Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Así que esto es lo que estaba pasando” comentó Itia, observando el cuadro que tenía delante de sí. Los guardias le estaban diciendo a los representantes del pueblo que debían irse del lugar donde se reunían los tres estados… ¿Cómo se llamaba? Krest se lo había dicho esa mañana, cuando salieron de su elegante casa para ver cómo se clausuraba la sala donde los representantes del pueblo hablaban de una constitución. En pleno Versalles. Los nobles y los sacerdotes habían captado el mensaje antes y se fueron. Los proletarios no.

“Es una pésima idea” el joven de Noailles susurró a su compañero. Últimamente se habían enterado de diferentes cosas el uno del otro mientras vivían juntos. En primer lugar, Krest era un acérrimo defensor de los derechos de los ciudadanos, llegando a extremos inusitados… aunque ver a un aristócrata irrumpir en la cámara del rey sin una audiencia, en frente de todos sus ministros, sólo para arrodillarse y pedirle que reconsiderara la clausura de los Estados Generales por el bien de la nación fue genial. En cuanto al americano, el noble sabía que le gustaba ir a los mítines de Robespierre… mucho. Hasta habló con él y St Just un par de veces acerca de sus ideas. Pero ninguno juzgaba al otro, arreglándoselas para ser buenos amigos.

“Lo sé” al aristócrata aún le parecía extraño que estuvieran tan de acuerdo en tantas cosas teniendo dos puntos de vista tan diferentes. ¿O no era así? Desde hace un tiempo había tenido la impresión que el coqueteo de su amigo con las fuerzas anti monárquicas obedecía a otro propósito. Entonces vieron a los guardias correr hasta la sala en donde la Asamblea se acuarteló con sus compañeros. “¿Qué diablos pasa?”

“Los representantes del pueblo no quieren vacar las salas” le informó un joven soldado, aterrado. “La guardia imperial va a sacarlos… ¡van a abrir fuego si no se van!”

“Diablos” los dos fueron corriendo hacia el lugar. Demasiado tarde. Los soldados estaban apuntando a los representantes del pueblo, tratando de echarlos. “Primero lo de las credenciales y luego los amenazan con armas como a criminales. ¿Acaso hay un límite para la estupidez?”

“Pues para el enojo del pueblo sí” Itia lo siguió, sorprendiéndose de la idiotez del rey. ¿Enviar tropas contra su propio pueblo? ¿Acaso deseaba una revolución? No tuvo tiempo para pensar en una salida, porque en ese momento los soldados amenazaron con abrir fuego. Tenía que impedirlo.

“¡NO!” Krest se le adelantó, colocándose con los brazos extendidos frente a la entrada de la sala. Esa determinación… era algo sumamente extraño. “¡No se atreva a abrir fuego, capitán! ¡Soy el hijo del duque de Noailles! ¡Si dispara una sola bala será el culpable de la muerte de un aristócrata! ¡Y no me moveré!”

“¡Quítate de ahí!” el hombre le ordenó, furioso. Nadie se había atrevido a hacer algo así en toda su vida y no sería chantajeado por un idiota amante del pueblo. “¡Si se siguen negando a obedecer, vamos a disparar! ¡Es una orden del rey!”

“No me moveré” el chico estaba de lo más calmado, a pesar de que podía significar su muerte. A sus espaldas, Robespierre intentaba disimular lo enfadado que estaba. Quería que los soldados del rey actuaran… porque así iniciaría la revolución. “¡El rey es el que tiene que recapacitar! ¡Sus súbditos se mueren de hambre, no tienen dinero ni para darles a sus niños un mendrugo de pan! ¡Esta asamblea es un rayo de esperanza para ellos! ¡Por el bien de Francia entera, por favor hagan que su majestad recapacite! ¡Una fuerzas con el pueblo, se lo ruego!”

“¡El pueblo debe obedecer a su monarca!”

“¡No habrá ningún monarca si sigue actuando así!” la declaración de Krest hizo que los nobles a su costado cuchichearan. Itia vio esas caras pintadas de blancas con mejillas sonrojadas por el maquillaje, tan superficiales que sólo se preocupaban de sus propias vidas vacías… y de los rumores, esparciendo su veneno por las ostentosas salas.

“Salgan de ahí…”

“No, nos quedaremos hasta que le demos a Francia una constitución…”

“Tienen que salir de…”

“Robespierre está siendo irracional, ¿no lo cree?” el americano se acercó a uno de los representantes del pueblo. Este le dedicó una mirada inquisitiva. “La verdad es que no tienen que quedarse aquí mientras son amenazados por la guardia real.”

“Tenemos que dotar a Francia de una…”

“Sí, pero no aquí” el hombre lució muy interesado. “No pueden trabajar aquí, sólo conseguirán una masacre. En cambio, si se encierran en otra sala… ¿Qué les parece el Jeu de paume?” no era tan mala idea. La sala del juego de pelota les permitiría trabajar con tranquilidad y conservarse vivos para ver el fruto de su trabajo. “Es sólo una idea, pero si está de acuerdo con el señor Robespierre…”

“No, es perfecto” el representante alzó la voz, llamando la atención de todos. Su líder escuchó la propuesta y anunció que se iban. Los de la Asamblea vacaron la sala de los estados generales sin que se disparara una sola bala, dirigiéndose directamente al Jeu de paume. Krest cayó de rodillas, temblando un poco por su reciente roce con la muerte. La guardia también bajó sus armas habiendo cumplido su misión.

“¿Estás bien?” el americano se acercó al francés, poniendo sus brazos alrededor de sus hombros para levantarlo. Su trabajo se estaba yendo… pero le preocupaba su amigo y no quería dejarlo en medio de víboras venenosas en un momento así.

“Ayúdame… tengo que irme” lo arrastró por los pasillos, entendiendo su situación. Muchas personas habían visto el espectáculo, algunas de las cuales podían hacerle la vida muy difícil a ciertas personas sólo para divertirse. Como una mujer anciana pasó cerca de ellos, chasqueando la lengua mientras lo hacía. “Es mi tía abuela” explicó, finalmente recobrándose lo suficiente como para caminar sin encorvarse. “Seguramente piensa que no ando con la propiedad de un Noailles.”

“Acabas de ponerte frente a un montón de personas con armas por el bien de tu país, creo que por el momento debería tragarse su propiedad y ayudarte.”

“Claro que no, al oponerme a una orden del rey he manchado el honor de nuestra noble e influyente casa… a sus ojos, soy una vergüenza para la familia que deben mandar lejos de Versalles.”

“¿Y vas a irte?”

“Seguro que no, ella no manda aquí y mis padres quieren que me quede hasta que se celebre mi boda con Garnet… si es que no se arma un polvorín antes” se frotó los hombros. “El pueblo no olvidará esto. Tú entre todas las personas debería saberlo” se detuvo. “Aunque… no sé si realmente lo quieres.”

“¿Perdón?”

“Me has dicho que eres seguidor de Robespierre, pero yo no me lo creo. Asientes a lo que dice, pero no te crees su discurso” se volteó, mirándolo de frente. “Y creo que sabes mucho más de lo que dices…” se quedaron en silencio. “Itia… ¿Quién eres?”

“Es mejor que no lo sepas” le dijo, palmeándole el hombro. Se sentía muy mal por lo que iba a decir a continuación, más debía de hacerse. “La verdad es que… también tenía que decirte que me voy a casa dentro de poco. Odio dejarte en esta situación, pero…”

“Yo lo entiendo, Francia no es el mejor lugar últimamente” asintió el aristócrata, aún tratando de encontrar algo en su rostro. Sabía que no era un seguidor de los revolucionarios y que había venido aquí por una razón en específico. ¿Pero cuál? Esa era la pregunta difícil. Hasta ahora sólo lo había visto haciendo buenas migas con los asambleístas, más su nuevo amigo definitivamente se callaba algo mucho más importante.

“Pronto” fue su única respuesta. Unos días después, el 27 de junio, los representantes fieles al rey se dieron por vencidos en su empeño de disolver la Asamblea Nacional y convencieron a Luis XVI de llamar a las tropas. Krest observaba con horror cómo las cosas se ponían terriblemente mal. Itia también, esperando. Y cuando el rey anuló las decisiones que tomaron los diputados del pueblo llano, volvió a disolver a los tres estados y privó a la asamblea de sus representantes de la nobleza y el clero, supo que no había vuelta atrás. El polvorín había empezado. Y nació la Asamblea Nacional Constituyente. Esa misma noche abandonó la casa de los Noailles rumbo al sitio de donde había venido. “Misión cumplida”

“Muy bien” una voz le respondió por un parlante que se encontraba conectado a una consola. “También lo hemos detectado, las fluctuaciones se han detenido por el momento. Vuelve a esperar nuevas órdenes.”

“Sí, señor” tomó los controles de la extraña nave en forma circular, encendiéndola y prendiendo un par de aparatos. Finalmente despegó, desapareciendo del lugar con un ruido sordo. Se mantuvo centrado mientras operaba la máquina, chispas y colores a su alrededor, formando un túnel como esos de las ferias… pero este era real. Y muy peligroso, por lo que necesitaba el mejor piloto para operar. “¿Coordenadas de aterrizaje?”

“Las mismas que de despegue. Deben estar en la memoria de la nave” revisó. Evidentemente, ahí se encontraban. Apretó los dientes, preparándose para tocar tierra. Odiaba el aterrizaje de esa cosa, le daba una sensación de nauseas horrible. De todas maneras, justo como hizo cientos de veces, inclinó los mandos… “Aterrizaje exitoso”

“No para mi estómago” se quejó por milésima vez. Salió de la cápsula, donde le esperaba una habitación llena de gente con computadoras y aparatos de alta tecnología que de ningún modo encontrarías en 1789. “¿Qué tal estuve?”

“Tus resultados fueron muy buenos” alguien habló, levantando la vista de su teclado. “Acabas de salvar a la Asamblea Constituyente Francesa de desaparecer, hecho que hubiera alterado la historia irremediablemente.”

“Y ayudé a iniciar la época de las cabezas cortadas…”

“Se llama el Gran Terror, no lo confundas” el otro suspiró. “Itia, estamos aquí para proteger la historia, incluso las partes que no nos gustan. Es por el bien mayor y tú lo sabes. O al menos creí que lo entendías.”

“Lo sé” aunque no se sentía muy seguro. nunca se había sentido seguro. Y el haber ayudado a iniciar uno de los periodos más tristemente recordados por la cantidad de gente que había muerto en él no le gustaba para nada. Además, el haber dejado a alguien que consideraba su amigo a pesar del poco tiempo que llevaban conociéndose ahí… “Eh… Pakia, ¿puedes hacerme un favor?” el joven levantó la cabeza intrigado. “¿Buscarías a alguien el archivo histórico?”

“¿Quieres que te diga qué le pasó a alguien? ¿Acaso conociste a una chica linda en el pasado?” lo miró con ganas de pocos amigos. “Tranquilo, en un segundo lo hago” cerró la página en la que estaba. “A ver, con wikipedia bastará. ¿A quién tengo que encontrar?”

“Krest de Noailles”

“De Noailles…” digitó el nombre y en seguida apareció el nombre entre los nombres de los hijos de un aristócrata muerto durante la revolución francesa. “Vaya, tu amiguito sin duda no tuvo suerte. Toda su familia fue guillotinada durante la masacre de nobles que siguió a la fuga de los reyes y a su ejecución.”

“Entonces le…” la imagen de un Krest sonriente mientras le entregaba cosas de su propia mesa a los niños de las calles de París se le vino a la mente. Él no se merecía eso.

“Ah, no, de hecho dice que su futuro es indeterminado” señaló él, en seguida captando la atención del mayor. Para más información, abrió la página exclusivamente de Krest de Noailles. “Sí… al parecer pertenecía a una familia de lo más influyente que estuvo en el punto de mira cuando estalló la revolución. Robespierre los condenó a todos, pero el pueblo pidió piedad para él… prácticamente amenazaron con una contrarevolución si no se le liberaba.”

“Obviamente terminó en sólo palabras” Itia se inclinó sobre la pantalla para ver las letras. “Robespierre ordenó el asesinato de muchas personas por menos de esto. Si lo considera un enemigo o un competidor, lo eliminaría.”

“Has dado en el clavo… más o menos” Pakia siguió tecleando. “El pobre chico… su cadáver nunca fue encontrado, pero el chico entró en la Conciergerie de París y jamás volvió a salir. Ni siquiera tuvieron la decencia de guillotinarlo públicamente como al resto de su familia… si es que lo mataron, porque Robespierre lo negó todo” siguió tecleando. “¿Cuánto te apuestas a que sí que lo mandó a asesinar?”

“Todos mis ahorros, porque es una pregunta ganadora… Y si él no lo hizo, St Just sí” se estiró, cansado. Quería dormir, pero por alguna razón no podía sacarse de la cabeza el destino de Krest. “Estoy cansado, voy a la sala de descanso para echar una siesta antes de ir al trabajo. He tenido dos misiones las últimas dos semanas y esa cosa siempre me deja los oídos zumbando.”

“¿Qué este no es tu trabajo?”

“No te hagas, sabes que no puedo vivir simplemente de esto porque es… secreto” se alejó, entrando en un cuarto donde había un montón de camas. Más o menos como en una comisaría. “Tienes que estar descansado para el siguiente vuelo, cierra los ojos…”

“Así no te vas a dormir” Olivia se levantó de la cama más apartada. Era una de las programadoras en jefe y, teniendo en cuenta la delicadeza del proyecto en sí, tenía sentido que se la pasara durmiendo en el cuartel. “De hecho, si quisieras dormir realmente te quedarías lo más callado posible.”

“Métete en tus asuntos”

“Sé que algo te está molestando. Y seguro tiene mucho que ver con lo que hacemos” ella suspiró. “Mira, hay un gran vacío moral entre lo que está bien y lo que está mal en este horrible trabajo. Pero conservar la historia es lo único que mantiene al mundo lejos de una total destrucción. No importa que lo que estemos haciendo esté mal, hay que hacerlo por un bien mayor.”

“Hummm” sí, le habían contado por qué inició este programa. “¿De verdad te sientes cómoda haciendo esto? Porque acabo de dejar a una persona tan buena que se puso delante de unos rifles cargados por su pueblo a un destino terrible y sólo puedo pensar en que tenía mucho que ofrecer… más que yo. Más que muchos de los que sobrevivieron.”

“Apesta, ¿verdad?” volvió a echarse. “Pero no sabemos lo que vaya a pasar si cambias la historia. Y como descubrimos antes de tus primeros viajes express con esas alteraciones en la realidad, a veces corregir lo que creemos que pudimos hacer mejor simplemente nos lleva a algo peor.”

“Suena sabio”

“Es lo que me digo todas las noches para poder dormir. Sé que sólo soy programadora, más… estoy ayudando a mantener las vidas de muchas personas arruinadas. Eso es suficiente para quitarle el sueño a cualquiera” se giró. “Ahora duerme y deja dormir, porque ninguno tiene mucho tiempo. Mañana seguro que te sentirás mejor.”

“Eso espero” se recostó y cerró los ojos. Tenía que apartar su mente de eso.

-Unos días más tarde-

“Ya he terminado con la misión… y sí, me colé en un foro griego para votar a favor de la muerte de Sócrates” rodó los ojos. Habían muchas cosas de las que se arrepentí, pero de condenar a ese viejo no. Decirle troll era un insulto a los trolls del internet. “Me dio algo de satisfacción, la forma en la que me humilló públicamente…”

“Sí, sí, vuelve a la base ya” le respondió su superior, hastiado. Itia estuvo a punto de introducir las coordenadas de la memoria, pero se detuvo cuando recordó algo.  Estaba e n una máquina del tiempo… sin supervisión ni nadie que le dijera qué hacer. Y la historia de Krest… en ese momento tomo la decisión que cambiaria vidas. Deslizo n panel y vio todas las coordenadas de aterrizaje utilizadas. Paris 1700 y algo estaba ahí. Ahora, si hacia una pequeña modificación… offff, esperaba haber captado bien la lección sobe coordinadas intertemporales de Olivia. 

“Vamos, bebe” pidió el piloto, apretando los controles mentas hacia s primer viaje ilegal. Apareció en el mismo bosque en el que vió la vez pasada. Se froto la cabeza con nerviosismo. “A ver, a ver” por fin vio la fecha. Era unos años después de la caída de la monarquía. Además si recodaba bien, Krest aún estaba vivo por esas fechas. Solo que… “La cárcel” dijo mientas se ponía una capa negra que guardaba en la máquina. “¿Cómo se llamaba? ¡Conciergerie!” se tapó la boca, mirando a su alrededor. “Debo encontrar la Conciergerie”

“Seño, acoge a estas pobres almas en tus bazos misericordiosos” el último de los Noailles cautivos rezaba en silencio. Era lo único que podía hace tas los eventos de esa tarde, en los que habían guillotinado a sus padres, a su hermana… a toda su familia.  Lo único que podía hace por ellos era rezar por sus almas en silencio mientas esperaba su muerte. La puerta se abrió improvisadamente. Ni siquiera se movió de s lugar. Era una descortesía… ¿qué diría su vieja tía abuela de eso? ¡Era una falta de cortesía! “¿Ya ha llegado la hora?”

“Más bien un viejo amigo que regresó de un lago viaje” respondió Itia, bajándose la capucha. Krest se levantó sin poderlo creer. No había visto a Itia por años  de repente se aparecía como si eso fuera normal.

“¿Qué haces aquí?” de repente se le ocurrió una razón. Retrocedió un par de pasos, asustado. “¿Acaso Robespiere te envió a termina con mi vida? ¿A ti, a quien ayudé en tiempo de necesidad? Espere cualquier cosa de ti menos esto.”

“Y yo que pensaras tan mal de mí, peo aquí estamos” le tendió una capa negra que le había quitado a uno de los hombres que emborrachó para entrar en la prisión. “Ponte esto, voy a sacarte de aquí. Vendrás conmigo a casa… antes de que los hombres que te quieren muerto vengan” lo jaló hacia la salida. El noble vaciló un poco antes de seguirlo, poniéndose la capa rápidamente. “Pronto estarán aquí, será mejor que nos apresuremos.”

“¿Vas a llevarme a Norteamérica?” preguntó en voz baja mientas avanzaban por los pasillos de piedra. Itia estaba a punto de responder cuando escucho nos pasos. Se pegaron a la pared de piedra, esperando que no los notaran. Afortunadamente se las arreglaron para pasarlos. “Hay que darnos prisa, ya deben haber notado mi ausencia.”

“Y mi presencia” chasqueó la lengua el americano antes de correr lo más rápido que pudo hacia la salida de la prisión. El fugitivo volvió la mirada una sólo vez, para recordar cómo se veía al momento de su escape. Ese era el lugar donde su madre y su hermana pasaron sus días finales en su compañía, sólo reuniéndose con su padre el día final… en la antesala de la muerte “Vamos”

 “Sí” se levantó la capucha aún más, ocultándose. Todavía quedaba un buen trecho hasta la costa más cercana… y de ahí a Norteamérica, a pasar el resto de su vida en el exilio, posiblemente ayudando en la granja de su amigo o algo así. Pero era mejor que darle el gusto a Robespierre de verlo muerto.

“Vamos, que tenemos que irnos antes de que se den cuenta, ya he tomado demasiados riesgos por ti… incluso me estoy jugando el empleo” el otro se estremeció. “Ojalá no me despidan”

“Ehhhh, claro” Krest respondió, siguiéndolo. Entonces se dio cuenta de que se estaban dirigiendo al bosque. “Creo que te has perdido, la costa es para…”

“Ven por aquí, tengo algo que nos va a sacar de aquí más rápido que cualquier barco” el otro le tendió la mano para ayudarlo, pero este no le aceptó la mano. “Confía en mí, Krest, no quiero hacerte daño” el francés asintió, dejándose dirigir de nuevo. Finalmente llegaron a un claro del bosque. Al principio el menor no vio nada, pero entonces… “Entra”

“¿Qué es eso?” preguntó, asustado y con ganas de correr.

“Nuestro vehículo de escape” lo agarró, jalándolo hasta meterlo en la nave esférica, tirándolo en el piso de la misma para cerrar la puerta. Para el momento en que el noble se levantó, ya estaba en los controles, listo para irse. “Sujétate de lo que sean, porque va a ser un viaje agitado” fue más que agitado, porque cuando pararon no podía estar más agradecido. “Bienvenido a la Defensoría del tiempo”

Notas finales:

¿Qué les pareció? Krest llegó al futuro, con muchas interrogantes en la cabeza. Y una severa falta de dinero... ¿Cuál creen que va a ser su nuevo trabajo? ¿Y cuando va a conocer a su alma gemela? ¿O a sus compañeros? ¡Review!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).