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Una cuestión capilar por Marbius

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Notas del capitulo:

Próximo capítulo: CC: 27-mar/SC: 10-abr.

7.- De vacaciones con los Potter y expectación.

 

El viernes a las siete en punto de la mañana aparecieron James y Sirius montados en sus escobas y listos para llevar a Remus con ellos a la casa de los Potter.

—¿Y Regulus? —Preguntó Remus con timidez cuando la falta más esencial de su grupo se hizo notar.

—Oh —James puso los ojos en blanco—, ya sabes, actuando como el hijo predilecto de mamá y ayudándole a preparar el desayuno. Lo usual.

—No en nuestra vieja familia —señaló Sirius lo obvio, desmontando de su escoba al introducirse por la ventana al dormitorio de Remus y con prisas ayudándole a conectar su baúl a la escoba que él llevaba y disfrazándola con un sencillo hechizo ilusionador.

—Esperen —dijo Remus—, antes tengo que despedirme de mis padres.

—No olvides cambiarte el pijama —dijo James con una risita—. Aunque debo admitir que te lucen bien esos dibujos de snitches.

—Más vale que no pienses perseguirlas, Potter —le codeó Sirius.

Remus en cambio los dejó para que bromearan entre sí mientras acudía al dormitorio de sus padres y se despedía de ambos prometiendo estar el lunes de vuelta.

A su regreso al dormitorio, Sirius y James ya estaban de vuelta en sus escobas y tenían consigo la de él, así que Remus no se demoró más que un par de minutos en elegir unos jeans del montón de ropa limpia y una camiseta de un discreto tono azul cielo que alguna vez Sirius le hubiera elogiado por lo bien que lucía.

—¿Listo, Moony? —Inquirió Sirius cuando éste terminó de anudarse los zapatos y se posicionó sobre su escoba, listo para partir.

—Tanto como es posible —respondió, y en un acto de espontaneidad que le resultó refrescante, chasqueó su lengua y se lanzó volando.

Detrás de él, James gritó por una competencia en tanto que Sirius se limitó a lanzar apuestas a favor de Remus y recordarles que él llevaba su equipaje, así que iría más despacio.

En suma, un viaje hacia la casa Potter que estuvo aderezado con bromas, risas, y el compañerismo que ya los unía, y que estaba a punto de convertirse en una hermandad honoraria.

O en el caso de Remus y Sirius, una relación romántica como era debido.

 

En casa de los Potter, en efecto, estaba Regulus en la cocina con Euphemia Potter y ayudándole a preparar el desayuno de todos los que estaban en casa.

—Oh, Remus —le saludó la mamá de James apenas entrar a la cocina, e incluso con el delantal y la espátula en la mano, le dio un abrazo afectuoso—. ¿Cómo fue el viaje? Les dije a esos dos que utilizaran la Red Floo, pero ya los conoces. Cualquier excusa para montar en sus escobas es buena.

—No hay problema, fue un viaje sin contratiempos —respondió Remus antes de dirigirse a la otra persona de la habitación—. Hola, Regulus.

—Hola, Remus —respondió éste, que a pesar del uso de su nombre, exudaba formalidad.

—¿Desde cuándo lo llamas así? —Preguntó Sirius, que venía entrando con James a la cocina luego de haber dejado las escobas en el trastero y hechizado el equipaje de Remus para que subiera a su habitación.

—Yo le pedí que lo hiciera —respondió Remus en su lugar.

Sirius pareció tener que conformarse con esa explicación, aunque a Remus no le pasó por alto los murmullos de queja, así como tampoco las risitas de James, la sonrisa de Euphemia, y de Regulus un suspiro cargado de molestia, cada uno con su propia reacción a algo tan simple como llamarlo por su nombre.

El desayuno de esa mañana consistió en tortitas con nata, fruta y copos de avena, que en sabor podían competir fácilmente con las delicias que se preparaban en Hogwarts.

Fleamont Potter también se les unió, y fue ahí donde Remus echó de falta la presencia de Peter, quien se les uniría más tarde porque en su familia acudían la iglesia y antes tenía que atender los asuntos del espíritu para después reunírseles a sus amigos.

A Remus no le pasó por alto que Sirius y Regulus estuvieran sentados lado a lado, así como tampoco que entre los dos apenas hubiera charla, salvo por el ocasional “Pásame la miel, Reg” y “Aquí tienes las servilletas, Sirius” que rompían la monotonía, pero que como interacciones eran casi dolorosas de explicar.

Luego de empatar en su carrera con la escoba y llegar antes que Sirius a casa de los Potter, James le había explicado a Remus que la relación entre los dos hermanos era cordial, casi rigurosamente cordial, y aunque la primera noche hospedándose con ellos habían tenido una discusión a gritos donde viejas rencillas del pasado habían salido a la luz, a partir de entonces habían hecho una tregua mientras examinaban su futuro a mediano plazo y tomaban una decisión.

De parte de sus padres había llegado un mensaje plagado de amenazas veladas en donde se acusaba a Sirius de ser la peor influencia que Regulus hubiera tenido al crecer y se les ordenaba volver a Grimmauld Place con la mayor de las prisas, pero Fleamont Potter había escrito de vuelta revelando estar al tanto del maltrato que Sirius y Regulus sufrían bajo ese techo, y aconsejaba no intentar emplear la fuerza para conseguir su cometido, pues él tenía a su disposición abogados, y amigos en el Ministerio, que estarían más que encantados de tomar en consideración la carta anterior como una amenaza, y actuar en consecuencia.

Sin respuesta todavía, ni Sirius ni Regulus habían dado por sentado que sus padres renunciarían con tanta facilidad a ellos, al fin y al cabo seguían siendo los últimos varones elegibles de su estirpe y por lo tanto los herederos honorarios, pero al menos habían aceptado hospedarse en la casa de los Potter mientras encontraban una solución a sus problemas.

—Sé que suena difícil de creer —le había explicado de camino a su casa James a Remus en susurros y con prisa porque Sirius ya sobrevolaba el terreno y no tendrían oportunidad de hablar después—, pero su relación no estaba tan mal. Claro, son como un perro y un gato, pero se toleran lo suficiente como para no hacérselo complicado a nadie más.

Bajo esa analogía, Remus se pasó gran parte del desayuno observando a los hermanos Black y corroborando las palabras de James como ciertas, pues ahí donde Sirius le hacía ostentación a su nombre con una personalidad amigable y la soltura de un can, en cambio Regulus era retraído, casi introvertido como un felino, aunque no menos orgulloso por ello e inseguro de sí mismo.

Al finalizar sus alimentos, los cuatro adolescentes recibieron el cargo de limpiar la cocina y encargarse de los platos sucios, y fue así como Regulus y Sirius quedaron a cargo del fregadero mientras que Remus y James tomaron como suya la labor de barrer el piso y limpiar la mesa.

En voz alta para rellenar el silencio que se había instaurado entre los cuatro adolescentes, James estaba sugiriendo bajar más tarde al lago que colindaba con la propiedad y nadar un rato aprovechando que el clima era propicio, mencionando de pasada que había un par de Grindylows en las aguas con hierbas altas, pero que conocía bien dónde estaban sus madrigueras y podrían evitarlos con facilidad cuando…

—Oye, Sirius —dijo Regulus en voz baja—. ¿Crees que a tu novio le importe hacerme un corte de cabello? Le pagaré su servicio, por supuesto…

De la impresión, porque con toda seguridad el apelativo de ‘novio’ estaba dirigido a Remus, Sirius dejó caer el plato que lavaba de vuelta en el fregadero, y al hacerlo lo rompió, igual que otras piezas que esperaban ahí por pasar el enjuague.

—¿Eso es un sí o un no? —Continuó Regulus con el mismo tono, sin inmutarse.

Remus no pudo decir lo mismo, que se quedó inclinado sobre la mesa y estrujando el trapo con el que la limpiaba mientras un vahído amenazaba con provocarle un desmayo al estilo mujer victoriana que ha sufrido una fuerte impresión y necesita recostarse en un diván a oler sales y reponerse durante las siguientes cuatro horas de su vida.

—P-Puedo cortarte el cabello si es lo que quieres, Regulus —dijo Remus, que tras un pequeño tropiezo, consiguió reponerse rápido de la impresión—. ¿Ahora mismo?

—De ser posible —dijo Regulus tras un corto resoplido—. La idea de dejarme crecer el cabello era con el afán de molestar a nuestros padres en la estación de King’s Cross, pero ahora que todo eso ha pasado, prefiero llevarlo corto.

—Sí, erm, la verdad es que les luce de manera diferente a ustedes dos a pesar de tener el mismo tipo de cabello —dijo James, listo para obviar el comentario que Regulus hiciera antes—. ¿A que sí, Sirius?

El aludido continuó con la vista en el fregadero y los hombros tensos, apenas emitiendo un gruñido.

—Rem, Reg —llamó James la atención de sus invitados—, ¿por qué no suben por las tijeras y el resto del equipo? Sirius y yo terminaremos de limpiar aquí.

Captando al instante que les pedía retirarse para lidiar con Sirius y su drástica reacción al comentario de antes, los aludidos aceptaron gustosos el escabullirse escaleras arriba.

—Regulus, eso de antes-… —Empezó Remus, pero el menor de los Black le puso un alto.

—No, sé que estuvo fuera de lugar. Después de varios días aquí, por fin comprendí que no es que ustedes dos tuvieran una relación secreta para el mundo, sino que lo era incluso para para el otro. ¿O me equivoco?

Remus no lo desmintió, aunque en su caso era porque lo que había entre él y Sirius no tenía etiquetas todavía, incluso de por medio había una charla pendiente que por todos los acontecimientos de los últimos meses no había podido realizarse.

Con su equipaje en la habitación de James, en vista de que Sirius y Regulus habían tomado como propio el cuarto de invitados, Remus extrajo de ahí sus tijeras y el delantal que le servía como protección para el cabello, y tras comprobar por la ventana que el clima era propicio, sugirió que el corte fuera al exterior.

—Así no dejaremos cabello en el piso —dijo como argumento final, y Regulus lo aceptó.

Al bajar de vuelta, la cocina estaba impoluta, pero no había rastro de Sirius o de James, y Remus se mordisqueó el labio inferior cuestionándose si eso era una buena o mala señal.

 

Regulus movió una silla del jardín hacia la sombra de un enorme árbol de manzanas que estaba recubierto de flores y declaró que era el sitio idóneo para su corte de cabello.

—¿Qué tan corto lo quieres? —Preguntó Remus posicionándose detrás de él y examinando las posibilidades que tenía ante sí.

—Corto. —Una pausa—. Muy corto. En verdad odio el cabello largo en mí. Está bien para Sirius, pero yo sólo me lo dejé crecer para molestar a Madre, así que…

—Ok, corto —dijo Remus, que al instante se formó una idea concreta de lo que Regulus quería para sí.

Usando como base el corte de cabello que Remus le recordaba a Regulus de años pasados, realizó su propia versión con la parte superior más larga, y la baja cortada al ras con ayuda de su varita para conseguir un filo más pegado el cuero cabelludo.

Y mientras trabajaba, Regulus aprovechó para preguntar.

—¿Entonces están mi hermano y tú juntos o…?

A Remus casi se le fueron las tijeras sobre el lóbulo de Regulus, y en silencio agradeció a Merlín por la buena fortuna de no haberle cercenado un trozo de oreja.

—Porque su reacción de antes en la cocina… —Prosiguió Regulus sin inmutarse, casi aburrido—. Claro que por como habla de ti a todo momento es más que evidente que está enamorado, pero ahora ya no estoy tan seguro de que estén juntos en toda la extensión de la palabra.

—Es… —Remus se humedeció el labio inferior—. Es complicado.

—Mmm. —Regulus se tomó unos segundos—. Qué frase tan trillada.

—Seh —le concedió Remus—, pero es la verdad.

—Pero al menos ustedes dos se han besado, ¿correcto?

«Oh, no es así como creí que mi fin de semana comenzaría», pensó Remus, que con todo consiguió darle una respuesta a Regulus.

—Sí.

—Al menos no está todo perdido.

—No.

—Ánimo, Remus.

—Gracias, Regulus.

Trabajando en los detalles de su corte, Remus se dedicó a hacer inventario de todo lo que había hecho con Sirius hasta el momento, y que empezaba con besos y terminaba con ellos dos desnudos y refregándose con desesperación contra el cuerpo del otro. De por medio habían hecho uso de sus labios, lenguas, manos y dedos, pero las líneas habían quedado mal dibujadas cuando tras El Incidente le habían puesto una larga pausa a sus actividades ilícitas de dormitorio, así que no habían llegado a culminar el acto perdiendo la virginidad.

Claro que casi tener sexo no guardaba ningún significado oculto del que sentirse orgullosos siendo que en los demás aspectos su relación de amigos no había variado en relación a cómo se comportaban el uno con el otro, aunque Remus tenía la sospecha de que no era necesario, pues ya desde antes eran cercanos, y el contacto físico no era una barrera que tuvieran que cruzar juntos para demostrarse ante terceros que no tenían nada que ocultar o de qué esconderse.

Simplemente… Habían seguido como siempre, adicionando a su amistad un crush que con toda seguridad había pasado a convertirse en un enamoramiento, y que en la actualidad era amor. Tan simple como eso. Quizá amor no correspondido, quizá sí… Remus quería creer que era la segunda opción y se basaba para creer en ello haciendo recuento de todos los besos que Sirius quería siempre darle, las ocasiones en las que su mano buscaba la suya, la terquedad que éste tenía por colarse en su cama incluso si terminaban sólo durmiendo espalda contra espalda porque aunque romántico, dormir en brazos del otro no era tan cómodo para el cuerpo como las novelas de romance les habían hecho creer.

En todo caso, al menos sí amor por parte de Remus, pero quedaba a confirmar que el mismo caso aplicara para Sirius, y aunque éste moría de curiosidad por confirmarlo, también creía que para hacerlo antes debían buscar el momento idóneo para charlarlo como era debido.

—Mira, ahí aparecen ese par, por fin —dijo Regulus, aunque contó mal, ya que con James y Sirius también venía Peter, quien al parecer se les había unido utilizando un traslador puesto en un paraje más alejado para no llamar la atención de quien lo viera aparecer de la nada con su equipaje.

A su vuelta, James marchaba por delante con Peter a su lado y Sirius atrás, las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones y arrastrando los pies por el césped largo.

—Mi querido hermano está enfurruñado —declaró Regulus, y Remus tuvo que admitir que era cierto.

—¿Ya han terminado? —Preguntó James al acercarse a la sombra del árbol, y tras observar a Regulus unos instantes, asintió para sí—. Te queda bien, Reg. Es más de tu estilo que el cabello largo, a la inversa de Sirius, que con el cabello corto parece el pajecillo más bobo del Rey Arturo.

—¡Te escuché, Potter! —Reclamó Sirius, aunque manteniéndose todavía a distancia de su hermano y Remus.

—Hola, Peter —recibió Remus a su amigo recién llegado, y éste le correspondió el saludo, intercambiando con él algunas impresiones de los días que habían pasado separados.

Con Sirius ofreciéndose a llevar a Peter a la habitación donde se hospedaría, James aprovechó para zanjar con Remus un asunto pendiente.

—Lo diré sin más rodeos y con ánimo de servir de ayuda —dijo apenas sus dos amigos desaparecieron adentro de la casa—. Sabía que tú y Sirius terminarían juntos, pero supuse que sería en nuestro último año o algo así… ¿Desde cuándo…?

—Erm, casi un año —respondió Remus con apuro—, pero no es lo que piensas…

—Por lo que entiendo, no lo han formalizado como es debido —intervino Regulus, recibiendo de Remus los últimos toques de su corte—. ¿O me equivoco?

Remus resopló. —No deberías de señalar lo obvio cuando la punta de mi varita tiene filo cerca de tu nuca, Regulus…

—Vale… —Dijo James, ignorando a aquel par—. Hablé con Sirius, y le gustas, Moony. Realmente le gustas. Me dijo más o menos la misma versión que estoy seguro que me contarías tú, aunque con un poco más de detalles obscenos de los que me gustaría discutir con nadie más, así que iré directo al grano: Deberían ir a lo grande y ser novios.

—Wow, James Potter y sus grandes consejos en materia del corazón. No olvides escribir una columna del corazón en El Profeta, seguro sería un éxito —dijo Regulus con sarcasmo, y James frunció el ceño enfurruñándose.

—Aunque aprecio la intención y los buenos deseos… —Dijo Remus, dando por finalizado el corte de Regulus y con la punta de su varita enviando una corriente de aire para sacudirle cualquier rastro de cabello antes de darle un toquecito en el hombro e indicarle que había terminado—. Creo que es algo que Sirius y yo deberíamos discutir a nuestra manera, a nuestro tiempo. Y solos —agregó por si acaso.

—Pero… —Replicó James, pero al instante le puso Regulus un alto.

—Déjalos, James. Ellos saben lo que hacen.

Y aunque en verdad no era así, Remus asintió una vez con convicción. Que mejor era una buena fachada que revelar la verdad.

Al menos de momento…

 

Sirius eludió a Remus el resto de la mañana, pero para la tarde, cuando los cinco bajaron al lago y se dedicaron a darse un buen merecido baño, se acercó a la sombra bajo la cual Remus se refugiaba con un libro y se sentó a su lado.

«Oh, aquí viene, aquí viene…», pensó Remus con excitación mal disimulada a juzgar por la enorme sonrisa que le resultaba tirante en los músculos del rostro y que revelaba sin lugar a dudas cuál sería su respuesta si Sirius hacia la pregunta que creía que estaba por hacer.

Excepto que Sirius lo sorprendió con algo más.

—¿Crees poder darme un corte a mí también? Mis puntas están un poco… secas. Y quebradizas.

—S-Seguro —respondió Remus, la sonrisa en su rostro perdiendo fuerza hasta quedar como una mueca—. ¿Más tarde?

—Más tarde.

 

Por un momento consideró Remus que ‘corte de cabello’ era la clave secreta para ‘declaración de amor’ y que Sirius aprovecharía estar los dos juntos en el jardín, en el mismo sitio donde horas atrás le había cortado el cabello a Regulus, para dejar en claro sus sentimientos, exigir de Remus una respuesta similar y… Besarse. Aunque en las fantasías de Remus esos besos eran sólo el comienzo, y el resto convencer a James, Regulus y Peter de compartir una habitación para dejarles a ellos la otra.

En todo caso, no pasó de ser una fantasía dramática como las que Remus había leído en algunas novelas de corte romántico en donde la heroína tenía siempre un abundante busto, estrecha cintura, y redondeadas caderas donde el galán tenía por costumbre sujetarse. No, en lugar de aquella escena en la que no le habría importado participar, Remus se vio con el cabello de Sirius entre sus dedos y éste charlando sin parar de todo y nada. De Quidditch. De sus días en casa de los Potter. De lo bien que estaban parchando él y Regulus su relación ahora que no vivían bajo el yugo de los Black…

Y como si nada la frustración que sentía Remus de no estar viviendo un momento romántico plagado con declaraciones amorosas pasó a segundo término, escuchando con atención a Sirius mientras abría su corazón y le confesaba cuánto bien le hacía, que a pesar de sus diferencias, él y Regulus todavía tenían un lazo de hermanos inquebrantable como había sido antes de que sus padres y sus ideas de la pureza de sangre hicieran mella entre los dos.

—Me asusta más que un poco pensar en nuestro futuro… Al menos los Potter han sido generosos para asegurarnos que no les importa tenernos en su casa y que nuestra educación en Hogwarts está asegurada, pero… Me aterra pensar en lo que Madre y Padre estarían dispuestos a hacer para recuperar a Regulus, y a mí… Bueno… —Sirius exhaló—. Ya sabes los planes que tenían para mí. A estas alturas, ya estarías levantando el luto después de mi muerte.

—No —respondió Remus sin reflexionarlo—. Nada de eso.

«Viviría de negro perpetuo atesorando tu memoria», agregó Remus, aunque sólo para sí, y en un impulso que resultó ser el correcto, se agachó sobre la cabeza de Sirius y apoyó el mentón sobre su coronilla, abrazándolo desde atrás con fuerza.

—Sería miserable sin ti, Sirius.

—¿En serio?

Remus suspiró. —¿Y acaso lo dudas?

Sirius se demoró en responder, pero cuando lo hizo, no había dudas en su voz. —No.

Y en verdad, no las había.

 

La estancia de fin de semana de Remus con los Potter llegó a su fin sin que él o Sirius hubieran charlado como era debido, y aunque James, Peter y Regulus les dieron su espacio y se hicieron los ausentes en algunos momentos propicios, Sirius no aprovechó la oportunidad y Remus lo dejó ser. Después de todo, también podía correr por su mano el sentarlos a ambos a conversar acerca del enorme asunto que pendía sobre sus cabezas como una guillotina, pero no lo hizo por el simple presentimiento de que no era propicio. Al menos no todavía. Que bastaba con ver la determinación en los ojos de Sirius de ser él quien sacar el tema primero, y dado que todavía tenían todo el verano por delante, Remus dictaminó que no había prisas.

Ninguna. No hasta finales de agosto por lo menos, y con ello en mente se dispuso a volver a casa.

 

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Notas finales:

Es un capítulo corto y permite la entrada al siguiente que es el último. ¿Apuestan por un merecido final feliz o...?


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