Encuentro XXVII:
Superhéroe
Para alguien como Levi, que es horrible socializando, estar en un sitio lleno de desconocidos es igual a caer en el infierno para purgar los pecados: un castigo.
El mocoso lo abandona un momento para ir en busca de algo para beber, y aunque él tiene la tentación de suplicarle que no lo deje solo, su orgullo puede más que su miedo, por lo que cierra la puta boca y se queda escondido en un rincón intentando camuflarse con el entorno.
Cuando la alta, pálida y taciturna figura de Mikasa hace acto de aparición frente suyo, Levi comprende que su técnica ha fracasado; además, ya es tarde para fingir no haberla visto y darse a la fuga, por lo que solo le queda enfrentarla. Ambos ya han sido presentados por Eren nada más llegar, y desde ese mismo instante él supo que no es del agrado de esta; hecho que confirma cuando Mikasa le mira llena de recelo y una velada molestia.
—Conozco a Eren desde los nueve años y, junto a Armin, son mis mejores amigos. Si lo lastimas de cualquier manera, si él sufre por tu culpa, te lo haré pagar caro —es lo primero que ella suelta al llegar a su lado, sin vacilación alguna y sin necesidad de falsas palabras bonitas.
Aquella amenaza es una putada, pero la determinación de la chica le gusta a Levi. Mikasa es directa y clara, sin dobles intenciones al respecto, y es evidente que ama a Eren tanto como él mismo lo hace. Tienen algo en común.
Una de sus oscuras cejas se alza, inquisitiva, y esta aprieta los labios, decidida. Un mudo duelo que ninguno de ellos quiere perder.
Levi no puede evitar notar lo mucho que ambos se parecen, tanto físicamente como en su forma de actuar. Mikasa es una chica de largos silencios y palabras precisas, mientras que él es todo malas palabras y hechos claros. Son al mismo tiempo similares y distintos, pero aquello le hace preguntarse si el querer a alguien tan difícil como ella, fue lo que impulsó a Eren a acercarse y querer a alguien tan complicado como él.
—¿Y si es el mocoso quien me lastima a mí? —pregunta Levi con tranquilidad, retándola pero al mismo tiempo ansiando conocer la respuesta.
Un atisbo de sonrisa asoma a esos delgados labios, dotando al bonito rostro de Mikasa de una suavidad que contrasta con su dureza inicial.
—Ambos sabemos que nunca será así. Al menos, no deliberadamente —aclara y deja escapar un suave suspiro. Sus oscuros ojos recorren la sala abarrotada de gente, posándose en un punto donde el mocoso, acorralado por una rubia bajita y una alta castaña pecosa, explica algo, avergonzado, e intenta huir sin éxito, logrando que ambas rían—. Eren es un tonto… y está totalmente enamorado de ti. Que mal gusto tiene.
Levi capta el disimulado insulto, pero no llega a enfadarse por ello, quizá porque él mismo lo ha pensado en más de una ocasión.
Mikasa lo observa, esperando un reclamo; pero, al ver que este no llega, vuelve a suspirar y niega con un gesto.
—Te ha succionado el cerebro y ahora te tiene comiendo de su mano. Eren tiene ese efecto en los demás —explica con resignación. Sus ojos grises, oscuros como el grafito, buscan los suyos mucho más claros—. Aun sabiendo eso, sigues sin gustarme, anciano.
Esta vez es su turno el sonreír ante la puya.
—Lo mismo digo, mocosa —responde, y es ahora Mikasa la que esconde su velada diversión tras una mueca.
La llegada de Eren rompe de inmediato aquel pequeño interludio. El mocoso mira de uno a otro, evidentemente preocupado, pero al ver que ambos siguen enteros, parece sentirse aliviado.
—¿Todo bien? —pregunta dubitativo, entregando una cerveza a cada uno y buscando con mirada ansiosa señales que puedan alertarlo de lo ocurrido.
—Perfecto —murmura Mikasa, lanzando una mirada cómplice en su dirección y sonriendo apenas—. Solo hablábamos de lo tonto que eres, Eren. Y de la suerte que ambos tenemos de tenerte —añade antes de estampar un suave beso en la morena mejilla de su amigo—. Que no se te olvide, Ackerman, yo no amenazo en vano —le dice esta a modo de despedida, agitando la mano antes de dirigirse a otro grupo de ruidosos chicos.
Nada más quedarse solos, las dramáticas cejas de su novio se alzan en perfectos arcos interrogativos y sus ojos verdes se abren enormes a causa de la sorpresa.
—¿Amenaza? ¿En serio? —pregunta Eren con horror.
Lentamente Levi abre su bebida y da un corto trago, dejando que el frío líquido baje por su garganta antes de contestar.
—Ya sabes, lo de siempre —responde con naturalidad, logrando que el otro ruede los ojos y le mire con una expresión de fingido reproche—. Tch, tu amiga es un jodido incordio, mocoso. Deberías haber llegado antes al rescate. Serías un superhéroe de mierda —añade, pero ambos saben que Levi no habla en serio, en ningún aspecto.
Los ojos de Eren brillan y lo mira divertido, sin embargo antes de que él pueda replicar algo más, este lo aprisiona entre sus brazos, sin escapatoria posible, e importándole una mierda estar a vista y paciencia de todos los demás.
—Pero soy guapo, como el Capitán América —replica, juguetón.
Él chasquea la lengua y le aprieta un costado en un pellizco nada delicado que le arranca una mueca de dolor, pero Eren no lo suelta.
—Eres inútil, como Aquaman —añade, ante lo que este parece indignarse de verdad.
—¡Ey, que Aquaman no es inútil! —protesta, pasando a enumerar mil motivos que apoyan su postura y a los cuales Levi no presta atención alguna, porque, estando entre los brazos de Eren, ¿quién tiene tiempo de pensar en tontos héroes?
Para él al menos, no hay superhéroe que pueda competir con su chico de ojos verdes y encantadoras sonrisas. Ninguno de ellos tiene el poder que Eren posee, el de hacer que su aburrido mundo gris se coloree por completo.