra conversación. Llevaba un sweater de lana que marcaba su figura esbelta.

 

-         No, él se llama Naoto - mintió Tiago. Miró a Luca de pies cabeza-. Hikaru es un amigo nuestro y a veces lo molesto con eso. ¿Por qué lo preguntas?

 

-         Solo quiero saber su nombre.

 

-        ¿Para qué quieres saberlo?

 

-         Es un asunto personal.

 

-        Ya veo - dijo Tiago con seriedad.

 

-         Será mejor que me vaya. Nos vemos a las siete, Naoto - me dijo Luca.

 

-         Gracias por mencionarlo - respondí -. Sí, supongo que puede ser de dominio público─ mascullé derrotado.

 

-         ¿Qué hay a las siete? - preguntó Santiago. Su tono de voz no era jovial como siempre. Parecía más enojado que yo.

 

Les expliqué que Luca me había invitado a salir, omitiendo la parte del chantaje. No iba a revelar lo que había visto aquella noche.

 

-         Haz lo que quieras - sentenció Tiago -. Pero ese tipo se ha acostado con media universidad.

 

-         Somos hombres- quise justificar. Nadie sabe de mi orientación. Jamás había dado la menor muestra.

 

-         Escúchame bien. Eres adorable y eso es suficiente para cualquiera.

 

-         ¿Yo? - me llevé una  mano a la cara. Mi corazón se estrujó.

 

-         Se hizo chibi ante nuestros propios ojos -  señaló  George parpadeando.

 

-         De verdad espero que recapacites y no vayas - Tiago se dirigió a las últimas carpetas.

 

-         Se ha resentido- concluí mirando como dejaba sus cuadernos y se apoyaba en el respaldar de la butaca.

 

-         Santiago está enamorado de ti.

 

-         ¡¿Qué?! - exclamé sorprendido. No era cierto, de ninguna manera ─. Te equivocas.

 

-         Y a ti te gustan los chicos. Jamás me equivoco en estas cosas.

 

Tiago y yo. Tan increíble como Luca invitándome a salir. Mi fin debe estar cerca.

 

-         ¿Y tú cómo sabes que yo...?- le pregunté a George.

 

-         ¿Sabes qué pienso, Minkyu? - George miró hacia un horizonte imaginario -. Que uno debe luchar por la persona que le gusta, pero no ese tipo de” luchar”, cursi y patético, sino estratégico. Las oportunidades no solamente se aprovechan cuando aparecen; se buscan, se propician y uno tiene que aferrarse a ellas hasta lograr el objetivo - resolvió más para sí mismo que para mí.

 

-         A veces me das miedo, George.

 

Aprovechar esa oportunidad con Luca no era algo que quería hacer en ese momento. Por más que fuera el chico más popular de la facultad y probablemente uno de los más guapos de la universidad. No sólo porque me estaba distrayendo de mis estudios, sino por la culpa. Las palabras de Santiago volvían a mi mente una y otra vez. Me sentía comprometido de alguna forma. Sin embargo, ya había dado mi palabra así que apenas salí de clases fui volando a la vivienda universitaria.

 

Tenía un retraso de diez minutos, por lo cual Luca ya me estaba esperando.  Al verme, se acomodó la camisa.

-         ¿Tuviste clase? - preguntó.

-        Sí. Voy a dejar mi mochila y regreso.

-         Déjala en mi auto. Estamos ajustados de tiempo.

Por supuesto, tenía auto. Un mercedes, ni más ni menos.

-         ¿Qué pasa? ¿Te cuesta mucho trabajo salir conmigo? - me preguntó Luca una vez que estábamos en el auto.

-         No es nada - respondí esforzando una sonrisa. Tenía que dejar de pensar en Santiago. George estaba equivocado. Definitivamente.

 

Cuando llegamos al cine, el resto de sus amigos ya estaban allí, a punto de entrar a la sala. Al acercarnos, Luca puso su brazo sobre mis hombros. Luego me presentó a cada uno de ellos, aunque a la mayoría los conocía de vista; de mi facultad. Un extraño me examinó descarada y minuciosamente. Era alto, delgado, con el cabello ondulado algo desordenado y unos rasgos finos, un poco femeninos. En medio de mi estupor no alcancé a oír su nombre, ni tampoco sé cómo pude darle la mano; mi cerebro estaba trabajando a mil para llegar a una horrible conclusión.

 

Aquel sujeto era el del callejón. Todo se trataba de un…

 

Me pegué un golpe contra un objeto liso y liviano. Se trataba de la publicidad de una de las películas. La gigantografía de un personaje protagonista.

 

-         ¡Me lleva! – protesté-. ¿Por qué siempre me pasan estas ridiculeces? ─ solo quería rodar por allí, en algún rincón, pensar en lo que me estaba ocurriendo.

 

-         ¿Estás bien? - me preguntó Luca tomando mi mano -. Eres bastante distraído.

 

-         Santiago dice que solo por casualidad no he muerto- suspiré. El ridículo más grande sólo lo sabía Luca y el otro sujeto del callejón.

 

-         Vamos - Luca me jaló del brazo y me condujo a la tienda de palomitas.

 

Así que no se trataba de una cita, ni siquiera de una salida de amigos, como yo lo propuse, sino de una vil exhibición de mi persona para causar celos en el otro extraño. Podía hacer un escándalo, revelar su juego ante todos, pero no me imaginaba teniendo el suficiente aplomo. Preferí salir de la sala a media película, con el orgullo herido y muchas ganas de correr a la casa de Santiago.

 

Dejé centro comercial y comencé a caminar en dirección a la estación de bus.

 

-        Así que te vas - dijo una voz detrás mío.

 

-         ¡Tiago! - me giré entusiasmado -. No puedo creer que seas tú- lo abracé fraternalmente.

 

-         Min Kyu, ¿Por qué traes esa cara? - me preguntó alarmado.

 

-         No es nada. Es que justo estaba pensando en ti.

 

Todo pasó muy rápido. Tiago tomó mi rostro con ambas manos y me besó bruscamente, como si el mundo fuera acabar mañana.


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