Encuentro XXVIII:
Alguien a quien Amar
La discusión que mantiene con Levi sobre superhéroes, se ve interrumpida por la llegada de su padre y el anuncio de que ya es tiempo de encender las velas de la tarta, por lo que deben ir al comedor.
Eren, un poco nervioso y avergonzado, permite que su novio se escabulla de sus brazos antes de sonreír algo cohibido a su progenitor. Su padre es un hombre tolerante y siempre ha sabido que él es gay, por lo que no le incomoda que su pareja sea un chico; sin embargo, esta es la primera vez que Eren trae a alguien a casa y eso, evidentemente, significa algo, un cambio importante. Ambos lo saben.
Mientras se encaminan hasta donde el resto se está reuniendo, oye como su padre pregunta a Levi sobre su trabajo en la librería y alguna que otra tontería. Por más que Grisha pretenda distender el ambiente con buen humor, obviamente la situación es incómoda; no obstante, para su alegría, Levi se las arregla bien con su progenitor. Hablando lo justo y de forma educada, manteniendo su calma y seriedad habitual, su novio logra que poco a poco la tensión y preocupación de su padre desaparezcan, dando paso a una desenvoltura que es más natural en él.
Cuando los ojos verdes de ambos se encuentran una vez más, Grisha cabecea sutilmente antes de ir a reunirse con su madre que acaba de salir de la cocina cargando el enorme pastel. Al comprender el mensaje que este ha deseado transmitirle, Eren siente brotar la alegría dentro de su pecho, amenazando con hacerlo estallar: su padre piensa que ha elegido bien.
Una vez apaga las velas y pide su deseo, se ve sumergido de inmediato en un mar de felicitaciones y presentes del que tarda un poco en librarse; pero es cuando nota la ausencia de su novio, así como también la de su madre, que él comienza a inquietarse.
Preocupado, sus ojos recorren con angustia la estancia, sin éxito alguno; sin embargo, cuando su padre nota su inquietud, le señala con un gesto de la barbilla la cocina y le guiña un ojo con complicidad, lo que Eren le agradece con una sonrisa.
Regalando unas cuantas sonrisas tensas y alguna que otra broma a sus amigos, logra salir del grupo y se dirige hacia la cocina. Apenas entorna la puerta cuando oye la clara voz de su madre y se queda congelado, medio muriendo a causa de la vergüenza y también del horror.
—… demasiado mayor para él —dice esta con tranquilidad—, y aunque Eren ya tiene veintiuno, todavía es demasiado inmaduro la mayor parte del tiempo.
La rabia se enciende dentro suyo nada más oírla, por lo que se dispone e irrumpir en la estancia de inmediato para defenderse; no obstante, es la grave voz de Levi la que lo detiene en su sitio en esa ocasión, impidiéndole hacer una tontería y avergonzarse aún más.
—No es madurez lo que busco en alguien. Tch, para lo que me serviría —responde su novio con rotundidad, logrando que por un par de segundos ambos guarden silencio y él no deje de preguntarse qué estará sucediendo.
—Entonces, ¿qué es lo que buscas en una pareja que Eren pueda darte, Levi? —cuestiona su madre nuevamente, y aunque su tono sigue siendo amable, la preocupación que en el fondo Carla siente se puede notar.
—Alguien que me quiera como soy —admite su novio con cierto deje de vergüenza en la voz—. Pero, sobre todo, a alguien a quien pueda amar por quien es.
Nada más oírlo, sus ojos se llenan de lágrimas, no porque dude de los sentimientos de Levi tiene por él, sino porque, oírselo decir tan sinceramente a la mujer más importante de su vida, otorga a esa revelación de algo real e irrevocable. Convierte a Eren en alguien especial, aunque no lo sea.
—Entonces —dice Carla, rompiendo el silencio—, eso será fácil. Por lo menos la mayor parte del tiempo.
La baja risa de Levi llega a sus oídos, emocionándolo un poco.
—Eso mismo me ha dicho el mocoso —reconoce, mientras el tintineo de cubiertos resuena de fondo—. ¿Y el resto del tiempo? —pregunta, logrando que esta vez sea Carla la que ría.
—Querrás asesinarlo, créeme —oye que dice esta al tiempo que abre la puerta y lo mira muy seria—. ¿Qué te he dicho de oír a hurtadillas, Eren Jaeger? —le pregunta con los brazos en jarra y fuego en los ojos. Él lanza una rápida mirada a Levi que parece desear morir de vergüenza, con sus pálidas mejillas encendidas y los ojos muy abiertos a causa de la sorpresa—. ¿Ves? —continúa ella—. A esto es a lo que me refería.
Antes de que Eren comience a soltar excusas en su defensa, una pequeña pila de platos es depositada en sus manos sin piedad alguna.
—Soy el festejado. No debería estar haciendo esto —protesta él, pero su madre agarra servilletas y un par de utensilios de cocina, mirándolo muy digna.
—Me alegro por ti, cariño. Felicitaciones. Ahora date prisa y lleva eso al comedor para que podamos repartir el pastel —le dice al tiempo que sale, dejándolos solos.
Rápidamente Levi coge los cubiertos de la encimera y se dispone a huir, pero Eren le corta el paso, sonriéndole coquetamente.
—¿Así que soy alguien a quien puedes amar por quien es? —le pregunta un poco socarrón, ganándose un chasquido y una fría mirada acerada por parte del otro, aunque su bochorno sigue siendo evidente.
—Lo que eres es un dolor en el culo, Jaeger. Vamos, déjame pasar —gruñe malhumorado, pero, haciendo malabares con los platos, Eren se inclina hacia él y le roba un corto beso.
—Yo también te amo, Levi. Con todo mi corazón.
Este masculla algo sobre su idiotez y huye de allí a toda prisa, con él siguiéndolo muy contento tras ese descubrimiento. Ser amado por ese terco hombre es, lejos, lo mejor que le ha pasado en la vida.