Encuentro XIX:
Pequeño Sol
La primera cita real que Eren y él tienen desde que su extraña amistad tornó en noviazgo, ocurre exactamente una semana después de que formalizaran. Es domingo nuevamente, pero, a diferencia del anterior, llueve a cántaros, por lo que Levi teme que todos sus planes para ese día se hayan ido a la mierda. Con su suerte, no lo duda.
No obstante, nada más poner un pie en la escalinata de la galería de arte moderno que planean visitar, su buen humor regresa de golpe, junto a los condenados nervios que experimenta cada vez que ve al chico. Eren, que se guarece de la lluvia bajo el pequeño alero del edificio, mira distraído a la distancia, pero nada más verlo, su rostro parece iluminarse y llenarse de color, volviendo aquel día sombrío y destemplado en uno brillante, como si acabara de salir el sol detrás de las nubes.
—Lo siento, he llegado un poco temprano. Estaba demasiado ansioso —se disculpa este cuando finalmente lo tiene en frente. Luce tan emocionado como un niño y sus ojos resplandecen con el verde intenso de la estación estival. Diminutas gotitas se le han enredado en el largo y desordenado cabello, dándole un aire de ser mítico e irreal que hace que su corazón se acelere de forma irremediable.
Maldito amor.
—Tch, que mocoso más tonto —responde lacónico, pero cuando sus dedos rozan apenas la morena mano del otro en una efímera caricia que se desvanece con la misma rapidez que un suspiro, algo vivo parece despertar en su interior; una intensidad que puede ver reflejada en los verdes ojos del otro porque este también la siente.
Es bastante temprano, por lo que las salas están casi vacías cuando empiezan el recorrido, lo que es un alivio para él. Aunque le gusta el arte en general, Levi no es un fanático acérrimo de ir a galerías y museos, donde hay siempre demasiada gente, demasiado ruido y demasiado caos a su alrededor; pero el mocoso estaba ilusionado cuando le hizo la invitación, por lo que sin pensar en todos sus reparos, acabó aceptando.
Percatarse de como Eren, con sus sonrisa, logra desarmarlo por entero, es verdaderamente aterrador.
A pesar de que ambos ya se han encontrado unas cuantas veces desde su precipitada confesión en el parque, esta es la primera en que se hayan en territorio neutral. Cada tarde de esa semana el mocoso ha ido a la librería para verlo, y han cenado juntos en el local de Hannes un par de ellas, pero, en cada una de esas ocasiones, él ha sentido como si existiera una barrera entre ellos a pesar de estar juntos; como si el miedo o la inseguridad de ir más allá, de cometer un error irreparable que mande todo al demonio, los refrenara. Eren no ha sido su primera pareja, pero sí el primero que le importa tanto. Y es un sentimiento extraño.
Cuando finalmente acaban de ver la exposición, los visitantes ya repletan la galería. Levi, que odia las multitudes, comienza a asfixiarse un poco, ante lo que el chico toma su mano y lo saca de allí con paso enérgico y decidido, ignorando su bochorno por aquel tipo de arrebatos a los que él no está acostumbrado y que suelen hacerlo sentir como un completo tonto en lo referente a las relaciones de pareja. Quiere a Eren, más de lo que le gusta admitir, pero no sabe cómo estar con él sin que todo comience a complicarse en su vida.
—Yo también estoy asustado con esta relación —admite el mocoso repentinamente una vez han llegado fuera. La lluvia no ha amainado, y el cielo color acero luce amenazante. Cuando Eren lo mira, parece tan inseguro como él mismo se siente en ese momento—. Temo no ser la persona que necesites, pero aun así quiero intentarlo.
Ya sea porque ha leído su pensamiento o porque entre ellos las cosas siempre se han dado de forma extraña, nota como lo embarga el alivio al saber que no es el único que se siente de ese modo; de que no es el único que está enamorado y teme ser un desastre.
Debido a ello, y sin poder evitarlo, Levi se ríe; no estruendosamente como suele hacer Hange ni tampoco de la manera clara y vibrante que siempre asocia al chico que ahora está a su lado. No, su risa es baja y llena de felicidad, llena de alivio. Una risa profunda que brota de su garganta y hace que aquella mirada esmeralda se pose sobre él.
Al ver la sorpresa reflejada en los ojos de Eren, teme haberlo herido sin proponérselo con su actuar, pero antes de que pueda abrir la boca para disculparse, son los labios de este los que están sobre los suyos, robándole el aliento, la cordura. Haciéndole olvidar que están en un sitio público y que probablemente luego desee asesinar al mocoso por su atrevimiento.
La vergüenza retorna a ellos una vez que se separan, aunque los ojos de Eren brillan con una felicidad difícil de ocultar. Levi quiere decirle demasiadas cosas, explicarle cómo se siente y lo mucho que también desea ser valiente; no obstante, se calla como siempre. Las palabras no son su fuerte y teme arruinarlo, pero cuando toma la mano del chico y la entrelaza con la suya, la forma en que este lo mira es suficiente: Eren lo comprende.
—Pareces contento —le dice este cuando echan a andar fuera del recinto. Sus manos aun unidas y las inseguridades resguardadas en la cajita del olvido.
Él levanta el rostro para mirarle y sonríe satisfecho; finalmente sabe su respuesta.
—Es que ha salido el sol —explica abriendo el paraguas sobre ellos, logrando que las dramáticas cejas del otro se frunzan en total confusión, porque el acerado cielo sobre ellos sigue llorando y no parece demasiado ansioso por detenerse.
Lo que Levi no dice, lo que se calla, es un preciado secreto: su pequeño sol todavía sujeta su mano. Y acaba de sonreírle.