Encuentro XXXIII:
Tormenta
Cuando mayo da inicio, Levi decide remodelar la librería, motivo por el cual, junto a Eren, se hayan aquel domingo limpiando y moviendo estantes de un lado a otro entre cajas de libros que se extienden a su alrededor como pequeños montecitos multicolores.
Sorpresivamente, ha descubierto que compartir aquella tarea pesada y tediosa con alguien resulta agradable. Eren bromea y ríe por tonterías, hablando hasta por los codos mientras él lo escucha entretenido y regaña de tanto en tanto, deseando que las cosas entre ellos permanezcan así por siempre, cómodas y sencillas, sin problemas aparentes; conservando aquella pequeña camaradería que siente solo ha alcanzado con el chico.
No obstante, como su vida suele ser una puta broma cósmica que le toca los huevos cuando menos se lo espera, nada más acabar el trabajo y sentarse a beber una merecida taza de té, las cosas se joden. Su móvil timbra anunciando una llamada, la cual resulta ser de Erwin avisándole que se pasará por allí porque necesita pedirle un favor.
Si hubiese estado solo aquello no sería un problema, no hay motivo para que lo sea en realidad, pero ha hecho planes con Eren para esa tarde y no desea arruinarlos, menos aun si el mocoso ha sacrificado una mañana completa solo por ayudarlo. Pero conoce lo suficientemente bien a Erwin para saber que este no aceptará una negativa, por lo que él acaba aceptando, diciéndole que lo esperará.
No es hasta cortar la llamada que Levi comprende que algo anda mal. Eren, tan contento y relajado minutos antes, luce callado y taciturno cuando vuelve a sentarse frente a él. Sus cejas, dramáticas y expresivas, se inclinan en un ceño fruncido, al tiempo que sus ojos de mar de verano han tomado el tinte turbulento del mismo en plena tormenta.
Mierda, tendrá problemas.
—¿Por qué todavía no he conocido a Erwin? —pregunta el chico, desmigando una galleta entre los dedos y con su desconcertante mirada sobre su persona—. Conozco a Hange, conozco a Farlan, entonces, ¿por qué a Erwin no si son tan cercanos? Tú conoces a toda mi familia y amigos, Levi.
Su primer impulso es mandar al mocoso a la mierda y decirle que deje de pensar en tonterías, pero decide callarse. Llevan ya casi dos meses saliendo y tres de conocerse, viéndose prácticamente cada día, por lo que solo una mirada a ese terco semblante le basta para comprender que los regaños no servirán esa vez. No con Eren tan molesto como parece estar con él.
Levi, que intenta no perder la paciencia, bebe de su té antes de contestar:
—Pues ahora tendrás la oportunidad de hacerlo, mocoso —explica sin más—. Necesita hablar conmigo y se pasará por la tienda antes de que nos vayamos.
Sin embargo, sus palabras parecen tener un efecto catalizador en el chico frente suyo, como la chispa en la hoguera. La expresión turbulenta de Eren se vuelve tormentosa y sus labios, por lo general cargados de sonrisas, forman una tensa línea que denota molestia, miedo… y algo más. Una emoción que él es incapaz de interpretar.
—¿Puedo preguntarte algo? —inquiere este, aunque más que una pregunta parece un anuncio, sobre todo porque no espera respuesta—. ¿Erwin y tú fueron pareja?
La caída de un rayo en la tienda le habría sorprendido menos, pero aquello le hace entender lo que en verdad molesta a Eren.
Joder, son celos.
—Oi, mocoso, no sé qué mierda está pasando ahora por esa jodida cabeza tuya, pero…
—… no me estás respondiendo —lo interrumpe Eren; toda cólera verde ardiendo en sus ojos y sus manos apretadas en sendos puños.
Comprendiendo que la pequeña ventisca se ha convertido en una tormenta de proporciones, respira hondo y lo mira muy serio. Él nunca ha deseado borrar su pasado, por muy mierda que este fuera, pero por primera vez la idea de cambiar una parte de este le resulta tentadora, aunque solo sea por unos pocos minutos con tal de tranquilizar al chico.
—Sí —responde escuetamente y bebe un poco más de té—. Salimos casi por dos años.
Tal como teme, Eren parece molestarse todavía más ante su respuesta, y cuando sus miradas vuelven a enfrentarse en un mudo duelo, comprende que si no hace algo pronto todo empeorará.
—No quiero que venga —dice este con determinación—. Dile que no venga, Levi. Que tenemos una cita.
—Joder, Eren, ya está en camino. Además, solo serán unos minutos y luego nos largamos como tenía-
—¡No quiero que venga! ¡No quiero conocerlo! ¡No quiero que lo veas! —explota finalmente; su enfado reverberando por las silenciosas paredes de la librería y golpeándolo con inusitada violencia—. Dile que no venga… por favor.
Al contemplar la expresión abatida y el miedo acechante que envuelven al chico, él se plantea el ceder a su capricho. Es tan fácil como llamar a Erwin y mandarlo al demonio, pero aquello, sabe Levi, no funciona así. No si quiere que aquella relación perdure.
—Oi, Eren, escúchame, ¿sí? Mi relación pasada y actual con Erwin no es algo que deba afectarte —aclara—. Este vendrá, hablaremos y se marchará. No te comportes como un jodido mocoso inseguro justo ahora.
Sin embargo, nada más decir aquello sabe que ha cometido un error. Los ojos del chico se abren, ya no solo con rabia, sino también con dolor. Y antes de que él pueda rebuscar en su maldito cerebro algo para reparar ese estropicio, este se pone de pie y recoge sus cosas.
—Lamento ser solo un «jodido mocoso», pero no es algo que pueda cambiar —le suelta antes de abrir la puerta y desaparecer fuera.
Levi desea seguirlo y disculparse, pero decide esperar. Ambos necesitan calmarse y pensar antes de volver a hablar, porque esta es su primera discusión seria, y es una mierda, ya que no quiere estar peleado con Eren.
Sin embargo dicen que tras la tormenta siempre sale el sol. Solo espera que este no tarde demasiado, porque el suyo acaba de marcharse.