Encuentro XX:
Destino
Mientras observa caer la inclemente lluvia que amenaza con convertir su cita en un desastre, Eren, nervioso, intenta convencerse de que ese pequeño percance no es un mal presagio sobre su relación con Levi. Llevan una semana de novios y esa es su primera cita, por lo que él esperaba un día perfecto y no ese aguacero que ha vuelto el cielo un oscuro manto gris y las calles húmedas pozas por las que es difícil transitar.
Odia la lluvia.
Mientras espera la llegada del otro hombre, los nervios vuelven a carcomerlo por dentro. La idea de hacerlo tan mal como novio lo aterra, y teme que antes de un mes este se harte y decida romper. Esta es la primera vez en su vida que Eren teme tanto la posibilidad de arruinar una relación, por lo que la inseguridad se ha convertido en su compañera constante. Levi es su persona indicada, su destino. Perderlo sería como quedarse incompleto.
Como si su corazón presintiese la presencia de aquel hombre, este se acelera justo en el momento en que Levi hace su aparición en los jardines de la galería. El paraguas que lleva oculta parcialmente su expresión mientras camina a su encuentro, lo que acrecienta la ansiedad dentro de él; y es solo cuando están frente a frente que el aire regresa a sus pulmones y se siente revivir.
Al final es él mismo quien confiesa, avergonzado, que ha llegado pronto a la cita a causa de los nervios. Levi lo regaña suavemente, pero Eren sigue sonriendo al notar la alegría bullir dentro suyo porque la persona que ama está allí, a su lado. El miedo y las dudas sobre perderlo no han desaparecido, pero no se dará por vencido sin luchar. Solo debe esforzarse lo suficiente para convencer a este de que siempre han sido ellos; de que estaban destinados desde antes de conocerse siquiera.
Sin embargo, cuando Levi acaricia su mano con un leve roce, siente que se inflama por dentro y su cerebro queda en blanco, como siempre. Desde un principio este ha tenido la capacidad de desarmarlo cual si fuese marejada que arrasa todo y envuelve todo, sin dejarle escapatoria.
Tampoco la desea.
El recorrido por la casi vacía galería es cómodo y ambos lo disfrutan. Levi, más relajado que en un principio, habla y sonríe cuando él hace algún comentario tonto o le pide su opinión sobre esto o aquello. Este parece contento y eso lo alegra; no obstante, cuando sus miradas se encuentran más que unos pocos segundos, cuando se tocan sin querer, los nervios de ambos regresan y estallan, formando un abismo que vuelve a aumentar las distancias.
Y lo odia.
La incomodidad de Levi se hace evidente cuando el recinto comienza a llenarse. Pequeños fruncimientos de ceño y el chasquido de su lengua, cual si fuese un latigazo, son la inequívoca señal de que ese temperamental hombre se está irritando, por lo que Eren, que conoce su renuencia a estar con mucha gente, decide rescatarlo de su tormento sacándolo de allí.
Sin permitirse dudar, entrelaza esa pálida mano entre la suya, teniendo así una perfecta excusa para acortar esa odiosa distancia entre ellos; esa que parece haber nacido desde que el otro aceptó sus sentimientos y comenzaron esa relación.
Pero no es hasta que están fuera, con la lluvia aun cayendo con fuerza y el frío viento invernal azotándolos sin piedad alguna mientras se miran frente a frente, que él comprende el verdadero motivo que mantiene a Levi alejado, lo que le provoca tanto miedo. El temor reflejado en esos pálidos ojos de luna es similar al suyo, uno cargado de dudas e inseguridades porque no desean perder a la persona amada.
Y esa certeza es la que le da valor.
—Yo también estoy asustado con esta relación —confiesa, reuniendo el poco coraje que tiene—. Temo no ser la persona que necesites, pero aun así quiero intentarlo.
La intensidad con que lo observan esos ojos grises, le hacen temer a Eren haber cometido un error; pero cuando Levi rompe a reír abierta y sinceramente, sin ninguno de los cuidadosos muros que siempre suele poner ante él, no puede contenerse más y acorta la poca distancia que los separa, acercando su rostro al suyo para unir sus labios y besarlo como si su vida dependiera de ello, y quizá lo hace. El suave roce de esa boca bajo la suya se siente como volver a respirar después de estarse ahogando. Como estar por fin en el lugar correcto.
Desafortunadamente deben volver a separarse, tanto porque necesitan tomar aire como porque están en un sitio público, algo que recuerda de golpe cuando la acerada y avergonzada mirada del otro hombre se clava en él, prometiéndole que le hará pagar su atrevimiento. Sin embargo, antes de que pueda abrir la boca para defenderse, este sujeta su mano y entrelaza sus dedos, ante lo que su corazón se alborota lleno de cálida felicidad, una que crece, se expande y explota cuando el gris de esos ojos pasa de la tormenta al suave brillo de la luna, y Eren sabe que Levi, aunque no quiera admitirlo, está tan feliz como él.
—Pareces contento —comenta cuando se encaminan hacia la salida. El calor de aquella mano junto a la suya parece extenderse dentro de su cuerpo como miel caliente.
La sonrisa que Levi le dedica es enigmática y llena de una emoción más compleja, más suya; más llena de todos esos secretos que guarda y aun no se decide a compartirle, pero que Eren sabe, algún día conocerá.
—Es que ha salido el sol —le dice este mientras abre el paraguas sobre ellos para protegerlos de la lluvia que cae.
Eren no puede estar más confundido, pero algo en aquellos ojos, en su cercanía, en las palabras no dichas, le asegura que desde ese momento en adelante estarán bien. Ambos, sin saberlo, sin proponérselo, han sido desde el primer instante, la elección correcta del otro; su ansiado destino.