Encuentro XVI:
Sin Fronteras
Mientras la música en sus oídos suena lo suficientemente alto para aislarlo del ruido reinante en los jardines de la universidad, Eren, concentrado en el informe que debe entregar la semana siguiente, tararea desacompasado mientras teclea sin descanso en su portátil.
Armin se halla sentado a su lado sobre el césped, leyendo un libro y masticando con pereza una manzana. El tiempo está cambiando y los gélidos días de febrero van quedando atrás, a la vez que marzo trae consigo jornadas más agradables y las ganas de pasar tiempo fuera.
La primavera está en ciernes.
La idea de sugerirle a Levi una cita al aire libre para el domingo próximo invade su mente distrayéndolo del estudio. Sería bonito poder pasear con él, sobre todo ahora que su relación está comenzando a cambiar.
La música se detiene al tiempo que sus audífonos desaparecen, siendo remplazados por un par de diminutas manos sobre sus ojos que reconoce de inmediato como las de Historia. Nadie más que él conozca huele siempre a fresas, algo que señala divertido cuando la descubre.
Esta se sienta su izquierda y Mikasa, que la acompaña, a su derecha. Armin, divertido, sonríe un poco y regresa a su libro, sin prestarle ninguna ayuda para librarse de sus amigas, menos aun cuando es Annie, su novia, quien se sienta junto a este, apoyando la rubia cabeza sobre su hombro y reclamando su atención.
—Con las chicas hemos estado hablando sobre tu cumpleaños —comienza Historia—. ¿Te gustaría tener una fiesta de disfraces?
—Claro que no —protesta él, estremeciéndose ante esa ridícula posibilidad—. Además, faltan más de veinte días, ¿quién se preocupa de algo así?
—Nunca es malo ir con algo de tiempo a favor —señala Armin.
Eren, indignado, le lanza una rencorosa mirada ante su falta de ayuda.
—Además, debemos decidir dónde hacerla y repartir las invitaciones —explica Mikasa, sus oscuros ojos grises fijos en la ramita de césped con la que juguetea entre sus pálidos dedos—. Pero podríamos hacer algo más pequeño e íntimo si tú lo deseas, Eren.
Su inmediato «sí» es interrumpido por un rotundo «no» por parte de Historia. Esta, desde su inferior estatura, lo observa retadora, meneando su rubia cabeza en señal de desaprobación.
—Es la fiesta de Eren, debería poder elegir —recrimina Mikasa a la otra, ante lo que Historia frunce el ceño. Su bonito rostro de muñeca convertido en uno de enfado.
—Si fuera por Eren, ni siquiera lo celebraría; así que su opinión no cuenta.
La lógica de su amiga es acertada, por lo que no la niega; su cumpleaños suele importarle muy poco, pero este año tiene una ilusión importante, porque le ha pedido una cita a Levi. Además, detesta que decidan por él.
—Tengo planes ese día, así que la fiesta no podrá ser —suelta finalmente.
De inmediato Historia lo mira sorprendida, pero es Mikasa, que ha fruncido el ceño y luce enfadada, la que pregunta:
—¿Con quién? ¿Alguien que conozcamos?
—Su novio —dice Annie con tranquilidad. Sus enormes ojos azules llenos de un brillo travieso—. Un tipo que casi le dobla la edad y es el dueño de la librería frente a Anthology. Por eso Jaeger ahora se la pasa leyendo; quiere parecer listo.
Sus mejillas son golpeadas sin piedad por un violento sonrojo que lo sume en la vergüenza, tanto que su boca es incapaz de explicar con coherencia que, a pesar de estar conociéndose, Levi y él no son pareja. Tan abochornado que solo puede observar como sus amigas entran en caos al obtener aquella noticia.
—¡Mayor razón para hacer una fiesta! ¡Tienes que presentárnoslo, Eren! —insiste Historia; sus ojos aguamarina convertidos en un mar de súplicas.
—No puedes salir con un anciano, Eren —protesta Mikasa, sus labios formando una pálida línea de indignación.
—Hey, que no está tan mal para ser tan viejo; lo vi el otro día. Además, si a Eren le gusta, ¿qué más da? —irrumpe Annie, ignorando los susurrados reproches de Armin por haber soltado aquello, algo que, en primer lugar, este mismo debería haberse callado.
Su incómoda indignación se ve teñida por un dejo de diversión al observar la cacofonía de opiniones y reproches que son sus amigos, todos hablando a la vez y exigiendo y exasperándose; todos tan distintos a Levi con sus silencios interminables y su poca tolerancia hacia las tonterías.
Pensar en este le hace añorarlo, pero también darse cuenta de que él mismo está cambiando. Poco a poco algo de ese obstinado hombre se ha ido haciendo suyo tras conocerle, y Eren se pregunta si a su vez, algo de él se habrá visto capturado por el otro, haciéndolo propio; mimetizándolos de alguna forma.
Es una idea bonita, y, es por eso mismo que, mientras explica a sus amigas que treintaicinco años es apenas un poco más que veinte y que duda mucho que una fiesta de cumpleaños sea el momento oportuno para conocer a Levi, decide guardarse para sí el que no están saliendo formalmente. Podría hacerlo claro, sería tan fácil como abrir la boca y soltarlo tal cual, pero, ¿para qué?
Puede que entre ellos la palabra «noviazgo» aun no sea un hecho, pero Eren sabe, con la misma certeza de que su corazón late para insuflarle vida, que si no es Levi quien obtenga su amor, no será ningún otro. Después de todo, fue el destino quien los unió.
Ambos han comenzado a desdibujar fronteras: en palabras no dichas, en miradas cómplices, en el leve roce de sus dedos de tanto en tanto, en las historias que se cuentan a través de un libro compartido. Levi le ha dado un mundo de silenciosos secretos y misterios por descubrir, de un amor anhelante y tan profundo como el océano, donde uno puede perderse en el otro solo con una mirada.
Han comenzado a desaparecer los límites que los separan, las fronteras del mundo, y Eren se siente lo suficientemente osado para aventurarse en tierra desconocida y reclamarla como suya; para convertirse en conquistador.