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La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Por el amor de Dios, ¿podrías tener más cuidado?” preguntó Krest, sobándose la cabeza luego de otro de los menos que estelares aterrizajes de su compañero. Llevaba unos meses trabajando como historiador para el agente de la defensoría y en todo ese tiempo los despegues y aterrizajes de su piloto no habían hecho más que empeorar. “Me he golpeado tanto la cabeza que ya casi se me olvida en qué tiempo estoy.”

“¿Ya sabes que los continuos golpes en la cabeza pueden llevar a la pérdida de memoria? Te felicito, ya te estás adaptando al siglo XXI” el historiador lo miró con cara de pocos amigos. Se levantó con la cabeza alta a pesar de tener nauseas brutales. “Aunque no lo creas, soy un experto aterrizando aviones. He bajado al menos un millón de esas bellezas del aire.”

“Sí, sigue dándotelas de gran piloto” el antiguo noble respondió, tratando de controlar donde ponía sus pies. “Algún día tendrás que demostrarme si lo que hablas es real”

“Ten por seguro que lo haré” los dos salieron de la máquina, el menor tirando al suelo su casaca del ejército británico. Estaba toda manchada de lodo y maleza, además de rota en algunos sitios por la participación de su dueño en uno de los campos de batalla más sangrientos de la historia. “Anímate, la segunda revolución jacobita no fue tan distante a tu tiempo. Debió ser como estar en casa”

“Cuarenta años es mucho tiempo en esa era” se tapó la cara, deseando una aspirina para combatir el dolor de cabeza que sentía por el pésimo aterrizaje. “En ese momento los nobles todavía creían que podían hacer lo que quisiera… auch”

“Como si en tu tiempo no”

“Sí, eso es verdad” alguien finalmente le alcanzó el medicamento, que tomó con rapidez. “Bueno, ahora que hemos evitado que el príncipe Carlos ganara la batalla de Culloden, creo que volveré a mi cuarto a…”

“Krest, Itia, a mi despacho ahora mismo” los llamó Sasha. Los dos se estremecieron, pensando en la clase de terrores que los esperaban en el cuarto de tortura que esa mujer llamaba oficina. El francés, sobre todo, se preguntaba acerca de cómo esa llamada cambiaría su futuro. ¿Acaso iban a enviarlo de regreso a su tiempo? ¡Pero estaba haciendo un buen trabajo! ¡No tenían ninguna razón para quejarse! ¿Y cómo diablos lidiaría con Robespierre? ¡No estaba para nada preparado para afrontar esa situación! “Hemos revisado la particular situación de nuestro invitado…”

“¡Por favor no me devuelvan a mi era!” explotó, haciendo que los otros dos lo miraran con algo de extrañeza. “Voy a mejorar, lo haré bien… lo que sea que haya hecho mal se arreglará”

“¿Quién ha dicho tremenda tontería?” preguntó la directora, levantando una ceja. El menor se calló inmediatamente, encogiéndose en su silla con algo de miedo, además de alivio. Así que no iban a regresarlo a ese infierno. Bien. “Aunque tienes razón en algo, se han tomado ciertas decisiones ejecutivas acerca de ti.”

“¿Qué tipo de decisiones?” sabía que su presencia ahí era un problema para los miembros de la agencia. La Defensoría no se había creado para recibir refugiados intertemporales, por menos problemáticos que fueran. Aparte, el mundo ya estaba suficientemente poblado sin necesidad de que el pasado los alcanzara.

“Gracias a tu trabajo, nos hemos dado cuenta del valor de un historiador en el equipo, entre otras cosas. Y, por la compatibilidad que has tenido con Itia, hemos decidido contratarte”

“¿En serio?”

“Sí. Y no te subas a las paredes, que ha sido más sencillo de lo que crees” ella se sentó, juntando sus manos. “Esta agencia es conocida por un número muy limitado de personas e introducir a otras en ella tiene sus riesgos” rodó los ojos. “Como que lo cuenten a sus familiares o publiquen fotos inadecuadas en Facebook… sería una catástrofe, así que es mejor seguir con lo que tenemos. Después de todo, funciona.”

“Gracias” suspiró el francés, ya mucho mejor de ánimo. “Entonces… ¿ya está? ¿me puedo quedar siempre que trabaje bien?” la pelimorada asintió, tan poco amigable como siempre a pesar de estar dando buenas noticias. “¿Puedo volver a mi cuarto ahora?”

“Espera, aún no te he contado todo” sacó un sobre de uno de sus cajones. Lo extendió hacia él, soltándolo sólo cuando Krest lo hubo cogido. “Nuestros informáticos han estado trabajando para darte una nueva vida mientras estabas ausente. Ahí tienes pasaporte, acta de nacimiento, tarjeta de crédito, multitud de papeles legales… lo necesario para empezar de nuevo en el siglo 20. Bienvenido.”

“Hummmm…” abrió el sobre, sacando lo del interior. Lo primero que leyó fue el acta de nacimiento. Krest Fountain, ciudadano francés que estaba en Estados Unidos con una visa de estudiante. Esperen… “¿Visa de estudiante?”

“¿Realmente creías que tendrías el trabajo garantizado sólo por lo bien que manejas la wikipedia?” los ojos de la mujer lo miraron con dureza. “Tarde o temprano no será suficiente. Debes mejorar, ¿lo entiendes, no?”

“Sí, señora” cogió otro de los papeles. “Así que… debo hacerme un tiempo para estudiar historia, ¿eh?” las misiones eran espaciadas, así que no habría problema. Seguro que alguna le daría problemas, pero podían ser solucionados. Aparte, valdría la pena si con eso podía ayudar a conservar la historia. “Me parece bien.”

“Y tendrás que encontrarte un nuevo lugar donde vivir” indicó ella. “Ese cuarto está para emergencias, no para que alguien se instale definitivamente en él. Y dudo que vayas a ser el único recluta que Itia el piadoso nos traiga del pasado” fulminó con la mirada al piloto. “Vacíalo para la próxima semana.”

“Muy bien”

“Ehhhhhh… es increíble y todo… pero… ¿por qué estoy yo aquí?” se señaló el americano, estremeciéndose cuando sus ojos se entornaron. “No me irá a regañar, ¿verdad?”

“No, simplemente te traje para informarte que, debido a que tú fuiste quién lo trajo aquí, será el responsable de hacerle entender cómo es la vida en la época moderna” hizo un gesto de despedida con la mano. “Es todo, pueden marcharse”

“Gracias, señora” los dos salieron. Krest observó su nueva tarjeta de crédito con nerviosismo. Jamás había tenido necesidad de administrar su propio dinero, siempre tuvo a alguien detrás de él haciéndose cargo de las finanzas y recursos casi ilimitados. Incluso sus actos de caridad estaban financiados por los impuestos que los siervos pagaban a la familia Noailles. “Parece que ya te has enterado de que Krest Fountaine no tiene los mismos privilegios que Krest de Noailles.”

“Él al menos tiene el privilegio de estar vivo, que es más que lo que puedo decir del duque de Noailles y toda su familia” se cruzó de brazos. En uno de sus dedos llevaba aún puesto su anillo con escudo de armas, un rezago de su vida anterior que no quería dejar ir. “¿Qué se puede hacer en este mundo moderno para pasar el tiempo? No tengo clase hasta mañana” dijo, revisando los papeles de Sasha. “¿Qué haces tú para divertirte?”

“Muchas cosas… como ir a mi otro trabajo” el francés lo miró con sorpresa. ¿De verdad tenía otro empleo? “¿Qué? Pagan bien aquí y me divierto mucho, pero lo mío en verdad son los aviones. Me entrené como piloto de guerra, tuve una baja honrosa cuando me derribó en medio del desierto… ahora hago acrobacias aéreas… y viajo en el tiempo en compañía de un francés del siglo XVIII. Menuda vida la mía, ¿no?”

“Puede ser más rara” aseguró el otro, revisando su pasaporte. “Me ha aumentado unos cuantos años aquí… en realidad tengo muchos menos, pero supongo que conviene que tenga más edad cuando vaya a clases” suspiró. “Y cuando tenga que adquirir una casa.”

“Búscate un apartamento cerca de la escuela, es lo mejor que puedes hacer. Y entre más pequeño, mejor. Son mucho más baratos cuando son chicos. Luego te podrás conseguir uno más grande.”

“Lo tendré en cuenta” observó el pedazo de cartón que contenía todo su dinero ahora. Era un cambio bastante práctico en comparación con la bolsa que solía llevar en sus viajes por el mundo. Como Itia decía, el trabajo pagaba bien, más con los gastos que había acumulado hasta el momento… “¿Cuánto crees que tenga ahora? Para comprar cosas, digo.”

“Suficiente… aunque vamos al cajero primero. Y luego” lo miró de pies a cabeza. Por primera vez, calló en cuenta de que su amigo parecía un voluntario en una obra de caridad. O salido de una tienda de segunda mano. Considerando que estaba viviendo de la buena voluntad de sus compañeros de trabajo era una buena noticia, pero… habían cosas que podían mejorar. Manías que quitar también. “Ven. Hay que convertirte de un antiguo noble en un estudiante extranjero normal.”

“Dudo que eso llegue a pasar”

“No seas así, simplemente tienes que comprarte algunas cosas” lo tomó de la mano, arrastrándolo hacia la puerta. “Unos jeans, camisetas… incluso unos lentes por si los necesitas para leer. Jamás te han medido la vista, ¿verdad?”

“¿Medir qué?”

“Ay, dios, tenemos mucho trabajo por delante” comentó él, acelerando el paso, caminando hacia una puerta que su amigo nunca había atravesado. Krest se tapó los ojos cuando salió del edificio, deslumbrándose un poco por el brillo de la modernidad a su alrededor. Habían autos, señales luminosas, farolas eléctricas apagadas… demasiado. “Primera parada, el cajero. Tenemos que cambiar tu contraseña a algo que no sepa Sasha y saber exactamente cuanto dinero tienes.”

“¿Y luego? ¿Me llevarás con algún sastre para que me confeccione un atuendo apropiado para la universidad?” Itia movió la cabeza, contrariado. Jamás iba a llegar a ninguna parte hablando de esa manera. Simplemente… no. Era antinatural y fuera de época. “Supongo que ya no tengo los fondos para ese tipo de comodidades. Dime, ¿Cómo es que los pueblerinos se suplen de prendas de calidad?”

“Van al centro comercial” respondió el piloto, guiándolo hacia uno que conocía. Le enseñó a sacar dinero del banco de la manera moderna en un cajero que encontraron adentro y lo guio a la sección de ropa para hombres. El pobre noble simplemente lo siguió, sin saber qué hacer. Pronto su amigo estaba llenándole las manos de prendas que a su parecer necesitaría. “Estos son los implementos básicos. Debes recordar que los jeans combinan con todo y el blanco y el negro siempre…”

“Sé combinar la ropa, crecí en Versalles” no estaba muy seguro, pero le parecía interesante tratar de armar sus propios conjuntos él mismo en dejar que unos sastres se lo confeccionaran todo. “Te agradezco la ayuda”

“Y vaya que la necesitas, porque si crees que los concejos de moda de la duquesa de Noailles y María Antonieta van a serte de ayuda en frente de una clase de universidad” le puso otra cosa en las manos, una chamarra de cuero. “Las cosas han cambiado desde la revolución francesa. Ni siquiera la alta costura de París es la misma. Las personas van a devorarte vivo si te muestras como estás acostumbrado.”

“¿Piensas que no me he dado cuenta?” levantó una ceja antes de caminar a la caja. Tenía suficiente con eso, al menos por el momento. “Supongo que ahora tendremos que comprar libros, libretas e implementos de escritura…”

“De nuevo ¿en qué siglo vives?” Itia sonrió, como si sus palabras fueran una prueba de que no estaba listo para enfrentarse al siglo 21. “Lo que necesitas es una laptop con Wireless, un teléfono con un buen plan y aprender a usar algo más que la Wikipedia” sus estómagos rugieron. “¿Algo de comer antes de seguir con la electrónica?”

“Me parece bien” no era la primera vez que comía comida chatarra, más el mcDonalds nunca le había sabido tan bien. Debía ser el dulce canto de la libertad arrullando su paladar. Y la malteada que acompañaba la hamburguesa no estaba nada mal. “Dime… ¿Por qué crees que no estoy preparado para afrontar la universidad?”

“No te ofendas, pero sólo conoces la historia hasta donde la viviste. Puedes ser un auténtico genio en la Revolución Francesa, incluso hacerlo genial en la historia antigua a contemporánea, más tienes que admitir que hay un gran agujero entre eso y el mundo actual.”

“Sí…” como si no fuera a saberlo. Había leído mucho sobre lo que pasaba en la actualidad, sobre las cosas que habían pasado desde que dejó Francia… se sorprendió de lo mucho que cambió el mundo en sólo unos siglos. “Pero eso no quiera decir que no pueda hacerlo. Yo… me he propuesto encajar como un estudiante completamente normal en esa clase y lo voy a conseguir.”

“De eso estoy seguro… señor viajero del tiempo” los dos se rieron, terminando con su almuerzo grasoso. El menor sonrió, sintiendo de repente que todo iba a ir bien.

-Al día siguiente-

“Todo va a ir espantosamente mal” ahí estaba Krest, con su mochila, ropa normal y celular en la mano, mirando con pavor el centro de estudio que tenía delante. En otras circunstancias, estudiar en semejante lugar le resultaría fácil, pero considerando todas sus lagunas… además, habían otras cosas que le poblaban la mente, aumentando su pavor. “¿Seguro que no tendríamos que ir a ver casas primero?”

“No digas sandeces, tienes clases” Itia se puso las manos en las caderas. “Debes asistir a menos que quieras que te reprueben” eso casi trajo lágrimas a sus ojos. Sasha era capaz de echarlo a las calles de París en su tiempo si lo hacía. “Veo que entiendes”

“Pues sí, mejor de lo que crees” se echó la mochila al hombro, caminando dentro del plantel. Echó un vistazo a su horario… ¡demonios! ¡La primera clase era historia contemporánea! ¡No iba a poder impresionar a nadie ahí! “Bueno, será mejor terminar cuanto antes” entró en el plantel, observando a los estudiantes. Alguno de ellos sería su nuevo compañero… quizás debería intentar hacer amigos desde ahora. Se acercó a uno, que se encontraba rodeado de libros. “Hola, yo…”

“Shhhhh, no hables” el otro lo calló rápidamente, moviendo una mano despectivamente. Dándose por vencido rápidamente, el francés caminó hasta el salón que le indicaban. Quizás tuviera tiempo de hacer un repaso rápido antes de hacer el ridículo en clase. Pronto el salón se fue llenando, dejándolo un poco incómodo. ¿Las aulas siempre se llenaban tanto? Qué bien por el aumento de personas con cultura, pero mal por él. Cada uno de ellos seguro sería mejor que él.

“Muy bien, alumnos” el profesor dijo, tras dejar el material en el escritorio. “Bienvenidos a historia contemporánea. Espero que todos presten atención, porque les prometo que mis exámenes no serán fáciles por más ruegos que me den” sacó su lista. “Empecemos con un par de preguntas sorpresa” sus ojos recayeron en un nombre. “Señor Fountain”

“¿Sí?” con los ojos de sus compañeros clavados en él, Krest sentía que se iba a desmayar. Nunca había tenido que responder a una pregunta delante de una clase completa, en Versalles tenía tutores privados.

“Explíqueme las circunstancias en las que los motores a combustión reemplazaron a la fuerza animal como el principal método de transporte en el caso del automóvil”

“Ehhhhhh…” ¿automóviles? En su tiempo todavía se movían en carruajes. Trató de recordar todo lo que sabía sobre los trenes, más eso también escapaba a sus conocimientos. De hecho, conocía más de máquinas del tiempo que de trenes.

“¿Y bien?”

“Yo… no lo sé, señor”

“Bueno” hizo un trazo con su lapicero en la lista. El francés quiso golpearse, ¿de verdad iba a poder con esto cuando ya lo estaba haciendo fatal? “Esperemos que lo sepa a final de semestre. Aunque con un conocimiento tan desastroso el primer día, dudo que llegue a él sin retirarse de la asignatura… o de la carrera.”

“Sí…” la clase continuó. Krest salió del lugar con sus libros en la mano, dispuesto a leerse toda la bibliografía que había en el silabo. Lo sacó para revisarlo, cuando una mano lo agarró del hombro. Se volteó para ver quién lo cogió… era el mismo chico de antes. Y sus ojos no auguraban nada bueno. “¿Qué deseas?”

“Saber cómo alguien que ni siquiera sabe una simple respuesta sobre automóviles terminó entrando en esta carrera” respondió. El noble sintió ganas de encogerse, más resistió con la cabeza muy en alto. Si algo le había enseñado Versalles, era que debías responderle a los que trataban de hacerte sentir inferior con una actitud digna. Era la única manera de sobrevivir en la corte… y en la vida. “Se nota que no eres más que un aficionado”

“¿Qué te hace pensar eso?” preguntó el francés, irguiéndose bien. La duquesa de Noailles se encargó de entrenar a sus nietos para sobrevivir a una pelea cortesana en cualquier parte del mundo. Seguro que podía hacer lo mismo con una simple pelea universitaria. “A mi parecer, estamos en igualdad de condiciones…”

“Lo que me hace pensar en cómo es que lo hiciste. Habían muchas preguntas sobre historia contemporánea en el examen” el mayor no se movió. No iba a mostrar debilidad delante de nadie. “¿Acaso pagaron para que te lo saltaras? Se nota que no eres ordinario y no sólo por ser extranjero. Pareces tener dinero también… ¿Se te acabaron las universidades europeas a las que podrías ir?”

“No, esta es la primera vez que hago un curso universitario” se volvió para alejarse. Escuchó más que suficiente de ese creído…

“Reconoce que no perteneces aquí y vete” la voz del otro le llegó a pesar del ruido del patio. “Cuanto más pronto lo hagas, más pronto los verdaderos estudiosos de la historia podremos ponernos a trabajar.”

“Ya me gustaría a mí saber cómo puedes hacerlo mejor que yo” siguió, dispuesto a ignorarlo el resto de su estadía en la universidad. Entró en el aula sin siquiera notar el nombre de la clase ni escuchar las primeras palabras de introducción del profesor. Se regañó mentalmente por eso antes de levantar la vista. Tenía que prestar atención, para él aprobar este semestre era de vida o muerte.

“… hoy hablaremos del absolutismo” vaya. Por fin un tema que dominaba. Luis XVI era un monarca absolutista, había crecido con el absolutismo, lo había vivido… se preparó para responder cualquier cosa. Este era su momento de brillar. “¿Alguien puede decirme un ejemplo de gobernante absolutista?”

“Luis XIV” contestó Krest, levantando la mano rápidamente. ¿Quién mejor para ejemplificar el absolutismo que el mismísimo Rey Sol de su propio país? Fue él quien mandó a construir el endemoniado palacio de lujos desmedidos que era Versalles, por el amor de dios. La mirada incrédula de todos se dirigió hacia él.

“Muy bien” el maestro escribió algo en la lista. “¿Y me puede decir por qué se le considera un monarca absolutista?”

“En primer lugar porque gobernó sin un parlamento que…” hizo una lista muy pormenorizada de por qué Luis XIV era un rey absolutista, parándose sólo a respirar y a ver la cara de envidia que tenía ese idiota que antes le había dicho que no pertenecía a ese sitio. Y le encantó. Mucho más que las trufas que servían en las cenas del rey. A la salida fue a encontrarlo. “¿Conque no pertenezco aquí, eh?”

“Sabes un poco de historia francesa, gran cosa”

“Sé más que un poco y te lo voy a demostrar” echó su desafío. El otro gruñó, aceptándolo. Esto iba a ser interesante.

Notas finales:

¿Qué les pareció? Se me ocurrió cuando veía la televisión el otro día. Ahora, no se vayan a olvidar del pesado ese que retó a Krest, que pronto va a ser importante en la historia. En cuanto a las parejas prometidas, primero se presentarán algunos personajes importantes, luego haré que se encuentren. En todo caso, ¡review!


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