Encuentro XIII:
Hechizo
Sentado tras el mostrador, Levi solo puede pensar en ser víctima de un caso grave de demencia temporal cuando ve como Eren, con el rostro sonrojado de frío, entra a toda prisa en su tienda. Son apenas las seis y quince, por lo que falta bastante para la hora de cierre, pero el chico ya está allí, con la verde mirada cargada de ansiosa emoción y esa alegría intrínseca que parece emanar siempre de este y escapársele por los poros. Y todo porque él le ha pedido una cita.
Lo dicho: ha perdido la puta cabeza.
De pie frente al mostrador, Eren le sonríe tan abierto y confiado como siempre; no obstante, el turbulento verdeazulado de sus ojos lo traiciona, ya que en este Levi percibe unas dudas similares a las que él mismo siente, y eso, de algún modo, lo tranquiliza. No es el único afectado con esa extraña cercanía.
El mocoso se disculpa por llegar de ese modo, aduciendo que no saber si esperarle en el café o ir en su búsqueda. La danza nerviosa de sus manos, frotándose una contra la otra, revelan su creciente ansiedad, por lo que Levi le dice que está bien, que no le molesta su compañía, y es verdad. Tener allí a Eren es agradable.
A los pocos minutos de su llegada, ambos beben té mientras reanudan su extraña plática sobre libros. Este, entusiasmado, le cuenta que le ha parecido la novela de aventuras que él le recomendó, y se sorprende gratamente ante lo entusiasta que parece el chico al hablar de ello y darle su opinión. Que sea por completo opuesta a la suya a Levi le parece interesante.
Solo un par de clientes entran a la tienda antes de dar por acabada la jornada. Cuando le informa a Eren que ya cerrará, este se ofrece, solícito, a ayudarlo, por lo que en nada de tiempo han acabado y salen fuera, envueltos en bufandas y gruesos abrigos de invierno, como si fuesen un par de kolaches; aun así el frío cortante los hace estremecer, ante lo que Eren se ríe y él, sin poder evitarlo, se pierde en esa alegría.
Al caer en cuenta de que no tiene ningún plan para esa tarde, porque aquella cita ha sido por completo improvisada, Levi le pregunta al chico donde quiere ir. A él todos esos planes se le dan fatal, porque prefiere por mucho descansar tranquilo en su casa, pero cuando horas atrás se encontró a Eren en Anthology, su demencia temporal le hizo abrir la puta boca y soltar esa arrebatada petición.
Joder, casi parece un maldito adolescente enamorado.
El mocoso no tiene ninguna preferencia, por lo que deciden ir al cine y después a cenar. Al día siguiente es sábado, por lo que Eren no tiene clases, y a pesar de que ambos deben trabajar, prefieren ignorar ese hecho.
Tras la película y mientras cenan en un pequeño local junto a la playa, Levi no para de sorprenderse de lo bien que ambos parecen encajar a pesar de los muchos años de diferencia que se llevan y de que la visión que ambos tienen de la vida parece ser tan distinta: todo en blanco y negro para uno, mientras que el mundo del otro parece estar formado de brillantes colores.
Al tiempo que le observa hablar, cae en cuenta de que hasta que Eren apareció en su vida aquella tarde de invierno, todo risa y ojos verdes, la necesidad de tener nuevamente una pareja no era algo que lo inquietara. Levi todavía no cree en ese algo llamado amor y mucho menos en el destino, pero sabe que el chico le gusta, le gusta como no lo ha hecho nadie en mucho tiempo, y por eso desea tener la oportunidad de descubrir hasta donde dura el hechizo. Si Eren será tan eterno y perdurable como los vetustos acantilados o tan efímero como la vida de una mariposa.
La plática tras la cena se alarga más de lo previsto y, antes de que se den cuenta, el reloj ya marca la medianoche, recordándoles que ya es tiempo de separarse por hoy.
Tal vez es por el hecho de que hace mucho que no habla tanto con alguien, pero, a pesar de la renuencia que siente de que la noche acabe, él se nota un poco aletargado, casi como en un sueño. No desea que el hechizo se termine.
Finalmente es Eren quien se despide primero, lamentando tener que trabajar al día siguiente y agradeciendo su invitación. Levi, con las manos en los bolsillos de su abrigo y el corazón diciéndole a gritos que no le deje ir, solo asiente, resignado.
Sin embargo, es cuando los fríos labios del chico rozan su mejilla que él se siente morir de la impresión. Una caricia sutil que desquebraja el mundo bajo sus pies, porque, después de aquel apretón de manos con el que sellaron su primer encuentro cara a cara, ellos no se han tocado. Porque entre ambos todo siempre es solo palabras y miradas y una distancia que, a veces, resulta dolorosa e insalvable. Pero no en esa noche, no en ese momento, porque Eren ha dado un primer paso para decir que no quiere solo su amistad y él, aunque se siente confuso y muerto de miedo, está dispuesto a aceptarlo.
No le besa en respuesta, aun no, pero dejando de lado sus reticencias y su vergüenza, tiende una mano hacia este y la entrelaza con la suya durante un instante, el suficiente para que su calor se extienda por esos dedos helados que rodean los suyos; el tiempo suficiente para que su corazón sepa que está en el sitio correcto, con la persona correcta.
Ya pasa de la medianoche y el hechizo aún no se ha roto; eso debe significar algo, ¿no? Levi está seguro de que sí, sobre todo cuando aquellos ojos verdes le muestran un mundo desconocido y él se siente tan temerario como para arriesgarse a correr esa aventura.