Encuentro XXXII:
Perfecto
Eren no puede creer lo horrible que ha resultado ese día. No solo han tenido que participar en una doble cita en donde Levi y él han sido los sobrantes necesarios, sino que él también acabó arruinando la velada por su descuido idiota que los obligó a llamar a su padre.
Este, muerto de preocupación paterna, llegó casi de inmediato para atenderlo, regañándolo como si todavía fuese un niño a causa de su estupidez. Cuando todo estuvo bajo control, su progenitor encontró muy divertido ese inesperado giro en su cita, diciéndole que en el futuro sería una entretenida anécdota a recordar para ellos. Como si comenzar a quedarte sin aire frente a tu novio a causa del polen fuera algo así de genial.
De todos modos, acabar cenando en casa de Levi no resulta ser un mal final para esa cita, aunque dista mucho de lo que él esperaba para esa noche. Todavía avivado por el consejo de Farlan, Eren deseaba crear la atmosfera perfecta para confesarle sus sentimientos, pero los ánimos han terminado tan bajos tras lo ocurrido que le parece imposible decir nada aquella noche. Además, sigue enfadado consigo mismo por su idiotez.
Sin embargo, no es hasta que Levi pierde un poco la paciencia por su mutismo y estalla, que él no cae en cuenta de que las cosas no se han arruinado del todo, no si no permite que lo hagan. Un plan no tiene que salir perfecto para que resulte, se recuerda. La vida exige adaptarse a los cambios y hay que aprender a hacerlo.
Apretando los labios y dándose un valor que no siente del todo a pesar de su firme determinación, Eren finalmente confiesa:
—Es verdad que sigo enfadado conmigo mismo por lo ocurrido, pero también estoy inquieto a causa de otra cosa. Algo que me dijo hoy Farlan, algo importante —explica.
La expresión de Levi, fría e imperturbable, muta de pronto a una enorme confusión, una que rápidamente da paso a una molestia que comprende no es con él, pero que seguramente se ha creado al malinterpretar sus palabras. ¿Cómo puede ser tan tonto?
Tomando a este de la mano, lo lleva a la sala y hace que se siente en el sofá antes de dejarse caer a su lado.
A Eren le gusta aquella cercanía. Le agrada la manera fácil y sencilla en que ambos parecen encajar y como, estando junto a Levi, no necesita ser nadie más, solo él mismo; el tonto chico impresionable que quedó prendado de ese hombre nada más verlo.
Aunque parezca difícil de comprender, aunque a muchos les parezca imposible, para Eren es fácil quererle. La parte más compleja, la que le sigue costando, es llegar a convencerse del todo de que él es alguien que merece ser querido por Levi; pero está decidido a mejorar en ello.
Eren toma sus manos y lo mira a los ojos, aquellos que son como un cielo de tormenta y que lo contemplan preocupados a causa de todas las tonterías que ha hecho en un día.
Dios, donde Levi es todo orden y control, él no es más que un desastre andante, pero está bien. Si se han elegido es por algo, porque ambos han encontrado lo que necesitan en el otro, aunque a veces cueste reconocerlo.
—Quince años es una diferencia importante —dice él, revelando así uno de sus mayores temores—, y aunque sé que no debería importarme, si lo hace a veces, porque me siento en desventaja. Te amo, Levi, y por eso deseo ser más, por eso sueño con ser suficiente; pero siempre temo quedar en deuda contigo. Sin embargo, Farlan hoy me hizo comprender algo importante, y es que, a pesar de todos mis fallos, he sido tu elección y eso debe significar algo, por lo que tengo que valorarlo. Así que muchas gracias por haberme elegido, siendo la maravillosa persona que eres. Gracias por pensar que un desastre como yo vale la pena. Quiero que sepas que a mis ojos, con todos tus defectos, con todas las carencias que creas puedes tener, eres perfecto. No podría haber encontrado a nadie mejor y por eso me siento infinitamente agradecido.
Soltar aquello resulta tan doloroso como quitar la costra de una herida, pero deja el mismo alivio posterior a pesar de sentir el alma en carne viva. Exponer sus sentimientos ante Levi da miedo, es aterrador, pero por primera vez Eren siente que está haciendo lo correcto y avanzando hacia adelante. Nunca desaparecerán los quince años que los separan ni las experiencias que esos mismos han dejado, pero puede acortar la distancia poco a poco, un paso a la vez, hasta llegar al día en que sienta puede caminar a su lado como un igual.
La respuesta de Levi no llega a modo de palabras, sino que a través de un beso. Uno que le quita el aliento y lía su cabeza. Un beso que él comprende es la forma que tiene este de decirle que también lo quiere, que también se alegra de haberlo hallado. Que no se arrepiente de su elección.
Es cuando finalmente se separan, mirándose frente a frente, que Eren finalmente lo nota: las mil emociones contenidas en aquellos ojos de luna y aquel rostro indescifrable.
Levi chasquea la lengua y sonríe apenas; un gesto leve y efímero que él sabe está allí.
—En verdad eres un puto desastre, mocoso; pero eres mi desastre. Y aunque conviertas mi vida en un infierno a causa de ese caos, te seguiría eligiendo. Para mí, tú también eres perfecto, Eren.
Al final, y aunque no desea hacerlo, es él quien termina llorando. Levi, sentado a su lado, da torpes palmaditas en su espalda a modo de consuelo mientras le dice que es un mocoso tonto.
Nada en aquella confesión fue como él deseaba, todo resultando en un sinnúmero de imprevistos; pero, por un capricho del destino, acabó siendo perfecto. Están juntos y se quieren; aquello por si solo convierte cualquier desastre en algo maravilloso.