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La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Pensar como abogado, pensar como abogado” musitó Krest en voz baja, ocultando el terror que sentía en sus adentros. Por desgracia, eso era lo único en lo que podía pensar en esos momentos. Y eso era mucho decir en su caso, había vivido durante el reinado del Terror de Robespierre. “Ay, Dios, no estoy listo”

“Deja de psicosearte y entra ahí” el americano le espetó, empujándolo ligeramente hacia la puerta del lugar donde se celebrarían los juicios de brujas de Chelsmod. La importancia de este evento era significativa para la historia. Si no lograba sacar al menos a veinticinco personas, ese malnacido iba a arrasar con medio pueblo. “Vamos, los juicios son juegos de manipulación de los hechos…”

“¿De dónde has sacado eso? ¿De Suits?” preguntó el francés, ligeramente menos pálido que hace cinco minutos.

“No, de la ley y el orden” contestó el piloto, feliz de que estuviera poco a poco recuperando la compostura que lo hacía tan famoso en la oficina. Por desgracia, Krest estaba todavía hecho un manojo de nervios, sólo que su educación en Versalles le impedía mostrar sus verdaderos sentimientos en público. El caso era que… ¡era un desastre! ¿En qué estaba pensando? Sólo era un estudiante de primer año de historia, no un especialista en leyes medievales. Iba a hacer el ridículo. O peor, iba a dejar que Hopkins matara a cincuenta personas. “Vamos…”

“Yo… no sé qué hacer” continuó con su ataque de nervios hasta que llegó a la puerta del lugar donde se iba a dar el juicio. Respiró hondo y recordó todos los concejos que Anne d´Arpajon le había dado para presentarse en sociedad, además de los pocos antecedentes legales que le enseñaron en la universidad. Podría hacerlo.

“Damas, caballeros” saludó al entrar a la sala del tribunal como si fuera su casa. Se sentó en el banquillo más cercano a los acusados, que lloraban o chillaban que eran inocentes. La pobre familia de wiccanos estaba al frente, atados por las muñecas y con distintas magulladuras. Los niños estaban mejor que los adultos, pero aún así tenían vendajes en los brazos.

“En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo…” comenzó uno de los sacerdotes, haciendo la señal de la cruz sobre los acusados. Esperó un momento para ver si alguno de ellos comenzaba a retorcerse, prueba de que estaba coludido con el demonio, pero ninguno lo hizo, así que siguió. “Este Santo Tribunal tiene la obligación hoy en día de demostrar la culpabilidad de estos individuos” señaló a los acusados, que no podían sentarse. “Señor Hopkins, por favor, lea los cargos.”

“No es necesario” dijo el hombre, levantándose con toda la autoridad que su ficticio cargo le daba. “Yo, el General Cazabrujas Matthew Hopkins, declaro que esos hombre y mujeres en los banquillos son amigos del diablo” continuó teatralmente, continuando con lo mismo. “Adoradores de lo impío y consortes de Satanás” Krest mordió su labio, ese tipo en verdad sabía cómo captar a una multitud. “Con sus malignas artes envenenaron a hombres y animales, causaron desastres y congelaron cosechas. Robaron niños de la cuna para sacrificarlos a su señor, bebiendo su sangre como vampiros demoniacos.”

“¿Qué dice el abogado de la acusación?”

“Señores del Tribunal, como dijo nuestro señor Jesucristo, el perdón es sagrado y él busca como el buen pastor a cualquier oveja descarriada de su rebaño…” el francés se mandó un discurso de mil horas que aburrió a todos en la sala, una herramienta legal aprovechada por abogados de todas las épocas, sobre todo en la medieval. Parecía funcionar bien, sobre todo porque la sed de sangre en la sala bajaba poco a poco. “Y por lo tanto, las personas aquí presentes pueden no ser todas culpables de brujería como se les acusa.”

“Muy bien” habló uno de los inquisidores, aburrido. Sus compañeros, que estaban igual que él, asintió con la cabeza. “El concejo deliberará. Mientras tanto, pasemos a un almuerzo para que todos los presentes tengan las fuerzas necesarias para hacer su trabajo de jurado. Se cierra la sesión.”

“Sí” Krest salió del cuarto sintiéndose ronco. Había hablado tanto que ni siquiera él estaba seguro de todo lo que había dicho. Y peor aún, todavía no tenía una estrategia más allá de utilizar el aburrimiento contra la sed de sangre de las personas. Por otra parte, quizás comer algo ayude.

“¿Estabas tratando de dar una misa, la catequesis o qué?” preguntó el piloto, adelantándose hacia él con cara de enojo. Al parecer algo no había ido muy bien según él. “Tengo la suficiente experiencia en juicios para decir que esa no era la manera de proceder de un abogado.”

“Olvidas que no soy abogado”

“Y tú olvidas que las vidas de muchas personas están en juego” Itia siguió con su perorata, sin entender lo que estaba tratando de hacer. “El maldito tribunal de la Iglesia va a condenarlos a arder en la hoguera o los colgará del cuello si es que fallamos y si eso pasa, tu amada historia cambiará radicalmente.”

“¿Crees que no lo sé?” le espetó molesto. “Escucha, en los tribunales de la inquisición habían muy pocos trucos que funcionaran, siendo el mayor de ellos el aburrimiento” el otro puso cara de confusión. “Es decir, aburrirlos hasta que se les pase las ganas de ver el espectáculo y empiecen a usar más la cabeza. Entonces podrán darse cuenta de las tonterías que están diciendo y desacreditar la mayoría.”

“Ah, ya veo” asintió él. “Pero… ¿ese es todo tu plan? ¿aburrir a medio mundo hasta que todos se hayan cansado de ti y los dejen ir? También podría jugar en nuestra contra, especialmente con un líder carismático como Hopkins a la cabeza.”

“Y por eso necesitamos que se confirmen algunas cosas” terció Krest, caminando hacia la posada a paso decidido. “Si eso no sirve, tendré que asegurarme de que utilicen la prueba del enebro. Si usan el ahogamiento, entonces estamos acabados.”

“¿Enebro? ¿Ahogamiento? No entiendo absolutamente nada.”

“Exactamente la razón por la que me necesitabas a tu lado” suspiró el historiador, cansado. “La prueba del enebro era realizada para determinar si una persona era bruja porque se creía que su madera quemaba la piel de las brujas. Y el ahogamiento… bueno, se tiene constancia de que Hopkins lo ha utilizado una vez, pero… es considerado tortura y altamente ilegal… no sé si se arriesgue de nuevo.”

“Lo hará, ¿Qué no lo has visto?” el francés se estremeció sólo con pensarlo. “¿Tienes algún plan para truncar esta? Tenemos que librar a algunos acusados.”

“No sé cómo, es que… es un muere o muere, sólo que la muerte es mucho más dulce en uno de ellos” apretó los labios. “El sospechoso es conducido a un lago y arrojado al interior. Si las aguas bautismales lo rechazan y flota, entonces es culpable. Si se ahoga, el inquisidor tiene problemas porque es inocente.”

“¿Problemas graves?”

“No realmente” contestó Krest, acercándose a las personas. Tras comprar un pastel de carne para él, empezó a pasearse de mesa en mesa, conversando animadamente con los comensales. Muchos de ellos eran partidarios de Hopkins disfrutando del espectáculo, algunos demasiado chismosos para su propio bien. Al final, el francés sintió que tenía lo necesario para ganar el juicio… al menos para la mayoría.

“Buenos ciudadanos, volved a la corte, por favor” un mensajero de los sacerdotes llamó, haciendo sonar una campana. Todos volvieron al interior del edificio, con el abogado asignado por el tribunal a las víctimas en uno de los banquillos principales. Itia estaba justo detrás de él, cruzando los dedos con ansiedad. “Es momento de que se oigan los testimonios. Que pase adelante Mary Golding.”

“Su señoría, yo…” en la hora en la que le tocó hablar, Mary hizo un caso muy convincente contra la viuda Porter, esposa de un fiscal que murió repentinamente de un infarto y sus pobres hijas. La mujer, por supuesto, negó todas las acusaciones, llorando a lágrima viva. Krest simplemente escuchó. Tenía esto resuelto.

“Que pase el abogado de la acusación”

“Señorita Golding, ¿es cierto que usted trabajó como criada para la señora Porter durante tres años?” la muchacha asintió, sin saber qué tenía esto que ver con la acusación. “Y en todos esos años de leal servicio, ¿alguna vez le incrementó el sueldo, como usted quería según testigos del pueblo?” ella se quedó helada, delatando su culpabilidad. “¿No llamaba usted a su patrón cerdo cebado y a su esposa casquivana?”

“Yo…”

“¿Y no es verdad que la razón de su despido fue que la señora Porter la encontró robando sus cubiertos de plata y que, en lugar de denunciarla por ladrona, simplemente la echó de su casa? ¿Lo niega?” la acusadora tartamudeó una respuesta ilegible, haciendo que Itia sonriera. Había desestimado por completo los cargos contra las acusadas. “Señorías, esta mujer claramente estaba dando falso testimonio con tal de deshacerse de enemigos, por lo que pido que se libere inmediatamente a la señora Porter y a sus hijas.”

“Espere hasta después del juicio, señor abogado” señaló uno, aunque parecía estar inclinándose a su favor. “Que pase el siguiente testigo.”

Así, uno por uno, Krest comenzó a deshacer los casos en contra de la mayoría de las víctimas. Justo como escucharon, LA MAYORÍA. El historiador observó a Hopkins por el rabillo del ojo cada vez que plantaba dudas sobre una acusada, pero este parecía tranquilo. Demasiado para estar perdiendo el juicio. Pronto sólo quedaron pruebas sólidas para veinticinco acusados, entre ellos la familia de wiccanos foco del rechazo de todos.

“Señorías, sé que todos estamos cansados, pero les pido atención para escuchen a un testigo más” dijo, presentando a una jovencita con grandes magulladuras en el rostro, que temblaban mientras la llevaba. “Les presento a Bethany Fisher, quién presenció los actos perversos de las brujas aquí presentes.”

“Dios, no” musitó Krest, con los ojos muy abiertos. Este era uno de los movimientos más conocidos de los cazadores de brujas, comprar a un testigo. Lo que fuera a decir esta chica por su libertad sin duda mataría a los demás.

“Yo… fue tentada a unirme a un aquelarre por una tal Alison, esa mujer de ahí” señaló la joven a la wiccana, que entrecerró los ojos. Obviamente las dos no se conocían de nada o la mayor hubiera dicho algo en su defensa. “Presa de una curiosidad que sólo pudo venir del diablo, me acerqué a su cabaña en la noche, donde la vi a ella y su madre bailando desnudas a la luz de la luna en compañía de otras mujeres. Se tocaban entre ellas en lugares impropios y elevaban sus voces en cánticos profanos.”

Un murmullo recorrió la sala, mientras todas las miradas acusadoras caían en Alison. Esta, tiesa como una piedra, acunaba a sus hijos contra su pecho. Los gemelos ya estaban un poco grandes para ser tratados de esa manera, pero se dejaban. Seguían siendo niños, aterrados por lo que estaba sucediendo a su alrededor. La anciana le puso una mano en el hombro, tratando de mostrarle apoyo, más fallando por su tembladera.

“¿Y qué hicieron en esa ocasión?” preguntó uno de los inquisidores, echándole una mirada de desprecio a la acusada principal.

“Oraban para que el diablo destruyera las cosechas y matara a los niños con sus dedos venenosos” la chica siguió, observando a Hopkins con miedo. “Que se llevara al señor Porter, el buen magistrado de la comarca, y a su familia. Ofrecieron a un niño recién nacido a las llamas del infierno para hacerlo, que era traído por los mismos hijos de esa bruja.”

“¿Acusa a los niños de ser brujos?”

“Sí, los vi en esa ocasión, ayudando a su madre con los sacrificios. Además, nacieron del vientre putrefacto de una bruja, seguro que fueron consagrados al demonio desde su nacimiento.”

“¿Qué más vio?” continuó el inquisidor, para a continuación señalar objetos que habían presentado antes como parte de la acusación. “¿Se utilizó alguno de estos ídolos profanos para sus sacrílegas ceremonias?”

“Sí, los vi esa noche” la chica respondió lo que todos querían escuchar, como un loro amaestrado para sus amos. “hicieron un círculo de piedra de luna en un claro y en el círculo un gran pentagrama negro. Esa imagen con patas de cabra” señaló, estremeciéndose para darle más énfasis a su historia. “iba al centro, en el mismo lugar donde invocaban al demonio. Este hizo acto de presencia por medio de ella, cobrando vida. Me horroricé de las palabras que la estatua dijo, tanto que salí corriendo…”

“Esta pobre alma me confesó todo tan pronto como llegué” confesó Hopkins, sonriendo al estrado. “Su desesperación por limpiar su alma la llevó a delatar a las consortes del demonio que vivían aquí, pero sentía tanto temor que pensó que sólo podía confiar en mí.”

“Es entendible, señor Hopkins” uno de los sacerdotes, ya condenando en su mente a los acusados. “Pero dime, jovencita, ¿Quiénes fueron las mujeres que viste en ese lugar con Alison y su familia?”

“Estaba…” sorprendentemente, la lista de la muchacha se componía sólo de 19 personas, liberando a muchas otras. Krest apretó los dientes, ese hombre era muy listo. Se había dado cuenta de que no podía condenarlos a todos, por lo que consiguió un testimonio para asegurar el número máximo de condenas. “Pero no vi en ningún momento a la señora Porter, ni a sus hijas, ni a ninguna de las demás acusadas.”

“¿Está segura?”

“Sí… durante esa reunión, Alison pidió a sus familiares, un gran perro negro y un sapo lleno de verrugas, que confundieran la aguda mente del Cazabrujas para que las culpables se mezclaran con inocentes y salieran bien libradas. Fue tan horrible…” lloró en sus manos “Por suerte pude darle transmitirle esto, por lo que pudimos diferenciarlos.”

“Entiendo” los sacerdotes se levantaron. “En vista de la aquí dicho, declaramos a Elizabeth Porter, sus hijas…” dio una larga lista de nombres “inocentes del delito de brujería. Declaramos a las acusadas…” otra lista de 25 nombres fue dada “culpables y las condenamos a arder en las llamas del infierno. Se levanta la sesión.”

“25… tenían que ser 23” murmuró Krest para sí, sintiendo el corazón en la garganta. Se dio la vuelta para marcharse, encontrándose con Matthew Hopkins en la entrada. “Señor Hopkins, fue un muy buen juicio. Espero haber sido de ayuda para la justicia.”

“Más de lo que puede imaginar, mi buen señor” dijo el Cazabrujas, sonriéndole de una manera que consideró maligna. “Sólo gracias a usted y a la señorita pude diferenciar a los culpables de los inocentes. Si usted, mi alma hubiera quedado manchada por la muerte de esas pobres mujeres.”

“Me alegro” contestó el otro. “Espero poder volver a trabajar con usted en otro momento… en París”

“Estaré esperando con ilusión”

-En la noche-

“Tenemos que hacer algo” señaló Itia, observando por la ventana de la posada mientras Krest empacaba las pocas cosas que habían traído con ellos. No se detuvo ni siquiera porque le hablaba. “¿Me estás escuchando?”

“Claro que sí, estás a media habitación de distancia” respondió el otro con cara de pocos amigos. “La pregunta real es: ¿Crees que podemos hacer algo? Las personas estarán pendientes de esa prisión, quieren sangre.”

“¿Y sólo por eso debemos olvidarnos de Alison? ¿De su madre? ¿Sus niños?” le echó una mirada de resentimiento. “Además, la historia dice que veintitrés personas fueron asesinadas por Matthew Hopkins en Chelsmod, no veinticinco.”

“Sí, pero… hay muchas explicaciones que…”

“Y si necesitas que el número sea exacto, bien podemos contar una historia para que arresten a otra persona” dijo Itia, haciendo que su compañero retrocediera un par de pasos. “A Mary Golding, Bethany Fisher o a cualquiera de esas harpías que inventaron cosas para matar a personas inocentes.”

“Sé que es duro… lo sé, ¿sí?” el otro respondió, apretando los puños. “He vivido una época tan sangrienta como esta, he visto a personas que conocía, incluso buenas personas, siendo asesinadas. ¿Crees que no siento la tentación de volver en el tiempo y salvarlos? ¿O de hacer algo más aquí? Alison me caía bien, ¿te enteras?”

“¿Y por qué no…?” los dos se callaron cuando escucharon un golpeteo en la puerta. El francés fue a abrirla, encontrándose prácticamente de cara con uno de los secuaces del General Cazabrujas.

“Los hijos de la bruja han escapado. Ella casi lo hace también, pero los carceleros se dieron cuenta a tiempo. El señor Hopkins solicita la ayuda de todos en el pueblo para atrapar a los críos del demonio.”

“En seguida vamos” contestó Krest con urgencia, haciendo que Itia se levantara de inmediato. Sin los gemelos eran veintitrés, tenían que evitar que los atraparan.

Los hombres corrían por el bosque, soltando perros y esperando que encontraran a los niños. Ambos agentes se unieron a la búsqueda frenética, tratando de al menos facilitar el escape de los chiquillos. Fue muy difícil encontrar rastros de ellos, conocían el bosque demasiado bien, a diferencia de ellos. Los cazadores estaban por otro lado, aún audibles gracias al barullo que hacían.

“¡Ahí están!” alguien gritó, haciendo que los dos corrieran adelante. Mientras lo hacían, sonaron los cañones de las escopetas primitivas que despertaron algo en Itia. Un miedo que lo dejó congelado. La guerra de repente desfiló por delante de sus ojos, siendo guiado sólo por la mano de Krest, que lo jalaba de la suya. “¡Por ahí! ¡Por ahí!”

“Vamos” la voz de su amigo lo despertó el tiempo suficiente para que recuperara el control de sí mismo corrieron por el terreno oscuro, escuchando a los hombres alejarse. De repente, en un recodo del camino, se encontraron con uno de los gemelos, sangrando profundamente desde el hombro. “¿Qué le ha pasado?”

“Demonios, un agujero de bala” maldijo el piloto, vendando el hombro del chiquillo con rapidez para evitar que perdiera más sangre. “tenemos que llevarlo a una enfermería pronto o va a morirse.”

“Por ahora tenemos que encontrar a su hermano, no creo que vaya a ser capaz de sobrevivir él…” de repente uno de los disparos fue seguido por un chillido de muerte que sólo podía venir de un ser humano (al menos eso creían). Lo siguiente que escucharon fueron las felicitaciones de los hombres al asesino. El francés apretó los dientes. “Hay que llevarlo a la nave. Mañana nos vamos tan temprano como sea posible.”

“Pero hay que…”

“He dicho que mañana” el antiguo noble caminó con paso decidido hacia la nave, donde depositaron a su rescatado. Había suficiente equipamiento ahí para sedarlo y aplicar un torniquete más efectivo. Esperaba que fuera suficiente. “Lo siento, pero tenemos que dejarte por ahora. No podemos dejar que Hopkins desconfíe de nosotros.”

“Me alegro de haberlo salvado, pero… ¿Cómo se lo explicamos a Sasha?”

“De la misma manera de siempre” contestó el otro. “Asegurándole que fue necesario para que no cambiara la historia.”

Notas finales:

Hola!!! Ya estoy de vuelta. Ojalá no los haya esperar demasiado, es que tenía un par de cosas urgentes que hacer estos meses... pero bueno, ya estoy aquí. Y el capítulo termina con nuestros viajeros del tiempo salvando a un nuevo miembro del grupo... ¿ya saben quién es, verdad? Pronto seguiremos con más. Review!!


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