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La voz de tu mirada por ChocolatIceCream

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Notas del capitulo:

Y el primer capítulo está aquí~
Los capítulos son cortitos, pero eso me facilitará el actualizar, sí, sí.

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Presagios.

Empieza con una llovizna, un día de mayo.

Kouki ha sido regañado por sus padres antes, mucho antes, pero él después de todo siempre ha sido una persona sencilla dispuesto a ofrecer una mano amiga cuando alguien lo necesita, sin esperar algo a cambio la mayoría de las veces, pero no negándose en otras ciertas veces.

Kouki lo recuerda.

La voz desesperada de un hombre de carácter duro al que nunca antes había visto vacilar.

(No es que le hubiese visto más allá de sus clases de economía en la universidad tampoco)

—¿Tu nombre es Kouki Furihata? — había dicho cuando le pidió quedarse después de clases, e hizo un montón de preguntas innecesarias y que no llevarían a ningún punto importante en su educación, como por ejemplo si le gustaba la escuela, si vivía aún con sus padres o rentaba algún departamento en la ciudad, y si era una persona seria, eso último lo dijo con una mirada sospechosa a sus ropas comunes que podían pasar por pijamas.

Kouki recuerda haberse sentido tan avergonzado de sus cabellos enmarañados y sus tenis viejos. Pero dios, la noche anterior apenas y había dormido pensando en el proyecto que había que entregar precisamente a este hombre.

Kouki había dicho , todo recto e intentando sonreír a través de la incomodidad.

Y toda la respuesta que recibió fue un Bien. Seguido de una catedra sobre sus problemas económicos y cómo él tenía que esforzarse duramente por continuar pagando puntualmente la universidad.

Kouki, incluso si sentía tener el derecho de ofenderse, se forzó a sí mismo a no hacerlo, excusándose con la idea de que su profesor debía tener alguna intención con todo esto.

Cosa que descubrió cuando casualmente preguntó: —¿Cómo te sientes cuidando de alguien que es ciego?

Y Kouki había soltado un tímido, ¿por qué?

—Voy a ofrecerte un empleo Kouki, Mi hijo… Seijūrō;  tuvo un accidente en un concurso de salto ecuestre hace dos meses y desde entonces se niega rotundamente a hablar con ningún especialista. En realidad, se niega a hacer nada. Pensé que si había alguien de su edad, solo para convencerle un poco, sería lo mejor.

Kouki di un paso atrás, dudoso. Eso era más inesperado de lo que creía. Sentía un nudo en su garganta y mucha ganas de correr. Notando eso tal vez, su profesor dijo rápidamente las palabras mágicas. —Voy a pagarte 20 dólares por hora.

No era una sorpresa la cantidad en realidad. Masaomi Akashi, su profesor, después de todo, también es conocido en el mundo como uno de los hombres más poderosos e influyentes en Japón, que tuviese un hijo, ciego además, era sin embargo algo que los periódicos y noticias locales nunca habían mencionado. Kouki dedujo que probablemente este hombre había acallado esos rumores incluso antes de que se esparcieran.

Volviendo al punto, hubo dos pequeñas cosas que Kouki no pudo ignorar en lo absoluto. La mirada desesperada del hombre frente a él, y el hecho de que había mencionado pagarle 20 dólares la hora, no yenes, dólares, lo que sin duda sería una cantidad considerable con solo una semana, y eso a su vez resolvería muchos de sus problemas.

Kouki casi preguntó un por qué yo, si no había nada especial en él, pero luego de verse tentado fácilmente por las razones mencionadas anteriormente, no hubo mucho que decir a su favor así que guardó silencio.

—Bien, lo haré.

Y así como así, terminó de pie frente a esta enorme casa diez veces más grande que la suya, de paredes de ladrillo café y cristales.

Kouki hasta se siente un poco culpable cuando –para su decepción– el señor Akashi y no un mayordomo le abre la puerta, y él pasa arruinando el prístino suelo blanco con sus tenis sucios. Su profesor, o Masaomi como le ha pedido que le llame, le dirige hasta el segundo piso de la casa sin hacer comentario alguno.

Se detienen frente a una gran puerta de madera blanca, él da dos golpes antes de girarse hacia Kouki y decir. —Pasa.

No es un dormitorio, como Kouki creyó, es solo una habitación vacía. No hay nada ni nadie cerca, o al menos eso piensa hasta que ve parada frente a uno de los grandes ventanales una figura coronada por una mata de cabellos carmesí, llenando a Kouki de un tipo extraño de nerviosismo inmediatamente.

Es apenas unos centímetros más alto que él, de piel pálida como de papel, y de rasgos tan finos como si el escultor se hubiese tomado el tiempo para trazar cada pequeña arruga con perfección. Sus formas siendo silueteadas por el suave brillo del sol que empieza a aparecer tras las nubes. Kouki no puede ver sus ojos, porque el chico los ha ocultado tras unos lentes negros de diseñador.

Él se da la vuelta al ser consciente de los pasos que se acercan.

—Bien, voy a dejarlos solos — Masaomi susurra, y antes de que Kouki pueda tomarle del brazo y rogarle que se quede, el hombre se ha ido.

Volviendo su mirada hacia el frente, Kouki ahoga un grito cuando se encuentra directamente con la figura de quien sabe es Seijūrō, tan cerca de él que tropiezan.

El sonido de su caída sobre la alfombra es ensordecedor a oídos de Kouki. Pero, sorprendentemente, nadie viene corriendo. Ambos se quedan quietos. Kouki ha caído sentado, pero Seijūrō está completamente recostado sobre la alfombra. A la mente de Kouki viene la idea de que le ha matado. Matar a una persona ciega, es un pasaje rápido al infierno. Kouki se inclina un poco hacia delante y sin aliento dice: —¡Akashi, lo siento!

Su cerebro despacio registra que debe haber perjudicado su orgullo porque él respira regularmente. Seijūrō no habla, pero su mano está extendida palpando el piso. Kouki, viendo que sus lentes han caído cerca de él los agarra y se los pone en las manos. Manos que Seijūrō arrebata de inmediato.

Levantándose, vuelve la cabeza mientras se los pone de nuevo y gruñe: —Aléjate de mí.

Kouki hace un intento torpe por ponerse de pie y tomar su mano de nuevo. —Deja que te ayude a ir a tu habitación.

Sintiendo su movimiento, Seijūrō se aleja de él y arguya: —¿Al menos sabes dónde está mi habitación?

Kouki se queda anonadado, mientras Seijūrō camina lentamente por el pasillo. Apoya su mano con fuerza contra la pared y se detiene en la esquina, en el punto de agarre. Luego se ha ido. Un momento después escucha una puerta cerrarse de golpe.

Kouki se queda parado ahí, quieto, sin saber cómo debería sentirse.

Se lleva un susto cuando escucha a sus espaldas a Masaomi hablar.

—Él va a estar bien. Hablaré con él esta noche. ¿Por qué no regresas mañana?

Con el rostro en blanco, Kouki asiente como respuesta. Claro, se dice, todo será mejor por la mañana. El primer día siempre es el peor. Por supuesto, este no es un día… esto apenas fueron diez minutos. Pone sus dedos entre su cabello y suspira pensando en ello.

Mientras sale de la casa, un fuerte viento le golpea la cara. Pero, ¿quién cree en presagios, de todos modos?


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