Nunca había esperado volver a tener un hermano, esa era la verdad. Los últimos años de su vida habían sido incesantes problemas y viajes, es decir, cuando había tenido cuatro años Raditz había aparecido en la Tierra y la batalla había dado como resultado que su padre muriera. Después de aquello estuvo entrenando un año en las montañas junto con el señor Piccolo, para combatir con los saiyajines que eran Vegeta y Nappa.
Luego de aquel acontecimiento había viajado al planeta Namek, para reunir las esferas del dragón que ahí existían, para poder revivir a todos los que habían muerto en aquella pelea, para esperar luego un par de meses para que su padre volviera a la Tierra.
Cuando finalmente su vida había vuelto un poco a la normalidad, había tenido alrededor de ocho, casi nueve años... pero en ese momento su padre se había marchado de su casa, aquella que no había pisado en más de cuatro años.
En un principio le costó un poco comprender, aún era un niño pequeño, pero con el tiempo se dio cuenta que aquello era lo mejor que podría haber pasado. Su padre se veía realmente feliz y su madre había encontrado la manera de ser feliz a su manera, yendo a vivir un poco más cerca de la ciudad, por lo cual él había comenzado a ir a la escuela, dejando guardado el dinero que su madre había tenido para su educación particular.
Habían pasado casi tres años desde que su padre se había ido a vivir con Vegeta, cuando su pequeño hermano Amarant nació, siendo Bulma quién les dio la noticia después de todo.
— Es un bebé bastante dormilón — Le comentó a su padre, mientras veía a Amarant dormir en el cuarto que era del pequeño bebé, se notaba de sobre manera que Bulma había querido hacerles un regalo, es decir, habían muchos peluches y cosas para el pequeño bebé, siendo que se podría decir que la mujer había "adoptado" al pequeño bebé como su ahijado.
— No creas, en la noche suele llorar bastante, pero es algo que estamos arreglando, la verdad le gusta dormir pegado a Vegeta— Le comentó Goku desde el otro lado de la ventana. Desde que Amarant había nacido, solía hacer lagartijas y otros ejercicios afuera de la ventana del bebé, para estar atento a que nada le pudiera ocurrir, suponiendo que era su instinto alfa por decirlo de alguna forma. Cuando Gohan había nacido, también había tenido aquella necesidad de cuidarlo, de ver que nada malo le ocurriera, pero no había podido hacerlo tan libremente como con Amarant.
— ¿Sí? Quizás es por su olor... Vegeta últimamente tiene un olor que calma a cualquiera, aunque su rostro de un poco de miedo — Ambos, padre e hijo comenzaron a reír ante ese comentario, pues era cierto. Vegeta tenía cara de malas pulgas siempre, pero en el último tiempo parecía ir de mal en peor, aunque el olor que desprendía era algo que te hacía confiar y estar relajado a su alrededor.
De lo poco que Gohan sabía sobre los saiyajines y los alfas, betas y omegas, había supuesto que aquel olor era algo usual en los omegas, para mantener a sus bebés a salvos y amados, lo mismo ocurría con los animales de la naturaleza en realidad.
— ¿De qué se ríen el par de tontos? — Ambos se quedaron callados al ver a Vegeta en la puerta de la habitación con su ceño fruncido. Aquellos dos de verdad lo hacían enojar muchas veces, pero prefería llevar la fiesta en paz, al menos por ese momento. — Vayan a lavarse las manos, vamos a cenar de una vez.
Ambos, padre e hijo asintieron, siendo que el primero entró como si nada por la ventana del cuarto del bebé que dormía, mientras que Gohan se había quedado un poco más atrás mirando a aquel pequeño bebé dormir. Realmente amaba a su pequeño hermano, aunque tenía unos días de nacido, esperaba llevarse bien con él y poder enseñarle.