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Extravagante amor por 1827kratSN

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Entrelazaba sus dedos cuando aquellas manos se posaban sobre las suyas. Suspiraba en extremo feliz cuando eso pasaba, porque era un gesto que tal vez Reborn ni siquiera notara, pero que él sentía como lo más especial en sus encuentros. Sonreía entre sus suaves jadeos. Cerraba sus ojos un pequeño momento para disfrutar de ese toque inocente en medio del infernal abismo que se formaba con la unión del resto de sus pieles.

 

—Reborn.

 

Su boca entonces fue cubierta por esos labios y el roce total de sus cuerpos lo hizo gemir con gusto. Gemía para expresar el placer que sentía cuando ese imbécil tomaba su cuerpo. Un imbécil al que amaba desde que tenía quince años, al que le entregó todo de sí hasta ese punto en que su ser se desgarraba por el dolor en su pecho y el goce en su trasero. Joder. Lo amaba demasiado como para soportar todo lo que ese idiota le hacía. Aunque en el fondo le gustaba lo que le hacía, para ser sinceros, lo disfrutaba en extremo.

 

—Es… pera —sus lágrimas se desbordaban suavemente—. Espera, Reborn.

—¿Qué sucede? —gruñía porque detuvieron su frenesí y Tsuna no pudo evitar reír bajito al ver ese rostro frustrado perlado de sudor.

—Ve lento —susurró antes de acunar las mejillas ajenas entre sus manos—. Por favor.

—No.

 

Lo sabía. Ese tipo hacía lo que deseara. Y aun así se lo permitía porque… No sabía por qué. Era incoherente. Totalmente inentendible. Era mejor que eso. Nadie debería usarlo de esa forma.

Y aun así dejaba que Reborn siguiera.

Gemía en cada embestida, rasgaba la espalda del azabache con gusto porque bien sabía que a Reborn le gustaba, lo apretaba con sus piernas para que llegase más profundo, susurraba su nombre, recitaba un sinnúmero de sonidos eróticos mientras esas manos le laceraban la piel de la cadera o esos dientes marcaban su piel, disfrutaba que su trasero fuera acariciado y apreciado como la más hermosa tentación, se contraía lo más que podía para escuchar los gemidos guturales de Reborn por el placer de sentir su pene aprisionado, se grababa en su memoria el rostro excitado del que siempre sería su primer amor.

Era el infierno reflejado en esos ojos negros.

Mordía la almohada cuando era dejado boca abajo, temblaba por el placer dado por medio de las embestidas directas a su próstata, y gritaba cuando su espalda media era marcada por esos dientes en protesta de que no dejaba su voz salir como debía. Sentía la respiración pesada del maldito en su cuello y apretaba las sábanas entre sus manos mientras soltaba súplicas porque le diera más duro y rápido.

Los “polvos” que Reborn y él tenían eran los mejores.

Tsunayoshi solía sonreír en medio de sus agitadas bocanadas de aire dadas para recuperar cordura y aire, disfrutaba de los jadeos de su compañero, solía comparar su estado post sexo con una sinfonía melódica de violines y chelos. Estaba prendado por esos pequeños momentos dados cada cierto tiempo cuando ambos estaban disponibles.

Maldito hijo de puta al que jamás le negó uno de esos jodidos encuentros.

 

—¿Te quedarás esta semana?

—Sí —Tsuna suspiraba mientras intentaba no ahogarse con el humo del cigarrillo que Reborn consumía—. Sólo esta porque Haru me pidió ayuda en el hospital para reemplazar a su colega.

—¿Sabías que estás de vacaciones? —bufaba mientras dejaba escapar el humo en una torre ascendente—. Dejas que se aprovechen de tu bondad, dame-Tsuna.

—Lo sé… y es por eso que tú estás aquí ahora —se levantó con cuidado para sentarse y así estar junto a ese idiota—. ¿O crees que otro en su sano juicio sería tu “amigo con derecho a roce” así de fácil?

—Te gusta —soltó una risita burlona—. No lo niegues.

—Maldito heterocurioso —empujaba el hombro de Reborn antes de reírse—. Ahora lárgate.

—¿Otra ronda?

—Dos son suficientes —el castaño palpó la mordida en su costado y comprobó el dolor punzante—. Te dije que sin marcas.

—Veámonos mañana.

—No —la mirada divertida de Reborn era insoportable. Lo odiaba—, haré doble guardia.

—Entonces te llamaré para pactar.

 

Maldito idiota con cuerpo de dios griego y trasero de actor porno. ¿Cómo iba a negarse a ese hombre ahora si no pudo hacerlo en su adolescencia? ¡No podía! Y tampoco quería.

Era patético.

Pero tenían que verlo con el uniforme, ¡diablos! Era un maldito adonis. Por eso no le sorprendía verlo de novio con alguna mujer de lindas facciones y cuerpo de ensueño, ¿y qué mujer se iba a negar salir con un oficial de policía encaminado a un futuro prometedor en el departamento que deseara? Eso sucedía a menudo y eran las únicas veces donde los “polvos” quedaban prohibidos… porque Reborn le era fiel a la pareja de turno. Algo bueno debía tener ese hombre.

 

—Infeliz.

 

Mientras maldecía entre dientes se colocaba sus adorados guantes azules con detalles en negro, sus favoritos cuando se sentía como la muñeca inflable de su “amigo”. De esa forma se reconfortaba. Era una forma extraña de hacerlo, pero le venía bien y era una afición sencilla. Tal vez por eso coleccionaba guantes, cada uno comprado para compensar algún conflicto sentimental en su vida…, y todos esos casos se relacionaban directamente con Reborn. Así que tenía un surtido casi cómico de guantes de todo tipo, desde ceda hasta lana con dibujitos de patos.

Mierda.

Olvidó traer el de patitos.

Esos hubiesen sido perfectos para matar la tensión con su primer paciente: una pequeña niña de no más de cinco años que lloraba quedito por la quemadura en su mano. Los accidentes pasaban, más con niños pequeños, y era su deber atenderlos lo mejor que podía. Lo bueno de su trabajo como médico era que le quitaba todo su tiempo y así evitaba pensar en lo mal que se sentía por su rara vida sentimental y personal en sí.

Aun así, amaba su trabajo. Y seguramente Reborn también lo hacía con el suyo.

 

—Hallamos algo —Reborn miraba a su compañero quien le cedió algunos documentos—. Interconectamos los casos de aquí con los de dos prefecturas —la sonrisa acentuaba los ojos azules del idiota.

—Genial —no pudo evitar sonreír mientras jugaba con una de sus patillas—. Así que nuestras sospechas eran ciertas.

—Sí —el rubio sonreía triunfal mientras se acomodaba las mangas—. Con esto tenemos el ascenso en nuestras manos-kora.

—División de investigación —sonrió antes de relamerse los labios—. Genial. Algo más interesante que hacer.

—Y podemos dejar de usar estos uniformes —el rubio elevó sus brazos con cansancio y se estiró cual gato—. No lo voy a extrañar, es incómodo a veces… Aunque atrae a las chicas.

 

Cosas que sucedían en su vida, cosas que le hacían divertida la vida, tal vez por eso estaba tan feliz… Porque ya tenía permiso de inmiscuirse en los registros que lo llevarían hasta el asesino que rondaba en el país, uno cuyo modus operandi ya reconoció pero que ahora certificaría y denominaría como un asesino serial. Un jodido asesino al que quería encontrar porque era una jodida piedra en el zapato.

Uno que le quitó a su prometida.

Reborn juraba que iba a atraparlo como fuere, porque se lo debía a ella. Por eso ni bien lo movieron de departamento —cosa de dos días porque sólo faltaba hacerlo formal pues vivía ayudándolos a capturar a los malos—, empezó a absorber toda la información necesaria junto a Colonello para certificar que sí, tenían a un asesino serial que se movía mucho y pocas evidencias dejaba. Además, las preferencias de ese tipo estaban bien determinadas por su gusto por mujeres entre los veinte y treinta años.

Era un misógino o simplemente un fetichista muy peligroso.

 

—Vamos, Reborn… Ya tenemos un cuerpo nuevo.

 

Uno más. Un caso más.

Apenas vio la escena del crimen y el cuerpo, su mente hizo clic. Era él. Era su maldita presa. Reborn no podía estar más eufórico y feliz porque con esa pobre mujer muerta pudo certificar que su asesino estaba en la ciudad. Era su hora de brillar, su oportunidad de atrapar al imbécil ese… porque debía ser un hombre, de otra forma no se explicaba cómo podía mover a la persona desde a última ubicación en que alguien la vio hasta el borde de la ciudad y dejarla tan perfectamente posicionada.

La víctima siempre aparecía recostada sobre una banqueta, con una posición muy común, como si estuviese durmiendo, con el cabello arreglado para que le cubriera el rostro y sin rastro alguno de violencia que diera alarma a quienes vieran a la mujer. Nadie se fijaba en que la víctima estaba muerta sino hasta se acercaba lo suficiente como para tocar su fría piel y notar su nula respiración.

Lo peor no era la posición o la naturalidad con la que la víctima era dejada, sino lo que escondía debajo de la ropa intacta. El asesino dejaba huellas claras de ser él quien cometía el crimen porque había siempre una marca en el vientre de la víctima que asemejaba casi a la perfección a la secuela de una cesárea reciente, pero que escondía mucho más. Encubría que el jodido desubicado les quitaba el corazón, el útero y ovarios a las víctimas. Así de aberrante como sonaba.

Sentía pena por la pobre alma, la familia y demás, pero les juraba atrapar al desgraciado.

Entendía su dolor porque él ya pasó por eso. Por un doloroso luto. Ignorando los motivos del asesino y sintiéndose impotente.

Siguió las pistas dejadas, pocas, casi nulas. Un rastro de formol en una esquina de la blusa de la chica, un moretón en la mejilla de la misma, la cicatriz, la falta de órganos, las veinticuatro horas desde la muerte de la mujer, la distancia entre la última ubicación hasta el lugar donde fue hallada muerta, y finamente el trabajo que realizaba la dama. La mayoría de víctimas eran mujeres solteras que terminaban turnos de oficina y/o hacían horas extra, eso se dio a conocer mediante los estudios e información dada por los familiares. Pero a más de eso se tomaban en cuenta las características físicas de la víctima como el cabello largo y castaño, ojos negros y contextura delgada y pequeña.

 

—Es un patrón, ¿verdad?

—Sí —Reborn miró al rubio y señaló las fotografías pegadas en la pizarra—. Son castañas. Las últimas tres víctimas fueron castañas… y de contexturas pequeñas.

—Las anteriores fueron rubias. Tres, fueron tres… —Colonello contabilizó con rapidez—, y antes fueron azabaches, también tres.

—Rota —Reborn se fijó en eso y no pudo evitar abrazar al rubio en agradecimiento porque no notó ese patrón antes—. Está rotando… —señaló—. Azabaches, rubias, castañas —sonrió—. Vuelven a tocar azabaches.

—¿Y si decide cambiar?

—Confiemos en que no —tomó su chaqueta—. Vigilemos las oficinas, tal vez podamos ayudar a una posible víctima.

—¿Y no le decimos al jefe?

—Envíale un mensaje.

 

¿Cuántas veces se había frustrado porque no hallaba algo evidente? ¿Cuántas veces vio el rostro de su difunta prometida reflejado en las víctimas? ¿Cuántas veces entró en crisis de ira por el dolor que aún lo invadía? ¿Cuántas veces iba a fallar y ver un nuevo caso añadido a la larga lista?

Al parecer iba a seguir de esa forma. Porque dos días después de su descubrimiento, una víctima más se añadió a su repertorio. Una mujer reportada como desaparecida en una zona que él no tomó en cuenta para vigilar: la zona de bares y karaoke donde todos iban a disfrutar de una bebida después de un largo día de trabajo.

¡Joder! ¿Cómo no lo vio antes?

Era obvio. Algunas mujeres tenían que separarse del grupo para ir a tomar el tren y si bien la última vez que se las veía era en las cámaras del servicio de transporte, no tomaron en cuenta el destino anterior a este. Los bares, donde nadie se fijaba en quien la rodeaba, donde podía convivir con extraños y no notar que alguien la vigilaba, donde cualquier extraño escuchaba detalles de una persona pasada de copas.

El maldito analizaba a su víctima, la seguía, tal vez hasta se enteraba de la ruta que iba a seguir y la emboscaba a mitad del camino. ¡Maldición!

 

 

Dame-Tsuna —y sus frustraciones las desquitaba de esa forma. De esa. Porque sabía que el castaño jamás se iba a negar.

—Reborn —aquel castaño salió en pijama, aun con los cabellos despeinados y el rostro somnoliento. Eran las siete de la mañana después de todo—, ¿qué haces aquí? —pero fue empujado dentro y apenas pudo jadear antes de participar en un beso necesitado que lo dejó sin aire—. E-espera— intentó empujarlo, pero esas manos ya empezaron a desvestirlo—. ¡Aun ni me lavo los dientes! —alejó ese rostro y cubrió su boca.

—No me importa.

—¡Pero a mí sí! —jadeó antes de girar el rostro y refunfuñar—. Al menos tomaré una ducha. Huelo a hospital aún.

—Tsunayoshi —notó algo y por eso lo detuvo. Examinó la leve marca en el cuello ajeno y no pudo evitar investigar—, ¿te acuestas con alguien más?

—¿Qué? —al parecer ya despertó por completo porque esos ojos retomaron su brillo habitual.

—Lindo rasguño —sonrió divertido detallando la herida—, supongo que fue de una mujer. Pensé que sólo te acostabas con hombres y que eras…

—No —el pequeño golpeó la mano ajena y apretó los labios—. ¡No es eso!

—¿Por qué tan a la defensiva? ¿O son nervios? —soltó un bufido burlón.

—Nada —suspiró y se mostró incómodo.

—No me molestaría si te acostaras con alguien más. Sabes que no me debes dar preferencia, ni yo a ti.

—Fue un incidente con una paciente —Tsuna suspiró antes de encaminarse a su baño—. Sin más preguntas. Sabes que no me gusta hablar de mi trabajo cuando vienes por un “polvo”.

 

Reborn rio bajito, soltando carcajadas burlonas y forzadas. Era tan fácil molestar a ese doctorcito, le gustaba hacerlo muy a menudo y hasta un par de veces se había pasado de la raya. Pero el enfado de Tsuna no duraba demasiado y en menos de lo pensado volvían a ser como antes; siempre volvían a repetir un encuentro fogoso y perdonaban sus malas bromas.

No había líos, sólo se veían para tener sexo y charlar, a veces incluso sólo hacían lo segundo; y por eso adoraba tener al castaño como amigo con derechos, porque era un buen amigo… y era un buen sexo. Nadie salía lastimado de esa forma. Casi nadie.  

 

Tienes que venir. ¡Joder! Tenemos una testigo —eso fue lo mejor que le pudo pasar en esos días. Colonello se merecía una cerveza por avisarle y esperar a que fuera a la estación para el interrogatorio.

—Tsuna —golpeó suavemente la puerta del baño y elevó su voz—, tengo que irme.

—¡Y me levantaste tan temprano para esto! —el castaño salió del baño a medio desvestirse— ¡Eres un idiota!

—Es importante —ignoró lo dicho mientras se encaminaba a la salida.

—¡Sabes que hice turno nocturno! —le lanzó su camisa de dormir—. ¡Estoy cansado y aun así estaba dispuesto a ceder!

—Te compensaré.

 

Nada podía ser más importante que un testigo, el único hasta ese momento. Incluso podía besar a la mujer que temblaba mientras esperaba a que ellos dos se sentaran frente a ella. Lloraba y se le notaban las ojeras. Había decidido ir a la estación tras ver que en las noticias se mostró el rostro de la última víctima de asesinato. Le pesaba la consciencia y eso le ganó al miedo.

Todavía había personas más o menos buenas en ese mundo.

La escucharon con atención, anotaron las cosas importantes, y al final tenían la escena del crimen visualizada por un tercero.

Ella era una camarera en un bar; a eso de las once salió a dejar algunos cartones y botellas para el reciclaje en el callejón detrás del bar y lo vio todo. Un hombre encapuchado que sujetaba a una muchacha por la cintura y le cubría la boca con fuerza hasta que ésta dejó de moverse de poco en poco. Quedó paralizada y vio como aquel encapuchado cargaba a la muchacha al hombro, como si no pasase nada, e intentaba irse. Pero cruzaron miradas por error.

 

—Dejó a la chica de lado y se me acercó, intenté correr, pero me ganó el pánico y ni siquiera grité. Se acercó tanto que pude ver sus ojos marrones, su piel levemente bronceada y parte de su cabello…, era castaño, la capucha le cubría así que no sé si era largo… Parte de su cara se escondía detrás de una bufanda. Usaba un abrigo largo de color violeta, la demás ropa era negra…

—¿Algo más que recuerde? —el rubio hablaba con amabilidad, alentándola a seguir.

—Guantes —la mujer miró a los investigadores—. Usaba guantes de color azul eléctrico… También sostenía un cuchillo y quiso apuñalarme, pero pude reaccionar y tirarme al suelo. Unos tipos aparecieron al final del callejón y les pedí ayuda, pero estaban ebrios… El asesino sólo se alejó, cargó a la chica y desapareció tan rápido que poco pude hacer.

—¿Por qué no llamó a la policía?

—Me dio un ataque de pánico, mi jefe tardó en controlarme y me dio un calmante —lloraba—, estaba en shock y no podía hablar mucho… Pero cuando vi las noticias y la chica… no pude…

—Tranquila —Colonello la reconfortaba dándole caricias en la espalda.

 

Reborn no emitió siquiera un sonido porque estaba analizando la información que le acabaron de proporcionar. Ahora entendía por qué no había huellas digitales en la víctima, la escena o algo material que llevara la mujer. El tipo usaba guantes y con eso cubría sus huellas. Además, usaba un cuchillo para amedrentar y algo para dormir a las víctimas. Cabello castaño y ojos marrones…, la ubicación en la zona de bares…, la mujer castaña que luchó intentando zafarse del tipo.

Su mente hizo “boom”.

Se tuvo que levantar y sacar un mapa de la ciudad para marcar la zona del bar donde desapareció la chica, marcó también el sitio donde encontraron muerta a la mujer y finalmente… el hospital. El bar no estaba tan lejos del hospital, en auto no serían más de diez minutos, suficiente tiempo para desaparecer un cuerpo y volver a su rutina normal en el turno nocturno.

No podía ser cierto.

Aun así, las sospechas y las pistas sonaban coherentes.

Y había evidencias.

Por eso estuvo en ese hospital a media mañana, mirando las calles que lo rodeaban, fijándose en los sitios de aparcamiento de los médicos, la zona de urgencias; pensando en si alguien notaría que en un auto estaría un cuerpo o si habría la posibilidad de esconder a alguien en… ¡La morgue! Por dios, era un hospital, podía esconderse a alguien donde sea… Pero debía tener una evidencia o algo para poder revisar las cámaras de seguridad sin una orden, o podía esperar hasta que Colonello consiguiera que su jefe hiciese uso de sus contactos en el hospital.

 

—Tsuna-kun —sonreía la castaña—, claro, ayer estuvo en el turno nocturno.

—¿Siempre estuvo aquí?

—Estaba en emergencias por lo que no lo vi siempre, así que no podría decírtelo.

 

Colonello llegó entrada la tarde con la información de que los dejarían ver los videos de seguridad. Reborn siguió al castaño en ese turno nocturno y certificó que no tuvo problemas con ninguna mujer, todo fue tranquilo y normal…, pero sí…, desapareció en un periodo de tiempo de veinte minutos alrededor de las once de la noche.

Era todo.

No estaba del todo confirmado, pero sonaba coherente sospechar y Colonello estuvo de acuerdo. Por eso acorralaron al médico que estaría llegando a su turno y empezaron con las preguntas. Tenían entre manos un duro interrogatorio.

Si resultaba ser cierto…. Esperaba que no fuera cierto.

 

—¡Me estás culpando de un crimen! —lo supuso. Tsuna podía ser la persona más pasiva de la historia, pero había veces en las que estallaba— ¡¿Es en serio, Reborn?!

—Responde dame-Tsuna.

—¡CON UN DEMONIO! —les lanzó el estetoscopio, típica respuesta de alguien que esconde algo— ¡Soy médico! ¡Salvo vidas, no las quito!

—¿Qué guantes usabas ayer? —Reborn sabía de esas aficiones extrañas de Tsuna por coleccionar esas cosas—. Responde.

—¡¿Y eso que tiene que ver?!

—Dime —mantuvo compostura al contrario del castaño y de Colonello que se estaba burlando del doctor al que superaban por varios centímetros.

—Azules —Tsuna respiró profundo para intentar calmarse—. Me gustan los azules y lo sabes.

—¿Lo arresto, compañero? —Colonello se estaba burlando, claro, pero no esperó que el castaño sostuviera una jeringa para defenderse.

—No es suficiente —Reborn miró al castaño y se acercó sintiendo la amenaza de esa aguja—. La herida de tu cuello la hizo una mujer…, ¿quién y por qué?

—Yo… —ambos vieron dudar al doctorcito, incluso tartamudeó un poco—. No… n-no responderé a eso.

—Dilo —insistieron en coro.

—No —retrocedió.

—Entonces dime, ¡¿por qué desapareciste ayer en tu turno?! ¡¿Fuiste a cometer un crimen y volviste como si nada?! —tomó la mano del más bajito y lo zarandeó. Tenía que presionarlo o no confesaría.

—¿Qué? ¡No! —se indignó de inmediato y empujó al azabache—. ¡Es sólo que no te voy a contar como me hice esa herida!

—¡Dilo! —lo sostuvo de los hombros y lo empotró en la pared—. Dilo —amenazó.

—No creí que tú, por sobre todas las personas, ¡me hicieras esto! —su mano tembló por la ira y dejó de amenazarlo con la aguja.

—¿Por qué no? Ser amigo de un policía sería buena cuartada.

—Acostarme con uno sería una mejor, ¿no? —Tsuna empuñó sus manos—. ¡No vuelvas a buscarme de nuevo! ¡Esto se acabó, Reborn! —sí, lo arruinó— ¡Alíviate la calentura con tu mano, hijo de puta!

—¿Q-qué? —Colonello escupió el agua que bebía—. Ustedes dos se acos…

—¡Responde! —tenía un trabajo que cumplir— ¡Responde, dame-Tsuna!

—Bien —el castaño lanzó la jeringa lejos y empujó al policía—, y para que veas que no miento, iremos con An-chan —abrió la puerta con tal fuerza que golpeó la pared y tembló.

 

An-chan era la cuartada del castaño, una enfermera de ojos verdes y cabellos rubios, muy bonita, quien sonrió cuando Tsuna la saludó. Pero que hizo una mueca al escuchar la explicación y pedido del doctor, para después sonrojarse hasta los huesos porque debía confesar lo sucedido el día anterior. Tsuna miró a Reborn con desdén mientras la enfermera hablaba.

 

—Besé a Sawada-san…, en realidad lo forcé —confesó avergonzada mientras jugaba con sus dedos—. Sabía que escapaba de sus turnos para tomar una siesta de unos diez o quince minutos en los vestidores, y… cuando fui allí lo tomé desprevenido y adormilado… Lo rasguñé por error.

—Gracias, An-chan, y discúlpame por este mal momento —le sonrió con amabilidad—. Puedes irte, y de nuevo… lo siento mucho —pues ambos habían acordado que eso quedaría borrado, en el olvido.

—Yo lo siento, pero me alegra que no vayas a la cárcel —después, la rubia simplemente huyó.

—Te lo dije —Tsuna empujó el hombro de Reborn con fuerza—. ¡¿Cómo carajos se te ocurre sospechar de mí como asesino en serie?! ¡Me conoces desde que éramos niños!

—Así que era una mujer después de todo —suspiró intentando desviar el tema, porque lo había jodido todo.

—Bueno, la descripción calza y la situación también —el rubio se rascó la nuca—. No te culpo, amigo —bromeó Colonello pues era la investigación más divertida en la que participaba—. Las heridas de las víctimas sólo pudo hacerlas un médico, en eso tenías razón, pero… hay otras personas que también hacen cirugías y no tienen licencia.

—¿Cómo voy a cargar con una mujer y matarla? ¡Estás loco! —Tsuna empujó una camilla y bufó indignado—. ¡Idiota, Reborn!

—No te ofendas —el rubio miró al castaño—, pero se nota que no haces ejercicio… Estás muy delgado y enclenque —apenas esquivó el esfero que Tsuna le lanzó.

—No tienes la fuerza física —Reborn miró al castaño con seriedad—, pero tu hermano sí.

 

No lo había descartado, después de todo, Natsu era la copia exacta de Tsuna; eran gemelos diferenciados sólo en un leve cambio de tono en el iris de sus ojos. Natsu era un joven más deportivo que Tsuna, además de extrovertido y de buen ver. Fácilmente convencería a una chica y si no…, la cargaría por sí solo.

 

—No, no, no, ¡ahora culpas a Natsu! —ya no sabía ni como aliviar su ira—. ¡Él está en Canadá, por dios! ¡Esto es demasiado! ¡¿Qué te pasa, Reborn?!

—Llámalo —hizo una mueca. No se iba a ir sino hasta que verificara todas sus teorías, incluso si eso significaba sacrificar el sexo con ese médico—. Hasta donde supe, estuvo aquí hasta hace un mes… Así que llámalo.

—Te odio… En serio te odio —bramó. Sacó su celular y marcó el número entre maldiciones—. Esto no te lo voy a perdonar, Reborn.

—Chao sexo —susurró el rubio en burla antes de que el otro le golpeara la cabeza con fuerza. Rió con ganas, eso sí.

—Natsu… —Tsuna intentó tantear el terreno, pero le quitaron el teléfono y lo colocaron en altavoz.

—¿Hello?

—Dime, ¿dónde estás? —Reborn les hizo una seña de silencio a los otros dos y Tsuna le respondió con una seña obscena.

Bro… I don’t know who you are —se escuchó un sonido ronco, como un quejido, y una caída—, but I don’t like your

—¿Dónde estás? Y no me hagas repetirlo otra vez.

—¿Reborn? —al fin pareció despertar— ¡Qué rayos, amigo! … Es raro que me llames —Natsu pareció jadear— ¿algo pasó con el ATÚN?

—No —escucharon a Natsu suspirar aliviado y decir algo en inglés—. Dime qué hora es.

Bro… tengo resaca… —hipó—. Si no es nada grave y no te molesta, colgaré… e iré a vomitar —se escuchó una leve arcada.

—Responde o le haré daño a tu hermano.

Oye, oye, tranquilo —murmuró algo más antes de aclararse la garganta—. Viejo, desde Canadá no puedo hacer nada por mi atún hermoso y adorable —Tsuna rodó los ojos al escuchar a su hermano—, así que no le hagas nada raro o volaré hasta allá —el tono de voz de repente se volvió grave y amenazante— ¡y te patearé el trasero! ¡Me oíste! … Agh… mi cabeza.

—Sólo dime qué maldita hora es.

Buscando… —sonaron cosas siendo removidas y quejas del gemelo castaño—. Ocho y doce de la mañana. Puta, dormí cuatro horas apenas y tengo… náuseas. O dormí dos días e igual tengo náuseas.

—Nii-san —suspiró Tsuna elevando su voz—. ¿Te sobrepasaste de nuevo en mi ausencia?

Atún… no quiero asustarte, pero… encontré un condón… Creo que traje a alguien a la casa… Oh dios, ¡el condón está roto!

—¡Maldita sea! —Tsuna le arrebató el celular al azabache antes de quitar el altavoz, pero no colgó, tenía que saber qué más pasó en su ausencia—. Nii-san, te voy a matar luego.

—Bien —Colonello soportó como pudo las carcajadas por escuchar al hermano del doctorcito ese y respiró profundo antes de mirar a su compañero—. Concuerda con las horas de diferencia —afirmó pues ahí eran las diez de la noche y algo más.

—¡FELIZ! —Tsuna no soportó y le lanzó un bote de pastillas al azabache—. Mi hermano está en Canadá.

—¿Qué está pasando, atún?

 

Vieron a Tsuna hablar por el teléfono mientras refunfuñaba, Colonello se burlaba de lo que pasaba y Reborn… suspiró. Había acabado con la relación que tenía con Tsuna por estúpidas sospechas que al inicio también consideró imposibles e imprecisas, pero… ¡joder! ¡Estaba desesperado! ¡Creyó por un momento que encontró algo!

Ese tipo era escurridizo. Ahora sospechaba de todos. Pero estaba frustrado porque quería justicia para ella y no había podido dársela.

 

—¡No quiero que hables de tetas! —miraron al castaño que agitaba sus manos con enfado mientras bufaba contra el teléfono.

Acabas de decir tetas… agh, duele —la risa del otro lado de la línea era audible hasta para los investigadores.

—¡Deja de embriagarte a lo loco! —Tsuna disminuyó su tono de voz y salió de esa habitación, pero no sin antes sacarle el dedo del medio a Reborn y azotar la puerta—. Idiotas.

Él sospecha, ¿verdad?

Eres un hermano ¡idiota! Y se supone que eres el mayor.

—Tsunita, debes salir de ahí o caerás. Reborn sólo te hace daño y juega con tus hermosos sentimientos.

¡Compórtate como un adulto, Natsu nii-san! —seguía discutiendo para seguir con su teatrito mientras se encaminaba a cumplir su último turno, porque se iba la siguiente noche. Sus vacaciones acabaron.

—Atún —suspiró—. Te espero en el aeropuerto. Llegar a casa te hará bien porque Reborn es un idiota. Te quiero, atún de mi vida.

Y yo a ti —susurró antes de colgar.

 

Reborn refunfuñó todo el camino de regreso a la estación, soportó burlas sobre su sexualidad que Colonello hacía, maldijo entre dientes porque en esa ocasión sí se pasó de la raya con aquel castaño de adorable sonrisa. Suspiró porque sabía que al día siguiente el castaño se iría a Canadá con su hermano y tal vez ya no regresara. Porque Reborn sabía que obviamente Tsuna sólo retornaba a Japón por él, únicamente por él, porque ese niño estaba enamorado de él.

Era consciente de eso y sacó todo el provecho posible.

Joder.

Era idiota.

Ta vez por eso no se esperó esa visita al día siguiente.

Vio a Tsuna en el lugar de espera de la estación, jugando con sus manos de forma ansiosa…, y junto a él, una maleta de viaje. Se lo veía tan desganado, triste, nervioso también. Reborn sintió que no se merecía esa sonrisa que el castaño le dedicó, porque había sido un cretino con aquel castañito al que usó desde que eran apenas unos mocosos.

Le tenía cariño, siempre lo tuvo, pero no podía darle más porque su corazón se fue junto con la única mujer que amó.

 

—Debiste irte sin decir nada —eran acompañados por el ruidito de las ruedas de la pequeña maleta que Tsuna arrastraba, misma que tenía las pocas pertenencias destinadas a esa semana.

—Lo sé —el castaño suspiraba con pesadez mientras veía los árboles que adornaban aquel parque—, y aun así… —jugaba con su guante blanco en esa ocasión y usando su boca se lo quitó—. Lo sé… Eres un imbécil y no debería estar aquí —buscó entre los bolsillos de su maleta de mano—. Pero debía darte esto.

—¿Qué?

—Esto —Tsuna se detuvo y apretó sus manos desnudas—. Es un regalo.

—¿Por qué?

—En dos días es San Valentín —tomó la mano del azabache y estiró su puño cerrado—. Y yo quería darte algo especial.

—Tsuna…

—Lo sé, lo sé —suspiró sonoramente antes de colocar el par de objetos en la palma ajena—. No debería hacer esto.

 

Un bombón envuelto en papel brillante amarillo y una cadena gruesa con un dije en forma de sol. Un detalle que Tsuna había estado guardando para ese día especial, pues sinceramente iba a quedarse hasta el catorce de ese mes sólo para declararle —al fin—, sus sentimientos al imbécil ese… Porque decidió que era hora de terminar con esos encuentros casuales que tanto le hacían daño.

Lo amaba y creyó que era momento de decirlo.

Pero todo se fue a la mierda cuando el idiota de Reborn le lanzó esa acusación, y decidió seguir con la fecha del boleto dictado para esa tarde. Si tan sólo Reborn no se hubiese portado como un cretino y lo hubiese tachado de asesino, si tan sólo hubiese tenido el valor de aclarar todo con ese imbécil para que dejasen de ser amigos con derechos y fueran un poco más allá.

 

—No puedo aceptarlo.

—Lo sabía —Tsuna apretó los labios, pero negó el regalo que quería ser devuelto—. Son para ti…, es un detalle.

—Estoy saliendo con alguien —Reborn miró la decepción de ese niño. Se sintió estúpido por sospechar de Tsuna porque era un libro abierto y jamás podría ocultar un delito tan grave—. Desde ayer… —aclaró—. Al fin me dijo que sí.

—Joder —quiso llorar, pero en vez de eso sólo rió—. Se me olvida que eres heterosexual —bromeó forzadamente—. Debes estar incómodo con esto.

—¿Me amas?

—Sí —desvió la mirada, pero sonrió antes de palmear levemente la mano que sostenía el regalo y la cerró—. Y estos son mis sentimientos…, pero no los quiero de vuelta. Puedes tirarlos si es lo que deseas, Reborn.

—Lo siento.

—No, no —negó y retrocedió para empezar a colocarse sus amados guantes—. Tranquilo…, no te disculpes. Yo debí suponer que algo así pasaría.

—Tsuna…

—Espero que seas feliz, ¿sabes? —suspiró antes de reunir fuerzas para mirarlo y memorizar ese rostro—. Cuida de la chica, cásate con ella y ten hijos. Seguramente serán lindos —hablaba para controlar su necesidad de llorar—. Cuídate mucho y…

—Tsuna, ¿puedes dejarme hablar?

—¡No! —respiró profundo y ahogó un sollozo— Porque dolerá más —apretó los labios—. Yo te amo, Reborn, lo he hecho desde los quince —rio bajito—, pero siempre supe que no tenía oportunidad… y aun así… lo que teníamos fue agradable.

—No volverás, ¿verdad?

—Jamás. Ya no… —miró a esos pozos negros—. No quiero sufrir más, Reborn.

—Te deseo lo mejor, Tsuna.

—Sé feliz, Reborn, y aléjate de los peligros… No desearía que murieras —besó sus dedos antes de acariciar la mejilla del policía—. Suerte con todo… y espero que la pases bien en San Valentín —soltó unas susurrantes carcajadas—. Cuídate.

 

Reborn vio cómo el castaño se alejaba a paso apresurado, arrastrando la maleta que apretaba con fuerza. Se quedó en silencio mientras ese doctorcito se alejaba de él definitivamente. Tuvo ganas de decirle que mintió sobre que estaba saliendo con alguien, pero, ¿para qué? ¿Para dañarlo más?

No podía simplemente decirle que después de tantos años teniendo sexo llegó a sentir algo más que cariño por él, no podía negar que estaba reacio a formar una relación formal con un hombre o siquiera aceptar que…

No importaba.

No quería seguir jugando con ese niño. Tsuna no se lo merecía.

Lo dejaría ir.

Lo dejaría llorar a solas.

No lo vería abordar ese avión como en otras veces hizo.

 

—Te ves patético, hermanito —Tsuna sintió el abrazo de su copia y se aferró a él con necesidad.

—Lo sé, lo sé —sorbió una vez más su nariz y se limpió las lágrimas—. Pero ya acabó.

—Bueno… —Natsu sostuvo el rostro de su pequeño atún y lo acarició con sus pulgares—, te gustará saber que le dejé un regalo a ese idiota que te ha usado por años.

—Natsu —reprochó, pero terminó por reírse.

—Tranquilo, sin huellas —rio divertido antes de guiñarle un ojo y acomodarse la gorra que ocultaba sus cabellos—. Ahora vamos… Nos espera el vuelo hacia Canadá.

 

Natsu estaba ahí, en Japón, y Tsuna lo adoró inmensamente porque no hubiese sabido qué hacer si es que se trepaba en ese avión con el corazón roto. Al menos Natsu le hacía bromas y así se olvidaba de todo, incluso de lo molesto que resultaba el control del equipaje.

Pero terminó riéndose porque les encontraron dos botes de mermelada de fresa —uno en el bolso de Natsu y otro en el suyo—, y la mujer que les tocó como escrutadora probó un poco con su dedo para verificar que no era algo fuera de la ley. No la culpaban, ¿quién no quería probar esa rica mermelada?

Pobre.

Se montaron en el avión sin problema, jugaron con sus asientos, revisaron las revistas mientras empezaban con el despegue, y al final se quedaron callados juntando sus cabezas mientras veían un video en conjunto, compartiendo los audífonos.

El plan que tenían era jamás volver a Japón de nuevo… No después de que casi fueron descubiertos.

Casi. Por poco.

 

—¿Qué hiciste con la “bodega”? —miró a Natsu quien rodó los ojos.

—Todos los frascos fueron destruidos, y quemé toda la evidencia. Incluso tu abrigo violeta y los guantes que tanto amas fueron hecho cenizas —murmuró quedito y palmeó la pierna de su hermano—. Todo se destruyó, tranquilo.

—Maldita sea —Tsuna suspiró mientras jugaba con los dedos de su hermano—. Tanto que me costó conseguir esa colección. ¡Mi colección!

—Yo lo hacía por diversión —rio Natsu—. Pero fue bueno que te unieras a mí después de que te vengaras de Luce por robarte al adonis de Reborn. Pobre Luce… Hasta me caía bien.

—¡Cállate! —le golpeó el hombro.

—Ya sé, ya sé… No te gusta hablar de eso.

—Crees que la mujer esa —Tsuna se refería a la que les revisó el equipaje de mano—, ¿se imaginaría que en medio de todo eso estaba… una parte de Luce?

—No —Natsu soltó una carcajada antes de mirar su propio bolso de mano—. No creo que se imagine que tenemos dos de tus preciosos tesoros escondidos en la mermelada de fresa —susurró en el oído de su hermanito.

—Idiota —suspiró antes de volver al video.

—Y… —Natsu miró a su atún antes de sonreír ladeadamente—, ¿qué quieres ahora? Ya sabes…, ¿festejar con una castaña? ¿Pelinegra?

—Pelirroja —suspiró profundamente antes de apretar los dientes al recordar a cierta mujer que parecía ser muy cercana a Reborn en esa estación de policía—. Una pelirroja.

—A la orden hermanito.

 

Nadie sospecharía que esos dos castañitos de porte ingenuo andarían en algo raro. Nadie siquiera se imaginaría que el mayor de los gemelos tenía una fascinación insana por ver a una persona desangrarse. Nadie sabría que Tsuna adoraba coleccionar cosas especialmente difíciles de conseguir y tenerlas como trofeos de guerra.

Nadie sospecharía que el asesino serial sería en realidad dos gemelos idénticos.

Nadie sospecharía que ellos dos eran los asesinos seriales de mujeres.

Y la prueba estaba en la mermelada, única cosa que Tsuna pidió conservar.

Porque aquel médico no quería separarse jamás de la mujer que le quitó el amor de Reborn.

Y a la que él le quitó la vida. La primera vida que manchó sus manos.

 

—El corazón representa los sentimientos y el alma misma de una persona —Tsuna recitaba eso en murmullos porque era como su mantra.

—Y el útero, la capacidad que tanto envidias —se burló Natsu entre risitas—. Aquello que te diferencia de cualquier mujer y que Reborn buscaba, pues quería tener hijos.

—Cállate —amenazó.

—Reborn es un idiota por no aceptarte, atún —besó la mejilla de su hermano—. Aun si no le puedes dar hijos…, estabas en verdad enamorado de él.

 

Natsu jugaba con la herramienta con el que perpetrarían su crimen, su nuevo crimen. Adoraba hacer eso junto con Tsuna porque así sentía latente la conexión que tenían como gemelos. Reía mientras bailaba tontamente al ver a aquella jovencita de cabellos rojizos, desnuda por completo, presa de un leve calmante que no duraría mucho y a la que amordazó para que no gritase demasiado fuerte.

Le cedió el bisturí a su castaño hermano menor y se quedó mirando el rostro de la chica atada a esa camilla con sábanas de plástico para no manchar más de lo necesario. Vio con atención cómo la niña despertaba cuando la piel se le estaba siendo cercenada, se embelesó con la expresión de terror al verse atada y sentir la sangre brotar de su cuerpo. Gozó con cada segundo mientras su hermano abría ese cuerpo que se agitaba presa del dolor y pánico, y extirpaba aquel órgano reproductor que caracterizaba a la mujer. Sintió el aroma fuerte de la sangre caliente que se deslizaba por la piel de la chica. La vio morir poco a poco mientras convulsionaba debido a —seguramente—, un ataque cardiaco y a los efectos de desangrarse.

Le gustaba pensar que murió por el dolor.

Disfrutó de verla irse con los ojos llorosos y mirándolo con súplica porque detuviera eso.

 

—Por esto —soltó un bufido— Reborn no me tomó en serio —en las manos enguantadas del castaño menor se hallaba una masa de músculos rojiza y que despedía vaho debido al calor del cuerpo que abandonó—. Algo tan minúsculo y repulsivo como un útero.

—Eso fue genial —reía Natsu aplaudiendo y haciendo resonar sus propios guantes—. Duró más que las demás. Hasta vio su útero antes de fallecer.

—Maldito órgano —Tsuna apretó aquella cosa y dejó la sangre caer en el recipiente que usó para recolectar—. Maldito sea.

—Tranquilo, tranquilo —Natsu golpeaba levemente la espalda de su hermano mientras mostraba el frasco lleno de líquido conservador, formol si no mal recordaba—. Ya empezaste tu nueva colección, tranquilo.

—Lo sé.

 

Colocaban el primer órgano en el frasco transparente, lo sellaban, etiquetaban, limpiaban la zona adecuada y lo colocaban en el estante junto al frasco marcado con el nombre de Luce y que también contenía un útero junto con los ovarios.

Pobre Luce, a Natsu le caía bien…, pero su hermano la decidió como primera víctima y sinceramente le gustó ayudar. Además, la familia era primero y por eso siempre apoyaba a su atún.

Lindos recuerdos. Buenos recuerdos.

De una forma casi semejante a su accionar actual, fue como —a los diecinueve años—, Tsuna se unió a él en esa faena por liberar a la sociedad de mujeres burdas, simplistas, resignadas al fracaso, depresivas, putas, elegidas por venganza o simplemente al azar. Y a partir de ese punto sus crímenes se volvieron más elaborados y perfectos puesto que Tsuna estudió medicina. Hasta llegaron al punto en que no dejaban rastros.

Nadie sospechaba de ellos.

Y si se podía… morirían libres.

Aunque conociendo a su perfeccionista hermano, eso sería una realidad.

 

—Ahora el corazón —era la réplica de Tsuna.

—Aun no me creo que puedas sacarlo sin hacer otra incisión —reía para sentarse junto a Tsuna y así poder mirar con detalle. Natsu no hacía la extirpación porque no tenía dotes manuales.

—Tengo brazos largos y una habilidad única para hallar órganos, ¿qué esperabas?

—¡Hazlo! ¡Hazlo! —señalaba la herida abierta en la chica—. Quiero ver.

—Fetichista.

—Amargado.

 

Eran dos hermanos con doble vida.

Eran dos gemelos que seguían practicando fechorías sin haber sido descubiertos.

Porque incluso acabaron con la testigo dejada en Japón y lo hicieron quedar como un crimen más del asesino serial.

Ni siquiera Reborn, con lo buen investigador que era, logró dar con ellos.

Era su más hermoso secreto.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Esto me costó mucho de plasmar por diferentes motivos. Por la dura situación con los femicidios dados en el mundo, porque se me apagó la compu al inicio y no estaba dispuesta a repetir el lemon que inicialmente quise hacer —así que quedó así—, y porque tuve que leer sobre criminales coleccionistas para esto.

Fue horrible y sinceramente no pensé volver a pasar por esto para hacer un fic, aun así, intenté darle un toque diferente. Espero no haya sido tan malo.

Trataré de que los demás shots sean más cortitos y menos trágicos que los anteriores. Veamos qué sale.

Krat los ama~

Besos~


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