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La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Ese hombre me da escalofríos” dijo Itia, cruzando los brazos. “He estado en cientos de lugares horribles mientras era piloto de guerra y conocido gente a la que no quisiera haber visto jamás en la vida, pero es tipo es uno de los más aterradores que me he encontrado en la vida”

“Y eso que hay bastantes tipos aterradores que conocer en la historia” comentó Krest, quitándose la chaqueta una vez en la posada. Luego sacó un pedazo de papel con letras impresas a láser, algo que definitivamente no debería existir en ese siglo. “Bien… el lunático asesino de allá afuera tiene a casi todas las viudas del pueblo acusadas de brujería, junto con un par de familias completas. Y no se va a detener, de eso estoy seguro” apretó los dientes. “Ahora mismo nos serviría mucho un abogado”

“¿Por qué un abogado?” preguntó el otro, recostándose en una de las camas del hostal. Seguramente estaba sucia y llena de bichos rastreros, pero era mucho mejor que el suelo. “Dudo que ese malnacido escuchara a Dios si bajara para decirle que se detuviera.”

“No, pero los tribunales de la iglesia todavía dejaban un margen pequeño de absolución. Es difícil conseguirlo, lo sé, más no imposible” se rascó el cuello. “Si podemos sembrar una duda razonable, podríamos salvar a la mayoría.”

“¿La mayoría?”

“No podremos salvarlos a todos” se quitó los lentes, frotándose los ojos. “Escucha, ni siquiera la historia perdonó a todos los acusados por brujería de este lugar. Nuestro trabajo es conservarla tal y como la conocemos, lo que significa que debemos salvar a algunos y dejar a otros para que mueran.”

“¿De verdad serías capaz de hacer algo como eso? ¿acaso tienes la sangre fría?” su compañero se levantó, dándole una mirada fría. “La historia también decía que Robespierre te asesinó y te enterró en la Concergerie. Sin embargo, yo te veo muy vivo. Si hubiese seguido las reglas no estarías aquí”

“Claro que no… pero que me llevaras no cambió la línea temporal” Krest bajó sus papeles. “Mira, no quiero entrar en un debate moral, porque ambos sabemos que voy a salir perdiendo. No, no es correcto dejar a personas morir de esa manera, tampoco es lindo… pero en líneas generales, en esta situación, es lo correcto. La gente tiene que darse cuenta por sí misma que los juicios basados en la superstición están mal.”

“Todavía tenemos Salem para que aprendan eso”

“Quizás… pero no nos arriesguemos o terminaremos ambos colgando del cuello en el futuro por brujería” le espetó, recostándose luego, cubriéndose la cara con un papel. “Ni siquiera tendríamos que estar hablando acerca de esto. Hopkins podría haber apostado a alguien en nuestra puerta…”

“No, sigue creyendo tu historia acerca de los mercaderes de París. Tan ilusionado está por ir a Francia que ni siquiera se ha dado cuenta de que apenas llevábamos nuestras ropas con nosotros” rodó los ojos el piloto, tirando una pelotita de basebal como todo buen chico norteamericano cuando estaba aburrido. “Prueba de que los humanos sólo ven lo que quieren ver”

“Y saben esconder muy bien sus maldades como si fueran buenas acciones. Mira nada más a Matthew Hopkins. Convirtió a estas gentes en una fuerza asesina por sus propios intereses… no es que le costara mucho trabajo, prácticamente ya lo eran…”

“Sí, una turba de perros rabiosos que ladran y ladran por sangre… puro instinto animal” Itia guardó su bola. En un tiempo como este, el objeto sería causa inmediata de sospecha, sobre todo porque el basebol todavía no se inventaba. “Volviendo a lo del abogado, he conocido a muchos tipos como ese en el pasado y sé que les importa un comino lo que piensen los otros. Se asegurará de tener la última palabra.”

“Por desgracia, pienso que tienes razón” dio Krest, volteándose de lado. Esperaba poder pararle los pies a Hopkins antes de que hiciera demasiado daño.

Desafortunadamente, este no fue el caso. Día tras día, vieron a ese cazador de brujas sacar a personas de sus casas, entregándoselas a las masas sedientas de sangre, que se divertían insultando o lanzando cosas contra la pobre condenada. Y sí, hablaba en femenino, porque normalmente la víctima era una mujer o grupo de mujeres… aparte, eran mayormente pobres y ancianas, dependiendo principalmente de la caridad para sobrevivir. El francés negó con la cabeza, esto sin duda era una limpieza social. Una que los aldeanos propiciaban para deshacerse de la gente indeseada.

“Merde, se mueve más rápido de lo que creí” maldijo en francés, observando como otra chica de una familia de curanderos era arrastrada a la prisión por tener poderes extraños de sanación… o por saber usar las hiervas, porque eso era lo que pasaba en verdad. Personas de otras religiones, que tuvieran conocimientos ancestrales y que fueran apartadas por la sociedad eran… momento. “Oye, Itia… ¿conoces a una familia que viva cerca, sea claramente no cristiana y practique la sanación? ¿Preferiblemente en un lugar apartado?”

“Oh, no” los dos siguieron a la turba de seguidores de Hopkins, encontrándose de pronto en el claro donde la familia que los acogió vivía. Todos parecían especialmente airados mientras aporreaban la puerta. Nadie respondió. “Por favor que hayan huido, por favor que hayan huido…”

“¡Tiren la puerta!” los rabiosos aldeanos trajeron un ariete artesanal, partiendo la madera en pedazos y entrando con trinches listos para ensartar a cualquiera que intentara defenderse, pisoteando las hiervas tiradas en el piso. Por suerte, no había nadie en el lugar. Ni siquiera la anciana que apenas parecía ser capaz de moverse. Empezaron a rebuscar en el lugar, en especial los seguidores de Hopkins. Estaban ávidos por encontrar pruebas de que su líder tenía la razón sobre esa pobre familia.

“¡Dios mío Santo!” un hombre gritó, levantando una figura de barro que mostraba un ser medio hombre, medio cabra, completamente desnudo. Lo dejó caer antes de persignarse, al igual que los demás. “Sólo los discípulos de Satán tendrían una imagen suya semejante en su casa. ¡Esto lo confirma! ¡Son unos brujos!”

“¡Quémenlos!”

“¡Adoradores del diablo!”

“¡Mándenlos al infierno donde pertenecen!”

“No quiero preguntar, pero de todas maneras lo haré. Sólo espero no terminar arrepintiéndome por hacerlo” dijo el piloto, observando él mismo la figura rota en el piso, que tenía un cierto aire a satanismo, pero le dio el beneficio de la duda a la familia que los rescató. “¿Qué fue eso?”

“El macho cabrío”

“¿Ehhhh?”

“Mira, no sé mucho sobre religiones, aún no he llevado teología en la universidad, más… sé que algunas religiones antiguas, sobre todo el culto a la naturaleza, usaban la imagen del macho cabrío para simbolizar la parte masculina de… lo que sea, al hombre. Y la contraparte era la madre tierra” se rascó la barbilla. “Humm, eso explica su conocimiento sanador, es una parte de su herencia religiosa.”

“Entonces… no son satánicos, sólo practican otra religión, ¿no?” Krest asintió, frunciendo el ceño. “Ay, vaya, estoy tan aliviado. Ya pensaba que había visto a unas brujas de… ¿Qué tienes? No pasa nada malo.”

“¿Eres idiota? Claro que pasa algo malo. Gracias a la estatua del macho cabrío, todos piensan que son brujos. Y nadie va a defenderlos, sobre todo con el esfuerzo que la iglesia ha puesto convirtiendo a los dioses antiguos en imágenes del diablo” Itia tragó duro, entendiendo la situación. Era muy, muy mala. “Los matarán si los encuentran”

“Tenemos que hacerlo primero” los dos salieron a toda prisa del lugar, casi topándose de cara con el principal perseguidor de la región. Por suerte, muchos estaban en su misma situación, apresurándose a buscar a la familia, evitando que se despertaran sospechas en el hombre.

“Veo que vuestras mercedes son gente profundamente devota a nuestro gran Señor, dispuestas a hacer cualquier cosa en su nombre. Será todo un honor que se unan tan ilustres personas a nuestra cacería. Quizás pronto, ustedes hagan lo mismo cuando estemos echando a los herejes del diablo de su gran París.”

“Me halaga que tan ilustre persona piense tan bien de nuestras humildes personas. Realmente me hace sentir que Dios está de nuestro lado” la habilidad de Krest de cambiar de cara frente a las personas y mentirles de frente a veces sorprendía a Itia. Suponía que tenía que ver con haber vivido en Versalles desde su niñez, expuesto al habla cortesana, donde incluso las palabras amables podían ocultar insultos. “Esperemos que nuestra misión tenga un desenlace afortunado.”

“Yo también. Y que el Señor bendiga a todos los presentes” el hombre se fue, siguiendo el rastro que sus esbirros encontraron para él. los extranjeros se quedaron mirando el lugar por donde había desaparecido, seguido de su ejército de perros rabiosos.

“¿Qué hacemos?” preguntó el americano, susurrando. “Están cargando con la anciana, así que no pueden haber ido muy lejos. Si esto sigue así, los encontrarán y si lo hacen…”

“No tienes que recordármelo” la increíble tranquilidad del antiguo noble era envidiable y perturbadora, cosa que el mismo Krest admitía, pero en situaciones como esta su educación le permitía pensar con la cabeza fría, algo que le permitía obtener la ventaja. Alzando la cabeza, se dio la vuelta, avanzando con paso firme lejos del camino de Hopkins.

“¿Qué se supone que haces?”

“Un wiccano se considera parte de la naturaleza y a la tierra su madre y protectora, ¿verdad?” dijo el francés, alejándose por la parte más tupida de la vegetación. “Entonces, ¿Por qué dejaría un rastro tan evidente que hombres sin ningún tipo de preparación podrían seguir?” continuó con su caminata, mirando a su alrededor con cuidado. “Ese camino es una distracción, su verdadero escondite está en la dirección opuesta.”

“Ehhhhh… entonces quizás sería mejor que nos alejáramos antes de que esos idiotas los encuentren gracias a nosotros.”

“No” levantó un dedo el otro, siguiendo su trayectoria actual. “¿Viste el estado en el que quedó la cabaña? Ni siquiera se llevaron cosas valiosas como las imágenes. Sólo las hiervas… sí, esta fue una salida apresurada.” El piloto sonrió. Su amigo era en verdad sorprendente. “Deben estar escondidos, sin mucha agua y comida. Tenemos que alcanzarlos antes de que lo hagan ellos.”

“Espera, Krest, si lo que necesitan en verdad son provisiones, ¿no crees que deberíamos comprarlas primero en el pueblo?” lo detuvo Itia. “Ahora mismo no podremos…”

“Vine preparado para cualquier contingencia” señaló el pelinegro, palmeando la bolsa que traía consigo. Continuaron su camino por el bosque, buscando a la desaparecida familia de curanderos. Finalmente, hallaron a los cuatro. La mujer intentaba mover a su madre por los estrechos senderos en medio de las plantas mientras sus hijos gemelos se movían más adelante, confundiéndose con la maleza. “Son personas difíciles de encontrar”

“Sólo cuando no queremos que nos encuentren” respondió Alison, haciendo un alto en su caminata. No percibía amenaza alguna de parte de los recién llegados, pero todavía mantenía su guardia alta. “¿Qué sucede? ¿Acaso repentinamente se han vuelto creyentes? ¿Ahora persiguen a inocentes por su fe como el cazabrujas?”

“Por favor, no nos confunda con la escoria” el francés puso su bolsa en el suelo, sacando unos cuantos panes. Tenía que haberlos comprado en la posada, junto con unas cuantas rebanadas de queso. Y una bolsa de monedas. “Tomen. Esto les servirá hasta que lleguen al próximo pueblo” les dijo, poniendo la comida en las manos de la mujer. “Una vez ahí compren más con esto y sigan huyendo. No se detengan hasta que hayan salido de Anglia, ¿entiendes?”

“Sí” ella se guardó las cosas, volviendo a ayudar a su anciana madre a continuar con la huida. Uno de los gemelos se quedó atrás, mirando fijamente al mayor a través de sus rizos pelirrojos. “Lugonis, hijo, hay que seguir.”

“Eres buena persona, ¿lo sabías?” el chico habló, ignorando por completo a su madre por un momento. Krest se quedó helado. Era caritativo, nadie podía negarlo, pero… no podía considerarse bueno. No después de lo que pasó en París, lo que no pudo evitar. “Toma” el niño le tendió la mano, poniendo algo en su palma. Era un brazalete de hojas trenzadas. “Salvia. Para la buena suerte”

“Gracias” fue lo único que pudo responder, viendo a la familia alejarse. Itia sonrió, feliz de que algo finalmente hubiera dejado anonadado al francés. Los vieron desaparecer entre la maleza, posiblemente para no volver nunca más. Y mejor que no lo hicieran, porque esa zona de Inglaterra y muchas otras iban a convertirse en un auténtico baño de sangre muy pronto por las acciones de bastantes personas con las creencias de Hopkins.

“Entonces… ¿listo para regresar con el lunático puritano? Espero que sí, porque aún tenemos que encontrar una manera de liberar a más de veinte personas en su poder y a menos que tengas a Dios en el marcado rápido, dudo que lo consigamos.”

“Ya… ya se me ocurrirá algo”

-En la noche-

“Sólo digo que deberíamos revisar un manual de derecho de la era moderna. Los abogados siempre saben cómo torcer la justicia a su favor, lo llevan haciendo por cientos de años. Seguro que en uno de esos encontramos como… por el amor de Dios” la voz del americano cambió a una de miedo absoluto cuando vio a Alison siendo arrastrada junto con su familia hacia Matthew Hopkins. “Ahora sí estamos en problemas.”

“Y de los gordos” terminó Krest, mordiéndose el labio. Si la mujer los delataba seguro que sería su fin, al igual que el de las muchas almas atrapadas en la carceleta, esperando a su juicio por crímenes que no habían realizado.

“¡Mire lo que hemos encontrado, jefe!” uno de los cazadores de Hopkins se acercó, extremadamente orgulloso a pesar de estar arrastrando a una mujer a la muerte. “Una vieja bruja, el fruto de su pútrido vientre y los diablillos que salieron de esta. ¡Tres generaciones enteras de malditos adoradores de Satán!”

“Muy bien, señor Wilson” respondió el general, inclinando ligeramente la cabeza. su esbirro hinchó el pecho aún más si era posible. Seguro que el ego se le subiría por los cielos ahora que su gran líder lo había halagado. “Justo a tiempo para que sean juzgados por el santo tribunal con las demás.”

“¿Ya se reunió el tribunal de la Santa Inquisición?”

“Sí. De hecho, ya están en sesión, revisando las pruebas que hemos logrado recolectar en contra de estos esclavos del diablo” sonrió de una manera diabólica, sin que sus ojos mostraran emoción alguna. “Mañana mismo se realizará el juicio” se volteó hacia los agentes, que miraban el espectáculo macabro con cierta aprehensión. “Honorables extranjeros, me honraría que se dignaran a asistir a este evento tan importante en nuestra comunidad.”

“Me alegra escuchar eso, monsiur Hopkins” respondió Krest, haciendo gala de su practicado acento francés. “Los juicios son de un particular interés para mí, sobre todo desde el punto de vista del defensor… ¡si no me hubiese hecho mercader, hubiera sido abogado!”

“Interesante, señor” el puritano habló, obviamente no compartiendo su entusiasmo. “Aunque fallo en ver cómo su afición se relaciona con esto.”

“Sería un placer para mí representar a los acusados en este proceso” se ofreció el francés, sorprendiendo a su compañero. ¿Qué sabía él de leyes del siglo XVI? Era estudiante de historia, pero… “Piénselo. Usted se libraría de la molesta presencia de los abogados y, como principiante, no tengo ninguna posibilidad contra los honorables testigos que usted va a presentar. Aparte, me ayudará a cumplir una fantasía, algo que lo acercaría más a París.”  Esperó un momento a que Hopkins lo pensara. “Ambos salimos ganando, ¿no lo cree?”

“Me parece… algo razonable” respondió el cazabrujas tras deliberarlo por unos minutos. “¿Está usted familiarizado con el libro del ilustre rey Jacobo I?”

“¿Demonología? Es uno de mis favoritos” continuó el noble, dando gracias a su afición por llevar libros a sus largos viajes. “A mi parecer, es uno de los títulos que jamás deberían faltar en una biblioteca. Junto al Maleus Maleficarum, claro.”

“Oh, ¿ha leído usted al gran Incitoris Krammer?”

“Por supuesto. Y justo por eso sé que usted hace un trabajo excelente” el agente se dio palmaditas mentales en el hombro. Había comprado una oportunidad a las víctimas. Sólo esperaba estar a la altura. “Me parece magistral la manera en la que es capaz de encontrar las marcas que deja el diablo en las pieles de sus concubinas por muy bien que estas las escondan. Y su aplicación de los métodos de interrogación es simplemente una genialidad.”

“Sólo sigo las indicaciones que dos hombres mucho más doctos que yo nos dejaron” el perseguidor siguió, ahora con una sonrisa sincera. “Muy bien entonces. Mañana será usted el defensor de esos condenados con mi bendición y la del tribunal. Dudo que cueste mucho convencer a los padres. con lo mucho que odian a los leguleyos…”

“Oh, son insoportables” la conversación concluyó en ese momento, con Hopkins despidiéndose animadamente de los agentes. Una vez estuvo fuera de vista, Krest suspiró de alivio antes de poner una cara de mortificación. Itia estuvo a punto de preguntarle qué sucedía, más este simplemente marchó directo a la posada donde se estaban quedando. Una vez ahí, fue al cuarto, dejando entrar a su compañero antes de cerrar la puerta tras de sí con todo el peso de su cuerpo.

“Y… ¿Qué sabes tú de legislatura medieval?”

“¿De la inglesa? Nada” resbaló hasta el piso, llevándose las manos a la cabeza. “Es una idea tonta, lo sé, pero… fue lo único que se me ocurrió para salvar a la mayoría de los acusados. Si no hubiéramos intervenido hubieran ofrecido un trato a algunos y el primero que hablara sería el único… ya me entiendes.”

“Sí, pero esto complica más las cosas” el piloto refunfuñó, cruzándose de brazos. “Dime que al menos has leído los dos libros que mencionaste. Esos que parecían gustarle mucho al psicópata ese.”

“¿Demonología y Maleus Maleficarum?” levantó la mirada el otro. “Sí, los he podido leer un par de veces”

“Entonces… ¿no crees que haya alguna manera de torcer lo que dicen para que Alison y los demás logren ser exculpados?”

“¿Ante la Inquisición? ¿Estás bromeando?” Krest se mordió el labio inferior. “Esas personas odian no salirse con la suya, Itia. Si consigo liberar aunque sea a uno sin una buena explicación, no pasará mucho tiempo antes de que vuelvan a juzgarlo.”

“¿Pero puedes armar una defensa basándote en ellos?”

“Es posible, pero…”

“Ahora mismo es la mayor basa que tenemos” le tiró papel y un lápiz. “Empieza a escribir y sé muy creativo. Es hora de hacer un poco de magia tergiversando palabras.”

Notas finales:

Uy, parece que se han metido en un problema de los serios. ¿Ahora quién podrá ayudarlos? Como detalle curioso por la presencia del personaje histórico invitado, Matthew Hopkins obtenía un porcentaje bien alto de condenas, incluso para la época. Obtenía confesiones por medio de la tortura y hacía que las personas se acusaran unas a otras para salvarse. Se preciaba de hacer un buen trabajo... ah, y la Inquisición sí permitía abogados defensores, pero estos el porcentaje de éxito que estos tenían era muy bajo. Bueno, espero que lo hayan disfrutado. ¡Gracias por su apoyo y review!


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