Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una cuestión capilar por Marbius

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Próximo capítulo:
CC: 06-feb.
SC: 20-mar.

4.- De exclusividad y sentimientos.

 

—Oh, Moony —dijo Sirius como primer saludo cuando apenas dos días después subió corriendo las escaleras a su dormitorio y lo encontró lidiando con los botones de su chaqueta.

—Hey, Sirius —lo saludó de vuelta, y después a James y a Peter que habían subido con menos urgencia las escaleras—. ¿Qué tal las vacaciones?

—Esa pregunta deberíamos hacerla nosotros, colega —dijo James, que captando la vista de las manos vendadas de Remus no hesitó en preguntar—: ¿Qué ha ocurrido?

—El lobo —fue la escueta respuesta, que ante el suspiro de Peter, Remus se explicó mejor—. Al parecer no encontró nada mejor que mordisquearse que sus propias patas, y a mí me dejó los dedos y las palmas en carne viva además de unas cuantas fracturas, pero ya están casi del todo sanados. Un par de días más y estaré listo para el lunes volver a clases.

—Pero… —Peter encogió un hombro—. ¿No afectará eso las citas con tus clientes?

—¿Y qué si lo hace? —Replicó Sirius, quien era el que llevaba la agenda de Remus de manera rigurosa—. Haremos cancelaciones y cambios de fecha hasta que Remus esté del todo curado.

—No creo que sea necesa-¡Ah! —Exclamó Remus, que ante el menor pinchazo de Sirius en uno de sus dedos, casi se dobló sobre sí mismo del dolor—. ¡Sirius!

Éste tuvo la decencia de lucir apenado por su brusquedad, pero también más convencido que antes de estar haciendo lo correcto.

—Ni hablar, Moony. Tus clientes sabrán entender que no estás en condiciones para trabajar. Y si no es así, ya me encargaré yo de que así sea.

—Y yo —se sumaron al unísono James y Peter.

Y lo hicieron, en efecto, cuando Sirius (con James y Peter respaldándole) habló con cada uno de ellos inventándose un aparatoso accidente de pociones que ponía un alto a las tijeras de Remus al menor por una corta temporada.

Con Remus aparte habló de la necesidad de disminuir un poco su carga de trabajo, pues si bien el dinero extra era siempre un excelente inventivo y como actividad el cortar cabello le relajaba, ya su número de clientes sobrepasaba sus capacidades y también las de James, quien a pesar de ayudarle de manera gratuita y desinteresada en la estación de lavado también tenía asuntos propios por atender y no podía dejarlo todo tirado para las cinco citas diarias o más que tenía Remus en su agenda.

—Así que subiremos precios y pondremos un límite de… ¿Un cliente por día suena bien? Quizá dos los viernes y fines de semana, o puede que tres, pero no más, Moony —consultó Sirius con él más tarde ese mismo día, los dos en el baño cambiando los vendajes de Remus.

Remus rió entre dientes, que a pesar del dolor mientras Sirius le retiraba los vendajes de la piel todavía en carne viva, no dejaba de parecerle graciosa su inclusión en la manera de expresarse.

—¿Sabes? —Dijo con sorna—. De James no me sorprendería hablar de un ‘nosotros’ cuando se trata de este asunto de mi peluquería informal. Después de todo, él ha lavado casi tantas cabezas como yo les he hecho cortes en los últimos meses, ¿pero contigo? Y no es que no aprecie que lleves la agenda del negocio, pero…

—¿Qué, un nosotros entre tú y yo está fuera de lugar o…?

Con la mirada fija en la mano de Remus mientras le limpiaba con una poción antiséptica y curadora antes de volvérsela a vendar, Sirius aparentó una indiferencia absoluta, aunque a Remus no le pasó por alto el rojo encendido de sus orejas, que a pesar de encontrarse medio escondidas detrás de su cabello, todavía le eran visibles. Y delatoras. Muy delatoras de sus sentimientos ocultos a simple vista.

Remus flexionó los dedos, y sujetó la mano Sirius con delicadeza, todavía demasiado lastimado como para algo más concreto que un simple roce.

—Pensé que ya había un ‘nosotros’ entre tú y yo —dijo Remus con sencillez, queriendo aludir de manera más directa el giro que había dado su amistad desde semanas atrás, pero aterrorizado a la vez de hacerlo de manera verbal o a la luz pública.

Hasta entonces, sus cortos encuentros con besos y un poco de frotamiento se habían dado tarde en la noche o muy de madrugada tras la privacidad de sus cortinas de dosel y un hechizo silenciador. Sólo una vez en un armario de escobas escondiéndose de Filch, pero en lugar de experimentar emoción por la posibilidad de ser atrapados in fraganti, habían acabado separándose con gesto culpable porque no era así como querían darse a conocer entre sus amigos o el resto de la población de Hogwarts.

—Moony…

Remus alzó la vista, y se encontró con los ojos de Sirius mirando fijo a los suyos. Con las pupilas contraídas, Sirius abrió la boca con lo que éste estaba seguro que era una declaración grande, algo que cambiaría sus vidas y que las delimitaría dentro de los parámetros de ‘antes y después de esa charla en el baño de su dormitorio’, pero entonces la puerta del baño se abrió de golpe, y James entró con Peter detrás de él.

—Perdón por interrumpir —dijo sin sentirlo realmente—, pero imaginé que estaban teniendo esa ‘charla importante’ —enfatizó con comillas en el aire—, y eso nos requiere a mí a Peter por igual.

«¡¿En serio?!», se vio tentado Remus de preguntar, pero un cambio en la atmósfera del baño le hizo saber que la charla que él y Sirius tenían pendiente era una muy diferente a la que James hizo alusión.

—¿Se lo has contado ya a Remus? —Preguntó Peter a Sirius y éste denegó con la cabeza.

—Entonces apártate y lo haré yo, así será más rápido —dijo James, que recargándose contra el lavamanos a pesar de lo estrecho del espacio con el que contaban, procedió a compartir con Remus el plan que entre ellos tres habían discutido alguna vez en el pasado y que ahora por fin habían decidido llevar a cabo ante la urgencia de las circunstancias.

Mientras que Sirius terminaba con las manos de Remus y mantenía el mentón casi pegado al pecho, fue James quien llevó la voz cantante al exponer su loco y arriesgado plan de él y sus otros dos amigos convertirse en animagos para así acompañar a Remus durante sus transformaciones de luna llena.

La idea les había llegado como por inspiración divina al descubrir que Remus había pasado la noche transformado en hombre lobo con una gata que había hecho de La casa de los gritos su guarida secreta mientras tenía su camada, y aunque Remus había rondado por las habitaciones causando destrozos y lastimándose a sí mismo, en ningún momento le había hecho daño a la gata o a sus crías.

Un paseo a media noche por la sección prohibida de la biblioteca les había permitido la lectura de un viejo libro que mencionaba justo ese detalle en apariencia sin valor, pero que había servido como detonante a la idea de convertirse en animagos y así ser los compañeros del lobo durante las lunas llenas.

—Básicamente tendríamos primero qué cerciorarnos si se trataba de un respeto absoluto por toda clase de animales o sólo aquellos que entran en la categoría de depredadores como tú, o… —Dijo James, diciendo más con el silencio que le siguió que con sus palabras anteriores.

Remus aspiró hondo y miró a sus amigos uno a uno por turnos mientras exhalaba con pesadez.

—Es el plan más ridículo… peligroso… y arriesgado que he escuchado jamás. —«También el más compasivo, generoso y desinteresado», le recordó una voz en su cabeza que Remus optó por ignorar—. ¿Es que siquiera se escuchan a sí mismos? No cualquiera puede convertirse en animago sólo porque así le apetece de capricho. Requiere de años de práctica, pociones dificilísimas y hechizos sumamente complicados. No cualquier lo consigue, y aquellos que no terminan deformes para siempre.

—No, claro que no —concedió James subiéndose los lentes por la nariz con un dedo—, pero hemos encontrado las instrucciones para hacerlo.

—Y vamos a intentarlo —dijo Sirius, que había terminado con las manos de Remus pero todavía las sostenía entre las suyas.

—Por ti, Remus —terció Peter, quien podía no ser tan temerario como sus amigos, pero no por ello era cobarde—. Estamos dispuestos a asumir el riesgo.

—Chicos… —A Remus la garganta se le cerró con una mezcla de emociones que iban desde la negación absoluta a que siquiera lo pensaran, mucho menos que lo intentaran, pero también alivio y esperanza porque quizá en su descabellado plan por conseguir lo impensable para críos de apenas quince años o menos podía albergar cierta luz al final de un largo túnel oscuro…

—No pedimos que estés de acuerdo, pero al menos no nos delates con McGonagall o con algún otro profesor —pidió James con solemnidad—. Lo que resulte de ello será responsabilidad nuestra nada más y podrás negar desconocimiento.

—Tu nombre jamás saldrá a colación —dijo Peter.

—Confía en nosotros, Moony —dijo Sirius, que apretando un poco la mano de Remus le hizo doler, pero también le expresó ahí que si lo hacían, era por beneficio de todos, que si bien era él quien más sufría durante las transformaciones y luego las secuelas que dejaba la luna llena en su cuerpo, para ellos también era difícil verlo pasar por aquel trance por sí mismo.

Fue así como Remus dio su brazo a torcer.

—No estoy diciendo que esté de acuerdo con esto pero… Intentaré ayudarles, y si no es el caso, al menos haré lo posible por no estorbarles.

Y con ello, sellaron los cuatro un pacto de amistad en el que bastantes más elementos de los que tenían contemplados entraron en juego.

Realmente, estaban dispuesto a jugarse el todo por el todo.

 

Remus retomó su negocio casi dos semanas después de haberse herido, y bajo la nueva administración de Sirius las citas con él se volvieron más exclusivas aunque con el mismo precio. Pese a que su economía personal se desmoronaría un poco por eso, Remus prefirió no alienar a nadie con precios excesivos, así que mantuvo su tarifa de un sickle por cabeza y les aseguró a sus clientes frecuentes, que salvo por la menor cantidad de citas que proveería de ahí en adelante, no habría más cambios en su panorama.

Así fue como consiguió encontrar un agradable equilibrio entre ese su pasatiempo que le proveía dinero, de esos otros que eran completamente por su diversión y que incluían leer, escuchar música, y pasar tiempo con sus amigos, aunque de ese último…

—Es raro verte tanto a solas —dijo Lily una tarde en la que después de haber terminado con sus tareas en la biblioteca, Remus había vuelto a la sala común de Gryffindor sólo para descubrir que sus tres amigos estaban ausentes y todavía no volvían de sólo Merlín sabría dónde -probablemente detención, pero valía la pena darles el privilegio de la duda.

—Ya… Sirius, James y Peter deben de estar por ahí. —«Divirtiéndose sin mí», pensó con amargura a pesar de saber bien que más bien estaban trabajando en pos de su objetivo primordial de convertirse en animagos.

—¿Han peleado? —Inquirió Lily, que se sentó en el asiento libre del sofá en el que se encontraba Remus.

Éste denegó con la cabeza. —Estamos bien. Sólo que ellos tienen entre manos un proyecto que no me incluye y… Deben estar en ello.

—Pues podrían invitarte.

Ya que temprano en el desayuno Remus les había escuchado hablar de recolectar ciertos ingredientes en el Bosque Prohibido, Remus volvió a mover la cabeza de lado a lado.

—No, mejor así. Por una vez, les estorbaría más que ayudarles.

Bajo esa convicción y con el ánimo un tanto decaído porque desde el día en que sus amigos le habían hecho partícipe de su plan él y Sirius no habían tenido momentos a solas más que aquellos en la cama y tras sus cortinas de dosel, Remus se disculpó temprano para retirarse a su dormitorio, y en vista de que sus amigos seguían sin volver y él ya no tenía ningún pendiente extra, se puso el pijama y se acostó a dormir.

Contra todo pronóstico, Remus no tardó en quedarse dormido, y así habría de seguir hasta la mañana de no ser porque en algún punto de la noche sintió sus cortinas abrirse y a alguien entrar con él bajo las mantas.

Los brazos que le rodearon y las manos heladas que le tantearon bajo la camiseta por el estómago y el pecho le resultaron conocidas, y con un gemido ahogado Remus pronunció el nombre de su visita.

—Sirius…

—¿Qué, esperabas a alguien más? —Preguntó éste contra su oído, provocándole un estremecimiento—. ¿Me extrañaste como yo a ti?

La pregunta, acompañada de una admisión explícita, hizo que refregara su rostro contra el cuello de Sirius.

—Sí —dijo con sencillez—. ¿Dónde estaba…n?

—Afuera. Vimos una manada de centauros mientras recolectábamos lo necesario para la poción. Todavía nos faltan ingredientes, pero ha sido de ayuda que James conozca proveedores gracias al negocio del Señor Potter, así que pronto nos llegarán por correo y podremos empezar en serio con este plan.

—Mmm…

Porque era mejor saber lo menos posible al respecto, Remus volvió a cerrar los ojos y se acurrucó contra Sirius, que a cambio hizo lo mismo y en la penumbra de su cama le buscó los labios y lo besó.

Remus tenía claro que entre ellos dos había una conversación pendiente respecto a lo que hacían y lo que podía o no significar, pero como siempre, el tener a Sirius tan cerca y explorando su cuerpo con manos firmes y dedos ágiles le hizo postergarlo una vez más, de tal modo que al terminar, húmedos de sudor y con las respiraciones agitadas, lo único que le pareció deseable fue volver a dormir.

De nueva cuenta, el silencio ganó.

 

Para su cumpleaños, Remus recibió ese año unas exquisitas tijeras de plata (Sirius), un delantal de gamuza hechizado para repeler cabello (James) y un kit de barbería (Peter), además de libros (Lily), y también…

—Está hecho —le reveló Sirius a Remus con tono conspiratorio, y éste supo al instante de qué se trataba.

La confirmación llegó en la forma de tres pequeños calderos que Remus encontró humeantes en el baño, cada uno etiquetado con el nombre de uno de sus amigos.

—No diré nada —masculló Remus al hacerse de la vista gorda, y aunque el nerviosismo de recibir una revisión sorpresa a su dormitorio y ser atrapados con aquellas pociones en proceso le ponía los pelos de punta porque él mismo era cómplice, por no decir que era la causa principal para que sus amigos se lanzaran a realizar aquel plan descabellado y peligroso, consiguió mantenerse callado y no hacer mención de la misma hasta la siguiente luna llena.

Uno de los ingredientes que debía tener la poción requería la maceración de una hoja de mandrágora en sus bocas, que de luna llena a luna llena no debía de ser cambiado por ninguna otra. Eso lo descubrió Remus cuando al volver de la enfermería tras su última transformación encontró a sus tres amigos cada uno con su hoja y luchando con la tentación tanto de tragarla, masticarla, como de escupirla.

De entre ellos, sólo Peter consiguió llegar a fin de mes, pero su esfuerzo fue infructuoso cuando la noche resultó estar plagada de nubes (cuando la poción requería cielos despejados) y por lo tanto anuló el efecto.

—Este maldita poción requiere de demasiados requisitos para ser válida —se quejó James, que junto con sus dos amigos volvió a meterse una hoja de mandrágora en la boca y buscar conseguir así que durante el mes siguiente el ingrediente se preparara.

Remus por su parte actuó indiferente a la rigurosidad del proceso, aunque el hecho de que Sirius necesitara cuidar como diente de oro la hoja que llevaba en la boca sirvió como causa de frustración porque puso un alto absoluto a los besos que intercambiaban, y sin ese primer paso de apertura para otras actividades, sus encuentros de medianoche se convirtieron en simples abrazos hasta quedar dormidos.

Con todo, Remus se las ingenió para continuar con su vida normal de clases, bromas y cortes de cabello que le sirvieron para distraerse, y de paso apreciar cambios operados no en él, sino en Lily.

—Uhm, ¿James no me lavará hoy el cabello? —Preguntó Lily un día ya a finales de abril en el que ella había agendado cita para un corte de puntas a pesar de que el último había sido apenas un mes atrás y todavía no lo necesitaba.

—No, creo que el muy idiota olvidó que hoy eras mi cita de las cinco, pero si quieres puedo llamarle y-…

—¡No! —Se negó Lily con las mejillas resplandeciendo de rubor—. Es decir —consiguió reponerse a pesar de haber perdido tan abruptamente la dignidad segundos atrás—, no importa.

«Claro, porque no es como si pidieras un corte mes tras mes para tener pretexto de tener sus manos en tu cabello», pensó Remus, así que buscando hacerle un favor fue que propuso posponer la cita para el día siguiente alegando un dolor fantasma en la muñeca, y la chica aceptó encantada el cambio de fecha.

Para mal que el actuar de cupido entre Lily y James resultó con James embobado enjabonándole el cabello en la estación de lavado, y un desafortunado y muy asqueroso incidente donde la hoja de mandrágora que llevaba en la boca se le salió y cayó sobre la frente de Lily.

Para Remus fue decepcionante como mínimo, que a fuerza de acompañar a sus amigos en aquel proceso se había obsesionado casi al mismo nivel que ellos en conseguir que la poción funcionara, pero para Sirius en particular fue echarle una fuerte bronca a James en la que los dos pelearon hasta enarbolar sus varitas y fue necesaria la intervención de un prefecto para que la pelea no cruzara a mayores.

Esa noche se fueron a dormir disgustados, y Remus no encontró sorpresivo que poco después de la una Sirius cruzara la distancia entre sus camas y se metiera con él debajo de las mantas.

—Estúpido James —masculló sólo para él—. Arruinó nuestra mejor oportunidad por Miss Evans y si insulsa coquetería. Como si alguna vez fuera a salir con él…

—No los culpes, fui yo el que lo propició —admitió Remus su culpa, y Sirius le rodeó con ambos brazos, negándose a dejarle cargar con el remordimiento.

Al final, aquello die pie a por fin besarse como venían anhelando desde semanas atrás (el pacto entre amigos era los tres conseguir transformarse al mismo tiempo, así que James perdiendo su hoja de mandrágora implicó que los demás escupieran la suya), y por primera vez desde horas atrás se descubrió Remus no lamentándose de aquel suceso, pues con los labios de Sirius sobre los suyos y la lengua de éste explorando su boca, descubrió que había mejores cosas en el mundo que una poción para convertirse en animagos.

Sirius pareció ser de la misma opinión el empujar a Remus sobre su espalda y colocarse encima de él, besando todo su rostro y después bajando por su cuello hasta el borde del pijama que vestía.

Asintiendo una vez porque sería imposible pronunciar palabra alguna, Remus le cedió el permiso a Sirius para bajarle los pantalones con todo y ropa interior, y expuesto ante él, contuvo la respiración a la espera de una crítica que nunca llegó.

Además de erecto, Remus tenía para Sirius una amplia colección de cicatrices que también decoraban su piel por debajo de la ropa, y que no perdonaban ni siquiera el área de sus genitales. Ya en el pasado se había llegado Remus a cuestionar quién podría encontrarlo atractivo (ya no digamos amarlo) cuando varias cicatrices le surcaban las inglés, pero Sirius demostró ser una vez más el indicado cuando sin inmutarse hundió el rostro en su vello púbico y aspiró igual que habría de hacerlo un perro.

Más que eso, Sirius posó sus labios en el pene de Remus y con la punta de la lengua le dio una lamida experimental que hizo a éste gemir desde lo más hondo de su ser.

Sirius buscó a tientas en la mesa de Remus por su varita, y aunque le costó hasta un tercer intento conjurar un hechizo silenciador, después retomó su tarea de antes con mayor ímpetu, plantando un beso sobre el glande y sonriendo para sí cuando éste volvió a gemir.

—¿Tan bueno, Moony?

—Cállate, Sirius.

—Con gusto…

Haciendo algo de lo que había escuchado hablar a unos Ravenclaw de sexto curso en el baño de hombres durante el receso, Sirius se valió de su lengua y labios para proporcionarle placer a Remus con una mamada, y a cambio éste le pagó con unos cuantos tirones en su cabello y advertencias entrecortadas justo antes de correrse, que en lugar de amedrentarlo para detenerse o al menos retirarse un poco, sólo le sirvieron a Sirius como señal para prepararse y recibir de lleno todo lo que Remus tenía para él.

Temblando por la intensidad de su orgasmo, Remus tardó largos segundos en recuperarse, y sólo fue consciente de la fuerza con la que había halado el cabello de Sirius cuando éste le hizo soltarle.

—Lo siento… —Murmuró Remus, quien había perdido el control de sus propios dedos cuando el placer se tornó tan exquisito como avasallador.

—Nah, me gustó —respondió Sirius, la voz un poco ronca y los labios turgentes—. Sabes bien, Moony.

—Ugh…

Sin oportunidad de refutarle cuán equivocado debía de estar con aquella afirmación, Remus se vio de pronto sorprendido cuando Sirius gateó hasta posicionarse encima de él y lo besó con una inusitada pasión. Tal como éste había afirmado antes, el sabor que quedó compartido entre ambos fue del gusto de Remus, y dio pie a que por su cuenta éste se atreviera a hacerle recíproco el favor y al cabo de unos minutos terminara con la boca llena de semen y la disyuntiva de tragar o escupir.

Desde la cabecera de la cama y acariciándole todavía la mejilla, Sirius le miró con adoración.

«Tragar entonces», pensó Remus al deglutir, y aunque el sabor no era el mismo al que había encontrado en la boca de Sirius, su veredicto final era que podía volverse adicto sin problemas.

—Ven acá —tiró después Sirius de él y no tardaron los dos en estar bajo las mantas y disfrutando de la clásica pesadez que acompañaba a un orgasmo.

Acurrucado en brazos de Sirius, Remus creyó escuchar a éste llamarlo por su apodo un par de veces, pero su agotamiento era tal que ni siquiera pudo formar una contestación decente. En duermevela, sólo estaba presente por unos cuantos sentidos que no se habían desconectado del todo. En lugar de forzarse a abrir los ojos, permaneció quieto, y fue por ello que alcanzó a captar la corta pero sincera confesión donde su amigo le hizo saber sus sentimientos por él.

—Te amo, Moony. Sólo… quería decirlo.

Remus no respondió nada, pero no hacía falta. Ya tendría oportunidad para ello mañana, y con esa calidez que irradiaba de su pecho por sentirse seguro y apreciado en brazos de Sirius (amado, se recordó), no tardó más que un par de segundos antes de quedarse dormido del todo.

 

Remus no tuvo oportunidad de sincerarse con Sirius respecto a sus sentimientos, primero porque a la siguiente mañana se quedaron dormidos y fue Peter quien los encontró acurrucados, y por fortuna no sospechó nada al verlos con las mantas echadas hasta por encima de los hombros, pero también porque El Incidente ocurrió.

Capitalizado y con fuertes connotaciones negativas, El Incidente, como pasó a conocerse entre ellos, implicó que durante la víspera de la siguiente luna llena, justo cuando Sirius y sus demás amigos estaban a punto de conseguir la hoja de la mandrágora para la poción y el cielo era el indicado para agregar ese ingrediente a la poción, Severus Snape tuviera un corto pero acalorado altercado con éste y en su corta pelea con varitas Sirius escupiera la hoja y ésta cayera el piso, arruinada para su uso.

De todo aquello se habría de enterar Remus hasta la mañana siguiente cuando fue James en compañía del profesor Dumbledore en la enfermería quien le contó una versión reducida de los hechos, donde Severus se había hecho con información acerca de cómo cruzar el Sauce Boxeador que protegía su pasadizo secreto hacia La casa de los gritos (por cortesía de Sirius, aunque James omitió la mención de su nombre) y éste por poco había sufrido una muerte dolorosa cuando casi a punto de llegar, James se había adentrado en el túnel para detenerlo, aunque no a tiempo para impedirle presenciar el siempre terrorífico espectáculo de un hombre lobo a punto de atacarlo y lanzándose sobre él con una sed de violencia.

Si bien James había desempeñado un papel heroico al acudir a su auxilio e intentar con ello evitar la catástrofe, de por medio quedaba la versión de Severus, donde Sirius lo había alentado a enfrentarse cara a cara con la muerte, y a cambio éste exigía la expulsión de aquellos implicados.

Con expresión imperturbable, Remus escuchó el veredicto de Dumbledore, donde elogiaba a James por su valor y hacía jurar a Severus guardar silencio respecto a lo ocurrido, al tiempo en que dejaba el destino de Sirius en manos de Remus.

—Señor Lupin, queda en usted decidir un castigo acorde para el señor Black.

Débil, pálido, con náuseas por el relato que justificaba las innumerables heridas que se había provocado esa luna llena, sin dudarlo porque el lobo había experimentado la pérdida de dos presas y se había vuelto loco de frustración, Remus pidió postergarlo al menos de momento, y pidió estar a solas.

Sólo James insistió en hablar con él al marcharse los demás, y su primera reacción fue pedir por Sirius.

—Está realmente arrepentido… No lo hizo con intención de lastimarte… Ha jurado que hará lo que sea para resarcirse contigo…

—Quiero estar a solas —pidió Remus, que sentía la garganta constreñida por un puño invisible, y no guardaba esperanza alguna de un mañana mejor que pudiera solucionar el hoy.

—Pero-…

—Vete, James. Y dile a Sirius que… nada. Nada en realidad —murmuró Remus, que encogiéndose sobre sí mismo, enterró el rostro y optó por dormir.

El sueño, fue su mejor aliado para evadir la realidad.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

Un poquitín de angst para darle sabor al fic~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).