Encuentro XXXI:
Elección
Una tarde completa con Farlan e Isabel coqueteándose como idiotas es más de lo que Levi puede soportar por un día, así que, cansado como está y con una jaqueca en ciernes, lo único que desea una vez se separan de ellos, es beberse un té cargado y pasar algo de tiempo a solas con Eren en casa antes de que este deba marcharse.
Sin embargo la vida, tan cabrona como es, le estropea los planes. El chico le anuncia repentinamente, entre estornudos, que se siente mal, porque resulta que es alérgico al polen y ellos, gracias a sus amigos, se han pasado dos malditas horas en un parque en plena primavera. Cuando Eren le anuncia que le está costando respirar y no ha llevado la medicación consigo, Levi, presa del pánico, hace lo único que se le ocurre: quitarle el móvil y llamar al padre de este para pedirle ayuda.
Que cita de mierda.
Casi una hora después, él recorre la sala nerviosamente. Grisha, tan veloz como esperaba, se presentó allí a los pocos minutos para atender al mocoso. Levi sabe que Eren no puede estar en mejores manos, pero sigue angustiado; por lo menos hasta que ambos bajan la escalera y él vuelve a respirar tranquilo.
El doctor le sonríe amablemente al verlo, pero Eren, con el rostro tan rojo como una amapola, le mira de reojo antes de clavar la vista en el piso: está avergonzado.
Durante la media hora siguiente él aguanta con estoicismo una larga charla sobre alergias y su cuidado. El padre del mocoso ha decidido, arbitrariamente, que si van a estar juntos como pareja, Levi debe convertirse en una eminencia en la materia, y no es que le importe soportar aquello, por supuesto que no, pero se sentiría más cómodo manteniendo esa conversación en otro momento, uno en donde Eren no pareciera a punto de ponerse a llorar en cualquier instante a causa de la rabia y el bochorno.
Cuando Grisha finalmente se despide, anunciando que debe llegar a cenar con Carla antes de que ella se preocupe y sospeche, él no puede más que sentirse aliviado, esperanzado en que las cosas mejoren. Eren, sin embargo, sigue extraño y no habla mucho, lo justo para explicarle que su padre debió pincharlo para apresurar los efectos de la medicación y que ya se encuentra mejor, aunque un poco cansado a causa de la misma.
Mientras comen, Levi intenta sacarle plática, pero el mocoso sigue mostrándose desanimado, y él, que no es alguien demasiado bueno leyendo entre líneas, acaba por perder la paciencia mientras lavan los platos.
—Si me dices que sigues deprimido por lo ocurrido voy a golpearte, mocoso. Ya acordamos que fue un accidente. Uno que no volverá a ocurrir —le advierte, enfatizando sus palabras con una mirada que no admite réplicas.
Eren, no obstante, frunce los labios y se encoje de hombros.
—Es verdad que sigo enfadado conmigo mismo por lo ocurrido, pero también estoy inquieto a causa de otra cosa. Algo que me dijo hoy Farlan, algo importante —confiesa; sus verdes ojos tan oscuros como las profundidades de un bosque.
Nada más oír al chico decir eso, Levi siente un ramalazo de inquietud. Sabe que Farlan tuvo sus dudas al comienzo respecto a su relación con Eren, pero también sabe que este mismo acabó sintiéndose conforme con su elección de pareja pasadas las primeras semanas tras despejar sus temores. Entonces, ¿qué?, se pregunta preocupado. Que puede haber ocurrido para que el mocoso parezca tan inquieto. Si el idiota de su amigo le ha dicho algo…
Para su completa sorpresa, Eren sujeta su mano y tira de él, llevándolo a la sala. Este lo insta a sentarse en el sofá y hace lo mismo a su lado, tomando sus manos entre las suyas antes de mirarlo con sus impresionantes ojos de mar de verano y aquella determinación que adopta siempre que se obstina en salirse con la suya.
Levi no es un cobarde, pero ha tenido miedo muchas veces en la vida, por lo que sabe reconocer ese frío hielo que suele bajar por su columna y pone todas sus terminaciones nerviosas en alerta. En ese instante, junto a su novio, siente lo mismo, como si aquel momento marcase un antes y un después para ellos.
Y se aterra.
—Quince años es una diferencia importante —comienza Eren, llamando su atención—, y aunque sé que no debería importarme, si lo hace a veces, porque me siento en desventaja. Te amo, Levi, y por eso deseo ser más, por eso sueño con ser suficiente; pero siempre temo quedar en deuda contigo. Sin embargo, Farlan hoy me hizo comprender algo importante, y es que, a pesar de todos mis fallos, he sido tu elección y eso debe significar algo, por lo que tengo que valorarlo —le dice sonriendo algo cohibido mientras sus manos sujetan las suyas con más fuerza—. Así que muchas gracias por haberme elegido, siendo la maravillosa persona que eres. Gracias por pensar que un desastre como yo vale la pena. Quiero que sepas que a mis ojos, con todos tus defectos, con todas las carencias que creas puedes tener, eres perfecto. No podría haber encontrado a nadie mejor y por eso me siento infinitamente agradecido.
Él, siendo la mierda que es con las palabras, lo poco hábil que es demostrando lo que siente, comprende perfectamente lo que el otro le intenta decir, porque se complementan. Ellos nunca han necesitado de palabras infinitas ni promesas imposibles, porque desde el primer momento en que se vieron, una sola mirada bastó para reconocerse. Si hay que agradecer a alguien, es al puto destino por permitirles encontrarse.
Levi no es bueno diciendo lo que siente, mucho menos demostrándolo, por lo que solo junta sus labios con los de Eren y deja que aquel beso hable de todo el amor que siente por él. De lo mucho que se alegra por tenerlo a su lado y que, a pesar de todo, lo haya elegido.