Encuentro XXI:
El inicio de la Magia
Ya casi es la hora de cierre de aquel miércoles de finales de marzo cuando Isabel entra a la tienda cual si fuese un tifón. Parece alterada, por lo que Levi teme que algo malo haya ocurrido, sobre todo cuando sus ojos verdes, enormes y expresivos, lo observan al borde de la locura.
No es extraño que ella se pase por allí a menudo. Desde que su noviazgo con Eren dio comienzo, la muchacha acabó por convertirse en una de sus visitas habituales, otorgándole a él un papel de «hermano» que no desea y una dudosa amistad que pone su paciencia a prueba. Aun así, esta le agrada, por lo que solo suspira y espera a que le cuente lo que sea la preocupa, aunque no le interese en absoluto.
—¡Tienes cuatro días! —suelta Isabel lanzándose sobre el mostrador, desesperada—. ¡Solo faltan cuatro días para el cumpleaños de Eren! ¿Ya has pensado que le obsequiarás?
Las palabras de esta lo sorprenden y se obliga a recordar si el mocoso le ha mencionado en algún momento aquello. Levi está seguro de que no; y aunque tienen una cita fijada para ese mismo domingo, comprende que Eren se calló esa información por vergüenza o capricho. Joder.
De mala gana reconoce que no tenía idea de ello, ganándose la indignación de Isabel. Esta, tan impulsiva como lo es su primo, decide que deben resolver ese problema de inmediato, por lo que lo obliga a cerrar a toda prisa mientras su parloteo incansable lo pone al corriente de todos los cumpleaños que el mocoso ha tenido en sus veinte años. Por más que la chica sea una condenada cotorra, Levi no puede negar que es su mejor fuente de información.
Sin embargo, su moderado entusiasmo se convierte en pánico cuando la muchacha lo insta a entrar en una tienda de repostería. Los verdes ojos de Isabel brillan emocionados nada más poner un pie allí, mientras que los suyos buscan una ruta de escape, la cual se ve frustrada cuando esta, con una enorme sonrisa, lo sujeta del brazo y lo obliga entrar.
—Oi, Isabel, creo que esto es una mala idea —susurra con horror cuando una de las dependientas lo nota, sonriéndole—. Salgamos de aquí de una puta vez.
—Claro que no es un error, hermano. ¡Te enseñaré a hornear un pastel! —dice ella alegremente, cual si fuese una niña—. A mi primo le encantará, te lo aseguro.
Levi no está demasiado convencido, sus habilidades culinarias son malas tirando a nulas, pero ninguna de sus excusas sirve para convencerla del error que está cometiendo y, cansado, termina cediendo. Si algo ha descubierto desde que sale con Eren, es que es imposible hacerlo entrar en razón una vez se obstina en algo. Desgraciadamente, parece ser un mal de familia.
Esa tortura acaba finalmente en la cocina de su casa, con Isabel explicándole mil cosas incomprensibles y dándole órdenes que él sigue como puede. Casi dos horas después, la impecable estancia parece un campo de batalla, pero maravillosamente, inexplicablemente, Levi ha logrado preparar algo que, si se mira con generosa benevolencia y mucha imaginación, parece un pastel. De lo único que está seguro en ese momento, aparte del cansancio físico y mental, es que no desea ver más chocolate en lo que le resta de vida.
—No está mal del todo, aunque te has pasado con el azúcar —le dice Isabel tras comer un trozo de su porción—. Con un poco más de práctica seguro lo logras.
Levi no está muy convencido, pero se niega a seguir discutiendo, por lo que simplemente asiente. No puede creer que esté haciendo tal tontería solo por un chico, aunque lo cierto es que Eren le ha llegado más hondo que nadie.
El timbre suena y él se apresura a abrir la puerta. Farlan, alto, rubio y despeinado, lo recibe con una enorme sonrisa al verlo, pero esta muere en sus labios al tiempo que sus ojos celestes lo miran con espanto.
—Demonios, Levi, ¿qué te ha pasado? —pregunta nada más entrar, evidentemente escandalizado por su sucio aspecto.
—Tch, una larga historia —masculla malhumorado—. Eren estará de cumpleaños el domingo y bueno… estoy aprendiendo a hacer un pastel.
La estruendosa carcajada de su amigo no se hace esperar, una puñalada a su orgullo por la que el otro se gana una mirada envenenada. Aun así, él no se avergüenza en absoluto por lo que está haciendo. Por muy mierda que sea la situación, le alegra que todo ese esfuerzo sea por el chico de los ojos verdes que ha trastocado su mundo gris.
—No sabes las ganas que tengo de conocer al responsable del gran cambio que ha sufrido el gruñón Levi Ackerman. ¡Venga, me lo tienes que presentar pronto!
Él está a punto de decirle que se olvide de conocer al chico y se meta en sus propios asuntos cuando la pequeña figura de Isabel, radiante y sonriente como siempre, sale a toda prisa de la cocina. Nada más ver al otro chico, esta se queda muda y cohibida; su rostro tan rojo que parece irremediablemente fundido con su cabello.
Una mirada a Farlan le basta para comprender que el interés es mutuo. Mierda. Si quitarse de encima a la mocosa ya era difícil solo por su relación con Eren, ahora que parece que el idiota de su amigo ha llamado su atención le será imposible.
Soltando un pesado suspiro, abre la boca ante lo inevitable.
—Isabel, este idiota es Farlan Church, un amigo. Farlan, esta mocosa es Isabel Magnolia, la prima de Eren —acaba a toda prisa. Su novio de seguro estaría orgulloso de él—. Creo que necesito un té. Necesitamos un té. También tengo pastel.
Ambos chicos se ríen al oírle y Levi, sin poder evitarlo, también lo hace. Su mundo, indudablemente, ha comenzado a ampliarse, a cambiar por completo; una magia que inició con una adivina charlatana y un par de ojos verdes. Una magia que él espera, jamás termine.