Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento haberme tardado tanto, es que estaba un poco ocupada. Bueno, ya volví, con un nuevo capítulo de la defensoría del tiempo, dedicado a Zafiri y Krest, nuestra pareja real favorita.

“Ahhhhh… más… vamos… más…” Zaphiri gemía mientras su amante entraba en él con la fuerza propia de un caballo. Un semental muy ardiente. “¡AHHHHHHHH! ¡SÍ! ¡SÍ!” Krest aumentó la velocidad para complacerlo. Habían pasado una semana muy atareada, con los exámenes finales y las pruebas de vuelo, junto con todo lo demás y no quería perder un solo segundo. Oh, qué buena manera de pasar el tiempo. “¡DIOS! ¡Grigorótera, kakó!”

“¿Nous avons commencé avec l'épicerie, mon petit?” preguntó el francés entre jadeos. Sus labios se estrellaron de nuevo, los cuerpos prácticamente chocando entre ellos hasta que el sublime placer del orgasmo les dejó incapacitados de hacer nada más que respirar. El peliazul gruñó suavemente cuando el otro se deslizó fuera de él, poniendo fin a sus actividades nocturnas. Y vaya que lo necesitaba, ya no podía más.

“¿No es… increíble cómo los aparatos de traducción fallan cuando nuestras mentes están en otra página?” preguntó el griego, moviéndose contento por debajo de las sábanas.

“Sí…” el otro contestó, un poco incómodo. El peliazul lo observó, tratando de no quedarse dormido. Su novio había querido decirle algo toda la tarde y no estaba seguro de querer escucharlo. ¿Acaso deseaba cortar su relación? Después de tantos años juntos dudaba que pudiera encontrar a una persona que lo entendiera tan bien como el francés y realmente no le apetecía buscar. “Supongo que no hay otra manera de decirlo, pero me han ofrecido trabajo en la universidad. Como profesor.”

“Vaya, felicidades” comentó Zaphiri, sonriendo. Así que eso era. “Supongo que ahora vas a renunciar a la defensoría y…”

“No, el contrato que firmé era un servicio de por vida y, admitámoslo, hace las cosas mucho más interesantes” los dos se rieron juntos. “Lo que quería decirte era que… ahora que voy a ganar más dinero, podríamos dejar este apartamento y vivir juntos.”

“Ahhhh, pero adoro este lugar” se quejó en broma el griego. El viejo apartamento de Krest no estaba mal para empezar, pero era demasiado pequeño y aún lo compartían con Lugonis… si aún se podía llamar compartir a cuando tu compañero era un excesivamente ocupado residente de cirugía. “Volviendo a la realidad, creo que podemos… no sé… ¿esperar? Hasta que Lugonis encuentre un nuevo compañero.”

“Eso ya lo resolverá él. o lo hará Avenir por él, que está buscando un departamento más barato” negó con la cabeza. “También… quería hablar de otra cosa contigo, pero… puede esperar hasta la mañana. O la noche siguiente. O…”

“¿Quieres pedirme cenar juntos? No te veía tan nervioso desde la primera vez que salimos formalmente” el griego mordió sus labios sin saber qué más decir. “Tranquilo, no voy a negarme. Después de que me has invitado a vivir contigo, creo que mis inseguridades se han desvanecido.” Cerró los ojos, tratando de dormir. Por desgracia, su teléfono tenía mejores ideas. “No te preocupes, lo cogeré”

“Tranquilo tú, es el mío” dijo Krest, suspirando. Con un beso final a Zaphiri, el francés se vistió y salió hacia la defensoría. Una vez ahí se vio con la mirada preocupada de Itia, que charlaba con una renuente Sasha. Se notaba que ninguno de los dos lo quería ahí, pero ¿por qué lo habían llamado entonces? “¿Y ahora qué pasa?”

“Que estamos frente a un dilema” señaló ella, cruzándose de brazos. “Ha surgido un problema en 1789… en la Francia de 1789.”

“1700… es muy cerca de mi época” él la imitó, muy contrariado. “¿Por qué diablos me enviarían a ese tiempo? Hay un protocolo desde el desastre de Hakurei, jamás enviar a un agente muy cerca de su tiempo de origen. Especialmente un caso de PTSD severo, tienden a perder el control de la situación y causar más daño que bien.”

“Por desgracia, no tenemos otra opción” Sasha chasqueó los dedos, mostrando una imagen en las pantallas. “El rey Luis XVI se niega a despedir a Jacques Necker. Si para el 11 de julio del mismo año no se ha logrado su despido, podemos decirle adiós a la Revolución Francesa… y a tu problema de desplazamiento temporal.”

“Hubieron muchas razones por las que estalló la Revolución” señaló Krest, fríamente.

“Sí, pero Necker era tan querido por el pueblo que su despido fue una de las causas del levantamiento popular del 14 de julio” el francés se estremeció, recordando con temor el día de la Bastilla. “Supongo que lo sabes”

“Muy bien”

“Escucha” cambió rápidamente de tono la directora, tratando de ser más condescendiente con él. le estaba pidiendo que ayude a las personas que asesinaron a su familia, algo que tenía que ser más que duro. “bajo circunstancias normales ni siquiera me atrevería a pedírtelo, pero… sabes lo difícil que es entrar a Versalles en esos tiempos. Sólo un noble podría…”

“Ya entendí, soy el pasaje a Versalles, ¿eh?” se mordió el labio. “Cálmate, no soy Hakurei, cumpliré la misión como estaba previsto” apretó los puños. Respiró hondo. “Puedo hacerlo”

“Confío en ti”

“Pues yo no” Itia intervino. “Sabes lo que pasó con Hakurei, eso podría pasar con cualquiera que se encuentre con el asesino de su familia. Además, la misión lo desestabilizará emocionalmente sin importar lo que hagamos, algo que pone en riesgo todo. ¿Te imaginarías lo que sería ver de nuevo a tus seres queridos muertos? ¿Y luego volver a la realidad y darte cuenta de que están muertos? No creo que…”

“Puedo con esto” dijo Krest, con mucha menos confianza de la que realmente tenía. “Sólo envíenme ahí y lo verán. Haré que el rey despida a Necker antes de que… de que eso me afecte demasiado.”

“Krest…”

“El rey ya piensa que Necker es demasiado condescendiente, no será muy difícil convencerlo”

“Y tu yo de…”

“En ese momento está de viaje, llevando caridad a los menos favorecidos” terció el francés. Itia suspiró. Al parecer no iba a ser capaz de convencerlo de que no lo hiciera. Los dos se volvieron a ver en la nave espacial, ya vestidos para la misión. “Krest…”

“Soy su alteza serena, el duque de Noailles” respondió con tono autoritario el menor, adoptando la mirada fría que siempre ponía cuando se enfrentaba a algo que lo asustaba. “Y tú mi paje. Durante mi estancia en Versalles serás mi sirviente. No hablarás, no mirarás, no darás tu opinión… no harás nada. Yo me encargaré de esto.”

“¿Desde cuando eres el superior aquí?”

“Desde que soy el único que por desgracia puede hablar con ese cerrajero sobreestimado” contestó Krest, ajustándose los guantes. “No permitirán que alguien sin un título de nobleza se acerque a su majestad.”

“¿Debería cambiar puestos con Zaphiri, entonces?”

“No, su título no nos ayudará en este momento, no puede demostrar que lo posee” se colocó el cinturón. “Vamos ya, no hay tiempo que perder.”

“Como digas”

-Unos días más tarde-

“Si me vuelven a decir que lleve una jarra de vino a tal o cual… ah, hola, Krest”

“¿Alguien te ha dicho que difamar a los nobles es prácticamente una sentencia de muerte en estos tiempos?” preguntó el duque, poniéndose los incómodos zapatos que las personas de su posición usaban. Tenía ganas de ya marcharse, de alejarse de ese estilo de vida infernal del que siempre había querido huir, pero no podía hasta que se confirmara el despido del Necker. “He hablado con el rey”

“Como todas las tardes durante una semana”

“Esta vez me ha escuchado” suspiró el otro. “Le he regalado un candado que vi por ahí en la recámara de mi padre, de oro con piedras incrustadas” puso cara de disgusto. “El viejo creía que cuidaría bien de su baúl, más se puede abrir con un simple tirón. Resultó ser ornamental, nada más.”

“Deberían devolverle su dinero” comentó Itia, poniendo la botella de vino en la mesa. “Por cierto, tu madre y tu hermana me atajaron en medio del camino, dándome una invitación al té de la tarde para… no tienes que ir si no quieres.”

“Estoy bien” Krest se frotó las mangas, tratando de expulsar ese sentimiento tan negativo que lo invadía cuando hablaban de sus padres. siempre que la imaginaba desde la seguridad del futuro, la reunión con su familia era mucho más feliz. La realidad sin embargo… entre los regaños, la decepción y las palabras de su padre sobre ser la deshonra de la familia; la expresión condescendiente de su madre, que no se iba a meter en esos asuntos y la manera en la que su hermana favorita lo había defendido… no sabía qué le dolía más. Las palabras de sus padres… La sonrisa llena de vida de… “Adrienne”

“¿Tu hermana?”

“Sí” terminó con su tarea, caminando hacia la puerta. “Es la única a la que realmente quiero ver.”

“Espera” lo detuvo Itia, no sabiendo cómo preguntar lo que quería. “Tú… y esa chica… parecen muy unidos, ¿no?” él asintió. Antes de que se casara, Adrienne y él eran inseparables. Por eso dolía tanto volver a verla. “¿La mataron los revolucionarios?”

“No, qué va, la mató una enfermedad en una cárcel extranjera… después de que el idiota de su marido se metiera en problemas en Austria” abrió la puerta. “Ordena mi recámara y haz mis maletas. Voy a salir pronto en un largo viaje.”

“Como ordene mi señor”

Krest caminó por los pasillos llenos de oro, obras de arte y otras cosas valiosas del palacio al que nunca quería volver. Tan sólo ver el lujo en el que vivían los nobles mientras el pueblo se moría de hambre… simplemente no. Respiró aliviado cuando se dio cuenta de que a pesar de haber pasado los años, seguía siendo el mismo. El bueno, caritativo y socialmente preocupado duque que prefería comprar pan para los pobres que unas zapatillas chapadas en plata. Y que seguía siendo la decepción de sus padres.

“Mírate cómo estás, todo desaliñado” señaló Henriette, su madre. El heredero de los Noailles frunció el ceño, sabiendo que su conjunto actual costaba más que la casa de una familia. “Deberías dejarme encargarte un nuevo guardarropa.”

“El que tengo ahora todavía está en excelentes condiciones, madre” contestó el joven, sentándose al otro lado. Adrienne sonrió, tapando su cara con la taza de porcelana. Siempre había encontrado graciosos los hábitos de su hermano, además de adorables. “Escuché que querías hablarme.”

“Sí, querido” ella continuó, tocando con suavidad el borde de su propio recipiente con aplicaciones de oro. “Creo que ya es tiempo de oficializar tu compromiso con Garnet en frente del rey y del obispo. Podemos hacerla hoy mismo en el salón, incluso tengo el anillo perfecto” sacó una cajita de joyería de su bolsillo, abriéndola para mostrar la pieza a su hijo. “Será maravilloso ver cómo…”

“Creo que deberá ser después de mi viaje, así tendré más tiempo que pasar con mi prometida” terció él, levantándose. El anillo de compromiso para su futura esposa tenía la pieza más grande y más costosa de diamante que había visto, por no hablar de los granates que la rodeaban. “Además, Garnet prefiere la peridot para sus anillos. Dice que los granates extra le restan esplendor al que lleva en el cuello.”

“Ahhhhhh… bueno… yo… puedo hacer que reemplacen los granates por peridots, estará listo cuando regreses de tu viaje” dijo Henriette, ligeramente ruborizada. “Es que… pensé que como los granates eran la piedra de su nacimiento…”

“El granate de su familia es el único que usa, madre. Lo único que quiere de las demás piedras es que hagan resplandecer más su preciada joya” Krest se levantó. “Si me disculpas, tengo que terminar de empacar. Serán tiempos turbulentos pronto y tengo que prepararme para afrontarlos a mi manera.”

“Por favor, cielo, lo único turbulento ha sido…”

“Con tu permiso, madre” él salió del balcón donde estaban tomando el té, seguido por Adrienne. La marquesa de la Fayette lo alcanzó rápido, cogiéndolo del brazo con una sonrisa cómplice.

“Querido hermano, ¿te gustaría llevarme a mis aposentos?” inquirió ella, arrastrándolo. Krest se dejó, queriendo beber la imagen de su hermana un poco más antes de tener que dejarla ir para siempre. “Tú tienes algo más”

“¿De qué hablas?”

“No intentes ocultarlo de tu hermana mayor. Te conozco mejor que tu propia madre” ella se acercó, mirándolo a los ojos. Él se ruborizó, haciendo que ella riera. “¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Estás enamorado!”

“¡Claro que no!”

“¡Claro que sí! ¡Estás enamorado y no quieres decirlo!” ella siguió saltando como una loca. “¿Y bien? ¿Quién es? ¿Acaso una campesina o algo así? Dudo que sea una muchacha de la corte, ellas más bien te dan asco.”

“Yo… a mí me gustan los hombres, Adrienne” confesó él. Ella lo observó por unos segundos antes de restarle importancia. Ese tipo de líos de cama no eran cosa nueva en Versalles. Los romances secretos entre hombres abundaban, aunque no eran realmente secretos. Todos sabían quién se acostaba con quién esa jaula dorada.

“Bueno, me alegro por ti… no tanto por tu compromiso con Garnet, sino por tu hombre misterioso y…” ella movió la cabeza. “Cuéntame, ¿Quién es tu novio?”

“Pues… es un príncipe de la casa de Oldenburgo” confesó, frotándose la coronilla con nerviosismo. Hablar con Adrienne de nuevo lo hacía sentirse tan joven. “Nos conocimos mientras… proporcionaba ayuda médica básica a un convoy atacado por bandidos.”

“¿A un Oldenburgo? ¿De qué rama? ¿Y qué hacía alguien de una familia noble extranjera aquí?” preguntó ella a toda velocidad, mareándolo. Iba a responder cuando ella levantó una mano. “Sabes qué, no me digas nada. Sólo hay una pregunta que importa de verdad: ¿lo amas?”

“Sí… muchísimo”

“¿Y te ama a ti?”

“Sí… al menos eso creo” juntó sus manos. “Nunca me había sentido así, hermana. Quiero… quiero estar todo el tiempo a su lado, pasar el resto de mi vida con él. sé que es tonto, que quizás no me sienta así el año que viene, que tal vez me estoy dejando llevar por las emociones, pero… siento en mi corazón que si lo pierdo, moriré. Que… que no importa cuanto tiempo pase, que seguiré queriéndolo… siempre.”

“Vaya, son las palabras más poéticas que te he escuchado decir, hermanito” ella de repente caminó hacia su joyero, levantando la tapa y rebuscando entre sus pertenencias. Una vez hubo encontrado lo que buscaba, caminó hacia el chico, depositando algo entre sus manos. Era un anillo de oro simple con un zafiro engastado. “Ya está, el anillo perfecto.”

“Adrienne…”

“No es uno de compromiso, es… de amor” ella se ruborizó un poco, sentándose a su lado. “La abuela me dijo que antes de casarse con el abuelo amó a alguien con todo su corazón. No era de nuestro estrato social, pero… en fin, cuando llegó el momento de casarse eligió a la nobleza. Él también la amaba, no quería renunciar a ella, así que le hizo este anillo y lo envió, como una petición para que lo reconsiderara. Ella no lo hizo, más… se quedó con la joya como una muestra de que una vez había amado a alguien. Como tú.”

“Yo y Garnet…”

“Ustedes se casarán, pero eso no quiere decir que sean el uno para el otro. En la nobleza, rara vez es así” ella resopló, jugando con sus dedos. “Debes aprender a separar ambos. Los dos son importantes.”

“¿Y tú y Gilbert? ¿Se aman?”

“Ahora, quizás, pero al principio no. Y temo que tú no llegues nunca a amar a Garnet” cerró sus manos alrededor del anillo. “Dáselo a la persona que cautivó tu corazón. Quizás te traiga más suerte que a la abuela.”

“Tal vez” volvió a observar la piedra azul reluciendo en el oro. “¿Sabías que el zafiro es su piedra de nacimiento?”

“¿En serio?” ella levantó la ceja. “La mía es el topacio, pero me parece que no me queda muy bien. Prefiero las joyas menos ostentosas, como las perlas, aunque madre insiste en regalarme algunos” echó un vistazo a uno de los muchos cofres en sus aposentos. “Ahí tengo un montón de sus intentos de hacerme ver más versallezca.”

“¿Y Gilbert? ¿También te regala cosas para hacerte ver más versallezca?”

“Claro que no, él me conoce bien. Los collares de perlas son su regalo favorito” cogió la caja, tendiéndosela a su hermano. Él la miró sin entender. “Quiero que tengas esto”

“Adrienne…”

“No, insisto. Los pobres lo necesitan más que yo”

“Eres un ángel, hermana” Krest la abrazó, apretándola lo más fuerte que pudo. Cómo iba a extrañarla, cómo deseaba poder retenerla… que no tuviera ese fin que decían los libros de historia. Pero no podía salvar a todos, sin importar lo mucho que los amara.

Al día siguiente se encontró con Itia para partir, desapareciendo de Versalles como muchos años después haría, siendo más joven. Antes de partir, sin embargo, entregó como donación algunas joyas del cofre al señor Gouverneur Morris, que a su vez las haría llegar a James Morris y su esposa. Una inversión a futuro que terminaría por salvar la vida de Adrienne… o al menos alargarla unos años más.

-De vuelta en el futuro-

“¿Y… qué querías decirme?” preguntó Zaphiri, observándolo desde el otro lado de la mesa. Se veía tan hermoso esa noche, casi tanto como el zafiro del anillo de Adrienne.

“En realidad, es algo que quería preguntarte” contestó él, sacando valor del recuerdo de Adrienne. “Hemos estado juntos durante un largo tiempo y creía que era hora de dar el gran paso… el de vivir juntos. Pero antes, hay algo que quería hacer también. Y no lo hago por deber, sino porque quiero” sacó una cajita de joyería de su bolsillo. “Zaphiri, ¿quieres casarte conmigo?”

“¿Siquiera tenías que preguntarlo?” el otro asintió, lleno de alegría. Agradeciendo que lo había mandado a arreglar, Krest deslizó la sortija en su dedo. El zafiro destelló en su dedo, iluminando la habitación. “Cretino, te tardaste en preguntar.”

“¿Oh, en serio?” besó su mano. “Lo lamento entonces, su alteza, sólo necesitaba regresar a Versalles para recoger el anillo de mi hermana.”

“¿Este es de Versalles?  Me siento tan especial…”

Notas finales:

¿Qué les pareció? Adrienne de la Fayette fue un personaje histórico real, su madre Henriette también. Adrienne tuvo dos hermanos, pero murieron al poco tiempo de nacer, Krest tomó el lugar de uno. Espero que no les moleste. Adrienne sobrevivió al gran Terror cuando James Morris y su esposa abogaron por ella, pero murió un tiempo después en Austria. 

Bueno, espero que les hay gustado el capitulo. ¡Review!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).