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La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Creo que jamás estaré listo para esto” dijo Krest, saliendo de la nave con nauseas. Acababan de escapar de un caos medieval y lo último que necesitaban era una sacudida como esa. Su compañero asintió, poniendo una mano sobre su boca mientras bajaba. El pequeño Lugonis se acercó en ese momento, poniendo un vaso de té en la mano del francés y una papelera en la del americano. Justo a tiempo, a decir verdad, porque este vomitó con fuerza en ella.

“Gracias” murmuró antes de devolverla, aunque el niño no la aceptó. No iba a disponer del vómito por muy amigo que fuera del piloto, gracias. “Si no lo conociera diría que se ha adaptado muy rápido a la vida en el siglo XXI.”

“Demasiado bien” contestó el francés rodando los ojos. Todavía le quedaban un par de horas antes de tener que ir a clase, así que se disponía a echar una buena siesta en la enfermería cuando Sasha los llamó a su despacho. Temiendo que fuera a echarles la bronca de nuevo, el ex noble se preparó para excusarse. “Nos hemos estado portando bien…”

“Sí, lo que me sorprende, porque esperaba más problemas este mes” suspiró cansada, sacando algo de su escritorio. “Ya no podemos hacer mucho en el caso de los niños, se han adaptado tanto al futuro mientras pensábamos qué hacer con ellos que no podemos devolverlos, así que les hemos dado el mismo tratamiento que a ti.”

“El mismo… ¿quiere decir que pueden quedarse?” ella asintió. “¿A cambio de qué?”

“Por ahora de nada, pero cuando crezcan estarán obligados a prestar sus servicios a la defensoría. Tu apartamento tiene dos habitaciones, ¿verdad?” le tendió un pasaporte a Krest tras la respuesta positiva de este. “Lugonis Carmichael, doce años, tu primo de Inglaterra. Te he enviado por correo la dirección de la escuela la que asistirá.”

“Espera, ¿los chicos vivirán con nosotros?” preguntó el americano con sorpresa, pensando en su relativamente pequeño apartamento. Sí, tenía una habitación extra, pero… “Creí que les darían sus propias viviendas.”

“¿A menores de edad de doce y catorce años? Lo máximo que podríamos hacer es ponerlos en el sistema de acogida, ¿quieres eso?” él negó, cogiendo los nuevos pasaportes de los gemelos, de nacionalidad alemana. “En fin, ya les hemos proveído unas cuantas cosas para que puedan agenciárselas los primeros meses. Empiezan clases mañana.”

“Genial” murmuró el menor, bostezando. Al salir vio que Lugonis ya tenía hecha una pequeña maleta en sus manos. Le hizo una seña con la cabeza, guiándolo hacia la salida. Tomaron el autobús hasta su casa, un sitio extremadamente pequeño en comparación de lo que a él había estado acostumbrado, pero acogedor y con buen precio para ser un lugar ya amoblado. Y con un cuarto extra. “Perdona que aún no tenga cama para ti. Puedes dormir en el sofá mientras…”

“No importa, en nuestra cabaña dormía en un colchón de paja. Puedo hacerlo en el suelo si…”

“Ah, no, lo harás en el sofá hasta que consiga comprarte cosas de primera nece…” un timbre sonó en su puerta. Fue a abrirla extrañado, topándose con un grupo de hombres cargados de cosas de madera. “¿Sí, qué desean?”

“¿Krest Fountain?” preguntó el que iba a la cabeza, con un tablero en las manos. Inmediatamente el agente relacionó lo que estaba pasando con Sasha. “Vengo a hacer entrega de un juego de muebles para niños. Firme aquí”

“Ya veo” dijo, poniendo su esmerada firma en el papel. Se lo devolvió en seguida, permitiéndole pasar. Rápidamente, los hombres hicieron su trabajo, montando en su antiguo cuarto de estudios un bonito cuarto para un niño de doce años. Lo único que faltaría para hacerlo completo eran las colchas y la pintura en las paredes. Pero como tenía la sensación de que esto saldría de su cheque, Krest decidió que podían usar las que ya tenía. “Ven, Lugonis, aquí vas a dormir.”

“¿De verdad?” preguntó con cierto asombro. Nunca había tenido un lugar tan grande para él sólo. Y desde su encuentro con Hopkins le daba mucho miedo dormir sin nadie a su lado. No había sido ningún problema con Hakurei y Sage confinados a su lado, pero… tragó duro, dispuesto a acostumbrarse.

Contento con la evolución de las cosas, el universitario se fue a su habitación para dormir la hora que le quedaba antes de tener que ir a la universidad. Por desgracia, se olvidó de activar la alarma del celular y tuvo que correr como en muchas ocasiones, gritando que llegaba tarde… al menos a la tercera clase del día. Y cómo detestaba esa clase en particular. La historia moderna le resultaba tan incomprensible como el motivo de Robespierre para construir una montaña gigante de papel maché.

“Señor Fountain, ¿puede venir un momento?” pidió el hombre, llamándolo con la mano. Conteniendo la respiración, caminó hacia el escritorio del docente. “Está fallando en mis clases, ¿lo sabe?”

“Lo siento, señor” el francés se sorprendió por su interés en su educación. Y no estaba fallando, sólo que… pasaba raspando por su obvio hueco en conocimientos históricos. “Si desea, puedo hacer un trabajo extra para aumentar mis calificaciones.”

“No es eso” el otro se sacó los anteojos. “He hablado con mis colegas y todos afirman que eres un excelente estudiante. Incluso tu boleta de notas lo respalda” todas sus otras asignaturas tenían buenas calificaciones. “Uno llegó a ponerte un sobresaliente alto por un ensayo comparativo entre Matthew Hopkins y Joseph Mengele como líderes negativos en un periodo oscuro de la historia.”

“Su… supongo que se me da mejor la historia antigua” se excusó, retorciéndose ligeramente. “Y la Revolución Francesa siempre ha sido mi punto fuerte.”

“No lo niego, pareces saber mucho del clima político de aquella época” el maestro dijo, entregándole un papel. “Pero sólo eso no te va a hacer buen historiador. Tienes que saber cómo los hechos del pasado repercutieron en el presente y la forma en la que un hecho afectó toda la historia.”

“Si, señor”

“Volviendo a tus notas, se han mantenido en apenas pasable, pero los exámenes que vienen son mucho más complicados y temo que podrían afectar tu promedio global” comentó él, pasando una página del ensayo que acababan de entregar sobre la historia de los aviones, un aparato al que él ni siquiera tuvo la ocasión de subir. “Así que te recomendaría que te buscaras un tutor. Estoy seguro que alguno de tus compañeros estará encantado de ayudarte a mejorar.”

“Claro… bueno, si no tiene nada más que decir” se marchó después de eso, pensando seriamente en a quién pedirle clases suplementarias. No tenía amigos fuera de la defensoría y tampoco podía tener un horario fijo por su trabajo. Encontrar a uno sería de lo más complicado.

“Oye” el pesado de la vez pasada lo detuvo con una mano, poniéndose delante de él con cara de pocos amigos. “Te he visto hablando con el profesor de…”

“Ahhhh, por Dios. Si vas a degradarme públicamente por llegar tarde y quién sabe cuanta cosa más, por favor termina de una vez que no estoy de ánimos para nada” dijo el francés, rodando los ojos martirizado.

“¿Qué? No, no es por eso” el otro de repente pareció avergonzado. “Lo que pasa es que… he hablado con el profesor Verdi, que me ha dicho que voy muy mal en su curso” ¿En serio? ¿el supuesto auténtico estudioso de la historia reprobando una materia? “Al parecer no he captado la verdadera esencia de las revoluciones o algo así. Entonces pensé, ya que esa es tu especialidad…”

“¿Quieres que sea tu tutor?” preguntó anonadado.

“Es un buen trato” siguió el chico, tratando de no mirarlo a la cara. La vergüenza no se le iba con nada del mundo. “Tú me ayudas con las revoluciones y yo me encargo de que pases historia moderna. Y como es un trueque no tienes que llorarle a papá por más dinero para contratar un tutor.”

“Suena…” sonaba a tortura, pero con su nivel de ingresos actuales era la mejor oferta que podía tener. Sobre todo con lo que había descontado Sasha de su cheque para las cosas de Lugonis. “Suena bien. ¿Nos vemos mañana después de clases en mi casa?”

“Claro” respondió el otro rápidamente, feliz de finalizar el asunto. “Ehhhhh… eres Fountain, ¿verdad? Perdón, es que estoy tan centrado en mis estudios que no me he aprendido el nombre de nadie.”

“Es… Fountain, Krest Fountain” respondió el otro, que se mordió la lengua antes de meter la pata. Merde, estuvo a punto de decir de Noailles. “¿Y tú eres?”

“Ilias Leoxes” finalmente dijo tras un suspiro. “Espero que seas mejor profesor que historiador, porque si al terminar esto no entiendo nada…”

“Tranquilo, yo me las agencio” contestó, finalmente consiguiendo retirarse. Vaya, quién lo diría. Encontrar un tutor había sido mucho más sencillo de lo que imaginó. Ahora sólo tenía que encontrar la dichosa cafetería, que por culpa de Fernando de Aragón y la endemoniada entrega de muebles no había podido tomar desayuno. Ni cena la noche anterior. “Debo mejorar mis hábitos alimenticios”

-Al día siguiente-

“Espero que puedas explicarme estas cosas, porque si te la pasas escuchando música o…” Ilias se cayó tan pronto como entró en la casa de su nuevo tutor. Era muy diferente a como se la había imaginado. En un principio, era demasiado pequeña para un chico rico mimado. Además la decoración era tan austera que prácticamente no existía. Y tercero, había un niño en el sofá con una humeante infusión de hiervas. Krest lo miró con cara de pocos amigos.

“¿Qué no te habías ido al colegio?”

“Uno aprende por su propia cuenta los misterios que la madre tierra le quiera revelar” dijo misteriosamente el chiquillo para luego observar al invitado con ojo crítico. “A lo mejor sí debería ir, tu amigo y tú deben tener mucho que hablar… y hacer.”

“Sólo vete ya” señaló la puerta, sabiendo que el listillo ya conocía el camino hasta su escuela. El francés rodó los ojos, viéndolo marcharse con fastidio. “Mi primo de Inglaterra. Sus padres murieron y ahora se queda aquí” dejó caer sus libros en la mesita de la sala comedor. “Hagamos esto rápido, tengo que estar disponible para el trabajo en cualquier momento o corro riesgo de que me echen.”

“¿Trabajo? ¿Tú… tienes trabajo?” preguntó Ilias, confundido. Krest se veía como alguien aristocrático, no había manera de que no tuviera dinero. “¿Acaso tu familia te cortó el caño porque gastabas mucho?”

“No tengo familia” respondió el otro con una mirada seca. “Mis padres y hermanos murieron, luego las deudas liquidaron la fortuna familiar… lo que ves es lo que tengo” vaya, ahora se sentía muy mal por todas las cosas que le había dicho. “A Lugonis le pasó lo mismo, sólo que él nunca fue adinerado. Y es menor de edad, así que tengo que proveer por los dos.” Sacó bebidas de la refrigeradora. “¿Una cola?”

“Sí, gracias” pasaron un par de horas estudiando, hasta que una llamada entró en el móvil de Krest. Este chasqueó la lengua, los únicos que conocían su número eran los del trabajo.

“Supongo que tendremos que continuar mañana” dijo con fastidio. Para su sorpresa, Ilias era muy bueno explicando detalles que a cualquiera se le escaparían. Y él aprendía más en su compañía que con los profesores. “¿Misma hora?”

“Claro” el otro cerró su libro. Krest no era mal maestro. De hecho, ya estaba entendiendo el contexto en el que estalló la revolución francesa. Incluso las bromas acerca de Luis el Cerrajero que no podía encontrar el agujero donde iba la llave tenían más sentido. “Estudia lo que te di sobre el príncipe Alberto de Saxe Coburg como impulsor de la tecnología y estarás bien en la siguiente clase.”

“Ojalá eso fuera suficiente para los exámenes” con esto se despidieron. Una hora más tarde, el ex noble estaba subiéndose a la nave con un traje rojo y azul del ejército real griego. Y pensar que tendría que ir a la guerra de nuevo tan pronto, ahora en Grecia. Para colmo se había visto obligado a hablar con su amigo americano de su reunión de estudios.

“¿Que has tenido una cita con ese pesado? Pensé que te caía mal” comentó el piloto mientras se acomodaba en el asiento delantero. Su compañero rodó los ojos, ¿es que tenía que sacarlo todo de contexto?

“No ha sido una cita”

“Como digas” se estiró los brazos, preparándose para coger el timón. Los viajes intertemporales eran malos para el estómago, pero dependiendo de lo bueno que fuera el piloto eran ligeramente mejores. “Por cierto, ¿Por qué es tan importante que vayamos a un sitio del que ni siquiera hemos escuchado en medio de una guerra que posiblemente va a matarnos?”

“No si salimos de ahí a tiempo” suspiró. “Esmirna fue conquistada por los turcos en 1922, específicamente el 9 de septiembre. Vamos una semana antes porque se ha montado un operativo en la vanguardia turca para invadir la ciudad antes de la evacuación y la llegada de los Aliados. Si permitimos que eso suceda se generarán miles de bajas entre la población cristiana…”

“Por favor, no puede ser tanto…”

“¿Sabes lo que hicieron los turcos cuando entraron?” preguntó el francés, levantando la cabeza. Conocía bien el tema, era uno de los pocos de historia moderna que entendía a la perfección. “El general Nureddin Ibrahim Bajá permitió que sus hombres saquearan y asesinaran a sus anchas en la ciudad. un incendio arrasó con los antiguos barrios cristianos y el obispo de la ciudad fue asesinado en las calles” apretó los dientes. “Si no logramos detenerlos, 213 480 personas que serán evacuadas por los Aliados sufrirán lo mismo”

“Bueno, entonces tendremos que apresurarnos” despegaron, poniéndose en marcha hacia Esmirna, 1922. Llegaron a las afueras de la ciudad, escondiendo la máquina del tiempo para que los turcos no la vieran. Se acercaron a las casas, donde las personas iban de un lado al otro con pánico. Debían estar anticipando la llegada del ejército enemigo desde Tracia y el desembarco de los Aliados.

“¿Qué se supone que están haciendo?” alguien los sorprendió desde atrás. Se volvieron despacio y vieron a un oficial vestido con el uniforme de los aviadores. ¿Qué se supone que estaba haciendo ahí? No recordaba que se mencionara la presencia de las fuerzas aéreas en la toma de Esmirnia por parte del ejército turco. “Las tropas de infantería están apostadas por allá. ¿Acaso pensaban desertar?”

“No, sólo queríamos buscar algo para comer. Nos morimos de hambre” respondió Krest, tratando de hacer uso de toda la hipocresía de la que era capaz un habitante de Versalles. “Soy el cabo Ilias Leoxes, por cierto” dijo, estirando la mano hacia él. El piloto no devolvió el saludo, arrugando la boca. “Él es Taunus Thalassiasinos”

“Zaphiri de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg” se presentó, haciendo que el ex noble abriera mucho los ojos. ¿Qué hacía un miembro de la familia real griega en esa ciudad dada por perdida? “Tranquilos, no voy a hacer que se arrodillen. De todas maneras no tendría caso, estoy tan abajo en la línea de sucesión que el rey ni me conoce.”

“Entonces… ¿no eres miembro de la familia real?”

“Sí que lo soy, un primo lejano del actual rey. Con el tratamiento de su alteza y todo” se le veía muy relajada para ser un príncipe, fue el primer pensamiento que se le cruzó por la cabeza a Krest, pero hay algo en él que atrae. Una clase de brillo en sus ojos y en su sonrisa que cautivaba. “Aunque ser de una rama menor tiene sus ventajas.”

“Qué… interesante” comentó Itia, observando a su compañero. Este no le había quitado los ojos de encima al peliazul ese, lo que lo llevaba a pensar que había cierta química entre ellos. Química que no había detectado antes. Barajó la idea de que su amigo estuviera con alguien doscientos años menor… quizás no era tan malo. “Quizás pueda enseñarle a mi amigo dónde está la comida mientras yo vuelto al servicio. ¿Sería tan amable, alteza?”

“Ey” Krest se vio empujado al frente por un brazo más fuerte que él se vio imposibilitado de resistir. El otro le dio un asentimiento con la cabeza, guiándolo hacia un restaurante cercano, que se encontraba repleto de oficiales del ejército. Los dos se sentaron en los banquillos, ordenando comida. “Y… dime, ¿Qué hace un príncipe de Grecia sirviendo en el cuerpo de aviadores?”

“Pues… digamos que nuestro pequeño principado oscuro no es precisamente rico. Mi padre insistió en que nos buscáramos una carrera militar. Mis tres hermanos mayores y yo” se acercó un poco. “A ellos les gusta más la infantería, pero yo me decanté por la aviación. Siempre he pensado que ir por los cielos es lo mejor del mundo.”

“Tú y otra persona que conozco” contestó Krest, interesándose más por el excéntrico personaje. Zaphiri no se parecía a nadie que hubiera conocido antes en Versalles, así que no encajaba con el estereotipo de noble que tenía grabado en la mente. Su estilo era mucho más simplista… y eso le encantaba, mucho más que Garnet en sus vestidos de fiestas o los ridículos peinados de María Antonieta.

“Siempre hacen falta más fans del aire” contestó él, sonriendo. Vaya, los excéntricos de verdad llamaban la atención.

“¿Y qué estás…?”

“¿Haciendo en Esmirna?” terminó la pregunta divertido. “Pues… me enviaron para agilizar el traslado de refugiados durante el desembarco de los Aliados. Aunque dudo que pueda cumplir mi misión ahora que mi avión se estropeó y me quedé varado con el resto de personas” miró a su alrededor con preocupación. “En fin, resultó ser un desastre, pero al menos podré pelear en el frente.”

“Escuché que los turcos vienen desde Tracia” siguió el francés acercándose un poco. “Y que a su cabeza hay un gran general. ¿Cómo le decían? ¿El Barbudo?”

“Pues ya verá ese peludo lo que soy capaz de hacer” en ese momento llegó la comida, acompañada por una botella de vino. No era uno borgoña precisamente, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de beber con alguien tan increíble. Lo cogió, abriendo la botella y sirviendo con elegancia en los vasos. “Vaya, alguien tiene excelentes modales. Casi creería que fuiste criado en una casa noble.”

“¿Quién sabe? A lo mejor sí” le tendió uno de los vasos, que él recibió con un asentimiento. “¿Brindamos por una nueva amistad, su alteza serena?”

“¿Por qué no, milord?”

“Su alteza serena también… o lo sería si aún existiera el imperio francés”

“Se alteza serena entonces” contestó Zaphiri, levantando su copa, chocándola con alegría. Mientras tanto, Krest deseaba poder llevárselo de ahí, salvarle la vida... pero tenía que comportarse bien con Sasha. Había prometido que Lugonis y los gemelos serían la última tastada, más… sentía Zaphiri estaba lleno de vida, una que no merecía perder a manos de los turcos… tenía que hacer algo.

Notas finales:

¿Qué les pareció? El primer flechazo entre dos de nuestros personajes favoritos, un sentimiento esa primera vez que miras a la persona indicada y sientes que es él o ella. Y, como yapa, otro de los favoritos se cuela en la historia. Ahora sólo falta que Krest encuentre la manera de salvar a su amado sin romper las reglas. ¿O lo hará? Review!!!!!


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